14 de diciembre de 2008

Vicente Battista: "El policial negro interesa por cómo está contada la historia y no por lo que tiene de ingeniosa"

Vicente Battista (1940) es un escritor imprescindible en la narrativa argentina contemporánea. Merecedor de los premios Casa de las Américas (1967), Fondo Nacional de las Artes (1967), Municipal de Literatura (1992) y Planeta (1995), ha escrito cuatro novelas, una obra teatral, dos guiones cinematográficos, un ensayo y seis libros de cuentos. En 2007 publicó el último de ellos, "La huella del crimen", un libro de cuentos policiales que debe su nombre a la primera novela policial publicada en lengua española, tanto en América como en España. En efecto, en 1877 Luis V. Varela (1825-1911), hijo del periodista unitario Florencio Varela (1807-1848) y sobrino del autor de "Juvenilia" Miguel Cané (1851-1905), publicó con ese nombre -bajo el seudónimo de Raúl Waleis- la primera parte de una proyectada trilogía cuya segunda parte se llamó "Clemencia" y la tercera nunca llegó a publicarse. Battista también rindió homenaje a Horacio Quiroga (1879-1937), al dividir los diez cuentos de su libro en tres partes: "Amor", "Locura" y "Muerte" en una clara referencia a uno de los más conocidos libros del cuentista uruguayo. La periodista Florencia Alvarez lo entrevistó para el nº 13 de la revista "Quid" aparecida en diciembre de 2007.


¿Qué es lo que más le atrae del género policial?

Primero la vigencia que tiene, si bien es bastante reciente su imposición como género, el policial lo funda Edgar Allan Poe con "The murders in the rue Morgue" (Los crímenes de la calle Morgue), con ese investigador que es un poco el precursor de Sherlock Holmes, o del personaje de Agatha Christie, Poirot; un investigador privado muy inteligente. A partir de ahí siempre me interesó la novela policial, sobre todo el segundo momento. Porque hay un primer momento que es el que funda Poe y que se proyecta hasta que aparece Dashiell Hammett en 1927 o 1928, que publica "Red harvest" (Cosecha roja) y con eso él inaugura otro modo del policial donde no interesa el enigma sino los personajes que tienen que ver con ese crimen. Ya sea desde el criminal a la víctima, en toda esa larga cadena de personajes que intervienen y donde se presenta el asunto, el hecho deja de ser una fantasía: no hay buenos, inteligentes e incorruptos. Poirot o Sherlock Holmes o cualquiera de ellos que pertenecen a ese espacio son personajes arquetípicos y sin contradicciones y por supuesto, la corrupción no pasa por ellos. En ese policial, la policía y los jueces son honestos y sanos. Ahí, la única persona que desencaja del sistema es justamente el victimario, el asesino. Y ya no es así. Lo que demuestra Hammett con "Cosecha roja" -y los escritores que le siguen- es que la policía es corrupta, los jueces son corruptos, digamos: la vida misma.

¿Cómo se clasifican los policiales?

A mí me interesa el policial norteamericano, y hay dos formas de clasificarlo, el blanco y el negro. En el primero se trata de resolver un enigma, y en el otro, el enigma no tiene demasiada importancia sino que lo que vale es la forma en la que está escrito. En el policial enigma, como "Murder on the Orient Express" (Asesinato en el Expreso de Oriente) de Agatha Christie, una vez que sabemos quién va matando a las víctimas, tenemos la historia y hemos resuelto el crucigrama. Un crucigrama resuelto ya no tiene la menor importancia, por lo tanto no volvemos a leerlo. En tanto, en el policial negro como "Cosecha roja" o "The long goodbye" (El largo adiós), termino de leerlo y dos días después me olvidé de todo por completo. Porque lo que me atrapó fue la lectura, entonces lo vuelvo a leer. No hay que descubrir nada, está todo puesto sobre el tapete. Interesa por cómo está contada la historia y no por lo que tiene de ingeniosa.

Hay muchos de sus cuentos que parecen sacados de la realidad... o es mucha casualidad...

En el caso de Carlos Livingston, el protagonista del cuento "Caminaré en tu sangre", es un personaje sacado de un hecho real ocurrido en 1914. El nombre del cuento lo saqué de un verso de un poeta italiano que me pareció muy dramático. Fue un crimen bastante peculiar porque tenía cuarenta y dos puñaladas en su cuerpo. Muy violento. Los asesinos habían dejado los cuchillos y un tridente casero con el cual lo habían fulminado, ahí mismo, en el lugar del crimen. Primero pensaron que era un episodio mañoso, Livingston era subdirector del Banco Hipotecario, un hombre de cierto poder económico. El tema es que el caso se resolvió a la semana porque descubrieron escamas de pescado, entonces buscaron a quienes vendían pescado por la zona y los atraparon. Pero lo curioso fue que estos dos chicos, los asesinos, jovencitos de veinticuatro años, habían sido contratados por la esposa de Livingston para que lo mataran. Pero yo estaba buscando algo más que el crimen, porque el crimen era una crónica, entonces, lo escribí por secuencias porque no quería hacer una crónica periodística sino un texto literario. Y me quedé con que el comisario dice que, en realidad, no terminó de resolver el crimen porque lo que no pudo dilucidar fue cómo esta mujer pudo transferirle ese odio infernal a los verdugos. Porque un "killer" profesional mata y listo, no tiene sentimientos.

