16 de octubre de 2025

Cuentos selectos (XXXVI). Silvina Bullrich: “El tercero en discordia”

La escritora, traductora, periodista y guionista de cine argentina Silvina Bullrich (1915-1990) fue una de las escritoras de la generación de los años ‘50 del siglo pasado, época en la que se destacaron, entre otras, Beatriz Guido (1922-1988), Elvira Orphée (1922-2018), Marta Lynch (1925-1985) y Sara Gallardo (1931-1988). Nacida en Buenos Aires en el seno de una familia aristocrática, cursó la escuela primaria en el colegio Onésimo Leguizamón ubicado en el barrio de Recoleta y completó sus estudios en la Alliance Francaise. Durante su adolescencia realizó numerosos viajes a París, algo que influyó en su cultura. Comenzó a escribir en su adolescencia y logró publicar algunos de sus poemas en la revista “Atlántida”, un semanario de gran tirada creado por el editor uruguayo-argentino Constancio C. Vigil (1876-1954). Hacia fines de los años ’30 fue convocada por el escritor Eduardo Mallea (1903-1982), por entonces editor del suplemento literario del diario “La Nación”, a colaborar en dicha publicación. Ello la llevó a vincularse con Silvina Ocampo (1903-1993), Manuel Mujica Láinez (1910-1984), Adolfo Bioy Casares (1914-1999) y Jorge Luis Borges (1899-1986). Con el autor de “El Aleph” e “Historia universal de la infamia”, en 1945 compiló una serie de cuentos y poemas de más de veinte autores argentinos, una antología que titularon “El compadrito. Su destino, sus barrios, su música”. Unos años antes ya había comenzado su prolífica tarea literaria que incluyó más cuarenta obras, fundamentalmente novelas.
Entre ellas, por nombrar sólo algunas, figuran “Calles de Buenos Aires”, “Bodas de cristal”, “La redoma del primer ángel”, “Teléfono ocupado”, “Los burgueses”, “Los salvadores de la patria”, “Mañana digo basta”, “Los pasajeros del jardín”, “Un momento muy largo”, “Mal don”, “Escándalo bancario”, “Te acordarás de Taormina”, “El hechicero”,A qué hora murió el enfermo” y “La bicicleta”. Entre sus obras también pueden citarse los tomos de cuentos “Historia de un silencio” e “Historias inmorales”; los de ensayos “La aventura interior”, “Carta abierta a los hijos” y “La mujer postergada”; los de crónicas periodísticas “El mundo que yo vi” y “La Argentina contradictoria”; y los de biografías “George Sand” y “Flora Tristán, la visionaria”. La temática de sus obras por lo general giró en torno a los intereses económicos y los conflictos existenciales de la burguesía, su clase social. Desde una perspectiva -para algunos críticos- feminista, narró historias de mujeres frustradas, las pugnas y conflictos de su estatus social, las alegrías y sinsabores de familias adineradas y decadentes, y la soledad de las mujeres en la madurez.


Gran admiradora de las letras francesas (trabajó como profesora de Literatura Francesa en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata y en el Instituto Francés de Estudios Superiores), tradujo al español, entre otras obras, “Le deuxième sexe” (El segundo sexo”), “L'invitée” (La invitada), “Les mandarins” (Los mandarines), “Mémoires d'une jeune fille rangée” (Memorias de una joven formal) y “La force de l'âge” (La plenitud de la vida) de Simone de Beauvoir (1908-1986); “Mauprat” de George Sand (1804-1876), “Écoute, mon ami” (Escucha amigo) de Louis Jouvet (1887-1951) y “Léon Morin, prêtre” (León Morin, sacerdote) de  Béatrix Beck (1914-2008). Y en francés también escribió la obra teatral “Les ombres” (Las sombras).
 Silvina Bullrich llegó a ser una de las escritoras más vendidas de su época; durante años encabezó la lista de “best sellers” y llegó a vender más de un millón de sus libros, algunos de ellos traducidos a varios idiomas. Sin embargo, a pesar de su popularidad y el enorme éxito de ventas de sus obras -a menudo olvidadas por la crítica-, prácticamente no llegó a ser reconocida por el mundo literario y poco a poco su nombre fue cayendo en el olvido luego de su fallecimiento.


El cuento que sigue a continuación -El tercero en discordia- formó parte de “Historias inmorales”, publicado en 1965. En el año 2008 fue incluido en “Historias de mujeres infieles”, una antología editada por la socióloga y escritora Natalia Moret (1978) y el poeta y editor Santiago Llach (1972) que incluyó cuentos de catorce escritoras argentinas, entre ellas Silvina Ocampo (1903-1993), Sara Gallardo (1931-1988), Hebe Uhart (1936-2018) y Ana María Shua (1951).

EL TERCERO EN DISCORDIA
 
Mi abuela me decía: “Cuando te cases no dejes entrar a ningún amigo con intimidad a tu casa. Cuidado con el tercero en discordia”. Mi abuela tenía opiniones inquebrantables sobre el matrimonio. A lo largo de las conversaciones nos las asestaba en forma de axiomas y yo creía en ellas a pies juntillas, sobre todo porque era la única materia sobre la cual tenía ideas hechas. Todo lo demás la dejaba indiferente; nunca conocí sus ideas políticas, ni artísticas, ni literarias; hablaba poco de modas, nada de cocina, desconfiaba del teléfono, del gas, de la electricidad y del automóvil, ignoraba los deportes y los viajes. Su tema, su único tema, era el matrimonio. Cuando alguna de sus amigas protestaba por el carácter irascible de su marido, mi abuela decía: “te casaste, te embromaste”. El matrimonio para ella era un estado total, se entraba a él como al convento. Supongo que mi madre no habrá compartido esa opinión con ella, pero no lo sé a ciencia cierta porque murió cuando yo tenía apenas tres años; mi padre se volvió a casar, yo viví casi siempre con mi abuela, oyendo sin cesar sus máximas conyugales. Temo que mi larga soltería se haya debido al temor de no estar a la altura de esa severa institución llamada matrimonio.
Me casé a los treinta y cuatro años con una muchacha encantadora de veintitrés, que durante el primer año hizo de mí el hombre más feliz de la Tierra. El “te casaste, te embromaste” de mi abuela no cabía en nuestra pareja, colmada de todas las dichas del amor, del placer, del entendimiento, de la sensualidad. Alejandra, como mi abuela, y en esto se parecían sin duda, tenía una vocación definida: el amor; en este caso el amor conyugal. Confieso que pese al deseo que su atracción despertaba en mí me costaba seguir sus renovados impulsos, aplacar sus urgencias, cumplir con los refinados ritos de su sensualidad imaginativa e insaciable.
Este estado de exaltación duró un año y medio o dos. Un día advertí que nuestros ademanes eran menos armónicos, nuestra unión más forzada y que ya el amor no nos transportaba como una alfombra mágica por los aires en medio de regiones encantadas, sino que era un acto preciso, un poco monótono, pese a mis esfuerzos de imaginación. Para esos casos existe la vida mundana, o sea los demás. Hasta entonces habíamos vivido muy aislados, En mis oídos repercutían siempre los axiomas de mi abuela: “no permitas que nadie entre en tu casa con intimidad; los amigos íntimos destruyen los matrimonios”. Pero las cosas ocurren pese a los axiomas y, después de salir durante varios meses con grupos animados de gente vacía, los dos, empujados por una inclinación semejante, fuimos estrechando nuestro círculo hasta convertirnos en tres. Ya sé, todo esto parece muy sencillo, muy evidente, la estúpida historia del eterno triángulo. La gente tiene una tendencia infantil a simplificar ese mecanismo tan complejo que se llama ser humano.
Ricardo era un hombre incapaz de acostarse con la mujer de su mejor amigo. Tenía principios tan sólidos como los de mi abuela, era profundamente religioso, consideraba el matrimonio como una institución sagrada y sentía un leve desdén, casi un poco de asco, por el placer de los sentidos. Había sido seminarista durante un año y su mala salud le impidió cumplir con lo que consideraba su misión en este mundo. Inteligente, brillante, gran lector, cultivaba con esmero el arte de la conversación. Aquí me detengo. ¿Cómo contar esta historia inasible, sutil, donde no ocurrió nada visible y los tres, sin embargo, vivimos la más ardiente aventura interior? No lo sé, pero lo intentaré.
Era un invierno frío, de esos que nos gustaban a Alejandra y a mí, enamorados de la vida entre obras de arte, libros, delicias culinarias y grandes troncos en la chimenea. Ricardo venía a comer a casa casi todas las noches. No llegaba nunca con las manos vacías, pero al entrar había que adivinar lo que traía. Siempre era algo chico, apenas visible: una lata de caviar, un ramo de violetas, la edición príncipe de un soneto de Shakespeare, y a veces, cuando creíamos que había llegado sin nada, nos servían un champagne o un vino francés que había entregado a la criada junto con su abrigo. Alejandra, a su vez, se esmeraba en la cocina, descubría perdices aun cuando la caza estaba vedada, frambuesas, estragón,
endivias, champignones, todo lo difícil de obtener para probar refinamiento.
Había siempre entre nosotros un cuarto invitado: alguna mujer amiga de Alejandra a quien el novio había plantado, o recién viuda, o recién divorciada que miraba a Ricardo con ojos cargados de esperanzas. Hay tan pocos hombres que valen la pena -suspiraba-, lo único que quieren es una aventura pasajera, yo creo en el gran amor, es lo único que vale, la plata no me importa... y los lugares comunes se sucedían hasta el segundo plato, en que Ricardo con una brutalidad inesperada, los derrumbaba con dos o tres frases irónicas como hubiera derrumbado de un manotón un castillo de naipes. Sin el menor miramiento solía explicarle a la solitaria y romántica admiradora que ella había nacido para el dinero y para el placer, pero no para el amor: todo esto en forma matemática, como quien dice que dos y dos son cuatro, sirviéndose de las espontáneas confidencias que había dejado escapar para consultarlo. Algunas volvían a la carga, otras preferían eliminarlo y se contentaban con un hombre que valiera menos, pero las deseara más.
Alejandra, Ricardo y yo éramos tres cómplices malditos. ¡Con qué crueldad disecábamos al día siguiente los apremios sexuales de nuestra invitada, sus románticas ilusiones, sus suspiros de pueblerina! Nada nos permitía considerarnos superiores al resto de la humanidad y, sin embargo, el solo hecho de ser tres, de formar un todo solidario nos realzaba en nuestra estima. Yo sentía que había tocado el cielo con la mano. El momento de frialdad había terminado entre Alejandra y yo. Éramos de nuevo la pareja más ardiente de la Tierra, la más unida, el ejemplo de que el matrimonio no es una institución tediosa, sino una larga y exaltada aventura. Ricardo nos unía. Ricardo leía y nosotros lo escuchábamos abrazados. Ricardo se burlaba de la joven señora romántica y nosotros aprobábamos, sonriendo, de la mano.
Cuando volvió el buen tiempo fuimos a pasar un fin de semana al borde del mar con Ricardo y una amiga de Alejandra recién llegada de San Pablo. Recuerdo aquella noche cálida, los cuatro tirados sobre la arena recitando versos de amor, cantando canciones picarescas, discutiendo sobre el poder de la carne. Un hálito endemoniado nos envolvía; de haber sido más “civilizados” hubieran pasado entre nosotros cosas tremendas. Pero éramos personas de bien, argentinos, clase media para arriba, imbuidos de sanos principios, incapaces de contemplar siquiera la posibilidad de actos degenerados. Volvimos al hotel muy entrada la noche. Nuestro cuarto y el de Ricardo eran contiguos. Apagamos la luz y nos quedamos unos instantes extendidos, en silencio, desnudos, mirando como hipnotizados la raya de luz que se filtraba por debajo de la puerta del cuarto de Ricardo. Lo oímos ir y venir por la habitación. Un zapato cayó, luego el otro, una silla desplazada evocaba la ropa que ponían sobre ella, los caños semi tapados de los hoteles de campo acusaban con grosería que acababan de abrir una canilla, un cortapapel cayó al suelo, los pliegues de un manuscrito crujieron. Luego hubo un silencio y Alejandra lo rompió con un largo gemido apasionado, sentí su cuerpo tibio y elástico enroscado sobre el mío, sus labios recorrían mi pecho, su cabeza pesó sobre mi vientre. Gemía, temblaba. Nunca la vi tan apasionada, nunca se me entregó con menos reservas, nunca la sentí caer a mi lado tan cansada y tan poco saciada. A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, sus ojos y los de Ricardo se cruzaron con una expresión extraña, casi culpable, y luego ambos bajaron los párpados, con pudor, como una pareja que vuelve a encontrarse en público después de su noche de bodas.
Si hablara más falsearía una situación donde jamás nada fue hablado. Si quisiera echar una luz cruda sobre lo que siempre permaneció en la penumbra me cegaría y cegaría a los demás. Hay cosas que sólo se ven a oscuras: las luciérnagas, las exhalaciones. Lentamente, como se abren los rieles en un desvío, Ricardo fue alejándose de nuestra ruta, aunque durante un tiempo aún parecíamos andar por vías paralelas. Nuestro matrimonio comenzó a volverse opaco, a parecerse a la mayoría de los matrimonios que pueblan el mundo. El acto de amor fue un acto de amor en vez de ser un himno; luego fue un acto sexual, luego fue sólo un acto, luego fue un acto forzado, luego preferimos evitar el acto.
Un año más tarde me dijo: “Es preciso admitir que ya no nos queremos. Yo me di cuenta de esto en la Navidad pasada en el Hotel del Faro”. “Yo también”, le dije. Los dos mentíamos, los dos sabíamos que mentíamos. No nombramos a Ricardo. En medio de esas evoluciones fuimos a pasar unos días al mismo hotel al borde del mar. No nos dieron el mismo cuarto porque estaba ocupado, pero lo pedimos; Alejandra lo pidió. Aquella noche quise poseerla, parecía una muerta bien educada entre mis brazos. Aunque era un día radiante de sol, la playa nos pareció siniestra, el agua helada, la gente fea, gorda, vulgar. Nuestros cuerpos tostados, todavía jóvenes, estampados en la arena parecían cuerpos de leprosos: emanaba de ellos un rechazo glacial. No nos acercábamos, no nos tocábamos. Alejandra se puso de pie, la imité, caminamos a orillas del mar, siempre sin tocarnos. De pronto oí gritar mi nombre. Era Carlos Alberto, el arquitecto de mi repartición. Nos abrazamos. ¿Desde cuándo aquí? Ésta es mi mujer. Yo estoy solo. ¿Almorzás con nosotros? Por supuesto, odio la soledad. Nosotros también, dijo Alejandra. Claro, nos llevábamos tan bien que juntos estábamos solos, como una sola persona.
¿Para qué voy a repetirme? Los hechos se repitieron. Carlos Alberto contaba historias de viajes, bailaba, tocaba la guitarra. Salía a cazar, traía perdices. Nosotros nos quedábamos leyendo en la casa abrigada o hacíamos el amor, y cuando él llegaba con una martineta en una mano y una liebre en la otra, nos encontraba serenos y sonrientes. Alejandra le hacía confidencias sobre nuestra vida privada. Carlos Alberto la escuchaba con ojos cargados de imaginación. Éramos a la vez sus protegidos, sus protectores y su espectáculo. Y él era nuestra mascota, como lo fue Ricardo, él, cuya presencia nos era necesaria para representar esa comedia difícil y resbaladiza que se llama el amor conyugal. 

