18 de agosto de 2023

Éric Toussaint: “Una nueva crisis de deuda afecta a toda una serie de países en Asia, África Subsahariana, África del Norte, Oriente Próximo, América Latina y el Caribe”.

El politólogo belga Éric Toussaint (1954) es portavoz y uno de los fundadores de la red internacional del CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo), una organización constituida por miembros y comités locales de Europa, Asia y América Latina que persigue, mediante la realización y elaboración de alternativas radicales al neoliberalismo, alcanzar la satisfacción universal de las necesidades, de las libertades y de los derechos humanos fundamentales en el Tercer Mundo y en las poblaciones excluidas de los países desarrollados, para lo que considera imprescindible la anulación de la deuda externa que, en su inmensa mayoría, es considerada como deuda odiosa. De formación historiador, es doctor en Ciencias Políticas por la Université de Liège (Bégica) y por la Université de Vincennes à Saint Denis (Francia). También es miembro del Consejo Científico de ATTAC (Asociación por la Tributación de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana) de Francia y participó en la fundación del Consejo Internacional del Foro Social Mundial en 2001. Varios de sus libros fueron publicados en una decena de idiomas y se han convertido en referencia sobre el problema de la deuda y de las instituciones financieras internacionales. Entre ellos pueden mencionarse “Néolibéralisme. Brève histoire de l'enfer” (Neoliberalismo. Breve historia del infierno), “Le système dette. Histoire des dettes souveraines et de leur répudiation” (Sistema deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio), “Bancocratie” (Bancocracia), “La dette ou la vie” (La deuda o la vida), “Un coup d'œil dans le rétroviseur. L'idéologie néolibérale des origines jusqu'à aujourd'hui” (Una mirada al retrovisor. El neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad), “Banque mondiale. Le coup d’état permanent” (Banco mundial. El golpe de estado permanente), “Les tsunamis de la dette” (Los tsunamis de la deuda) y “La bourse ou la vie. La finance contre les peuples” (La bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos).
En sus ensayos hace frente a la arrogancia de los ideólogos neoliberales, quienes no ceden posiciones ni aun en medio de la crisis económica, social y política que conmueve tanto a buena parte del mundo desarrollado como principalmente a los países subdesarrollados. Desenmascara hipocresías y mentiras, y confronta tesis fundamentales de, por ejemplo, el economista escocés Adam Smith (1723-1790), uno de los economistas más famosos de la historia y considerado el padre de la economía moderna; del estadounidense Milton Friedman (1912-2006), quien en su ensayo “Capitalism and freedom” (Capitalismo y libertad) aseguró que “las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas”; o del austríaco Friedrich von Hayek (1899-1992), uno de los apóstoles del pensamiento neoliberal y del libre mercado quien, después de recibir el Premio Nobel de Economía en 1974, declaró con toda insolencia y desfachatez que “Un dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una democracia gobierne sin el menor liberalismo. Mi preferencia personal es una dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.


En el caso específico de la Argentina, desde la dictadura cívico-militar-clerical de los años ’70 y pasando por gobiernos radicales, peronistas, liberales, populistas o como quiera que se los caracterice, la deuda externa ha sido uno de sus principales problemas económicos. Evidentemente la magnitud del endeudamiento representa una considerable restricción para el desarrollo de una política económica que supere las crecientes condiciones de desindustrialización, desempleo y pobreza por las que atraviesa el país. En marzo del presente año, en medio de las luchas geoestratégicas entre las grandes potencias económicas por el control de sus recursos naturales y de una inflación galopante, Toussaint presentó en Argentina su ensayo “Banque mondiale. Une histoire critique” (Banco mundial. Una historia crítica). En esa oportunidad afirmó que el acuerdo que tiene Argentina con el FMI “es de una sofisticación aún más perversa que la de los acuerdos normales”.
En el sitio web www.cadtm.org se publicó el pasado 25 de junio una entrevista al portavoz de la red internacional del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas, el nombre actual del CADTM que Toussaint fundó en 1990. La misma se reproduce a continuación.
 
¿Hay una crisis en curso?
 
