24 de noviembre de 2011

Jane Goodall: "Todos somos parte de un enorme ecosistema y recién ahora comenzamos a tener en cuenta el peligro de permitir que algunas especies se extingan" (1)

Nacida en el seno de una humilde familia londinense, al cumplir sus dos años su padre le 
regaló un chimpancé de juguete, del cual ya nunca más se separaría, y que, de alguna manera, iba a signar su destino. Dos años después, su espíritu inquieto la llevó a pasar una noche intentando descubrir cómo las gallinas ponían sus huevos. Alarmada por su ausencia, su familia dio aviso a la policía para buscarla, hasta que su madre la encontró investigando el asunto en un gallinero. "Cuando mi madre me encontró -recuerda-, le dije que había descubierto cómo lo hacían y ella vio en mis ojos ese brillo que da el conocimiento. Ahí aprendí que quería ser científica". Sus lecturas favoritas durante su infancia fueron los libros sobre la vida de los animales, y pasaba horas leyendo "The jungle book" (El libro de la selva) de Rudyard Kipling (1865-1936) y las aventuras de Tarzán, el mítico personaje creado por Edgar Rice Burroughs (1875-1950). Así, con apenas diez años, ya soñaba con ir al Africa, vivir entre los animales y escribir sobre ellos. Al finalizar el bachillerato hizo estudios de secretariado y trabajó en la administración de una clínica, en la Universidad de Oxford y en un estudio que filmaba documentales en Londres. Hasta que una amiga le contó que se mudaba a Nairobi y la invitó a viajar con ella. En 1957, con veintitrés años recién cumplidos, Jane Goodall (1934) -de ella se trata- pudo cumplir su sueño. En Kenia, la futura naturalista y primatóloga, trabajó un tiempo de camarera para poder subsistir, hasta que conoció al famoso antropólogo británico Louis Leakey (1903-1972), al que le expresó su interés por el estudio de los animales. Poco tiempo después, Goodall viajaba en compañía de Leakey y su esposa, la arqueóloga Mary Nicol (1913-1996), a la Garganta de Olduvai, un inmenso cañón dentro del Parque Nacional Serengueti, en busca de fósiles de homínidos. Sorprendido por el entusiasmo de la joven Goodall, Leakey le propuso liderar un proyecto de observación de chimpancés en su ambiente natural. Así, en julio de 1960, Goodall viajó a Gombe, en el extremo occidental de Tanzania, para dar comienzo a su larguísima carrera de cuarenta años estudiando el comportamiento de los chimpancés. De este modo, pasó a formar parte del selecto grupo de investigadoras mujeres que, con el apoyo de Leakey, contribuyeron al progreso en el estudio de los grandes primates: la etóloga germano-lituana Biruté Galdikas (1946) con los orangutanes en Borneo y la zoóloga estadounidense Diane Fossey (1932-1985) con los gorilas en Congo y Ruanda. Los comienzos de sus trabajos de campo fueron difíciles debido al rechazo inicial de la población de chimpancés, pero, poco a poco los animales se fueron acostumbrando a su presencia y empezó a obtener los primeros resultados. En el marco de sus prolongadas jornadas en medio de la selva, un día se sentó agotada a observar a los animales y descubrió uno de los hallazgos más relevantes del siglo XX: vio a un chimpancé introduciendo una rama, cortada y deshojada previamente, en el agujero de un termitero, para retirarla colmada de termitas y comérselas. Fue así que descubrió que el hombre no estaba tan solo como creía en la historia evolutiva y demostró que éste no era la única especie que fabricaba y usaba herramientas, tal como se creía hasta entonces. A partir de 1964 formó un equipo con cuya ayuda recopiló y procesó la información obtenida, lo que contribuyó a la fundación del Centro de Investigación Gombe Stream y, posteriormente, del Parque Nacional Gombe Stream, uno de los lugares más importantes del mundo para el estudio del comportamiento animal. En 1965 obtuvo el doctorado honorario en Etología por la Universidad de Cambridge -siendo una de las pocas personas que lo ha alcanzado sin acabar la carrera- bajo la supervisión del profesor Robert Hinde (1923), quien la animó a seguir sus trabajos a pesar del escepticismo del mundo científico. Pasaría luego a ser profesora invitada de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) y de la de Dar es Salaam (Tanzania). Luego de extender sus investigaciones hacia las capacidades de caza, la estructura social y emotiva y la inteligencia de los chimpancés, en 1977 fundó el instituto que lleva su nombre, Jane Goodall Institute for Wildlife Research, Education and Conservation, cuyo objetivo principal es impulsar programas de conservación de la especie y mejorar las condiciones de vida de los chimpancés. En 1987, la prestigiosa científica abandonó la realización de trabajos de campo y se instaló en la localidad de Bornemouth, donde pasa los dos meses al año que reside en Gran Bretaña, ya que, a sus más de setenta años, dedica trescientos días al año a viajar por todo el mundo en defensa de los animales y de su bienestar, dando conferencias sobre la destrucción del medio ambiente y el cambio climático. Asimismo, lucha por conseguir unas mejores condiciones de vida para los primates en los zoológicos de todo el mundo y contra el comercio ilegal y los experimentos con estos animales. Si todo sigue como hasta ahora, afirma, dentro de cien años los grandes primates ya no existirán, aunque hoy sepamos que el 98% de nuestro genoma es idéntico al del chimpancé, es decir, que nos diferenciamos de ellos en tan sólo un 2%. Sus esfuerzos están plenamente justificados, ya que las poblaciones de estos primates han descendido de forma alarmante -y continuada- en las últimas décadas. Hoy en día, se estima que existen unos 100.000 chimpancés, 20.000 bonobos (chimpancés pigmeos), 50.000 orangutanes, 120.000 gorilas de costa y de las tierras bajas y tan sólo 600 gorilas de montaña. Son cazados para consumir su carne y para usar sus órganos como estimulantes sexuales y en preparados de medicina tradicional. También son capturados para engrosar las colecciones de zoológicos, coleccionistas privados y servir de material vivo para experimentos científicos. Además, el crecimiento de las poblaciones humanas y el aumento de la superficie del territorio destinada a la agricultura suponen una destrucción sistemática de su hábitat natural. Pionera en el estudio de los simios, resistida al principio, hoy sus investigaciones son utilizadas en todo el mundo y han despertado una conciencia diferente en la relación del hombre con los demás habitantes del planeta. De paso por Buenos Aires invitada para dar una conferencia y recibir un doctorado Honoris Causa, fue entrevistada por Leonardo Moledo para la edición del 6 de noviembre de 2011 del diario "Pagina/12". La primera parte de esa extensa entrevista se reproduce a continuación.  


