6 de julio de 2024

Alfredo Serrano Mancilla: “Yo creo que cuando un presidente se disocia de lo que pasa en la cotidianidad es cuando va a tener una derrota por goleada más pronto que tarde”

El economista, académico, asesor político y escritor español Alfredo Serrano Mancilla (1975) es el fundador y actual Director Ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), una institución fundada en el año 2014 que se dedica al análisis de los fenómenos políticos, económicos y sociales de los países de América Latina y el Caribe. Especialista en economía pública, desarrollo y economía mundial, se doctoró en Economía Aplicada en la Universidad Autónoma de Barcelona (España) con la tesis doctoral “Reforma del Impuesto sobre el Valor Añadido: evaluación del impacto redistributivo, pobreza y bienestar social”. Además realizó estancias predoctorales en Módena y Bolonia (Italia) y en Québec (Canadá). Nacido en La Línea de la Concepción, un municipio de la provincia de Cádiz en la comunidad autónoma de Andalucía, ha realizado trabajos de investigación en Argentina, Bolivia, Canadá, Ecuador, España, México y Venezuela, y se desempeña como Profesor de Posgrado y Doctorado en varias universidades internacionales.
Habitual columnista en medios de prensa como “Página 12” (Argentina), “La Razón” (Bolivia), “El Ciudadano” (Chile), “Público” (España), “La Jornada” (México), “Russia Today” (Rusia) y “La Diaria” (Uruguay), es autor de los ensayos “Evo - Operación Rescate”, “América Latina en disputa”, “¡A (re) distribuir! Ecuador para todos”, “El pensamiento económico de Hugo Chávez” y “¡Ahora es cuándo, carajo! Del asalto a la transformación del Estado en Bolivia”. El pasado mes de mayo presentó en la 48° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires su primera novela: “El gol que me falta”, obra en la que narra la historia de un jugador de fútbol estrella que se presenta como candidato a presidente en las elecciones de Argentina.


Para Serrano Mancilla, la literatura es un terreno fértil para abordar cuestiones políticas mediante la ficción, y sobre ello se refirió en las entrevistas que concediera a Alfredo Grieco y Bavio del medio de comunicación digital “elDiarioAR” y a Jorge Fontevecchia del diario “Perfil”, publicadas el 5 y el 7 de mayo de 2024 respectivamente. Un resumen de ambas es lo que se reproduce a continuación.

“El gol que me falta”, ¿es una novela autobiográfica? ¿Quién es Alfredo Serrano Mancilla, el economista doctorado en Barcelona que dirige CELAG, el arquero suplente y andaluz de un club exitoso de casting internacional de la Ciudad Condal y narrador de esta ficción política, o el novelista también nacido en Cádiz que se estrena con esta narración apasionante, el (primer) gol que le faltaba en sus publicaciones?
 
Tengo muy poco que ver con el amigo del mejor jugador del mundo de fútbol de todos los tiempos, quien es el narrador de esta historia. Él es andaluz como yo. Pero él se dedicó al fútbol profesionalmente y yo no. Y además, él es arquero, y yo, cuando jugaba, lo hacía de mediocentro. Yo llegué a Barcelona para hacer mi doctorado y él para jugar al fútbol al más alto nivel. Yo llegué a Argentina para quedarme y él vino a acompañar al mejor jugador del mundo de todos los tiempos en plena campaña electoral presidencial. Además, él aprendió a jugar al truco y yo no. No es una novela autobiográfica, pero sí aborda mis dos pasiones: el fútbol y la política. Y tenía ganas de hacerlo desde la ficción porque de alguna manera es otra forma de contar cosas, seguramente con menos autocensura de la que nos imponemos en otros menesteres. Y también con menos prejuicios ideológicos de lo que se suele abusar en cada ensayo. Y además quería llevar esta ficción al terreno de lo electoral, donde se magnifica todo. Es una suerte de thriller político-electoral, con la Argentina de fondo.
 
