30 de diciembre de 2023

Exabruptos, confidencias y revelaciones (XXXII)

ADOLF HITLER
Caudillo alemán (1927)
 
“Repugnante me era el conglomerado de razas reunidas en la capital de la Monarquía austríaca; repugnante esa promiscuidad de checos, polacos, húngaros, rutenos, serbios, croatas, etc., y, en medio de todos ellos, a manera de eterno bacilo disociador de la Humanidad, el judío y siempre el judío”.


EMILIO MOLA       
Director General de Seguridad español (1930)

 
“Hay que sembrar el terror. Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”



SONIA MONROY
Actriz y cantante española (2007)

 
“¿Por qué hay tantos libros en el mundo si casi nadie los lee? Además dicen que hay que quemar madera para hacerlos. Yo creo que lo mejor era que se hicieran películas, así la gente las ve y en dos horas ya saben lo que hay en el libro y pueden emplear el resto del tiempo en cosas más productivas que leer libros. Bueno, eso creo”.


SEBASTIÁN PIÑERA
Presidente de Chile (2011)

 
“¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama? Cuando el político dice que sí quiere decir tal vez", cuando dice tal vez quiere decir que no y cuando dice que no, no es político. Cuando una dama dice que no quiere decir tal vez, cuando dice tal vez quiere decir que sí, cuando dice que sí no es dama”.


MAURICIO MACRI
Presidente de Argentina 
(2015)
 
“Es muy tentador el populismo. Es como esa fiesta inolvidable que te agarras una borrachera tremenda que se te parte la cabeza. El populismo es como ceder la administración de tu casa a tu mujer porque la mujer en vez de pagar las cuentas utiliza la tarjeta de crédito hasta que un día te vienen a hipotecar la casa”.


DONALD TRUMP
Presidente de Estados Unidos 
(2017)
 
“Me atraen las mujeres bonitas automáticamente. Las comienzo a besar, es como un imán, no puedo ni esperar. Y cuando eres una celebridad te dejan hacer lo que quieras, puedes hacer lo que quieras. Agarrarlas por la vagina. Puedes hacer de todo. Las mujeres encuentran que el poder que tengo es tan excitante como mi dinero. Que todas las mujeres coqueteen conmigo es algo esperable, pero llamar hermosas a las mujeres es políticamente incorrecto”.


JAIR BOLSONARO
Presidente de Brasil (2019)
 
“No es una cuestión de colocar cuotas de mujeres porque sí. Tenemos que colocar gente capacitada. Si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también. Las comunidades negras no hacen nada. Más de mil millones de dólares al año estamos gastando en ellos. No sirven ni para procrear”.


CARLOS HELLER
Diputado Nacional de Argentina 
(2022)
 
“Hemos recogido acá un montón de cosas sobre el presupuesto para el año que viene. Vamos a revisar, les vamos a dar el ordenamiento que corresponde, en el texto del dictamen y lo vamos a estar reenviando. Yo no les voy a decir que ahora me voy a poner a trabajar porque ahora me voy a ir a ver a Boca, el partido que comienza a las 15 horas. Les prometo que después de que termine el partido, después de las 17, me voy a poner a trabajar”.


GIORGIA  MELONI
Presidenta del Consejo de Ministros de Italia 
(2022)
 
“Mussolini  fue un personaje complejo que necesita ser contextualizado. Era un buen político, que todo lo que ha hecho lo ha hecho por Italia. No ha habido otro político como él en los últimos cincuenta años”.



JAVIER MILEI
Presidente de Argentina 
(2023)
 
“Es una atrocidad eso de que donde hay una necesidad nace un derecho. El concepto de justicia social es aberrante, es robarle a alguien para darle a otro. Las necesidades son infinitas y los recursos son finitos, ese conflicto los liberales tenemos claro cómo se resuelve: con propiedad privada y sin intervención del Estado”.

25 de diciembre de 2023

Voltaire, el revoltoso contradictorio

La vida y la obra de Voltaire se hallan enmarcadas en la Ilustración, aquel movimiento cultural que en Francia se inició en 1715, año en que murió Luis Diosdado de Borbón (1638-1715), el rey Luis XIV, (dando fin a lo que el mismo Voltaire denominó el "Gran Siglo") y concluyó en 1789 con la Revolución Francesa. Y esto es así hasta el punto de que ese Siglo de la Ilustración -o de las Luces- ha sido denominado en ocasiones "el siglo de Voltaire", como una forma de subrayar la coincidencia de objetivos entre el autor de las "Lettres philosophiques" (Cartas filosóficas) y el movimiento cultural.
Voltaire tuvo como antecedentes a las corrientes racionalistas y empiristas del siglo XVII. Así, recibió la influencia de John Locke (1632-1704) y de Isaac Newton (1643-1727) y rechazó las posiciones de René Descartes (1596-1650). Del mismo modo recogió el pensamiento de Nicolás Malebranche (1638-1715) y de Baruch Spinoza (1632-1677), dándoles una vuelta de tuerca. Mención aparte merece Blas Pascal (1623-1662), porque le permitió a Voltaire la crítica de un pensamiento apegado al dogma religioso y con ello, la construcción de su propio pensamiento: la finalidad de la vida no radica en la penitencia como medio para alcanzar el "cielo", sino en el cumplimiento de aquello para lo cual la naturaleza ha destinado a los hombres, esto es, la felicidad, asequible mediante el progreso material y moral.
Las influencias filosóficas del siglo XVII son complementarias en Voltaire con las influencias literarias. Esto se ve en sus primeras tragedias, en las que partió del clasicismo francés para remozarlo, aun después de que Denis Diderot (1713-1784) y los enciclopedistas impulsaran un tipo de teatro propagandístico al servicio de sus ideas filosóficas.
"Las relaciones que Voltaire sostuvo con los enciclopedistas fueron contradictorias -explicó el periodista inglés Henry Brailsford (1873-1958) en su ensayo de 1941 'Voltaire'- pero dado que pertenecían a una generación más joven, antes es preciso hablar del período que discurre hasta 1750 (fecha de presentación del prospecto de la Enciclopedia, redactado por Diderot) y que conforma la primera etapa de la Ilustración francesa (la segunda se extendería desde la publicación de la Enciclopedia en 1751 hasta el estallido de la Revolución). En este período Voltaire tuvo un papel de precursor de la nueva filosofía ilustrada, pero no creó ninguna escuela".


