2 de agosto de 2010

Los surrealistas (1). Jacques Baron, Paul Eluard & Max Ernst

El Simbolismo fue un movimiento artístico nacido como reacción al Naturalismo a partir de la publicación de "Le Symbolisme" (Manifiesto del Simbolismo) por el poeta greco-francés Jean Moréas (1856-1910) en la edición del 18 de septiembre de 1886 de "Le Figaro". En el ámbito literario, los adeptos a este movimiento comenzaron a expresarse a través de símbolos metafóricos, utilizando al lenguaje como el instrumento para acceder al conocimiento, y a la imaginación como la manera más genuina de interpretar la realidad. El Simbolismo predominó durante los comienzos del siglo XX en la literatura europea en general y en la francesa en particular, como una expresión continuadora de los viejos temas y fórmulas del Romanticismo. Pero, paralela a esta conducta espiritual que se movía según el impulso emocional del pasado, el positivismo y la filosofía del progreso implicaron una contundente ratificación de las aptitudes intelectuales del hombre. Allí se planteó una indecisión: los  artistas contemporáneos vacilaban entre ambas corrientes ya que del predominio de una de ellas surgiría la nota distintiva de su obra.


Para la sociología formalista alemana -encarnada principalmente en Georg Simmel (1858-1918) y Leopold von Wiese (1876-1969)- el individuo, frente a un proceso social determinado, opta por dos comportamientos opuestos. O bien se integra al proceso colectivo, a sus particulares modos de vida y a sus instituciones consagradas, operando de ese modo un proceso sociológico de asociación o, por el contrario, se desintegra de la comunidad, se segrega de su estilo vital, rechaza la legitimidad de sus instituciones tradicionales y opera, entonces, un proceso sociológico de disociación. No obstante ello, entre ambos procesos media un tercero que participa de los dos anteriores: por un lado, el individuo asume la responsabilidad que surge de su condición de actor social, acepta y ratifica el orden comunitario e impulsa los aspectos a los que adhiere y, por otro lado, advierte sus errores y desajustes y, en ese sentido, niega su colaboración, declina su responsabilidad y adopta una actitud crítica y combativa.


Es este tercer proceso el que caracteriza y define decididamente el comportamiento del escritor surrealista frente a la sociedad de su tiempo y, tal como sostuvo en 1953 el ensayista catalán Juan Cirlot (1916-1973) en su "Introducción al Surrealismo", determina "la síntesis peculiar del estilo contemporáneo que se funda en una contradicción entre las anárquicas fuerzas de lo oscuro que pugnan por sobresalir, y la confianza en las conquistas de la razón". El propio Cirlot sostiene que "la actitud fundamental del surrealismo obedece a una reacción contra las fórmulas históricas y hace pie en la exaltación de las secretas potencias de la sangre y del instinto frente al imperio de la razón; promueve y logra la pérdida de toda voluntad de estilo y abomina así -dentro de la obra literaria- de todo tema conductor, de todo desarrollo lógico, de toda coherencia racional". Esto supuso, consecuentemente, una actitud de desdén hacia las formas literarias tradicionales, y una postura de afirmación de la escritura automática como única y auténtica expresión de la obra surrealista.


Así, entre la asociación y la disociación, a su manera los protagonistas del movimiento surrealista se rebelaron y rechazaron la sociedad de su tiempo, una sociedad que creían inconmovible e inalterable. La actitud de los surrealistas, en definitiva, implicó apenas la realización de un acto gratuito, una emancipación del espíritu sin consecuencia alguna para el orden social establecido que ellos rechazaban. Se trató, en suma, de una situación de clase social que permitía la rebeldía sin menoscabo del destino personal de cada escritor. El hecho de que, por ejemplo, la mayoría de sus protagonistas abandonase las corrientes políticas de izquierda a las que en un primer momento habían adherido, es una prueba concluyente de la inconsecuencia del movimiento. 
Esto no invalida su importancia. Si bien desde un plano sociológico fue una irresponsabilidad, es innegable su provechoso aporte a la literatura y a las demás expresiones artísticas. En ese sentido, la poesía surrealista no fue ni un discurso sobre el inconsciente ni un himno a la rebelión. Simplemente encontró su razón de ser en su propia existencia, la existencia de Artaud, de Breton y de Ernst; de Lautréamont, de Eluard y de Soupault; de Arp, de Tzara y de Aragon; de Masson, Lely, Jaguer, Vaché y tantos otros artistas que entendieron que el sentido y el significado de las palabras estaba dado sencillamente en su pronunciación.

