12 de noviembre de 2008

Entremeses literarios (XII)

VISION DE REOJO
Luisa Valenzuela
Argentina (1938)

La verdá, la verdá, me plantó la mano en el culo y yo estaba ya a punto de pegarle cuatro gritos cuando el colectivo pasó frente a una iglesia y lo vi persignarse. Buen muchacho después de todo, me dije. Quizá no lo esté haciendo a propósito o quizá su mano derecha ignore lo que su izquierda hace o. Traté de correrme al interior del coche -porque una cosa es justificar y otra muy distinta es dejarse manosear- pero cada vez subían más pasajeros y no había forma. Mis esguinces sólo sirvieron para que él meta mejor la mano y hasta me acaricie. Yo me movía nerviosa. El también. Pasamos frente a otra iglesia pero ni se dio cuenta y se llevó la mano a la cara sólo para secarse el sudor. Yo lo empecé a mirar de reojo haciéndome la disimulada, no fuera a creer que me estaba gustando. Imposible correrme y eso que me sacudía. Decidí entonces tomarme la revancha y a mi vez le planté la mano en el culo a él. Pocas cuadras después una oleada de gente me sacó de su lado a empujones. Los que bajaban me arrancaron del colectivo y ahora lamento haberlo perdido así de golpe porque en su billetera sólo había 7.400 pesos de los viejos y más hubiera podido sacarle en un encuentro a solas. Parecía cariñoso. Y muy desprendido.


EL SALTO CUALITATIVO
Augusto Monterroso
Guatemala (1921-2003)

- ¿No habrá una especie aparte de la humana -dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la basura- a la cual poder pasarse?
- ¿Y por qué no a la humana? -dijo él.


EL VEREDICTO
Alfonso Reyes
México (1889-1959)

La mujer del fotógrafo era joven y muy bonita. Yo había ido en busca de mis fotos de pasaporte, pero ella no me lo quería creer.
- No, usted es el cobrador del alquiler, ¿verdad?
- No, señora, soy un cliente. Llame usted a su esposo y se convencerá.
- Mi esposo no está aquí. Estoy enteramente sola por toda la tarde. Usted viene por el alquiler, ¿verdad?
Su pregunta se volvía un poco angustiosa. Comprendí, y comprendí su angustia: una vez dispuesta al sacrificio, prefería que todo sucediera con una persona presentable y afable.
- ¿Verdad que usted es el cobrador?
- Sí -le dije resuelto a todo-, pero hablaremos hoy de otra cosa.
Me pareció lo más piadoso. Con todo, no quise dejarla engañada, y al despedirme, le dije:
- Mira, yo no soy el cobrador. Pero aquí está el precio de la renta, para que no tengas que sufrir en manos de la casualidad.
Se lo conté después a un amigo que me juzgó muy mal:
- ¡Qué fraude! Vas a condenarte por eso.
Pero el Diablo, que nos oía, dijo:
- No, se salvará.


FINALES (PARA UNA HISTORIA DE AMOR)
Guillermo del Zotto

Argentina (1968)

Son pocos los metros que dura el pasillo que los separa del encuentro. Pero en el medio, cuando les falte pocos centímetros para abrazarse, los aguarda un arrepentimiento que se prenderá a uno de los dos corazones y lo matará a arañazos.


LA MONTAÑA
Virgilio Piñera
Cuba (1912-1979)

La montaña tiene mil metros de altura. He decidido comérmela poco a poco. Es una montaña como todas las montañas, vegetación, piedras, tierra, animales y hasta seres humanos que suben y bajan por sus laderas. Todas las mañanas me echo boca abajo sobre ella y empiezo a masticar lo primero que me sale al paso. Así me estoy varias horas. Vuelvo a casa con el cuerpo molido y con las mandíbulas deshechas. Después de un breve descanso me siento en el portal a mirarla en la azulada lejanía. Si yo dijera estas cosas al vecino, de seguro que reiría a carcajadas o me tomaría por loco. Pero yo, que sé lo que me traigo entre manos, veo muy bien que ella pierde redondez y altura. Entonces hablarán de trastornos geológicos.
He ahí mi tragedia: ninguno querrá admitir que he sido yo el devorador de la montaña de mil metros de altura.


EL INSUPERABLE ARTE DE WANG FO
Ana María Shua

Argentina (1951)

Wang Fo fue un legendario pintor chino cuya imitación del mundo era tan perfecta que podía transformarse en realidad con la pincelada final. Un Emperador le exigió que pintara el océano y en él se ahogó con toda su corte. Para superar el arte de Wang Fo, occidente inventó la fotografía y después el cine, donde sobreviven los muertos repitiendo una y otra vez los mismos actos, como en cualquier otro infierno.


LA MIRADA
Salvador Garmendia

Venezuela (1928-2001)

Un hombre encuentra a una mujer por la calle, la toma, la lleva de inmediato a su casa y una vez allí la desnuda completamente y se dedica a contemplarla. La situación es simple: ella de pie, a cuatro pasos del hombre que la mira desde un viejo sillón de cuero, la mira dentro de un círculo perfecto, sólo perturbado por los reflejos de algunos objetos laterales que apenas colorean el aire. La mira sin pausas, limpiamente como sólo puede hacerlo el ojo frío y destructor de los sueños. Al poco rato, la mujer comienza a desmantelarse. Caen los senos, los brazos desgajados se desprenden y todas las protuberancias se deslían, teniendo como centro el foso imantado del vientre.
Cuando delante de él no hay más que aire y luz del día, el hombre oye en su cabeza el zumbido de cien años de vida. Cierra los ojos y piensa que dormirá hasta que lo despierten.


UN PACIENTE EN DISMINUCIÓN
Macedonio Fernández

Argentina (1874-1952)

El señor Ga había sido tan asiduo, tan dócil y prolongado paciente del doctor Terapéutica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes, las amígdalas, el estómago, un riñon, un pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba el valet del señor Ga a llamar al doctor Terapéutica para que atendiera el pie del señor Ga, que lo mandaba llamar.
El doctor Terapéutica examinó detenidamente el pie y "meneando con grave modo" la cabeza resolvió: "Hay demasiado pie, con razón se siente mal: le trazaré el corte necesario, a un cirujano".



LOMBRICES
Guillermo Samperio
México (1948)

El pez volador se ahorcó con una lombriz de tierra durante las últimas horas del amanecer. Es imposible, informa la misma fuente, ahorcarse con una lombriz de fuego, pero hay faquires que se las tragan y luego escupen peces voladores.


VOLVER
Antonio Di Benedetto
Argentina (1922-1986)

Le explico a Horacio:
- Hoy he recibido la invitación para el acto de Manuel que se hizo el lunes.
Horacio comenta:
- Lindo tema para un cuento fantástico.
No me dice cómo, queda a mi cargo. Decido volver al lunes, pero el acto se ha suspendido. Tengo que volver al jueves, el día que hablé con Horacio. Pero al regresar ya no es jueves, sino viernes. Entretanto el jueves ha ocurrido que...
Reflexiono que de otra manera ya me ocurrió. Yo tenía que buscar, hacia atrás, a una mujer. Y ella tenía que buscarme a mí. Retrocedimos, pero cada uno por su propia inspiración y sin ponernos de acuerdo previamente. Nunca coincidimos en nuestros retrocesos e intentando dar con el día exacto para los dos, malgastamos la vida. Cada vez llegábamos más atrás en el calendario. Deduzco que, de una y otra experiencia, podría sacar una conclusión, aunque evidentemente amarga:
No se puede volver a lo que se quiso.