Sí. Todos los indicadores están en rojo. Podemos mencionar las siguientes señales: Desaceleración económica muy fuerte (estancamiento en la zona euro en el último trimestre de 2022-primer trimestre de 2023) sin que esto reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero y otros daños al medio ambiente; efectos dramáticos de la crisis ecológica y en particular en su dimensión climática; aumento muy fuerte de la deuda pública y privada; alta inflación y pérdida de poder de compra de las clases populares; trabajo precario en ascenso, explosión de las desigualdades con aumento colosal del patrimonio y de las rentas del 1% más rico; caída del índice de desarrollo humano en numerosos países, en particular de la esperanza de vida, incluso en el Norte; guerras comerciales acentuadas; grave crisis alimentaria mundial; guerras en Europa, en la Península Arábiga, en el este de la República Democrática del Congo, en Sudán, en el Cuerno de África...; aumento de las formas autoritarias de ejercicio del gobierno (represión cada vez más dura de las protestas, marginación del poder legislativo...); ataques a derechos humanos fundamentales como el derecho al aborto; políticas migratorias cada vez más restrictivas y mortíferas; éxitos electorales de la extrema derecha... El único sector económico con un crecimiento muy fuerte de la producción es el sector militar. Se trata de una gran crisis del sistema capitalista globalizado, la mayor crisis desde las de los años 1914-1945.
 
¿En qué fase de la crisis se encuentra la economía mundial?
 
El final del túnel no está a la vista. Lo peor está por venir: las burbujas especulativas pueden estallar en cualquier momento produciendo un empeoramiento brutal de la situación económica; pueden ocurrir incidentes bélicos aún más graves que hoy; los desastres climáticos y ambientales probablemente se agravarán; las crisis sanitarias no se superan, ni mucho menos; los gobiernos y los bancos centrales no toman ninguna medida pertinente a favor de una salida de la crisis favorable a la humanidad sino todo lo contrario; la concentración de las herramientas estratégicas de la producción y de las finanzas en manos de un número cada vez más restringido de grandes accionistas privados prosigue en los sectores de la energía, las industrias extractivas, el comercio de alimentos y otras materias primas, el sector farmacéutico, el sector bancario, etc.
 
¿Cuáles son las causas?
 
A pesar de la enorme acumulación de riqueza por parte del 1% más rico, a pesar de las colosales ganancias de una serie de grandes empresas, especialmente en los campos de la energía, la alimentación, la Big Pharma (las grandes empresas farmacéuticas), el transporte marítimo, la industria armamentística... en general, la tasa de beneficio no aumenta lo suficiente como para que el gran capital reactive una gran ola de inversiones productivas. Nunca hay que perder de vista que el capital está buscando la maximización de la tasa de beneficio. Cuando no lo consigue, se centra en particular en la especulación. Esto forma parte de las contradicciones inherentes al capitalismo. Aparte de las empresas muy grandes que obtienen beneficios extraordinarios aprovechando crisis como la de la pandemia, la energía, las guerras... la gran masa de las empresas se enfrenta a una caída de la tasa de beneficio, a una caída de la productividad, a pesar del agravamiento de las condiciones de explotación y precarización de la fuerza de trabajo. También hay un problema en el lado de la oferta de mercancías: hubo interrupciones en las cadenas de suministro relacionadas con las medidas de confinamiento durante la pandemia de coronavirus en 2020/2021 (hasta 2022 inclusive para China). El sector de los semiconductores, cuya producción se concentra en algunos países, tiene problemas de producción y dificultades para satisfacer la demanda. Este fenómeno se agudiza por la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China (porque estamos en una fase en la que Washington se vuelve cada vez más agresivo y está tratando de limitar la expansión económica y comercial china). En el sector inmobiliario es la oferta la que es demasiado grande en comparación con la demanda solvente. Ha vuelto a haber una fase de sobreinversión en la construcción inmobiliaria en relación con la demanda, especialmente en Estados Unidos, Reino Unido y China. Esto es especialmente evidente en los inmuebles comerciales (oficinas, comercios...). Una burbuja especulativa se ha desarrollado en los años 2018 a 2022 y ha comenzado una nueva crisis inmobiliaria. Las políticas de los gobiernos y los bancos centrales, la inyección masiva de liquidez y el rápido aumento de la deuda han provocado y/o mantenido la aparición de nuevas burbujas financieras. Este es muy claramente el caso en la capitalización bursátil, en el mercado de títulos de deuda, en el sector inmobiliario de muchos países, en el mercado de materias primas, en las criptomonedas. El cambio de política de 180 grados desde 2022, pasando de Quantitave Easing (QE) (flexibilización cuantitativa) a Quantitave Tightening (QT) (Contracción cuantitativa) provoca una gran inestabilidad financiera y en particular quiebras bancarias. En resumen, la decisión de los gobiernos y los bancos centrales de aumentar los tipos de interés, en particular para combatir la inflación, conduce al estancamiento (o incluso a una posible recesión) y a las crisis financieras, sin lograr reducir la inflación de manera significativa. Es posible que la crisis financiera, que ya produjo la quiebra de varias empresas de criptomonedas en 2022, la quiebra de 4 bancos importantes en Estados Unidos y Europa en marzo de 2023, cobre de nuevo impulso y que haya otras quiebras bancarias o graves accidentes financieros en otros sectores como las bolsas, el sector inmobiliario en particular el comercial, el sector de las obligaciones...
 
