26 de septiembre de 2007

La réplica elegante de Jacinto Benavente

Jacinto Benavente Martínez nació en Madrid el 12 de agosto de 1866. Comenzó a cursar la carrera de derecho en la Universidad Central, pero a la muerte de su padre -el notable médico pediatra Mariano Benavente- abandonó sus estudios para dedicarse por entero a la literatura, en la que habría de alcanzar fama universal. Ingresó en la Real Academia Española en 1912 y en 1947 asumió, a título honorario, la presidencia de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores. En 1924 recibió el título de hijo predilecto de Madrid concedido por su Ayuntamiento y conquistó preciados galardones como el premio Nobel de Literatura en 1922, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio en 1924 y la medalla al Mérito en el Trabajo en 1950.
Antes de dedicarse de lleno a la producción escénica, viajó por Europa y colaboró en revistas modernistas, alguna de las cuales dirigió, como "Vida Literaria" en 1898. En su carrera de dramaturgo abordó todos los géneros teatrales: tragedia, comedia, drama y sainete. Todos los ambientes encontraron cabida en su escena: el rural y el urbano, el plebeyo y el aristocrático.
Jacinto Benavente fue el mejor ejemplo de lo que un autor homosexual podía dar de sí a principios del siglo XX en España. Se trataba de un hombre que vivía discretamente su sexualidad aunque sus gustos eran conocidos por el entorno literario e intelectual del momento porque frecuentemente se lo veía acompañado de adolescentes, aunque este rasgo de su personalidad se vió poco reflejado en su obra, oculto tras sus complejos y sufridos personajes femeninos.
Se cuenta que un día se encontraron en una angosta vereda de Madrid, el dramaturgo y José María Carretero, más conocido en los ambientes periodísticos y literarios de la primera mitad del siglo XX como "El Caballero Audaz", uno de los consolidadores y maestro del género de la entrevista.
Carretero -de gran corpachón, metro noventa de estatura, homofóbico y espadachín conocido por sus numerosos duelos- dijo contemplando a Benavente -pequeño, delgado, barba cuidada y ya por entonces con fama de afeminado: "Yo no cedo el paso a maricones". A lo que Benavente replicó bajando de la acera: "Pues yo sí". El periodista había olvidado que Benavente poseía una aguda capacidad de observación social y una original brillantez de lenguaje, caracterizado por la ironía, el ingenio verbal, la elipsis y la réplica elegante.
Dejó algunas frases memorables como "Si la pasión y la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?", y algunos pensamientos, por lo menos, sugestivos: "El amor de los judíos a su pueblo sólo se traduce en odio a los demás pueblos de la tierra; odio disfrazado de amor a una idea, que es lo más abstracto que puede amarse y en nombre de la cual se predica la destrucción de todo lo existente, Humanidad inclusive. Donde veáis ruinas y estragos, podéis asegurar que por allí ha pasado el judío".
En total escribió 172 obras entre las que cabe destacar: "Los intereses creados" (1907), "La malquerida" (1913), "Lecciones de buen amor" (1924) y "Vidas cruzadas" (1929).
Murió el 14 de julio de 1954 en Aldeaencabo de Escalona (Toledo).