13 de noviembre de 2009

Entremeses literarios (LXXXI)

TEORIA DE DULCINEA
Juan José Arreola
México (1918-2001)

En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos. En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol. El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire. Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca. Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente.



LA PERRICHOLI
Enrique Anderson Imbert

Argentina (1910-2000)

En el convento veneraban a la Madre Micaela Villegas como a una santa, exageración que ofendía su modestia.
- ¡Ustedes van acabar por convertirme en una leyenda! -protestaba.
Inútil. Las monjas, oyendo esas virtuosas protestas, la admiraban aún más; y unas novicias se dispusieron a festejarle los cien años, convencidas de que su salud centenaria era otra prueba de que Dios la estaba favoreciendo. Llegó el día del cumpleaños. En ese amanecer del 21 de septiembre de 1765 -virreinaba entonces Manuel de Amat y Junient- la madre Micaela se despertó con una extraña sensación: dientes nuevos crecían en las encías desiertas; de la cofia se derramaba una negra cabellera; los ojos volvían a ver un mundo nítido; la piel se estiró, fresca, suave; el cuerpo recobró las curvas de sus diecisiete años… Temerosa que este rejuvenecimiento fuera interpretado como un milagro de santos, la madre Micaela se disfrazó de mestiza, se escapó del convento y con sagrados contoneos se marchó hacia Lima.



RAULINA YAGAN YAGAN
Astrid Fugellie

Chile (1949)

Raulina Yagán, la última yámana de Tekenika y de Ukika, poblados de nutrias y sembraderos vecinos a la crueldad de las redes y el mar, murió el diecisiete de abril de mil novecientos ochenta y siete. Raulina Yagán no dejó más descendencia que algún tejido a telar, que la infeliz hubo de hacer para sobrevivir, porque el mínimo empleo repelió su oficio de trenzadora de canastos y canoas en miniatura. Y así, Raulina Yagán, la última yámana de Tekenika y de Ukika, subió a los cielos, donde Pedro, en nombre del Dios Padre Todopoderoso, la recibió:
- ¿Tu nombre?
- Raulina Yagán -repuso la indígena con la cabeza gacha, y luego agregó- Annu Lalayala...
- ¿Qué dices? -la interrogó el blanco santo.
- ¡Los he dejado! ¡Ya los he dejado! ¿Dónde puedo encontrar a mi padre dios Yámana?
- ¿Tu padre dios Yámana? ¿Te refieres al dios padre de los yaganes? -insistió desconcertado el bueno de Pedro.
- ¡Sí, sí, sí! -se esperanzó Raulina Yagán.
- Murió, Raulina, tu dios padre murió el diecisiete de abril de mil novecientos ochenta y siete, en la tarde.



LAS PREOCUPACIONES DE UN PADRE DE FAMILIA
Franz Kafka
Rep. Checa (1883-1924)

Algunos dicen que la palabra "odradek" procede del esloveno, y sobre esta base tratan de establecer su etimología. Otros, en cambio, creen que es de origen alemán, con alguna influencia del esloveno. Pero la incertidumbre de ambos supuestos despierta la sospecha de que ninguno de los dos sea correcto, sobre todo porque no ayudan a determinar el sentido de esa palabra. Como es lógico, nadie se preocuparía por semejante investigación si no fuera porque existe realmente un ser llamado Odradek. A primera vista tiene el aspecto de un carrete de hilo en forma de estrella plana. Parece cubierto de hilo, pero más bien se trata de pedazos de hilo, de los tipos y colores más diversos, anudados o apelmazados entre sí. Pero no es únicamente un carrete de hilo, pues de su centro emerge un pequeño palito, al que está fijado otro, en ángulo recto. Con ayuda de este último, por un lado, y con una especie de prolongación que tiene uno de los radios, por el otro, el conjunto puede sostenerse como sobre dos patas. Uno siente la tentación de creer que esta criatura tuvo, tiempo atrás, una figura más razonable y que ahora está rota. Pero éste no parece ser el caso; al menos, no encuentro ningún indicio de ello. En ninguna parte se ven huellas de añadidos o de puntas de rotura que pudieran darnos una pista en ese sentido; aunque el conjunto es absurdo, parece completo en sí. Y no es posible dar más detalles, porque Odradek es muy movedizo y no se deja atrapar. Habita alternativamente bajo la techumbre, en la escalera, en los pasillos y en el zaguán. A veces no se deja ver durante varios meses, como si se hubiese ido a otras casas, pero siempre vuelve a la nuestra. A veces, cuando uno sale por la puerta y lo descubre arrimado a la baranda, al pie de la escalera, entran ganas de hablar con él. No se le hacen preguntas difíciles, desde luego, porque, como es tan pequeño, uno lo trata como si fuera un niño.
- ¿Cómo te llamas? -le pregunto.
- Odradek -me contesta.
- ¿Y dónde vives?
- Domicilio indeterminado -dice y se ríe.

