19 de agosto de 2025

Karen Marón: “Para decirlo con exactitud, lo de Gaza no es una guerra, es un genocidio”

De ascendencia libanesa (sus abuelos paternos nacieron en El Líbano), la periodista argentina Karen Marón (1980) es una reconocida corresponsal de guerra y analista geopolítica que colabora con distintos medios latinoamericanos como “Télam” y “Perfil” de Argentina, “Telesur” y “Folha de San Paulo” de Brasil, “El Mercurio” y “Radio Cooperativa” de Chile, “El Tiempo” y “El Espectador” de Colombia, “El Universal” y “TV Azteca” de México, “Radio Espectador” de Uruguay, y también con “BBC Mundo” del Reino Unido, “MBC-Telemundo” de Estados Unidos, “Radio France Internationale” de Francia y la internacional “BBC World Service” entre otros numerosos medios.
En sus algo más de veinte años de trabajo periodístico -caracterizados por su capacidad de análisis geopolítico y estratégico, y la de presentar historias que tienen un impacto significativo sobre las vidas de los lectores, televidentes y oyentes haciendo especial énfasis en las víctimas de las guerras y la defensa de los derechos humanos-, ha recorrido más de cuarenta países cubriendo guerras, conflictos de alta belicosidad, situaciones de emergencias humanitarias y de alta conflictividad social, política y económica. La lucha contra la injusticia es algo que, según ella misma ha contado, la tiene marcada desde que era niña cuando veía las guerras por televisión en su casa de la infancia. Actualmente radicada en Madrid, España, es la única mujer hispanoamericana que ha cubierto conflictos bélicos en todo el mundo (desde Asia occidental, el norte de África y América Latina) y la única argentina entre los cien corresponsales de guerra más influyentes e importantes del mundo. Ser testigo del horror generado por los conflictos bélicos, no hizo más que afianzar su compromiso con la información, hecho que le valió una serie de importantes distinciones y un gran reconocimiento internacional. Estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires, Dirección y Producción Integral de Televisión en el Canal 7 de Argentina, y realizó cursos especializados en periodismo en varias instituciones internacionales. Por su labor profesional recibió numerosas distinciones internacionales, entre ellas las otorgadas por el Club Internacional de Prensa de Madrid, por la Fundación Cultura de Paz de España, por la Alcaldía Mayor de Bogotá en Colombia, por el Senado de la Nación Argentina, por la Cámara de Diputados de la Nación de Argentina, por el Instituto de Estudios Estratégicos y de Relaciones Internacionales de Argentina y por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Ha estado cuatro veces en Palestina, cubriendo el conflicto bélico en la Franja de Gaza, sobre el que declaró que pudo ver “cómo es el accionar y cómo se fue perfeccionando el sistema de censura para que no pudiésemos hacer la cobertura del genocidio, de la limpieza étnica, del apartheid, del infanticidio, de la matanza por inanición, que está llevando adelante el ejército israelí, un ejército que no respeta el derecho internacional humanitario, ni el derecho internacional de los conflictos armados, ni las convenciones de Ginebra, ni las resoluciones de las Naciones Unidas: Gaza es un gran laboratorio de guerra”. 


Lo que sigue es un compendio de las entrevistas que concediera a Florencia de Sousa (publicada en el diario “Perfil” el 24 de octubre de 2018) y a Inés Hayes (publicada en el diario “Página/12” el 15 de agosto de 2025), en las que habló, entre otras cosas, sobre lo que significa lidiar con la muerte a su alrededor y cómo se relatan las noticias en medio del desastre.

¿Cómo es ser corresponsal de guerra?

