26 de agosto de 2019

Cortázar, a 105 años de su nacimiento


Se conmemora el 26 de agosto el centésimo quinto aniversario del nacimiento de Julio Cortázar (1914-1984), uno de los más prolíficos y originales autores de la literatura argentina y latinoamericana. “Cambiar la realidad es en el caso de mis libros un deseo, una esperanza; pero me parece importante señalar que mis libros no están escritos, ni fueron vividos ni pensados con la pretensión de cambiar la realidad”. La frase es del inolvidable escritor que vino al mundo el miércoles 26 de agosto de 1914 en la embajada de Argentina en Bélgica situada en Ixelles, un distrito de Bruselas, ciudad que en ese entonces estaba ocupada por los alemanes. Tras pasar por Suiza y más tarde por Barcelona, los Cortázar regresaron a la Argentina cuando Julio tenía cuatro años y se radicaron en Banfield, una localidad situada en la zona sur del Gran Buenos Aires.
Se formó como maestro en 1932 y profesor en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta; de aquellos años surgió “La escuela de noche”, cuento que integraría “Deshoras”, su último libro de cuentos publicado en 1982. Dictó clases como maestro rural en Bolívar, Saladillo y Chivilcoy. En 1938, con una tirada de doscientos cincuenta ejemplares, Cortázar editó el poemario “Presencia” bajo el seudónimo de Julio Denis. A partir de julio de 1944 enseñó en Mendoza literatura francesa y de Europa septentrional en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Pocos meses después renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo y su política universitaria. Se empleó en la Cámara del Libro en Buenos Aires y realizó trabajos de traducción. Hacia 1947 escribió “Casa tomada”, cuento que aparecería en “Bestiario”, el primer libro que publicó con su nombre. En 1951, a los treinta y siete años, se instaló definitivamente en París, ya que había recibido una beca del gobierno francés para estudiar allí.
Considerado uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, Cortázar fue el maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve. Creó novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica pocas veces vista. En sus obras, desordenó el arte en favor de la vida al cuestionar el lenguaje establecido. Su escritura, en una época signada por vanguardias y ultraísmos, es un escape al canon, a la sintaxis. La suya es una gramática amplia y polifónica de lo fantástico que radica en lo cotidiano. Inventó palabras, entrecruzó voces en inglés y francés y era respetuoso del lunfardo. Trascendió de una literatura fantástica hacia una metafísica. En su humor había mucha sabiduría y su ironía era diáfana y frontal a la hora de confrontar lo establecido.
El gran cuentista de “El perseguidor” y “La noche boca arriba”, el novelista conmocionante de “Rayuela” o el comprometido políticamente de “El libro de Manuel”, el ensayista lúcido e incendiario a la vez de “La vuelta al día en ochenta mundos” y “Último Round”, el cultivador de géneros híbridos en “Historia de Cronopios y Famas” fue un escritor arriesgado, un hombre a tono con las difíciles condiciones de su tiempo, con el cual se involucró y en el cual se inspiró para crear una escritura íntima en ocasiones, a veces coloquial, otras veces erótica o lúdica, pero siempre novedosa. Viajero impenitente e intelectual abierto, consiguió -a través de sus encuentros literarios y conferencias en diversos foros tanto de América como de Europa- un reconocimiento internacional para su obra que, sin renunciar a sus raíces culturales, se universalizó tanto en temas como en estilos. “En la literatura -expresó en una conferencia dada en 1982 en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Venezuela- lo fantástico encuentra su vehículo y su casa natural en el cuento y entonces, a mí personalmente no me sorprende que habiendo vivido siempre con la sensación de que entre lo fantástico y lo real no había límites precisos, cuando empecé a escribir cuentos ellos fueran de una manera casi natural, yo diría casi fatal, cuentos fantásticos”.


“Desde pequeño -dijo alguna vez- , mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”. Y, sin dudas, fue un escritor revolucionario, tanto por su concepción del lenguaje como por la forma en que trastocó la estructura de sus novelas, ensayos y cuentos. Fue Cortázar quien le brindó a la literatura argentina la libertad de la experimentación y el juego creativos. Aunque sus relatos gravitan en el terreno de la literatura fantástica, logró ocupar un lugar central durante el siglo XX a partir de su uso desprejuiciado del lenguaje coloquial y la exploración del difuso límite entre la realidad y las fuerzas de la imaginación. Para evocar al escritor que durante toda su vida compaginó la aceptación del riesgo literario y la aventura estética con el compromiso político, cívico y moral, se reproducen a renglón seguido dos muestras de su espléndida obra. Primero, uno de sus cuentos breves en el que un narrador omnisciente, que no está en la historia pero conoce todos los hechos del relato, muestra en tercera persona una situación en la que el mundo real y el fantástico no se oponen sino que cohabitan. Y en segundo lugar, un capítulo de la más famosa de sus novelas en el que difumina los límites entre la narrativa y la prosa poética, al mismo tiempo que se desliza entre el romance, el erotismo, lo fantástico y esa búsqueda metafísica hacia la esencia del ser tan propia de su narrativa.

LAS LÍNEAS DE LA MANO

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.


RAYUELA - Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

24 de agosto de 2019

Borges, a 120 años de su nacimiento


Jorge Luis Borges (1899-1986) es uno de los escritores más importantes de la Argentina. Creador de un mundo fantástico, metafísico y totalmente subjetivo, su obra ha despertado la admiración de numerosos lectores, escritores y críticos literarios de todo el mundo, y es considerada como una de las más importantes del siglo XX en lengua española. Obsesionado con el tiempo, la eternidad, el infinito, el destino, los espejos, los laberintos, su abundante y variada obra navegó por las mil y una vertientes de la literatura. Autor de cuentos, poemas y ensayos, cultivó estos géneros -fusionándolos a menudo deliberadamente- a lo largo de toda su producción. Entre sus obras más trascendentales están las colecciones de relatos “Ficciones”, “El Aleph” y “El libro de arena”; los poemarios “Fervor de Buenos Aires”, “Luna de enfrente” y “Cuaderno San Martín”; y los tomos de ensayos “Inquisiciones”, “El tamaño de mi esperanza” e “Historia de la eternidad”. Curiosamente, o no, nunca escribió una novela. “En toda obra larga hay una parte de ripio, algo que se pone para rellenar -dijo alguna vez en una entrevista-. “Nunca pensé en escribir novelas. Yo creo que, si yo empezara a escribir una novela, me daría cuenta de que se trata de una tontería y que no la llevaría hasta el fin”.
A Borges se lo recuerda como un escritor que trascendió toda clasificación o dogmatismo, aunque predomina aquella que lo conceptúa como vanguardista dado su indiscutible peso como renovador de las letras rioplatenses, letras a las que aportó una vigorosa y distinta apreciación de lo fantástico, una singular dimensión metafísica y unas inusuales estrategias para la construcción del relato. Su obra fue el centro de minuciosos análisis y variadas interpretaciones, siendo considerada fundamental para la literatura y pensamiento humano. Pero tanto ella como sus opiniones siguen generando controversia alrededor del mundo. Así, para algunos críticos la realidad argentina estaba ausente en sus ensayos, fue voluntaria y decididamente un escritor extranjero, o un escritor hipnotizado por Europa que hizo de la literatura un simulacro sin convicción. Para otros, en cambio, en sus textos sobresalen la presteza de la sintaxis y el aura poética, y tienen una admirable frescura, un encanto que puede prescindir de toda interpretación.
El escritor que nunca recibió el Premio Nobel de Literatura (por ser “demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura” según consta en archivos desclasificados de la academia sueca) cerró la edición de 1974 de sus “Obras completas” con una suerte de irónica autobiografía apócrifa: “El renombre del que Borges gozó durante su vida, documentado por un cúmulo de monografías y de polémicas, no deja de asombrarnos ahora. Nos consta que el primer asombrado fue él y que siempre temió que lo declararan un impostor o un chapucero o una singular mezcla de ambos”.