Jacques Baron (1905-1986) fue un poeta surrealista francés, cuya primera colección de poemas se publicó en la revista "Aventure" en 1921. Proveniente del Dadaísmo, se incorporó al movimiento surrealista de la mano de André Breton y fue uno de los fundadores de la emblemática revista "La Révolution Surrealiste" en 1924. Tres años después, junto a otros artistas de su generación, se unió al Cercle Communiste Démocratique (CCD) hasta que, en 1929, tras una disputa con Breton, fue expulsado del movimiento. Esto lo llevó a publicar el panfleto "Un cadavre" (Un cadáver) en contra, precisamente, del fundador del Surrealismo. Después de esta ruptura, Baron editó junto a Georges Bataille (1897-1962) el periódico "Documents" y colaboró en diversas revistas como "Le Voyage en Gréce", "La Crítica Sociale" y "Minotaure". Es autor de la novela "Charbon de mer" (Mar del carbón), del libro de memorias "L'an 1 du Surréalisme" (El año 1 del Surrealismo) y del poemario "L'allure poétique" (La mirada poética). De su libro de memorias, aparecido en 1969, es el párrafo que sigue dedicado a Paul Eluard:

El poeta es indiscutible. Pero, ¿y el hombre? Es un hombre como los demás, sonriente, afable, un hombre que ama el amor sin disimularlo, sin dejar de hablar de él. Ya he dicho que tenía un modo personal de mantener la calma, sin caer en la desmesura como muchos de nosotros. Ni antipatriotismo convulsivo ni amoralismo vulgar. Conocía el valor de las cosas en todo el sentido de la palabra. Sabía el precio exacto de un cuadro de Braque como el valor esclarecedor de un fragmento de Lautréamont o el secreto encantador de los versos de Charles Cros. Creo que era doble: un hombre exaltado y un hombre formal a la vez.

Paul Eluard (1895-1952) nació con el nombre de Eugene Grindel en Saint Denis. Desde 1922 se constituyó en uno de los principales organizadores del movimiento surrealista en estrecha colaboración con Breton. A partir de la Guerra Civil española se fue alejando progresivamente del grupo y bajo la influencia de Louis Aragon (1897-1982) adhirió al Partido Comunista. Libros tan importantes como "Capitale de la douleur" (Capital del dolor), "L'amour la poésie" (El amor, la poesía), "La vie immediate" (La vía inmediata) y "La rose publique" (La rosa pública), están escritos en estrecha identificación con el deseo del surrealismo de explorar los sueños y el inconsciente. De su etapa en la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial sobresalen "Poésie et vérité" (Poesía y verdad) y "Dignes de vivre" (Digno de vida), con una temática orientada hacia la búsqueda de la armonía del hombre con la sociedad que lo rodea. En 1937 escribió un breve artículo, "Au déla de la peinture" (Más allá de la pintura), en el que decía refiriéndose a Max Ernst:

