Jorge Luis Borges (1899-1986) visitó México en tres ocasiones. La primera vez fue en 1973 para recibir el Premio Alfonso Reyes, otorgado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. A su llegada al país, Borges solicitó a sus anfitriones: "Quiero hablar con Juan Rulfo". Le sugirieron entonces un desayuno. "Pido clemencia -respondió-. Prefiero los atardeceres. Las mañanas me derrotan. Ya no tengo el brío ni las fuerzas para entregar al día lo que se merece. Hoy el crepúsculo me sienta mejor. Sólo quiero conversar con mi amigo Rulfo". "Ya no puedo ver un país, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre", le dijo a Juan Rulfo (1918-1986) cuando finalmente se concretó el encuentro entre ambos escritores. La segunda vez fue en 1978 para grabar una serie de programas de televisión con Juan José Arreola (1918-2001), y la tercera ocasión en 1981 para recibir el desaparecido Premio Hollín Yoliztli. En aquella visita de 1978, Borges se reunió con Arreola en dos ocasiones: la primera en el hotel Camino Real, un día antes de que grabaran una entrevista televisiva que sería difundida poco tiempo después; la segunda fue el 10 de febrero en el Castillo de Chapultepec, lugar en donde se filmó dicha entrevista. La conversación entre Jorge Luis Borges y Juan José Arreola quedó registrada en un casete que el propio Arreola grabó durante sus encuentros con Borges. El autor de "Confabulario" tenía la costumbre de llevar consigo una grabadora en la que registraba pasajes tanto de su propio discurso como de los diálogos con otras personas. Famoso por su proverbial verborrea, Arreola hubo de confesar días después que apenas había dejado hablar a su admirado maestro: "A mí me da una pena hablar con Borges, cada vez que hablo, porque siempre temo darle la lata". Por su parte, Borges dio una gentil versión sobre los hechos: "El hablaba -explicó- y yo me permití intercalar algunos silencios... Cuando alguien está hecho de palabras no piensa para hablar, sino que habla -o escribe- para poder pensar". Veinticinco años después, la charla entre ambos maestros fue reproducida por el suplemento cultural "La Jornada Semanal" en su edición nº 428 del 18 de mayo de 2003. Lo que sigue es la charla mantenida en el Castillo de Chapultepec:
J.J.A.: Realmente, mire, yo me voy del mundo, porque ya me estoy yendo, Borges, se lo digo de corazón.
J.L.B.: No, no. Todos nos estamos yendo a cada momento.
J.J.A.: Bueno, pero yo más aprisa que nadie, en el último año de mi vida, se lo digo de corazón.
J.L.B.: "Muero cada día", dijo San Pablo, un gran escritor también.
J.J.A.: Me di cuenta de que San Pablo aparece en el texto del poeta ruso que cité ayer. "La plenitud del corazón desborda en palabras", y es San Pablo: "De la abundancia del corazón habla la boca".
J.L.B.: Yo cité hace un momento sin saber que era San Pablo, sin recordarlo, tiene razón. "Ex abundancia", claro.
J.J.A.: Es que hay que tener miedo con San Pablo y con San Agustín.
J.L.B.: Porque ya lo han dicho todo.
J.J.A.: ¿Usted está de acuerdo en que los teólogos y los padres de la Iglesia son los autores de todo lo que vino a desembocar en psicología profunda?
J.L.B.: Sí, y creo que hay un gran escritor, y eso no lo vamos a olvidar, un gran escritor, no solamente un gran teólogo, que es San Agustín, es extraordinario.
J.J.A.: Hay páginas de las "Confesiones" que hay que volver a ellas.
J.L.B.: Y el último libro sobre el tiempo, lindísimo.
J.J.A.: Ese no lo conozco.
J.L.B.: Es el último libro de "La ciudad de Dios", donde hay una refutación del Eterno Retorno. Una imagen muy linda. El dice: "El tiempo circular de los estoicos", la historia se repite cíclicamente; "de ese laberinto -dice- nos salva la cruz".
J.J.A.: Qué notable.
J.L.B.: Linda metáfora. Y uno ve esa imagen de la cruz que está escrita en un círculo. Bueno, eso está, no sé qué libro es de "La ciudad de Dios" de San Agustín. Hay un libro entero dedicado a refutar lo que creía haber inventado Nietas mucho después, y lo que encontró Hume también, la idea de que la historia se repite cíclicamente. Eso lo refuta San Agustín, pero él se lo atribuye a Platón. Pero qué importa a quién se lo atribuye. Ahora, claro, él era enemigo del Eterno Retorno por razones teológicas, porque él pensaba si la historia se repite cíclicamente, entonces la crucifixión se repite cíclicamente. Entonces la crucifixión pierde su unidad, tiene que haber ocurrido una sola vez, la historia tiene que ser única.
