El cambio climático se ha convertido en una prioridad para la gran mayoría de la gente. Una encuesta realizada a principios de 2008 en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, revela que para el 90% de los habitantes es urgente o muy urgente que el Estado se ocupe del tema. Sin embargo, el 57% consideró que países como el nuestro tienen otras prioridades y relegó la problemática al ámbito de los países desarrollados.
En los últimos años del siglo XX el tema del cambio climático no era más que una conjetura. Hoy, en cambio, se ha convertido en una experiencia palpable y cotidiana. Ese mismo siglo que vio nacer la bomba atómica, los virus letales, las computadoras superinteligentes, los aceleradores de partículas, la inteligencia artificial, los animales clonados y los viajes espaciales, también parió a un ser humano que es una amenaza tanto para sí mismo, como para el resto de las especies con las que cohabita la Tierra.
Efectivamente, el mundo cambió ostensiblemente desde que la actividad descontrolada del hombre ha generado una debacle ambiental como producto de los desechos industriales y el uso de combustibles fósiles que degradan su calidad de vida. Además, la utilización de refrigerantes, aerosoles y espumas plásticas son los principales causantes de la destrucción de la capa de ozono del planeta.
Nuestra Tierra esta rodeada de una masa de gases que forman la atmósfera. Estos gases reaccionan unos con otros constantemente. Uno de estos gases es el oxígeno, el mismo que sustenta la vida en la Tierra. El elemento oxígeno se da en tres formas. La forma más común es el oxígeno molecular, es decir, el tipo de oxígeno que los seres humanos respiran. Se representa por la fórmula O2, porque consta de dos átomos de oxígeno unidos entre sí. Luego está el ozono, un gas de intenso olor y color ligeramente azul, que se representa por la fórmula O3, porque consta de tres átomos de oxígeno. Esta forma de oxígeno es inestable, por lo que constantemente se forma a partir de O2 y se vuelve a descomponer en O2. Por último está el oxígeno atómico, representado por O, que es la materia prima de la que están hechas los otros dos y consta de un átomo de oxígeno.
El ingeniero argentino Jorge Scursoni (1935), creador de la Reserva Biológica de Muniellos en Asturias, España, y actualmente consultor en las áreas de Seguridad Industrial y de Protección del Medioambiente en Texas, Estados Unidos, publicó un interesante artículo en la revista "La Placita" (nº 7, Buenos Aires, octubre de 2001), bajo el título "Qué es el ozono". Allí explica: "Aproximadamente el 90% del ozono de la Tierra, está situado en una capa de formación natural muy por encima de la superficie terrestre, en una fría región de la atmósfera, llamada estratosfera. Desde esta región exterior, el ozono protege a la Tierra y a todos sus habitantes de los peligrosos efectos de la radiación ultravioleta (UV) del Sol. Aunque el ozono puede encontrarse desde el nivel del suelo hasta alturas de aproximadamente 60 kilómetros, es la estratosfera la que contiene aquel 90% de todo el ozono disponible. A unos 25 kilómetros por encima de la corteza terrestre, se produce la concentración máxima de ozono y forma una capa de unos 20 kilómetros de espesor. En esta capa, el ozono de la estratosfera está, sin embargo, tan difundido que si se lo comprimiera a la presión existente a ras del suelo, la capa de ozono tendría un espesor de solo 3 milímetros".
"Irónicamente -advierte Scursoni-, a nivel del suelo, el ozono es un peligroso contaminante, que perjudica la salud humana y las cosechas en las grandes zonas urbanas o cerca de ellas. El ozono que se encuentra a nivel del suelo, proviene de los gases de escape de los coches y de los vapores de la gasolina, que se acumulan sobre las ciudades en los calurosos días de verano, pudiéndose formar una espesa capa de smog, en la que ozono es un elemento clave".
Sin embargo, la contaminación del ozono a nivel del suelo es un problema diferente al de la disminución de la capa de ozono. La gran información científica recogida durante los últimos treinta años, indica que los Clorofluorcarbonos (CFCs) son los que contribuyen a originar cambios en la capa de ozono de la atmósfera, aunque esos mismos estudios aclaran que no son éstos los únicos factores responsables de la disminución de dicha capa.
