Nicolás
Cristóbal Guillén Batista nació el 10 de julio de 1902 en Camagüey, capital de
la provincia cubana del mismo nombre. Cuando terminó sus estudios de Bachillerato
comenzó a publicar sus versos, colaborando en revistas como “Camagüey Gráfico”,
de su ciudad natal, y “Orto”, de Manzanillo, publicación esta última en la que
también colaboraron prestigiosos poetas como Amado Nervo (1870-1919), Juan
Ramón Jiménez (1881-1958), Gabriela Mistral (1889-1957), César Vallejo (1892-1938),
Federico García Lorca (1898-1936),
Rafael Alberti (1902-1999)
y Raúl Roa (1907-1982).
En 1922 comenzó
a estudiar Derecho en la Universidad de La Habana, carrera que, desencantado,
pronto abandonó. De regreso a Camagüey, organizó y dirigió la revista “Lys” -que
tuvo muy poca duración- y se desempeñó como corrector de pruebas y redactor en
el diario “El Camagüeyano”. También fue empleado del Ayuntamiento de Camagüey
hasta 1925, año en que regresó a La Habana y consiguió un empleo en la
Secretaría de Gobernación. En la ciudad capital participó activamente en la
vida cultural y política de protesta contra el gobierno autoritario del admirador
confeso de Benito Mussolini (1883-1945), el militar, empresario y líder del Partido
Liberal Gerardo Machado (1869-1939), lo cual implicó que sufriera varios arrestos.
Por entonces, mientras escribía numerosos poemas, fue tomando posiciones comprometidas y críticas sobre el desequilibrio social y económico de su país, aspectos éstos sumamente convulsionados que afectaban gravemente a los ciudadanos. En septiembre de 1933 se produjo un golpe militar liderado por el coronel Fulgencio Batista (1901-1973) con el amparo del Secretario de Estado de los Estados Unidos Cordell Hull (1871-1955) y el Embajador de los Estados Unidos en Cuba Benjamin Sumner Welles (1892-1961), y asumió la presidencia Ramón Grau San Martín (1881-1969) quien, en los años siguientes, intensificó la represión contra los movimientos socialistas. Guillén se incorporó al grupo de redacción de la revista “Mediodía” -la cual llegó a dirigir en 1937-, un medio que se ocupó no solo de lo literario y artístico sino también de la difícil situación del país, la crisis económica, las luchas obreras y estudiantiles, etc.
También en 1937 viajó a México para participar en un congreso organizado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios de México donde se relacionó con los artistas Diego Rivera (1886-1957) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974); y luego, en plena Guerra Civil, viajó a España para participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Barcelona, Madrid y Valencia. Allí se vinculó con escritores de la talla de Antonio Machado (1875-1939), Ilya Ehrenburg (1891-1967), Tristán Tzara (1896-1963), Ernest Hemingway (1899-1961), Rafael Alberti (1902-1999), Pablo Neruda (1904-1973), Miguel Hernández (1910-1942) y Octavio Paz (1914-1998).
Cuando
regresó a Cuba ingresó en el Partido Comunista -en el que militó hasta su
muerte-, dirigió la revista “Mediodía” y participó de los movimientos de
vanguardia de los periódicos “Gaceta del Caribe” y “Revista Avance”. Por
entonces su situación no era fácil, entre otras razones porque el Partido
Comunista se hallaba en plena ilegalidad y por la enorme inestabilidad
económica y política del país. En noviembre de 1945 inició una gira por América
del Sur visitando Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela,
durante la cual mantuvo conversaciones con artistas e intelectuales de la
región y dictó varias conferencias. Luego, en 1951, participó en el World Peace
Council (Consejo Mundial por la Paz), en Praga y en Viena, y al año siguiente
viajó a la Unión Soviética, a la República Popular China y a Mongolia. De
regreso a Cuba colaboró en el semanario “La última Hora” mientras el antes
citado Fulgencio Batista daba un nuevo Golpe de Estado y asumía como “presidente
provisional”, cargo desde el que suspendió el Congreso, suprimió las libertades
políticas y el derecho de huelga y restableció la pena de muerte. Ante esas
circunstancias, Guillén optó por el exilio ya que la situación se había vuelto
insostenible para él.