En la República Argentina, todos los lectores (el masculino es deliberado) vemos a través del ropaje ficcional de “el Argentino”, el protagonista entrerriano de “El gol que me falta”, al santafesino Lionel Messi. ¿Hacemos mal? (Es cierto que la novela también contiene alusiones a Messi, el personaje histórico).
 
No. No es ni Messi ni Maradona. Aunque bien podría ser cualquiera de los dos. Porque en un país tan futbolero como Argentina seguramente un día, más pronto que tarde, tendremos un candidato presidencial procedente del fútbol. Esto ya ha pasado en otros países, como Weah en Liberia, Balón de oro que luego fue presidente de su país. O también tenemos el caso de Chilavert, más exitoso en el fútbol que en la política. Por eso que en esta novela es ficción pero quizás un día sea realidad. En el libro, “el Argentino” es entrerriano. Nacido en Gualeguaychú. Y tiene una personalidad muy diferente a esos dos grandes de la historia universal del fútbol. En cada campaña electoral ocurren muchísimas situaciones que no son tratadas habitualmente en los manuales clásicos de ciencia política. Y es por eso que tenía ganas de narrarlo desde una novela de ficción. Pero no con la intención de adoctrinar ideológicamente. La intención es más problematizar el día a día de un candidato presidencial, sus avatares, su relación con los asesores, con la jefatura de campaña, con su entorno familiar, con los medios de comunicación. Y llevarlo en algunas ocasiones al extremo. Para eso sirve la ficción.
 
La novela “El gol que me falta” invita a abandonar todo prejuicio contra la literatura de ficción didáctica, pedagógica: que enseña. Como sin quererlo, al terminar de leer el libro sabemos mucho más que antes sobre campañas electorales, elecciones presidenciales, sistemas de partidos políticos y sondeos de intención de voto en las democracias iberoamericanas. ¿Era un propósito del autor desde antes de sentarse a escribir?
 
Quería escribir sobre lo electoral desde otro ángulo. Siempre pensé que es un campo fértil para la literatura. Porque hay intriga, porque hay una fecha final, el día de las elecciones, en la que sabremos el desenlace. Porque se mezclan muchas sensaciones, donde todo se intensifica, se magnifica. Donde nada es lineal, no siempre hay una secuencia lógica de los acontecimientos. En cada campaña electoral, ocurren muchísimas situaciones que no son tratadas habitualmente en los manuales clásicos de ciencia política. Y es por eso que tenía ganas de narrarlo desde una novela de ficción. Pero no con la intención de adoctrinar ideológicamente. La intención es más problematizar el día a día de un candidato presidencial, sus avatares, su relación con los asesores, con la jefatura de campaña, con su entorno familiar, con los medios de comunicación, con las herramientas habituales usadas en toda campaña, como son las encuestas o los jingles. O sea, verlo desde otro punto de vista. Y llevarlo en algunas ocasiones al extremo. Para eso sirve la ficción. Para narrar por ejemplo qué hace un candidato presidencial como “el Argentino”, el mejor jugador de fútbol del mundo, en las horas previas a saber los resultados. O cómo le influye una discusión familiar en un momento importante de la campaña. O qué hace con los trapos sucios que trae consigo. Son aspectos humanos que están presentes en la realidad, pero de lo que se habla menos en los análisis electorales y políticos.
 
¿Qué relación hay entre fútbol, política y elecciones? En la novela se explora una dimensión: la posibilidad real de una candidatura presidencial viable que goza entre el electorado de popularidad y el conocimiento previos sin rival. ¿Qué otras relaciones unen o contaminan a clase política y élite futbolística?
 