12 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (3/3)

Atilio Borón también ha sido galardonado con numerosas distinciones y premios, entre los que sobresalen el Premio Honorífico de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada otorgado por la Casa de las Américas de La Habana, Cuba, en 2004; el Premio Internacional José Martí de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2009; el Premio Libertador al Pensamiento Crítico otorgado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela en 2013; la declaración como “Personalidad destacada de las Ciencias Sociales” por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en 2014; y el “Premio Democracia” en la categoría “Pensamiento argentino”, conferido por el Centro Cultural Caras y Caretas de Buenos Aires en 2017. El destacado politólogo, sociólogo y escritor argentino, reconocido por sus observaciones críticas sobre la política latinoamericana y el neoliberalismo, el pasado 6 de abril de 2025 reflexionó en la página web “teleSURtv.net” sobre el papel de los medios de comunicación en la destrucción de la democracia. Entre otras cosas, sobre el caso específico de Argentina, afirmó categórico: “Lo que hoy tenemos en la Argentina: medios al servicio del bloque en el poder y sus esperpénticos representantes en el aparato estatal, que no sólo llegaron al Gobierno para destruir desde dentro al Estado -según la estúpida confesión del presidente, propia de un ignorante- sino que en el ejercicio de su gestión practican un constante atropello a la institucionalidad republicana, la división de poderes y al imperio de la Constitución y las leyes… Los medios y sus publicistas repiten las mentiras del Gobierno con total impunidad... Medios que no solo mienten; también ocultan, o minimizan noticias que deberían recibir mucha más atención. Se han convertido en poderes inmensos, fortalecidos con sus ejércitos de ‘trolls’ y ‘bots’, y han perfeccionado las (malas) artes que les permiten, vía los algoritmos, manipular las conciencias y los corazones de la población. Compilar las mentiras que han dicho los medios en la Argentina sería una tarea de años, y sus resultados ocuparían tantos volúmenes como la Enciclopedia Británica”.


Por último, la tercera parte de los pasajes seleccionados de las entrevistas realizadas por Cris González, fundadora de la revista venezolana “Correo del Alba”, y por Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), entrevistas en las que analizó las modificaciones en el tablero global, el rol de China, Rusia y América Latina, y las políticas del actual gobierno argentino.
 
Nos gustaría profundizar sobre algunas cuestiones, particularmente sobre el tema de Rusia. Usted estuvo participando en un foro internacional de geopolítica ahí, y la realidad es que Rusia estuvo un poco en el centro de la escena. Al margen de la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, me gustaría que haga también un poquito de hincapié en esto, en las potencialidades y también las limitaciones del ascenso económico y político-diplomático ruso y chino ¿Qué rol juega Rusia en esa disputa hegemónica transitando también una guerra abierta en Ucrania? Y también, ¿cuánto hay de alianza entre Rusia y China?
 
Primero, China se ha convertido para Estados Unidos en el gran enemigo. Si uno mira los últimos documentos del Consejo de Seguridad Nacional o los documentos del Pentágono, China pasó de ser la competidora de la economía norteamericana a la enemiga de los Estados Unidos. Este cambio semántico que se nota en los documentos oficiales, que no son declaraciones, son textos oficiales del gobierno de Estados Unidos, es algo que equivale casi a una declaración de guerra. Hay una frase que a mí me quedó muy marcada en varios textos del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional diciendo que Estados Unidos tiene enfrente a un país como Rusia, que quiere cambiar las reglas de juego del orden internacional, que tiene la voluntad pero no tiene la capacidad para cambiarlo. En cambio, China tiene ambas cosas, o sea, tiene la voluntad y la capacidad de cambiarla. Por lo tanto, el enemigo a vencer es China. Esto hace que China se mueva con un enorme cuidado en el terreno internacional. Sabedora de que hay en Estados Unidos grupos, ya sea gobierno, técnicos, funcionarios, expertos, asesores, que de repente quieren jugar demasiado cerca. En el caso de Taiwán, China sabe que no puede responder a esas provocaciones salvo marcar un poco la cancha. Ahora, en ese contexto el papel de Rusia, a pesar de que Estados Unidos lo minimiza, es un papel fundamental porque Rusia está a la vanguardia en lo que tiene que ver con el desarrollo de misiles hipersónicos. Estamos hablando de misiles que están desplazándose a una velocidad en algunos casos superior a los veinte mil kilómetros por hora. Pensemos que son misiles que en menos de una hora llegan desde cualquier extremo de Rusia a la costa este de los Estados Unidos. Si esos misiles son disparados desde submarinos que están dando vuelta por el Atlántico Norte, llegarían a Nueva York en cuatro o seis minutos. Entonces, Rusia tiene ese elemento fundamental, esa carta ganadora, y por eso la alianza entre Rusia y China es lo que Estados Unidos quiere romper a cualquier precio. Esto lo venía diciendo el politólogo estadounidense Brzezinski en el famoso texto del Gran Tablero Mundial. Planteaba que lo peor que podía pasar, el peor escenario en contra de los cantos triunfalistas norteamericanos, era una alianza entre Rusia y China. Decía también que era poco probable por las viejas rivalidades entre Rusia y China, pero resulta que China y Rusia resolvieron sus problemas. Hay un dato que parece anecdótico, pero no es un dato menor. Desde que está Xi Jinping al frente de China, hubo cuarenta reuniones entre Putin y Xi Jinping. Estamos hablando de un tándem que está funcionando prácticamente con comunicaciones semanales, personales ¿Por qué? ¿Porque se simpatizan mutuamente? No sé, los dos son bastante parcos, sobre todo Xi Jinping. Pero obviamente los intereses nacionales están por arriba hasta de las teorías. Así que la relación entre ellos, más allá de que tengan diferencias, de que haya habido problemas históricos que fueron resolviendo, es una alianza que se ha fortalecido y que China ha llegado a manifestar por boca de Xi Jinping algunas afirmaciones que eran insólitas. Por ejemplo, que China dijera que, en caso de guerra, China va a estar del lado de Rusia. Esto antes no lo decían porque eran frases muy fuera del marco de lo que son las relaciones normales entre Rusia y China. Y no por simpatías personales, sino por interés nacional, el famoso interés nacional que en la Argentina lo está tirando el gobierno actual por la borda. Si se arma una batahola internacional, el principal blanco de conflicto va a ser el Canal de Panamá, que va a ser muy fácil de bloquear. Es una obra casi que diría de principiantes, se agarra uno de los principales barcos que navegan por el Canal de Panamá y se les pone unas cuantas bombas que hagan que se hunda ese barco, y ese canal queda inhabilitado por años probablemente, hasta que se pueda reconstruir. Los chinos tienen debajo de la manga la construcción de un canal alternativo interoceánico por Nicaragua. Nicaragua es tan plana como la provincia de Buenos Aires y además tiene un inmenso lago en el medio, con lo cual hacer un canal ahí es un juego de niños y por eso Estados Unidos se puso tan loco con eso. Amenazó a los chinos con que no se les ocurra. Fue una amenaza tremenda porque los chinos tenían los planos. A falta de no poder hacer ese canal, tienen que venir a dar la vuelta acá por el sur de la Argentina y Chile. Por eso los chinos quieren estar ahí, quieren tener una presencia ahí. Y por eso este gobierno colonial que tenemos en la Argentina ahora, ha invitado al gobierno de Estados Unidos a construir una base naval en Río Grande para poder desde ahí tener una presencia y monitorear el tráfico que circularía por ese espacio marítimo en caso de que se diera una guerra y que se inhabilite el canal de Panamá. Es una hipótesis extrema, pero los planificadores chinos, a diferencia de los de acá, son tipos que miran a veinte o treinta años. No es que miran la coyuntura de esta semana y la que viene, miran todo y en función de eso está el interés con la Argentina.
 
