6 de agosto de 2007

La ciudad como última piel

Los humanos tenemos varias pieles, que nos son muy preciadas. La primera, la propia, nos acompañará toda la vida, y por eso se merece el mayor de los cuidados. Nuestra primera piel, la propia. La segunda, dependiendo del tiempo, de la época del año, de cómo nos levantarnos cada día y de lo que tenemos que hacer, es completamente variable: es la ropa. Nuestra segunda piel, la ropa. Existe una tercera, que si bien también está sujeta a cambios, es más permanente y es de una especial importancia porque nos cobija, nos protege y es bajo la cual realizamos algunas de las ceremonias más importantes de nuestra vida: es nuestra casa, que como tal es fundamental que sea territorio amigo. Nuestra tercera piel, la casa. Tenemos también una cuarta piel, que es la ciudad que habitamos. Nuestra cuarta piel, la Ciudad de Buenos Aires. Al entender que la esencia del funcionamiento un edificio es simplemente la continuación de las funciones humanas, es más sencillo entender como todos los materiales sus olores, texturas, sabores, interactúan permanentemente, provocando efectos en ambos.
El Organismo Humano consta de estructura (esqueleto), estructuras anatómicas con una función determinada (fisiología), envolvente (piel), sistema respiratorio, sistema circulatorio, sistema cardíaco, sistemas digestivo y urinario, sistema nervioso, sistema inmunológico, piel, capilares dérmicos de regulación térmica. Los Edificios constan de estructura, sistema y dispositivos con una función determinada (instalaciones), envolvente (cerramientos), paredes portantes, columnas y vigas, hormigón armado, puertas, ventanas, respiraderos, extractores, campanas de humos, tirajes, alimentación de agua fría y caliente, cañerías de calefacción, de gas, bombas de agua, electricidad, desagües cloacales, pluviales, salas de máquinas, instalación eléctrica, teléfono, portero eléctrico, alarmas, disyuntores, válvulas de seguridad, blindajes, rejas y mosquiteros, centrales de computación en edificios inteligentes, paredes, pisos, cielorrasos, techos, ventanas, puertas, aislaciones, terminaciones, sistemas de calefacción y refrigeración.
Si un organismo humano puede estar nutrido o desnutrido, sano o enfermo, intoxicado, infectado... ¿por qué no un edificio? Un organismo puede estar descuidado, desnutrido, mal o sobre alimentado. Un cuerpo puede tener: el sistema inmunológico debilitado, fragilidad y debilidad en los huesos, piel reseca y ajada, ampollas, escaras, descamación, caída de cabello, inflamaciones, sudoración, hongos en regiones húmedas, problemas circulatorios en venas y arterias, arterias obstruidas por grasas, secreciones, supuraciones, problemas respiratorios, bronquios inflamados, lastimaduras, sangre, moretones, peligro de infección, cicatrices, dolor. Nutrientes y tratamientos: cremas, aceites, yesos, entablillados, vendajes, muletas, bastones, ingesta de vitaminas y minerales, marcapasos, órtesis y prótesis, maquillaje, intervenciones quirúrgicas. Un edificio puede estar mal mantenido, construido con materiales de mala calidad. Un edificio puede tener: mayor exposición a accidentes, robos e incendio, problemas de resistencia estructural, paredes descascaradas y rajadas, paredes ampolladas, caída de revoques y cubiertas, paredes hinchadas por humedad, condensación, hongos de humedad en paredes y conductos, problemas circulatorios en cañerías y conductos, cañerías obstruidas por corrosión, pérdidas de agua, de gas, de residuos cloacales, mala ventilación, poca o nula renovación de aire, grietas, rajaduras, filtraciones, goteras, entradas de agua, deterioro progresivo, suciedad, hongos, vegetación, insectos, roedores. Reparación y mantenimiento: pinturas, barnices, membranas, contrafuertes, tensores, parantes, perfiles de hierro, inyecciones de siliconas en muros y cimientos, redimensionamiento de bombas, reemplazos de piezas, terminaciones superficiales, reformas, refacciones, demoliciones, reciclajes.