Hace exactamente ciento veinte años, Jorge Luis Borges nacía el 24 de agosto de 1899 a las cinco de la madrugada en la casa de sus padres ubicada en la calle Tucumán 840 de la ciudad de Buenos Aires. Moriría casi ochenta y siete años después muy lejos de su país, en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986. “Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca. Es como si todavía la estuviera viendo”, declaró en una entrevista. En otra, confesó: “Yo ahora estoy seguro de que no hay otra vida y que no hay Dios. Es una certidumbre que me satisface, me tranquiliza. Saber que todo esto pasará, que yo me olvidaré, que seré olvidado”. Para no olvidarlo sino, todo lo contrario, recordarlo, se reproducen a continuación uno de sus relatos breves y un poema en prosa en el que incursiona, una vez más, en la metafísica, algo que, dentro de su obra, es quizás un subgénero más de lo fantástico.

EPISODIO DEL ENEMIGO

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde. Me incliné sobre él para que me oyera.
- Uno cree que los años pasan para uno -le dije-, pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido.
Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.
Me dijo entonces con voz firme:
- Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Le tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso.
Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme. Atiné a decir:
- En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.
- Precisamente porque ya no soy aquel niño -me replicó- tengo que matarlo. No se trata de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.
- Puedo hacer una cosa -le contesté.
- ¿Cuál? -me preguntó.
- Despertarme.
Y así lo hice.


DOS FORMAS DEL INSOMNIO

¿Qué es el insomnio? La pregunta es retórica; sé demasiado bien la respuesta. Es temer y contar en la alta noche las duras campanadas fatales, es ensayar con magia inútil una respiración regular, es la carga de un cuerpo que bruscamente cambia de lado, es apretar los párpados, es un estado parecido a la fiebre y que ciertamente no es la vigilia, es pronunciar fragmentos de párrafos leídos hace ya muchos años, es saberse culpable de velar cuando los otros duermen, es querer hundirse en el sueño y no poder hundirse en el sueño, es el horror de ser y de seguir siendo, es el alba dudosa.
¿Qué es la longevidad? Es el horror de ser en un cuerpo humano cuyas facultades declinan, es un insomnio que se mide por décadas y no con agujas de acero, es el peso de mares y de pirámides, de antiguas bibliotecas y dinastías, de las auroras que vio Adán, es no ignorar que estoy condenado a mi carne, a mi detestada voz, a mi nombre, a una rutina de recuerdos, al castellano, que no sé manejar, a la nostalgia del latín que no sé, a querer hundirme en la muerte y no poder hundirme en la muerte, a ser y seguir siendo.

20 de agosto de 2019

Entremeses literarios (CC)


EN LA PLAZA
Carmen Noelia Rodríguez
Venezuela (1975)

Gabriela y Ana salieron de la fábrica luego de un duro día de faena. En la calle se encontraron con un paro de transporte público, por lo que de momento no era posible regresar a sus casas. Mientras se resolvía la situación decidieron al igual que mucha gente sentarse en una pequeña plaza cercana. A diferencia de Gabriela, a Ana no le importaba mucho su trabajo, por eso no entendía o tomaba muy en serio las constantes quejas de su amiga, que no dejaba de preguntarse ¿por qué? Había tenido que aceptar aquel empleo que no quería, que no se parecía a ella, que tanto le ahogaba la dignidad o la felicidad, si es que realmente esta palabra formaba parte de la realidad y no era más que algún invento esperanzador e imposible. La vida era una gran paradoja para Gabriela; hacer lo que no queríamos por necesidad, por llevar dinero a casa. La vida para ella, se reducía tristemente a canjear dinero por su tranquilidad, sus energías, su alma, a depositar sus verdaderos deseos en el cajón de lo inalcanzable, porque no había recursos, ni buenos contactos con gente bien colocada, ni oportunidades, ni nada diferente a su necesidad siempre urgente de dinero. Ana no entendía a Gabriela, por eso, sin siquiera proponérselo, cada vez que su amiga comenzaba a expresar sus ideas o su malestar, ella desviaba su atención hacia otra cosa; por eso, en la plaza, tan concurrida por el paro de transporte, prefirió ver a su alrededor, reír en silencio de la gente que se vestía extraño o admirar a algún sujeto con buen porte. Miraba a los hombres que hurgaban la basura en busca de latas que echaban en un gran saco, a las señoras con bolsas de víveres, a los borrachitos, a las prostitutas... en estas últimas reparó un buen rato:
- Mira esas mujeres -le dijo a Gabriela señalando discretamente con un mohín de labios- se les nota que son de la mala vida, tu sabes, que venden su cuerpo, seguro andan buscando quien les contrate sus servicios. Seguro encontrarán a alguien pronto ahora que nadie tiene como irse a su casa.
- ¿De qué te horrorizas? Al menos yo, creo que soy igual; tengo años vendiendo hasta mi alma...
Ana no comprendió a su amiga. Luego de pensar por pocos instantes cómo era eso de que su Gabriela había practicado la prostitución, se fijó en el sensual guiño de ojo que le hacía un caballero que pasaba. Sonrió y le contestó, aún disfrutando la emoción del silencioso piropo que acaba de recibir:
- Tú sí que dices cosas raras.


SOLEDAD
Pedro de Miguel
España (1956-2007)

Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.


LA EDAD
Anthony de Mello
India (1931-1987)

La abuela Ágata envía a su esposo a llevarle un trozo del pastel al cura párroco, para lo cual el pobre hombre debe caminar casi un kilómetro, al llegar le dice al cura:
- Mi mujer cumple hoy ochenta y seis años, y quiere que pruebe un trozo de su tarta de cumpleaños.
El párroco recibió el obsequio y mostró su agradecimiento, sobre todo por el kilómetro que había tenido que caminar el hombre. Una hora más tarde volvió el anciano a la parroquia:
- ¿Qué ocurre ahora? -le preguntó el cura, entre asombrado y curioso.
- Bueno -respondió con timidez-, me envía Ágata a decirle que sólo cumple ochenta y cinco años.


ESO SÍ
Pedro Zubizarreta
Argentina (1960)

El Cholito se muere. El Cholito se va. La enfermedad lo atraviesa de lado a lado. Cinco años tiene. Cinco escasos años y la vida ya lo quiere dejar. Ahora no sufre. Ahora no. Está medio dormido, eso sí. Es por la medicación que le dan los doctores para sacarle el dolor. Junto a la cama del Cholito están los padres derramando lágrimas que se abrazan y corren juntas. El Cholito tiene la panza hinchada y le cuesta respirar. Cuando el Cholito empezó con el dolor en la pierna les dijeron que no era nada. Varios médicos lo miraron. Lo miraron un poco por encima, eso sí. Pero qué puede uno hacer, si los hospitales están sin recursos y el papá del Cholito perdió la seguridad social cuando se quedó sin trabajo. Lo llevaron a un médico privado, que sólo lo atendió cuando reunieron el dinero para pagar la consulta por adelantado. El médico privado tampoco lo examinó demasiado. Diagnosticó “dolores del crecimiento”, eso sí. Todo crecimiento va acompañado de dolor, todos menos justamente el que aludía el facultativo. El crecimiento de los huesos no duele. Pero qué puede saber un padre que apenas completó tres años de la enseñanza primaria. Qué le puede exigir a un médico que pasó por una universidad y salió de ella más miope y egoísta que cuando entró. Nada, sólo agacha la cabeza y acepta. Aunque el Cholo se haya seguido quejando, sin poder dormir a la noche, eso sí. El tiempo fue pasando y el dolor en aumento, acompañado por hinchazón en la rodilla. Artritis, les dijeron. El “güesero” del pueblo le quiso acomodar la rodilla, pero se le fracturó el fémur en el intento. Entonces llegó el momento de viajar a la gran ciudad. El Cholito en un grito con cada cimbronazo del autobús. El viaje largo. La llegada a Buenos Aires, con su multitud anónima hirviendo en la Terminal de Ómnibus. Finalmente llevaron al Cholo al Hospital grande. Los médicos estaban serios, mirando placas radiográficas de la rodilla y del tórax. Le practicaron una biopsia. Después vino un médico a hablarles de la enfermedad, que era maligna y se había desparramado por los pulmones. No respondió al tratamiento de quimioterapia y el Cholo empeoró. La pierna se hinchó como un zapallo. Cholo, Cholito, no te morís solamente de cáncer, también te morís de analfabetismo, de miseria, de desnutrición, de marginalidad. Te morís de injusticia. Te morís de deuda externa. Te morís de anonimato. Te morís de tan pequeño. Te morís aplastado en las vías del desarrollo. Te morís de intereses ajenos. Te morís de extremo sur. Te morís, eso sí.