La novela justamente pone de relieve que no hay atajos en la política. Es decir, el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos parte de esa doble ventaja, ser muy muy conocido y gozar del aplauso mayoritario de la sociedad, pero cuando entra en el terreno de la política y de lo electoral, comienza una peregrinación distinta. Dicho de otro modo más sencillo: una vez que cambia de cancha, estará sometido a toda la contaminación que trae consigo cualquier campaña electoral. Y le tocará remar a contracorriente, afrontar situaciones nuevas para él aunque sean viejas para la política; deberá tomar decisiones, asumir riesgos, enfrentar campañas sucias, tomar posición ante toda coyuntura que se le avecina. “El gol que me falta” narra en cada capítulo todo ese periplo lleno de contradicciones y situaciones a veces surrealistas y laberínticas. ¿Se imagina que el candidato tiene una fobia? ¿Cómo habría que tratarla? O, ¿es mejor presumir de tiene mucho dinero o no? ¿Es necesario que esconda sus gustos si éstos no coinciden con lo que piensa la mayoría de la sociedad argentina o no? ¿Hay hacerle caso a todo lo que dicen las encuestas o mejor no obsesionarse con ellas? ¿Hay que acudir a la televisión para ganar la elección si ya eres muy conocido? Son muchas de esas cosas las que están en libro. A veces darán ganas de reír y otras de pensar.
 
En “El gol que me falta” hay una imagen muy positiva y proactiva de las provincias del Litoral argentino, en contra de estereotipos porteños. ¿Es también la opinión del autor?
 
Seguramente en este eje sí que aparece algo “muy de mí”. Nací en la periferia en España. En el Sur. En la provincia de Cádiz. Y en Argentina he vivido mucho en Capital, pero también he tenido periodos hermosos en Entre Ríos. Hay un poco de homenaje a todo ello. Y sin caer en la tentación de mitificarlo, quería que en la novela tuviera presencia esa otra Argentina. Por ejemplo, hay tres personajes, que son tres viejitos, de Gualeguaychú, que acaban siendo importantes por cómo ven las cosas, casi más que los asesores. Y me parecía que era otra manera de explicar la cotidianeidad de este país. Seguramente, la novela pretende realzar esas periferias.
 
¿Qué punto de contacto hay en la novela y en el novelista con el asesor político, con el sociólogo, con el pensador, con lo real?
 
Esta novela, creo que, por un lado tiene el objetivo de contar cosas saliendo de la autocensura que nos imponemos cuando hablamos, pensamos o escribimos. Creo que la literatura es un género muy fértil, maravilloso, para poder abordar, a partir de la ficción, todo lo que tiene que ver con la política y las elecciones en una sociedad en movimiento, y por momentos aparentemente distópica, como es la argentina. Creo que es otra manera de afrontar lo que sigo estudiando. De hecho, lo escribí en los tres últimos años previos a la llegada de Milei. Iba percibiendo que estaban pasando cosas y me parecía interesante abordarlas desde un thriller electoral que es un género literario poco explotado y que siempre tiene su desenlace final en el día de la elección. Luego, abordar todo ese laberinto que es una elección, que yo creo que tiene mucho de magnificar emociones, contradicciones, mezquindades, de situaciones surrealistas que van pasando, y poner a la democracia en jaque a la hora de discutir situaciones inesperadas. Por eso yo quería traer parte de la experiencia, contándolo de otra manera; seguramente se desliza mi hipótesis política de fondo, pero con muy poco prejuicio. De hecho, poco tengo que ver con quien escribe. El candidato, que es el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, argentino, quien se retira y a la hora de decidir qué hace el día después, acepta una propuesta para ser candidato presidencial en la Argentina, y a partir de ahí se desenlaza la trama, con ese trasfondo de un futbolista más que reconocido y exitoso, cómo sería el desembarco a la política y a las elecciones en un país como Argentina. En la novela hay cosas reales y hay cosas ficcionales, y me apetecía ponerme en la figura de este personaje, que además no es nuevo.
 
¿Y cuál es el gol que le falta a Milei en particular?
 