Es una risa como la que se podría producir si no se tuvieran pulmones. Suena como el crujido de hojas secas, y con ella suele concluir la conversación. A veces ni siquiera contesta y permanece tan callado como la madera de la que parece hecho. En vano me pregunto qué será de él. ¿Acaso puede morir? Todo lo que muere debe haber tenido alguna razón de ser, alguna clase de actividad que lo ha desgastado. Y éste no es el caso de Odradek. ¿Acaso rodará algún día por la escalera, arrastrando unos hilos ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No parece que haga mal a nadie; pero casi me resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir.


CONVERSACION
Eduardo Galeano
Uruguay (1940)

- Una revolución de mar a mar. Todito el país alzado. Y lo pienso ver con estos mis ojos...
- ¿Y cambiará todo, todo?
- Hasta las raíces.
- ¿Y ya no habrá que vender los brazos por nada?
- Ni modo, pues.
- ¿Ni aguantar que lo traten a uno como bestia?
- Nadie será dueño de nadie.
- ¿Y los ricos?
- No habrá más ricos.
- ¿Y quién nos va a pagar a los pobres, entonces, las cosechas?
- Es que tampoco habrá pobres.
- Ni ricos ni pobres.
- Ni pobres ni ricos.
- Pero entonces, se va a quedar sin gente Guatemala. Porque aquí, sabés vos, el que no es rico, es pobre.



EN LA COCINA
Pere Gimferrer

España (1945)

Esta mañana, en la cocina había una bestia: un oso hormiguero, diríase. Al principio creí que lo soñaba (me había quedado pesadamente dormido leyendo a Kafka, y conturbaban mis sueños dragones austrohúngaros). Pero eran bien reales las manos que me zarandeaban y la fatiga perpendicular del pasillo. La bestia se agazapaba al fondo, cerca del lavadero. Pensé si sería anfibia. No parecía peligrosa. En todo caso, nada había hecho a María cuando, minutos antes, la descubrió al lavar la vajilla. La ventana estaba cerrada. Evidentemente sólo había podido entrar por la abertura del ventilador. Se me ocurrió abrirle la ventana, pero no me constaba que pudiera irse. Permanecía heladamente inmóvil, agitada sólo por su respiración. Tal vez se hallaba herida, dormida, o enferma. Por otro lado, cabía también que me atacase súbitamente. Reclinada sobre sí misma como estaba, me era imposible ver la parte inferior de su cabeza. Su conformación sugería una lengua vibrátil; acaso, unos colmillos acuchillados. Los ojos se me negaban bajo un pelaje oscuro y erizado. Quizá debía sacrificar a la bestia. El revólver se imponía como único instrumento viable; estremecía imaginar el desgarramiento de aquella masa rugosa bajo la incisión del metal. Pero un fallo podía excitarla y, por lo demás, no había en casa revólver alguno. Encerrarla en la cocina perturbaría nuestro régimen doméstico, sin contar con que la prolongada reclusión produce efectos del todo imprevisibles en algunas especies. Donde estaba no ocasionaba grandes trastornos, así que resolví dejarla. Cuando volví al mediodía de mi habitual paseo, ya se había ido. Esta noche la he oído jadear debajo de mi cama. Otras veces me había llamado la atención este rumor; ahora me es fácil identificarla. Sin duda tiene algo que decirme... y aguarda la ocasión más propicia.



