3 de febrero de 2019

La caballeresca. Una prehistoria de la novela

La palabra castillo deriva del vocablo latino "castellum", diminutivo de "castrum", que significa "campamento fortificado". Los castillos de los roma­nos, el primer modelo arquitectónico en Europa, fueron construidos generalmente junto a cruces de carreteras y puentes, pero -al contrario de las fortificaciones medievales- se los utilizaba para el ataque y no para la defensa. Sin embargo, sus diseños perduraron hasta el medievo.
Dos siglos después de la caída del Imperio Ro­mano en el año 476, a manos de los hérulos de Odoacro (435-493), otras tribus bárbaras comenzaron a edi­ficar fortalezas semejantes a las antiguas, como la de Carcassona, Francia, que los visigodos levanta­ron en el siglo VI. Más adelante, en el siglo XI, los normandos implantaron las primeras torres cer­cadas por empalizadas, que cien años más tarde se transformarían en murallas de piedra. Sus torres fueron las primeras en utilizarse como vivienda pa­ra los caballeros. El ejemplo más logrado del modelo normando es la "White tower" (Torre blanca), que Guillermo el Conquistador (1027-1087) levantó en 1078 en Londres.


Con el tiempo, los pequeños castillos de Europa fueron sustituidos por otros de mayores dimensiones, destinados a al­bergar gran número de personas y animales, como las fortalezas que los galeses construyeron en el siglo XIII. A partir de la Primera Cruzada en 1096, surgieron castillos en tierras euro­peas que imitaban el diseño bi­zantino -copiado a su vez del romano-, mientras que en Siria los propios cruzados añadieron torres europeas a las fortalezas bizantinas. En Armenia, los caballeros cruzados se encontra­ron con enemigos muy hábiles, de manera que tuvie­ron que reforzar y extender sus castillos. Así intro­dujeron las matacanas (huecos en las torres) para facilitar el uso de ballestas y arcos de proyectiles.
Por otra parte, el desarrollo de la armería trajo aparejado una transformación decisiva en el siglo XIV: las murallas exteriores se redujeron a la par que las interiores ganaban en tamaño y fuerza. Durante dos siglos, los castillos se construyeron de esa forma, hasta que el creciente poderío de la ingeniería militar motivó la decadencia de la construcción me­dieval. Sin embargo, todavía en el siglo XIII, durante la guerra civil inglesa, algunos viejos castillos juga­ron su papel de antaño, y resistieron varios sitios.
La aparición de la caballería en Europa durante el siglo IX, dio sentido a la vida de muchos jóvenes. Quienes deseaban ser caballeros iniciaban su carrera durante la niñez en las cocinas de los castillos, donde servían a los señores. Con el tiempo se convertían en ayudantes de los caballeros (pajes y escuderos) y sólo cumplidos los veinte años eran armados por los religiosos o los nobles. De allí en adelante debían practicar la piedad y el valor. Durante el siglo XIII, los viajes de Marco Polo (1254-1324) trajeron a Occidente productos y modalidades orientales que tuvieron gran repercusión en los hábitos decorativos y en la vida cotidiana practicada por las cortes en los castillos y palacios. A través del comerciante veneciano, Europa incorporó formas de refinamiento desconocidas hasta entonces.


Los pormenores de esa vida caballeresca se perpetuaron en la denominada canción de gesta -largos poemas que relataban las proezas de los caballeros cristianos, compuestos posiblemente por trovadores errantes-, y en la literatura cortesana -cancioneros y romanceros que tocaban temas épicos-, que hacia el siglo XI empezaron a cantarse de castillo en castillo. La epopeya germánica, aunque no estrictamente li­teratura caballeresca, narró muchos aspectos de la vida militar, y se manifestaba contra los paganos como lo hacían los caballeros. Alrededor del siglo XI los franceses compusieron varias novelas en verso que pueden considerarse los primeros ejemplos de este género: "Les Chevaliers de la Table Ronde" (Los Caballeros de la Mesa Redonda) y "Le morte d'Arthur" (La muerte de Arturo) entre otras, atribuidas a Geoffrey Monmouth (1100-1155), las que fueron recopiladas y publicadas en 1469 por Thomas Malory (1405-1471) con el nombre de "Knights of the Round Table" (Las caballeros de la Mesa Redonda) y "Tales of King Arthur" (La leyenda del Rey Arturo). Aunque sus temas se encontraban ya en la tradi­ción oral de los pueblos germánicos, los escritores adaptaron sus historias al mundo caballeresco a partir de entonces, y contribuyeron a la formación del espí­ritu cortés, aquel código de comportamiento que los caballeros debían observar en las cortes reales.
Para entonces, el genero se asentaba y proliferaba en todos los paí­ses. De entonces datan el famoso "Lancelot ou le Chevalier de la charrette" (Lancelot, el Caballero de la carreta), un modelo del perfecto caballero cristiano, y "Tristán", una apología del amor cortés y la vida militar, escritas por quien es considerado el primer novelista francés: Chrétien de Troyes (1135-1190).
Hacia el siglo XV, la literatura caballeresca en­contró seguidores en España, y se escribieron obras como el "Amadís de Gaula", quizá el libro de caba­llerías más característico, cuya autoría se atribuye a Garci Rodríguez de Montalvo (1440-1503), aunque se cree que ya existía desde el siglo XIV y fue escrito por Enrique de Castilla y León (1230-1304). Este libro y otras novelas españolas fueron traducidos en toda Europa y pronto constituyeron, más que libros ejemplares para los caballeros, una nueva forma de literatura de evasión.


Junto a ésta, sin embargo, la novela "realista'' de caballería ocupó un lugar prominente, en vista de la verosimilitud de sus relatos y la mescolanza de personajes imaginarios con notables personalida­des políticas de la época. Las novelas francesas "Petit Jehan de Saintré" (El pequeño Juan de Saintré) de Antoine de la Salle (1385-1462); las catalanas "Curial e Güelfa" de autor anónimo y "Tirant lo Blanch" (Tirante el Blanco) de Joanot Martorell (1405-1468), y la española "Policisne de Boecia" de Juan de Silva y Toledo (1452-1512) pertenecen a ese estilo.
Aun cuando el mundo caballeresco hubo desapa­recido, la literatura que lo recreaba se mantuvo viva durante mucho tiempo, e incluso apareció en las no­velas históricas del siglo XVIII. De cualquier for­ma, ya desde el siglo XVI Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) dio el golpe de gracia a la literatura de caballería con su "Don Quijote de la Mancha", una parodia de los caballeros que regían su vida confor­me a la imaginación de los novelistas.