Yo soy corresponsal de guerra porque trabajo para la paz, pero una siente todo el tiempo la mira telescópica en la nuca. En 2009, en relación a una operación militar israelí sobre Gaza, escribí: “se ha abierto una herida en la conciencia de la humanidad: estamos siendo testigos del asesinato de miles y miles de seres humanos en todas sus formas y variantes más atroces”. Estoy convencida, porque lo he visto en los conflictos donde se justifica todo, que hay seres sin alma y sin conciencia. Y los y las periodistas tenemos la obligación de contar lo que pasa. Recuerdo cuando en 2003, muchos medios hablaban de que en Irak se habían encontrado armas de destrucción masiva y luego se produjo la invasión estadounidense y un millón doscientas mil personas inocentes fueron asesinadas. Somos responsables de lo que decimos y de lo que callamos. También existe lo que mi querido maestro Robert Fisk llamaba periodismo de hotel (cuando no salen de sus habitaciones) o quienes arman una escenificación, simulan que están en el medio del conflicto y luego regresan a sus lugares, a sus países con la foto, con el casco y el chaleco de prensa y son recibidos como corresponsales de guerra cuando en realidad han cubierto ese conflicto a setenta km de distancia, como ha sucedido, por ejemplo, en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Y es una falta de respeto no sólo a los espectadores sino a mis compañeros y compañeras que han muerto en los campos de batalla y por supuesto, a las víctimas civiles de esos conflictos.

¿Cómo enfrenta un corresponsal la cobertura de una guerra?

Siempre digo que la primera víctima en una guerra es la verdad. Aunque en realidad considero que la primera víctima en una guerra somos todos. Pero, específicamente respecto al tema de la información, la primera víctima de la guerra es la verdad, como expresó el Senador estadounidense Hiram Johnson en 1917 hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial. También se le atribuye una frase similar a Winston Churchill durante la Segunda Guerra, cuando dijo que la verdad en tiempos de guerra era tan preciosa que necesitaba ser custodiada por los guardaespaldas de la mentira. Obviamente cuando en la guerra la primera víctima es la verdad esto repercute directamente sobre la información, dado que, con una información falsa, que falta a la verdad o que está distorsionada, los periodistas, los medios de comunicación y muchos otros actores son responsables por acción o por omisión, para que se produzcan actos terribles o como para que contribuyan en un proceso de paz. Pero indudablemente la primera víctima es la verdad. Sin eso la información no sería víctima.

¿Cómo se logra informar en medio del horror?

Tenemos que tener en cuenta dos vertientes, los dos pilares importantes: uno es la libertad de expresión, la libertad de información y otro es el derecho a la información de los oyentes, televidentes y lectores, quienes tienen el derecho a estar informados certeramente y con la verdad, no ser engañados y manipulados.

¿Cómo es la logística a la hora de trabajar en determinado lugar de conflicto?

Cada lugar es absolutamente diferente por su geografía, su cultura, su idiosincrasia, religión, por los motivos y por los actores del conflicto involucrados en esa guerra. Son diferentes, aunque en muchos casos son análogos por los intereses por lo que se produce el conflicto que pueden ser o no lo mismos. Por lo tanto, la logística es diferente porque nos movemos en territorios, actores, idiomas diversos, pero hay cosas que son básicas: preparar un botiquín de primeros auxilios específico para la misión, el casco y chalecos antibalas perfectamente identificados con la leyenda de “Press” (prensa e inglés) y del idioma local donde se cubre el conflicto, balizas de emergencia, enchufes múltiples. Además de cinta adhesivas para colocar en los vidrios de las ventanas y evitar los estallidos cuando detonan los explosivos o carros bombas, anteojos de protección anti esquirlas, linterna de bolsillo, suero fisiológico, equipo de cubiertos plegables, tapones para los oídos manta isotérmica, mosquetones, bolsas para retretes portátiles, herramienta multiusos, linterna frontal con haz blanco, rojo o azul, mochila con múltiples bolsillos, máscara antigás, baterías recargables, gel hidro-alcohólico para desinfectar las manos, pastillas para purificar el agua, repelente de mosquitos, toallitas de bebé y pañuelos hasta los equipos tecnológicos que tienen que ver con el hecho de que la cobertura sea óptima. En este caso se necesita desde un BGAN -que es un dispositivo satelital para uso móvil que se instala a la computadora y es lo que permite que pueda emitirse el material como los artículos, videos, audios y fotografías- hasta tu propio teléfono satelital, que es un tipo de teléfono móvil que se conecta directamente a un satélite de telecomunicaciones. También se utilizan muchísimos elementos más, desde alimento especial, pues a veces comemos raciones de combates o tomamos sales hidratantes. Cuando armo la mochila junto con mi casco y chaleco, llevo casi siempre los mismos elementos, dándole fundamental importancia a pasaportes vigentes, carnet de prensa, tarjeta con el grupo sanguíneo y alergias, la cartilla de vacunación internacional, el permiso de conducir internacional y mapas de carreteras y planos de ciudades.

