5 de febrero de 2019

El género de terror (II). Los mitos y el terror bizarro

Con la llegada del siglo XX, asistimos a la lenta desaparición del período en que predominaron las historias de fantasmas. La irrupción de científicos como Charles Darwin (1809-1882) aseverando el origen biológico del hombre, y Sigmund Freud (1856-1939) con sus teorías sobre la personalidad dinámica, contribuyó al surgimiento del cuento materialista de terror. Con ellos comenzó un cierto interés por los temas que tenían como eje el pasado remoto con una profundización de los niveles psíquicos de la conciencia humana. Contrastando con los postulados irracionales de la temática del inconsciente, la nueva escuela pretendió garantizar la verosimilitud de los relatos mediante un registro más lógico y racional.
El ya mencionado Arthur Machen aparece como una bisagra entre ambas etapas ya que buena parte de su última producción se basó en determinados mitos de antiquísimo origen. Su novela "The three impostors" (Los tres impostores) es muy significativa en ese aspecto. Pero fue el norteamericano Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) quien creó un ciclo mítico absolutamente creíble secundado por un grupo de autores que profundizaron en esta temática. Clark A. Smith (1893-1961), Frank Belknap Long (1901-1994), Robert Howard (1906-1936), Robert Bloch (1917-1994) y, fundamentalmente, August Derleth (1909-1971) fueron los que con sus obras conformaron los llamados "Mitos de Cthulhu".
Estos mitos partían de la premisa de que en tiempos remotos la Tierra estuvo habitada por seres que representaban el Bien y el Mal, los que libraron una tremenda batalla cósmica. Derrotadas las fuerzas del Mal, con Cthulhu -su líder- a la cabeza, permanecieron prisioneras intentando regresar y tomar control de la Tierra. Para lograrlo, influían en los hombres a través de sus sueños. Todos los relatos consisten en la narración de los sucesivos intentos de fracturar el débil muro que divide y separa la vigilia del sueño, la razón de la locura, el Bien del Mal. La conciencia del hombre pasó a ser así el nuevo campo en que se libra la batalla que podía salvar o perder a nuestro mundo. El relato "The lurking fear" (El horror oculto) de Lovecraft es, tal vez, el más representativo en ese sentido.


La obra de H.P. Lovecraft tiene características bastante particulares; seguramente fue la expresión de un hombre que, desde su mundo solitario, casi en condiciones de ermitaño, imaginó inquietantes mundos paralelos, aterradoras imágenes de ficción y todo un universo de terror en el que palpitaban personajes azorados por el miedo. Así como Albert Einstein (1879-1955)revolucionó la ciencia con su teoría de la relatividad, Lovecraft proporcionó un impacto fantástico cuando imaginó la historia singular de su cuento "The shadow out of time" (El abismo en el tiempo), donde produjo un quiebre en las barreras del espacio y el tiempo.
Otras de sus obras inmortales son "The call of Cthulhu" (La llamada de Cthulhu), "The Dunwich horror" (El horror de Dunwich), "At the mountains of madness" (En las montañas de la locura), "The case of Charles Dexter Ward" (El caso de Charles Dexter Ward), "The other gods" (Los otros dioses) y "The lurking fear" (El horror oculto). Tras la muerte de Lovecraft, Derleth fue quien se ocupó de difundir los Mitos de Cthulhu al publicar muchos de sus libros, a los que agregó -entre otros- "The mask of Cthulhu" (La máscara de Cthulhu) y "The trail of Cthulhu" (El sendero de Cthulhu) de su propia autoría.
De algún modo u otro, el resurgimiento periódico de la popularidad del género literario de terror se produjo siempre en épocas de grandes crisis morales, políticas o económicas. Es interesante notar que al mismo tiempo que, a mediados del siglo XVIII, cuando fue desapareciendo la caza de brujas en Europa, terminó de institucionalizarse el relato de horror sobrenatural. Con los profundos cambios sociales que produjo la Revolución Industrial, hicieron su irrupción los relatos de fantasmas, y tras la gran depresión norteamericana de 1929, se produjo efectivamente un gran renacimiento del género de terror en todos sus aspectos.
A partir de la década del '50 del siglo XX, los cambios en la vida cultural de los pueblos fueron muy significativos. Los horrores de la Segunda Guerra Mundial, la paranoia nuclear en plena guerra fría, la gran crisis del petróleo de los años '70, el actual pavoneo del capitalismo especulativo, son sólo algunos de los episodios que fueron sumergiendo al mundo en una progresiva depresión. Ante los estremecimientos de la realidad, afirman los sociólogos, el público desea evadirse con los estremecimientos proporcionados por la ficción, comprobando a través de ella que podrían existir terrores más grandes y más terribles que aquellos que amenazan su vida cotidiana.
En este contexto, como era de esperar, los géneros que algunos críticos denominan "literatura de la desesperación", entre ellos el terror, vuelven a estar de moda. Desde mediados de los '60 hasta llegar a las formas cada vez más fugaces y de menor relieve de la actualidad, todo el arte se ha visto sacudido por la mirada posmoderna. La consecuencia más notable es percibir que las expresiones artísticas se catalogan rápidamente según sistemas personales, lo que equivale a instituir una especie de caos. La crítica literaria ha creado denominaciones como "bizarro" (extraño o extravagante), "gore" (violencia explícita) y muchas otras, que designan cosas parecidas y que son, en muchos casos, intercambiables. Las zonas vacías que dejan estas definiciones corresponden a procedimientos de clasificación incompletos y a sistemas incoherentes. Probablemente, para lograr una correcta evaluación y catalogación de los fenómenos estéticos más contemporáneos, deberá transcurrir un tiempo prudencial que decante estas expresiones artísticas y les otorgue verdadero significado cultural.
En el campo de la literatura de terror surgieron autores como Stephen King (1947), que consiguió índices de venta jamás alcanzados hasta ahora y creó verdaderas escuelas de seguidores. Su abundante obra incluye títulos como "Carrie", "The shining" (El resplandor), "The dark tower" (La torre oscura), "It" (Eso), "The dark half" (La mitad siniestra), "The green mile" (El pasillo de la muerte), "Bag of bones" (Una bolsa de huesos), etcétera.
Para King, tal como expresó en "The horror market writer and the ten bears" (El escritor de género de terror y los diez osos), las fobias personales son variadas y las combinaciones, muchas. "La representación estética de nuestros miedos -dice King- puede adoptar formas extravagantes que, en apariencia, poco tienen que ver con nuestras realidades. Su valor reside en su capacidad simbólica, es decir, en la forma en que nos afectan cuando, como lectores, construimos el sentido del texto".
Según el crítico francés Gerard Lenne (1948), "los grandes mitos del género son representaciones simbólicas de las posibilidades de lo anormal" que se reparten a lo largo de dos vías simétricas y paralelas: el peligro viene del exterior o el peligro es creado por el hombre y termina por volverse contra él. "En la primera vía -especifica Lenne-, el hombre resulta un objeto de la acción, padece; pero, cuando la invasión se ha cumplido, su naturaleza se transforma y habiendo tomado el peligro posesión de él, deviene peligro en sí mismo. Inversamente, en la segunda vía, el peligro encuentra su origen en la voluntad humana; el hombre perturba deliberadamente el orden del universo y su creación llega a ser un peligro para él mismo".