Efectivamente, Voltaire rechazó todo contacto con el círculo que animaba el académico Bernard de Fontenelle (1657-1757) -pese a mantener algunas características ideológicas afines- y tuvo por gran rival al politólogo Charles de Secondat, Montesquieu (1689-1755). Este, que también había importado su espíritu crítico de su estadía en Inglaterra, se le adelantó en trece años con la publicación de sus "Lettres persanes" (Cartas persas) en 1721, pero Voltaire se desquitó, aun con retraso, publicando las "Cartas filosóficas" y, sobre todo, oponiendo una filosofía de la historia directamente enfrentada a los contenidos del ensayo de Montesquieu "De l'esprit des loix" (El espíritu de las leyes) de 1748. "Dicha filosofía -aclaró el teólogo alemán David Strauss (1898-1874)-, explícita sobre todo en el 'Ensayo sobre las costumbres', antepone el espíritu del tiempo como rector de los grandes acontecimientos del mundo, al espíritu de las leyes. El espíritu del tiempo es único (la misma causa no opera dos veces, ni tampoco su efecto) y su gran motor son los grandes hombres, que han conseguido, en el devenir de los siglos, crear civilización partiendo de un primitivo estado de ignorancia".
Cuando en 1734 se publicaron las “Cartas filosóficas”, tanto para la Corona como la Iglesia fueron una provocación inaceptable. El impresor de las mismas fue encarcelado en la Bastilla y por orden del monarca, la obra fue quemada por un verdugo. Contra su autor se difundió una orden de detención, pero Voltaire consiguió huir y se refugió en el castillo de la marquesa Émilie de Châtelet (1706-1749) en Cirey-sur-Blaise, una pequeña población en la región de Champaña.


A pesar de todo, Voltaire no supo responder rigurosamente a la gran cuestión planteada en "El espíritu de las leyes", como por ejemplo, cómo se conciliaba la autoridad del Estado con la libertad de los ciudadanos. Partidario de un poder fuerte, encarnado en el despotismo ilustrado, Voltaire reclamó para sí una libertad que consideraba absolutamente necesaria, pero no se planteó el problema de las instituciones que habían de vertebrar autoridad y libertad. Con los enciclopedistas -como señaló el citado Brailsford- sus relaciones fueron contradictorias. Voltaire acogió con fervor el proyecto de la Enciclopedia y colaboró en ella escribiendo algunos artículos como "Elégance" (Elegancia), "Éloquence" (Elocuencia), "Esprit" (Espíritu) e "Imagination" (Imaginación). Contó además con decididos partidarios entre la nueva generación, como el científico Jean Le Rond D'Alembert (1717-1783), el filósofo y matemático Nicolás de Condorcet (1743-1794), el escritor Etienne Damilaville (1723-1768), el crítico literario Jean Francois de La Harpe (1739-1803) y el escritor y político Charles de Villette (1736-1793) entre otros. Pero, a la vez, mantuvo posiciones ideológicas no del todo compatibles con el espíritu de los enciclopedistas.
Así, se opuso al materialismo de los enciclopedistas Diderot, Georges Leclerc de Buffon (1707-1788) y Paul Henri d'Holbach (1723-1789), porque consideró que sin la existencia de un "Ser supremo" nada podía explicarse. Voltaire creía que la ciencia podía dar cuenta de un fenómeno como, por ejemplo, el de la gravitación, pero que estaba limitada para explicar las causas de dicho fenómeno ya que esto correspondía a Dios. Su gran oponente fue, sin embargo, Jean Jacques Rousseau (1712-1778), el que lo atacó en 1764 en "Le sentiment des citoyens" (El sentimiento de los ciudadanos). "Para Voltaire -narró el poeta inglés Alfred Noyes (1880-1958) en su biografía de Voltaire publicada en 1942-, el sentimiento, la pasión, en último término la espontaneidad, se remitían a un sistema de valores que terminaba por aplastar a la razón y conducir al fanatismo religioso. Cuando Diderot, por ejemplo, hizo una apología de la pasión comparándola al viento que hace surcar a una nave, Voltaire respondió que también era lo que la hacía sumergir".
En 1762, Voltaire publicó un pequeño libro, "Testament de Jean Meslier" (Testamento de un cura ateo), referido a Jean Meslier (1664.1729), un sacerdote católico y filósofo de la Ilustración francesa que profesaba con determinación el ateísmo y realizaba una crítica radical de las injusticias sociales y políticas de su tiempo. La obra de Voltaire fue una durísima crítica de la religión y de la Iglesia, y no tardó en convertirse en una de sus obras más perseguidas.
No obstante, la influencia de Voltaire, enorme en su tiempo, se prolongó hasta muy entrado el siglo XIX. La fuerza reaccionaria del clericalismo implantado en la Restauración (1814/1830) y en el Segundo Imperio (1852/1870) en Francia, mantuvo la vitalidad del "volterianismo", una compleja mezcla en la que se aglutinó el progresismo de las clases medias y el antiautoritarismo de algunos movimientos populares.


Pero Voltaire pasó a la posteridad, sobre todo, por haber difundido -en su lucha contra el fanatismo- la tolerancia religiosa y por haber ensalzado valores tales como la actividad, la aspiración al bienestar o la búsqueda de la utilidad social. La burguesía en ascenso se reconoció en ellos y los materializó en la Revolución de 1789. El ensayista francés André Maurois (1885-1967) reconoció en su biografía de Voltaire publicada en 1965 que "el pensamiento filosófico de Voltaire no está articulado de modo sistemático. De esta característica -generalizable, en cierto modo, a todos los filósofos franceses del siglo XVIII- resulta que la filosofía volteriana se halla dispersa a lo largo de una vasta obra, en textos propiamente filosóficos, históricos y literarios. Temperamentalmente alejado de toda abstracción, Voltaire se interesó siempre por las formas concretas del pensamiento, pero éstas, sin jerarquización ninguna, tomaron cuerpo según las vicisitudes del mo­mento y de acuerdo con un plan de acción ilustrado".
Este plan Voltaire lo sintetizó durante años en su lucha contra todo aquello que más tercamente se oponía a la razón: el oscurantismo, la superstición, la intolerancia, la estupidez, la tortura; aberraciones que el autor de las "Lettres philosophiques" (Cartas filosóficas) remitió invariablemente a lo largo de su vida a un único origen: la Iglesia, en su condición de institución más representativa del fanatismo organizado. Voltaire fue un filósofo que únicamente captó los objetos precisos y limitados, y es ésta una de las razones por las cuales se le ha considerado como un precursor de la moderna mentalidad burguesa, que se hizo hegemónica con el advenimiento de la Revolución Industrial en Europa alrededor de 1750. En su " Dictionnaire philosophique" (Diccionario filosófico), publicado en 1764, puede leerse: "La igualdad es natural en el hombre, pero la desigualdad es indispensable para que exista un orden social; un Estado debe comprender una infinidad de hombres que no posean nada". En el mismo diccionario, en la exposición "Démocratie" (Democracia) aseguró que "el gobierno popular es por su esencia menos inicuo y abominable que el poder tiránico, pero la democracia parece que no convenga más que a una nación reducida y que esté colocada en sitio a propósito".