A nivel individual: los usuarios, que somos todos, podemos prestar atención a manchas y filtraciones de humedad, plantas con perfumes y pólenes que afecten a asmáticos y alérgicos bronquiales, ausencia de plantas que absorban toxicidades, fumadores en convivencia con asmáticos y alérgicos bronquiales, calidad de aire, ventilación, niveles de oxigeno, humedades, sequedades, impurezas, nivel de ruidos, calidad del agua en los tanques, focos de proliferación de alergenos orgánicos como ácaros y hongos, funcionamiento y estado de los sistemas de calefacción y refrigeración.
A nivel técnico-profesional: incorporación de preguntas y observaciones de otras disciplinas, como arquitectos, ingenieros y constructores en cuanto a cómo es la vivienda, los materiales, si es urbana o rural, si hay sistema cloacal, si hay exceso de tráfico automotor, plantas y vegetación en general, características del barrio, si hay fuentes de emisión de tóxicos en los alrededores, si ha habido demoliciones recientes y médicos y trabajadores de la salud en cuanto a si entre los clientes y usuarios hay asmáticos, alérgicos respiratorios, personas muy mayores, niños pequeños, personas que permanecen mucho tiempo en la casa y si hay mascotas.
A nivel institucional: recolectar y brindar información tanto a usuarios como a profesionales de las características de los materiales de la construcción y sus efectos a corto, mediano y largo plazo en la salud (Defensoría); insistir en que los materiales y productos para la construcción y decoración en el mercado tengan información en las etiquetas tanto de componentes como de medidas de precaución para su uso (Ministerios y Secretarias de Salud y Medio Ambiente); actualizar y ajustar una legislación que encamine este proceso (Cámaras legislativas); realizar un seguimiento que controle y supervise su cumplimiento (Inspecciones, Gobierno de la Ciudad).
Finalmente, lo que articula la convivencia de las pieles, es otro organismo vivo formado, a simple vista, por edificios, calles, pavimento, vehículos, cañerías de todos los tamaños, que se ven y que no se ven, por las que entran y salen fluidos líquidos, eléctricos, gaseosos, cables de todos los grosores, antenas y fibras ópticas. Y también formamos parte de ella nosotros, los habitantes, seres vivos de todas las especies, árboles, flores, humanos de todas las edades, pájaros, perros, gatos, hasta los insectos. Es la Cuarta Piel... el contexto... la Ciudad... Y así como la Primera y la Tercera, la Cuarta Piel también necesita cuidados y atención, si no, las consecuencias son bastante conocidas y nefastas... Las enfermedades de la Cuarta Piel son: la contaminación del aire exterior provocada por el continuo y creciente aumento del parque automotor, sobre todo últimos cinco años; la contaminación sonora (según mediciones de 1994, Buenos Aires y Roma ocupan el cuarto lugar dentro de las ciudades más ruidosas del mundo); el congestionamiento vehicular, que genera polución, exceso de ruidos, demoras en el transporte y un alto grado de stress en las personas;la contaminación visual provocada por cables de televisión y de teléfonos que cruzan las calles de lado a lado y postes telefónicos en muchas esquinas de la ciudad; el debilitamiento de la vegetación debido a la polución y al exceso de pavimento que impide que la irrigación de las raíces de los árboles sea suficiente porque el agua de lluvia que antes era filtrada por las juntas de los adoquines, ahora va directamente a las alcantarillas; los espacios verdes y vegetación urbana insuficientes para una natural renovación del aire en las áreas de mayor tránsito vehicular; especies de árboles, como el plátano, que provocan alergias en primavera; el sub-dimensionamiento de la red de desagües pluviales sumado al exceso de pavimento producen inundaciones parciales de zonas de la ciudad cuando llueve con la consiguiente aparición de humedad de cimientos y moho en las zonas afectadas; el aumento de virus y bacterias debido a la resistencia adquirida por éstos, combinada con la humedad natural y el cambio climático, que provoca calentamiento durante las estaciones frías; mala calidad del aire interior debido a la combustión de gases de calefacción, el aumento de unidades de aire acondicionado y casas y oficinas pobremente ventiladas; la invasión de materiales sintéticos para la construcción y la decoración, los cuales suelen ser más livianos, fáciles de transportar, instalar y reponer, ofrecen gamas de colores y texturas atractivos, tienen buen comportamiento de sus propiedades y por sobre todas las cosas, suelen ser más baratos, lo cual es determinante en el mercado de materiales local; falta de información sobre componentes tóxicos y no tóxicos de materiales de la construcción y sus potenciales efectos negativos sobre la salud de las personas y el medio ambiente.