Esta es una situación extraña, porque usted es una persona extraña.

¿Extraña? ¿Por qué?

Porque usted es una persona que piensa que nosotros los humanos no somos las únicas personas en el mundo.

Yo pienso que... ¡fue usted quien lo planteó en una forma extraña! Pienso que el punto es que ha habido un largo proceso de evolución y ese proceso ha sido una proliferación de distintas formas de vida que están todas conectadas, estamos todos interconectados. Somos todos parte de este enorme ecosistema planetario y recién ahora comenzamos a aprender y tener en cuenta el peligro de permitir que algunas especies se extingan, porque eso lleva a un efecto de cascada. Y si más y más especies comienzan a extinguirse va a llevar a que el ecosistema colapse en determinados sitios. Pero lo que está pasando es que la población humana está creciendo de tal manera que dentro de poco el planeta no va a poder proveernos de suficientes recursos para sobrevivir. Y vamos a continuar destruyendo más y más áreas, y a perder más y más de los increíbles animales que comparten el planeta con nosotros.

Eso es verdad, lo sabemos, y también sabemos que muchas veces hubo extinciones. Pero ahora, aquí, estando con usted, me interesa una cosa tal vez más profunda sobre lo que usted trabajó tanto tiempo. Uno de los rasgos que nos tipifican a los humanos es la autoconciencia, la lengua y la cultura. Y usted descubrió que los chimpancés tienen cultura, con esa historia del chimpancé que introducía una ramita en un termitero.

Usaba una herramienta, sí.

Eso fue un gran punto determinante, ¿no? ¿Puede contarme otros aspectos de la cultura de los chimpancés?