EL EVANGELIO DE JUAN RULFO SEGUN JULIO ORTEGA
Adolfo Castañón

México (1952)

Un día llegué de noche a un pueblo. En el centro había un árbol. Cuando me encontré en medio de la plaza, me di cuenta de que aquel pueblo, en apariencia fantasma, en realidad estaba habitado. Me rodearon y se fueron acercando hasta que me amarraron a un árbol y se fueron. Pasé toda la noche ahí. Aunque estaba algo perplejo, no estaba asustado, pues ni siquiera tenía ánimo para ello. Amaneció y poco a poco aparecieron los mismos que me había amarrado. Me soltaron y me dijeron: "Te amarramos porque cuando llegaste vimos que se te había perdido el alma, que tu alma te estaba buscando, y te amarramos para que te encontrara".



INCONVENIENTES EN LOS SERVICIOS PUBLICOS
Julio Cortázar

Argentina (1914-1984)

Vea lo que pasa cuando se confía en los cronopios. Apenas lo habían nombrado Director General de Radiodifusión, este cronopio llamó a unos traductores de la calle San Martín y les hizo traducir todos los textos, avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular en la Argentina. A las ocho de la mañana los famas empezaron a encender sus receptores, deseosos de escuchar los boletines así como los anuncios del Geniol y del Aceite Cocinero que es de todos el primero. Y los escucharon, pero en rumano, de modo que solamente entendían la marca del producto. Profundamente asombrados, los famas sacudían los receptores pero todo seguía en rumano, hasta el tango "Esta noche me emborracho". Y el teléfono de la Dirección General de Radiodifusión estaba atendido por una señorita que contestaba en rumano a las clamorosas reclamaciones, con lo cual se fomentaba una confusión padre. Enterado de esto el Superior Gobierno mandó fusilar al cronopio que así mancillaba las tradiciones de la patria. Por desgracia el pelotón estaba formado por cronopios conscriptos, que en vez de tirar sobre el ex Director General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales de marina y a un farmacéutico. Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue debidamente fusilado, y en su reemplazo se designó a un distinguido autor de canciones folklóricas y de un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció el idioma nacional en la radiotelefonía, pero pasó que los famas habían perdido la confianza y casi no encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas por naturaleza, habían comprado diccionarios y manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y de la señora Lupescu. El rumano se puso de moda a pesar de la cólera del Superior Gobierno, y a la tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que dejaban caer sus lágrimas y sus tarjetas donde proliferaban nombres conocidos en Bucarest, ciudad de filatelistas y atentados.



EL PAVO
Jerónimo Alayón Gómez

Venezuela (1966)

El pavo había sido criado con cuidados desmesurados, que él procuraba devolver a su dueño en vistosas exhibiciones de plumaje. Hasta que una mañana de diciembre, su criador decidió tajar a golpe de hacha la entrañable amistad.



SLOT MACHINE
Gaetano Vergara

Italia (1966)

No le quedaba otra cosa que una moneda y el número del más estrafalario usurero de la ciudad, el único al que nunca había acudido. Introdujo la moneda en el teléfono rojo fuego de la Estación Central y en el display aparecieron tres '8'. Descolgó y volvió a colgar el auricular esperando que el display marcara el cero. Pero los tres '8' comenzaron a relampaguear como un guiñar de ojos cómplices, y desde la boca abierta del aparato salieron centenares, millares, millones de monedas, como desde una tragaperras o una cornucopia. Avidamente rellenó los bolsillos, la bolsa, los calcetines, los calzoncillos, la boca y el culo con aquellas monedas relucientes, lucidas y flamantes. Lo encontraron el día siguiente, estrangulado y con los bolsillos, la bolsa, los calcetines, los calzoncillos, la boca y el culo lleno de piedras, pernos y pedazos de vidrio. Fue difícil trasladarlo de la cabina roja de la estación central, porque su peso había casi redoblado por la enorme cantidad de material embolsado, introducido, insertado y ávidamente ingerido.