Yo diría que no disociarse de la realidad. Es el gol que le falta a cualquier político que tenga responsabilidad, no desapegarse, no inventar, no disociar lo que pasa en el día a día. Cuando a un presidente se le consulta por el precio de la leche, si no lo sabe es preferible decir “no lo sé y ahora voy a llamar a mi ministro para saber cuál es el precio”, más que desprestigiar a la periodista que le hizo esta pregunta, como en el caso de la BBC, o incluso tratarla mal por una pregunta que es muy pertinente para la ciudadanía. Yo creo que cuando un presidente se disocia de lo que pasa en la cotidianidad, en la heladera de la mayoría de las familias de un país, es cuando va a tener una derrota por goleada más pronto que tarde. Para esto hay que tener perspectiva de las cosas, no será ni el primero ni el último. Hicimos un trabajo reciente en CELAG de análisis de los presidentes en América Latina, de que algunos empezaron con un promedio de imagen positiva similar a la de Javier Milei, incluso superior, pero en los últimos cuatro meses terminaron con una imagen positiva en el piso. Como por ejemplo Piñera, Lasso, Duque, y demás.
 
Y podríamos agregar también a Alberto Fernández, que en el momento de la pandemia llegó a tener un 80% de imagen positiva.
 
También, durante varios meses. El primer semestre después de su toma de posición tenía una imagen positiva muy superior a la de Javier Milei. A Piñera le pasó parecido, a Duque también. Y en esto creo que todos los signos ideológicos tienen que tener perspectiva, más allá si van a un lugar u otro. Y todo depende de cuánto te disocies de la realidad porque es importante entender lo que le pasa a la gente, más allá de las batallas culturales que quiere dar, que son legítimas, pero cuando el estómago no está lleno, la batalla cultural tiene un freno.

Permitime ser tan disruptivo como el propio Milei. Nosotros medimos la popularidad de los presidentes en sus países, entonces, imaginemos por un instante que, en realidad, el público que Javier Milei quiere conquistar no es argentino sino el público global de la derecha, y que a ese público le habla Milei. Por lo cual, si en su plan económico triunfe o fracase en la Argentina no es tan importante para él como lo fue ganar las elecciones. ¿Se podría medir, en las redes sociales, el grado de llegada que deja Javier Milei a nivel global? Porque si uno se basa en sus discursos, como el de ayer en Los Ángeles o como el de Davos hace un par de meses, pareciera que la popularidad que él desea, no está en su país.
 
Además de ser una gran idea, nosotros lo hemos medido. Presidentes de un país, en otro país. No en el caso de Milei, pero lo tendremos más pronto que tarde. Pero existe ese tipo de juego, porque es cierto que Javier Milei tiene un público internacional, pero con cierta afinidad ideológica. De hecho, en España se va a reunir, no con el partido de la derecha española, sino con el partido marginal de la ultraderecha española. Es importante aclarar que en España el partido popular de la derecha española, que ha tenido presidencia desde Aznar hasta Rajoy, no va a recibir con honores a Javier Milei. Sí lo va a hacer VOX, que es un partido hijo del franquismo y que hoy en día es cuarto en términos de electorado en España. Efectivamente, tiene su público internacional, con ciertas facilidades ideológicas, pero también hay una parte del público mundial que está desconcertado y no termina de entenderlo. Mucha gente no termina de entender a Milei, desde la clase política hasta la ciudadanía, porque sus códigos, sus formas y su violencia verbal es difícil de digerir. Creo que estamos en un momento donde Javier Milei está intentando recibir el aplauso de determinados foros, pero también el rechazo inequívoco. Yo no sé si él cree que hay una conexión entre la performance internacional para un determinado sector con su popularidad en la Argentina. Dicho sea de paso, cuando uno mira las encuestas con lupa, empieza a crecer eso que se llama “regular-bien”, y baja un poco eso que llaman “buena” o “muy buena”. Dicho de otro modo, se atenúa el apoyo positivo que tienen, que yo creo que está más basado en el odio hacia la otra parte de la política que en afinidades hacia él. Porque el día a día de los precios de las cosas, los bajos salarios y una situación económica al borde del colapso, y que lo pretenda normalizar y naturalizar... Yo creo que más pronto que tarde tendrá un respaldo cada vez más decadente.

