Para encontrar los fundamentos de la estructura colonial en Latinoamérica, es conveniente preguntarse por qué -a pesar de haber sido, ambas, colonias europeas- América Latina es hoy subdesarrollada mientras América del Norte se encuentra desarrollada. Con frecuencia se han propuesto dos tipos de supuestas explicaciones que están a la vez ligadas entre sí. Una de ellas es que América del Norte se benefició por el trasplante de las instituciones progresistas del capitalismo inglés, mientras que América Latina quedó perjudicada por el trasplante de las instituciones retrógradas del decadente feudalismo ibérico. La otra supuesta explicación, es que hubo una diferencia importante entre el carácter de los nuevos pobladores del Norte y los latinoamericanos: que los unos fueron protestantes empresariales y los otros católicos flojos. La primera explicación debe descartarse porque claramente carece de validez histórica: el capitalismo empezó a desarrollarse en Italia, España y Portugal, siendo éstos países católicos y las instituciones de las colonias inglesas y protestantes del sur de los Estados Unidos y del Caribe no resultaron ser notablemente más progresistas que las latinoamericanas. Además, no es exacto que la península Ibérica haya trasplantado sus instituciones a Latinoamérica. En cuanto a la segunda explicación, en la medida en que efectivamente hubo diferencias entre los nuevos pobladores de las distintas partes del nuevo mundo, habría que preguntarse acerca del porqué de estas diferencias.Los motivos de la colonización española los resumió Adam Smith al escribir que "todas las empresas de los españoles en el nuevo mundo, después de la de Colón, parecen haber sido ocasionadas por el mismo motivo. Fue la sagrada sed del oro, la que llevaron Ojeda, Nicuesa y Vasco Núñez de Balboa al istmo de Darién, la que llevaron Cortés a México y Almagro y Pizarro a Chile y a Perú".
Las minas de oro y plata en México y Perú se aprovecharon evidentemente explotando a la mano de obra indígena y aprovechando su alta civilización y gran organización social. Es igualmente evidente que los españoles y los portugueses no montaron una explotación igual de minas en el Caribe, Brasil, Argentina y otras partes, porque no pudieron hacerlo por la sencilla razón de que no había minas en aquellas regiones. Y si los ingleses que se fueron al norte de América no explotaron minas de metales preciosos allí, esto se explica exactamente por el mismo motivo, no porque no querían sino porque no podían. De esta manera, los portugueses, los franceses y los ingleses crearon plantaciones de azúcar en Brasil y las Antillas y de algodón en el sur de América del Norte, porque no les fue posible explotar minas allí, aunque sí les fue posible aprovechar el clima para explotar mano de obra esclava en una economía de exportación, puesto que se podía también proveer dichas regiones de tal mano de obra, importándola de África.Entonces podemos preguntarnos por qué los mismos franceses e ingleses no hicieron igual en la Nueva Francia y Nueva Inglaterra. La respuesta salta a la vista: porque estas regiones carecían de todas las condiciones geológicas, climáticas y de población indígena precisas para poder implantar una economía de exportación. Así fue también en la Argentina, hasta que el desarrollo del sistema capitalista mundial permitió -en el siglo XIX- convertir a nuestro país en exportador de lana, carne y trigo; así como convertir a parte de Brasil, parte de Colombia y Costa Rica en exportadores de café.
Así, el estudio comparativo de las variedades en la colonización europea del nuevo mundo nos conduce a una conclusión fundamental, que a primera vista puede parece paradójica, pero que es fiel expresión de la dialéctica del desarrollo capitalista: mientras mayor fue la riqueza para explotar, más pobre y subdesarrollada es la región hoy; y mientras más pobre fue la colonia, más rica y desarrollada es la región hoy. La razón fundamental es una sola: el subdesarrollo es producto de la explotación y el desarrollo se logró donde esta estructura del subdesarrollo no se implantó porque no fue posible hacerlo. Todos los otros factores son secundarios o derivados del factor fundamental del tipo de explotación.
Así, el estudio comparativo de las variedades en la colonización europea del nuevo mundo nos conduce a una conclusión fundamental, que a primera vista puede parece paradójica, pero que es fiel expresión de la dialéctica del desarrollo capitalista: mientras mayor fue la riqueza para explotar, más pobre y subdesarrollada es la región hoy; y mientras más pobre fue la colonia, más rica y desarrollada es la región hoy. La razón fundamental es una sola: el subdesarrollo es producto de la explotación y el desarrollo se logró donde esta estructura del subdesarrollo no se implantó porque no fue posible hacerlo. Todos los otros factores son secundarios o derivados del factor fundamental del tipo de explotación.
Adam Smith, fundador del liberalismo económico, lo expresó muy claramente: “El descubrimiento de América dio origen a cambios esenciales. Al abrir un mercado tan amplio y nuevo a todas las mercaderías de Europa, promovió en las artes una ulterior división del trabajo y posibilitó adelantos que de otra manera nunca hubieran podido tener lugar en Europa y creció con él el ingreso y la riqueza real de todos sus habitantes. La plata del nuevo continente parece, de esta manera, ser uno de los productos principales por el cual se hace el comercio entre las dos extremidades del viejo continente y es por intermedio de este comercio, en gran medida, que estas partes distantes del mundo son ligadas entre sí. Sin embargo, para los indígenas de las Indias Orientales y Occidentales, todos los beneficios comerciales que podrían haber resultado de estos acontecimientos se han hundido y perdido en las desgracias espantosas que han ocasionado”.
El economista escocés consideraba al capitalismo como el estadio natural de las relaciones sociales. En su obra principal "Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones" el liberalismo aparece como motor del progreso económico, aunque pudiera ocasionar "desgracias espantosas" tal como reconoció en 1776. Como se dice en Derecho, a confesión de partes, relevo de pruebas.