¿Podemos hablar de una nueva crisis de la deuda en el Sur?
 
Una nueva crisis de deuda afecta a toda una serie de países del Sur, ya sea en Asia (Sri Lanka, Pakistán, Bangladesh...), África subsahariana (Ghana, Zambia...), África del Norte (Túnez, Egipto...), Oriente Próximo (Líbano...), América Latina (Argentina), el Caribe (Puerto Rico, Cuba...). Algunos de estos países están en suspensión de pagos o, como Sri Lanka, lo han estado. Es probable que haya nuevas suspensiones de pagos. En general, la crisis es provocada por una sucesión de choques externos que afectan gravemente a las economías del Sur. Estos choques externos son el resultado de acciones y acontecimientos que provienen del Norte: 1. Los efectos de la pandemia de coronavirus que comenzó en el norte (China, Europa, América del Norte) antes de extenderse hacia el sur. Los efectos de la pandemia sobre la deuda son claros: aumento de la deuda pública para financiar la lucha contra la pandemia y reducción de los recursos en monedas fuertes indispensables para garantizar el pago de la deuda externa: a partir de 2020 hasta 2022 hay una caída radical del turismo, del que algunas de las economías se han vuelto muy dependientes (ejemplo: Sri Lanka y Cuba). 2. Los efectos de la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania: un aumento muy fuerte del precio de los cereales y fertilizantes cuando toda una serie de países del Sur se han convertido en importadores netos de cereales porque organizaciones como el Banco Mundial y el FMI, así como los gobiernos del Norte (con la complicidad de los gobiernos de los países del Sur) les han empujado a favorecer la producción de otros productos agrícolas (frutas tropicales, café, té, algodón, soja transgénica para alimentar al ganado...). Este fuerte aumento del precio a pagar por importar cereales ha dado lugar a una falta de medios financieros y, por tanto, a problemas de pago de la deuda o de una acumulación insostenible de nuevas deudas para seguir importando. La guerra en Ucrania también ha provocado un aumento de los precios de los combustibles cuando toda una serie de países del Sur son importadores de combustibles. Para países como Egipto, Sri Lanka, Túnez, que importan tanto cereales como combustibles, la situación de la deuda se ha vuelto insostenible. 3. Tercer gran choque externo: los efectos del cambio climático y la crisis ecológica. Este es particularmente el caso de Pakistán, víctima de las catastróficas inundaciones en 2022. 4. Cuarto gran choque externo: el aumento del coste de refinanciación de la deuda provocado por la decisión unilateral de la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra, de aumentar muy fuertemente a partir de 2022 los tipos de interés. Países del Sur que tomaban prestado a entre el 3 y el 6% de interés anual antes de 2021 se enfrentan a un aumento muy significativo de los tipos que hay que pagar para los nuevos préstamos, del 9 al 15%. Esto también es insostenible.
 
Del FMI se dice que ha cambiado, ¿qué hay en realidad?
 
Las políticas del FMI no han cambiado, las del Banco Mundial tampoco. Son tan perjudiciales como en el pasado. Y como muchos países del Sur acaban de recurrir a los créditos del FMI, deben aplicar de forma reforzada políticas neoliberales antipopulares. En este contexto, es muy importante apoyar la realización a la convocatoria del CADTM de una contra-cumbre en Marrakech del 12 al 15 de octubre de 2023 con motivo de la reunión anual del FMI y del Banco Mundial.
 