J.J.A.: Realmente la voluntad del amor es el para siempre, el eternamente. ¿De dónde vendrá, pues? Le proponía yo un origen agrícola de la experiencia del tiempo, del Eterno Retorno, de la eternidad. ¿Pero por qué pretende el hombre vivir mucho, por qué quiere ser Fausto, si la vida nos colma, Borges? Usted se siente feliz de haber vivido, ¿verdad?
J.L.B.: Ah, sí. Me siento feliz de haber sufrido también. Una vida sin sufrimiento es una vida muy pobre. El sufrimiento es necesario, la soledad es necesaria. Yo diría que la traición es necesaria... Siempre que la cometan otros...
J.J.A.: Sí, siempre que la cometan otros. Qué bueno que alude usted al tema de la traición, porque yo le cité no en nuestras conversaciones filmadas sino personales, el texto que portentosamente para mí, como lo esperaba, es suyo: "Snorri Sturluson no fue un traidor, sino un hombre desgarrado hasta el fondo...".
J.L.B.: "...por sucesivas y contrarias lealtades".
J.J.A.: Yo recuerdo "contradictorias lealtades".
J.L.B.: "Contrarias" se oye mejor, vamos a corregir ese texto.
J.J.A.: Yo le propongo "contradictorias".
J.L.B.: "Contradictorias" no...
J.J.A.: Pero "contradictorias" es muy bonito... Yo recordé y cité como epígrafe un texto de Kafka que mi memoria deformó.
J.L.B.: La memoria deforma mejorando.
J.J.A.: A ver qué opina usted de esto. Yo de memoria puse: "Hay un pájaro que vuela en busca de su jaula", y Kafka dice: "Hay una jaula que anda buscando un pájaro".
J.L.B.: No, Kafka no, Cummings.
J.J.A.: No, ese texto es de Kafka.
J.L.B.: Entonces es de los dos...
J.J.A.: Pero Kafka no pudo leer a Cummings...
J.L.B.: No, y Cummings no pudo leer a Kafka, lo cual quiere decir que la metáfora es buena, porque se les ocurrió a dos poetas.
J.J.A.: Algo que se le ocurre a más de una persona es que tiene importancia.
J.L.B.: Stevenson dice que un hombre suele ser calumniado por sus actos según sus palabras, puede ser superior a ellas.
J.J.A.: ¿Y quién dijo que un hombre es un proyecto de la divinidad?... No, no me acuerdo.
J.L.B.: Bueno, podemos atribuírselo a cualquiera. Shaw dice: "God is in the making", "Dios está haciéndose", y está haciéndose en nosotros, nosotros somos...
J.J.A.: Perdóneme, eso lo dije yo y lo tengo escrito. ¿Quién lo dijo antes?
J.L.B.: Bernard Shaw: "God is in the making". "Dios está haciéndose".
J.J.A.: Yo le voy a decir una cosa... Ah, bueno, yo no puedo tolerar esto porque no conozco el texto de Shaw.
J.L.B.: Pero cómo no va a tolerarlo así.
J.J.A.: Bueno, lo acepto con alegría, pero ya queda un texto más, como me ha pasado con tantos otros, que no es mío, porque hace tiempo que ya lo dijo otra persona.
J.L.B.: Pero es que nada es de uno, todo es de los demás o de algo más profundo.
J.J.A.: Consuéleme, consuéleme. Hay una frase que yo no sé si es mía o dónde la leí.
J.L.B.: Yo recuerdo muy bien esa frase: "God is in the making". "Dios está haciéndose".
J.J.A.: Ya no tiene remedio, porque yo siempre he dicho que Dios es el tiempo gerundial absoluto. Dios no está siendo, Dios está haciéndose. ¿Y en quién se está haciendo? En mí y en todos nosotros.
J.L.B.: Bueno, usted lo ha dicho con más claridad que Shaw.
J.J.A.: Lo tengo escrito, Borges, por fortuna, y con la inocencia... Pero ahora le quiero proponer otra frase.
J.L.B.: Pero por qué hablar de plagio, hablemos de tradición o de eternidad mejor.
J.J.A.: En la eternidad todos nos plagiaremos a todos.
J.L.B.: Todo es contemporáneo en la eternidad.
J.J.A.: Como la biblioteca de Alejandría, donde sencillamente se van a combinar todas las posibilidades alfabéticas.
J.L.B.: Todas, sí.
J.J.A.: Y se van a escribir todos los libros posibles.
