10 de julio de 2016

Entremeses literarios (CLXXXVIII)

LA NIÑA
Juan Ramón Jiménez
España (1881-1959)

La niña llegó en el barco de carga. Tenía la naricilla gorda y los ojos de otro color que los suyos. En el pecho le habían puesto una tarjeta que decía: "Sabe hablar algunas palabras en español. Quizá alguien español la quiera". La quiso un español y se la llevó a su casa. Tenía mujer y seis hijos, tres nenas y tres niños.
- ¿Y qué sabes decir en español, vamos a ver?
La niña miraba al suelo.
- ¿Ser nice? -Y todos se reían. -Me custa el socolate. -Y todos se burlaban.
La niña cayó enferma. "No tiene nada", decía el médico. Pero se estaba muriendo. Una madrugada, cuando todos estaban durmiendo y algunos roncando, la niña se sintió morir. Y dijo:
- Me muero. ¿Está bien dicho?
Pero nadie la oyó decir eso. Ni ninguna cosa más. Porque al amanecer la encontraron muda, muerta en español.


APUNTES PARA SER LEÍDOS POR LOS LOBOS
René Avilés Fabila
México (1940)

El lobo, aparte de su orgullosa altivez, es inteligente, un ser sensible y hermoso con mala fama... Trata de sobrevivir. Y observa al humano: le parece abominable, lleno de maldad, cruel; tanto así que suele utilizar proverbios tales como: "Está oscuro como boca de hombre", para señalar algún peligro nocturno, o "el lobo es el hombre del lobo", cuando este animal llega a ciertos excesos de fiereza semejante a la humana.


UNA CONFUSIÓN COTIDIANA
Franz Kafka
Rep. Checa (1883-1924)

Un incidente cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. A tiene que cerrar un negocio con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. Al otro día vuelve a H, esta vez para cerrar el negocio. Como probablemente eso le exigirá muchas horas, A sale muy temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Llega al atardecer, rendido. Le comunican que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado en el camino. Le aconsejan que espere. A, sin embargo, impaciente por el negocio, se va inmediatamente y vuelve a su casa. 
Esta vez, sin poner mayor atención, hace el viaje en un momento. En su casa le dicen que B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzó con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no tenía tiempo y que debía salir en seguida. A pesar de esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Y ya había preguntado muchas veces si no había regresado aún, pero seguía esperándolo siempre en el cuarto de A. Feliz de hablar con B y de explicarle todo lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar tropieza, se tuerce un tendón y a punto de perder el sentido, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y que se pierde para siempre.


LA HERIDA
Patricia Nasello
Argentina (1959)

Cuando el tío amaneció acuchillado en el callejón del otro barrio, nadie se sorprendió.
- Algún usurero se habrá cansado de esperarlo -decían.
- Por fin mi hija va a levantar cabeza -replicaba el abuelo.
La tía, pobre, se quedó con la cabeza gacha porque en cuanto volvimos del entierro, comenzó a vomitar apuestas, billetes de lotería, barajas, dados. El abuelo se asustó.
- En cuanto se saque toda esa porquería de encima estará bien -lo tranquilizaron.
Se equivocaban porque después, entre arcadas cada vez mas dolorosas, despedía  besos, cartas de amor, jazmines. Se puso muy flaquita. Y débil, apenas se le escuchaba la voz.
Ahora ya no habla y la última vez que fui al baño, salía ella tapándose la boca con un pañuelo. Lo escondió dentro del puño. Quiso disimular pero yo lo había visto: estaba lleno de sangre.


EL LADO HUMANO DEL ESCRITOR
Paz Monserrat Revillo
España (1962)