¿Por qué dice que ésta es la peor crisis desde 1945?
 
Desde 1945, nunca ha habido una crisis de tal envergadura y con tantas facetas como la actual. La crisis ecológica y su dimensión climática son de una magnitud nunca vista. La crisis ecológica es el producto de dos siglos de producción capitalista como sistema dominante. En el espacio de dos siglos, este modo de producción ha afectado y degradado profundamente la vida en el planeta, y ahora hemos llegado a un punto crítico. A esto se añade la crisis sanitaria de la que acabamos de salir y que podría rebrotar. Esta crisis sanitaria ha causado más de siete millones de muertes. Su magnitud también está ligada al propio sistema capitalista. Añadamos que, en comparación con 1945, el arsenal nuclear ha proliferado y el nivel de las tensiones internacionales podría desembocar en un holocausto. Desde otros puntos de vista, la crisis capitalista es efectivamente la más grave desde 1945, sobre todo en términos de debilitamiento de la actividad económica global sobre un largo periodo de tiempo. La tendencia hacia formas de gobierno más autoritarias y violentas afecta en mayor o menor medida a todos los continentes. El ascenso mundial de las fuerzas de extrema derecha es el más fuerte desde 1945. Aumentan las violaciones reiteradas de los derechos humanos, en particular en relación con la migración y el derecho de asilo. Ante estos hechos, no debemos rendirnos, debemos redoblar nuestros esfuerzos para llevar a cabo una auténtica revolución autoemancipadora.

15 de agosto de 2023

Jorge Luis Borges y Franz Kafka. ¿Afinidad, influjo, embeleso?

5º parte: Los informes de Georgie

No son pocos los investigadores en literatura que han hallado la presencia de Kafka en la obra de Borges. Así, por ejemplo, se han encontrado afinidades entre “Die wahrheit über Sancho Pansa” (La verdad sobre Sancho Panza) y “Pierre Menard, autor del Quijote”, entre “Ein bericht für eine akademie” (Informe para una academia) y “El informe de Brodie”, entre “Prometheus” (Prometeo) y “Los cuatro ciclos”, entre “Der prozess” (El proceso) y “La biblioteca de Babel”, entre “In der strafkolonie” (En la colonia penitenciaria) y “Deutsches Requiem”, etc. etc. Y también se resaltó el uso en varias de las obras de ambos escritores del narrador que forma parte de la historia que está contando, es decir, que es un personaje dentro de la trama.
En los últimos años de su vida Borges mantuvo frondosos diálogos radiales con el escritor Osvaldo Ferrari (1948), los que serían reunidos por editorial Sudamericana en tres tomos con el título “En diálogo”. No fueron reportajes o entrevistas, sino estrictamente conversaciones en las que Borges mostró no sólo su tarea como escritor sino también su labor como lector. En uno de ellos manifestó que Kafka podía ser leído más allá de sus circunstancias históricas. “Kafka vendría a ser el gran escritor clásico de este, nuestro atormentado siglo. Y posiblemente será leído en el porvenir y no se sepa bien que escribió a principios del siglo XX, que fue contemporáneo del expresionismo, que fue contemporáneo de la Primera Guerra Mundial. Todo eso puede olvidarse: su obra podría ser anónima. Posiblemente las fábulas de Kafka ya son parte de la memoria de los hombres. Y podría ocurrir con ellas lo que podría ocurrir con ‘El Quijote’, digamos: podrían perderse todos los ejemplares de ‘El Quijote’ pero ya la figura de Don Quijote es parte de la memoria de la humanidad. Creo que ‘El castillo’, ‘El proceso’, pueden ser parte de la memoria humana y reescribirse con distintos nombres, con circunstancias diversas; pero ya la obra de Kafka es parte de la memoria de la humanidad”.
En 1952 Borges publicó “Otras inquisiciones”, un libro de ensayos en el cual reveló sus preferencias literarias. Sus artículos versaron sobre escritores como Francisco de Quevedo (1580-1645), Samuel Coleridge (1772-1834), Nathaniel Hawthorne (1804-1864), Oscar Wilde (1854-1900) y, por supuesto, Franz Kafka. Sobre él escribió “Kafka y sus precursores”, en el cual manifestó: “Yo premedité alguna vez un examen de los precursores de Kafka. A éste, al principio, lo pensé tan singular como el fénix de las alabanzas retóricas; a poco de frecuentarlo, creí reconocer su voz, o sus hábitos, en textos de diversas literaturas y de diversas épocas. Registraré unos pocos aquí, en orden cronológico”.