¿Qué reflexiones le genera el actual gobierno de Javier Milei en Argentina?
 
Yo diría que el gobierno de Milei es un gobierno en donde hay que distinguir el títere del titiritero. Milei es apenas el títere, un títere muy atractivo para la cultura de masas contemporáneas. Por algo ha sido tapa de la revista “Time”. Lo pusieron como una de las personalidades más importantes del mundo, un tipo que de repente todo el mundo sabe quién es y lo mira porque hace cuestiones absolutamente estrafalarias, extravagantes, que ya no se consiguen, que nadie toma en serio, pero que sí llaman la atención. Evidentemente Milei es un personaje que por sus ideas estrambóticas evidentemente llama la atención a todo el mundo. Es un personaje huido de los rincones más sórdidos del medioevo. Milei y los personajes que lo rodean, obviamente. Esta gente desconoce absolutamente todo. Y no les importa, porque es gente que no tiene para nada un proyecto de Nación en la cabeza porque en el pensamiento del anarcocapitalismo y de la escuela austríaca, conceptos tales como la Nación, son entidades que revelan el influjo de ideas colectivistas que nada tienen que ver con los individuos y su libertad para actuar en ese terreno privilegiado que son los mercados. La idea de Nación es una aberración, y el interés nacional mucho más. Esta gente no cree en esas cosas, y por eso es que hacen una política en donde realmente lo que quieren es que la Argentina se convierta en una colonia. Han delegado todo, han entregado todo. Pequeños países centroamericanos y caribeños han dado muestras de un orgullo nacional, a pesar de su debilidad, que no tiene el gobierno argentino. Milei dijo reiteradamente que uno de sus países guías en esta defensa del mundo occidental es Israel, un régimen neo-nazi, hay que decirlo con todas palabras y esto no es una acusación al judaísmo. Yo creo que la tradición humanista del judaísmo es importantísima, yo me siento heredero de esa tradición, y creo que nosotros no podemos pensar al mundo hoy sin la figura de esos grandes intelectuales judíos como fueron Einstein, Freud, Marx o Martin Buber, si se quiere pensar en los grandes pensadores judíos que no tienen nada que ver con este mamarracho criminal que Netanyahu está haciendo. El Estado de Israel se ha desfigurado por completo, convertido en un estado colonialista que practica el genocidio y el apartheid en contra de la población palestina, como en Estados Unidos ocurría con los negros en la década del ‘20 y del ‘30. Y este personaje que tenemos en la Argentina toma a ese país como modelo. Y después a Estados Unidos como el otro campeón de la libertad, sin darse cuenta cómo ha cambiado el mundo en este momento, cuáles son las nuevas constelaciones de poder mundial, cuáles son las tendencias. Entonces, el gobierno de Milei simplemente se ha desentendido por completo de cómo llevar adelante una política exterior que afiance el interés nacional de la Argentina. Y yo creo que necesitamos es una política exterior independiente que tenga en cuenta el interés nacional de la Argentina y el bienestar de quienes vivimos en este país, es eso, nada más que es eso. Entonces la idea de pensar la política exterior desde la ideología es una idea absurda. Milei así lo piensa, se piensa como un aliado de los Estados Unidos, como una especie de sirviente fiel de los intereses norteamericanos en esta región y que está cumpliendo una misión. Es una política exterior que nos lleva a un desastre. Disiento con alguna gente que desde el campo nacional y popular ha dicho “nosotros somos oposición, pero quisiéramos de que al gobierno actual le vaya bien”. Yo no quiero que le vaya bien porque si a este gobierno le va bien, este país se convierte en un país de los más atrasados de África. Con todo respeto lo digo, porque cuando hablo de África hablo de la explotación salvaje, de la degradación que han sufrido producto del colonialismo los países africanos, que tienen 70 u 80% de pobres extremos. Si a Milei le va bien en este país no vamos a tener 54% de pobres como ahora, vamos a tener 80 u 85%, entonces hay que dar ahí un debate, porque si le va bien hay que salir rajando de acá, tomar un avión e irnos a cualquier parte del mundo, porque esto va a ser un infierno, esto va a ser un infierno de pobreza extrema, va a ser el paraíso de los narcotraficantes, y si dolariza la economía, esto se va a transformar en Ecuador, que era el país más seguro de Sudamérica. Que a Milei le vaya bien es condenar a la Argentina a una regresión brutal. Lo que tenemos que hacer es salir a las calles e impedir que a Milei le vaya bien. Yo no digo por la vía violenta, digo por una resistencia no violenta, pero resistencia al fin, como hicieron los jóvenes que en Egipto acabaron con el régimen de Mubarak, que hacía treinta años que estaba en el gobierno. Ningún gobierno resiste dos meses de jóvenes y de gente no tan joven que todos los días a una determinada hora se sienten en una plaza pacíficamente, reclamando justicia y que se vaya el gobierno. Milei no solamente está liquidando a los sectores obreros, empobreciéndoles como nunca antes, está liquidando a las capas medias de una manera muy acelerada, está acabando con grandes sectores el pequeño y mediano empresariado, y hasta del gran empresariado. Aunque haya tenido 56% de votos, no se puede permitir esto, creo que es un mensaje que tenemos que transmitir claramente. Yo termino esto con una invitación a que demos ese debate y salgamos a las calles organizadamente, pacíficamente, pero no nos quedemos en las casas. A las calles y las redes sociales. Yo siempre termino invitando a la gente que me lee, no basta con que me leas, conviértete vos en un guerrero digital, para decir lo que quieras, incluso decir al revés de lo que yo digo, no me importa, pero salí a las calles y conviértete en un guerrero digital, porque ese es el otro gran terreno de la lucha de clases: las calles y las redes sociales.

11 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (2/3)

Atilio Borón ha sido distinguido con doctorados honoris causa por las universidades nacionales de Córdoba, Cuyo, Misiones y Salta de la Argentina; por la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt de Venezuela, y por la Universidad Nacional de Pilar de Paraguay. Es autor de una fecunda obra ensayística orientada a las ciencias sociales y la filosofía que ha sido publicada, en algunos casos, en España y numerosos países de Latinoamérica y el Caribe. Entre sus obras pueden mencionarse “Memorias del capitalismo salvaje”, “Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo”, “Imperio e imperialismo. Una lectura crítica de M. Hardt y Antonio Negri”, “Estado, capitalismo y democracia en América Latina”, “Filosofía política marxista”, “Reflexiones sobre el poder, el Estado y la revolución”, “Consolidando la explotación. La academia y el Banco Mundial contra el pensamiento crítico”, “Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?”, “Aristóteles en Macondo. Notas sobre el fetichismo democrático en América Latina”, “América Latina en la geopolítica del imperialismo”, “El hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina” y “El sueño del Marqués. Vargas Llosa, una pluma al servicio del imperio”. También ha publicado ensayos en coautoría con otras sociólogas e investigadoras, entre ellos “Segundo turno” (con Paula Klachko), 
“Clases medias argentinas: modelo para armar” y “Clases medias argentinas: la política del odio y el temor” (con Mónika Arredondo), y “A contramano: una biografía dialogada” (con Alexia Massholder).


En el año 2020 el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) publicó una antología titulada “Bitácora de un navegante. Teoría política y dialéctica de la historia latinoamericana”, libro en el que se compiló la obra que Borón desarrolló en los últimos cincuenta años. A continuación, la segunda parte de los extractos seleccionados de las entrevistas que el sociólogo concedió a Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), y a la fundadora de la revista venezolana “Correo del Alba” Cris González.
 
Queremos empezar con el eje de crisis del orden internacional, la reconfiguración global. Hay como distintas lecturas, distintas perspectivas para caracterizar si es un momento distinto, si es una etapa, si es la continuación o la degradación de una etapa previa. ¿Cómo describiría esta situación mundial actual?
 