2 de julio de 2024

Martín Caparrós: “Tratar de ver si encuentro formas nuevas, géneros confusos, es parte del desafío que hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo”

El periodista y escritor argentino Martín Caparrós (1957) se inició en la práctica del periodismo a los dieciséis años mientras cursaba sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Al mismo tiempo militaba en una de las organizaciones políticas armadas que en las décadas de los años ’60 y ’70 conformaban lo que se conoció como “movimientos de liberación nacional”, en medio de un ámbito marcado por los sucesivos golpes de Estado que asolaban a la Argentina. En 1976, con la instauración de la más siniestra dictadura militar que gobernó el país, decidió exiliarse en París. Allí se licenció en Historia en la Universidad de la Sorbona. Luego se radicó en Madrid, donde tradujo a escritores de la talla de William Shakespeare (1564-1616)
​, Francisco de Quevedo (1580-1645) y François Marie Arouet, Voltaire (1694-1778). Con el retorno de la democracia volvió a la Argentina donde desarrolló una larga actividad en los diarios “Noticias”, “Tiempo Argentino” y “Página/12”; en las revistas “El Porteño”, “Goles”, “Babel” y “Página/30” y en algunos programas de radio y televisión. Actualmente radicado en Madrid, donde publica sus columnas en los diarios “El País” y en “The New York Times” en su versión en español, es autor de una numerosa obra que ha sido publicada y traducida en más de treinta países, y que ha ganado varios premios internacionales.
Entre muchas otras, pueden mencionarse las novelas “Ansay o los infortunios de la gloria”, “El tercer cuerpo”, “La noche anterior”, “Un día en la vida de Dios”, “Valfierno”, “A quien corresponda”, “La Historia”, “Los Living”, “Todo por la patria”, “Echeverría”, “Sinfín”, “Sarmiento” y “Los abuelos”. También ha publicado los volúmenes de crónicas “Larga distancia”, “La guerra moderna”, “¡Dios mío! Un viaje por la India en busca de Sai Baba”, “Contra el cambio. Un hiperviaje al apocalipsis climático”, “El Interior”, “Una luna” y “La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina” -en coautoría con Eduardo Anguita (1953)-; y los ensayos “La patria capicúa”, “Argentinismos”, “Qué país. Informe urgente sobre la Argentina que viene”, “El hambre”, “Lacrónica” y “Ñámerica”.
Sus últimas obras son la novela digital e interactiva “Vidas de J.M.” y “El mundo entonces. Una historia del presente”, un raro ensayo en forma de un imaginario manual de Historia escrito por una historiadora del siglo XXII que analiza la actual organización social y económica del mundo y pone el foco en sus profundas grietas.


Precisamente sobre esta obra y sobre la actual situación socio-económica de la Argentina se refirió en la entrevista que le realizó Pablo Díaz Marenghi publicada en el diario “Clarín” el 9 de abril de 2024.

¿Este libro nace a partir de tus columnas en “El País”?
 
En realidad, lo pensé como un libro desde un principio. Charlando con la directora de “El País”, Pepa Bueno, le planteé la posibilidad de ir publicando los capítulos en el diario y a ella le pareció bien. Entonces se fueron publicando pero los trabajé como capítulos de un libro. Cuando los reuní todos, pude tener una mirada distinta. Luego los reelaboré bastante y agregué estas pequeñas historias de personajes que aparecen y que tienen algo que ver con el capítulo anterior o posterior. De algún modo le da más carnadura, más humanidad al asunto. Es una mezcla de celebridades y desconocidos.
 
Solés hablar de la toma de distancia para escribir y pensar mejor. Aquí hay una distancia ficcional que se vuelve clave en la narración. ¿Por qué te interesa esto?
 