MÁS ALLÁ
Paz Monserrat Revillo
España (1962)

Cuando menos me lo espero mi madre me habla desde el más allá. Nunca de metafísica, de religión o de universos paralelos. Nada de psicofonías, ni de vaporosas voces de ultratumba. Con su castellano transparente y su acento aragonés me dice cosas como: "Se dejan cocer a fuego lento hasta que estén en su punto", o "Resultan muy buenos con un flan de arroz blanco al lado, y sirve de plato único pues la salsa de los calamares le da mucho sabor al arroz". Sus palabras flexibles y disciplinadas, sin una sola falta de ortografía, avanzan por las hojas de anillas que cada tanto me enviaba en un sobre con sus recetas favoritas, para que las fuera añadiendo a la libreta que me regaló.
Muchas veces me sorprendo a mí misma queriendo llamarla para preguntarle algún detalle, sobre todo de los platos de pescado y de algunos postres. Hoy voy a seguir paso por paso las instrucciones que me dicta para cocinar los calamares guisados, así comprobaremos en familia que ese "¡Están buenísimos!" que escribió al final es la mejor descripción para este divino y contundente plato único.


ROMANCE DE LA LLUVIA
Elizabeth Segoviano
México (1982)

El viento ya la anuncia con redoble de relámpagos y truenos, con un mágico misterioso telón de oscuras nubes de terciopelo. Entonces mi ventana tiembla, se estremece de emoción, se agita y hace un ruido parecido al ronronear de un gatito agradecido. Y de a poco las primeras gotas de lluvia comienzan a llegar, suave y gentil mente acariciando mi cristal. Luego de un momento la lluvia se deja caer atrevida, coqueta, enamorada de la ventana y le da tremendos besos sin pena alguna pero eso sí, con mucha ternura. Y yo me pregunto cómo es que nadie se maravilla al presenciar este romance tan puro, tan limpio, tan dulce… sin igual. Ese romance que dura apenas unos minutos… con algo de suerte en el verano dura una tarde o una noche que ni la lluvia ni el cristal olvidarán, porque esos besos resonarán en el tiempo para que en el invierno cuando todo es frío, gris, seco y sin sentido, el cristal recuerde que su amada vendrá a verlo cuando el viento de primavera la anuncie con redoble de relámpagos y truenos, con un mágico misterioso telón de oscuras nubes de terciopelo.


ESE INOLVIDABLE CAFECITO
Juan Carlos Vázquez Castro
Venezuela (1972)

Un día en el Instituto nos invitaron -a los que quisiéramos acudir-, a pintar una pobre construcción que hacía de colegio y que era el centro de un poblado de chozas, cuyo nombre no puedo acordarme, en una zona muy marginal, muy pobre y muy apartada de nuestras urbanizaciones, aunque no muy distante. Voluntariamente, acudió todo el curso, acompañado de nuestros hermanos guías, los promotores de la iniciativa solidaria. Fue un sábado muy temprano, cuando montamos en nuestras dos cafeteras de autobuses, todos tan contentos, armados con nuestras respectivas brochas, para pintar de alegría y de esperanza los rostros de aquella desconocida gente. Cuando llegamos, vimos como unas veinte chozas alrededor de una pobre construcción de cemento que hacía de colegio y escuchamos la soledad escondida, excluida, perdida.
Nos pusimos manos a la obra: unos arriba, otros abajo; unos dentro, otros fuera. Como éramos como ochenta pintores de brocha grande, la obra duró tan solo unas tres o cuatro horas. Pero, antes de terminar, nos llamaron para que descansáramos, y salimos para fuera y vimos una humilde señora que nos invitaba a tomar café. La señora, con toda la amabilidad, dulzura, y agradecimiento, nos fue sirviendo en unas tacitas de lata que íbamos pasando a otros después de consumirlo. Nunca olvidaré ese olor y ese sabor de café, pues quedó grabado en mi memoria olfativa y gustativa para siempre. Nunca me han brindado un café tan rico como el que nos ofrecieron en ese día solidario. Fue un café dado con todo el amor del mundo. Me supo a humanidad, me supo a gloria. Fue mi mejor café, el café más rico del mundo.


LA NOCHE
Manuel Rueda
República Dominicana (1921-1999)

Es la noche, oscura como el antifaz de los asesinos. Muy cerca se oye un grito de terror, luego, un disparo que lo silencia. Ninguna de nuestras ventanas se ha abierto; todos temblamos en el interior, absteniéndonos de ser testigos de un hecho que más tarde podría comprometernos. Un automóvil arranca y se pierde a lo lejos con su carga de muerte. En la esquina alguien agoniza en medio de un gran charco de sangre. A su alrededor un vecindario de culpables trata en vano de conciliar el sueño.


LAS CINCO MENOS VEINTE
Fernando Palacios León
España (1984)

Cuando le preguntan por qué no lleva reloj, Laura acostumbra a contestar que puede consultar en el teléfono móvil, en la pantalla del ordenador o en cualquier parada de autobús la hora que es, miente. Al mismo tiempo que alguien le espeta la pregunta suele recordar “al fondo está la muerte” las palabras del micro relato de Cortázar utilizadas hace poco tiempo en una campaña publicitaria, y que ella conocía desde hace años. Las rememora con esa vergüenza secreta que sonroja el alma de las personas tímidas, no vaya a ser que el interlocutor se asuste o sospeche que ama la literatura. Hay que vivir escondiendo el alma, en la hiperficie social no hay tregua, está prohibido adjetivar la emoción y mucho menos dotarla de bibliografía. Miente, no le ha contado a nadie el porqué. Tenía un reloj, su pensamiento era capaz de redibujarlo con exactitud, desde el tacto de la correa sobre la yema de los dedos hasta el calor que dejaba en la muñeca cuando se lo quitaba para ir a dormir.
Una vez tuvo un reloj, un reloj que no funcionaba, adornaba su muñeca. Ningún joyero dio con el misterio de tal avería, daba lo mismo, era su reloj, lo seguía siendo pese a no llevarlo desde hacía mucho, años, lustros -le gustaba esa palabra-, décadas. Las agujas siempre detenidas a las 4:40 o las 16:40 o las cinco menos veinte, ¡qué alegría cuando alguien le preguntaba a aquellas horas la hora que era y podía mostrarlo, poco antes de salir de clase, cuando era niña! Aquel reloj se lo había dado en mano el hijo de una hermana de su abuela, se llamaba Rubén y murió de sobredosis a finales de los años ochenta, con una sonrisa de oreja a oreja y en secreto, a los pies de las escaleras de su casa un ardiente miércoles de verano por la mañana, con una cercanía y una sensibilidad que hasta entonces nadie le había transmitido o sólo los fantasmales árboles azules y verdes en su vaivén nocturno bajo la luz de la luna tras la mosquitera, cuando ella todavía dormía en la misma cama con su abuela. El escándalo monótono de las chicharras era una forma de silencio entre ambos cuando Rubén se acercó a ella y revolvió sus cabellos con la mano antes de dirigirle la palabra. Pese al calor él llevaba manga larga, su cuerpo hacía una sombra delgada, sombra de aire, casi de luz sobre los adoquines grises.
- Toma este reloj, Laurita, sé que no funciona, fíjate, ya ni siquiera a mí me sirve. No tengo otra cosa que regalarte, quería darte algo antes de irme, así no nos olvidaremos. Yo soy como este reloj y tú serás mi muñeca.
Laura miente, sí que lleva un reloj. Sobre el libro de Cortázar descansa aquel reloj en una estantería de su cuarto donde son siempre las cinco menos veinte.


