En efecto, antes del siglo XIX, la vida era más sedentaria, menos sujeta a los cambios. Hoy los cambios se suceden cada vez más rápido, aunque el escenario político gira a un ritmo mucho más veloz que el de nuestra existencia cotidiana. La vida material de cada día, para la mayoría de la gente, no cambia casi nada y si cambia algo, casi siempre es para peor.
Sin embargo, asistimos a enormes cambios en el campo de la tecnología y en la esfera de la política aparecen muy dramatizados. La información se ha convertido en un bombardeo continuo.
Así es. El mundo se ha convertido en algo inmenso y, sin embargo, ya no podemos sentirlo como nuestra casa. Esto significa que los relatos se vuelven extraños, ajenos. La imaginación ha ocupado su lugar. Las sensaciones han sustituido al sentido del destino que constituye la parte esencial de un relato… y lo que está más allá de las palabras muy a menudo carece de cuerpo, de corporalidad. Mientras que cualquier historia, en su significado profundo, es algo que le sucede a los cuerpos: hombres, mujeres, caballos…
Sí, la diferencia que separa a la información de las historias verdaderas está en la perspectiva, en la óptica de los hechos. Una noticia no es un relato. Para observar la esencia de los relatos es necesario que el cuerpo propio del narrador se encuentre en el lugar de los hechos o en las cercanías inmediatas. No se pueden realizar observaciones sobre una pantalla. Lo más que permite una pantalla es leer. Tú, Kapuscinski, eres un corresponsal en el extranjero, un periodista, un viajero, uno de los grandes narradores de nuestro tiempo. Te encuentras siempre en el lugar de los hechos con tu cuerpo, mostrando lo que le sucede a otros cuerpos. A veces parece que el relato tuviera una voluntad propia, la voluntad de ser repetido, de encontrar un oído, un compañero. De la misma manera en que los camellos cruzan el desierto, así los relatos cruzan la soledad de la vida, ofreciendo hospitalidad al oyente o buscándola. Lo contrario de un relato no es el silencio o la meditación, sino el olvido. La narración es un acto que desafía el absurdo, una acción permanente contra la victoria de la vulgaridad y de la estupidez.
Para mí, John, tú no sólo eres una gran figura de la literatura, tienes además un significado muy especial. Una parte tus escritos, sea poesía, prosa o fotografía, me ha enseñado a mirar el arte, la vida y la fotografía con una disposición creativa. El arte es un proceso bilateral. Si el lector no se pone al nivel de la gran literatura, la gran literatura no puede existir. Lo mismo pasa con todo el arte. Pero tengo la certeza de que el arte seguirá vivo porque todos somos creadores. Toda obra de arte, cada vez más, es una creación colectiva, una conquista colectiva que la atención y participación de cada espectador vuelve a la vida.
Existe también la opinión o la interpretación, como la de Enzensberger, que afirma que si bien las generaciones anteriores no fueron testigos oculares de los horrores y los crímenes de su época porque el genocidio y los campos de exterminio eran alto secreto de Estado y no había cámaras de televisión, hoy, por el contrario, los medios de comunicación se muestran dispuestos a entrevistar a los asesinos y a asistir a las matanzas. Así, la guerra civil se convierte en una serie televisiva. El mensaje subliminal viene a decir que el horror es lo común, lo usual.
¡Y de esta manera, los medios se erigen en instancia moral! ¡Y la vida, la realidad del mundo la conocemos por y a través de ellos! Por primera vez en la historia de la humanidad, en la segunda mitad del siglo XX, hemos empezado a vivir no una, sino dos historias. Durante casi siete mil años de historia escrita, hemos vivido una sola historia: la que hemos creado y en la que hemos participado. Pero desde el desarrollo de los medios de comunicación en la segunda mitad del siglo XX, estamos viviendo dos historias: la de verdad y la creada por los medios.
Por lo tanto, nos encontramos en un mundo que ha perdido todo criterio, toda proporción, en el que son los medios los que crean la historia… El historiador del Siglo XXI tendrá una visión de nuestro mundo completamente distinta, llena de tragedias, de dramas, de problemas.
La paradoja, el drama y el peligro están en el heho de que conocemos cada vez más la historia creada por los medios y no la verdad. Por ello, nuestro conocimiento de la historia no se refiere a la historia real, sino a la creada por los medios de comunicación… ¡Si los acontecimientos no aparecen en la TV, es como si nunca hubieran ocurrido! Y lo más alarmante es que los medios los medios, la TV, la radio, están interesados no en reproducir lo que sucede sino en ganar a la competencia.