Ha llegado con tiempo suficiente. Se sienta en la primera fila. Deja el bolso en su regazo, se pone las lentes bifocales y hojea el folleto con el resumen del libro que hoy se va a presentar en la sala Cervantes del Ateneo Cultural. Ha conseguido un abono para todas las conferencias de la temporada. Las tardes de los martes y los jueves solucionadas por tres meses. Por suerte lo puede compaginar con los conciertos y con la merienda de los viernes con las otras viudas. El escritor de hoy le atrae especialmente. Maduro pero iconoclasta. Un peso pesado del mundillo cultural. Ha leído alguno de sus libros. Buenas críticas, conocido y respetado por el público, pero con un toque de escritor de culto para minorías preparadas como ella.
La sala va llenándose de gente. Aparece el escritor. Impresiona, con esa camisa azul grisácea y ese aroma a "after-shave" de marca. Parece que emana autoridad pero a la vez se desenvuelve con la mayor naturalidad. Llegan amigos. Le saludan. Su editora. Bromas inteligentes. El escritor atiende a todos mientras de reojo observa satisfecho cómo se va llenando la sala de gente interesante y discreta. Le presentan a amigos de amigos. Señoras maduras le dicen con voz minúscula lo mucho que lo admiran. Conversaciones informales pero controladas con mano de hierro por el escritor, que consigue acabar su pavoneo en el preciso instante en el que aparece el librero dispuesto a presentarlo tras los cinco minutos de cortesía pero respetando a los que han llegado a tiempo.
A Elvira le encanta presenciar la trastienda de las conferencias. El antes y el después. Suele llegar con mucho tiempo y se sienta con aire ausente en las primeras filas. Saca un libro o su agenda, y simula leer muy interesada mientras afina sus antenas y se concentra en disfrutar de todos los detalles del comportamiento del escritor y su séquito. Le apasiona observar "el lado humano" del artista. Pero lo que más le interesa es "el después". La metamorfosis de escritor a persona una vez se ha relajado, se queda con los íntimos y se quita la máscara. A veces nota que a medida que se aproxima ese momento final va segregando saliva en cantidades crecientes. No puede evitar pensar en el perro de Pavlov. Para esos casos lleva unos caramelitos de eucaliptos muy socorridos.
La conferencia transcurre según el guión previsto: lectura de un fragmento de su nuevo libro y preguntas del público. A Elvira no le gusta demasiado lo que el autor lee sin entonación alguna. El escritor confiesa con falsa modestia que a "él" no le gusta leer su propia obra en voz alta porque se da cuenta de algunos fallos que ya no está a tiempo de corregir. Después pide intervenciones porque quiere conocer la opinión de sus lectores. Contestaciones ocurrentes. Otras poéticas. Todo muy literario, con ese aire de elegante facilidad que tienen los que notan que ya han pasado por el trámite y han salido airosos.
Elvira nota como el ego del escritor se inflama y flota -como su perfume- ocupando toda la sala. Mira a su alrededor. Parece que nadie más se percata de ese volumen aplastante. Espera con impaciencia el final y se demora, como siempre, para escuchar las conversaciones "off the record". La estrategia de hoy está minuciosamente planificada: hará como que hurga en el bolso buscando la funda de sus gafas, después carraspeará, sacará un caramelo de eucalipto, le quitará el papel, buscará una papelera, volverá a por el bolso… cree que con eso bastará para detectar el lado humano. Pero no hace falta. Al abrir el bolso oye cómo el escritor se acerca a la editora y le pregunta sin ningún complejo: "¿Qué tal? ¿Cómo lo he hecho?".
A Elvira se le cierran las compuertas de la saliva. De un compuertazo. Se queda seca. No sabe por qué misteriosa asociación de su mente acaba de acordarse del desenlace de su lejana noche de bodas, en la que su Manolo (que Dios tenga en la gloria) inauguró la secuencia que explotaría durante toda su vida sexual en común: primero la lección magistral y a continuación la pregunta. Ella, como la editora, también respondía invariablemente de forma positiva, le hubiera gustado o no. Se levanta de la silla y se va sintiendo a la vez asco y ternura por esa pareja tan vulgar.


BORGES Y CALVINO
Gerardo Horacio Porcayo
México (1966)

- Imagino que también eres parte de mi castigo -dijo Borges a Ítalo-. Tus galas anuncian algo más que una ducanía.
- Quizá algo menos, maese. He sido condenado a extender el infierno.
- Un castigo en verdad creativo. Un agregado para torturar mi consciencia.
- No es esa la razón de mi visita. El amo de estos dominios ha reconsiderado tu condena.
Los carceleros liberaron a Borges del volumen de arena, de sus grilletes y cadenas.
- Compartirás mi destino. Mi tarea es describir las invisibles ciudades del infierno, para dilatar su fuero.
- Y la mía, ¿acaso sea contar a detalle los pormenores de Tlön y Orbis Tertius?
- Tú lo has dicho... De nuestro resultado depende la calidad de nuestro premio.
Y cabalgaron juntos hacia oriente, hacia la senda de bifurcados senderos.


