8 de junio de 2023

Algunos aspectos del carácter de Newton

En los primeros días del año 1642 moría Galileo Galilei en su reclusión de Florencia, totalmente ciego y amargado por la persecución a la que había sido sometido por parte de la Iglesia Católica. En los últimos días de ese mismo año, más precisamente el día de Navidad, a unos 1.800 kilómetros de allí, nacía en Woolsthorpe, Lincolnshire (Inglaterra) un niño prematuro, de apenas un kilogramo de peso, bautizado con el nombre de Isaac. Su padre, un pequeño agricultor de apellido Newton, había muerto de neumonía unos meses antes.
Criado básicamente por su abuela, no tuvo una infancia feliz. Por entonces, Inglaterra se debatía en una sangrienta guerra civil entre los parlamentaristas de Oliver Cromwell (1599-1658) y los realistas de Carlos I (1600-1649). Durante sus primeros años de educación en la Free Grammar School de Grantham, Isaac no dio signos de su futura grandeza. Era un muchacho enfermizo, tímido, más bien retrasado en sus estudios. Su madre pretendía que se dedicase a la agricultura; sin embargo, entró en el Trinity College de la Cambridge University a la edad de dieciocho años y se consagró al estudio de las matemáticas. En el año 1665, Newton consiguió su título de Bachiller en Artes sin ninguna distinción especial.
A mediados del verano de ese año, una epidemia de peste bubónica cayó sobre Londres (la Gran Peste de Londres) y a los pocos meses, uno de cada diez londinenses había muerto por su causa. En el otoño se cerró la universidad por su proximidad al centro de la plaga y todos los estudiantes fueron enviados a sus casas. Así, Newton volvió al hogar familiar y permaneció allí dieciocho meses hasta que se volvió a abrir la Universidad. Esos dieciocho meses fueron los más fecundos de su vida y puede decirse que durante este período concibió prácticamente todas las ideas que le debe la ciencia. El resto de su carrera científica se consagró al desarrollo de esas ideas concebidas en Lincolnshire.
El arqueólogo británico William Stukeley (1687-1765), gran amigo de Newton, fue testigo de sus reflexiones en torno a la teoría de la gravedad. Ambos solían sentarse bajo la sombra de los manzanos que el científico tenía en el jardín de su casa y pasar horas reflexionando y debatiendo sobre la actualidad científica del momento. Fue él quien escribió en 1752 “Memoirs of Sir Isaac Newton's life” (Memorias de la vida de Sir Isaac Newton) En un capítulo del libro Stukeley escribió: “Después de comer, como hacía buen tiempo, salimos al jardín a tomar el té a la sombra de unos manzanos. En la conversación me dijo que estaba en la misma situación que cuando le vino a la mente por primera vez la idea de la gravitación. La originó la caída de una manzana, mientras estaba sentado, reflexionando. Pensó para sí ¿por qué tiene que caer la manzana siempre perpendicularmente al suelo? ¿Por qué no cae hacia arriba o hacia un lado y no siempre hacia el centro de la Tierra? La razón tiene que ser que la Tierra la atrae. Debe haber una fuerza de atracción en la materia; y la suma de la fuerza de atracción de la materia de la Tierra debe estar en el centro de la Tierra y no en otro lado. Por esto la manzana cae perpendicularmente, hacia el centro. Por tanto, si la materia atrae a la materia, debe ser en proporción a su cantidad. La manzana atrae a la Tierra tanto como la Tierra atrae a la manzana. Hay una fuerza, la que aquí llamamos gravedad, que se extiende por todo el universo”.