Viajó entonces a Bruselas, Bucarest, Budapest, Praga, Sofía, Varsovia, Zurich y finalmente se estableció en París. En 1958 su pasaporte caducó y el consulado cubano en París se negó a renovárselo, por lo cual fue detenido e interrogado por la Office National d’Immigration (Oficina Nacional de Inmigración). Fue llevado a juicio y absuelto, pero a pesar de ello se le exigió abandonar el país. Fue el mencionado poeta español Rafael Alberti quien acudió en su auxilio y consiguió que el gobierno argentino le otorgase el visado del país. Viajó a la Argentina y ofreció conferencias en Buenos Aires, Corrientes, Rosario y Santa Fe mientras se publicaba uno de sus libros. Estando en el país austral se enteró del triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro (1926-2016) y Ernesto “Che” Guevara (1928-1967), por lo que regresó de inmediato a Cuba donde desempeñaría en los años siguientes distintos cargos, entre ellos la presidencia de la Unión de Escritores, un cargo que mantuvo hasta su fallecimiento.
Por entonces, mientras escribía numerosos poemas, fue tomando posiciones comprometidas y críticas sobre el desequilibrio social y económico de su país, aspectos éstos sumamente convulsionados que afectaban gravemente a los ciudadanos. En septiembre de 1933 se produjo un golpe militar liderado por el coronel Fulgencio Batista (1901-1973) con el amparo del Secretario de Estado de los Estados Unidos Cordell Hull (1871-1955) y el Embajador de los Estados Unidos en Cuba Benjamin Sumner Welles (1892-1961), y asumió la presidencia Ramón Grau San Martín (1881-1969) quien, en los años siguientes, intensificó la represión contra los movimientos socialistas. Guillén se incorporó al grupo de redacción de la revista “Mediodía” -la cual llegó a dirigir en 1937-, un medio que se ocupó no solo de lo literario y artístico sino también de la difícil situación del país, la crisis económica, las luchas obreras y estudiantiles, etc.
También en 1937 viajó a México para participar en un congreso organizado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios de México donde se relacionó con los artistas Diego Rivera (1886-1957) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974); y luego, en plena Guerra Civil, viajó a España para participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Barcelona, Madrid y Valencia. Allí se vinculó con escritores de la talla de Antonio Machado (1875-1939), Ilya Ehrenburg (1891-1967), Tristán Tzara (1896-1963), Ernest Hemingway (1899-1961), Rafael Alberti (1902-1999), Pablo Neruda (1904-1973), Miguel Hernández (1910-1942) y Octavio Paz (1914-1998).
Viajó entonces a Bruselas, Bucarest, Budapest, Praga, Sofía, Varsovia, Zurich y finalmente se estableció en París. En 1958 su pasaporte caducó y el consulado cubano en París se negó a renovárselo, por lo cual fue detenido e interrogado por la Office National d’Immigration (Oficina Nacional de Inmigración). Fue llevado a juicio y absuelto, pero a pesar de ello se le exigió abandonar el país. Fue el mencionado poeta español Rafael Alberti quien acudió en su auxilio y consiguió que el gobierno argentino le otorgase el visado del país. Viajó a la Argentina y ofreció conferencias en Buenos Aires, Corrientes, Rosario y Santa Fe mientras se publicaba uno de sus libros. Estando en el país austral se enteró del triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro (1926-2016) y Ernesto “Che” Guevara (1928-1967), por lo que regresó de inmediato a Cuba donde desempeñaría en los años siguientes distintos cargos, entre ellos la presidencia de la Unión de Escritores, un cargo que mantuvo hasta su fallecimiento.
En 1962, al cumplirse el 60º aniversario de su nacimiento, las instituciones culturales cubanas celebraron actos en su honor, incluyendo una exposición sobre su vida y su obra en la Biblioteca Nacional José Martí. Cinco años más tarde participó en el Encuentro de Escritores organizado por la Casa de las Américas con motivo del centenario del poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) y ese mismo año fue invitado a participar en el Congreso Internacional del Pen Club realizado en Costa de Marfil, África. Al año siguiente participó en los actos conmemorativos del centenario del escritor ruso Máximo Gorki (1868-1936) celebrados en Moscú, la capital de la Unión Soviética, donde también recibió un homenaje en la Dom Druzhby s Narodami Zarubezhnykh Stran (Casa de la Amistad con los Pueblos de Países Extranjeros).
