Usted
señala que la medicina, que hasta hace poco se ocupaba de curar el cuerpo
enfermo, se está transformando en una biomedicina que actúa sobre el cuerpo
sano, sus susceptibilidades y potencialidades. ¿Implica una transformación en
la forma de concebir el cuerpo?
Sí. El primer cambio, sumamente importante, es
que ahora concebimos el cuerpo ya no como misterio, sino como una suerte de
máquina, ya que los procesos corporales pasan a ser entendidos como procesos
manipulables y mecánicos. Esto permite imaginar nuevas maneras de intervenir
sobre nosotros mismos, que parecen resumirse en problemas técnicos. Por
ejemplo, si tomamos el trasplante de órganos, acaba de morir la persona que
recibió el primer trasplante de riñón en los años '50. Por entonces el
trasplante de un organismo a otro era algo apenas pensable, mientras que ahora
ha pasado a ser tan de rutina que se habla de "déficit de órganos" como si
fuera natural extraer un órgano y reemplazarlo por otro. O sea que el cuerpo se
convierte en una máquina, y como máquina puede ser organizada y reorganizada;
inicialmente, quizá, para rectificar cosas que se descompusieron. Pero la línea
entre reorganizar el cuerpo para corregir algo que está mal y reorganizar el
cuerpo para aumentar la capacidad, lo que llamamos "optimizar", se está
desdibujando. En segundo lugar, creo que estas manipulaciones sobre el cuerpo
operan en otra escala. En el libro me refiero al giro molecular de la
biomedicina contemporánea: el hecho de que los mecanismos del cuerpo se buscan
a nivel molecular. La molecularización permite considerar en muchos aspectos a
tejidos, proteínas y moléculas como unidades manipulables y transferibles, que
pueden moverse de un organismo a otro. En suma, describiría la nueva forma de
comprender el cuerpo como la combinación entre estas dos tendencias: el cuerpo
como un mecanismo manipulable y ese mecanismo entendido a nivel molecular.
En
relación con la idea de cuerpo-máquina, disiente con Deleuze, para quien en
nuestra época el cuerpo-máquina deja lugar a un cuerpo-signo, en la medida en
que comienza a ser interpelado como información.
Esa idea del cuerpo-signo ya estaba en Georges
Canguilhem. En efecto, la idea surgió cuando los genetistas James Dewey Watson
y Francis Harry Compton Crick decodificaron el código genético. Entiendo la
importancia de ese aspecto, pero creo que los cuerpos no son sólo información.
Son físicos, contienen sustancias, la operación del genoma no depende sólo de
la información contenida en él sino de sus propiedades topográficas. Las
propiedades de las proteínas dependen de la forma de doblarse y desdoblarse,
subiendo del nivel molecular hasta el nivel superficial. Pienso que la metáfora
informacional de la vida es, en ese sentido, engañosa: no es más que una forma
de volverla apta para su capitalización y explotación económica.
En cuanto
a la metáfora maquínica, eso nos puede llevar a pensar que el cuerpo se vuelve
menos biológico que antes, pero usted dice que no es así.
Exacto: si bien está mejorado artificialmente,
este nuevo cuerpo ya no es un "cyborg" híbrido de humano y aparato mecánico,
como en el uso de prótesis e implantes, desde el audífono hasta el marcapasos.
A diferencia de los usos de la computación y la robótica, que parecerían volver
a los seres humanos menos biológicos, las nuevas tecnologías de mejoramiento
molecular buscan transformar el cuerpo a nivel orgánico, desde adentro: el ser
humano se vuelve mucho más biológico.
¿Eso es lo
que crea tanto desasosiego en relación con las nuevas técnicas de mejoramiento?
Me parece que lo que más preocupa a los críticos
es la sensación de que, a diferencia de las anteriores prácticas de
automejoramiento -que exigían un entrenamiento duro, ciertas penurias y el
ejercicio de la voluntad-, estas técnicas de optimización pueden adquirirse sin
demasiado esfuerzo. La idea es que vamos hacia un "cuerpo a la carta", muy
promovida por el mercado, donde se prometen mejoras en casi cualquier aspecto
para quienes están en condiciones de pagarlas. También causa resquemor el hecho
de que antes se recurría a las intervenciones especializadas para curar
patologías, y que ahora, en cambio, los destinatarios de esas intervenciones
son consumidores que deciden acceder a ellas sobre la base de deseos no
marcados por una necesidad sino por la cultura del consumo.
En "Políticas de la vida" habla de una "forma de vida emergente". ¿Cuáles son sus
características?