A la edad de veintiséis años fue nombrado profesor de Matemáticas en la Cambridge University y a los treinta, miembro de la Royal Society, una sociedad científica dedicada al estudio de las ciencias naturales, el más alto honor científico en Inglaterra. Según el historiador estadounidense Richard S. Westfall (1924-1996) en su biografía “The life of Isaac Newton” (La vida de Isaac Newton) publicada en 1993, Newton fue el ejemplo perfecto del profesor abstraído. “Nunca se tomó una diversión o un pasatiempo, montando a caballo para tomar el aire, paseando o jugando a los bolos o algún otro ejercicio, porque pensaba que todas las horas que no se dedicasen al estudio eran horas perdidas”. Frecuentemente trabajaba hasta las primeras horas de la mañana, se olvidaba de comer y solía aparecer en el comedor del colegio con “sus zapatos sucios, sus medias arrugadas y su cabello mal peinado”.
Como persona, Newton no era muy agradable y a menudo se vio envuelto en polémicas con sus colegas. Tuvo una áspera disputa con otro físico de Cambridge, Robert Hooke (1635-1703), el fundador de la teoría de la elasticidad, respecto a su teoría de los colores así como sobre la prioridad en el descubrimiento de la ley de la gravitación universal. Semejante controversia de prioridad mantuvo también con el matemático alemán Gottfried Leibniz (1646-1716) respecto a la invención del cálculo, y con el holandés Christiaan Huygens (1629-1695) sobre la teoría de la luz. El astrónomo inglés John Flamsteed (1646-1719) lo describió como “insidioso, ambicioso, excesivamente ávido de alabanzas, amigo de la contradicción..., un buen hombre en el fondo pero, por naturaleza, suspicaz”.
A lo largo de sus años en Cambridge, Newton trabajó en el desarrollo de las brillantes ideas que había concebido entre los veintitrés y los veinticinco años, pero mantuvo en secreto la mayoría de sus experimentos. Esto explica el hecho de que sus obras más importantes fueran publicadas mucho más tarde: “Philosophiae naturalis principia mathematica” (Principios matemáticos de la filosofía natural) sobre la mecánica y la gravedad, a la edad de cuarenta y cuatro años, y “Opticks or a treatise of the reflections, refractions, inflections and colours of light” (Optica o un tratado de las reflecciones, refracciones, inflecciones y colores de la luz) sobre la óptica, a la edad de sesenta y cinco.
Después de la muerte de Newton, el 20 de marzo de 1726 (31 de marzo de 1727 en el calendario gregoriano), el poeta Alexander Pope (1688-1744) escribió unos versos que se harían famosos: “Nature and nature's laws lay hid in night;/God said 'Let Newton be' and all was light” (La Naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche;/Dios dijo: "Que Newton sea", y todo se hizo luz). Pero mucho antes de que esto sucediera, Newton hizo algo muy distinto. Con cincuenta años de edad, resolvió abandonar la vida académica y comenzó a buscar una posición que le reportase mejores ingresos. Ya era hora de ganar algo de dinero.
Se le ofreció el cargo de director de la Charterhouse, una distinguida escuela para la aristocracia inglesa situada en Londres, pero la oferta no fue de su agrado. En su carta rechazando el cargo escribió: “Le agradezco mucho haber sido recordado en Charterhouse pero no veo en ello nada que valga la pena de hacer un esfuerzo: aparte de un coche, que no me importa, se trata de 200 libras por año con un confinamiento en el aire de Londres y con tal manera de vivir que no me gusta; ni pienso que sería conveniente entrar en tal competencia como sería por una plaza mejor”.