“El primero es la paradoja de Zenón contra el movimiento. Un móvil que está en A (declara Aristóteles) no podrá alcanzar el punto B, porque antes deberá recorrer la mitad del camino entre los dos y antes, la mitad de la mitad, y antes, la mitad de la mitad, y así hasta el infinito; la forma de este ilustre problema es, exactamente ‘El castillo,’ y el móvil y la flecha y Aquiles son los primeros personajes kafkianos de la literatura. En el segundo texto que el azar de los libros me deparó, la afinidad no está en la forma sino en el tono. Se trata de un apólogo de Han Yu, prosista del siglo IX, y consta en la admirable ‘Antología razonada de la literatura china’ de Margouliès. Éste es el párrafo que marqué, misterioso y tranquilo: ‘Universalmente se admite que el unicornio es un ser sobrenatural y de buen agüero; así lo declaran las odas, los anales, las biografías de varones ilustres y otros textos cuya autoridad es indiscutible. Hasta los párvulos y las mujeres del pueblo saben que el unicornio constituye un presagio favorable. Pero este animal no figura entre los animales domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, no se presta a una clasificación. No es como el caballo o el toro, el lobo o el ciervo. En tales condiciones, podríamos estar frente al unicornio y no sabríamos con seguridad que lo es. Sabemos que tal animal con crin es caballo, y que tal animal con cuernos es toro. No sabemos cómo es el unicornio’".
“El tercer texto procede de una fuente más previsible; los escritos de Kierkegaard. La afinidad mental de ambos escritores es cosa por nadie ignorada; lo que no se ha destacado aún, que yo sepa, es el hecho de que Kierkegaard, como Kafka, abundó en parábolas religiosas de tema contemporáneo y burgués. Lowrie, en su ‘Kierkegaard’, transcribe dos. Una es la historia de un falsificador que revisa, vigilado incesantemente, los billetes del Banco de Inglaterra; Dios, de igual modo, desconfiaría de Kierkegaard y le habría encomendado una misión, justamente por saberlo avezado mal. El sujeto de otra son las expediciones al Polo Norte. Los párrocos daneses habrían declarado desde los púlpitos que participar en tales expediciones conviene a la salud eterna del alma. Habrían admitido, sin embargo, que llegar al Polo es difícil y tal vez imposible y que no todos pueden acometer la aventura. Finalmente, anunciarían que cualquier viaje -de Dinamarca a Londres, digamos, en el vapor de la carrera-, o un paseo dominical en coche de plaza, son, bien mirados, verdaderas expediciones al Polo Norte. La cuarta de las prefiguraciones la hallé en el poema ‘Temores y escrúpulos’ de Browning, publicado en 1876. Un hombre tiene, o cree tener, un amigo famoso. Nunca lo ha visto y el hecho es que éste no ha podido, hasta el día de hoy, ayudarlo, pero se cuentan rasgos suyos muy nobles y circulan cartas auténticas. Hay quien pone en duda los rasgos, y los grafólogos afirman la apocrificidad de las cartas. El hombre en el último verso, pregunta: ‘¿Y si este amigo fuera Dios?’”.