Las dudas acerca de la viabilidad del sistema democrático, Voltaire las fue adquiriendo después de su estadía en Inglaterra; su filosofía de la historia lo llevó a pensar que su país necesitaba de una política centralizada, dada su extensión, y de una monarquía, pero no absoluta, sino ilustrada, como única forma real de gobierno progresista. Para este racionalista burgués, apóstol de la tolerancia y de la libertad, el problema del mal quedó sin solución en su pensamiento. Consciente de los límites de la razón, no otorgó a ésta más de lo que su realismo le permitía: ser propiedad esencial del hombre, quien, como tal, debía ejercerla. Y así lo hizo él mismo, luchando contra la parte del mal que sí alcanzó a comprender: el fanatismo.
Voltaire nació como Francois Marie Arouet el 21 de noviembre de 1694 en París, la misma ciudad en la que fallecería siendo inmensamente rico el 30 de mayo de 1778, después de haber escrito una buena cantidad de tragedias como "Œdipe" (Edipo) en 1718, "Brutus" (Bruto) en 1730, "Zaïre" (Zaira) en 1732, "La mort de Cesar" (La muerte de César) en 1735  y "Le fanatisme ou Mahomet" (Mahoma o el fanatismo) en 1741 entre otras. También publicó los poemas "La henriade" (La henriada) en 1728, la novela "Zadig ou la destinée" (Zadig o el destino) en 1747), el ensayo "Le siècle de Louis XIV" (El siglo de Luis XIV) en 1751 y los cuentos "Micromégas" (Micromegas) en 1752 y "Candide, ou l'optimisme" (Cándido, o el optimismo) en 1759. A lo largo de su vida utilizó numerosos seudónimos para publicar sus obras: M. Arouet le Jeune, Lord Bolingbroke, Rabbi Akib, Cubstorf y -obviamente- Voltaire. Poco antes de morir hizo su última profesión de fe: "Muero adorando a Dios, amando a mis amigos, no odiando a mis enemigos y detestando la superstición", dejando en claro su rechazo a la Iglesia Católica, a la que consideraba desviada de la religión universal, y también considerando que los papas eran "disolutos, ambiciosos y sanguinarios". Todo esto además de poner en tela de juicio muchísimas de las doctrinas católicas, lo que quedó registrado en sus “Mémoires pour servir à la vie de Monsieur de Voltaire, écrits par lui-même” (Memorias al servicio de la vida del señor Voltaire, escritas por él mismo).

23 de diciembre de 2023

Entremeses literarios (CCXIV)

EL SUICIDA
Enrique Anderson Imbert
Argentina (1910-2000)
 
Al pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo- alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó. Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien. Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez. Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando. Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.


LA HERENCIA
José Zelaya
Honduras (1998)
 
En el bosque, el lobo le ayudó a cortar algunas hierbas venenosas. Al terminar, se tomaron de las manos y llegaron donde vivía la abuela. Mientras la anciana hablaba del testamento por teléfono, la niña de capa roja la saludó y ofreció prepararle un té. Cuando ya estaba listo, la abuela colgó el teléfono, lo tomó con sus manos agradeciendo a su nieta y se lo bebió. Caperucita sabía que luego del último trago, la casa y toda la fortuna de la abuela, sería suya.

 
NAUFRAGIO
Ana María Shua
Argentina (1951)
 
¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.
 
 
AMOR A TRES BANDAS
Luciano G. Egido
España (1928)
 
El señor feudal gozaba del derecho de pernada, que le permitía conocer bíblicamente a todas las doncellas del pueblo la noche de su boda. Nunca se cansó de ejercer su privilegio, lo que le había proporcionado una gran experiencia con las mujeres, que nadie podía igualar en la vastedad de sus territorios, y un extraordinario domino en el arte de amar, que las muchachas núbiles le agradecían y los mozos ofendidos le envidiaban. Pero un día, entre las que estaban obligadas a concederle la primicia de su desfloración, se encontró con una pastora que poseía el don de la belleza insólita, una piel de caramelo y en grado supremo el secreto del amor insondable, y naturalmente se enamoró de ella, después de tanta campesina zafia y tanto pingajo con faldas y bisutería de buhonero. El descubrimiento trastornó al señor que se hundió en aquel amor sin fondo, como si fuera un reto a su orgullo desmesurado, que no tenía término ni satisfacción ni hartazgo y que nunca había conocido nada igual. Sin embargo, la muchacha amaba a su esposo, que era tosco, torpe, fuerte y bueno, que la quería con el amor tranquilo de los domingos y el amor generoso de todas las primaveras azules. Durante algún tiempo la recién casada compartió sus deberes matrimoniales con el siervo y la debida obediencia al señor, que la deseaba para él solo, de un modo absorbente y enloquecido. Ella no sabía qué hacer entre el gozo inefable de la sabiduría erótica de las noches del castillo y la adoración sosegada y cotidiana en la humilde cama de su pobre casa, aunque sus dos hombres sí sabían lo que tenían que hacer para acabar con aquella situación insostenible, que agradaba tanto a la pastora como enfurecía a su marido y a todos los hombres del pueblo, asistidos además de otras muchas razones para dejarse arrebatar de la rabia homicida de la rebelión. El mozo, con la ayuda de unos cuantos, urdió la muerte de su amo; pero su señor se les adelantó y mandó que les cortaran la cabeza, porque para algo era señor de horca y cuchillo. Y, entonces, la pastorcita degolló al señor en la cama de sus multiplicados éxtasis, porque no aguantó el abuso de aquella tropelía que la había privado del triángulo mágico de su felicidad y la había dejado viuda en plena juventud y con dos criaturas. El dolor de la doble pérdida se fue apaciguando con el tiempo y remansándose en la contemplación de sus dos hijos, en los que misteriosamente, sobre la base de la belleza materna, se mezclaban en ambos los rasgos de sus dos posibles padres, lo que hacía más dolorosa la memoria del paraíso perdido.

 
HISTORIA DE UN CRONOPIO
Julio Cortázar
Argentina (1914-1984)
 
Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.


