7 de marzo de 2010

Paco Urondo y la presencia de García Lorca

Francisco Urondo nació en Santa Fe en 1930. A partir de mediados de la década del cincuenta publicó varios libros de poemas, entre ellos "Historia antigua", "Breves", "Lugares", "Nombres", "Del otro lado", "Adolecer", "Poemas póstumos", con los que construyó un camino original y profundo dentro de la poesía argentina. Su actividad literaria se proyectó con igual rigor a otros ámbitos, publicando los libros de cuentos "Todo eso" y "Al tacto"; la novela "Los pasos previos"; las obras teatrales "Sainete con variaciones" y "Veraneando"; el libro de ensayos "Veinte años de poesía argentina. 1940-1960" y el libro de entrevistas y testimonios que recogiera en la cárcel de Villa Devoto de los sobrevivientes de la masacre de Trelew de 1972 "La patria fusilada". Fue autor, además, de los libros cinematográficos de las películas "Pajarito Gómez" y "Noche terrible" y de las adaptaciones para la televisión de "Madame Bovary" de Flaubert, "Rojo y negro" de Stendhal y "Los Maias" de Eca de Queiroz. Como periodista colaboró en diversos medios del país y del extranjero, entre ellos, "Crisis", "La Opinión", "Noticias", "Panorama" y "Primera Plana". Murió a fines de junio de 1976, en Mendoza.
En 1956, en ocasión de cumplirse veinte años del asesinato del poeta granadino Federico García Lorca (1898-1936), Paco Urondo publicó en el nº 1 de la revista "Tiempo de América" que apareció en octubre de ese año, el siguiente artículo titulado sencillamente "García Lorca":

Federico García Lorca fue un hombre con capacidad de tentación: le tentaron los frutos prohibidos, le tentó el riesgo, le tentó la poesía. Pensamos en sus poemas gallegos considerando este hecho como un capricho, una tentación de tomar contacto íntimo con una lengua, que si bien no le era propia, estaba vinculada con los orígenes de la poesía de nuestra civilización y, por lo tanto, con el canto y el trovador. Su dominio sobre el Romancero, su profundo conocimiento de las costumbres de su pueblo, la aprehensión directa de la música popular española, su propia capacidad creadora, su gracia y lo desconcertante, nuevo y fresco de sus medios expresivos, su temperamento musical y su inquietud terminaron por conformar a este trovador con grandes tentaciones, con tantos abandonos y tan urgido, tan moderno y tan viejo.
Las alternativas de su vida gozan de popularidad. Se sabe que nació el 5 de junio de 1898. Que se crió en el campo cerca de la ciudad de Granada. Que su madre le reveló los secretos del piano, que Falla le enseñó a solfear y que sus primeros poemas y la lectura de los clásicos se contaban en su niñez. A los veinte años viaja a Madrid, después de la guerra del catorce, después de la derrota, tan rotunda como aparente, del imperialismo alemán; era el pleno auge y florecimiento de todas las "izquierdas", con las que poco tarda en complicarse. Pero también conoce la primavera madrileña, el "scottish", el tango y la tibieza simple de alguna modistilla tan adolescente y vibrante como él.

En Madrid se recibe de abogado, pero nunca ejerce su profesión, pues prefiere dedicarse al teatro. Para ese entonces la República había organizado las "Misiones Pedagógicas"; estaban destinadas a divulgar las expresiones del arte, inclusive el teatro, entre el campesinado español. Al teatro le llamaron "La Barraca", era una carreta con la que se trasladaban de un lugar a otro y donde representaban obras de Juan de la Encina, de Lope de Rueda, de Quiñones, de Benavente, de Cervantes. Con Manuel de Falla y Giner de los Ríos organizan la "Fiesta del Cante Jondo" en Granada, donde se reúnen los más reputados "cantaores" y guitarristas de España, encabezados por la veterana "Niña de los peines". Esta fiesta da origen al libro "Poema del Cante Jondo".
Lorca viaja dos veces a Buenos Aires, asiste al estreno de sus obras teatrales, en el teatro hace títeres para los amigos después de las funciones, conoce a Gardel y las cantinas del Mercado de Abasto. Viaja también a Nueva York donde escribe su gran denuncia, el mejor tal vez, de sus libros, "Poeta en Nueva York", donde el tono excesivamente nacional que tenían sus experiencias creadoras desaparecen, o mejor, se integra ya totalmente en la condición humana y en su actualidad dramática: "yo denuncio a toda la gente/ que ignora la otra mitad/ yo denuncio la conjura/ de estas desiertas oficinas/ que no radian las agonías/ que borran los programas de la selva./ Una danza de muros agita las praderas/ y América se anega de máquinas y llanto".
Se sabe el desenlace de este trovador. Se recuerda la Guerra Civil, el odio falangista, viejo odio de curas y de negreros, hacia los hombres en libertad y hacia la poesía. Se conocen las diferencias alternativas, a veces datos contradictorios, sobre el asesinato y, recientemente, se nos entera que los instigadores, con solemnidad, participan en la UN con los que se dicen defensores de la justicia y de la libertad. Pero estos "slogan" no conmueven ya a nadie, se sabe que los poetas nada tienen que ver con la cáscara de las palabras. Esas traiciones tampoco sorprenden pues se conocen los hábitos de los que buscan el poder.

Todo aquello pasó hace veinte años. En el ínterin, los más burdos trataron de copiar, sin lograrlo, la frescura de la poesía de García Lorca, pero la gloria no les favoreció. Otros, no menos vanidosos pero más simples, ostentaron su amistad y hablaron hasta el cansancio de su personalidad trágica y juguetona. Algunos tratan aún de ocultar el crimen y otros, de utilizarlo con intenciones ajenas. Pero hoy, todavía, es demasiado doloroso el hecho y sería preferible hablar de su presencia más que de su desaparición.
Afirmar que los poemas de Lorca pueden ser cantados, no creo que sea ninguna novedad, pero sí creo que sería de interés que ellos pudieran cantarse en cualquier parte y desataran la comunicación más intensa entre los más dispares pueblos y épocas. Esto posiblemente ya está ocurriendo en alguna medida. Interesa entonces destacar la importancia que tiene la presencia de Lorca, como la presencia de cualquier poeta. Esto, decíamos, ha desatado la comunicación. Darse, comunicar, hablar, es interesarse, inclinarse, es tener una actitud bondadosa, amar las cosas o los hombres. La poesía está estrechamente relacionada con el amor. La presencia de un poeta es la presencia de un ser que tiene bondad, que ejercita el amor en todas sus formas y en todo momento. En sus tareas el poeta está mucho más allá de toda contingencia política. La presencia actual de Lorca no reside en su trágico fin sino en su poesía. Su presencia confirma que ésta no puede desaparecer, porque el amor no puede desaparecer, porque con ellos desaparecería la vida misma.
Lorca, el poeta, está relacionado con el primer poeta de España y lo estará con el último, con el primer hombre y el último. Trovador entre los crímenes, con capacidad de tentación en esta época de desinterés, condenado a padecer su falta de ubicuidad y exceso de gracia, lúcido ante los desastres y a su vez heredero del canto, significa la esperanza de que el amor y la poesía van a liberar al hombre, significa el deseo de que nada terminó, de que la vida salve todas sus excelencias.


"Estas palabras de esperanza y de poesía -aclaró Urondo cuando publicó el artículo- las volcamos en el silencio en que pretendieron dejarnos con el asesinato de Federico".