“Mis notas registran asimismo dos cuentos. Uno pertenece a ‘Historias impertinentes’ de León Bloy y refiere al caso de unas personas que abundan en globos terráqueos, en atlas, en guías de ferrocarril y en baúles, y que mueren sin haber logrado salir de su pueblo natal. El otro se titula ‘Carcasona’ y es obra de Lord Dunsany. Un invencible ejército de guerreros parte de un castillo infinito, sojuzga reinos y ve monstruos y fatiga los desiertos y las montañas, pero nunca llegan a Carcasona, aunque alguna vez la divisan. Este cuento es el estricto reverso del anterior; en el primero nunca se sale de una ciudad; en el último, nunca se llega”.
“Si no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumerado se parecen a Kafka; si no me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más significativo. En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito no la percibiríamos; vale decir, no existiría. El poema ‘Temores y escrúpulos’ de Robert Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y desvía sensiblemente nuestra lectura del poema. Browning no lo leía como nosotros lo leemos. En el vocabulario crítico, la palabra precursor es indispensable; pero habría que tratar de purificarla de toda connotación y polémica o de rivalidad. El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres. El primer Kafka de ‘Contemplación’ es menos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany”.
Entre fines de 1967 y comienzos de 1968, Borges pronunció seis conferencias en la
Harvard University. En una de ellas, la titulada “El arte de contar historias”, citó entre muchos otros a escritores como Geoffrey Chaucer (1343-1400), Herman Melville (1819-1891), Henry James (1843-1916) y Joseph Conrad (1857-1924). En cuanto a Kafka precisó: “Cuando leemos ‘El castillo’ de Franz Kafka, sabemos que el hombre nunca entrará en el castillo. Es decir, no podemos creer de verdad en la felicidad y en el triunfo. Y quizás esta sea una de las miserias de nuestro tiempo. Me figuro que Kafka sentía prácticamente lo mismo cuando deseaba que sus libros fueran destruidos: en realidad quería escribir un libro feliz y victorioso, y se daba cuenta de que le era imposible. Hubiera podido escribirlo, evidentemente, pero el público hubiera notado que no decía la verdad. No la verdad de los hechos, sino la verdad de sus sueños”.


Años después, en las postrimerías de su vida, publicó el 3 de julio de 1983 en el diario español “El País” un artículo titulado “Un sueño eterno”. Allí aseguró: “Me llamó la atención que Kafka escribiera tan sencillo, que yo mismo pudiera entenderlo, a pesar de que el movimiento impresionista, que era tan importante en esa época, fue en general un movimiento barroco que jugaba con las infinitas posibilidades del idioma alemán. Después, tuve oportunidad de leer ‘El proceso’ y a partir de ese momento lo he leído continuamente. La diferencia esencial con sus contemporáneos y hasta con los grandes escritores de otras épocas, Bernard Shaw o Chesterton, por ejemplo, es que con ellos uno está obligado a tomar la referencia ambiental, la connotación con el tiempo y el lugar. Es también el caso de Ibsen o de Dickens. Kafka, en cambio, tiene textos, sobre todo en los cuentos, donde se establece algo eterno. A Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos sueños fueron soñados por hombres de otra época sin necesidad de vincularlos a Alemania o a Arabia. El hecho de haber escrito un texto que trasciende el momento en que se escribió es notable. Se puede pensar que se redactó en Persia o en China y ahí está su valor. Y cuando Kafka hace referencias es profético. El hombre que está aprisionado por un orden, el hombre contra el Estado, ese fue uno de sus temas preferidos”.
“Yo traduje el libro de cuentos cuyo primer título es ‘La trasformación’ y nunca supe por qué a todos les dio por ponerle ‘La metamorfosis’. Es un disparate, yo no sé a quién se le ocurrió traducir así esa palabra del más sencillo alemán. Cuando trabajé con la obra, el editor insistió en dejarla así porque ya se había hecho famosa y se la vinculaba a Kafka. Creo que los cuentos son superiores a sus novelas. Las novelas, por otra parte, nunca concluyen. Tienen un número infinito de capítulos, porque su tema es de un número infinito de postergaciones. A mí me gustan más sus relatos breves y aunque no hay ahora ninguna razón para que elija a uno sobre otro, tomaría aquel cuento sobre la construcción de la muralla. Yo he escrito también algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka. Hay uno, titulado ‘La biblioteca de Babel’ y algún otro, que fueron ejercicios en donde traté de ser Kafka. Esos cuentos interesaron pero yo me di cuenta que no había cumplido mi propósito y que debía buscar otro camino”.
“Kafka fue tranquilo y hasta un poco secreto y yo elegí ser escandaloso. Empecé siendo barroco, como todos los jóvenes escritores y ahora trato de no serlo. Intenté también ser anónimo, pero cualquier cosa que escriba se conoce inmediatamente. Kafka no quiso publicar mucho en vida y encargó que destruyeran su obra. Esto me recuerda el caso de Virgilio que también le encargó a sus amigos que destruyeran la inconclusa ‘Eneida’. La desobediencia de estos hizo que, felizmente para nosotros, la obra se conservara. Yo creo que ni Virgilio ni Kafka querían en realidad que su obra se destruyera. De otro modo habrían hecho ellos mismos el trabajo. Si yo le encargo la tarea a un amigo, es un modo de decir que no me hago responsable”.
“Kafka ha sido uno de los grandes autores de toda la literatura, para mí es el primero de este siglo. Yo estuve en los actos del centenario de Joyce y cuando alguien lo comparó con Kafka dije que eso era una blasfemia. Es que Joyce es importante dentro de la lengua inglesa y de sus infinitas posibilidades, pero es intraducible. En cambio Kafka escribía en un alemán muy sencillo y delicado. A él le importaba la obra no la fama, eso es indudable. De todos modos, Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño universal que es la memoria. Nosotros sabemos cuáles son sus fechas, cuál es su vida, que es de origen judío y demás, todo eso va a ser olvidado, pero sus cuentos seguirán contándose”.