EL PRIMER DÍA
Jacques Sternberg
Bélgica (1923-2006)
 
El primer día, Dios se creó a sí mismo. Ha de haber un comienzo para todo.
Luego creó el vacío. Encontró que le había quedado muy grande, y se sintió impresionado. El tercer día imaginó las galaxias, los planetas y los soles. No se sintió excesivamente satisfecho, sin saber exactamente por qué. El cuarto día hizo un poco de jardinería: decoró algunos planetas elegidos con un verdadero sentido artístico, y se sintió feliz al probarse a sí mismo que era un dios con gusto, destilando a través del universo una sutil perfección. El quinto día, sin embargo, para relajarse de los esfuerzos de la víspera, decidió divertirse un poco: imaginó un mundo que no era más que una flagrante falta de gusto, lo atiborró con horribles colores, y lo pobló de una gran cantidad de repugnantes monstruos. Luego llamó a aquel mundo la Tierra.


VISIÓN DE REOJO
Luisa Valenzuela
Argentina (1938)
 
La verdá, la verdá, me plantó la mano en el culo y yo estaba ya a punto de pegarle cuatro gritos cuando el colectivo pasó frente a una iglesia y lo vi persignarse. Buen muchacho después de todo, me dije. Quizá no lo esté haciendo a propósito o quizá su mano derecha ignore lo que su izquierda hace. Traté de correrme al interior del coche -porque una cosa es justificar y otra muy distinta es dejarse manosear- pero cada vez subían más pasajeros y no había forma. Mis esguinces sólo sirvieron para que él meta mejor la mano y hasta me acaricie. Yo me movía nerviosa. Él también. Pasamos frente a otra iglesia pero ni se dio cuenta y se llevó la mano a la cara sólo para secarse el sudor. Yo lo empecé a mirar de reojo haciéndome la disimulada, no fuera a creer que me estaba gustando. Imposible correrme y eso que me sacudía. Decidí entonces tomarme la revancha y a mi vez le planté la mano en el culo a él. Pocas cuadras después una oleada de gente me sacó de su lado a empujones. Los que bajaban me arrancaron del colectivo y ahora lamento haberlo perdido así de golpe porque en su billetera sólo había 7.400 pesos de los viejos y más hubiera podido sacarle en un encuentro a solas. Parecía cariñoso. Y muy desprendido.


EL MUNDO
Eduardo Galeano
Uruguay (1940-2015)
 
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.


¿MENAGE A TROIS?
Juan Pedro Aparicio
España (1941)
 
Teresa va de blanco, Javier de frac. Se acaban de casar. Todavía sus amigos están arrojándoles puñados de arroz en la escalinata, a las puertas de la Iglesia, cuando una sonriente Teresa toma de las manos de Javier la pistola que éste le tiende y se dispara en el pecho a la altura del corazón, un súbito fulgor rojo empapa el vestido blanco… Javier, pálido pero decidido, recupera la pistola y se dispara en la sien. ¿Qué clase de pacto es éste? El joven sacerdote, que los acaba de casar, se abre paso entre los individuos, parientes y amigos con furiosa energía y arranca la pistola de las manos del novio. Hay más gritos y más carreras. El sacerdote se acaba de disparar un tiro en la boca.


TIERRA FIRME
Eugenio Mandrini
Argentina (1936-2021)
 
“¿Quieres la libertad, eso quieres?”, le dio el hombre a su perro. “Pues aquí la tienes”, agregó y le abrió la puerta de la casa. El perro vio el camino (de poder hablar, habría dicho: demasiado largo). Vio el cielo (de poder hablar, habría  dicho: demasiado alto). Vio ahora el vuelo de un pájaro (de poder hablar, habría dicho: demasiado lírico). “Te estoy dando la libertad, aprovéchala”, insistió el hombre. De poder hablar, el perro habría dicho que eso de la libertad es demasiado inalcanzable, y empujándola con el hocico, cerró la puerta. El hombre sintió un súbito estremecimiento, como si de pronto acabara de entender el idioma del silencio y, luego, con premura, aseguró la puerta con doble llave.

19 de diciembre de 2023

Descanso eterno para Anna Ajmátova

Anna Andréyevna Gorenko (1889-1966) forma parte de la constelación mayor de la poesía de todas las épocas. Nacida en Bolshoj Fontan, un pueblo cercano a Odessa, pasó una infancia no muy feliz en Tsarkoe Selo y, al divorciarse sus padres en 1905, se trasladó con su madre a Crimea, de donde partió a su vez para Kiev con el objetivo de terminar sus estudios secundarios y estudiar Derecho. Se familiarizó con la poesía escuchando a su madre recitar de memoria cantos populares, y comenzó a escribir poemas a la edad de once años, pero como su padre no quería ver ningún verso impreso bajo su apellido, ella decidió adoptar el de su abuela tártara, Ajmátova, como seudónimo. Luego, en San Petersburgo seguiría los cursos de altos estudios de Latín, Literatura e Historia.
Sus primeros escritos parecen intuir la gran soledad en la que se vería sumergida años más tarde, después de las trágicas consecuencias de la llegada del estalinismo al poder. Su primer marido, Nikolái Gumiliov (1886-1921), fue acusado de conspiración y fusilado. Más tarde, su hijo sería también arrestado y deportado a Siberia y su último marido moriría en un campo de concentración en 1938. Los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. Por temor a que fusilaran a su hijo quemó todos sus papeles personales.
Su nombre es inseparable al de Osip Mandelstam (1891-1938), el poeta arrestado y condenado a trabajos forzados que murió en un campo de trabajo cercano a Vladivostok. Junto a éste y Serguéi Gorodetsky (1884-1967) encabezó el acmeísmo, un movimiento artístico de principios del siglo XX que, en oposición al misticismo del simbolismo, preconizaba el uso de un lenguaje poético que contuviera significados exactos en favor de la realidad inmediata. De métrica conservadora, su concepción de la rima era enteramente clásica, herencia directa de Alexander Pushkin (1799-1837), su gran maestro, quien cien años antes había formado parte de un círculo literario y político que se oponía al régimen zarista.