Estamos asistiendo al inicio de una nueva época en la historia de las relaciones internacionales y del sistema internacional. Esto era algo que se veía venir. Aunque era muy negado, porque el mundo académico en general está muy controlado por los intereses dominantes del imperio. Pensar a contracorriente del imperio resulta muy difícil en el mundo académico. El mundo académico se estructura internacionalmente. Incluso en nuestras universidades se enseña lo que se enseña fundamentalmente en Estados Unidos. Y lo mismo pasa con Europa y Extremo Oriente, Corea del Sur, Japón, etc. Y entonces la problemática de la declinación que era visible en el predominio de los Estados Unidos en el sistema internacional, había sido permanentemente negada por los autores más importantes en la disciplina. Yo quiero marcar mucho este punto, aunque es una cosa lateral, y es que el fenómeno del colonialismo cultural adquiere una enorme gravedad en las universidades latinoamericanas. Y las universidades argentinas no son la excepción. Cualquier estudiante de ciencia política en la Argentina conoce, una vez que ha aprobado alguna materia, la obra de Alexis de Tocqueville, que era un gran pensador, no cabe ninguna duda. Pero hay otro personaje histórico, anterior a Tocqueville, Simón Bolívar, que ha escrito algunos pasajes absolutamente extraordinarios de descripción de la realidad de los países de Nuestra América en inicio de la lucha por su independencia, y nadie los ha leído. O sea, nuestra condición colonial es escandalosa. E incluso yo diría más, un personaje como Sarmiento, que despierta profundo odio y profundo amor, no se lo lee. ¿Quién ha leído, no digo el “Facundo”, sino “La condición del extranjero en América” o “Conflicto y armonía de las razas en América”? Sarmiento era un pensador de alcance universal, y que cometió horrores en todo lo que tenía que ver con la dicotomía aquella de civilización o barbarie. Pero hay que decirle que eso no solamente lo cometió Sarmiento, porque yo podía encontrar citas que son igual o peor en personajes como Kant. Él hablando de la paz perpetua, la hermandad de la paz. Kant ha dicho cosas escandalosas, por ejemplo, que la historia universal no registra un sólo negro que haya hecho una contribución significativa en las ciencias. ¿Por qué digo esto? Algunos de nosotros, los que “no pensábamos bien”, ya en el año 1994 veníamos viendo que se venía el fin de la era hegemónica y el fin de la paz americana. Era evidente. Además, a diferencia de muchos analistas, yo he vivido mucho tiempo en Estados Unidos, o sea, conozco muy bien Estados Unidos, conozco la costa este, conozco los puntos, conozco California. Y cuando digo conozco no es que pasé, sino que viví un tiempo en cada una de esas partes, y yo veía claramente que el sistema se estaba viniendo abajo, lentamente. No era un pronóstico de derrumbe catastrófico inmediato del sistema imperialista, pero lo que veía era (la metáfora que yo uso) un avión que iba perdiendo altura, lentamente, pero perdía altura, no había dudas. Ese proceso ya concluyó, ahora estamos instalados en una situación completamente diferente en donde el sistema se ha convertido irreversiblemente en un sistema multipolar en el cual no hay ninguna posibilidad de que Estados Unidos vuelva a ejercer el dominio que ejerció históricamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y esto por un conjunto de factores, entre los cuales está por supuesto la emergencia de China como gran potencia económica mundial, que según se la mida ha superado ya claramente a los Estados Unidos, por ejemplo, en volumen del producto bruto. Entonces ahí vine la gente más ortodoxa que dice “no, bueno, pero en términos de dólares todavía Estados Unidos es un poco más grande”. Medido por paridad de poder adquisitivo, China es bastante más grande ya que Estados Unidos, pero la tendencia es que cualquiera que sea la medición que se utilice, la de los dólares, que es la que favorece a Estados Unidos, o la paridad de poder adquisitivo, China en los próximos tres o cuatro años va a ser indudablemente la principal economía del mundo, y además hoy ya es la locomotora de la economía mundial, independientemente de si todavía queda un poquito más pequeña que en su producto bruto que Estados Unidos o no. Hoy la economía mundial gira fundamentalmente en torno a la dinámica de la economía china, y China es el gran taller industrial del mundo como lo fue Inglaterra en gran parte del siglo XIX y principio del XX, como lo fue Estados Unidos por un breve periodo en la salida de la Segunda Guerra Mundial. Ese papel ahora lo cumple China, y China además es un país que tiene relaciones privilegiadas desde el punto de vista comercial o financiero o de grandes inversiones con más de ciento cuarenta países del planeta, situación absolutamente inédita en la historia mundial. Entonces esto habla de un cambio en la economía mundial muy significativo, ese famoso desplazamiento del centro de gravedad del Atlántico Norte al Asia-Pacífico. Habla del renacimiento de un país al cual habían dado por muerto, que era Rusia. Yo recuerdo en la década de los ‘90 leer mucha literatura en Estados Unidos y en Europa diciendo, “bueno, Rusia con la desintegración de la Unión Soviética ha dejado de ser un protagonista en la escena internacional”, lo cual era una muestra de una soberana ignorancia, porque un país que durante dos siglos y medio había sido, en cierto sentido, el árbitro de los grandes conflictos internacionales, por la desaparición de un régimen político y social, no podía convertirse, poco menos que en un espectador de segunda o tercera fila en los grandes acontecimientos mundiales. A mí me sorprendía y todavía me sorprende hoy la ligereza con la cual hablan de un país enorme. Solamente pensemos en el territorio de Rusia, es tan grande como toda Sudamérica sacando Paraguay, eso es Rusia, ¿Cómo un país de esa naturaleza puede llegar a convertirse en un espectador irrelevante de la situación internacional? Bueno, la prueba la tenemos, lo que está pasando en Ucrania y el rol creciente que Rusia está jugando en los asuntos mundiales. Hay una imagen muy gráfica, que apareció cuando Milei hizo la primera conferencia sobre las democracias. En el año 2021 creo, todavía en plena pandemia la hizo, pero a través de una teleconferencia, en donde dijo una cosa que revela el atraso del reloj del análisis de la situación internacional. Dijo, “acá vamos a sentar en esta larga mesa a todos los amigos y a los demócratas del mundo, y Estados Unidos desde la cabecera va a establecer cuáles van a ser las reglas de este nuevo mundo que está naciendo”. Yo cuando vi eso, y leí eso, dije “esta gente ha perdido totalmente la brújula, viven en otro planeta”. Pensamos que es sólo Milei quien vive en otro planeta, y su banda. No, no, yo creo que buena parte del liderazgo en occidente todavía no se ha dado cuenta de las cosas que han pasado en el mundo. Entonces, y esta es la realidad hoy, hay impotencia en Estados Unidos para resolver los grandes temas de la red internacional. Esta es una realidad absolutamente indiscutible. Estamos viendo un orden multipolar. Claro que, digo esto para que no quede demasiado optimista la cosa, hay un rezago entre la nueva realidad del sistema internacional y las grandes corporaciones, las grandes empresas del mundo que son protagonistas internacionales. Black Rock es un actor internacional. Yo diría que, quitando Brasil o México, pesa más que cualquiera de los demás países de América Latina. No sólo Black Rock, también Amazon, Facebook, todas las grandes informáticas, Google, Microsoft, empresas gigantescas que tienen un poderío, una capacidad de gestionar las relaciones internacionales, impresionante. Entonces estamos en un sistema que ya no tiene la hegemonía indiscutible de Estados Unidos, Occidente ha perdido ya o ha declinado después de más de cinco siglos. Ahora estamos en esta nueva situación, con esta emergencia de nuevos focos de poder, las grandes corporaciones.
 
Me parece interesante retomar, como para discutir, criticar y observar, este concepto que por lo menos se conoce acuñado por el politólogo norteamericano Graham Allison, el de Trampa de Tucídides. El historiador, pensador helénico, que había hecho la historia de la guerra del Peloponeso, dijo: si tomamos la historia de la guerra del Peloponeso, donde una potencia empieza a emerger y otra empieza a decaer, eso lleva a un conflicto bélico. Si lo llevamos o lo trasladamos a los últimos dos mil años de historia, se puede observar que cuando se dio, paradigmáticamente, una situación similar, el resultado de esa tensión, de ese conflicto de polaridades, decantó en una guerra. Entonces el concepto Trampa de Tucídides se suele utilizar para este tipo de contextos, de un orden donde había una hegemonía clara, un determinado actor político estatal o político, y aparecía otro que le competía ¿Cree que estamos en un escenario que podría ser considerado dentro del concepto de Trampa de Tucídides? ¿O hay elementos en esta etapa histórica, elementos tecnológicos, nucleares, económicos, que hacen que, en este caso, los elementos se desarrollen de manera distinta a como se analizó previamente en la historia?
 
Sí, yo creo que en el caso actual no se puede aplicar mecánicamente la teoría un poco adjudicada a Tucídides, porque la guerra actual, si llega a producirse, tiene un efecto y puede tener un alcance de tal magnitud que simplemente sea la última guerra de la especie humana. Hoy en día la guerra ya no es una cosa que decida un grupo de militares, o sea, para el Estado Mayor de cualquiera de las grandes potencias, ya sean China, Rusia, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, los que sean, ya no es un conjunto de hombres y mujeres uniformados que de repente se reúnen a ver que hacen. Ahora los expertos militares dicen que va a ser un sistema de computadoras, altamente interrelacionadas, las que van a resolver cómo se responde ante lo que aparece como un ataque nuclear lanzado por cualquier país, y que la represalia que van a decidir esos robots va a ser de tal magnitud que prácticamente van a provocar un tendal de decenas de millones de muertos en apenas las primeras tres o cuatro horas de enfrentamiento. Hoy no es tirar una bomba como en Hiroshima y Nagasaki, ahora se está hablando de que, si alguien aprieta por error, aunque sea, el botón nuclear, el resultado son centenas de ojivas nucleares que explotan en gran parte del planeta, y el invierno nuclear nos cubriría a todos, llegaría inclusive a un país tan lejano como la Argentina. O sea que la trampa de Tucídides en este caso puede dar lugar a guerras focalizadas, localizadas, en donde cierto tipo de armamento esté excluido, porque aún los más fanáticos en Estados Unidos saben que ya nadie gana una guerra nuclear. Esta es la gran innovación del momento, es que la guerra nuclear no tiene ganadores porque a diferencia de la tecnología de los años ‘80, la tecnología de respuesta automática, cibernética, que tienen todos los dispositivos militares de los países desarrollados, hace que cuando uno es agredido, aún el más agredido tiene una capacidad devastadora de respuesta. En la década de los ‘80 había muchos que le aconsejaban a Reagan tirar unas cuantas bombas atómicas a la Unión Soviética y acabar con el problema. Por suerte hubo gente que dijo no porque no estaba garantizado que no haya capacidad de respuesta. Hoy, cuarenta años más tarde, sólo un tipo absolutamente ignorante de lo que es la tecnología militar puede decirle a un presidente “dispare su arsenal atómico que nadie le hará daño a usted”, porque aquel que dispara va a sufrir tantas pérdidas o más que la primera víctima del ataque. Entonces puede darse la proliferación de guerras que pueden darse localizadamente con características muy especiales, una guerra de larga factura como la de Ucrania, por ejemplo. ¿Por qué la guerra de Ucrania no termina antes? Putin podría haber terminado esa guerra a las dos semanas de haberla iniciado, bastaba que hubiese tirado una parte mínima del arsenal nuclear ruso para haber devastado totalmente a Ucrania. Pero el tipo piensa, primero que va a haber una respuesta de la OTAN, y segundo, hace otro cálculo de procurar ganar la guerra con un mínimo de víctimas civiles y mínimo de destrucción. Una vez que termine la guerra, Ucrania va a seguir estando ahí, o sea, no es como Estados Unidos que devastó Vietnam con Napalm, arrasó con ese país que estaba a doce mil kilómetros de distancia, y que no había ningún efecto sobre ello. Ucrania está al lado de Rusia. Entonces, la lentitud con la cual Rusia maneja sus proyectos militares de acabar con el régimen de Zelensky tiene que ver con pensar qué pasa después de ganar la guerra. Esto no descarta lo que Tucídides decía de la guerra, pero sí hace que las guerras sean localizadas.