Hay otro cuento en el que un hombre entra a un prostíbulo a buscar a su amada y retiene a todos los clientes como rehenes. ¿Está tomado de un hecho que ocurrió hace poco y que todos vimos por televisión?

Sí, ese hecho es muy reciente. Yo soy adicto a leer hechos policiales porque los personajes que intervienen siempre están en una situación límite y te llevan a meterte en el alma de esta gente. Ya sea la víctima como el victimario. Cuando vi esta noticia me divirtió mucho y me interesaron varias cosas pero, sobre todo, qué pasa con los que estaban en el prostíbulo. Lo primero que pensé es cómo se justifica ese hombre frente a su mujer; él, que está acostumbrado a trabajar en una oficina en la zona de Tribunales, volver a su casa, ser un respetable padre de familia y ponerse a ver el programa de Tinelli. Lo otro que me interesó es cómo siendo una noticia tan sabrosa se tapó enseguida, ni siquiera se supo quiénes eran las chicas que allí trabajan, obviamente, ahí había gente de poder tapando todo. Pero lo curioso es que, mientras estos dos locos estaban haciendo este escándalo, no muy lejos de ahí se estaba cometiendo un robo maestro, entraron a un edificio de oficinas, a la misma hora y se llevaron un montón de dinero y nadie se enteró. Los ladrones deberían haberle mandado una caja de bombones a estos dos marmotas por haber desviado a la policía y haberles agradecido el gesto...

¿En quién piensa cuando escribe? ¿En la historia, en el placer que le da escribir o en el lector?

Uno ignora quién es el lector y su gusto, y no tiene la capacidad de escribir todos los cuentos buenos. No conozco un sólo libro de cuentos donde todos sean geniales. Es imposible. El libro perfecto no existe. De hecho, si te gusta un cuento, ya los otros te van a gustar menos. Yo me he encontrado con algún lector que me dijo: "Leí su libro y me encantó tal cuento". Y empezó a elogiar uno que yo sé que es un cuento menor y que de ninguna manera es uno de mis preferidos. Entonces, a partir de ahí, desde siempre, el lector que me imagino soy yo. Las cosas que a mí me gustan, los libros que a mí me gustan. Y como escritor, es importante no perdonarse la vida a cada rato pensando que uno es genial, que es único porque eso es ir por el mal camino.

¿Cuál es la diferencia entre escribir cuentos y escribir novelas?

Esencial. Cuando Poe establece las leyes del cuento moderno, a mediados del siglo XIX, dice que lo más puro como expresión literaria es la poesía y después de la poesía viene el cuento. Es cierto, si en un poema hay un verso mal puesto, ese verso se nota y ese poema decae. Un soneto tiene que ser endecasílabo y punto. Con el cuento pasa algo parecido, es un género que requiere un rigor, todo lo que está de más se nota y todo lo que falta también. No se le puede poner elementos que desvíen la atención del lector o poner trampas. Ahí se emparenta mucho con el policial donde no se puede hacer trampa como que si el asesino no apareció nunca, hacerlo aparecer en el último capítulo bajando de Marte. Decía Chejov, uno de los grandes cuentistas de todos los tiempos, que si al principio del cuento estás contando que sobre una pared hay colgada una escopeta, si al final del cuento no se escucha el "pum", esa escopeta estaba mal puesta ahí porque te ha desviado. Eso no pasa en la novela donde es un gran fluir de cosas. Son dos géneros totalmente distintos. La novela te exige más tiempo de escritura porque no podes contener toda una novela en el cerebro, en cambio el cuento sí; lo tenés en la cabeza y cuanto antes se vuelque en la computadora, mucho mejor.

¿Qué satisfacciones le trajo el hecho de ser escritor?

En mi vida he tenido numerosos trabajos y en ninguno de ellos he prosperado porque siempre anteponía la literatura a cualquier otra cosa. Pretendía ser un buen escritor. Con el paso del tiempo, mi modo de vida se empezó a convertir en un medio de vida y entonces ¡qué satisfacción! Además de haber ganado premios, de la satisfacción del libro publicado y de la alegría cuando hablan bien del libro, o la desdicha de cuando hablan mal o te dicen que no entendieron nada y a lo mejor tienen razón. Aparte de todo eso, saber que estoy viviendo, tomando algún vino, algún whisky con cosas que me brinda la literatura. Quiere decir que además de un modo de vida, se empieza a convertir en un medio de vida. Y si vos estás trabajando, cosa que a pocos les pasa, me encanta.