Sus primeros versos se imprimieron en 1907. Su primer libro, “Vécher” (Anochecer), publicado en 1912 con una tirada de 300 ejemplares, tuvo como tema central el amor, con versos breves, sencillos e intimistas, intentando constantemente el diálogo entre el lector y la autora. Su estilo se perfeccionó muy pronto y apenas cambiaría en el transcurso de su vida.
En sus primeras composiciones líricas utilizó imágenes concretas para presentar detalles íntimos. Tras la revolución bolchevique de 1917, en su obra aparecieron motivos cívicos, patrióticos y religiosos, sin que ello incidiera en la intensidad y originalidad de su voz. De este período se destacan sus poemarios “Chyotki” (El rosario), “U sámogo mórya” (Junto al mar), “Bélaya staya” (Rebaño blanco), “Podorózhnik” (El llantén) y “Anno Domini MLMXXI” (El año del Señor 1921). Estas primeras ediciones recibieron una gran acogida por parte de la crítica y la hicieron famosa desde el principio de su carrera. Contenían piezas breves y psicológicamente tensas, en su mayoría sobre el tema del amor atravesado por la tristeza.
A mediados de la década de los años ’20, años políticamente convulsos en la Unión Soviética, catalogada de burguesa y aristocrática fue expulsada de la Unión de Escritores, entidad que consideraba a los poetas acmeístas demasiado personalistas, y finalmente fue censurada por orden del dictador Iósif Stalin (1878-1953), algo que ya les había ocurrido a otros escritores como Boris Pasternak (1890-1960), Mijail Zóschencko (1894-1958), Andréi Platónov (1899-1951) y Vassili Grossman (1905-1964). Su obra poética, por entonces, fue calificada por el régimen de subversiva y peligrosa. El terror estalinista decretó “instrucciones especiales” para que no se publicara ningún verso de ella, razón por la que pronto sus publicaciones fueron retiradas de las librerías y las bibliotecas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, ante el bloqueo nazi en 1941, fue virtualmente rescatada de una Leningrado (la antes llamada San Petersburgo) en llamas por un avión dispuesto por el propio Stalin y trasladada a la ciudad de Tashkent, donde su principal ocupación consistió en leerle poemas a los heridos y escribir el borrador de “Poema bez gueróya” (Poema sin héroe). Cuando retornó a su ciudad en ruinas, acaso avergonzada por aceptar la providencial ayuda de su enemigo, se recluyó en su casa y comenzó a ganarse la vida traduciendo al poeta italiano Giacomo Leopardi (1798-1837) y publicando ensayos, entre los que destacan los dedicados al poeta, dramaturgo y novelista ruso Aleksander Pushkin (1799-1837) en periódicos escolares. También sobrevivió gracias a la caridad de los pocos amigos que se atrevían a cuidarla.


En su poemario “Pekbnem” (Réquiem), escrito entre 1935 y 1961, una colección de poemas considerada hoy en día como una obra maestra y un monumento poético al sufrimiento del pueblo soviético bajo la dictadura estalinista, Ajmátova reflejó cómo las mujeres de su época sufrieron la represión política, la pérdida de sus seres queridos y donde también dejó ver su propia experiencia personal. En la obra resaltó la angustia y la desesperación surgida de la impotencia, así como también la fortaleza que la sostuvo para mantener su voz clara en una dictadura que buscaba callarla. Sólo pudo compartir los poemas con amigos cercanos y otros escritores que, como ella, también estaban censurados.
"Réquiem" se publicó en 1963 en Múnich sin su conocimiento ni consentimiento. En la antigua Unión Soviética no se publicó hasta 1987 cuando gobernaba Mijaíl Gorbachov (1931-2022), ya que por su temática -una elegía por los prisioneros de Stalin-, fue considerado demasiado polémico. Recién después del “óttepel” (deshielo) de 1956, en el que la represión política y la censura cultural fueron parcialmente relajadas debido a las políticas de desestalinización implementadas por el entonces nuevo líder soviético Nikita Jrushchov (1894-1971), Ajmátova fue hasta cierto punto rehabilitada permitiéndole su incorporación a la Unión de Escritores de la cual había sido expulsada años antes. Se la autorizó a publicar, cosa que hizo con sus libros de poemas “Beg vrémen” (El correr del tiempo), “Iva” (Sauce), “Néchet” (Nones) y “Russki trianón” (Trianón ruso), y se le entregó una pequeña “dacha” (casa de campo) en Komanovo.
A pesar de la censura y el hostigamiento, a Anna Ajmátova no le tembló nunca la mano para seguir escribiendo y por ello es considerada una de las voces más representativas de la poesía rusa del siglo XX. En 1964 recibió el premio internacional de poesía “Etna-Taormina” en Sicilia, Italia, y al año siguiente fue nombrada “Doctora Honoris Causa” por la Oxford University de Inglaterra. “Beg vrémeni” (El correr del tiempo), su última obra, es un balance de su trayectoria de 1910 a 1965.


Su vida terminó el 5 de marzo de 1966 en el sanatorio Domodedovo de Moscú a causa de un infarto, pero su voz fue imposible de callar. Si bien había sido silenciada por mucho tiempo, su poesía halló un eco sustancial en quienes en épocas posteriores encontraron en ella su inspiración. Su funeral, celebrado en la catedral de San Nicolás de los Marinos, en San Petersburgo, fue multitudinario. Fue enterrada en Komarovo, cerca de la “dacha” en la que había pasado sus últimos años de vida. Anna Ajmátova fue una poetisa que escribió con la insistencia de quien vive y quiere vivir, a pesar del infierno por el que pasó buena parte de su vida. Su obra, traducida a un sinnúmero de lenguas, sólo aparecería íntegra en Rusia en 1990.

16 de diciembre de 2023

Cuentos selectos (XXXII). Mariano Massone: “No es católico de mi parte”

Mariano Massone (1985) es un escritor argentino licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Nacido en Luján, provincia de Buenos Aires, es profesor de Lengua y Literatura en varios colegios públicos. Ha participado con artículos en la revistas de arte y literatura “Plebella”, “No-Retornable”, “Maten al mensajero”, “Corresponsales Clave”, “Exlibris” y “Último Round” de Argentina, “Resonancias” de Chile, “Leteo” de México y “Revista de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso” de Venezuela. También publicó artículos en el portal de noticias “Ladran Sancho” de la Cooperativa de Trabajadoras y Trabajadores de la Comunicación, una asociación compuesta por jóvenes profesionales y estudiantes de la ciudad de Luján.
Entre sus numerosos artículos pueden mencionarse “Ameghino, Darío, Lugones. La fe en el progreso científico y los bordes del positivismo”, “Palabras y cartografías. Tensiones glotopolíticas en torno a la lexicografía y la filología de Argentina y Perú (1880-1930)”, “Principios de siglo XX. La dicotomía vanguardia-realismo”, “Florentino Ameghino y la cosmovisión naturalista”, “No todo es tan color de rosa”,  “La imposibilidad de enseñar”, “La teoría literaria en las aulas del secundario”, “La tarea del archivista y el hipervínculo. Aproximación a una enseñanza de las artes en la era digital”, “Caminar para atrás como los cangrejos” y “Situación latinoamericana de los derechos sexuales y reproductivos”.