10 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (1/3)

Atilio Borón (1943) es un sociólogo, politólogo, catedrático y ensayista argentino. Nacido en Buenos Aires, en 1965 se graduó como Licenciado en Sociología con diploma de honor en la Universidad Católica Argentina (UCA) de la capital argentina, y en 1968 obtuvo un magíster en Ciencia Política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de Santiago de Chile. Años después, en 1976, obtuvo su doctorado en Ciencia Política en la Harvard University de Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, con la aprobación de su tesis doctoral “La formación y crisis del Estado oligárquico argentino (1880-1930)”. Es director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda, Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, e Investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), la unidad académica de la misma facultad. Entre 1990 y 1994 fue Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, y entre 1997 y 2006 fue Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), la institución internacional no-gubernamental creada en 1967 que reúne casi mil centros de investigación y posgrado en el campo de las ciencias sociales y las humanidades en más de cincuenta países de América Latina y el Caribe, como también en Estados Unidos, África y Europa. También es Director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia (PLED) en el área de Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, el espacio comunitario argentino con sede en Buenos Aires, fundado en 1998, que actúa como un espacio para facilitar el desarrollo de una intelectualidad crítica, afirmada en los principios y valores de la cooperación. Recientemente se retiró en calidad de Investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el principal organismo público de Argentina dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología creado en 1958 por iniciativa del médico y catedrático argentino Bernardo Houssay (1887-1971), ganador del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947. Una institución que atraviesa en la actualidad una situación análoga a la de las universidades públicas, organismos que están siendo desfinanciados por el gobierno libertario.


Lo que sigue a continuación es la primera parte de la compilación de fragmentos de las entrevistas que concediera en julio de 2024 a Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), una institución con sede en Buenos Aires que se dedica a la elaboración teórica y formación política enfocándose en la creación de herramientas para la transformación social, y en mayo de 2025 a Cris González, fundadora de “Correo del Alba”, una revista venezolana de política, economía, cultura, arte y actualidad de América Latina, el Caribe y el mundo.
 
¿Puede América Latina resistir las presiones de alineamiento impuestas por los Estados Unidos sin caer en nuevas dependencias con China o Rusia?
 
Creo que habrá presiones muy fuertes por parte de los Estados Unidos. He señalado en varias ocasiones que su política exterior, bajo la administración Trump, especialmente para esta región puede resumirse en estas palabras: “mantengan a China lejos”. Esta consigna guía tanto a los encargados del área económica, como el Secretario del Tesoro -que visitó Argentina hace poco-, como al jefe del Comando Sur, el almirante Holsey, cuyo objetivo es impedir que China establezca relaciones sólidas con los países latinoamericanos. Esta situación parece ya un hecho consumado o, al menos, extremadamente difícil y costoso de revertir para los países de la región. China es el principal socio comercial de países como Brasil y Chile, y el segundo en economías como Argentina y México, lo que muestra un relacionamiento muy fuerte. Además, la presencia de Rusia está en aumento en la región. Por lo tanto, la respuesta de los Estados Unidos será contundente y diversificada, incluyendo amenazas y posturas extremas. Ya hemos visto ejemplos de estas tensiones, como cuando Trump amenazó a Panamá con recuperar el canal argumentando que lo construyeron y lo quieren de vuelta. Sin embargo, más allá de estas amenazas verbales, poco logró concretar. Por eso es fundamental prepararse para una embestida fuerte, ya que los Estados Unidos podrían perder muchas regiones del mundo, pero no están dispuestos a perder América Latina y el Caribe.
 
¿Cuáles son los riesgos de seguir insertos en un modelo extractivista-exportador dentro del reordenamiento global? ¿Es posible pensar en una estrategia económica soberana y regionalizada?
 
El extractivismo es un tema complejo que no debe abordarse de manera superficial. Por ejemplo, países como India -donde más de ochocientos mil niños mueren anualmente por enfermedades gastrointestinales debido a la falta de alcantarillado y saneamiento- necesitan desarrollar infraestructuras adecuadas para reducir la mortalidad infantil, lo que implica explotar recursos minerales. No se trata de rechazar el extractivismo, sino de equilibrarlo para atender necesidades de salud pública. En América Latina muchas comunidades dependen de los recursos naturales y una postura anti-extractivista puede favorecer al imperialismo. Prefiero hablar de “aprovechar” los recursos cuidadosamente en lugar de “explotarlos”. No significa depender de China, Rusia o India, aunque hay asimetrías económicas con estos países, pero no son comparables con el imperialismo estadounidense. El verdadero riesgo es consolidar una asimetría comercial, por lo que América Latina debe negociar conjuntamente para obtener mejores condiciones.
 
¿Está América Latina preparada financiera y tecnológicamente para enfrentar una mayor desdolarización global? ¿Qué alternativas monetarias viables podrían adoptarse?
 
América Latina no está preparada para enfrentar una mayor desdolarización global. Sin embargo, si los Brics+ se consolidan y avanzan en estrategias como la propuesta de las cinco R -monedas de los países fundadores que comienzan con R: Brasil real, Rusia rublo, India rupia, China renminbi y el rand de Sudáfrica- podrían lograrse avances. Hay que avanzar cautelosamente hacia la desdolarización. En Asia ya existen acuerdos de intercambio de monedas locales y América Latina podría incorporarse gradualmente, aunque debe prepararse para una posible contraofensiva de los Estados Unidos ya que la desdolarización está disminuyendo el peso del dólar en la economía global.
 
¿Qué oportunidades reales se abren para la región con la emergencia del bloque Brics+? ¿Es una vía para la autonomía o un nuevo tipo de subordinación periférica?
 
El desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial tiene un fuerte impacto en América Latina, lo cual era previsible. Este fenómeno puede interpretarse como parte de un proceso más amplio de desoccidentalización, lo que permite a las economías más importantes de la región Asia-Pacífico establecer relaciones con América Latina distintas a las que históricamente mantuvo con sus antiguas potencias coloniales. América Latina nunca fue colonizada por países asiáticos ni menos africanos, sino por potencias europeas. Posteriormente, el imperialismo también se asentó en Occidente consolidándose durante el siglo XX, como lo analizaron Lenin y Rosa Luxemburgo, entre otros. Que Occidente pierda el predominio económico que tuvo durante cinco siglos puede ser beneficioso para América Latina, dependiendo de cómo reaccionen los gobiernos, su capacidad estratégica y su habilidad para articularse a nivel continental. Aunque el centro de gravedad económico se aleje geográficamente, el surgimiento de un sistema multipolar abre posibilidades inéditas de desarrollo, crecimiento y prosperidad para la región.
 
¿Cómo puede América Latina blindarse frente a las guerras económicas, tecnológicas y financieras que las grandes potencias están intensificando a escala planetaria?
 
Es clave recibir este proceso con entusiasmo y aprovechar las oportunidades que presenta. No obstante, el éxito dependerá de la sagacidad de los gobiernos y de la capacidad de articulación regional. Negociar con China de manera conjunta, como bloque de naciones -idealmente a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o al menos de algunos países coordinados-, es mucho más ventajoso que hacerlo de forma individual. Creo que los Brics+ tienen un enorme futuro. Los cinco países originarios -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- ya tienen una gravitación económica mundial superior al G7. Y con la incorporación de otros cinco países, entre los cuales iba a estar Argentina pero que finalmente no se incorporó por decisión de Javier Milei -gobernante al servicio de los grandes capitales, Estados Unidos e Israel-, el bloque sigue consolidándose. Pensemos que los Brics+ tienen un banco que permite realizar inversiones significativas en infraestructura sin pasar por el Fondo Monetario Internacional (FMI) ni sus condicionalidades, lo que significa una gran oportunidad. Es cierto que la posibilidad de una dependencia existe siempre, pero en cualquier esquema. No es una fatalidad, sino un producto de cómo se juegan en el tablero de la geopolítica y economía mundial los distintos gobiernos: si juegan con racionalidad, con responsabilidad y con apoyo popular pueden hacer algo muy valioso.
 
¿Está la izquierda latinoamericana articulando un proyecto económico alternativo al neoliberalismo que contemple el nuevo orden multipolar o sigue anclada a esquemas del siglo XX?
 
En mi opinión -y subrayo que es sólo una opinión-, estamos muy demorados en esa tarea. Sin embargo, para hacer justicia a las izquierdas de la región, hay que reconocer que tampoco las izquierdas de otras partes del mundo han sobresalido por su capacidad de repensar un nuevo orden económico y político internacional. La experiencia de China es peculiar y no sé hasta qué punto sea universalizable. Aunque tiene elementos valiosos, no creo que para salir de la globalización neoliberal -que está desinflándose- debamos adoptar el modelo chino. Estoy en contra de eso, porque ningún proceso histórico genuino es copia de otro; los procesos históricos son únicos y replicarlos no garantiza buenos resultados. China puede ser una fuente de inspiración para algunas políticas, especialmente en lo referente a la inversión en infraestructura tecnológica y científica, que ha sido clave en su desarrollo. En América Latina, en cambio, eso se ha hecho muy poco, y ningún país -ni siquiera Cuba- está en condiciones de reproducir el modelo chino. En resumen, creo que aún estamos pensando en un post-neoliberalismo sin contar con una propuesta clara que pueda ser adoptada por la mayoría de los países. En su momento el desarrollismo latinoamericano intentó aplicar una fórmula común con resultados variados, pero siempre dentro de los límites del orden burgués. Ahora enfrentamos un contexto multipolar, con gigantes económicos como China, India, Malasia e Indonesia, que han conseguido grandes avances gracias a la fuerte presencia del Estado en el desarrollo. En América Latina incluso los sectores de izquierda mencionan el papel del Estado con cierta cautela, temiendo ser acusados de “estatistas”. El contexto actual está marcado por el surgimiento de nuevas ultraderechas que dificultan visualizar y debatir públicamente un modelo de desarrollo que no sea depredador del medio ambiente, que fomente sociedades igualitarias y fortalezca la democracia. No hay un modelo único a seguir, pero sí fuentes de inspiración. Debemos considerar las condiciones particulares de América Latina, donde cualquier intento de seguir caminos alternativos puede enfrentar una respuesta agresiva de los Estados Unidos, como ocurrió con Cuba, que ha pagado el precio de sesenta y cinco años de bloqueo y agresiones. Por eso al pensar en modelos alternativos es clave tener presente esta especificidad regional.
 
¿Está de acuerdo en que atravesamos por una etapa de desglobalización a nivel mundial? ¿Y por qué?
 
