21 de noviembre de 2008

Andrés Rivera: "Hoy, para los jóvenes, es más fácil ser fascista que socialista"

Andrés Rivera (1928) fue entrevistado en su casa del barrio de Belgrano, en Buenos Aires, durante un alto en la tarea de escritura de su nueva novela ("Punto final"), por la periodista Sonia Budassi del diario "Perfil". Autor de las exitosas "El farmer" y "Ese manco Paz", suele indagar en la subjetividad de los próceres nacionales y, con "La revolución es un sueño eterno", obtuvo el reconocimiento de la crítica obteniendo el premio Nacional de Literatura y con éste, un sueldo que le permite dedicarme sólo a la escritura. La nota fue publicada el 19 de febrero de 2006.


En "Esto por ahora", publicado en 2005, vuelve su "álter ego", Arturo Reedson, personaje que reaparecerá en su nueva novela.

Acá tengo la novela... la había empezado hace rato, y la volví a agarrar. Anoto día y hora de cada cosa que escribo. Es el cierre de la saga de Arturo Reedson que es asesinado en otra novela. Es autobiográfico. Hablo de mis recuerdos como periodista jubilado que soy, de las amistades de aquella época.

¿Qué sucede con Reedson?

No es que lo resucite. Pero antes siempre fue mostrado en las vísperas del asesinato. En mi nuevo libro directamente se relata su muerte. Pero no quiero decir más.

Esa certeza de escribir y publicar, ¿opera como una tranquilidad?

Sí. Pero atención. Esta es la tercera versión y punto final. Y yo creía que estaba bien la primera, luego hice una segunda y se la entregué a Alberto Díaz, mi actual editor. Y él me señaló ciertas cuestiones de estructura para corregir. Entonces empecé otra vez. Y ahora, si me llega a decir que la corrija de nuevo... ¡já, já, já!... no creo que lo haga.

¿Por qué cambió de editorial?

Son esos conflictos que se originan entre los editores y los escritores. Yo solía publicar en Alfaguara. Había una persona de allí que decía que yo era el escritor indígena más conocido de la Argentina.

¿Indígena?

Sí. Piense que nosotros somos "sudacas" para ellos, y ése sigue siendo un término peyorativo. No somos latinoamericanos; que tengamos un idioma común con España es otra cosa, no se consideran los matices. Afuera ni siquiera se tiene en cuenta que aquí no existe el realismo mágico, por ejemplo. No quiero hablar más de las editoriales.

¿Por qué considera una virtud la falta de realismo mágico en Argentina?

Porque lo mejor es Roberto Arlt. Ese es un buen realismo sucio.

¿Cuál sería, para usted, la virtud del realismo?

Que no hay milagro. No necesitamos que nos caigan cosas del cielo. Hay buenos o malos escritores. Tenemos a Belgrano Rawson, por ejemplo. Su última novela es excepcional y la crítica no le prestó la debida atención. O Héctor Tizón, o Leopoldo Brizuela. Piglia tiene una novela que sobresale por encima de su producción, que es "Respiración artificial". No hay mejor literatura latinoamericana que la argentina.

¿Reconoce alguna vinculación de su obra con la de Saer? Parece haber puntos de contacto en cuanto a la experimentación poética, en prescindir del registro de época...

Sí, puede ser. Creo que ese tipo de coincidencia no se da porque uno influya en el otro, sino por el tipo de lecturas que se compartieron a través de un largo aprendizaje.

¿Cómo fue intercalando la historia con la autobiografía?

Porque ya me harté de que me llamen "novelista histórico". Castelli no es un personaje histórico como podría ser alguno de los de Shakespeare. El manco Paz tampoco. Paz es tan buen escritor como Sarmiento, pasa que la figura de Sarmiento lo tapó. Pero están los dos cabeza a cabeza. Paz es contemporáneo, Castelli también, Rosas también.

¿Qué hace la distinción?

La escuela. Sólo enseñan que Castelli fue vocal de la Primera Junta y punto.

¿Siguió conscientemente alguna tradición cuando comenzó a trabajar sobre la llamada novela histórica?

Lo que mal se llama novela histórica. Puedo decirle el origen de la primera de ellas. Con Castelli (personaje de "La revolución es un sueño eterno") había tenido algo que Faulkner llama el impulso interior. Había leído que "el orador de la revolución" murió de un cáncer de lengua, con toda la paradoja que eso implica. Y ahí me di cuenta de que tenía que escribir sobre ese personaje sin cambiarle el nombre y sabiendo que iba a morir. El otro libro que tuvo suceso fue "El farmer". No tengo ninguna simpatía por Rosas. Pero cuando escribí sobre él advertí que, después de todo, había puntos de contacto.

