26 de julio de 2019

Pierre Joseph Proudhon. No más partidos, no más autoridad


Algunos estudiosos lo sitúan entre los “socialistas utópicos”, aceptando aquella definición de que socialista utópico es aquel que desea el socialismo, que sueña una sociedad socialista, pero que no conoce las leyes que rigen la marcha de la sociedad hacia el socialismo, los ritmos y los tiempos de la marcha, las transformaciones sociales previas necesarias. Otros, en cambio, acentúan su carácter anarquista, su radical oposición a cualquier gobierno, su rechazo de las instituciones políticas. En todo caso, es considerado por unos y otros como una mente lúcida y un brillante escritor.
Pierre Joseph Proudhon nació en Besanzon (Francia) el 15 de enero de 1809, hijo de un tonelero y una cocinera. Sus cualidades intelectuales lo hicieron desta­carse en el colegio y conseguir una beca para continuar sus estudios en París, pero nunca abandonó su clase social. Así, el trabajo que redactó mientras disfrutaba de la beca de una importante fundación, “Qu'est-ce que la propriété” (Qué es la propiedad, 1840), constituyó un desafío frontal a cuantas instituciones se apoyaban en la propiedad, como era el caso de la fundación que lo había becado.
Proudhon siempre fue fiel a su clase, incluso al final de su vida, cuando pareció ser conciliador con Carlos Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873) -quien gobernó Francia entre 1852 y 1870 bajo el nombre de Napoleón III-, puede acusársele de error en su valoración política pero no de abandono de los intereses de las clases trabajadoras; no en vano es uno de los pocos intelectuales que procedían de su seno. La publicación esa obra constituyó su entrada en la escena de la vida política, formando un esbozo de programa del que no se apartaría, aquel que plantea que la propiedad es un robo porque le quita al hombre su voluntad, sus ideas, sus iniciativas, su individualidad, su carácter, su trabajo y su igualdad natural.


Decir que la propiedad es un robo podría ser nada más que una frase de condena moral de escaso interés teórico. Pero Proudhon elaboró una argumentación que, si bien es muy diferente y menos técnica que la teoría de la plusvalía que Karl Marx (1818-1883) expuso enDas capital. Kritik der politischen ökonomie” (El capital. Crítica de la economía política), es una conceptualización del mecanismo de explotación capitalista. En este sentido, Proudhon decía que hay una diferencia muy grande entre “pagar los jornales de los obreros” y “pagar a cada obrero su jornal”. Porque, efectivamente, el patrón paga jornales individuales, paga a cada obrero un jornal tal como si trabajara solo; pero no es así, sino que trabaja colectivamente, y al hacerlo el valor de su trabajo es muy superior. La suma de los jornales individuales es inferior a la suma del jornal colectivo que tendría que pagar el patrón y esa diferencia es la robada.


De esta manera, Proudhon creyó descubrir la sofisticada manera de consumarse la explotación, pagando a cada uno su jornal. Mientras tanto, Marx insistió en que el patrón pagaba a cada trabajador el valor de la fuerza de trabajo que ha gastado y no el valor del producto de la fuerza de trabajo, que está muy determinado por el trabajo colectivo y la tecnología. De todos modos, ambos coincidían en que sólo el trabajo produce valor, que el capital es el valor acumulado por el trabajo.
De este análisis sacó Proudhon consecuencias importantes para su pensamiento, especialmente la idea de que el hombre aislado vale menos que el hombre integrado en una colectividad y más aún: que el hombre aislado no vale nada desde el punto de vista económico para el patrón. Todo el interés de éste consiste entonces en unir a los trabajadores, aglutinarlos en unidades productivas centralizadas y complejas, con lo cual aumenta lo que valen, lo que producen y, en definitiva, también aumenta el robo. Esta idea es la base de su incansable oposición a la centralización, a la concentración, es decir, de su ideal anarquista federalista de pequeñas unidades productivas coordinadas, autónomas, tanto a nivel económico como a nivel político, cuya teoría desarrolló en su obra “Du principe fédératif” (El principio federativo, 1863).


Su proyecto social se fue definiendo a partir de 1842/43 como un orden federativo, una sociedad sin propiedad -o con pequeñas propiedades, pues en este punto tuvo muchas vacilaciones-, de pequeñas unidades asociadas autogestionadas, con un total desprecio de la política y con una acentuada crítica a todo sistema que supusiese centralización y jerarquización. Sus obras “De la création de l'ordre dans l'humanité” (De la creación del orden en la humanidad, 1843), “Systéme des contradictions économiques ou philosophie de la misére” (El sistema de las contradicciones económicas o la filosofía de la miseria, 1846) y “Solution du probléme social” (Solución del problema social, 1848) desarrollaron esas ideas, en las que hay muchas ingenuidades utópicas, como la del rechazo del dinero, la creación de un crédito gratuito y la instauración de un Banco del pueblo en el que cada productor pudiese cambiar su cosecha por bonos en cantidad igual a su valor, con lo cual se garantizaría que el intercambio de productos se hiciese de acuerdo con el riguroso valor de los mismos. Estas cándidas ideas expresaron su esfuerzo por encontrar una alternativa a la propiedad y al sistema de producción por ella determinado.


La Revolución de 1848 en París significó una experiencia importante para el entonces diputado de la Asamblea Nacional, y sin duda desplazó su interés del rechazo a la propiedad hacia el rechazo de la política, al menos en términos relativos. Proudhon se mostraba reticente ante la Revolución, intuyendo que la clase obrera no tenía preparación suficiente para aprovecharse de ella, con lo que la caída del régimen imperante dejaría paso a otro, tal vez más liberal, pero no menos amante de la propiedad. De todos modos, una vez que estalló la revolución, se entregó a ella con ardor, estando en las barricadas, aunque seguía pensando que era una revolución caótica, sin nadie que supiera hacia dónde se iba.
Desde el periódico “La voix du peuple”, fundado por él mismo, combatió algunas de las consignas liberales, como la del sufragio universal, los derechos constitucionales y las libertades políticas, ya que pensaba que detrás de ese discurso se ocultaban las verdaderas intenciones de la burguesía para seguir afianzando y extendiendo su régimen de propiedad. El pueblo, según Proudhon, no tenía ideas claras ni dirección, por lo que acabaría -en el mejor de los casos- cayendo en la trampa de un régimen más democrático, pero al mismo tiempo más sólido. De allí en más, se declaró no democrático y se proclamó anarquista.
Sus siguientes obras siguieron desarrollando los mismos temas: “La guerre et la paix” (La guerra y la paz, 1861), “De la capacité politique des classes ouvriéres” (De la capacidad política de las clases obreras, 1865) y “Théorie de la propriété” (Teoría de la propiedad, 1866). Sus seguidores aumentaban, en continua disputa con los marxistas. Proudhon, el filósofo de escasa y desordenada formación teórica, pero lúcido en sus intuiciones y fiel a unos pocos principios, falleció en Passy el 19 de enero de 1865.
En el prefacio a la segunda edición de su “Zur wohnungsfrage” (Contribución al problema de la vivienda, 1887), Friedrich Engels (1820-1895) dijo: “Proudhon representó en la historia del movimiento obrero europeo un papel demasiado importante para caer sin más ni más en el olvido. Teóricamente refutado y prácticamente excluido, conserva todavía su interés histórico. Quien se dedique con cierto detalle al estudio del socialismo moderno, debe también conocer los puntos de vista superados del movimiento”. Las ideas de Proudhon tuvieron un gran arraigo en su patria y pervivieron con fuerza durante los primeros años de la Primera Internacional.