La primera, más general, es que nos relacionamos
con nosotros como individuos corporizados, lo que llamo la individualidad
somática. El sentimiento de que hay una relación ética con este mundo y la
clave es una existencia corporal somática: actuar sobre el cuerpo,
transformarlo, mejorarlo, darle forma; y entender eso en el lenguaje de la
biomedicina está pasando a ser el rasgo más omnipresente de muchas sociedades.
Omnipresente no porque todo el mundo actúe así, sino porque se ha convertido en
una especie de norma. Para poner un caso, en Inglaterra los debates sobre la
obesidad y sobre el consumo de alcohol -uno estético, el otro moral- son
ejemplos de la relación que debería tenerse con el propio cuerpo, regido por
las ideas de salud y enfermedad, individual y colectiva. La obesidad es también
un problema colectivo debido al costo que tiene para el sistema de salud. La
forma de vida de la que hablo no es una en la que cada uno funciona de acuerdo
con alguna norma particular, sino que la vida es uniformada y juzgada según
cierto tipo de norma corpórea, una relación sobre responsabilidad personal, de
cómo manejar la propia existencia somática con la ayuda de una multitud de
expertos que dicen cuáles son los límites saludables del consumo de alcohol o
que ofrecen tratamientos a trastornos, ya sea con drogas o con intervenciones
quirúrgicas. Si somos ciudadanos responsables debemos hacer ese trabajo sobre
nuestros cuerpos informados por los lenguajes de expertos biomédicos.
Estos
cambios, ¿tienen su origen en una necesidad política, o se produce, más bien,
una apropiación política de cambios ocurridos en otros campos?
Es indudable que en la actualidad hay una
preocupación política tanto por el cuerpo individual como por el colectivo,
pero mi idea es que esa preocupación está enmarcada de una manera muy diferente
de cómo lo era en la época de la eugenesia. Antes, se decía: "debemos tratar de
eliminar a las personas que tienen tales patologías para maximizar la calidad
de la raza"; hoy se trata de responsabilizar a cada individuo, a cada familia,
a que cuide de su cuerpo para el bien de todos y cada uno. Si tomamos la
obesidad, de nuevo, se les propone comer alimentos sanos pero también tratar de
que el individuo incorpore una norma de autocontrol. De esta forma, el vínculo
entre la gestión y la autogestión del cuerpo individual y la gestión del cuerpo
colectivo de la población se convierte en una necesidad política.
En algunos
autores, este cambio ha sido mencionado como una ofensiva neoliberal, donde el
foco se pone en el interés del individuo en mejorar su "capital humano". ¿Está
de acuerdo con esa interpretación?
Desconfío un poco del uso del término neoliberal
porque me parece menos una descripción que un juicio. Cuando a la gente no le
gusta algo, dice: "es neoliberal". Sin duda, la estrategia es remitir mucha de
la responsabilidad por el manejo de cada problema de salud a la capacidad de
acción individual. Se promueve el desarrollo de diversas organizaciones que
enseñan a los individuos a manejar sus cuerpos en forma responsable. Se abre
así el manejo de los cuerpos a las fuerzas del mercado: uno lo ve en Internet,
donde hay organizaciones comerciales que nos guían y proveen los recursos para
hacer toda clase de cosas al cuerpo y a la mente. Y hay una nueva relación
entre el aparato político y este conjunto de fuerzas. Vuelvo al alcohol: en el
Reino Unido se debate si debería o no haber una ley con un precio mínimo. ¿Es
esto neoliberal? Prefiero analizarlo en sus propios términos: en parte puede
ser conveniente, en parte se podría decir que es increíblemente ingenuo. ¿Como
decirle "coma frutas y verduras" a una persona que tiene tres chicos, no tiene
dinero y está rodeada de restaurantes de comida rápida, donde se pueden comer
cantidades de calorías instantáneas por menos de dos dólares? Decirle a esa
persona "tiene que hacerse responsable del manejo de su relación con el
cuerpo" es, por supuesto, totalmente cínico. Uno puede hacer una crítica del
neoliberalismo por no haber reconocido las condiciones que arrojan a la gente
en este estilo de vida y la obligan a estos comportamientos y elecciones, pero
decir simplemente "esto es neoliberalismo" creo que vacía el análisis.
¿Hay un
pasaje de la biopolítica a la bioeconomía, en la medida en que la economía tomó
a su cargo la gestión de la vida?
Es imposible actualmente desanudar la verdad
biológica y biomédica de su capitalización en términos de rédito económico.
Pero no es que el interés en el manejo de los cuerpos individuales y colectivos
abandonó el campo político y ahora se trata solamente de intereses económicos.
Lo interesante es observar el entrelazamiento. Por ejemplo: el movimiento
global de salud mental suele poner como argumento de sus intervenciones la
cantidad enorme de personas en condiciones de recibir diagnóstico de trastornos
psiquiátricos y el costo potencial que tienen para la economía.