Es cierto, la globalización está en crisis. No estoy muy seguro de lo que está pasando porque, por una parte, vemos que hay un proceso de interconexión y articulación internacional cada vez más fuerte entre los países que participan en la economía mundial. Por ejemplo, para hacer un iPhone se necesitan partes, procesos, diseños o patentes de veintitrés países, esto es un dato fenomenal y está absolutamente comprobado. ¿Qué quiere decir eso cuando decimos que se desglobaliza el mundo? ¿Quiere decir que volvemos a la era de los Estados nacionales autárquicos y que ya no hay más una economía mundial? Personalmente no veo ese proceso ni siquiera en ciernes, de ninguna manera. Creo que estamos avanzando hacia una globalización de otro tipo, y por eso a mí no me gustó mucho el término y siempre preferí usar lo que proponía Samir Amin, que hablaba de “mundialización”. Evidentemente ha habido una mundialización de los procesos productivos y de los conflictos sociales. Hay una creciente articulación entre las fuerzas sociales que pugnan por salir de este orden caduco del capitalismo financiero, el capitalismo parasitario, como decía Lenin. De manera tal que yo creo que lo que estamos viendo más bien es el agotamiento de un modelo de mundialización capitalista basado en el predominio absoluto de los Estados Unidos y del capital financiero. Cuando uno observa la expansión de la Franja y la Ruta de China, que ha incorporado a ciento cuarentainueve países en este esquema económico, pensar que hay una desglobalización resulta contradictorio con este hecho que demuestra que tenemos una economía cada vez más globalizada o mundializada. Solo que no es la mundialización neoliberal, sino una mundialización alternativa e irreversible. La división internacional del trabajo -sobre la cual trabajó tanto David Ricardo y que, por supuesto, entendió y criticó Karl Marx- es una realidad. El ejemplo del iPhone se puede reproducir en infinidad de productos.
 
¿Cómo percibe la realidad de la región en términos políticos-ideológicos? ¿Cuáles serían los peligros y las oportunidades en esta nueva contingencia mundial?
 
Creo que en América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista, moderadamente post-capitalista, considerando, por ejemplo, la desmercantilización de la salud, la industria farmacéutica, la seguridad social y la educación. Me parece importantísimo que pudiera hacerse. En algunos países se ha avanzado en esa dirección (estoy pensando en el caso de México), un gran programa de expansión educacional, la defensa del carácter público del sistema de seguridad social y acabar con el robo y la estafa gigantesca que son, por ejemplo, las Administradoras de Fondos de Pensiones en Chile. Creo que es posible avanzar en esa dirección, pero siempre teniendo en cuenta la omnipresencia del imperialismo norteamericano, que hará lo imposible para fomentar una reacción de derecha y de extrema derecha. La derecha siempre ha sido así: autoritaria y elitista. Ahora, cuando los Estados Unidos se sienten amenazados, hay más necesidad que nunca de controlar esta parte del mundo donde se están fomentando formaciones políticas de derecha, y han tenido bastante éxito. Termino diciendo que hay signos de cambio en la región, que es un continente en disputa, la región más importante para los Estados Unidos. Sin embargo, la incorporación de México en los últimos años al ciclo progresista con Andrés Manuel López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, Gustavo Petro en Colombia, Xiomara Castro en Honduras y el retorno del Frente Amplio al poder en Uruguay muestran avances. En Brasil, Lula se sostiene a pesar de una coalición derechista que forma parte de su gestión gubernamental. A pesar de la voracidad del imperio norteamericano para acabar con nuestros intentos de independencia, creo que América Latina saldrá airosa de este desafío. El nuevo contexto internacional, la era del multipolarismo que llegó para quedarse, nos ofrece cierta protección. Garantiza que algunas acciones escandalosas del pasado, como la invasión a República Dominicana en 1965, no serían permitidas en el nuevo contexto internacional. Eso me da un poco del optimismo de la voluntad del que hablaba Gramsci, aunque siempre moderado por el pesimismo de la razón.

8 de octubre de 2025

Un poco de ironía ante las próximas elecciones legislativas en medio de la incertidumbre y la inestabilidad de la economía global

El próximo domingo 26 de octubre se celebran en todo el país las elecciones legislativas nacionales 2025, en las que se renovará la mitad del Congreso de la Nación. Ese día se elegirán veinticuatro senadores nacionales y ciento veintisiete diputados que ocuparán sus bancas en el Parlamento. Dada la proximidad de este evento, ya pueden verse y escucharse en los medios periodísticos numerosas propuestas de parte de los candidatos. Están los que prometen promover la eficiencia, la transparencia, la meritocracia, el esfuerzo personal, el respeto por las normas y la honestidad en la administración de los recursos públicos; los que dicen que van a impulsar proyectos para alcanzar una sociedad pujante y moderna que marque el camino de crecimiento que lleve a los argentinos a sentirse orgullosos de pertenecer a una potencia mundial; los que aseguran que van a impulsar el fortalecimiento de la democracia y el sistema republicano, la consolidación de las instituciones, el respeto a la división de poderes, el desarrollo económico, la independencia de la justicia, la calidad de la educación, la solidaridad social y la felicidad personal de los habitantes de la Argentina; los que manifiestan que van devolverle a la gente un horizonte de esperanza ya que, para los argentinos, la tarea más importante es la capacidad de realización; los que declaran que van a usar trapo y lavandina para terminar con la mugre de la corrupción; los que afirman que buscan el progreso y el desarrollo como realización humana y material en una sociedad donde la ley sea justa para todos; los que garantizan que, con sus leyes, van a lograr una comunidad en donde reine la armonía, la sana convivencia y la seguridad para que la vida y la libertad sean valores supremos…
También están los que, desde las coaliciones de izquierda, hacen propuestas más reformistas y populares, prometiendo romper con el FMI, el Banco Mundial y los demás organismos financieros internacionales; estatizar bajo el control de los trabajadores y usuarios a los laboratorios, droguerías y servicios estratégicos para terminar con los negociados; apoyar a los pequeños productores y chacareros y hacer que los grandes estancieros y las agroexportadoras paguen más retenciones; elevar las jubilaciones y los salarios mínimos hasta cubrir el costo de la canasta familiar; equiparar los salarios de los funcionarios públicos con los de un o una docente; recuperar el petróleo, el gas, la minería y los demás recursos naturales mediante su nacionalización; anular los tarifazos en los servicios públicos; embargar los bienes personales de los culpables de delitos de corrupción; terminar con la burocracia sindical que no defiende a los trabajadores, etc. etc. Proyectos todos ellos que suenan mucho más atractivos que los anteriores, pero que, a simple vista y repasando un poco la historia, tras la irrupción del peronismo como movimiento que representa a los sectores populares, sus ofertas tienen muy poco arraigo en el electorado argentino. Y, además, al igual que los otros candidatos, tampoco dicen como conseguirán implementar todas sus propuestas, las que, a fin de cuentas, no son más que fantasías. Tal vez son como las que Jorge L. Borges (1899-1986) llamaba “fantasías puras” en “Otras inquisiciones”, diciendo que eran “las mejores” porque no buscaban “justificación o moralidad”. En fin, promesas y más promesas.


Pero, de lo que prácticamente nadie habla es de la condición semicolonial que impera en la Argentina, de la influencia de las clases dominantes estrictamente ligadas a los grandes oligopolios, de la especulación financiera, de las empresas que poseen cuentas en paraísos fiscales y fugan divisas al exterior, de la ausencia de un empresariado que impulse el mercado interno y proteja las industrias nacionales… Y claro, tampoco dicen como van a hacer para que, con sus proyectos de leyes, se logre salir de esa aciaga condición. En todas sus promesas, ¿los candidatos están diciendo la verdad? O será como decía el protagonista de “El pozo”, la novela que el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994) publicó en 1939, el que, agotado del envilecimiento de la existencia humana, decía que había “varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos”. Y lo que estos candidatos justamente están haciendo es eso: ocultar la esencia de los acontecimientos. ¿O acaso hablan de la situación por la que está pasando el mundo a raíz de la confrontación entre Estados Unidos y China? Porque, tras estar perdiendo terreno estratégico frente a la potencia oriental, lo que está haciendo el presidente norteamericano es tratar de robustecer su posición en América Latina y el Caribe, endureciendo aún más sus posiciones para tratar de alcanzar un control total sobre esta región e integrarla a su área de influencia. Esto le permitiría acumular la fortaleza que hoy no tiene para confrontar directamente con China, su verdadero objetivo, en la medida que la considera su mayor obstáculo para recuperar el carácter de potencia hegemónica mundial.