VERDAD Y CIENCIA
Nana Rodríguez Romero
Colombia (1956)

En época de marineros y piratas, cuando aún se creía que la brújula magnética era un artefacto de comercio con Satán, un hombre había oído que la piedra imán, colocada bajo la almohada de una mujer infiel, haría que ésta confesara sus pecados. Su mujer, una cocinera bastante casquivana, a su vez, había oído decir que dicha piedra actuaba como medio anticonceptivo. Su marido nunca pudo lograr la confesión de la mujer infiel puesto que el olor de los ajos y la cebolla que emanaba de su cuerpo neutralizaron el poder de la piedra. Fue así que el hombre tampoco se llegó a enterar que sus hijos no eran sus verdaderos hijos.


SOCIALES
Antonio Jesús Cruz
Argentina (1951)

En la Capilla de la coqueta comuna Los Nogales, el sábado 26 de julio contrajo enlace Rosa Lima, hija de un reconocido fruticultor del medio, con el Señor Abel Cerezo, oriundo de la localidad catamarqueña de Las Higueras. La boda, previa bendición de los anillos, fue oficiada por el pá­rroco local Raúl Naranjo y los padrinos fueron Juan José Perales y Margarita Manzano. A posteriori, momentos antes de la fiesta que se llevó a cabo en el local nocturno Frutilla Roja del elegante barrio Los Plátanos, se concretó la ceremonia civil en la cual sirvieron de testigos la señora Nicolasa Parra y el señor Adolfo Castaño. El nuevo matrimonio se radicará en la localidad serrana de La Viña, donde el padre de la novia posee plantaciones de duraznos, damascos y ciruelos.


SIN SOMBRA DE DUDA
Lowell Thomas
Estados Unidos (1892-1981)

Durante el crudísimo invier­no de hace seis años, un campesino vio un cuervo que aletea­ba en lo alto, como si quisiera votar lejos, pero no avanzaba. La curiosidad del hombre creció cuando al amanecer, el cuervo seguía batiendo el aire inútilmente. Al tercer día, el pá­jaro seguía en las mismas. El campesino consultó a un veterinario y también a un so­cio del Club de Exagerados, quienes le dieron una explicación convincente: el tiempo había enfriado tanto que la sombra del cuervo quedó congelada. Cuando llegó el deshielo, el cuervo siguió su viaje.


LA MUERTE DE LAS AVES
Virgilio Piñera
Cuba (1912-1979)

De la reciente hecatombe de las aves existen dos versiones: una, la del suicidio en masa; la otra, la súbita rarificación de la atmósfera. La primera versión es insostenible. Que todas las aves -del cóndor al colibrí- levantaran el vuelo -con las consi­guientes diferencias de altura-, a la misma hora -las doce me­ridiano-, deja ver dos cosas: o bien obedecieron a una intimación, o bien tomaron el acuerdo de cernirse en los aires para precipitarse en tierra. La lógica más elemental nos advierte que no está en poder del hombre obrar tal intimación; en cuanto a las aves, dotarlas de razón es todo un desatino de la razón. La segunda versión tendrá que ser desechada. De haber estado rarificada la atmósfera, habrían muerto sólo las aves que volaban en ese momento. Todavía hay una tercera versión, pero tan falaz, que no re­siste el análisis: una epizootia, de origen desconocido, las ha­bría hecho más pesadas que el aire.
Toda versión es inefable, y todo hecho es tangible. En el escoliasta hay un eterno aspirante a demiurgo. Su soberbia es castigada con la tautología. El único modo de escapar al hecho ineluctable de la muerte en masa de las aves sería imaginar que hemos presenciado la hecatombe durante un sueño. Pero no nos sería dable interpretarlo, puesto que no sería un sueño verdadero. Sólo nos queda el hecho consumado. Con nuestros ojos las miramos muertas sobre la tierra. Más que el terror que nos pro­cura la hecatombe, nos llena de pavor la imposibilidad de hallar una explicación al monstruoso hecho. Nuestros pies se en­redan entre el abatido plumaje de tantos millones de aves. De pronto, todas ellas, tomo en un crepitar de llamas, levantan vuelo. La ficción del escritor, al borrar el hecho, les devuelve la vida. Y sólo con la muerte de la literatura, volverían a caer abatidas en tierra.