ERNESTO EL EMBOBADO
José María Méndez
El Salvador (1916-2006)

Elena Estévez -española extremeña- era extraordinariamente elegante, exquisita. Emanaba efluvios enervantes; evidenciaba energía, espíritu. En escueto elogio: encantaba. Encontrándola empezaba el embrujo. Esto experimentó Ernesto Echegoyén, emigrante europeo, exembajador estoniano. Enamorose.
Encontrábase entonces Ernesto en el Ecuador, en “El Exeter”. Ella emergió en el espejo, esplendorosa, escotada, envuelta en encajes. Efectivamente estaba en escalera. Enardecido, exaltado, Ernesto empezó espetándole exabruptamente escandaloso exordio:
- ¡Escaso ejemplar!
Ella, endiabladamente elástica, escapó, envolviéndolo en enigmático ensueño. Ernesto estaba ebrio, en eclipse, en el Edén. Elenita empezó esquivándolo. Empero enseguida entendiéronse. Escarceos en esquinas. Enternecidas epístolas. Enojos, explicaciones. Ensueños, éxtasis, etcétera.
Epílogo: enlace.

19 de agosto de 2019

Nancy Fraser: “Sólo aunando una sólida política de distribución igualitaria con una política sustantivamente inclusiva podremos construir un bloque contrahegemónico que nos lleve de la actual crisis hacia un mundo mejor” (3)


La obra de Nancy Fraser se destaca por la variedad de temas que viene tratando desde hace años, aunque sobresale su proyecto de una teoría feminista-socialista del Estado de Bienestar. Los puntos de partida para este proyecto han sido la experiencia de su actividad en el movimiento feminista, su contacto con las demandas de distintos movimientos sociales y su seguimiento de las políticas públicas, así como su utilización de los trabajos filosóficos, sociológicos e históricos de activistas sociales y feministas como Nancy Hartsock (1943-2015), Carole Pateman (1940) y Barbara Ehrenreich (1941). “He elaborado -afirma- una perspectiva cuasi-gramsciana en la que las luchas sobre significados culturales e identidades sociales son luchas por la hegemonía cultural, o sea, luchas por el poder de construir definiciones autorizadas de situaciones sociales e interpretaciones legítimas de necesidades sociales”. La alusión a Antonio Gramsci (1891-1937) es importante dado que ella no considera lo social como un espacio unidimensional bajo el dominio de la administración y la razón instrumental. Es un campo multivalente y cuestionable. Eso -dice Fraser-, la empuja a incorporar algunas características de la concepción de una “sociedad civil” de la que hablaba el filósofo, teórico marxista y periodista italiano. Esta proximidad a Gramsci puede también advertirse en su concepción de las relaciones entre teoría y praxis dado que, según Fraser, se puede, sobre la base de prácticas específicas, elaborar una teoría que, al identificarse con los elementos importantes de la propia práctica, permita acelerar sus consecuencias, hacerla más coherente y eficiente. En sus trabajos más directamente referidos a las luchas por el bienestar -explica- intenta amalgamar diferentes públicos, cómo los de la teoría social y política, los de la teoría feminista, los de la teoría literaria y estudios culturales y, además, los grupos de oposición compuestos por participantes en movimientos sociales. A renglón seguido, la tercera y última parte de una recopilación editada de las entrevistas aparecidas en “Left Voice” (Estados Unidos) y en “Contexto”, “Sin Permiso”, “El Diario” y “El Salto” (España) entre marzo de 2017 y mayo de 2019.


Observando el panorama actual, ¿dónde le parece que puede surgir una alternativa?

Lo que nos presentan una y otra vez las élites políticas es una elección entre una emancipación superficial, meritocrática, conectada con la globalización neoliberal de las finanzas, que podemos llamar neoliberalismo progresista, y el populismo reaccionario. Esas son las dos opciones. La idea sería combinar la protección social con la emancipación, y esa es una combinación que no se ha intentado todavía.

¿Qué gramática debe guiar al feminismo y al resto de movimientos de nuevo cuño para evitar repetir los errores del pasado?

Hoy estamos en condiciones de afirmar que el feminismo reciente que se alió con el neoliberalismo progresista fue el feminismo del 1%, y ahora estamos dedicadas a construir un feminismo para el 99%. Creo que tenemos que hacer que todos los movimientos sociales rompan con su versión para el 1%. Necesitamos un ecologismo para el 99%, un antirracismo para el 99% un movimiento de emancipación LGBTQ para el 99%. Y creo que esa es la alternativa que podríamos llamar populismo progresista, que intenta combinar la vertiente de la protección social con la vertiente emancipadora.

¿Qué es el feminismo del 99%?

En un nivel, es una suerte de reacción a la dirección que ha tomado el feminismo, especialmente en Estados Unidos, pero no únicamente aquí, hacia lo que yo considero una relación peligrosa con el neoliberalismo. La principal corriente se ha convertido en un feminismo corporativo, del “techo de cristal”, que llama a las mujeres a escalar posiciones en las empresas. Ha renunciado a toda concepción amplia y sólida de lo que significa la igualdad de género o la igualdad social en general. En lugar de eso, parece estar centrado realmente en lo que yo llamaría la “meritocracia”. Y eso significa solo eliminar las barreras que impiden que las mujeres talentosas avancen hacia las posiciones más altas de las jerarquías corporativas, militares, etc. La clase de feminismo que yo siempre he apoyado -y debo decir que soy hija de los años ‘60 en este sentido- es un feminismo que trata de abolir las jerarquías corporativas, no de ayudar a una pequeña cantidad de mujeres a ascender en ellas.

¿Y cómo debería ser el nuevo feminismo?

Un movimiento como el feminismo no debería luchar por la idea de que hay una identidad o “ethos” feminista diferente, que requiere de un reconocimiento afirmativo para equipararse con la masculinidad. No; diría que las políticas del reconocimiento en un movimiento feminista deberían ser las luchas contra las formas del estatus de desigualdad ligadas a los términos de género. Y eso deja muy abierta la posibilidad de revalorizar “lo femenino”, sea lo que fuere. Por eso intento desligar las políticas de reconocimiento de las políticas de identidad.

Teniendo en cuenta lo que está sucediendo en países como España, Argentina, Estados Unidos, India... ¿estamos asistiendo a la cuarta ola del feminismo?

No sé exactamente cómo contarlas, pero definitivamente es una ola, una nueva ola. Es extraordinario, es un potencial de cambio enorme respecto al feminismo de las dos décadas anteriores. Pertenezco a la generación de los ‘60, a la segunda ola, que cuando empezó fue muy radical, pero que cuando la nueva izquierda se vino abajo y resurgió el neoliberalismo, especialmente en Estados Unidos, se convirtió en un feminismo muy liberal. Ese feminismo está en crisis, como lo está el liberalismo en general, y ciertamente estamos viendo un nuevo impulso de gente joven que no quiere el feminismo liberal, quiere inventar un nuevo feminismo y eso es algo maravilloso.

¿Y cómo definiría esta ola, qué está pasando exactamente?

