9 de julio de 2008

Un vestigio del Vázquez Montalbán poeta

Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) fue uno de los escritores españoles que gozaron de mayor estima por parte del público lector de su país. Poeta, comentarista político, ensayista, dramaturgo y novelista, su estilo sarcástico, agudo y con algo de la melancolía propia de la lucidez, caracterizó de manera muy singular su escritura. Ensayos como "Crónica sentimental de España", "Mis almuerzos con gente inquietante", "Manifiesto subnormal" o "Un polaco en la corte del Rey Juan", constitu­yeron una vasta visión de la realidad española contemporánea. Su ciclo novelístico protagonizado por Pepe Carvalho ("Los mares del sur", "Asesinato en el Comité Central", "La soledad del mánager", "La Rosa de Alejandría", entre otros) lo hizo conocer internacionalmente.
Al margen de la serie Carvalho, publicó novelas como "Los alegres muchachos de Atzavara", "El pianista" y "Galíndez". En 1996 recibió el Pre­mio de las Letras Españolas en reconocimiento a la totalidad de su obra literaria. Parte esencial de la misma está constituida por sus libros de poemas: "Una educación sentimental", "Liquidación de restos de serie", "Movimientos sin éxito", "Coplas a la muerte de mi tía Daniela", "A las som­bras de las muchachas en flor", "Pero el viajero que huye" y "Praga", del que son los siguientes fragmentos:

Bien está
que necesitéis la muerte

para creer en la vida
o que pidáis perdón
cuando no podáis exigirlo
ya no tenéis remedio
pero es excesivo
que os perpetuéis desnudos
para morir vestidos
por el orgullo de que alguien os entierre
y ensaye su propia muerte
en la vuestra
no tengáis hijos
dejad que las tortugas recuperen la tierra
y ni siquiera memoricen
la sopa de tortuga
o la victoria sobre Aquiles
manipulada por los filósofos
no condenéis a muerte
al inocente que descubrirá ya muerto
no haber nacido inmortal
ni invisible en los espejos
del espacio y el tiempo
a lo sumo
extingámonos sin dolor
reservando la tierra para las penúltimas parejas
y la última que se suicide
para evitar la conspiración de las serpientes

Como si no supiera llegar
a otros cuerpos encuadernados
en piel humana
los contemplo desde lejos
y hasta nunca
me sonríen hermosas muchachas aleladas
corro por aceras que me persiguen
y llego al tren en el momento
en que las muchachas han muerto
en cada ventanilla
como en una fotografía repetible
que se marcha

Ya sé que debería creerme
lo que pienso cuando siento
o lo que siento cuando entro
en tu cuerpo entreabierto
pero temo morir de fe o de esperanza
y no constatar en el nuevo día
la desolación del tacto y la mirada
ya sé que aburro
la distancia entre tus ojos
y los míos manda
que los cierre y piensa
que no te miro por no verte
y creer en ti

Jamás saldré de ningún laberinto
estaba escrito en mi cerebro
y en vuestra mirada
incluso cuando el director reclame
la atención de la orquesta no esperéis
silencio de su varita mágica
inmotivado
no creo en vuestro sentido ni en el mío
cada época construye sus ruinas
cada hombre nace fugazmente
y muere largamente
la música alberga las huidas
pero finalmente nos entrega a las patrullas
Cuando pague mis deudas
y entierre a mis muertos
ya seré viejo
me lo dirá el frío cierne
del mar hasta mi cuello
el último poniente de un verano
la piel que pide abrigo de toalla
en cada deuda perdí tiempo
en cada muerte memoria de mí
sin nadie que me cuente
el porqué de mis sombras
quedaré a vuestra merced
mis bien pagados acreedores

El extraordinario escritor catalán Juan Marsé (1933) dijo de él tras su muerte: "No es fácil enfocar una obra tan poliédrica, compleja y variada como la suya. El periodista y el autor de ficción se mezclan constantemente. Tenía un concepto militante de la ficción, como ejercicio de solidaridad y compromiso. Ha escrito auténticas piezas maestras, pero lo más impresionante de su personalidad ha sido la entrega y la generosidad. Nunca ha tenido un no para nadie".