Defensor de los derechos de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales, en 2014 en un colegio de Open Door, una localidad cercana a Luján, fue discriminado por otros profesores y se le labró un acta por dar clases con perspectiva de género y diversidad, hecho por el cual presentó una denuncia por persecución ideológica ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Hasta el momento ha publicado los minilibros “Fractales i” y “Diario íntimo”, y los libros de poemas: “Libro de sombras” (2010), “El gaucho celeste” (2015) y “Veinte poemas malos y una canción alucinada” (2021). Su cuento “No es católico de mi parte” apareció en la antología de narrativa contemporánea “Marañas”, publicada por la editorial La Parte Maldita en junio de 2013.

 
NO ES CATÓLICO DE MI PARTE

Sé que no es católico de mi parte lo que le voy a decir pero necesito que se siente. Vamos, usted sabe… Hace quince años que la conozco, cuando se murió mi marido la única que entendió esa pérdida fue usted. Marta, no me mire así. Hace cuatro años que estamos solas, la casa es grande. Usted limpia, lava, plancha, me hace la comida. Sabe que con este dolor de huesos que me agarra cada tanto no puedo ni moverme, son dolores fuertes, como si fuesen espinas que se me clavan en todo el cuerpo. Yo la considero mucho a usted, la considero mi par. Las dos nos quedamos solas, ancladas en viejas costumbres.
Cuando se murió Rodolfo yo sentía que no iba a poder vivir más. Todavía me acuerdo el velorio, cuando llegaron mis sobrinos, Ismael y Marco ¿Se acuerda? Ismael llegó con su mujer y sus dos hijas, preciosas las nenas, abrió el paquete de sanguchitos de miga que compró en la mitad de la sala como si fuese un cumpleaños de quince. Se reía, su sonrisa y su falta de dolor me hicieron pedazos. Hablaba mucho, me aturdía. Parecía como que estaba esperando que pase otra tragedia más. Hacía años que no lo veía, no recuerdo cuántos, pero eran muchísimos. Creo que no lo veía desde que se murió su padre, el finado Raúl, hermano de Rodolfo. La empresa que ellos tuvieron le dejó una gran herencia. Es más, creo que ahora Ismael se dedica a alquilar caserones que compró con esa plata. No sé muy bien.
La cuestión es que me aturdía con sus historias de viajes a Europa, con su soberbia. Pensar que cuando era chico era mi preferido. Usted sabe que nosotros, con Rodolfo, nunca pudimos tener hijos. En verdad tuvimos uno pero lo perdí. Cosas de la vida. Estuve internada dos meses en terapia intensiva, hinchada como un globo, a punto de la muerte, hasta que el nene también se terminó asfixiando en mi vientre. Ya sé, no le gusta que le cuente esa parte de mi vida. Éramos jóvenes y todo era diferente. La medicina también era diferente. Rodolfo fumaba mucho. ¿Se acuerda? Nunca vi fumar a nadie igual. Nunca amé a nadie tanto como a él.
Teníamos peleas, usted nos escuchaba. Seguro que nos escuchaba, pero no decía nada. Si hay algo que rescato de usted, además de su honestidad, es su silencio. Nunca la escuche decir una palabra de más, siempre tan… tan justa. Me acuerdo cuando en el velorio de Rodolfo, usted, con sólo levemente apoyar su mano sobre mi hombro me dijo todo lo que me quiso decir. Usted sabe, no me sentía bien. Pero era peor ver esa comedia que se daba entre Ismael y Marco, comiendo sanguchitos de miga y charlando como si estuviesen en un bar. Pensar que cuando su tío se estaba muriendo ninguno de los dos lo fueron a visitar, ni siquiera me llamaban. Es más, todavía no sé cómo se enteraron de la muerte. Yo siempre fui muy reservada pero en este pueblo las noticias vuelan y uno nunca sabe.
Marta, ayúdeme en algo, escuche bien, me quiero casar con usted. No es que la ame ni nada de eso. No se vaya, espere. Sé que no es católico de mi parte pero me quiero casar con usted. No le voy a dar el gusto a Marco y a Ismael. Usted fue la persona con la que padecimos todo, Rodolfo y yo. Usted se merece pasar bien sus últimos años cuando ya me estén comiendo los gusanos, muy probablemente cerca de mi esposo, cuatro metros bajo tierra. Hijos no tengo y no les quiero dar el gusto. Por favor, no me reproche. Yo sé que es un tema que hay que tomar con cuidado pero no me queda otra. Una vez que nos casemos le voy a decir cómo funciona todo lo relacionado al dinero, a las cuentas bancarias. No es difícil. Si se cuida tiene para vivir hasta que se muera. ¿O acaso a usted no le gustaban esos bombones que varias veces le traje de París? Por favor Marta, usted se tiene que casar conmigo.