Creo que sirve para mirar de nuevo aquello que uno ve demasiado a menudo y que, por lo tanto, ya deja de ver porque lo tiene incorporado. Está lleno de cosas que uno no percibe a su alrededor. En muchos casos, porque uno no se toma el trabajo de averiguarlo o por costumbre. Por ejemplo, cuando describo a la cocina como una sala de máquinas. ¡No lo había pensado! Cuando empecé a mirar desde afuera veía que en la cocina hay veinte, treinta máquinas y en el resto hay mucho menos. O la tontería de dónde hacemos qué: tomarse una ginebra en el living de tu casa bueno, si son las nueve de la noche no pasa nada. Si te lo tomás en el baño, empieza a ser raro y obsceno.
 
En una entrevista anterior con este medio hablaste de cómo te interesaba prestarle atención al mecanismo, la forma de contar historias. Pienso en la forma de este libro como un dispositivo inclasificable. ¿Es No ficción? ¿Ensayo? ¿Crónica? ¿Te interesa pensar en esto?
 
Me desafía la posibilidad de producir libros que no se sepa bien que son. Que el librero tenga que darle cuatro vueltas y pensar dónde lo pongo. Me parece un ejercicio literario más interesante, reproducir un género ya esta altura se ha hecho tanto y se hace tan automáticamente que no me excita, en cambio este tratar de ver si encuentro formas nuevas, géneros confusos es parte del desafío que hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo después de no sé cuantas docenas de libros.
 
Hay interpretación y reflexión sobre el presente entrecruzada con datos. A la vez, vuelven temas recurrentes en tu obra como el hambre, el medio ambiente o Dios.
 
Una de las premisas del libro era tener muchos datos. No hacer afirmaciones retóricas sino tratar de describir, en sentido muy concreto, cómo es este mundo. ¡Hay tantas cosas que no pensamos! Por ejemplo, un dato que encontré por ahí: pensamos a los países como entes inmutables y resulta que de los doscientos que hay ahora en el mundo solamente ocho existían hace doscientos años. Todos los demás son inventos recientes. Eso es algo que uno no lo piensa como tampoco piensa que la forma país se ha impuesto de una manera extraordinaria. Hasta hace cincuenta años había otras formas de organización del territorio. Desde que empezó a haber estados hubo colonias. Es la primera vez en la historia de la humanidad en que no hay colonias. Hay cinco, seis islas; rémoras. Está lleno de cosas raras. Pero vos hablabas de mis constantes. Y sí, por supuesto, sigo creyendo que lo más notorio cuando uno mira al mundo actual son las desigualdades. Es algo que en general notamos poco. Nos resulta difícil mirar un poco más allá y darnos cuenta de que algunos somos bastante privilegiados. Hay un cuarto de la población mundial que no tiene agua corriente. No tiene canillas en las casas. Y cuando se corta el agua decimos, ¡la puta madre! En los alrededores de Buenos Aires hay gente que tiene que ir a buscar agua con un balde. Lo más complicado fue elegir qué capítulos iba a tratar de armar. Quería que hubiera un poco de todo: desde la salud, el amor o la alimentación hasta la geopolítica, la guerra y las formas de gobierno pasando por todo el resto; las economías, la influencia de las técnicas actuales. Era complicado, le di muchas vueltas y después le di muchas vueltas también al orden.
 
Respecto a esto, dejaste para el final cuestiones ligadas a la tecnología, la digitalización y a cómo se piensa el futuro. Incluís, incluso, un perfil sobre el creador de TikTok ¿Eran temas sobre los cuales solías reflexionar?
 
Algunas de las cosas las venía pensando porque es la vida cotidiana de todos nosotros. El tema fue tratar de entender un poco más cómo funciona y para eso sí, estuve leyendo bastante. Creo que podría haber sido más historicista en esa parte porque se me cruza mucho la idea de cuando empezó Internet -soy lo suficientemente viejo como para recordarlo- y despertó toda esta expectativa de que iba a ser un espacio distinto, igualitario, abierto, libre hasta que se transformó en el lugar más controlado por el dinero y los grandes poderes que uno pueda imaginar. Y lo hicimos en muy poco tiempo. Es muy curiosa la historia de cómo esa ilusión de libertad se deshizo tan brutal y velozmente.
 