Primero, diría que esta ola aún está en formación, su identidad aún no está del todo clara y podría ir en diferentes direcciones. El contexto es el de una crisis general de la sociedad a escala global, una crisis de la democracia, de la economía, de las finanzas y, especialmente interesante para el feminismo, hay una crisis de la reproducción social, un término con el que me refiero al trabajo de cuidados y a todas las acciones que funcionan como pegamento social y como sostenimiento de los seres humanos, que son vistas tradicionalmente como un trabajo de las mujeres, con frecuencia no pagado, pero a veces pagado. Ese sector entero de la sociedad está bajo una presión muy profunda porque tenemos la austeridad, los recortes de gasto, la crisis financiera, todo el apoyo público está menguando y al mismo tiempo tenemos una economía que demanda la participación a tiempo completo de las mujeres en el empleo remunerado. Tenemos retos enormes por delante que tienen que ver con la sanidad pública, con los cuidados que se prestan desde los servicios públicos, la educación pública, el transporte público, la provisión de agua y aire limpio... Todo esto se está convirtiendo en el frente, en la vanguardia de la lucha, especialmente en un momento en que los sindicatos se han debilitado, en que la industria se ha deslocalizado... Esta nueva ola del feminismo gira entorno a la reproducción social y eso le da un aura completamente diferente al feminismo corporativo liberal que ha estado centrado en permitir a algunas mujeres escalar a posiciones altas mientras subcontratan su trabajo doméstico y de cuidados a mujeres migrantes o racializadas mal pagadas. Ahora este feminismo incorpora también a estas trabajadoras en su centro y en su primera línea así que es muy diferente, se opera desde asuntos diferentes y apela a más sectores de la población. Su composición en términos de clase es diferente, no hablamos solo de mujeres privilegiadas, sino de cualquier persona afectada por la austeridad, preocupada por la educación pública o por la sanidad de calidad.

En un momento en el que crecen varios movimientos y sentimientos nacionalistas, en el llamado que hicieron para el 8 de marzo, destacaron la importancia de construir un movimiento internacional, ¿por qué?

En primer lugar, diría que creo que todo movimiento social progresista y transformador debe pensar en términos internacionales. La izquierda apoya esta idea hace alrededor de doscientos años, por lo menos de la boca para afuera. Pero yo diría que es todavía más urgente hoy en día que en cualquier otro momento de la historia, porque ahora el sistema mundial capitalista está mucho más globalizado. Y creo que aun en la medida en que uno quiere hablar de cuál debería ser la política nacional en un país determinado, hay que partir del reconocimiento de que lo que es posible a ese nivel depende en gran medida de la estructura financiera global internacional del sistema mundial. En ese sentido, lo que hizo posible un modelo de socialdemocracia a nivel nacional, en países ricos, como los escandinavos, que era más o menos igualitaria a nivel interno, fueron los controles de capitales de Bretton Woods. Y una vez que fueron desmantelados los controles, ese tipo de socialdemocracia relativamente igualitaria, aunque restrictiva, es posible porque se apropia de parte de la riqueza del Sur mundial, depende de cierto tipo de imperialismo... Pero lo que sugiero es que lo nacional y lo mundial o internacional están estrechamente relacionados. Y ese sería un argumento a favor de que si no pensamos cómo frenar las finanzas mundiales, y eso sólo se puede hacer mediante un movimiento social mundial, un esfuerzo mundial, nuestra capacidad de hacer cualquier cosa a un nivel local será muy limitada. Otro ejemplo es el cambio climático. Obviamente no se puede enfrentar con un activismo local, independientemente de cuánto uno reduzca su huella de carbono aquí o allá. Hay problemas como ese que sólo se pueden abordar a nivel internacional. Creo que es muy importante pensar ahora en términos globales. Algo que nos impactó mucho cuando escribimos una declaración que apareció en “The Guardian”, fue el lenguaje que estaban desarrollando las argentinas. Tenían una comprensión fantástica, integral y estructural de lo que comprende la violencia contra la mujer. No responsabilizaban simplemente a los “tipos malos”. Y tomamos eso como perspectiva para pensar la violencia contra las mujeres de una manera que se dirigiera al 99 % de las mujeres. Creo que tenemos mucho que aprender los unos de los otros. Nadie tiene una visión completa. Y es muy emocionante ver el apoyo mutuo y una de las cosas que están sucediendo con las marchas es que los grupos que se están organizando en distintos países van a filmar sus eventos y vamos a intercambiar los videos y eso crea una percepción de que está pasando algo, de que somos parte de algo mucho más grande.

En la actualidad vivimos un momento boyante del feminismo. ¿Qué estrategias deberíamos adoptar?

La situación para el feminismo ahora mismo está bastante abierta. Muchas jóvenes activistas buscan una alternativa al feminismo liberal. Puede que todavía no tengan un marco teórico acabado, pero están abiertas a pensar de manera mucho más radical y transformadora. Con otras colegas he tratado de ofrecer un proyecto, el feminismo del 99%, que es un feminismo anticapitalista, que pide cambios estructurales de calado, en la relación entre producción y reproducción, sociedad y naturaleza, sistema político y economía… Estar en un periodo de crisis también significa que vivimos una crisis de hegemonía y eso crea no solo el peligro de que los movimientos de extrema derecha prosperen, sino también la oportunidad de que emerja un feminismo de izquierdas.

Para lograr un cambio, entendemos que el capitalismo tiene que ir desapareciendo, poco a poco pero sin pausa. ¿O qué sistema se propone? 

No sé si necesitamos un nombre para ese sistema, aunque yo lo llamaría socialismo democrático, pero no soy dogmática, puede tener otros nombres. Creo que la idea central es que ya no es suficiente el pensamiento de los movimientos socialistas tradicionales, no basta con cambiar las relaciones de producción y socializar la propiedad de los medios de producción. Lo que de verdad tenemos que pensar es la relación entre producción y reproducción. La relación entre la economía y el sistema político. ¿Cómo dibujamos la línea entre las cuestiones que marcan las relaciones entre el mercado, los propietarios de las empresas y las decisiones democráticas? Tenemos también que pensar en una nueva relación con la naturaleza, que no esté basada en los combustibles fósiles. El cambio es mayor de lo que propone el socialismo tradicional. Porque no está centrado solo en la producción, sino en otros aspectos de la vida. Y no sé exactamente qué nombre dar a esto, pero lo importante es empezar a analizar el alcance de lo que necesitamos. El cambio climático es suficiente para entender que estamos al borde de una catástrofe y que necesitamos un cambio de dirección rápido y transformador. Dudo que el capitalismo pueda desfosilizar la economía a tiempo, y esto hay que hacerlo en unas pocas décadas. Si resulta que estoy equivocada y hay una nueva forma de capitalismo que aún no podemos imaginar, que puede hacer todas las cosas que necesitamos, vale, dejemos que lo intenten. Pero si no pueden, tenemos que estar listas para hacer otra cosa, el capitalismo no es sacrosanto, es un sistema histórico que tuvo un inicio y puede tener un fin.

¿Entonces no necesitamos una revolución?

Tal vez no una revolución con la vieja idea de la toma de la Bastilla, ni de cortar la cabeza al rey, ni de tomar el Palacio de Invierno, pero creo que será una revolución. Si una revolución quiere decir un cambio transformador en las estructuras básicas de la sociedad y no simplemente reformas, entonces creo que sí, que estamos hablando de una revolución. No creo que estemos hablando de un proceso largo y lento de cambio gradual. Primero, como he dicho antes, con el cambio climático no tenemos tiempo. Segundo, estamos en medio de una crisis tan severa como la de los años ‘30, que llevó a cambios enormes. Fue el cambio de un tipo de capitalismo a otro, pero igualmente un cambio estructural grande: la invención de la democracia social, del capitalismo de Estado, todo eso vino tras dos guerras mundiales. Estamos en una crisis aguda y esperemos no necesitar una tercera guerra para solucionarlo. Los cambios suceden rápidamente. Deberíamos distinguir entre reformismo en un determinado periodo que se desarrolla en varias décadas y los periodos de crisis donde hay cambios más rápido y profundos. Y este es un periodo de crisis.

Hay algo de controversia dentro de la izquierda porque algunos dicen que el protagonismo del feminismo o el ecologismo favorecen la división de la clase trabajadora. ¿Qué les diría?