¿Qué formación tiene que tener un periodista para ser un corresponsal de guerra?

Hay que tener algunas formaciones muy específicas como por ejemplo: geopolítica, historia, cultura, religiones, las rutinas y los idiomas de cualquier grupo, las reglas del Derecho Internacional Humanitario, terrorismo y contraterrorismo, política, economía e internacionales, supervivencia, primeros auxilios, elaboración de planes de contingencia detallados en caso de emergencias, identificando las rutas de la salida y los contactos confiables toma de rehenes y negociación entre muchas otras disciplinas, porque va a estar en situaciones de mucha complejidad en relación a otros individuos, en una zona sumamente conflictiva. Además, hay que adquirir conocimientos sobre el manejo del estrés que es algo fundamental en situaciones hostiles, porque estamos expuestos a situaciones que nos pueden generar graves traumas psicológicos además de físicos. El conocimiento se divide en cuestiones prácticas que hacen al trabajo en el terreno y en una formación académica seria que impactará en la calidad del trabajo.

Además de lo ya mencionado ¿hay algo muy específico que no le puede faltar a ningún corresponsal?

El conocimiento que tiene que ver con formación académica, un “background” fundamental que como periodistas debemos tener y es mucho más específico cuando se cubra un conflicto en especial. Tenemos que hacer una inmersión en una cultura totalmente diferente, y convertirnos de alguna manera en etnógrafos como dice nuestro gran maestro Ryszard Kapuściński. Seremos de alguna forma antropólogos e investigadores y descubridores y tenemos que adecuarnos a esas situaciones. A su vez implica que tengamos una gran flexibilidad, una gran plasticidad, que tengamos capacidad de respeto por otras culturas, por otros pensamientos. Fundamentalmente debemos tener empatía. Con respecto a la empatía, al trato hacia las víctimas de la guerra, que a mí me gusta decirles “inocentes”, porque su capacidad de resiliencia es tan alta que yo elegí no instalarlos en el rol de víctimas en los conflictos, eso no se aprende en ningún curso, eso hace a la persona misma. Cada uno va a tener su estilo. Obviamente cada uno va a desarrollar su trabajo en función de su propia personalidad. Esto es en lo que yo creo, en las capacitaciones específicas, en las formaciones académicas y en la evolución como ser humano para poder desarrollar una labor tan delicada en un lugar tan trágico como es la guerra.

¿Qué es lo más triste que te tocó ver en una cobertura?

No lo sé en primera instancia porque cuando me hacen esa pregunta, vienen mil imágenes, mil olores, mil ruidos y en cada cobertura viví experiencias muy tristes. Generalmente recuerdo que están relacionadas con el momento personal que estoy viviendo. Aunque cada conflicto es diferente, en todos se cruza el sufrimiento del ser humano y es en donde se ven las luces y las sombras que tenemos los seres humanos en toda su dimensión. Puedo dar diferentes ejemplos y son muchísimos, generalmente relacionados con niños y eso me ha entristecido durante años. También me ha generado una gran responsabilidad., ya sea por acción o por omisión. Sigue viniendo a mi mente algo que digo muchas veces y es una imagen que se clavó en mi retina y quizá no haya sido la peor.