A grandes rasgos, de las enfermedades de la Cuarta Piel podemos inferir que a la ciudad le hace falta mejorar el aire que respiramos disminuir el nivel de ruidos y evitar la formación de focos infecciosos. Sabemos que parte de la solución está en mejorar el transporte público, redimensionar la infraestructura urbana y preservar y aumentar la vegetación urbana, pero existen otras alternativas, tal vez más inmediatas, abarcativas y económicas. Las calles están cubiertas por kilómetros cuadrados de pavimento con las consecuencias que ya conocemos, y así como naturalmente las aves cambian las plumas, los mamíferos renuevan el pelaje y los reptiles cambian una piel por otra, la Cuarta Piel puede adoptar comportamientos similares a través de: a) reemplazar paulatinamente el pavimento por adoquinados nivelados y reforzados con juntas permeables para aumentar la filtración de agua de lluvia hacia las raíces de los árboles, b) reducir la velocidad de los vehículos, c) reducir la emisión de gases tóxicos del pavimento, d) reducir la utilización de un material no renovable, e) reducir la frecuencia de daños y reparaciones, f) enriquecer a la ciudad con una imagen urbana tradicional pero renovada y g) incorporar veredas verdes que alternen baldosas llenas con otras que permitan el crecimiento del césped. Los Defensores de la Cuarta Piel pueden reforzar la implementación de esta y otras propuestas ofreciendo cursos y entrenamiento para los que trabajan en la Cuarta Piel, entre otros: a) barrenderos: concientización y entrenamiento para reconocimiento, recolección, acopio y reciclaje de distintos tipos de basura; destacándose la importancia de la recolección de pilas y otros residuos de gran toxicidad; b) jardineros: concientización y entrenamiento en reconocimiento de especies vegetales que provocan alergias, de especies que absorben toxicidad y capacitación para la poda adecuada de las mismas en tiempo y forma; c) cuadrillas de mantenimiento de infraestructura urbana (calles y veredas, redes cloacales y pluviales, red de electricidad, gas, telefonía y cable) y trenes urbanos v subterráneos: concientización y entrenamiento sobre problemas de la ciudad desde el punto de vista ambiental concernientes a sus áreas y la interrelación con las demás y d) inspectores y supervisores: concientización y entrenamiento para el monitoreo de gases y estruendos de escapes de automotores, exceso de bocinas, sirenas y alarmas en vehículos y edificios.


Hace poco trascendió una increíble noticia: Beethoven no murió de sífilis, sino de una intoxicación masiva por plomo, lo cual explica no sólo sus célebres arranques de furia sino, lo que es más triste, su sordera. Beethoven fue un genio con una vida trágica, sumido en la soledad provocada y aumentada, precisamente, por su mal carácter y su cruel sordera. Ambas podrían haber sido evitadas, o al menos paliadas, de haber tenido los conocimientos de hoy en día. Al mismo tiempo, hay estudios que demuestran que un organismo humano debería llegar naturalmente y en buenas condiciones a unos 125 años de vida y otros que intentan descubrir las causas por las que no se llega a esa edad. En los países de mayor desarrollo el promedio actual es de unos 75 a 78 años. Beethoven murió a los 57, sordo y sufriendo. Si entender desde el razonamiento lo que potencialmente puede llegar a ser el efecto de lo que no se ve y no se huele es muchas veces inasible, el sentimiento de tristeza e impotencia ante el sufrimiento padecido por quien dejó un legado de tanta belleza y emoción a la humanidad, tal vez nos sirva para la toma de conciencia de este problema contemporáneo para así alcanzar, paulatinamente, soluciones para el mismo y dejar que los pequeños Beethoven del mundo puedan desarrollar su genio llevando, vidas más largas y por supuesto... más placenteras.