Estoy completamente en desacuerdo. Lo han entendido completamente al revés. Primero, ¿qué quieren decir con clase trabajadora? ¿No son las mujeres parte de la clase trabajadora? ¿No lo son las personas trans? ¿Las migrantes, las racializadas? ¿Quién creen que está haciendo el trabajo para que la sociedad siga funcionando? Necesitamos una definición completamente diferente de lo que es la clase trabajadora. No son solo hombres blancos en fábricas, de hecho, de esos, cada vez hay menos dentro de la clase trabajadora. El tipo de feminismo por el que abogo es un movimiento de clase, contra el 1% o el 10%, y eso tiene que ver con poner las preocupaciones de las mujeres pobres, racializadas, migrantes y de la clase trabajadora en el centro, en vez de integrar a las clases profesional y directiva en el feminismo. Estamos en plena lucha de clases dentro del feminismo: debemos reorientarlo hacia la clase trabajadora. Además creo que si le dices a la gente que no hable de sus problemas reales no creas solidaridad, no consigues que se unan a tu movimiento. Les llevas a un camino de exclusión, y no necesitamos un feminismo excluyente, ni una clase obrera excluyente. Necesitamos una posición en la que todas estas corrientes se comuniquen y se apoyen mutuamente. Diciéndoles “shhh, están dividiendo”, les echas fuera. Tendrían que estar diciendo justo lo contrario, deberían estar diciendo: “Queremos ser parte de vuestra lucha y que sean parte de la nuestra”.

Hablemos de los medios de comunicación. ¿Cómo están tratando los grandes medios estadounidenses los temas de feminismos? 

La cuestión principal es que son militantemente anti Trump. Esto es lo más importante en cuanto a los medios tradicionales consolidados. Algunos tienen mucho que hacerse perdonar, especialmente el “New York Times”, que básicamente nos vendió la guerra de Irak en base a la mentira de las armas de destrucción masiva, y ahora intenta enmendarse y recuperar su credibilidad. Están investigando cualquier pequeña cosa sobre Trump para tratar de pillarlo. Su línea editorial es profeminista, lo que siempre ha querido decir feminista liberal, pero hoy buscan ofrecer un espectro de opinión algo más amplio. En esto no son los líderes, pero siguen el asunto, si hay algo importante, lo publican. El movimiento del feminismo del 99% en Estados Unidos no está para nada cerca del éxito del 8M en España. Nosotras somos más pequeñas y estamos más marginadas. Pero los medios empiezan a notar que algo está pasando en el feminismo.

¿Y la televisión?

La televisión está completamente dividida por Trump. Tenemos un paisaje mediático polarizado, a todas horas, todos los días de la semana. Las distinciones entre un tipo y otro de feminismo palidecen y se vuelven insignificantes, y eso es un problema. Pero luego está la blogosfera, en la que puedes encontrar de todo. Y por supuesto las redes sociales. Trump es un mago de las redes sociales, especialmente Twitter.

El #MeToo, por ejemplo, empezó en las redes sociales.

Las redes sociales son importantes a la hora de que las mujeres cuenten sus propias historias. Pero hay que decir que fueron los periodistas de investigación los que de verdad consiguieron que las mujeres empezaran a hablar.

O sea que seguimos necesitando buen periodismo y periodismo de investigación.

Absolutamente, es extremadamente importante. Hay que distinguir el periodismo de investigación, que es esencial, de los tertulianos en el negocio de la opinión. Los programas de televisión 24/7 (24 horas al día, 7 días a la semana) son bustos parlantes. El problema es que los periódicos no son rentables y muchos no han aprendido a usar su presencia “online” para crear beneficios, con lo que han tenido que hacer recortes en el periodismo de investigación, lo que es una pena.

Para ir terminando, ¿qué papel deben jugar los hombres en esta nueva etapa feminista? ¿Qué posición deben tomar?

Mi definición es muy simple: eres feminista si crees que la desigualdad de género existe, si crees que no está bien y quieres cambiarla. Con esa definición los hombres pueden ser feministas, y eso no quiere decir que quiera que sean los líderes del movimiento. Es fantástico que en las manifestaciones del 8M en España hayan participado tantos hombres, eso es maravilloso; demuestra que el feminismo es un movimiento para la humanidad, no un movimiento para los grupos de interés. Estoy muy contenta de ver a los hombres apoyándolo y uniéndose. En tanto que es una lucha sobre la reproducción social, también quiere decir que los hombres feministas se comprometen a hacer su parte del trabajo de reproducción social. Estamos intentando cambiar la relación entre producción y reproducción y desgenerizar los trabajos reproductivos para que todos estén involucrados en el cuidado de niños o en las tareas domésticas.

¿Y cómo lo conseguimos?

No creo que pueda responder a eso. Pero crear este movimiento es el primer paso.

18 de agosto de 2019

Nancy Fraser: “Sólo aunando una sólida política de distribución igualitaria con una política sustantivamente inclusiva podremos construir un bloque contrahegemónico que nos lleve de la actual crisis hacia un mundo mejor” (2)


Cuando Nancy Fraser ingresó al Bryn Mawr College en Pennsylvania, se encontró por primera vez con el marxismo, produciéndose un quiebre en su interpretación de la historia de los Estados Unidos. A partir de allí comenzó a combinar concepciones de tradiciones diversas del pensamiento: del marxismo, de la corriente alemana de la teoría crítica desde György Lukács (1885-1971) a Jürgen Habermas (1929), conceptos del pragmatismo estadounidense de Richard Rorty (1931-2007), elementos del posestructuralismo francés, especialmente de Michel Foucault (1926-1984) y de la deconstrucción de Pierre Bourdieu (1930-2002). Estas investigaciones le revelaron las profundas conexiones existentes en el sistema social y, “si esas conexiones no se comprenden, se termina mejorando un poco una cosa y empeorando otra”, afirma en la actualidad. “Entonces creía, y todavía creo, que ninguna tradición de pensamiento ofrece ella sola toda la comprensión ni todas las respuestas, y que esas tradiciones deben ser de algún modo combinadas, aunque existan entre ellas tensiones reales que deben ser resueltas”. Fraser es autora, entre otros, de los ensayos “Unruly practices. Power, discourse and gender in contemporary social theory” (Prácticas rebeldes. Poder, discurso y género en la teoría social contemporánea), “Justice interruptus. Critical reflections on the postsocialist condition” (Justitia interrupta. Reflexiones críticas desde la posición postsocialista) y “Fortunes of feminism. From state managed capitalism to neoliberal crisis” (Fortunas del feminismo. Del capitalismo gestionado por el Estado a la crisis neoliberal). También ha sido coautora de “Redistribution or recognition?” (¿Redistribución o reconocimiento?), “Capitalism. A conversation in critical theory” (Capitalismo. Una conversación desde la teoría crítica) y “Feminism for the 99%. A manifesto” (Manifiesto de un feminismo para el 99%), por citar sólo algunos. A continuación, la segunda parte de una recopilación editada de las entrevistas aparecidas en “Left Voice” (Estados Unidos) y en “Contexto”, “Sin Permiso”, “El Diario” y “El Salto” (España) entre marzo de 2017 y mayo de 2019.


¿Cómo podemos abordar esta crisis de la reproducción social? Algunos autores consideran que lo que hay que hacer es volver al Estado del Bienestar, crear trabajos públicos y de calidad en sectores como el de los cuidados. Pero, ¿es una estrategia realista?