12 de diciembre de 2023

Hercule Savinien y Edmond Rostand. La historia de los dos Cyranos

La obra teatral "Cyrano de Bergerac" que presenta a un enamoradizo poeta, héroe de capa y espada, está basada en un personaje histórico que vivió en París en el siglo XVII. Curiosamente, su autor, el dramaturgo francés Edmond Rostand (1868-1918), vivió en un mundo totalmente diferente al de la obra que lo haría famoso.
La vida del verdadero Cyrano transcurrió en la época en que Francia se constituyó como un Estado moderno, fuerte y centralizado bajo el reinado de Luis XIII de Borbón (1601-1643) y su primer ministro Armand Jean du Plessis, cardenal de Richelieu (1585-1642), y cuya consolidación final sería lograda por el Rey Sol, Luis XIV de Borbón (1638-1715), bajo la forma de la monarquía absoluta en la segunda mitad del siglo XVII.
Cuando murió su padre, Luis XIII sólo contaba con nueve años de edad, razón por la cual María de Médicis (1575-1642), su madre, fue nombrada regente. Bajo su gobierno el poder estuvo en manos de cortesanos corruptos, hasta que en 1617, el joven Luis ocupó el trono respaldado por algunos nobles leales a su padre y, fundamentalmente, por el que habría de convertirse en una de las figuras más importantes de Francia: el ya mencionado cardenal Richelieu. A partir de allí, se llevó a cabo una política administrativa centralizadora a través de una red de funcionarios de origen burgués -llamados intendentes- que actuaban como inspectores reales cuya misión era controlar a los nobles y a los parlamentos provinciales, a quienes privó de toda intervención política, judicial y legislativa.
Este proceso de centralización y modernización del Estado generó innumerables cambios en la vida cultural y privada de los franceses, fundamentalmente en las clases acomodadas. En primer lugar, se produjo un notable desarrollo de la alfabetización y de la difusión de la lectura, ya que éstas eran necesarias para una administración centralizada y eficiente. Esta centralización se apoyó en la escritura para reglamentar la vida social. En segundo lugar, en el ámbito de la vida privada, en los espacios que el Estado dejó libres, se generaron nuevos grupos de convivencia social que no pertenecían a la corte y que estaban por encima de las clases populares; pequeñas sociedades consagradas a la conversación y a la lectura en voz alta que jugaron un rol importante en la vida de muchas mujeres (a quienes generalmente se les permitía aprender a leer pero no a escribir) que pudieron así acceder al mundo literario y cultural. En tercer término, surgió en este período un nuevo fenómeno cultural llamado "la preciosité" (preciosismo), que se caracterizó por la búsqueda de la perfección del lenguaje literario y el refinamiento de los modales y las costumbres. Los caballeros, hasta entonces guerreros, comenzaron a cultivarse y se transformaron en hombres "de armas y de letras". Surgió entonces la figura del "cortesano", aquella que Rostand utilizó para moldear su personaje Cyrano.
Los preciosistas se reunían en los salones de las damas de la alta sociedad y se rodeaban de escritores e intelectuales para compartir la lectura de antiguas novelas medievales, las "romans courtois" (novelas de caballería), que contaban las aventuras fantásticas de caballeros valientes y heroicos que ponían su fuerza al servicio de Dios, de la mujer y de los desprotegidos. También se leían novelas pastoriles de origen italiano que presentaban historias de pasiones contrariadas y lamentos de amor entre pastores en el marco de una naturaleza idealizada, serena y apacible; y poemas de amor "cortés" que habían surgido en el siglo XV, en las cortes provenzales, cuya temática giraba en torno al amor "platónico" a la mujer, concebida como un ser ideal y perfecto. Los salones más concurridos y famosos fueron el de Catalina de Vivonne (1588-1665), marquesa de Rambouillet, y el de Madeleine de Scudéry (1607-1701), adonde acudían famosos escritores de la época como Francois de Malherbe (1555-1628), Honoré d'Urfé (1568-1625), Vincent Voiture (1597-1648), Pierre Corneille (1606-1684) y Paul Scarron (1610-1660).
Este preciosismo fue generando en la aristocracia el rechazo por la vulgaridad y creó un público culto necesario para el desenvolvimiento de un arte clásico, que, más tarde, degeneró en un arte complicado y artificial, ridiculizado por el dramaturgo Jean Baptiste Poquelin, Moliere (1622-1673) en su obra "Les précieuses ridicules" (Las preciosas ridículas) de 1659.
Al preciosismo en la vida social se le sumó la filosofía de René Descartes (1596-1650), quien reunió las tendencias racionalistas de su tiempo en "Discours de la méthode" (Discurso del método), primera obra filosófica en lengua francesa, ya que hasta entonces los filósofos escribían en latín; y la de Blaise Pascal (1623-1662), autor de "Pensées" (Pensamientos). Asimismo se establecieron en toda Europa las primeras academias dedicadas al progreso de las ciencias a partir de la observación y la experimentación. La astronomía se basó en el sistema de Nicolás Copérnico (1473-1543) y su concepción heliocéntrica del sistema solar, en las leyes de Johannes Kepler (1571-1630) y en las enseñanzas de Galileo Galilei (1564-1642), quien inventó el telescopio y descubrió el relieve accidentado de la superficie de la Luna, cuyos primeros planos se publicaron en Francia en 1647. También surgieron novedosos inventos como la máquina de vapor de Denis Papin (1647-1712) y el barómetro de Evangelista Torricelli (1608-1647).
El propio Richelieu intervino en el desarrollo de la prensa, primero en 1611 propiciando la aparición del "Le Mercury Francais", y luego en 1631 sugiriendo artículos y notas para su publicación en "La Gazette", el primer diario oficial del mundo fundado por Théophraste Renaudot (1586-1653). Al cardenal también se le debe la creación de la Académie Francaise (Academia Francesa), cuyo origen fue un salón extraoficial en el que literatos se reunían para discutir de gramática y crítica literaria. Richelieu le dio carácter oficial en 1634 para consolidar la superioridad artística de la lengua francesa y redactar un diccionario y una gramática oficiales.
Es en esta época cuando se forjó el clasicismo que predominaría durante el reinado de Luis XIV, un sistema estético que se conocería como "civilización de Versailles" o barroco francés, que retomaría la imitación de los antiguos escritores grecolatinos adaptándolos al racionalismo y a los ideales cristianos absolutistas imperantes. De esta manera se colocaría a Francia en igualdad de condiciones con sus vecinos España e Inglaterra, donde ya existían numerosos teatros populares y un Lope de Vega (1562-1635) o un Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) en el caso del primero, y por lo menos seis salas destinadas a la representación teatral y un William Shakespeare (1564-1616) o un Christopher Marlowe (1564-1593) en el caso del segundo.
Francia, en cambio, logró su primera época de gran teatro de la mano del también productor teatral Richelieu en el Theatre de l'Hotel de Bourgogne, ya que hasta entonces sólo existían la farsa local de origen medieval, las representaciones escolares de dramas clásicos grecorromanos y las obras de Alexandre Hardy (1570-1632), un autor muy popular y prolífico que prestaba muy poca atención a los modelos clásicos. Durante el siglo XVII, es principalmente Jean Racine (1639-1699) quien los rescata al escribir siete grandes tragedias consideradas obras maestras, todas ellas adaptaciones de obras griegas y romanas, entre las que se pueden mencionar "Bérénice" (Berenice), "Phédre" (Fedra), "Andromaque" (Andrómaca) y "Mithridate" (Mitrídates) que ganaron un auditorio amplio y popular.
El Cyrano histórico, que dio origen al personaje de Rostand, nació en París el 6 de marzo de 1619 y se llamaba Hercule Savinien de Cyrano (en 1638 agregó a su nombre el de la tierra de su familia en Bergerac, en la región de Bordeaux). Cuando terminó sus estudios, comenzó a llevar una vida disipada alternando tabernas, juegos y fiestas. Obligado por su padre, se enroló como cadete militar y participó en varias batallas durante la Guerra de los Treinta Años -el conflicto que asoló a la Europa Central en el que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época- hasta que fue herido durante el sitio a la ciudad de Arras (cercana a la frontera actual con Bélgica) en manos de los españoles y su estado de salud lo obligó a dejar el ejército.
Cyrano inició entonces sus estudios de filosofía y cobró cierta fama por su actividad como duelista en peleas ocasionadas por sus múltiples aventuras amorosas y por las burlas que recibía por el tamaño de su nariz. En 1645, enfermo de sífilis, decidió llevar una vida más calma comenzando su vida literaria con las comedias "Le pédant joué" (El pedante jugado) y "L'autre monde" (El otro mundo), a las que siguieron "Lettres" (Cartas) y la tragedia "La mort d'Agrippine" (La muerte de Agripina), la que, cuando fue estrenada en el Theatre de l'Hotel de Bourgogne produjo un verdadero escándalo a causa de un verso blasfematorio. Los escritos de Cyrano -ateo y materialista- oscilaron entre el virtuosismo literario y el compromiso político y filosófico sin excluir sus rasgos de libertino poco inclinado a las delicadezas del corazón. Murió el 28 de julio de 1655.
En cambio, la época en que vivió Rostand, el creador de la obra teatral "Cyrano de Bergerac", fue una etapa de extraordinarias transformaciones económicas, sociales, científico-tecnológicas y artísticas: el período que va de la Segunda Revolución Industrial a la Primera Guerra Mundial. Edmond Eugéne Alexis Rostand nació en Marsella el 1 de abril de 1868 y creció en una Francia que, a pesar de padecer serios conflictos políticos y sociales, se industrializó y se consolidó como potencia capitalista. Una Francia brillante y próspera cuya burguesía, en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, se desarrolló bajo los ideales de orden y progreso, y generó el nacimiento de múltiples manifestaciones estéticas que pasaron a la historia con el nombre de "Belle époque".
Su familia, perteneciente a la alta burguesía provinciana, gozaba de una sólida posición económica que le permitió recibir una educación esmerada tanto en su ciudad natal como en París. Al cursar sus estudios secundarios descubrió "Les grotesques" (Los grotescos), el ensayo del dramaturgo y crítico literario Theophile Gautier (1811-1872) cuyo capítulo VI estaba consagrado a Cyrano. Evidentemente, la época del preciosismo despertó el interés del joven Rostand ya que a los diecisiete años ganó el Premio de la Academia de Marsella por su ensayo "Deux romanciers de Provence, Honoré d'Urfé et Emile Zola" (Dos novelistas de Provenza, Honoré d'Urfé y Emile Zola). D'Urfé y Emile Zola (1840-1902) sólo tenían en común su nacionalidad pero pertenecían a épocas históricas distintas y a estéticas diametralmente opuestas: el preciosismo ya citado y el naturalismo, una corriente que perfeccionó las técnicas desarrolladas por el realismo para reproducir con precisión y fidelidad los conflictos sociales y las condiciones de vida de los sectores obreros. En su producción literaria posterior, resulta evidente que Rostand tomó partido por el Preciosismo. En 1884, cuando se instaló en París para estudiar Derecho, comenzó a frecuentar los salones literarios y a hacer amistades en el mundo de la cultura. Así conoció a la famosa actriz Sarah Bernhardt (1844-1923) quien protagonizó "La princesse lointaine" (La princesa lejana). La obra, de lujosa producción y notable elenco, no logró gran repercusión en el público y la crítica, pero en los ensayos, Rostand conoció a Benoit Constant Coquelin (1841-1909), otro famoso actor cuyo hijo formaba parte del elenco, quien le pidió una obra con un rol protagónico para él. De ese modo nació "Cyrano de Bergerac", una obra escrita por encargo.
Coquelin era un excelente actor de larga trayectoria en la Comedia Francesa, y Rostand le construyó un personaje "a medida", teniendo en cuenta su elocuencia y su gracia para matizar largos parlamentos. Hasta ese momento, el dramaturgo había creado algunas comedias breves como "Le gant rouge" (El guante rojo) y "La samaritaine" (La samaritana), pero frente al desafío que representaba escribir para el renombrado actor, eligió una forma teatral ya consagrada por el Romanticismo (el drama histórico en verso) y una época que conocía muy bien (el París de Luis XIII y el Preciosismo).


