De unos años a esta parte, en los Estados Unidos la palabra "homeland" está estrechamente vinculada a Homeland Security, un departamento gubernamental creado en los últimos años que, de alguna manera, está violando algo muy preciado para los norteamericanos: la privacidad. Si bien hay muchos miedos en nuestra sociedad actualmente, porque uno quiere protegerse de fanáticos y terroristas, muchos de esos miedos son ficticios, inventados con el propósito de crear una atmósfera de paranoia que nos mantenga bajo presión. Y no estoy hablando tanto del gobierno en sí, sino de cómo están funcionando las cosas en nuestro país. De hecho es el gobierno que elegimos hace cuatro años, pero el tema es que quizás el gobierno no sea el que maneje las cosas. Uno ve esa energía dando vueltas y no puede dejar de pensar en esta última etapa del capitalismo, con las privatizaciones y demás, en donde definitvamente no somos nosotros los que ponemos las reglas.
¿Habla del poder económico?
Exacto, el mejor ejemplo es la cultura de las prisiones: diez años atrás había trescientos cincuenta mil presos en Estados Unidos, ahora hay tres millones de personas. Uno de cada diez norteamericanos está preso y no es que haya más criminales. El hecho es que se privatizaron las cárceles y las empresas necesitan clientes. Se convirtió en un negocio. Hoy, por fumar un porro en la calle te pueden dar veinticinco años de prisión, por más que haya sido tu único contacto con la marihuana en tu vida. Hay mucha tecnología y gente destinada a mejorar el sistema penal y una de las ideas que pensaron fue hacer un transporte especial que una Manhattan con la cárcel de Brooklyn, para poder visitar a tus amigos presos... ¿Esa es la única idea que tuvieron? Es terrible.
Tanto "The end of the moon" como "Homeland" parecen la producción de un intelectual que llama a tomar una posición, más que la de un músico que se mira a sí mismo...
No sé bien qué implica ser un intelectual y si me incluiría entre ellos, pero sí es cierto que me gustaría que los intelectuales, los artistas, los escritores tuvieran más peso en este momento tan problemático. No sé, tengo la sensación de que lo único que está haciendo todo el mundo es chequear sus propios e-mails todo el tiempo. Pero en lo referente a la acción, no pasa demasiado. Siempre hubo una tradición de intelectuales liberales en Estados Unidos que criticaban las situaciones de guerra, que escribían cientos de libros al respecto y realmente se hacían escuchar. Ahora, la verdad es que el silencio es estremecedor... y preocupante.
Al hablar de esta obra, varias veces hizo referencia a la figura de Andy Warhol. ¿A qué se debe?
Ultimamente tengo la sensación de mirar a mi alrededor y todo lo que encuentro es "Andyland" (el país de Andy). Creo que ha tenido una manera interesante de ver a la gente, siempre interesada por la fama, por la muerte, por la violencia, y con un nivel de narcisismo e individualismo realmente increíble. Los "bloggers", los "reality shows", las películas fascinadas por la muerte de una manera refinada... Andy y otros artistas de aquella época hablaban de los célebres quince minutos de fama y, de alguna manera, inspiraron muchas cosas de la actualidad y su pensamiento influenció a la gente y al mundo contemporáneo que, al igual que Andy, conecta la idea de fama y muerte de muchas formas.
¿Ha perdido interés por la cultura pop?
Me gusta la cultura pop, está bueno que exista para los adolescentes, para los niños de catorce años, pero yo me crié como una artista y creo que existe la idea errada de que a cuanta más gente le gusta algo, mejor es; quizá sea justamente lo opuesto, si le gusta a tanta gente probablemente no sea tan bueno. Me gusta que la gente se divierta, que la pase bien... está bien, soy snob, mátenme. Lo único que no me gustan son los musicales de Broadway, si alguna vez me ven cantando allí, probablemente sea porque tuve un colapso nervioso.
"Homeland" aparece como una continuación de su obra "United States I-V" de 1983. ¿Qué la llevó a retomar aquel concepto?
Como a principios de los años '80, cuando comenzó la guerra que incluso hoy continúa con diferentes nombres, estamos viviendo tiempos muy oscuros. Ahí fue cuando saqué la canción "O Superman", que habla de la relación entre la tecnología y el poder, inspirada en un rescate fallido de rehenes en el desierto... Esta es una sexta parte que espero no sea tan oscura, en la que no intento describir las cosas como tienen que ser o como deberían ser en una película, sino que describo lo que veo con mis propios ojos.
La obra incluye una escena casi de la vida conyugal, en la que participa su esposo Lou Reed. ¿Cómo fue la experiencia?
Fue maravilloso, él tiene una forma muy distinta de hacer música, especialmente con lo referido a las letras de las canciones. Siempre me dice que diga lo que quiero de una forma directa y, bueno, yo le respondo que quizás a mí me interese la metáfora. Cada tanto existe un choque entre estas dos ideas, pero en realidad estamos de acuerdo en muchas cosas y cuando trabajamos juntos suele resultar muy interesante. Es como si fuéramos dos abogados que están casados, no le tenemos que explicar al otro qué hace siete horas en Tribunales. Por otro lado, la canción que hacemos juntos se llama "The lost art of conversation" (El perdido arte de la conversación) y es acerca de las ilusiones, de la mística, de la identidad. Tiene que ver con quién es el otro ya que, en realidad, muchas veces en la pareja planteamos quién nosotros creemos que debe ser el otro. Ha sido una idea muy divertida, especialmente para nosotros