J.L.B.: Ahora, un amigo mío que vivió tres años en Persia, me dijo que para un persa, digamos, Omar Khayyam y Afiz son contemporáneos, no se piensa en una historia de la literatura. Que los hindúes no piensan en una historia de la filosofía. ¿Usted sabe cuál es la etimología de "melancolía"?
J.J.A.: No, dígamela.
J.L.B.: Caramba, lamentablemente es "cólico negro".
J.J.A.: Ay, Dios Santo.
J.L.B.: Qué lástima, vamos a olvidarlo inmediatamente. En cambio, en español, y en todos los demás idiomas, es una palabra como de plata, como plateada.
J.J.A.: Bellísima, porque la melancolía incluso es dulce, y la melancolía es la más incurable de las enfermedades.
J.L.B.: Y Durero no pensó en "cólico negro", no, ciertamente. Si hubiera pensado, no hubiera podido hacer ese grabado.
J.J.A.: Ay, qué cosa terrible a veces son las etimologías. Una palabra de las que más amo en la vida…
J.L.B.: Entonces siento mucho haberlo perjudicado.
J.J.A.: No, Borges, hay que aceptar.
J.L.B.: Los etimólogos dicen eso, y el idioma griego dice eso también, la palabra cólico dice eso también. Hay una etimología muy linda: "cosmético". Es el pequeño cosmos, el pequeño orden que se pone en la cara. El cosmos es el orden del universo, y el cosmético es el pequeño orden que el estilista, que el barbero nos impone.
J.J.A.: Ha dicho usted "estilista"...
J.L.B.: Sí, aprendí ayer esa palabra.
J.J.A.: Refiriéndose a...
J.L.B.: Al peluquero.
J.J.A.: Bueno, pues su peluquero de ayer fue un espléndido estilista, porque ahora le veo un rostro verdaderamente luminoso y un pelo muy bien dispuesto.
J.L.B.: ¿Y la enseña del barbero cuál era antes? En Buenos Aires era una pequeña bacía.
J.J.A.: Está en Cervantes.
J.L.B.: Bueno, sí, pero ésta era un bacía muy chica, meramente simbólica, no la bacía que se usa todavía en España o que se usaba en el campo en España. Uno tenía que sostenerla con las dos manos, estaba llena de agua hirviendo o de agua caliente y ahí mojaba la brocha el peluquero.
J.J.A.: Y las barbas se las mojaba uno también, y de ahí viene "pon tus barbas a remojar".
J.L.B.: Pero ahora ha sido reemplazado eso por una especie de cilindro, que parece girar infinitamente. Pero eso es el "barbers pole" americano, pero antes había bacías.
J.J.A.: De Don Quijote, por su famoso casco de Mambrino.
J.L.B.: El "baciyelmo", que dice Sancho.
J.J.A.: Yo de chico cuando veía las ilustraciones del Quijote creía que el recorte en el casco era para llevar la lanza, la adarga hacia arriba, y que no chocara con la falda del sombrero, con la falda de metal, y que por eso tenía el recorte en media luna, y es el del cuello.
J.L.B.: Porque se calza en el cuello.
J.J.A.: Bueno, pues realmente ha ido usted con un espléndido estilista, porque se encuentra usted muy bien de rostro...
J.L.B.: Un estilista mexicano... Casi Alfonso Reyes... Yo quise iniciar una campaña para que le dieran el Premio Nobel a Reyes, pero un miserable se opuso.
J.J.A.: En Argentina...
J.L.B.: Claro, dijeron: "Pero cómo, si no es argentino". "Ya sé -les dije-, yo creo que es mexicano, pero vamos a pedir el premio para él". Eramos cuatro personas: Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y yo, y eran pocas firmas, y en Uruguay no quisieron... En ningún país quisieron. Yo pensé: "Pero qué lindo sería una campaña a favor de Alfonso Reyes para que le dieran el Premio Nobel". Que lo hubiera honrado desde luego, y que esa campaña se iniciara no en México, sino en esa otra punta perdida de la América del Sur, desde Buenos Aires. Cada país con su nacionalismo: esa miseria se interpuso y, claro, querían candidatos peruanos, chilenos, argentinos, y no pudimos hacer nada. Eramos cuatro argentinos nomás.
J.J.A.: El Premio Nobel... Después de haber sido atribuido a ciertas personas, yo no me explico, por ejemplo, el momento en que se lo dan a Churchill.
J.L.B.: Es un poco inexplicable, realmente.
J.J.A.: Desde el momento en que le dieron el premio a Churchill ya no entiendo las cosas. O por ejemplo, en Francia se lo dan una vez a Francois Mauriac, y no se lo dan a Paul Claudel, que, sea como sea, es un poeta muy grande. Yo ya no creo realmente en la integridad del Premio Nobel.