El acercamiento de China a América Latina y el Caribe es algo que inquieta desde hace más de diez años a la Casa Blanca, la que ha tomado medidas de diverso tono en los países de la región para tratar de frenar la creciente influencia de Beijing. Porque lo que Estados Unidos está buscando es recuperar esta región como su patio trasero y poder explotar sus riquezas naturales en su propio beneficio. Sin embargo, las políticas del presidente Trump hacia el sur del río Grande, en ocasiones está generando el efecto contrario y no hace más que abrirle nuevas oportunidades al gigante asiático. Por eso las tácticas del presidente neofascista-imperialista se centran en la injerencia en las elecciones regionales para tratar de instalar gobiernos afines, por un lado, y por otro lado ejercer cada vez más una presión económica mediante la aplicación de sanciones, bloqueos financieros y operaciones de desestabilización política en alianza con algunas burguesías locales. ¿Alguno de los candidatos dice en sus propuestas cómo afrontar esta problemática? ¿Alguno dice cómo defender la soberanía e independencia del país? Porque se trata de un combate por la dignidad, por un futuro en el que los argentinos decidan su destino sin imposiciones externas, sin chantajes financieros. Porque es más que evidente que, amparados por los personalismos y los sectarismos de la gran mayoría de la dirigencia política, hoy muchísimos argentinos sufren en su vida diaria las consecuencias del fracaso de la globalización neoliberal y de los cantos de sirena del presidente anarco-capitalista, quien está convirtiendo al país en una nación cada vez más plebeya al imponer una derecha cavernaria sustentada sobre las debilidades tanto de las coaliciones opositoras como las de los ciudadanos.
Ahora bien, ante la proximidad de las elecciones legislativas, al ver y escuchar las promesas sustentadas en frases trilladas y pomposas de todos los candidatos, resulta ineludible recordar las famosas “Aguafuertes porteñas” que el escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942) publicara semanalmente hace casi un siglo atrás en el diario “El Mundo”. Por entonces la Argentina vivía una situación social marcada por el colapso económico internacional producto de la caída de la bolsa de valores de Nueva York en octubre de 1929, y la etapa conocida como “década infame” que comenzó en septiembre de 1930 tras el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen (1852-1933). Fue un período histórico turbulento en el que prevalecieron el fraude electoral, las intervenciones federales a las provincias, la persecución a los opositores, la tortura a los detenidos políticos y la proliferación de los negociados, situaciones todas ellas generadas por la influencia y participación, en los sucesivos gobiernos fraudulentos, de grupos militares de tendencias fascistas que terminaron de asentarse en 1945 de la mano del general Juan D. Perón (1895-1974) en una variante atenuada pero en definitiva fascistoide.
Fue en ese ambiente que nació “Argentina. Periódico de arte y crítica”, una publicación dirigida por Cayetano Córdova Iturburu (1902-1977) en la cual colaboraron, entre muchos otros, Macedonio Fernandez (1874-1952), Ricardo Güiraldes (1886-1927), Raúl González Tuñón (1905-1974), Ulyses Petit de Murat (1907-1983) y el ya mencionado Roberto Arlt. En un artículo aparecido en el primer número, Córdova Iturburu decía sin ambages: “El espíritu burgués -que en realidad no es otra cosa que carencia de espíritu- es el mal de nuestro país. El mundo sufre en estos momentos las convulsiones de una quiebra. Y la culpa de esa quiebra debe adjudicarse, sin titubeos, al burgués. El burgués ha hecho de la política un negocio, del arte un negocio, de la religión un negocio, de la vida un negocio. El burgués ha convertido la organización social y la estructura económica en una forma de satisfacer sus apetitos con impunidad y ha hecho de las armas y de la religión garantías de su impunidad”. La dureza de este discurso originó que sólo apareciesen tres números de la revista durante los dos primeros años de la “década infame”.
En medio de ese ambiente dominado por la oligarquía terrateniente y la incipiente burguesía industrial, y en el que también participaron activamente algunos sectores del movimiento estudiantil y organizaciones fascistas, el autor de recordadas novelas como “El juguete rabioso”, “Los siete locos” y “Los lanzallamas” publicó la “aguafuerte” titulada “¿Quiere ser usted diputado?”, la que hoy en día, dada la época electoralista que vive la Argentina, tiene una excepcional vigencia. Algunos de los párrafos más sobresalientes de dicha “aguafuerte” decían: “Si usted quiere ser diputado, no hable en favor de las remolachas, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado y del niño. No; si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes: ‘Soy un ladrón, he robado... he robado todo lo que he podido y siempre’. La gente se enternece frente a tanta sinceridad. Y ahora le explicaré. Todos los sinvergüenzas que aspiran a chuparle la sangre al país y a venderlo a empresas extranjeras, todos los sinvergüenzas del pasado, el presente y el futuro, tuvieron la mala costumbre de hablar a la gente de su honestidad. Ellos eran ‘honestos’. Ellos aspiraban a desempeñar una administración honesta. Hablaron tanto de honestidad, que no había pulgada cuadrada en el suelo donde se quisiera escupir que no se escupiera de paso a la honestidad. Embaldosaron y empedraron a la ciudad de honestidad. La palabra honestidad ha estado y está en la boca de cualquier atorrante que se para en el primer guardacantón y exclama que ‘el país necesita gente honesta’. No hay prontuariado con antecedentes de fiscal de mesa y de subsecretario de comité que no hable de ‘honradez’. En definitiva, sobre el país se ha desatado tal catarata de honestidad, que ya no se encuentra un sólo pillo auténtico. No hay malandrino que alardee de serlo. No hay ladrón que se enorgullezca de su profesión. Y la gente, el público, harto de macanas, no quiere saber nada de conferencias. Ahora, yo que conozco un poco a nuestro público y a los que aspiran a ser candidatos a diputados, les propondré el siguiente discurso. Creo que sería de un éxito definitivo”.
El texto del discurso dice así: “Señores: aspiro a ser diputado porque aspiro a robar en grande y a ‘acomodarme’ mejor. Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado. Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden, señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino ‘evolutivamente’. Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas en el actual momento histórico y trascendental. Y créanme, señores, yo seré un ladrón, pero antes de vender el país por un plato de lentejas, créanlo... prefiero ser honrado. Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado. Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar”.
Y agregó: “Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré el Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines... ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio ‘ipso facto’ a mi candidatura... Piénsenlo, aunque sea un minuto señores ciudadanos. Piénsenlo. Yo he robado. Soy un gran ladrón. Y si ustedes no creen en mi palabra, vayan al Departamento de Policía y consulten mi prontuario. Verán qué performance tengo, verán ustedes que yo soy el único entre todos esos hipócritas que quieren salvar al país, el absolutamente único que puede rematar la última pulgada de tierra argentina... Incluso, me propongo vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamento en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia. Señores... con este discurso, lo matan o lo eligen presidente de la República”.
Si bien este irónico texto fue escrito en la década del ’30 del siglo pasado, es notoria su vigencia en la actualidad. Es imprescindible para los argentinos no negar la realidad porque hacerlo puede convertirse en el causante de desgracias. Basta con ver lo sucedido en las últimas décadas cuando las políticas que entusiasmaron a muchísimas personas, no se adaptaron a la realidad, provocó desastres y les destruyó la esperanza y las arrastró a la miseria. En fin, volviendo a octubre de 2025, en medio de la eclosión política y financiera del gobierno libertario, se presentan como candidatos a legisladores -representando a partidos que no son más que coaliciones improvisadas-, personajes con funestos antecedentes muchos de los cuales fueron denunciados penalmente por malversación de fondos públicos y defraudación en perjuicio del Estado, por enriquecimiento ilícito y vínculos con el narcotráfico, por la posesión de sociedades en paraísos fiscales y por el enriquecimiento mediante mecanismos poco transparentes de contratación. Esto por citar sólo a algunos de los candidatos en las próximas elecciones legislativas en los veinticuatro distritos del país. Probablemente los haya honestos, pero, a medida que pasa el tiempo, la ciudadanía desconfía cada vez más de ellos, lo que se percibe tanto en las encuestas como en el ausentismo electoral. A lo mejor, si los candidatos se apoyan en la sugerencia de Arlt, les vaya un poco mejor.

5 de octubre de 2025

Gobierno argentino: ¿crematomanía, síndrome de Hubris o simplemente neofascismo?

