No es
mucho lo que se sabe con certeza acerca de la vida de Arquímedes de Siracusa, a
pesar de que su figura fue enaltecida o deformada por innumerables anécdotas y
leyendas de toda índole. El hecho indudable de haber muerto a manos de un
soldado romano en el saqueo que siguió a la caída de Siracusa en el año 212
a.C. bajo el control del cónsul romano Marco Claudio Marcelo (268-208 a.C.) y
el testimonio del gramático bizantino Johannes Tzetzes (1110-1180), según el
cual, Arquímedes habría vivido setenta y cinco años, sitúan la fecha de su
nacimiento en el año 287 a.C.
La vida de
Arquímedes transcurrió entonces en pleno período helenístico o alejandrino (323
a.C. a 30 a.C.), y es muy probable que visitara Alejandría y frecuentara a los
sabios del Museo y de la Biblioteca, como lo hace suponer las cartas que más
tarde envió, con trabajos científicos, a los matemáticos Conón de Samos
(280-220 a.C.) y Eratóstenes de Cirene (276-194 a.C.). Pasó, sin duda, el resto
de su vida en su ciudad natal, viviendo las vicisitudes de las primeras
guerras púnicas, bajo el largo reinado de Hierón II (306-215 a.C.), con quien
estaba vinculado y hasta quizás emparentado.
De
atenerse a las leyendas que adornaron su vida, Arquímedes fue célebre y famoso
entre sus conciudadanos: "Mostradme un hombre que haga crecer dos espigas
de trigo donde hoy sólo crece una y le concederé más honores que a
Arquímedes" dijo el propio rey Hierón. Esa fama de inventor ingenioso
llegó hasta la actualidad a través de los escritos de los historiadores Polibio
de Megalópolis (203-120 a.C.), Tito Livio (64 a.C.-17 d.C.) y Plutarco de
Queronea (46-120) entre otros escritores antiguos, los que -en forma algo
variada y con ribetes novelescos- narraron la vida del notable ingeniero
militar de Siracusa. De todas maneras, su fama no descansa sobre esas hazañas,
reales o no, verosímiles o no, sino en los escritos que de él se han conservado;
escritos que no se refieren a sus inventos mecánicos, sino a ajustados trabajos
científicos que lo convirtieron no sólo en el más grande de los matemáticos
griegos, sino en uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos.
La obra de
Arquímedes se perfila con caracteres propios frente a la de los otros dos grandes
matemáticos alejandrinos: Euclides de Alejandría (330-275 a.C.) autor de
"Los elementos", un sistema de conocimientos -en gran parte
originales- ordenados y compilados científicamente, y Apolonio de Perga
(262-190 a.C.), autor de "Sobre las secciones cónicas", una extensa
monografía que trató de agotar un tema agregando a lo conocido muchísimos aportes
propios y bautizando a las secciones del cono con sus nombres actuales:
parábola, hipérbola y elipse.
Arquímedes,
en cambio, se reveló exclusivamente como investigador. Sus escritos son cabales
memorias científicas en las que se da por conocido todo lo antes creado sobre
el tema y se aportan nuevos elementos. No obstante, en su obra, los escritos
aparecen algo inconexos respecto de los temas; pero todos son originales, todos
aportaron una nueva contribución, un nuevo método o una nueva idea. Redactados
en su dialecto dórico, siguió rigurosamente el método euclideano de fijar
previamente las hipótesis que postula, a las que les siguen los teoremas
cuidadosamente elaborados y terminados, pero en los que el proceso utilizado
para lograr los resultados parece haberse ocultado deliberadamente,
circunstancia que unida a la dificultad a veces intrínseca del tema, no hace
fácil la lectura.
Además de
los escritos anteriores, hoy existentes, se le adjudican obras perdidas, de las
que se tienen noticias, ya por él mismo, ya a través de fuentes griegas o
árabes. Así, por ejemplo, se menciona un tratado sobre los poliedros regulares,
donde Arquímedes enumera trece poliedros semirregulares, es decir, poliedros
cuyas aristas y ángulos poliedros son todos iguales, pero las caras son polígonos
regulares no todos iguales.
Las
contribuciones de Arquímedes a la geometría revolucionaron la materia, y sus
métodos sobre cálculo integral se anticiparon unos 2.000 años a Isaac Newton
(1643-1727) y Gottfried Leibniz (1646-1716). Lo sorprendente es que los
trabajos matemáticos de Arquímedes fuesen relativamente poco conocidos
inmediatamente tras su muerte. Al respecto, el historiador de la ciencia
Marshall Clagett (1916-2005) escribió en "Archimedes in the Middle
Ages" (Arquímedes en la Edad Media, 1984): "A diferencia de los Elementos
de Euclides, los trabajos de Arquímedes no fueron ampliamente conocidos en la
antigüedad. Es cierto que algunos de sus trabajos individuales fueron
estudiados en Alejandría, ya que Arquímedes fue a menudo citado por tres
eminentes matemáticos de Alejandría: Heron, Papo y Teón. Sólo después de que
Eutocio sacara ediciones de alguno de los trabajos de Arquímedes con
comentarios en el siglo VI d.C., llegaron los importantes tratados a
convertirse en más ampliamente conocidos".
Muy
curiosa resulta la historia de los manuscritos del "Método", la obra
más estudiada de Arquímedes, pues es la que ha llegado hasta el presente con
mayor exactitud. El "Método" desapareció de la circulación en tiempos
desconocidos y no fue recuperada hasta 1906, gracias a la sagacidad del eximio
erudito Johann Ludwig Heiberg (1854-1928). El gran helenista e historiador de
la Matemática exhumó la obra de Arquímedes en circunstancias casi novelescas,
de un palimpsesto medieval (pergamino en el que el primer texto escrito ha sido
lavado para escribir una obra nueva) de la biblioteca del Priorato del Phanar
del Patriarcado griego del Santo Sepulcro de Jerusalén, en Constantinopla (hoy
Estambul, Turquía).
Tras una
titánica labor de arqueología matemática, Heiberg consiguió transcribir, letra
a letra, el contenido del texto arquimediano, reconstruir figuras semiborradas
y restablecer el orden secuencial de las hojas que había sido muy alterado.
Tras la Primera Guerra Mundial, el manuscrito fue adquirido por una familia
francesa que lo conservó hasta 1998, cuando decidió venderlo en una subasta
celebrada en la sala Christie's de Nueva York. El anuncio de la subasta
movilizó al gobierno griego que intentó paralizarla con el argumento de que el
manuscrito había sido robado. Sin embargo, la demanda no prosperó y el
"Método" salió a la venta. En un último intento por recuperar la
obra, el gobierno de Grecia, acudió a la subasta llegando a ofrecer 1,9
millones de dólares, pero un coleccionista norteamericano -cuya identidad no se
reveló- pagó 2,2 millones de dólares y lo adquirió para luego prestarlo al
Walters Art Museum con sede en Baltimore, para que se exhibiese al mundo.