En 1696, a la edad de cincuenta y cuatro años fue nombrado celador y después director de la Royal Mint (Casa de la Moneda) de Londres y comenzó a hacer dinero, literal y efectivamente. En 1705 fue nombrado caballero, se convirtió en Sir Isaac y recibió otros muchos honores. Pero en los últimos veinticinco años de su vida (murió a los ochenta y cinco años) no hizo ningún descubrimiento importante como los que hizo durante su juventud. Algunos historiadores lo atribuyen a la ancianidad, otros a que había agotado todas las ideas posibles que podían haber surgido en su época.
Aspectos menos conocidos de las investigaciones llevadas a cabo por Newton son sus análisis sobre cuestiones religiosas, tanto del cristianismo como del judaísmo. Fue un estudioso de la Biblia, algo que lo llevó a escribir en 1704 “Observations on Daniel and the Apocalypse of St. John” (Observaciones sobre las profecías de Daniel y el Apocalipsis de San Juan), obra en la que, basándose en su interpretación de las predicciones expuestas en las denominadas Sagradas Escrituras, llegó a la conclusión de que la segunda venida de Jesucristo y la siguiente purificación del mundo con fuego, esto es el día  del Juicio Final, se daría en el año 2060. También estudió obras rabínicas tales como la “Mishné Torá”, el “Vayikra Rabbah”, el “Talmud Yerushalmi” y el “Talmud Bablí”, y numerosos textos interpretativos de estas obras escritos por rabinos, filósofos y exégetas judíos como Saadia HaGaón (882-942), Shlomo Yitzjaki (1040-1105), Abraham ben Meir ibn Ezra (1092-1167), Aharon Ibn Hayyim (1545-1632) y, sobre todo Moisés ben Maimón (1138-1204), más conocido como Maimónides, autor de “Moré nevujim” (Guía de los perplejos), una obra que influyó notablemente en los últimos años de su vida.
Todas sus apreciaciones sobre estos textos más algunos de los borradores de sus obras científicas, quedaron en unos manuscritos que permanecieron ocultos por casi doscientos años en la casa de los descendientes de Catherine Barton (1679-1739), su sobrina. Tras ser descubiertos, en 1936 fueron subastados en la casa Sotheby's de Londres y comprados por el inversor bursátil estadounidense Roger Ward Babson (1875-1967), el profesor israelí Abraham Shalom Yehuda (1877-1951) y el economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) quienes, tiempo después, los donaron a diversas bibliotecas universitarias. La lectura de estos escritos llevó a algunos científicos a considerar que el método de estudio de Newton se había basado en el misticismo y la pseudociencia. Al respecto, la escritora, periodista e historiadora inglesa Sarah Dry (1974) señaló en su ensayo “The Newton papers” (Los manuscritos de Newton) que es muy posible que él ocultara sus borradores deliberadamente porque “Newton no quería que la gente supiera cómo había llegado a sus entendimientos. Yo creo que esto puede tener relación con sus creencias religiosas”.
Por su parte, el historiador de las ciencias estadounidense Bernard Cohen (1914-2003) narró en su ensayo “Franklin and Newton. An inquiry into speculative newtonian experimental science and Franklin's work in electricity as an example thereof” (Franklin y Newton. Una investigación sobre la ciencia experimental newtoniana especulativa y el trabajo de Franklin en electricidad como ejemplo de ello) lo que ocurrió cuando los científicos tuvieron acceso los manuscritos personales de Newton: “Luego de su fallecimiento, se descubrió en su habitación una gran caja de papeles poco comunes. Le pidieron al obispo Samuel Horsley (quien también era un científico) inspeccionar la caja con el objetivo de publicar su contenido. Él se horrorizó ante el contenido y cerró la caja”.


En 1942, el citado Keynes publicó un opúsculo titulado “Newton, the man” (Newton, el hombre) en el que manifestó su impresión acerca de la real personalidad de Newton: “¿Por qué lo considero un brujo? Porque consideraba todo el universo y todo lo que hay en él como un ‘acertijo’, como un secreto que podía ser revelado aplicando el pensamiento puro a ciertas evidencias, a ciertas claves místicas que Dios había puesto en el mundo para permitir que una hermandad esotérica se dedicara a una suerte de cacería de tesoros entre filósofos. Consideraba al universo como un criptograma puesto por el Omnipotente. Creía que el acertijo se le revelaría al iniciado por medio del pensamiento puro, de la concentración mental. Él descifró el acertijo de los cielos”.
Contradiciendo a alguno de sus biógrafos, los cuales lo motejaron de “alquimista”, “hereje oculto”, “plagiario”, etc., Newton se mostró bastante humilde hacia el final de sus días: “No sé cómo puedo ser visto por el mundo, pero en mi opinión, me he comportado como un niño que juega al borde del mar, y que se divierte buscando de vez en cuando una piedra más pulida y una concha más bonita de lo normal, mientras que el gran océano de la verdad se exponía ante mí completamente desconocido. Si he visto más lejos que los otros hombres es porque me he aupado a hombros de gigantes”. El 20 de marzo de 1727 del calendario juliano, 31 de marzo en el calendario gregoriano, entonces en vigor en Inglaterra, murió sir Isaac Newton, quien días más tarde fue enterrado en la abadía de Westminster.