El 24 de abril de 2008 María Kodama, la viuda y albacea de Borges, se refirió al probable vínculo entre las obras de Kafka y Borges en una entrevista emitida por Radio Prague International, un medio de radiodifusión de la capital de la República Checa: “Son dos literaturas muy diferentes, naturalmente dos personalidades totalmente diferentes. Pero Borges reconoció desde el comienzo la importancia y la complejidad de Kafka. Y aún en una traducción imaginaba cómo debía ser ese autor en la lengua original. La atracción va como de escritor a escritor, fundamentalmente por el desarrollo de los temas y por la originalidad con que presenta ese mundo asfixiante que padecía Kafka”. Cuando se le preguntó qué haría si tuviese que elegir entre la prosa y la poesía de Borges, contestó: “Es muy difícil porque para mí la prosa de Borges es una prosa poética, no es una prosa descriptiva como la de muchos otros escritores sobre todo nuevos, de este momento. Es una prosa poética que tiene un ritmo especialísimo, de modo que para mí es indiferenciable, aunque sé que uno es prosa y otro poesía, para mí es un todo de poesía, así que es muy difícil elegir entre uno y otro. Pero yo creo que sí, que él prefería ser poeta y no prosista, yo creo que sí”.
Respecto al Premio Nobel que Borges nunca recibió, respondió: “Afortunadamente Borges se quedó sin el Nobel, porque como él decía, se ha convertido en el mito escandinavo, el hombre al que nunca le dieron el Nobel, así que estaba contentísimo de que no se lo dieran. Un día se encontró con un señor por la calle que le dijo: ‘Ay, maestro, qué dolor, cada vez que lo pierde es un duelo nacional. Yo le voy a pedir a Dios para el año próximo’. ‘No, Dios lo libre, eso es imposible, si me lo dan, me voy a convertir en un número en una lista. Si no me lo dan soy el mito escandinavo, y es mucho mejor ser el mito escandinavo’, así que estaba contentísimo de que no se lo dieran”.
Y, finalmente, contó una jugosa anécdota: “Una mañana nos despertamos en Estados Unidos y él me dijo que iba a dictarme un poema, al que le puso un título en alemán, ‘Ein traum’, que quiere decir ‘Un sueño’. Es un poema muy breve donde el protagonista es Kafka. Borges siempre corregía, vivía corrigiendo. Ese poema me llamó la atención porque al cabo de dos reediciones no lo había corregido. Entonces yo le pregunté: ‘Pero Borges, qué extraño. Corrige todo y esto no’. Y él me dijo: ‘Ah, no puedo, porque ese poema no es mío, ese poema me lo dictó Kafka en un sueño, no es mío, es de Kafka, entonces yo no lo puedo tocar’. Y es el único poema en toda su obra que jamás fue corregido”.

12 de agosto de 2023

Jorge Luis Borges y Franz Kafka. ¿Afinidad, influjo, embeleso?