Tras una larga enfermedad, Nicolás Guillén falleció en La Habana el 16 de julio de 1989. Sus últimos años fueron muy complicados en materia de salud: arteriosclerosis, mal de Parkinson, varios infartos e incluso unos días antes de fallecer le fue amputada la pierna izquierda. En reconocimiento a su obra literaria y su actividad política, el Consejo de Estado cubano decretó dos días de duelo nacional. Las exequias se realizaron al pie del monumento a José Martí ubicado en la Plaza de la Revolución, un espacio público emplazado en la intersección de las avenidas Paseo y Rancho Boyeros, cerca del Palacio Presidencial. En 2019 se inauguró una estatua de tamaño natural en la Plaza de los Trabajadores de Camagüey, su ciudad natal, y otro tanto se hizo en 2022 en la Alameda de Paula, un paseo marítimo ubicado en la bahía de La Habana.
Cinco años después de su deceso se fundó en La Habana la Fundación Nicolás Guillén. Con filiales en las provincias de Camagüey, Ciego de Ávila, Las Tunas, Matanzas y Santiago, y también en la provincia de San Cristóbal de República Dominicana, su intención fue y es la de preservar y difundir su trabajo promoviendo eventos, publicaciones y actividades para mantener viva su memoria y su contribución a la cultura y la literatura. En ese sentido, el pasado mes de julio se realizó las provincias de La Habana, Ciego de Ávila y Camagüey la Jornada Guilleneana con el propósito de mantener vivo el legado literario y social del escritor, evento que incluyó presentaciones de poemarios y libros, así como el Festival de la Poesía Sóngoro Cosongo, además de conversatorios, visitas a hogares de ancianos y presentaciones artísticas.
El escritor, crítico literario y profesor argentino David Viñas (1927-2011) consideró alguna vez que la escritura era una extensión del propio cuerpo y, por lo tanto, escribir era también poner el cuerpo, dar la cara. Evidentemente en Guillén la escritura le sirvió para comprometerse política y socialmente, alzando su voz contra la discriminación y las injusticias, y planteando sus criterios y opiniones en una clara relación entre la ética y la estética mediante la ironía y la memoria histórica. Los poemas siguientes son una muestra en concordancia con esos criterios:
No me dan pena los burgueses vencidos.
Y cuando pienso que van a darme pena,
aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos.
Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas.
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes.
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños.
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida.
Pienso en mis largos días.
—No pase, por favor. Esto es un club.
—La nómina está llena.
—No hay pieza en el hotel.
—El señor ha salido.
—Se busca una muchacha.
—Fraude en las elecciones.
—Gran baile para ciegos.
—Cayó el Premio Mayor en Santa Clara.
—Tómbola para huérfanos.
—El caballero está en París.
—La señora marquesa no recibe.
En fin, que todo lo recuerdo.
Y como todo lo recuerdo,
¿qué carajo me pide usted que haga?
Pero además, pregúnteles.
Estoy seguro
de que también recuerdan ellos.
Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
Entre otras cosas
falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado,
donde abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho,
y dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza de quien
no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma. Así lo dejo escrito.
Por su
parte el ensayista, poeta, profesor, editor y coordinador de encuentros
literarios Juan Nicolás Padrón Barquín (1950) publicó en la revista digital “Lectámbulos”
el artículo “Guillén: humor diverso y memoria histórica”, en el cual destacó
que Guillén “logró lo que ningún poeta cubano había conseguido en la modernidad
del siglo XX: integrar elementos esenciales de la cultura cubana en poemas que
la representaran como nación. Se enfatizaron en la promoción los matices
políticos e ideológicos de su obra, pero él tuvo siempre presentes otros factores
de cubanía y cubanidad, en el humor -no solo mediante la sátira política, sino
a través de la ironía socarrona del costumbrismo- y la memoria histórica,
infiltrada tanto de manera indirecta, hábil e insinuada, como en rasgos del
melodrama, sin temor a convertirla en superficial”.