Bueno, hoy sabemos que todo a lo largo de Africa, en todo lugar donde haya chimpancés, ellos usan herramientas, incluso dan diferentes usos a esas mismas herramientas. Sabemos que se las pasan a sus hijos a través de la imitación y la práctica, sabemos que los grupos están estructurados con ligeras diferencias, lo cual señalaría otro rasgo de cultura. Pero también sabemos que hay otros animales que tienen una cultura, como las ballenas o los delfines que tienen diferentes lenguajes con diferentes patrones. Y aquí también se cree que pasa de una generación a otra.

Bueno, además hay... están los perros salvajes que...

Sí; los perros de caza, los perros salvajes de Africa. Hay grupos que, por ejemplo, en un lugar sólo cazan cebras y en otros lugares les tienen miedo a las cebras. Lo mismo pasa con los leopardos. Y nos empezamos a dar cuenta hace tiempo de que si se toma a un perro y se lo separa, y desarrolla a su manera el hecho de que no puede matar una cebra y entonces otros lo copian, eso va a ir pasando de generación en generación.

Y eso sería la transmisión de una cultura.

Tal vez no sea tanto como una cultura pero sí hay una tradición, y es fascinante. Nos muestra que las sociedades de animales son mucho más complejas de lo que creíamos. Y de la misma forma, para volver sobre uno de los puntos que usted mencionaba, los chimpancés capturados pueden aprender, se les puede enseñar lenguaje humano. No pueden hablarlo, pero pueden aprender un lenguaje de señas y pueden hacer cosas sorprendentes con computadoras con pads táctiles. Pueden contar hasta quince, creo. Eso quiere decir que sus cerebros son capaces de hacer mucho más de lo que nosotros solíamos pensar.

Pero esos experimentos, ¿no se parecen a los que se hacían hace mucho tiempo con osos amaestrados o perros amaestrados?

¿Como los animales de circo? Pero en los circos los animales eran entrenados de una manera muy cruel, realmente muy cruel. Por el contrario, el trabajo con el lenguaje con chimpancés y otras especies se hace en base a la recompensa. Es como un chico yendo al colegio. En un mal colegio le van a pegar, pero en un buen colegio van a recompensar al chico por aprender.

¿Y hay algún toque de autoconciencia como tenemos, o creemos que tenemos, nosotros?

Bueno, la autoconciencia es un concepto difícil. Ellos pueden reconocerse a sí mismos en espejos. "Ese soy yo". Es algo, ¿no? Y realmente no sé cómo definir la autoconciencia, incluso para nosotros.

Bueno, supongo que nadie sabe. O por lo menos es seguro que nadie lo sabe muy bien, pero permitámonos usar la palabra. La autoconciencia sería: yo soy yo, y usted es usted, y yo soy diferente de usted y de ella (la asistente), y pienso y creo que soy un sujeto, un individuo.

La cuestión es que no sé dónde trazar la línea divisoria. Los chimpancés saben, saben que yo soy yo, y que usted es usted, lo saben perfectamente. También saben que si yo hago tal cosa usted seguramente hará tal otra y que si yo le hago eso a ella (la asistente), ella va a hacer algo distinto. Es decir, que puedo ajustar mi comportamiento rápidamente dependiendo de con quién estoy interactuando. Pero autoconciencia... es realmente difícil aplicar esa idea en los animales. El hecho de que los chimpancés puedan reconocerse a sí mismos entre otros animales, cuando la mayoría de los animales no pueden, es tal vez un indicio.

¿Está hablando siempre de primates?

Sí, estaba hablando de simios, estaba hablando de chimpancés. Y todavía no sabemos qué animales pueden identificarse a ellos mismos en el espejo, nadie ha hecho realmente demasiado por investigar ese aspecto. Pero está bien fundamentado que los animales tienen más habilidades intelectuales de lo que pensábamos. En general, las investigaciones se han basado en nuestro concepto de intelecto, en la manera que nosotros creemos que es el intelecto. Y no estamos dedicándonos lo suficiente a pensar cómo ellos desarrollan su relación con lo que necesitan, con lo que quieren, con lo que es su vida. Queremos encontrarnos con que piensan en términos humanos.