Hay una palabra que me exalta, una palabra que nunca he oído sin estremecerme, sin sentir una gran esperanza, la más grande de todas: la de vencer a las fuerzas de ruina y de muerte que agobian a los hombres. Esa palabra es "fraternidad". En febrero de 1917, el pintor surrealista Max Ernst y yo estábamos en el frente, apenas a una distancia de un kilómetro uno del otro. El artillero alemán Max Ernst bombardeaba las trincheras en donde yo, infante francés, montaba guardia. Tres años más tarde éramos los mejores amigos del mundo y desde entonces combatimos incansablemente, hombro con hombro, por la misma causa, la de la liberación total del hombre. En 1925, durante la guerra de Marruecos, Max Ernst sostenía conmigo la consigna de confraternidad del Partido Comunista francés. Y afirmo que entonces él se estaba ocupando en algo que le concernía íntimamente, en la misma medida en que había estado obligado, en mi sector en 1917, a ocuparse en algo que no le concernía. ¡Y si sólo nos hubiera sido posible, durante la guerra, ir uno al encuentro del otro y estrecharnos la mano, espontáneamente, violentamente, contra nuestro común enemigo: ¡La Internacional del Lucro! En 1919, cuando la imaginación trataba de dominar y de neutralizar los penosos monstruos que la guerra había agigantado, Max Ernst resolvió sepultar a la vetusta Razón -que causó tantos desórdenes, tantos desastres-, no bajo sus propios escombros (con los cuales se levantaban monumentos) sino por el ejercicio de la libre representación de un universo liberado. Desde el pájaro, no hay mucha distancia entre la nube y el hombre. Desde las imágenes no hay mucha distancia entre el hombre y lo que ve, entre las cosas reales de la naturaleza y las cosas imaginadas. Tienen el mismo valor: materia, movimiento, necesidad, deseo, son inseparables. El honor de vivir vale tanto como el esfuerzo por vivificar. Piénsate como flor, fruto y corazón del árbol, porque tienen colores, porque son uno de los signos necesarios de tu presencia. Nada te impedirá creer que todo es trasmutable en todo a partir del momento en que aceptes no tener que justificar tu idea. Una interpretación verdaderamente materialista del mundo no puede excluir de éste a quien se empeña en comprobarlo. La muerte misma le concierne, a él viviendo, y al mundo viviente. No conozco ningún poeta que haya penetrado tanto como Max Ernst en estas verdades fundamentales.

Max Ernst (1891-1976) nació en la pequeña ciudad alemana de Brühl, cerca de Colonia, hijo de un maestro de sordomudos y pintor vocacional. En 1909 se trasladó a Bonn para estudiar Filosofía, Historia del Arte y Psiquiatría. Tras la Primera Guerra Mundial simpatizó con el movimiento artístico Dadá y creó sus primeros "collages", los que suscitaron el interés de André Breton. Establecido en París, fue el primer artista que se unió a los escritores creadores del Surrealismo. En 1925 inventó el "frottage", una técnica para transferir al papel o al lienzo la superficie de un objeto con la ayuda de un sombreado a lápiz, y poco después experimentó con el "grattage", la técnica por la que se raspan o graban los pigmentos ya secos sobre un lienzo o tabla de madera. Artista muy versátil y prolífico, Ernst también fue dibujante, grabador, escultor y escritor. En 1934 escribió "Qu'est-ce que le surréalisme?" (¿Qué es el surrealismo?) para el catálogo de la exposición homónima de Zúrich. Publicó tres novelas-collage, esto es ejemplares con leyendas e ilustraciones: "La femme 100 têtes" (La mujer 100 cabezas) en 1929, "Rêve d'une petite fille qui voulut entrer au Carmel" (Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo) en 1930, y "Une semaine de bonte" (Una semana de bondad) en cinco fascículos desde abril a diciembre de 1934. Encarcelado durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941 logró emigrar a Estados Unidos, para regresar definitivamente a Francia en 1953. Ese mismo año publicó "Sept microbes vus á travers un témpérament" (Siete microbios vistos a través de un temperamento), un libro de decalcomanías y textos poéticos. De allí es "Dix mille peaux rouges" (Diez mil pieles rojas):

Para ellos/ el tiempo existe/ en estado abolido/ diez mil pieles rojas se abaten/ sobre la llanura/ felices de su suerte/ preludian las sublimidades de su danza/ tragan los días/ desordenan las noches/ diez mil pieles rojas y lúcidos/ se aprestan a hacer reír a la lluvia/ sus tierras arrugadas por el deseo y la sed/ golpean sus tambores con sonidos plenos/ sonidos plenos/ diez mil pieles rojas enamorados/ se aprestan a mezclar su sangre inquieta/ con la leche sombría de sus mujeres muy calmas/ con la miel jubilosa de sus hermosos hijos/ hijos del siglo/ dónde están sus tridentes/ diez mil pieles rojas/ pálidos pero sólidos/ dejan a sus familias para morir apartados/ diez mil pieles rojas/ con la sangre en llamas/ su vida aún está allí/ en busca de demonios.