6 de agosto de 2007

Los alimentos transgénicos

Como es sabido, Greenpeace y otras organizaciones ambientalistas y de consumidores vienen desarrollando una campaña global advirtiendo sobre los riesgos de la liberación de los cultivos transgénicos al ambiente y al consumo humano. Los cultivos transgénicos más extendidos son la soja, el maíz, la papa y el tomate. La modificación genética generalmente se realiza para aumentar la resistencia de las plantas a las plagas y los herbicidas. Estos cultivos se emplean para elaborar alimentos tanto para los humanos como para animales. Esta tecnología se desarrolla principalmente con el fin de bajar los costos de los agricultores y no para producir alimentos más saludables. La ciencia aún no ha logrado determinar cuales serán las implicancias de la manipulación genética sufrida por estos cultivos ni cual será su impacto sobre el medio ambiente; más los estudios científicos ya han demostrado que los cultivos transgénicos pueden "contaminar" genéticamente las plantas no transgénicas y que ello podría causar serios daños al equilibrio ecológico y la biodiversidad. Los cultivos de laboratorio se emplean para elaborar alimentos, a los que se denomina "alimentos transgénicos", pues contienen ingredientes genéticamente modificados o derivados de ingredientes genéticamente modificados. Se calcula que el 60% de los alimentos procesados contienen soja o maíz, que resultan ser los cultivos transgénicos más extendidos. Estos alimentos transgénicos no proporcionan ningún valor agregado para el consumidor respecto de los alimentos convencionales. No son más nutritivos ni más sabrosos. Por el contrario, su consumo implica un riesgo. Ya se conoce su impacto sobre las alergias y la resistencia a antibióticos y, aunque no se conoce a ciencia cierta que daños pueden causar sobre la salud humana por no haberse realizado estudios a largo plazo, el principal motivo de preocupación entre los científicos está dado por los efectos paulatinos sobre la salud, debido a lo difícil que resulta su detección temprana. La industria biotecnológica, que ha desarrollado estos cultivos transgénicos y que se ha negado durante más de tres años a admitir esos riesgos, ahora comenzó a admitir que existen "más preguntas que respuestas" en relación a esta delicada cuestión. El propio Robert Shapiro, presidente de Monsanto -empresa multinacional que creó y patentó la soja transgénica- declaró en una conferencia reciente que, pese a que sigue creyendo en el futuro de la biotecnología, considera justificado preguntar: "¿Es segura esta comida para el consumo humano?, ¿los cultivos transgénicos son seguros para el ambiente?, ¿cómo van a afectar la biodiversidad?, ¿cómo van a afectar a otras plantas, insectos y pájaros?". El ejecutivo de Monsanto concluyó afirmando que todas estas preocupaciones son válidas y que para responder a esas preguntas se necesita un estudio sesudo y cuidadoso. Dichas declaraciones del señor Shapiro fueron consideradas "el más franco mea culpa jamás pronunciado por un máximo ejecutivo de una multinacional", según el prestigioso diario británico “Financial Times”. Semejante admisión de riesgos demuestra que debe insistirse en el reclamo frente a las autoridades para que se declare una moratoria de nuevos cultivos de laboratorio y que se torne obligatorio el etiquetado de los alimentos transgénicos.