Pero ellos, por ejemplo, tienen sueños, tienen sueño REM. ¿Usted tiene algún indicio, alguna pista sobre qué sueñan?

Me encantaría saberlo. Creo que con los perros podemos hacernos una mejor idea, sabemos con qué están soñando: están persiguiendo, cazando, están excitados. Algunas veces parece que los chimpancés tienen pesadillas, se despiertan gritando, pero no sé sobre qué son.

Y no pueden contarnos.

No pueden contarnos, pero con lenguaje de señas probablemente podrían.

Bueno, podríamos considerar el hecho de soñar como una manera de pensar. Creo, no sé si no es un poco audaz pensar esto, pero creo que usted está diciendo que son personas porque tienen sus formas de actuar o de pensar, formas que nosotros podemos entender, de la misma manera que ellos pueden entender las nuestras, que se parecen bastante.

Se comportan como nosotros en muchos, muchos sentidos. A mí me interesa saber cómo piensan, me gustaría saber cómo piensan -no estoy hablando de los chimpancés capturados, hablo de chimpancés salvajes-. ¿Cómo piensan, de qué manera piensan? Hasta donde sabemos, no tienen palabras, entonces tienen que pensar con imágenes.

¿Usted cree que piensan con imágenes? Bueno, nosotros soñamos con imágenes.

Pero en nuestros sueños vemos colores y escuchamos voces.

Bueno, tal vez ellos escuchan voces también.

Estoy segura de que lo hacen.

¿Y hay alguna forma de entender, de tratar de conocer qué piensan? ¿Nos podemos comunicar con ellos, por ejemplo, con lenguaje corporal de forma tal que nos digan algo, que nos den una pista?

Bueno, creo que la mejor forma de obtener una pista es leyendo muy atentamente todos los intercambios en lenguaje de señas entre la gorila Koko y Penny Patterson, su entrenadora, porque ahí podemos ver en el interior de Koko, mucho de lo que está pensando, por qué se comporta de determinada manera... y es prácticamente lo mismo en el lenguaje de señas con los chimpancés.

¿Quién es Koko?

Una gorila que aprendió el lenguaje de señas. Entonces la gorila puede comunicarse a través de las señas, y que hayan podido enseñarle el lenguaje de señas da una forma de comunicarse y saber lo que ellos están pensando.

Y cuando ellos se comunican con nosotros mediante el lenguaje de señas, ¿transmiten pensamientos originales?

Sí, sí, hacen preguntas, hablan sobre cosas espontáneamente.

¿Por ejemplo? ¿Qué clase de cosas?

Bueno, generalmente tiene que ver con algo inmediato como "tengo hambre, quiero comida" o "quiero salir afuera y mirar las flores". No se me ocurren otros ejemplos ahora, pero hay muchísimos estudios al respecto.

Sí, bueno, pero yo quiero que usted me cuente.

Pero no me acuerdo, hace mucho tiempo que no leo estudios sobre lenguaje de señas.

¿Y chistes? ¿Hacen chistes?

Sí, claro que sí. Le cuento mi chiste gorila preferido, tiene que ver con Koko. Una mujer joven está con Koko. Koko está esperando por su comida y acaba de aprender todos los nombres de todos los diferentes colores, no sólo el rojo, azul, verde, sino también dorado y marrón. En fin, todos los colores. Y es realmente muy buena con los nombres de los colores. Entonces, Koko está esperando su comida, y la joven mujer levanta, digamos, algo verde y Koko hace las señas del verde, ella levanta algo azul y Koko hace la seña del azul. Pero cuando ella levanta algo que es blanco, Koko dice "rojo". Y la mujer le dice literalmente mediante señas: "Koko, sabés que eso no está bien, ¿qué color es éste?". "Rojo", repite Koko. "Koko, sé que sabés qué color es, si no me decís de qué color es esto no vas a tener tu jugo de manzana". Entonces Koko agarra una tela blanca y toma una pequeña diminuta pelusa roja y dice "rojo, rojo, rojo". Ese es mi mejor chiste de gorilas. Y muestra cómo está trabajando su mente.