Allá por 1997, el empresario estadounidense de ascendencia japonesa Robert Kiyosaki (1947) junto a la empresaria también estadounidense Sharon Lechter (1954) publicaban “Rich dad, poor dad” (Padre rico, padre pobre), obra en la que hablaron de la necesidad de las personas de alcanzar una sólida educación financiera para no tener que trabajar para otros sino hacerlo sólo para sí mismas. Afirmaron que ser inversor en alguna corporación era mucho mejor que ser un empleado asalariado, ya que esa era la manera de ganar dinero sin necesidad de trabajar activamente ya que, según sus propias palabras, “los pobres y la clase media trabajan para ganar dinero, los ricos hacen que el dinero trabaje para ellos”. Parece evidente que muchos de los funcionarios del gobierno argentino y los grandes empresarios que lo apoyan han leído ese libro. Día tras día se suceden nuevos episodios de corrupción vinculados a estafas, sobornos, cohechos, vínculos con el narcotráfico, etc. etc., todo lo cual hace que ese grupo de inescrupulosos se enriquezcan a costa del Estado, la entidad política, jurídica y social que supuestamente venían a destruir. Basta con ver sus declaraciones juradas que, a pesar de estar amañadas, muestran sus descomunales aumentos patrimoniales. No sorprende entonces que, según informes del Foro Económico Mundial de Davos, además de sus gravísimos problemas vinculados a la recesión económica, la deuda externa, el desempleo, la pobreza y la desigualdad, la Argentina se encuentre entre los países con mayor corrupción y con bajísimas calificaciones en los indicadores de calidad institucional y transparencia.
Entonces, cuando uno se pregunta qué es lo que mueve a estos personajes a actuar de la manera en que lo hacen, podría conjeturar que padecen lo que en psicología se conoce como “crematomanía”, un término proveniente del griego -“krematos” (dinero) y “mania” (frenesí)- que significa “obsesión por el dinero”, una enfermedad cuya sintomatología se caracteriza por el obstinado apego a la acumulación de riquezas como el principal objetivo en la vida. Esta adicción desmedida se hizo muy evidente en el presidente Javier Milei y la secretaria general de la presidencia, su hermana Karina Milei, tras divulgarse los siderales montos en dólares que cobraba para dar una conferencia o asistir a una cena privada, y tras conocerse los casos de la estafa con la criptomoneda $Libra y el cobro de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). También podría vincularse a esta obsesión a los secuaces del gobierno libertario, sean estos ministros, secretarios, senadores, diputados, gobernadores, intendentes, jueces o grandes empresarios oligarcas que, con sus medidas económicas, dejan de lado cuestiones esenciales como la salud, la educación, la ciencia, la cultura, la seguridad, las obras públicas y una correcta administración de los recursos naturales y económicos. O tal vez padezcan el síndrome de Hubris, un trastorno psiquiátrico acuñado por el médico neurólogo británico David Owen (1938). En 2008, partiendo del término griego “hybris”, en su ensayo “In sickness and in power” (En el poder y en la enfermedad) se refirió a las personas que ejercen algún poder sumidas en la arrogancia, la soberbia, la desmesura, el narcicismo y el desprecio por las críticas y las opiniones de los demás, cualidades todas ellas que bien podrían aplicarse al presidente argentino y a muchos de sus lacayos.
Justamente sobre este trastorno psicológico, allá por 2013 el periodista y médico neurólogo argentino Nelson Castro (quien hace poco sin ser un “zurdo de mierda” le soltó la mano a la derecha libertaria), en un programa televisivo diagnosticó que la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner padecía el síndrome de Hubris. Y hace unos días, en el editorial de su programa radial, aseveró que, al igual que la ex presidenta, el actual presidente padece el mismo síndrome y explicó que, en estos casos, “la persona cree que es la dueña de la verdad, que es infalible y que, si alguien le dice algo, tiene una finalidad conspirativa”. “Estamos ante un presidente de la República con un problema psíquico importante en cuanto a comportamiento y conducta”, subrayó. Y agregó que se trata de un “tema de extrema sensibilidad” y que el presidente mantiene “una relación patológica con su hermana”. Por su parte, la psiquiatra y docente argentina Graciela Peyrú (1941), presidenta de la Fundación para la Salud Mental, en una entrevista analizó las características de las personas que padecen manías y sugirió que Javier Milei tiene muchos rasgos que podrían coincidir con ese diagnóstico. “Hay una patología mental, una enfermedad mental que se llama manía”, explicó. “Es un trastorno mental que se caracteriza por tener una gran imagen, una excelente opinión sobre uno mismo y no conocer límites”. Y agregó: “Quien padece una manía no tiene casi autocrítica, no tiene casi dudas, porque se siente a sí mismo como un genio todopoderoso. Y otra característica de la manía es la irritabilidad, enojarse, insultar al otro, despreciarlo, humillarlo. Los comentarios, por ejemplo, de Milei sobre los periodistas son absolutamente despreciativos, y sobre otra gente también, absolutamente humillantes, absolutamente despectivos. Y eso está dicho desde un ser que cree que es mucho mejor que los otros”.
También la psicoanalista, politóloga y docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires Nora Merlin (1982) se refirió a la salud mental del presidente. En varias entrevistas brindadas en 2023, poco antes de que ganara las elecciones, la especialista consideró que las distintas manifestaciones en público de Milei durante la campaña electoral, más allá de su salud mental, lo que habían mostrado eran rasgos de una personalidad que “excede los límites del sistema democrático”. “Hay una incontinencia verborrágica agresiva, violenta, misógina, hostil. Sin hacer diagnóstico psicológico, esos son rasgos de carácter que son incompatibles con la democracia. Porque en la democracia hay reglas, hay límites, no se puede decir cualquier cosa, y este personaje pasa esos límites. La vida democrática y civilizada requiere de filtros y de diques, no se puede decir cualquier cosa. Este personaje tiene una modalidad fascista. Sus modos de relacionarse son modos fascistas”, manifestó. En otra entrevista aseveró que uno de los idearios del sistema neoliberal es que es una fábrica de individuos emprendedores (sos el empresario de vos mismo, sos tu propia construcción), una fábrica de deudores a los que se les llama ‘capital humano’. En él, la subjetividad es mercancía, cada individuo debe valerse por sí mismo en una concepción meritocrática, es un sálvese quien pueda”. Y prosiguió: “El neoliberalismo se ha anudado a la revolución tecnológica que virtualizó la vida. Es un dispositivo de poder que está organizado por la pulsión de muerte, orientada a la desintegración de todo: de los lazos amorosos, amistosos, de la cultura, de la democracia, de los Estados, de las regulaciones, de la autoridad, de la política. Este sistema no sólo está enfermo, como decía Freud, sino que va a explotar. Es un sistema enfermo que enferma, por eso la depresión se tornó en una epidemia global”.
Todo esto en medio de un régimen político basado en la mercantilización, la privatización y la financiarización como ejes centrales de la acumulación de riquezas. Esto es un capitalismo ilimitado que el presidente llama “anarcocapitalismo”, el cual privatiza los beneficios y socializa las pérdidas amparado por un Poder Legislativo que actúa como un mero espectador y un Poder Judicial convertido en el principal aliado de las corporaciones económico-financieras y mediáticas. Así, es dable pensar que este proceso de enriquecimiento de los menos, acompañado por un afán obsceno de ostentación, y el empobrecimiento de los más, acompañado por un estado ánimo que oscila entre el inconformismo y la resignación, no es una “revolución liberal” como la llama el presidente sino una “revolución pasiva”, término que el filósofo, sociólogo y periodista italiano Antonio Gramsci (1891-1937) acuñó en sus “Quaderni del carcere” (Cuadernos de la cárcel) para referirse a un proceso de transformación gradual y progresivo de las estructuras sociales, políticas e institucionales desarrollado desde el poder, apoyándose en la alta burguesía acomodada en desmedro de las clases medias y populares desorganizadas. La noción de “revolución pasiva” no sólo es aplicable al gobierno libertario, sino también a gobiernos como el kirchnerismo, el cual implementó algunas transformaciones estructurales, pero preservó las relaciones capitalistas fundamentales mientras aparentaba responder a las demandas populares.
En este escenario, no son pocos los filósofos y sociólogos que definen este fenómeno que ha emergido en el contexto de la digitalización y la globalización neoliberal como “neofascismo”, un sistema que se distingue del fascismo clásico por su capacidad de operar mediante redes digitales, su articulación con el capitalismo financiero y su adaptación a las condiciones de la democracia formal. Así por ejemplo, el Doctor en Comunicación Social argentino Fernando Esteche (1967) escribió en “Autoritarismo en nuestra América en el siglo XXI”, un ensayo que forma parte del libro “No al fascismo”, que “el neofascismo contemporáneo se caracteriza por la utilización de las redes sociales para la manipulación cognitiva, la construcción de realidades paralelas mediante la desinformación sistemática”, un método habitual utilizado no sólo por el presidente argentino, sino también por otros mandatarios de América como el estadounidense Donald Trump, el panameño José Mulino, el costarricense Rodrigo Chaves, la peruana Dina Boluarte, el paraguayo Santiago Peña, el salvadoreño Nayib Bukele y el ecuatoriano Daniel Noboa en la actualidad, y en su momento también utilizado por el chileno Sebastián Piñera, el brasileño Jair Bolsonaro, el uruguayo Luis Lacalle Pou y el colombiano Iván Duque.
Allá por los años ’50 del siglo pasado, cuando todavía no existían las redes sociales, la manipulación de la conciencia de las personas se hacía mediante una propaganda efectiva realizada con el control de medios de comunicación como los periódicos y las revistas. En ese sentido se expresó la filósofa e historiadora alemana nacionalizada estadounidense Hannah Arendt (1906-1975) en su ensayo “The origins of totalitarianism” (Los orígenes del totalitarismo), libro en el cual expresó que el mecanismo de la propaganda era “una mezcla curiosamente variable de credulidad y cinismo con la que se espera que las personas reaccionen a las cambiantes declaraciones mentirosas de los líderes”. Y agregó premonitoramente: “Las formas de la organización totalitaria están concebidas para traducir las mentiras propagandísticas tejidas en torno a una ficción central; para construir, incluso bajo circunstancias no totalitarias, una sociedad cuyos miembros actúen y reaccionen según las normas de un mundo ficticio”. Y en un artículo publicado en el diario “Página/12” en mayo de 2016, la citada psicoanalista Nora Merlin decía que resultaba acuciante considerar lo que se plantea como una amenaza para la sociedad. “Los medios de comunicación -escribió- están patologizando la cultura, generando diversas formas de malestar, como sentimientos negativos, inhibiciones y la ruptura de lazos sociales, al alimentar la intolerancia, la segregación y el aislamiento. Gran parte del espacio público ocupado por los medios de comunicación se transformó en la sede del odio y la agresión entre las personas. El prójimo es atacado, concebido como a un enemigo o un objeto hostil al que se lo puede humillar, degradar, maltratar, etc. Se produce un efecto de identificación entre los espectadores que conduce a una cultura transformada en un campo minado por la violencia y el odio en sus variadas expresiones”.
Añadió luego: “Frente a este panorama, surgen interrogantes: ¿dónde quedan las categorías de verdad, decisión racional y autonomía del sujeto para filtrar y administrar la información y los afectos que éstos instalan? ¿Quién se hace responsable de los efectos patológicos que se constatan en la subjetividad y en los lazos sociales?”. Es una pregunta que deberían responder todos los presidentes mencionaos anteriormente porque, como escribió la psicóloga, “responder a estas cuestiones resulta indispensable para una concepción democrática que debe incluir no sólo la lógica de las instituciones y de la división de poderes, sino también un debate plural, que nunca se agote ni cancele, entre los distintos actores sociales involucrados. Resulta altamente saludable que se escuchen pluralidad de voces, evitando la monopolización de la palabra y la instalación de un discurso único, asegurando que los mensajes sean transmitidos libremente, pero garantizando el derecho que tienen los ciudadanos a que la información sea veraz, vertida de manera responsable y racional”. Y concluyó: “Ante la constatación de la patología que producen los medios de comunicación y con el objetivo de proteger la salud de la población, resulta necesario atender los efectos negativos que ellos producen. No se trata aquí de una práctica de censura ni de un planteo de tipo moral, sino de asumir una decisión responsable fundamental a favor de preservar la salud psíquica de la comunidad. El Estado, sus representantes e instituciones, deben encarnar una función simbólica, de contención y pacificación a nivel individual y social, capaz de garantizar el bien común, la disminución de la violencia y de la hostilidad en los lazos sociales”.
Así como el nazismo alemán creó el Ministerio para la Ilustración Pública y Propaganda, el fascismo italiano la Secretaría de Prensa y Propaganda y el franquismo español la Cadena de Prensa del Movimiento para influir en la opinión pública, el actual neofascismo utiliza las redes sociales como medio de difusión de su ideología con un discurso sustentado en el odio, las narrativas extremistas, las teorías de la conspiración y los perfiles falsos, manteniendo de ese modo una férrea comunicación con la población para intentar vencer en lo que denominan “batalla cultural”. Sus responsables, financiados por los respectivos gobiernos y los grandes empresarios, asumen que deben ganar la batalla cultural para conseguir la hegemonía del anarcocapitalismo, el neoliberalismo, el libertarismo o como quiera que se autodenominen los actuales exponentes del neofascismo. Hace años que varios prestigiosos historiadores, sociólogos y filósofos opinaron sobre el progenitor de esta ideología política: el fascismo. Lo hicieron, entre otros, Walter Laqueur (1921-2018) en “Fascism. Past, present, future” (Fascismo. Pasado, presente, futuro), Umberto Eco (1932-2016) en “Il fascismo eterno” (El fascismo eterno) y Michael Löwy (1938) “Neofascismo: um fenômeno planetário” (Neofascismo: un fenómeno planetario). Más recientemente lo hizo Jason Stanley (1969) en “How fascism works” (Cómo funciona el fascismo), obras todas ellas en las cuales desarrollaron el concepto de fascismo como una variante radicalizada, hiper autoritaria y violenta del capitalismo, que no vacila en privar de sus derechos fundamentales a los sectores vulnerables, agudiza la explotación laboral y reprime con dureza a los opositores. Todos estos conceptos son ampliamente compatibles con el neofascismo que predomina en numerosos países en la actualidad. ¿Esto ocurrirá porque, tal como decía el dramaturgo y poeta alemán Berthold Brecht (1898-1956), “no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”?
Como bien dice el dirigente político salvadoreño Sigfrido Reyes (1960) en “La ola neofascista en América Latina: fundamentos ideológicos y ejercicio del poder”, ensayo que forma parte del mencionado libro “No al fascismo”, “la última figura en abonar el terreno del neofascismo en América Latina la constituye Javier Milei y su autoproclamado movimiento ‘libertario’. Es una verdadera paradoja que a los fascistas modernos les incomode llamarse como tales y prefieren usar el mote de libertarios, o incluso anarco-capitalistas. En el caso de Milei estamos en realidad frente a un caso de neoliberalismo radical que combina autoritarismo con el desmantelamiento acelerado del Estado, aderezado todo ello con un discurso de intolerancia, fanatismo y adhesión incondicional a la política de los Estados Unidos en todos los ámbitos, incluyendo el alineamiento con el sionismo internacional. Milei, tanto en la campaña que lo llevó al gobierno como sus prácticas al frente de la Argentina, apuesta por la consumación de la política neoliberal iniciada por gobiernos derechistas tradicionales del pasado, incluyendo el último de Mauricio Macri”. En definitiva, puede aseverarse que el neofascismo neoliberal llevado adelante por Milei está directamente emparentado con el mercado, la iniciativa privada y el extremo individualismo, favoreciendo a las grandes corporaciones en desmedro de las pequeñas y medianas empresas al generar políticas flexibilizadoras y aperturistas que repercuten negativamente sobre la producción nacional. Además, en consonancia con los fascismos del siglo XX, se ocupa de la represión sistemática de los opositores políticos sean estos movimientos sociales, grupos minoritarios o sectores marginados considerados peligrosos para sus planes. De modo que, retomando los conceptos vertidos inicialmente sobre los trastornos psiquiátricos, cabe asegurar que, para mantener la salud mental, los ciudadanos comunes y corrientes además de alimentarse saludablemente, mantenerse hidratados, dormir bien y practicar alguna actividad relajante, es indispensable que luchen contra el
neofascismo.