15 de agosto de 2007

Nadar: testigo fotográfico del siglo XIX

Se llamaba, en realidad, Gaspard Félix Tournachón, y había nacido en París el 6 de abril de 1820. Como Nadar, sin em­bargo, fue rápidamente conocido en los ambientes de la bohemia. Carica­turista, grabador, periodista y fotógra­fo célebre, cultivó la amistad de los Dumas y de Gautier, y Julio Verne lo usó de modelo para Michel Ardan, uno de los protagonistas de "De la tierra a la luna". No era una transposición injus­ta: Nadar había participado, en octu­bre de 1863, en la expedición del aeróstato "El Gigante", que despegó de los Campos de Marte ante la presen­cia de Napoleón III. No es que Nadar prefiriese la cercanía de los poderosos. En su juventud, un informe policial lo había descrito como "uno de esos seres peligrosos que siembran las doc­trinas más subversivas en el Barrio Latino". Apoyó la República Demo­crática y Social de 1848, y más tarde peleó en Polonia, contra las tropas zaristas. De regreso a Francia, siguió combatiendo el colonialismo, el antisemitismo y la estrechez mental.
Nunca se planteó el retrato fotográfico como una actividad con la que ganar dinero, pues mantenía unas ideas estéticas sobre cómo realizar los retratos que le alejaban de los criterios más comerciales pero que, por el contrario, lo elevaban al rango artístico. Siempre se negó a colorear sus retratos y a practicarles cualquier tipo de retoque. Nadar únicamente se sirvió de la luz -modo de iluminar al modelo- y del gesto -mirada y actitud de los modelos favorecida por la relajación de los amigos fotografiados- como elementos principales de la fotografía. Acosado por las dificultades económicas, se vio obligado a abandonar tempranamente la profesión de periodista. Un escritor amigo, Eugéne Chavett, lo entusiasmó entonces a comprar una cámara oscura. Así comienzó en 1850 a incursionar en el retrato fotográfico con un éxito que ni él mismo imaginaba. Retrató a los personajes más famosos de su época, muchos de ellos pertenecientes a su círculo de amistades o con quienes compartía una identidad cultural común. Su fin era usar las imágenes para una colección de caricaturas que publicaría con el título de "Pantheon Nadar", de las que hizo una primera tirada en 1854. Hombre de alma bohemia y emprendedora, en su largo deambular como caricaturista, ilustrador y periodista, gozó de un gran renombre en el París decimonónico de los tiempos de Napoleón III, pero alcanzó la cima de su fecunda carrera como fotógrafo en las décadas de los sesenta y setenta. A Nadar se deben las primeras fotografías aéreas de la historia en el año 1856 realizadas con una cámara fotográfica desde un globo aerostático. Esta innovación tuvo un gran interés militar. En 1870 fue nombrado comandante de una compañía de globos aerostáticos para tomar fotografías de las posiciones de los prusianos que cercaban París. El atelier de Nadar, situado en la parisina avenida de Saint Lazare, era tan frecuentado que los cocheros llamaban a esa calle Saint Nadar. Personalidades mundialmente ilustres como Balzac, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Julio Verne, Baudelaire, George Sand, Rossini, Banville, Nerval, Sandeau, Michelet, Delacroix, Manckiewicz, Lamartine, Berlioz, Bakunin y Sarah Bernardt fueron registradas por el lente del experimentado fotógrafo, quien supo como nadie imprimir en sus retratos la genuina cualidad físico-psíquica de sus prominentes modelos. Para ello era perfecto el formato de "visita", introducido por el destacado fotógrafo comercial André Disdéri (1819-1889) en 1854, ya que su pequeño tamaño permitía colocar el retrato en un sobre y enviarlo a cualquier parte del planeta. En París, los clichés de celebridades hechos por Nadar eran reproducidos continuamente y vendidos a precios populares en su estudio. De esta manera, figuras internacionales de la literatura, la música, el arte y las ciencias fueron conocidos en muchos países al circular sus retratos como presente a familiares y amigos.


Sus retratos estaban impresos en papel albuminado y pegados en un soporte de cartulina dura, formato carta de visita. Llevaban plasmados en letra roja, tanto en el anverso como en el reverso, la inconfundible firma del artista francés y otros datos de su taller. Hacia las postrimerías del siglo XIX, la prensa nombró a Nadar «Decano de la fotografía francesa», reconociendo su entrega a la profesión y los numerosos aportes que le hizo, entre ellos, la aplicación de la fotografía para hacer revelaciones planométricas y de operaciones estratégicas desde el aire. También fue el primer fotógrafo en realizar fotografías con luz artificial consiguiendo captar imágenes de las catacumbas de París.
Se reveló indudablemente como un singular creador en la naciente fotografía, con sus retratos que buscaban, e invariablemente encontraban, el parecido más veraz con sus retratados. Arruinado por la guerra, murió a los 90 años, el 21 de marzo de 1910.