El Estado del Bienestar fue una especie de mezcla. A algunas personas, a una cantidad significativa de gente, les iba mejor de lo que les va hoy en día, eso está claro. Sin embargo, ese Estado del Bienestar estaba construido sobre la base de muchas exclusiones. Dependía de la idea del salario familiar, que significa que cada familia tiene que tener un varón proveedor y una mujer encargada de la casa, apuntalando la dependencia de las mujeres hacia los hombres. Excluía, desde luego en Estados Unidos, a las minorías raciales, cuyo trabajo en la agricultura o en los hogares no estaba cubierto por la seguridad social. Su concepto de familia era heteronormativo, no estaba a favor de las familias o relaciones LGBTQ. Y finalmente, gran parte se pagaba a través del valor que el llamado Primer Mundo extraía del Tercer Mundo, por lo que también tenía una dimensión neoimperialista. No es un ideal que podamos adoptar hoy en día, aunque sí nos interesan las ayudas sociales y la socialización de la reproducción social que trataba de ofrecer. Otro problema es que no podemos pensar solo en términos de marco nacional. Estados ricos, Noruega por ejemplo, que tiene mucho petróleo, pueden hacer un buen trabajo en su territorio nacional apoyando la reproducción social a través de políticas sociales, pero muchos Estados no están en esa situación. La mayor parte de la población mundial vive en países donde no hay un Estado que funcione, son Estados fallidos. Tenemos que pensar de manera transnacional cómo asegurar los derechos sociales para todo el mundo. La cuestión de la inmigración está muy relacionada con esto, ¿por qué hay gente tratando de emigrar a Europa o de cruzar la frontera sur de Estados Unidos? Porque sufren situaciones invivibles, ya sea por la violencia, por empobrecimiento extremo o por desastres climáticos. Sólo si pensamos de manera global, más amplia, podremos imaginar medidas que logren el objetivo de reconocer, validar y apoyar la reproducción social.

Me gustaría volver a prestar atención ahora a algunas cuestiones teóricas. En su artículo titulado “Marx’s hidden abode” (La morada oculta de Marx), ha discutido extensamente cómo el valor se produce no sólo por el trabajo productivo, sino también por el trabajo que no se contabiliza. Este último podría ser algo que, incluso, respalda y sostiene el primero. En un momento sugiere que una parte de la expansión del capitalismo es el “potencial emancipatorio del capitalismo”. Este “potencial emancipatorio” es una cuestión harto debatida en el pensamiento marxista y se ha argumentado que, a menudo, el trabajo no libre no deja de ser forzado por medio de la dialéctica de la “doble libertad” del capitalismo. En este contexto ¿cómo se puede entender el potencial emancipatorio del capitalismo en relación con este trabajo esclavo contemporáneo?

La expresión “doble libertad” es irónica. El lado positivo tiene que ver con tener libertad de movimiento y con tener el derecho de iniciar “voluntariamente” un contrato laboral. Pero, como bien sabe, esto tiene una contrapartida. Al devenir libre para vender la propia fuerza de trabajo, uno también es liberado -es decir, privado- del acceso a los medios de subsistencia y de producción. Marx hizo hincapié en que los proletarios han sido “liberados” del acceso a la tierra, a las herramientas, a las materias primas y demás activos que necesitarían para organizar su propio trabajo y satisfacer sus necesidades. En consecuencia, no tienen más remedio que firmar un contrato laboral con un capitalista. El lado positivo de la libertad está seriamente comprometido, si no es simplemente ilusorio. La libertad en el capitalismo es, en efecto, una espada de doble filo. Si uno es un esclavo o un siervo, la capacidad para convertirse en un trabajador asalariado es sin duda un paso adelante, como el mismo Marx subrayó. Pero eso no significa que uno sea libre en un sentido pleno y firme. Por el contrario, el proletariado se convierte en sujeto de una forma diferente de dominación, una dominación más impersonal y abstracta. Por ello, no exageraría el potencial emancipatorio del capitalismo, pero tampoco lo ignoraría. La clave es, sin embargo, otra cuestión: el capitalismo no es un sistema uniforme. No trata a todos de la misma manera al mismo tiempo. Incluso cuando “emancipa” a algunos de la dependencia y del trabajo forzado y los convierte en proletarios doblemente libres, deja a otros -a muchos más, de hecho- en contextos y formas de dominación tradicionales. O, más bien, reformula estos contextos y formas de dominación tradicionales formas nuevas y, a menudo, altamente opresivas. De hecho, he argumentado recientemente que la explotación de los “trabajadores libres” está íntimamente vinculada, y de hecho depende de ella, con la expropiación de “otros” dependientes. Por expropiación entiendo la incautación de los bienes de las personas subyugadas (su trabajo, tierra, animales, herramientas, niños y cuerpos) y la canalización de esos activos confiscados en los circuitos de acumulación de capital. En este sentido, la expropiación difiere marcadamente de la explotación. La explotación está mediada por un contrato salarial: el trabajador explotado intercambia “libremente” su fuerza de trabajo por salarios que se supone que cubren la media de los costos socialmente necesarios para su reproducción. La expropiación, por el contrario, prescinde de la excusa del consentimiento y secuestra brutalmente propiedades y personas sin recompensa, sea mediante fuerza militar o a través de la deuda. Mi percepción es parecida a las de Rosa Luxemburgo y David Harvey: la explotación por sí sola no puede sostener la acumulación capitalista a lo largo del tiempo. Esta última depende, por el contrario, de continuos aportes de expropiación. Así que los dos “exp” (explotación y expropiación) están entrelazados. Y es el proceso combinado de explotación y expropiación el que genera esa plusvalía. Esta idea está brillantemente ilustrada por una frase de Jason Moore. Él dice que “detrás de Manchester se encuentra Mississippi”. Esto significa que la industria textil altamente rentable de Manchester que escribió Engels no habría sido rentable sin el algodón barato suministrado a través del trabajo esclavo de las Américas. Añadiría incluso una tercera “M” por Mumbai, para señalar el importante papel que jugó en el ascenso de Manchester la destrucción calculada de la fabricación textil india por parte de los británicos. Este es un caso en el que la expropiación es una condición para la posibilidad de una explotación rentable. El capitalismo lleva a cabo un doble juego con las personas, destinando a unos a la “mera” explotación mientras que condena a otros a la brutal expropiación, una distinción que ha ido asociada históricamente con el imperio y la raza. Por lo tanto, rechazo la afirmación, a menudo atribuida a Marx, de que el valor se produce sólo por el trabajo asalariado. Hay muchas otras aportaciones no remuneradas al proceso, incluido el trabajo social y reproductivo de las mujeres, sin el cual no sería posible el trabajo asalariado.

Para comprenderlo mejor ¿podría explicar esta dinámica del potencial emancipatorio del capitalismo teniendo a las economías de la “periferia” en mente? ¿Cree que se puede seguir pensando en ellas como una periferia en el contexto del neoliberalismo que parece proveer de una libertad plena al capital al tiempo que restringe el trabajo al territorio nacional?