En relación a esto que planteabas sobre las desigualdades y las falsas promesas de libertad, en la introducción al libro mencionas que la globalización es, más bien, el triunfo casi absoluto del modelo de las potencias de Occidente. ¿Qué pasa con las falsas promesas de la globalización?
 
Ahí postulo que llamar contemporánea a la época en la que vivimos es una especie de disparate epistemológico. Toda edad es contemporánea de sí misma. Seguramente de acá a cien años habrá historiadores astutos que se darán cuenta de esto y le cambiarán el nombre. A mí me parece que el nombre que corresponde es el de Edad Occidental porque no hay ningún otro momento en la historia del mundo en que una pequeña región haya ejercido semejante influencia sobre todo el planeta. En todos los aspectos: políticos, religiosos, técnicos; desde la música o los automóviles hasta las formas de vestir. Todo viene de Occidente. Es muy fuerte, más allá del dominio político o económico, el grado de influencia que ha tenido en desparramar el modelo por el mundo. Nunca se había visto. Por eso me parece justo llamarle Edad Occidental a este periodo que corresponde a los últimos doscientos cincuenta años. El tema es que yo creo que se está acabando.
 
Allí es donde mencionas el crecimiento de China.
 
China -también India, pero sobre todo China- está recuperando el papel que siempre tuvo. Siempre fue el Estado más poderoso del planeta. Dejó de serlo durante trescientos o cuatrocientos años creo que por pura soberbia. No les importó nada el resto del mundo. El problema es que ahora creo que han entendido que es una época en que la globalización hace que no se pueda ser una potencia hegemónica sin ocuparse del resto del mundo. Ahora sí entendieron y ejecutan esta idea de expandirse que hasta hace muy poco no les importaba. Ahí es donde viene, probablemente, el gran cambio de las próximas décadas. Ojalá sea pacífico pero hay chances de que no lo sea, porque ninguna potencia deja su lugar sin pelear.
 
El abanico de temas abordado es muy diverso y, al mismo tiempo, funciona como un muestrario de esta época. Por ejemplo, en el capítulo donde hablas de las cosas, cómo estamos rodeados de miles de objetos innecesarios, o acerca del sexo y las transformaciones en la familia. ¿Cuáles serían los núcleos del mundo entonces?
 
Es difícil, porque hay algunos que me interesan o me entretienen más, pero me parece que sin los otros dejan de tener el sentido que deberían. Por ejemplo, las cosas. Efectivamente, es un mundo muy chiflado. Está lleno de cosas que pensamos como totalmente efímeras y cuyo origen no tenemos ni idea. Hasta hace relativamente poco, doscientos años, las cosas se hacían para que duraran para siempre dentro de lo posible y uno sabía de dónde venían, quién las había hecho o por lo menos dónde, cómo. Ahora pasa todo lo contrario. Doy un dato: en una casa media norteamericana hay alrededor de doscientos mil objetos. Otra cosa que me llamó la atención: más del 80% de lo que consumimos se mueve en barco. Uno casi ni los ve y, sin embargo, sin esos barcos este mundo, así, no existiría.
 
Otro eje posible sería el mundo virtual y las apariencias. Das una cifra contundente sobre el sexo: las personas le dedicamos el 0,45% de nuestro tiempo a ejercerlo y, sin embargo, parecería ocupar una dimensión mucho mayor. ¿Vivimos en un mundo cada vez más ilusorio?
 