"Estos estudios -continúa Scursoni- han demostrado que los cambios en el ozono observados en la región Antártica, se ven afectados por la particular meteorología del Hemisferio Sur. Los cambios se producen, sobre todo, debido a la influencia del torbellino polar, a las bajas temperaturas de la estratosfera y a las nubes polares de esta región de la atmósfera. Traducido a un lenguaje mas cotidiano, las formaciones de nubes de gran altura, las extremadamente bajas temperaturas y las sorprendentes corrientes de aire del Hemisferio Sur, aportan las condiciones idóneas para desplazar el ozono de la región polar. Esta teoría ha sido utilizada para explicar no sólo los cambios en los niveles de ozono del Antártico, sino también las fluctuaciones de la temperatura media, observadas en la región".
Las conclusiones del experimento sobre el ozono en la atmósfera del Antártico, que se debatieron en el Protocolo de Montreal de 1987, indicaron que los compuestos químicos elaborados por el hombre -Clorofluorcarbonos (CFCs), Hidroclorofluorocarburos (HCFCs), etcétera- no son los únicos factores que intervienen en los cambios de los niveles de ozono sobre el Antártico y que los cambios naturales en la atmósfera sobre esta región, juegan también un papel importante.
Lo explica el ingeniero Scursoni: "El ozono protege la corteza terrestre de la radiación ultravioleta (UV) mediante la absorción de grandes cantidades de estos rayos nocivos. Cuando el ozono (O3) entra en contacto con un átomo de cloro libre, sufre unos cambios que hacen que pierda sus propiedades filtrantes de los rayos UV. Veamos un ejemplo: El CFC-11 es un compuesto formado por un átomo de carbono (C), un átomo de flúor (F) y tres átomos de cloro (Cl). Su fórmula es CFCl3. El CFC-11 se usaba como refrigerante para la industria frigorífica y sistemas comerciales de aire acondicionado y también como agente propelente en aerosoles. A nivel de la tierra es un gas casi perfecto: no es tóxico, ni inflamable, ni corrosivo. Debido a estas propiedades, se usaba en todo el mundo en un gran número de aplicaciones beneficiosas. Cuando el CFC-11 es liberado en la atmósfera, ya sea por fugas, al usar aerosoles o al fabricar productos de espuma, asciende progresivamente a las capas mas altas de la atmósfera. Esta lenta ascensión puede llevar hasta un periodo de cinco años. Cuando el CFC-11 entra en contacto con los rayos UV del sol, la molécula de CFC se desintegra y en este proceso, se libera un átomo de cloro, que pasa a reaccionar con el ozono y se producen una serie de reacciones químicas. El resultado final de estas reacciones es la substitución del ozono por dos nuevas moléculas, una de oxígeno (O2) y el átomo inalterado de cloro, ninguna de las cuales posee las propiedades filtrantes de rayos UV del ozono. Ya que el átomo de cloro sale inalterable de las reacciones, los científicos estiman que un sólo átomo de cloro puede reaccionar con hasta 100.000 moléculas de ozono, antes de que finalmente desaparezca".
Además, los científicos calculan la supervivencia en la estratosfera de los CFCs por un periodo de setenta a cien años. Teniendo en cuenta esta deducción, es fácil entender las razones por las que la comunidad científica apremia a todas las naciones y a sus fabricantes de CFCs, a dar un tratamiento serio a estos datos y acelerar la puesta en servicio de los acuerdos sobre protección del Medio Ambiente y del ozono en particular, tales como el Protocolo de Montreal y los acuerdos de Kyoto y Praga.
A pesar de que los países industrializados disminuyeron sus emisiones combinadas en aproximadamente el 3% entre 1990 y 2000, la ONU predice que para 2010 las emisiones estarán 10% por encima de los niveles de 1990. Estados Unidos (responsable por el 36,1% de las emisiones entre los países industrializados no ha ratificado los acuerdos. Hoy por hoy, China e India se encuentran entre los mayores emisores de gases nocivos a la atmósfera. En el caso específico de China, si sostiene su ritmo de crecimiento industrial, es probable que supere a los Estados Unidos como el principal emisor de gases de monóxido de carbono. La razón principal es que este crecimiento ha generado un mayor consumo de energía, la que, en China, un 70% se produce a partir de la quema de carbón. Diez y seis de las veinte ciudades más contaminadas del planeta están en China, las dos terceras partes de sus ríos están contaminados y una tercera parte de su territorio soporta lluvias ácidas.