¿Cuáles?

El era viejo, yo también. El estaba en el exilio, yo también. Tomé al personaje solo y viejo. Los amigos que yo tuve... a algunos los mató la dictadura. Otros se exiliaron.

Está cruzado por las pérdidas...

Sí... ahora tengo nuevas relaciones. Pero las amistades se forjan en la adolescencia y en la primera juventud. Luego hay cosas que el hombre ya no dice. A esta altura yo no voy a llorar sobre el hombro de un amigo.

¿Por qué?

Ya no tengo edad para eso. Lo podría haber hecho en los años de juventud...

¿Uno va creciendo y cada vez está más solo?

Sí, alguien lo ha dicho, creo que Faulkner. Uno debe morir a los cincuenta años. Lo que uno esencialmente puede hacer lo hace hasta esa edad.

¿Y cómo hace entonces para seguir viviendo?

Con eso del impulso interior. Sigo escribiendo.

¿Por qué está en Buenos Aires?

Porque quería estar solo...

Vivir solo...

Sí, y darme las reglas a mí mismo, si quiero hacer la cama, la hago.

Parece una nueva etapa, la de estar lejos de su pareja...

No se puede estar lejos luego de tantos años. Ella sigue con su trabajo allí y yo acá, pero seguimos cerca. Recién me acaba de llamar. Y pronto me voy de vuelta a Córdoba. Me quedaré un tiempo más aquí, de todas formas. Tengo amigos acá. Nos juntamos a cenar, a veces nos reímos. Voy al cine con mi hijo. Después volveré. Tengo un bolso con todo preparado para el viaje.

Volviendo a los años de juventud, ¿usted militó en el PC?

Sí, y me alejé por haber provocado mi propia expulsión. En ese momento dediqué mi primera novela, "El precio", a Gelman y Portantiero, que habían sido echados del partido.

¿Cómo ve a los jóvenes de hoy?

Hoy, para los jóvenes, es más fácil ser fascista que socialista.

¿Las generaciones anteriores son las responsables de la abulia actual?

¿Por qué habrían de ser responsables? Yo no estuve embarcado en el bombardeo de Plaza de Mayo ni en esas conspiraciones. Ni usted ni yo sabemos qué se cocina en el caldero del poder. De un día para otro nos informamos por el diario. Qué tengo que ver yo con eso.

Afirma que toda escritura es provisoria, corrige y, por otro lado, en el acto de escribir manifiesta una gran desconfianza en el lenguaje. Parecería ser también una lectura política, la política está hecha de discursos...

No creo que haya novela que no tenga contenido político. Aún aquellas que tratan de un triángulo amoroso. Para decir en qué mundo se mueven. Simone de Beauvoir dijo: "El que dice que no es de derecha ni de izquierda, es de derecha".

Usted dijo que ningún verdadero escritor puede ser peronista. ¿Por qué?

Cíteme algún escritor notable de origen peronista.

Marechal.

No. El ya era escritor en los años '20 y '30, cuando escribe "Adán Buenosayres", que vendía una cantidad ínfima de ejemplares. Luego, cuando adhiere a lo que se supone que eran los mejores postulados del peronismo, la novela entra a venderse como pan caliente. ¿No es curioso que haya sido en vida un fervoroso adherente de la Cuba socialista? No podemos decir que es una contradicción.

Parece lo mismo que pensar que no puede haber un buen escritor que no sea buena persona...

No es lo mismo. A ver... Louis Ferdinand Céline, por ejemplo, escribió "Voyage au bout de la nuit" (Largo viaje al fin de la noche), que relata cuando Francia es ocupada por los nazis...

Entonces: ¿la dimensión ética sería excluyente o no?

No sólo ética. También está relacionada con dónde se para usted. Se lo conoce a Ernst Jünger, que fue un proustiano al servicio del hitlerismo, por su diario de guerra. Usted lee sus novelas y son mediocres. Pero su diario de guerra es realmente notable; lo puso todo. Era tan culto el hombre. "Entramos a París en puntas de pie", dice.

¿Entonces?

La otra gran cuestión es cómo se piensa, y cómo se escribe. Si uno manda un mensaje chabacano para enviar un mensaje político, no va a funcionar. Uno no lo va a seguir leyendo. Hay que seguir el consejo de Borges: si un libro no lo atrapa en las primeras diez páginas, hay que dejarlo.