7 de noviembre de 2012

Charles Dickens, el observador solitario. Nota biográfica


Charles John Huffam Dickens, el gran cronista del alma inglesa -ese "ojo militar" como lo llamó Henry James por sus dotes de gran observador- nació el 7 de febrero de 1812 en Landport (hoy parte de Portsmouth) y falleció el 9 de junio de 1870 en Gads Hill Place, su casa de campo en Higham, Kent, víctima de un derrame cerebral. Vivió cincuenta y ocho años, tiempo suficiente para dejar una obra memorable que refleja, acaso como ninguna otra, las grandezas y miserias producidas por aquel peculiar engarce entre la almidonada sociedad victoriana y la implacable Revolución Industrial. Tuvo una infancia signada por la miseria, las humillaciones, los rencores y la obsesión, circunstancias que le servirían de inspiración para concebir una extensa obra en la que combinó con maestría el humor, el sentimiento trágico y la ironía con una ácida crítica social y una aguda descripción de gentes y lugares, tanto reales como imaginarios. Borges lo definió como un "hombre de genio" y, acaso en su mayor elogio a la figura de Dickens, le otorgó el título de "inventor de la infancia" por los numerosos personajes infantiles que presentó en sus más logradas novelas.
Aquel niño que había nacido en el seno de una familia modesta pero suficientemente acomodada en la que disfrutó de una infancia tranquila, aquel chiquillo de salud delicada que comenzó a asistir a la escuela a los nueve años de edad y tan sólo permanecería allí dos años y medio, aquel muchacho que disfrutaba de las lecturas de "Robinson Crusoe" y "Don Quijote", se encontró de pronto ante un momento trágico y crucial para su vida: su padre, hundido en un océano de deudas, cometió un desfalco que lo llevaría a la prisión de Marshalsea en Londres. El futuro escritor se vio en la necesidad de trabajar para mantenerse y ayudar económicamente a su familia que vivía en la cárcel junto al padre, mientras él quedó solo en una buhardilla de Camden Town, alojado por unos caseros. En una fábrica de betún para calzado ubicada en el nº 30 de Hungerford Stairs, cerca de la que hoy es la estación de trenes Charing Cross, el pequeño Charles trabajó diez horas diarias pegando etiquetas en las latas por seis chelines a la semana. Cuando su abuela materna murió dejando una módica herencia con la que la familia consiguió saldar las deudas y liberar al padre de la cárcel, insólitamente su madre decidió mantenerlo empleado en la fábrica. Aquella decisión, jamás perdonada, más la convivencia con las duras condiciones de vida de las clases más humildes, se vería reflejada en su obra ulterior.
En 1827, con quince años, el joven Charles encontró trabajo como pasante en un bufete de abogados y, poco después, como taquígrafo judicial. Al año siguiente comenzó a colaborar como reportero en el "Doctor's Commons" y posteriormente ingresó en calidad de cronista parlamentario en el "True Sun", un trabajo digno que le permitió empezar a soñar y a desarrollar aquello que siempre le gustó: escribir. Lo hizo con una serie de relatos cortos que, en el invierno de 1833, presentó a la “Monthly Magazine”, revista que accedió a publicar uno de ellos. También aprendió taquigrafía y, poco a poco, comenzó a ganarse la vida trabajando como reportero en "The Mirror of Parliament" y, a partir de 1834, en el periódico liberal "The Morning Chronicle". Por entonces, alentado por el editor George Hogarth (1783-1870), publicó bajo el seudónimo de Boz una serie de crónicas inspiradas en la vida cotidiana de Londres. "Sketches by Boz" (Los apuntes de Boz) fueron un completo éxito de crítica y público, tanto que el mismo Hogarth alentó a Dickens para que escribiera una novela por entregas.


Así, desde marzo de 1836 y hasta noviembre de 1837, fue apareciendo periódicamente "The posthumous papers of the Pickwick Club" (Los papeles póstumos del Club Pickwick), con ventas que superaban los 40.000 ejemplares y le supusieron fama y solvencia económica, algo que se vería ampliado por las siguientes novelas que fue publicando de allí en adelante y en las se percibiría la influencia estilística de Henry Fielding (1707-1754) y Tobias Smollet (1721-1771), dos de los más grandes novelistas ingleses del siglo XVIII.
El estilo ligero de aquella primera novela dio paso al capital simbólico previo conformado por la miseria y la explotación vividas en su infancia, lo que lo llevó a tener una actitud socialmente comprometida que puso de manifiesto en las posteriores "Oliver Twist" y "Nicholas Nickleby" publicadas entre 1836 y 1839. De acuerdo al mandato editorial de la época -que imponía la edición por entregas en revistas semanales o mensuales ya que abarataba costos y hacía más accesible su adquisición-, Dickens publicó gran parte de su obra novelística bajo esta modalidad. Así fueron apareciendo "The old curiosity shop" (La tienda de antigüedades), "Barnaby Rudge", "Martin Chuzzlewit", "Dombey and son" (Dombey e hijo), "David Copperfield", "Bleak house" (Casa desolada), "Hard times" (Tiempos difíciles), "Little Dorrit" (La pequeña Dorrit), "A tale of two cities" (Historia de dos ciudades), "Great expectations" (Grandes esperanzas), "Our mutual friend" (Nuestro común amigo) y la inconclusa "The mystery of Edwin Drood" (El misterio de Edwin Drood), de la que alcanzó a escribir seis episodios de los veinte que tenía planeados.