Uno jamás lo pensaría porque se pasa la vida teniendo algunas formas de relación con lo sexual; pensando, recordando, planificando. Sin embargo, en términos materiales no es nada. Hay ciertos aspectos de la vida que se desmaterializan cada vez más. Ahí hay algo que dice la historiadora: en esa época todavía había mucho sexo presencial. De esa manera me divertía con su sorpresa ante ciertas cosas. Uno se queda pensando: ¿Cómo será el sexo, entonces, en su época?
 
Otro eje es la política. Incluís un perfil de Putin. Esperaba leer uno sobre Javier Milei pero no está. Hace poco en otra entrevista dijiste que su triunfo electoral “me devolvió un país que creía conocer muy bien y que no conozco”. ¿Cómo lo analizás?
 
Primero fue esa extrañeza, la de sorprenderme de que mi país eligiera para gobernarlo a un señor tan notoriamente desquiciado, tan claramente incapacitado para gobernar el país. Me preguntaba cómo fue que diez, quince millones de personas pensaron que un señor que dice que recibe instrucciones en su perro muerto puede ser su presidente. Eso me hizo pensar en un país muy arruinado e irritado que quería lo más extremadamente diferente que pudiera encontrar. Me parece clarísimo que la Argentina necesitaba a alguien que no tuviera que ver con aquellos que la arruinaron en los últimos treinta años pero pensé que podíamos inventar a alguien un poco más esperanzador, un poco menos disparatado. Fuera de eso, su acción de gobierno por ahora es extraña. Creo que la única base en la que se sostiene es esa confianza que consiguió suscitar siendo una especie de bestia que se diferenció de todos los demás, pero hasta ahora todas las medidas que ha tomado están perjudicando mucho a mucha gente. Es difícil imaginar que toda esa gente va a seguir aceptando que este señor tome medidas que la dejan en situaciones muy precarias. Tiene esta astucia de pelearse con X, Y, Z como para desviar un poco la atención del hecho de que los comedores populares, que son el último recurso de tantas personas, están sin comida porque el Estado no les manda más. Yo puedo creer que el Estado exagera en muchas de sus intervenciones, pero si no sirve para garantizar que todas las personas que lo necesitan no se mueran de hambre, entonces no sirve para nada realmente. Quizás eso es lo que él está tratando de demostrar, pero lo va a demostrar con la muerte de muchas personas. Es un personaje muy siniestro.
 
Tampoco se vislumbra, del otro lado, una resistencia o liderazgo claro.
 
No, para nada porque justamente lo que hay del otro lado son los distintos sectores que jodieron a la Argentina y la llevaron a esta situación en la que pudo ocurrírsele elegir a este disparate. Esa es su gran arma. El hecho de que no hay ninguna oposición creíble, ninguna propuesta diferente y va a ser complicado formarla. Son procesos que tardan años y a veces no se concretan nunca. En general algo aparece. Pero si yo te hubiera dicho hace cinco años esto y lo que apareció fue Milei, no es un planteo muy esperanzador. Creo que Milei va a decepcionar muy rápidamente a la mayoría de quienes lo apoyaron. Ya algunos lo están. Lo que no veo, creo que todavía nadie lo sabe, es qué vamos a hacer con esa decepción.
 
Tenemos vidas largas para pensarlo, tal como decís en tu libro.
 
Al respecto, ese me parece otro dato elocuente. En los últimos sesenta años, la esperanza de vida, el tiempo que se supone que una persona promedio vive, aumentó veinte años. Eso es un cambio absoluto, radical. Vivimos en promedio veinte años más que nuestros abuelos. Es mucho eso y es un dato fuerte para pensar que pese a todas las tentaciones apocalípticas que nos dan, hemos mejorado en muchas cosas y no hay ninguna razón para creer que vamos a dejar de hacerlo. Es mucho más gracioso ponerse apocalíptico, se levantan muchas más minas con el apocalipsis que con la boludez del progreso. Sin dudas. Pero si te pones a ver cuál es el trayecto de la sociedad en los últimos siglos, ves que hay una mejora infinita. Entonces, ¿por qué de pronto va a dejar de suceder esto?