¿Cuál es específicamente?

Es una hilera de cadáveres pequeñitos de niños, uno al lado del otro, en un campo de refugiados palestinos en el sur del Líbano. Esos ataúdes pequeñitos estaban contra un paredón y cada uno tenía un número. Simboliza muchas cosas. Cada uno de esos niños que apenas habían nacido se habían convertido en números y habían perdido su vida antes de comenzar. Por alguna razón en especial eso tiene mucha significación para mí.

¿Qué te representa ese recuerdo?

Representa todas las tristezas, todos los momentos tristes que viví en un conflicto. Más allá que queda en mí todo eso, ellos no eligen estar en la guerra, ellos no eligen morir, no saben de rutas del petróleo, ni de gasoductos, ni de geopolítica, ni de juegos de guerra. Los niños que estaban en esos ataúdes, más todos los seres humanos que vi en las situaciones más extremas, me producen tristeza porque son los verdaderos inocentes; y son por los que algunos periodistas vamos allí y contamos la historia. Es tener el privilegio de contar la historia de lo que sucede en esta humanidad y de lo que sucede con esos inocentes.

¿En Gaza la mayor cantidad de víctimas son las mujeres y los niños?

Sí, porque las mujeres son las que engendran a las nuevas generaciones y el objetivo es exterminar hasta la tercera generación. El objetivo fundamental son las mujeres y los niños, es escalofriante, pero es así. Recuerdo una vez en el Líbano a un niño y dos niñas que explotaron cuando fueron a agarrar una pelotita y dos muñecas y eran bombas de racimo en forma de juguetes. Pero, además, lo que mata también es la radiactividad que queda en el cuerpo. Hay niñas de nueve años, que todavía no tienen desarrolladas las mamas, que tienen cáncer de mamas. Las niñas son utilizadas además como esclavas sexuales y en muchas oportunidades a esas niñas se las usa para convertirlas en niñas bomba, eso se ha visto en muchas oportunidades, sobre todo en África cuando son secuestradas en masa. Niñas de diferentes edades, a las que se las envuelve en explosivos y se las envía para convertirse en suicidas. Y muchos medios de comunicación o periodistas, o autodenominados analistas internacionales, que en realidad responden a ideologías perversas y macabras, encima de ser las víctimas entre las víctimas, las señalan como las niñas suicidas, o las mujeres suicidas, cuando en realidad han sido víctimas, a las que han empujado, arrastrado a una muerte que no querían. La situación es brutal para las víctimas civiles de todos los genocidios y de los conflictos en todas sus manifestaciones.

¿El cuerpo de las mujeres y niños es el campo de batalla?

Sí, totalmente. En la Guerra de los Balcanes se violaba especialmente a las mujeres del bando contrario para dejar su semen en las mujeres para que en sus vientres creciera el fruto de, obviamente un niño o una niña inocente, pero el fruto del enemigo. Eso no solamente sucedió en Sarajevo, sino que es una práctica consecutiva en muchos conflictos en África. Desde la violación hasta la ablación de los genitales y hasta abrir a machetazos el vientre de las mujeres para que pierdan a sus hijos, o cortarles las mamas, desgarrarlas para que queden marcadas para siempre. Pero también cuando se producen ataques, los sonidos estremecedores (que los he evidenciado), de los aviones volando a baja altura y a alta velocidad, desestabilizan. Eso se ha utilizado muchísimo en el Líbano y en Gaza: desestabilizan directamente el sistema nervioso central y las mamás embarazadas pierden sus embarazos o hay nacimientos prematuros. Es un sufrimiento atroz y es irrecuperable por el trastorno corporal, emocional, psicológico y espiritual que reciben esas mujeres y esos bebés, muchos de los cuales mueren por el terror que han sentido esas madres.