Así ambos llevaron adelante el proyecto; Rostand comenzó a trabajar en la redacción de la obra y Coquelin a buscar fondos y una sala apropiada: el Théatre de la Porte Saint Martin. Sin embargo, se sabe que el clima de los últimos ensayos, en diciembre de 1897, era de inquietud y la opinión general presagiaba un fracaso. Se sabe también que Rostand tuvo que poner dinero de su bolsillo para solventar los gastos de la puesta en escena. Sin embargo, el 28 de diciembre el estreno fue un éxito absoluto. Desde la primera función y durante quince meses las representaciones se sucedieron a teatro lleno. Luego siguieron las giras por las provincias y las presentaciones en el extranjero. En 1913 se estrenó en el Metropolitan Opera de Nueva York en versión musical.
Enfermo de pulmonía, Rostand falleció en París el 2 de diciembre de 1918. Su muerte coincidió con la finalización de la Primera Guerra Mundial en la que Francia resultó victoriosa pero al costo de quedar arrasada. El optimismo de la "Belle époque" había terminado y el París que aclamaba a Rostand también. Su nombre permaneció en la memoria literaria como el creador de "Cyrano de Bergerac", un personaje que superó la fama de su creador. El resto de su obra cayó en el olvido. Poco antes de fallecer llegó a declarar que “entre la sombra de Cyrano y las limitaciones de mi talento, no me queda más remedio que morir". Muchos años después su viuda, la poetisa y dramaturga francesa Rosemonde Gérard (1871-1953), declararía en su lecho de muerte que "siempre he vivido a la sombra de Cyrano de Bergerac; hubo momentos  en que no sabía de quién era viuda: si de Edmond Rostand o de Cyrano".
El cine se ocupó varias veces de Cyrano, el infortunado poeta con una nariz descomunal. La primera fue una versión en el cine mudo de 1900 protagonizada por Benoît Constant Coquelin (1841-1909). Luego llegarían las más famosas: en 1950, en versión norteamericana dirigida por Michael Gordon (1909-1993) y protagonizada por José Ferrer (1909-1992), y en 1990, en versión francesa dirigida por Jean Paul Rappeneau (1932) y protagonizada por Gérard Depardieu (1948).