Generalmente guardo y olvido billetes en los libros. Cuando necesito plata busco un poco en mi biblioteca y siempre encuentro uno o dos billetes de mil o de quinientos. A veces tengo mucho, otras veces casi nada, y entonces tengo que ir al banco. El dinero no me importa. Por ejemplo: acaba de verme un señor que quería hacer una película con uno de mis cuentos. Le respondí que mi cuento estaba publicado y pagado, y por lo tanto podía hacer con él lo que quisiera, porque pertenecía al dominio público. Me llamó a la realidad diciéndome: "Vamos a hacer una película. Vamos a ganar dinero. Usted tiene que ganar una parte. Por lo demás, existe la costumbre de pagar a los escritores". Entonces le dije: bueno, haga como quiera.