25 de abril de 2008

Dassin, Welles y Losey. Los exiliados del cine norteamericano

En 1940 se promulgó en Estados Unidos la Ley de Registro de Extranjeros, donde debían inscribirse todos los extranjeros residentes mayores de catorce años, declarando, entre otros datos, sus inclinaciones políticas. En 1949, por aplicación de esta ley, fueron encarcelados muchos miembros del Partido Comunista. La "Guerra fría" entre los bandos soviético y norteamericano, originó temores reales e imaginarios, que hacía ver enemigos en todas partes, aún dentro del mismo Departamento de Estado de Estados Unidos, donde se denunció una conspiración marxista, en febrero de 1950. La denuncia fue efectuada por el senador católico por Wisconsin Joseph McCarthy (1908-1957). Pronto, todo Estados Unidos quedó preso del pánico y de la idea alienante de perseguir comunistas para erradicarlos del país: empleados públicos, profesionales y representantes de diversos ámbitos de la cultura, fueron objeto de sospecha y víctimas de la adjudicación de delitos de traición contra su país. La circulación de listas negras comenzó a hacerse frecuente, la censura era moneda corriente, no escapando a esta "cacería de brujas" ni siquiera personas de reconocido prestigio como Walt Disney (1901-1966) o Charles Chaplin (1889-1977).
El cine de Hollywood, a partir de 1947, fue objeto de persecución por parte de la HUAC (Comité de Actividades Antiamericanas), un organismo vigente desde 1938, que fue creado originalmente para impedir la penetración de las ideas del nazismo. Esa persecución maccarthysta primero y la cri­sis industrial de Hollywood después, empujaron a un buen número de figuras importantes del cine norteamericano hacia los caminos inciertos del éxodo. El fenómeno era novedoso, porque hasta 1945 Hollywood había venido actuando persistentemente como un polo de atracción de talentos y se había nutrido de nombres suecos, alemanes, húngaros y franceses. Pero en ese momento, además del caso de Chaplin, otros cineastas debieron partir al exilio.
Uno de ellos fue Jules Dassin (1911-2008), quien por entonces había cultivado con éxito el cine policíaco de posguerra. Dotado de un estilo realista, incisivo y violento, había filmado "Brute force" (Fuerza ruta, 1947), "The naked city" (La ciudad desnuda, 1948) y "Thieve's highway" (Mercado de ladrones, 1949). Partió a Francia, en donde filmó "Du Rififi chez les hommes" (Rififí, 1955), y luego encontró un nuevo país de adopción en Grecia, en donde se estable­ció con su nueva esposa, la actriz Melina Mercouri (1920-1994), y en donde rodó "Celui qui doit mourir" (El que debe morir, 1957), sobre una novela de Nikos Kazantzakis (1883-1957); "La loi" (La ley, 1959), sobre una novela de Roger Vailland (1907-1965); "Pote tin kyriaki" (Nunca en domingo, 1960); "Phaedra" (Fedra, 1962) y "Topkapi" (1964). Sus últimos films fueron "Kravgi gynaikon" (Gritos de pasión, 1978) y "Circle of two" (Círculo de dos, 1980) filmado en Canadá.
Otro director que tuvo que huir del Macartismo -tal vez la figura más impresionante de esa diáspora- fue Orson Welles (1915-1985). Su vagabundeo por tierras extrañas se inició en 1951 con su "Otelo", que en el festival de Cannes se presentó como producción marroquí y se adjudicó el premio Palma de Oro. Luego filmó en Es­paña "Confidential report" (Mr. Arkadin, 1955), en la que retomó los temas medulares de "Citizen Kane" (El ciudada­no), aunque los situó en un mundo siniestro de aventureros sin escrúpulos y asesinos interna­cionales.
Después de este film sobre el poder e la impoten­cia del dinero, Welles rodó "Le procés" (El proceso, 1962), una adaptación de la ator­mentada novela de Franz Kafka (1883-1924). Sus últimos films, em­pañados de una amarga melancolía, fueron "Chimes at midnight"(Campanadas a medianoche, 1965), filmada en paisa­jes españoles sobre textos de William Shakespeare (1564-1616) y "The immortal story" (Una historia inmortal, 1967), una joya cinematográfica realizada para la televisión con gran austeridad de medios en la que volvió a meditar sobre el fracaso del poder. En estas últimas películas es posible calibrar la sabiduría técnica de Welles, ya sea por su vertiginoso dinamismo con los mo­vimientos de cámara y el montaje, como también por la renuncia cada vez mayor a los decorados de estudio, en favor de los escenarios naturales.
Un caso muy particular del exilio norteamericano lo ofreció Joseph Losey (1909-1984), que tras una intensa y fe­cunda carrera teatral en su país, se dedicó al arte cinematográfico. Pero en 1952, mientras estaba ro­dando en Italia "Stranger on the prowl" (El merodeador), recibió la no­ticia de que debía comparecer ante el Comité de Actividades Antiamericanas por haber tomado parte en un seminario de estudios marxistas. Losey se vio obligado a firmar su película con un seudónimo (Andrea Forzano) para escapar al boicot de la industria, y realizó también su siguien­te filme "The sleeping tiger" (El tigre dormido, 1954) ocultando su nombre con otro seudónimo (Víctor Hanbury). A partir de 1954 se estableció en Inglaterra, en donde rápidamente se convirtió en una de las figuras más importantes de la producción europea.
El estilo de Losey se caracterizó por la difícil búsqueda de un equilibrio estilís­tico entre el realismo y el expresionismo, y la frialdad de sus imágenes se debió, entre otras cosas, a su elaborada composición, previamente estudiada y resuelta mediante dibujos de cada en­cuadre. Su firme compromiso social con los grandes problemas del mundo contemporáneo lo llevó a manejar con maestría el mundo del crimen y del hampa en "Blind date" (La clave del enigma, 1959) y "The criminal" (El criminal, 1960). También utilizó la fantasía y la ciencia-ficción en "The boy with the green hair " (El muchacho de los cabellos verdes, 1948), "The damned" (El criminal, 1961) y "Modesty Blaise" (1965), una sofisticada parodia de los films de agentes secretos.
En su variada obra también apareció el análisis implacable del mundo de las relaciones humanas y de las rela­ciones de clase en películas como "Eve" (Eva, 1962), "The servant" (El sirviente, 1963), "King and country" (Rey y patria, 1964) y "Accident"
(Accidente, 1967). Más tarde, la obra de Losey avanzó por un sendero de sofisticada perversión, con impresionantes re­creaciones de universos morales descompuestos y putrefactos, como pudo apreciarse en "Boom" (La mujer maldita, 1968), "Secret ceremony" (Ceremonia secreta, 1968) y en "The go between" (El mensajero, 1970). Integrado definitivamente al hábitat cultural británico, sus últimas películas destacables fueron "The romantic englishwoman" (La inglesa romántica, 1975), "Monsieur Klein" (El señor Klein, 1976) y "Steaming" (Los baños turcos, 1984).