Cada autor tiene su teoría y por ello, las temáticas del género del miedo conforman una compleja red. Muchos sostienen que los horrores del mundo cotidiano superan en mucho a la más terrible de las ficciones. El filósofo y ensayista español Julián Marías (1914-2005), señalaba que prefería decir más bien que "el hombre necesita conocer lo posible además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo descartado y lo que pudo ser además de lo que fue".
Es digno de hacer notar que, aunque siempre ha existido un mercado mundial para el relato de terror, los últimos años del siglo XX se caracterizaron por una gran carestía de autores. Las antologías publicadas durante esos años recogían invariablemente los relatos de autores clásicos más algún que otro relato aislado de un autor más moderno, de calidad a veces algo más que discutible. Stephen King puede que sea el más notorio gracias a su intromisión en el "terror urbano" que naturalmente se impone sobre el "terror sobrenatural" como un imperativo de las condiciones modernas de vida, esos terrores basados en las neurosis del hombre actual y que han sustituido a los antiguos mitos terroríficos de honda raigambre medieval. Hoy son los psicópatas los que han ocupado claramente el lugar de los viejos monstruos.
Dentro del anémico panorama que presenta la literatura de terror hoy, sobresale -acaso por sus ventas millonarias- la novelista norteamericana Anne Rice (1941), reflotando el estilo gótico con, por ejemplo, "Interview with the vampire" (Entrevista con el vampiro) y "The witching hour" (La hora de las brujas). De todos modos, hay que destacar la obra de algunos autores que han sobresalido sobre la mediocridad general, como sin dudas ha ocurrido con los norteamericanos Charles Lewis Grant (1942-2006) con "The house of evil" (La casa del diablo) y "The long night of the grave" (La larga noche de la tumba), y Karl Edward Wagner (1945-1994) con "In a lonely place" (En un lugar solitario) y "Exorcisms and ecstasies" (Exorcismos y éxtasis).
Finalmente, hay que subrayar al británico Ramsey Campbell (1946), generalmente considerado como uno de los grandes maestros contemporáneos del relato de terror psicológico. Hábil en el cuidado de las cuestiones formales del género, ha publicado entre muchos otros, los libros "Alone with the horrors" (Solo con los horrores), "The one safe place" (El único lugar seguro) y "The end of a summer's day" (El final de un día veraniego).
El miedo es una emoción única. Puede provocar el llanto, el ahogo, la inmovilización. Puede salvar de la muerte pero también puede provocar la locura. Puede invadir a cualquiera en cualquier momento. El miedo genera ansiedad y desesperación. Por eso una persona con miedo carga con un poder incomparable: quien tiene miedo es capaz de hacer cualquier cosa. Por eso, al acercarnos a las puertas del terror, la literatura será -una vez más- una manera inteligente de conocer más acerca de nosotros mismos y de ampliar el mundo de nuestra realidad banal.