La publicación de las novelas por entregas afectó claramente la técnica narrativa de Dickens, lo que se hizo patente en, por ejemplo, la creación del suspenso, las demoras y aceleraciones de la trama, y las sorpresas argumentales. Esa tendencia a la improvisación generó cierta falta de unidad de las obras, algo que fue denostado por críticos y biógrafos que aludían a su pobre formación intelectual. En ese sentido, Flaubert fue implacable con Dickens, al que le criticó la débil psicología de sus personajes, la ausencia de un plan de escritura y la extravagancia en sus intrigas: "¡Qué poco amor por el arte!", escribió, y lo calificó de "ignorante como un cántaro; una inmensa bondad de segundo orden". Pero, por otro lado, el público lector creció enormemente dado que, por unos pocos peniques, podía comprar las revistas semanales que publicaban los episodios de sus novelas.
Dickens, que creó alrededor de dos mil personajes a lo largo de su carrera literaria, fue autor de novelas cortas como "A Christmas carol" (Un cuento de Navidad), "The chimes" (Las campanas), "The cricket on the hearth" (El grillo del hogar), "The battle of life" (La batalla de la vida), "A house to let" (Una casa para alquilar) y "The signal man" (El guardavía); de las crónicas de viajes "American notes" (Notas americanas) y "Pictures from Italy" (Estampas de Italia); de las obras teatrales "The village coquettes" (Las coquetas del pueblo), "The strange gentleman" (El extraño caballero), "Is she his wife?" (¿Es su esposa?) y "The lamplighter" (El farolero), y de varios poemarios y ensayos. También desarrolló activamente una labor periodística destacada y fundó semanarios y periódicos como "Household Words", "All The Year Round" y el "Daily News". Asimismo realizó varios viajes por Estados Unidos, Inglaterra e Irlanda, donde leía públicamente fragmentos de sus obras ante nutridas concurrencias.


El llamado "novelista de la vida popular inglesa", fue uno de los abanderados del realismo y creador de la novela social inglesa. Su obra ofreció una necesaria e imaginativa respuesta al dolor y la pobreza que se ocultaba detrás de la aparente prosperidad que dejaba ver la buena cara de la sociedad, además de un retrato de la Revolución Industrial en términos humanos. Desde su adhesión a lo que entonces se llamó radicalismo, se dedicó a diseccionar la filosofía del industrialismo y a realizar un devastador ataque al utilitarismo, al que le criticó su avaricia e hipocresía. Marx dijo de él en 1854 que "en sus libros se exhiben al mundo más verdades sociales y políticas que en todos los discursos de los políticos profesionales, publicistas y moralistas juntos". Diez años más tarde, el crítico francés Hippolyte Taine (1828-1893) apuntó: "Dickens luce la simpatía, la comprensión y el amor como nudos de las relaciones humanas. Utiliza el soporte de su alacridad noveladora para afirmar su personalidad con un distingo claramente social, de reformador que presenta situaciones de las que se desprende un estado de cosas intolerable. Una situación social que pide clamorosamente un cambio en las condiciones de vida de ciertas clases. Dickens se ha identificado con los humildes de su país y su obra seguirá una línea llana, nada intelectual y en constante defensa de los desvalidos contra los poderosos, de los sencillos contra los opulentos. En el fondo, todas sus novelas se resumen en una frase: dejen la ciencia a los sabios, el orgullo a los nobles, el lujo a los ricos; tengan compasión de las miserias de los humildes; el ser pequeño y menospreciado puede valer tanto como millares de seres poderosos y soberbios".


Y George B. Shaw comentaría en 1912 que "la indignación que Dickens promovió se ha difundido y profundizado hasta tornarse en un convencido rechazo de toda la estructura industrial del mundo moderno". Al día siguiente de su muerte el diario "The Daily News" registró: "Gracias a sus estampas de la vida diaria -y no a las crónicas oficiales- las generaciones futuras tendrán la oportunidad de saber cómo se desarrollaba la vida en el siglo XIX".