El lenguaje de “núcleo y periferia” tiene menos sentido ahora que en períodos anteriores, pero aún estamos batallando por encontrar una alternativa satisfactoria. Los defensores de la perspectiva del sistema-mundo [también conocida como economía-mundo] dicen que los países semiperiféricos están diseñando estrategias para ascender en la escala de valor agregado de la producción de productos básicos. Pero incluso esta visión no es completamente adecuada para una situación en la que la industria se está reubicando a gran escala desde los núcleos históricos hasta los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Dado el peso de las economías de estos últimos, se hace difícil llamarlos “semiperiféricos” y mucho menos “periféricos”. Lo que complica todavía más la situación es que, a pesar de su peso económico, los países BRICS no están (¿todavía?) en una posición que los afirme como poderes globales en el escenario mundial. Más bien, un poder económico en decadencia -Estados Unidos- aún (de momento) juega el rol de hegemonía mundial, a pesar de la caída en picada de su credibilidad moral y de su cambio de estatus al ser una nación deudora. A dónde va todo esto sigue sin estar claro y en gran parte depende de China. Pero al margen de cómo se desarrollen las cosas, tendremos que desarrollar nuevos vocabularios y marcos conceptuales para captar una nueva situación histórica. No obstante, una cosa sí que está clara: ha habido un cambio tremendo en la relación entre la explotación y la expropiación en el capitalismo financiarizado. Esto se debe en gran parte a la relocalización de la fabricación fuera del núcleo histórico y a la universalización de la expropiación vía deuda. Esto último es obvio en el caso del desposeimiento de tierras y de los programas de ajuste estructural que imponen condiciones de préstamo a los estados del sur global. Los gobiernos de todas las partes de América Latina, África y Grecia han tenido que reducir el gasto social y abrir sus mercados al capital extranjero, vampirizando a su gente para el beneficio del capital. En estos casos, la deuda es un vehículo de expropiación en la (antigua) periferia y semiperiferia, incluso cuando estas regiones también se están convirtiendo en territorios principales de explotación. Al mismo tiempo, la expropiación va en aumento en el “núcleo” histórico. Como el trabajo precario sustituye a la mano de obra industrial sindicalizada, el capital paga a sus trabajadores menos del costo socialmente necesario para su reproducción. Y sin embargo todavía necesita que estos trabajadores cumplan una doble función como consumidores. ¿Entonces qué hay que hacer? La solución es inflar la deuda del consumidor que permite a la gente comprar cosas baratas producidas en otros lugares. Aquí, también, la expropiación se alimenta de aquellos que también son explotados en los llamados “trabajos basura”. Así que esta es una nueva constelación que revuelve la vieja división explotación/expropiación. En este sentido, me preguntaba por las implicaciones de esto para la emancipación. Esta es, en mi opinión, la pregunta clave para la izquierda en nuestro tiempo. ¿Qué sigue políticamente al hecho de que el capitalismo ya no asigne la explotación a un grupo social o región y la expropiación a otro grupo o región? Cuando ese era el caso, los ciudadanos-trabajadores “libremente” explotados del núcleo podían disociar fácilmente sus objetivos y luchas de aquellos sujetos subyugados, racializados y expropiados de la periferia. Y eso debilitó las fuerzas de la emancipación, al tiempo que permitía un divide y vencerás. En la actualidad, sin embargo, casi todo el mundo está siendo explotado y expropiado simultáneamente. Por lo tanto, parece que la base material para esas viejas divisiones internas de la clase trabajadora está desapareciendo. En teoría, esto debería abrir perspectivas para alianzas nuevas y ampliadas. Si los que sufren de ello pueden entender que la expropiación y la explotación son dos elementos analíticamente distintos, pero prácticamente aunados en un solo sistema capitalista, podrían concluir que comparten un mismo enemigo y que deberían unir sus fuerzas. Pero este efecto no es automático ni garantizado. Por ahora, al menos, los cambios asociados con el capitalismo financiarizado están engendrando paranoia y ansiedad, que a su vez conducen a formas exacerbadas de chovinismo, incluso en los populismos de derecha que discutimos al principio. La izquierda, como dije, debe rechazar taxativamente los terroríficos juegos tácticos del liberalismo con la palabra “populismo”. Sin miedo a esta palabra y dispuestos a conquistar a aquellos atraídos por sus variantes derechistas, debemos armar nuestra propia crítica estructuralista de izquierda del neoliberalismo progresista y nuestra propia visión transformadora de una alternativa emancipadora. Rompiendo definitivamente tanto con la economía neoliberal como con las diversas políticas de reconocimiento que últimamente la han apoyado, debemos desechar no sólo el etnonacionalismo excluyente, sino también el individualismo liberal-meritocrático. Sólo aunando una sólida política de distribución igualitaria con una política de reconocimiento sensible a las clases y sustantivamente inclusiva podemos construir un bloque contrahegemónico que nos lleve de la crisis actual hacia un mundo mejor.

En su libro “Fortunas del feminismo”, decía que las luchas por el reconocimiento así como por la redistribución, “no tienen un carácter inherentemente anticapitalista”, sino que debían “estar ligadas a luchas anticapitalistas”. ¿Cuáles son las consecuencias políticas de esta división y cómo seguir hacia delante?

Yo daría un paso atrás, históricamente, para contextualizar esos términos, “redistribución” y “reconocimiento”, que han sido términos clave para la forma en que he intentado comprender estos desarrollos durante varias décadas. Para mí, el término “redistribución” ya era una especie de concesión y de alguna manera una alternativa al socialismo o quizás un “socialismo light”. Es el socialismo que no se atreve a nombrarse a sí mismo. En otras palabras, cuando los movimientos obreros y otros movimientos radicales, los movimientos socialistas, estaban luchando contra las reglas básicas de la sociedad capitalista, las relaciones de propiedad, la apropiación de la plusvalía, etc., no hablaban en realidad de redistribución, sino de transformación estructural. Creo que el término “redistribución” fue desarrollado dentro de la socialdemocracia y supone en realidad que el problema es la distribución injusta de bienes divisibles. No se trata de cambiar las reglas de base, por decirlo de alguna manera. Yo diría que después de la Segunda Guerra Mundial, este paradigma redistributivo se volvió dominante en Estados Unidos, pero también en países socialdemócratas ricos, y en muchos Estados desarrollistas que no eran tan ricos, los Estados independientes que también intentaban “desarrollarse”. Y ciertamente corrientes importantes del movimiento obrero y de la izquierda, la izquierda socialdemócrata, retomaron este concepto de la redistribución. Hay varios problemas con esto, evidentemente, pero un problema adicional es que este fue un período, de la posguerra, en el cual ese modelo redistributivo empezó a aparecer como demasiado restrictivo. Entonces, creo que lo que sucedió como respuesta fue que se desarrolló un segundo paradigma junto con el paradigma dominante redistributivo, que yo y muchas otras personas han denominado “reconocimiento”, en el cual el problema no es sólo que uno quiere ser tratado de manera igualitaria, sino que quiere que se reconozca, apruebe y valide su especificidad. Pero, una vez más, la historia nos presenta muchas sorpresas. Porque el momento en el cual se desarrollaba el paradigma del reconocimiento también fue el momento en el que el modelo capitalista fordista en decadencia se encontraba con dificultades y cuando la redistribución socialdemócrata perdía su base económica. Entonces había dos sectores que parecían estar en conflicto. Tenemos que entender que hoy el “desarrollo” es la transición de una forma de capitalismo -la forma socialdemócrata administrada por el Estado- hacia otra, la forma financiarizada y globalizadora. Esa transición es la que está creando las alianzas extrañas y los antagonismos muy poco productivos entre sectores de la población que tal vez se habrían aliado en otras circunstancias.

En su trabajo, describe la historia del feminismo como un drama en tres actos. ¿Cuáles son y en qué medida vienen marcados por el cese de las luchas por la redistribución en favor del reconocimiento?

Cuando el feminismo de segunda ola irrumpió en los ‘60 y ‘70 formaba parte, claramente, de la Nueva Izquierda y de la oleada de levantamientos juveniles, del antiimperialismo. Era el tiempo de la Guerra de Vietnam, del movimiento por los derechos civiles, del poder negro. El feminismo de segunda ola desarrolló un cariz radicalmente anticapitalista, antiimperialista y antirracista. Hasta que empezó a gravitar en una dirección liberal y se convirtió en lo que yo llamaría un movimiento meritocrático en lugar de uno igualitario. La idea es que se intentan desmantelar las formas de discriminación que impiden el ascenso de las “mujeres talentosas” a la cima de la jerarquía corporativa. Según este modelo, la igualdad de género significa, en esencia, que las mujeres de la clase directiva sean iguales a los hombres de la clase directiva. No significa realmente desarrollar una sociedad igualitaria para todos.

Sin embargo, su relato no termina ahí. ¿Qué abre la puerta a la posibilidad de un tercer acto?

Cuando estalla la crisis financiera en 2007/2008, se empieza a cuestionar la idea del capitalismo neoliberal, globalizador y financiarizado. Comenzamos a ver una revuelta contra el neoliberalismo, que empieza a inquietarse. Esto constituye para
mí el tercer acto del drama, una oportunidad para un nuevo tipo de feminismo.