4º parte: Borges exégeta, prologuista y traductor

Kafka llevó una vida corta y atormentada en la que se veía incesantemente como un fracaso en las dos cosas que para él eran las más importantes: escribir y ser una persona independiente. Su médico, el húngaro Robert Klopstock (1899-1972), en una carta dirigida a la familia del autor describió los últimos días de su vida: “Su condición física en este momento y la situación de, literalmente, morir de inanición, eran verdaderamente horribles. Leer las pruebas de ‘Un artista del hambre’ debe haber sido no sólo una presión emocional tremenda, sino también una especie aplastante de encuentro espiritual con su propia conciencia, y cuando hubo terminado, las lágrimas estuvieron fluyendo durante mucho tiempo. Era la primera vez que lo veía expresar abiertamente sus emociones de esta manera. Kafka siempre había mostrado un autocontrol casi sobrehumano”.
En el nº 033 de la revista digital “Aperturas psicoanalíticas” publicada en 2009, el psicoanalista y escritor estadounidense Thomas Ogden (1946) escribió un artículo titulado “Kafka, Borges y la creación de conciencia” en el cual exploró los modos en que, tanto Kafka como Borges, lucharon por la creación de conciencia en sus vidas y en sus obras literarias. En el prólogo de dicho ensayo opinó: “Las historias de Kafka y Borges han alterado profundamente el modo en que la humanidad del siglo XX y principios del XXI piensa en sí misma. Sus historias han adquirido el poder de un mito. Kafka y Borges -cuya obra fue parte del pulso vital de la época en que vivieron- convirtieron aspectos de esos sueños en palabras y narrativas. Leer sus historias, novelas y poesía no influye simplemente en lo que el lector piensa; altera la mera estructura del pensamiento, el modo en que piensan los miembros de una cultura. Ese modo alterado de pensar, a su vez, permite a la cultura soñar nuevos sueños, es decir, crear nuevos mitos necesarios para contener los cambios psicológicos que la cultura está en proceso de hacer. Las historias de Kafka y Borges han generado nuevas palabras -kafkiano, borgiano- para nombrar cualidades concretas de la conciencia humana que residen principalmente en la matriz, el campo emocional de fondo, en oposición al contenido simbólico específico de la conciencia”.
Tal es la trascendencia que alcanzaron sus obras que los adjetivos kafkiano y borgiano aparecen en el Diccionario de la Real Academia Española junto a otros como dantesco, cervantino, shakespeariano, goethiano, brechtiano y cortazariano, por citar sólo algunos. Y si se habla de trascendencia, es imposible no mencionar los artículos y ensayos que Borges escribió sobre Kafka, los que influyeron notablemente en la difusión de las obras del autor checo. El primero de ellos fue el antes mencionado “Franz Kafka”, publicado en 1937 en la revista “El Hogar”. Al año siguiente, cuando la Editorial Losada en su colección “La Pajarita de Papel” publicó “La metamorfosis”, Borges además de la traducción se encargó del prólogo. Allí escribió: “Kafka nació en el barrio judío de la ciudad de Praga, en 1883. Era enfermizo y hosco: íntimamente no dejó nunca de menospreciarlo su padre y hasta 1922 lo tiranizó. De ese conflicto y de sus tenaces meditaciones sobre las misteriosas misericordias y las ilimitadas exigencias de la patria potestad, ha declarado él mismo que procede toda su obra. De su juventud sabemos dos cosas: un amor contrariado y el gusto de las novelas de viajes. Al egresar de la universidad, trabajó algún tiempo en una compañía de seguros. De esa tarea lo libró aciagamente la tuberculosis: con intervalos, Kafka pasó la segunda mitad de su vida en sanatorios del Tírol, de los Cárpatos y de los Erzgebirge. En 1913 publicó su libro inicial, ‘Consideración’, en 1915 el famoso relato ‘La metamorfosis’, en 1919 los catorce cuentos fantásticos o catorce lacónicas pesadillas que componen ‘Un médico rural’”.


“La opresión de la guerra está en esos libros: esa opresión cuya característica atroz es la simulación de felicidad y de valeroso fervor que impone a los hombres. Sitiados y vencidos, los Imperios Centrales capitularon en 1918. Sin embargo, el bloqueo no cesó y una de las víctimas fue Franz Kafka. Éste, en 1922, había hecho su hogar en Berlín con una muchacha de la secta de los Hasidim, o Piadosos, Dora Diamant. En el verano de 1924, agravado su mal por las privaciones de la guerra y de la posguerra, murió en un sanatorio cerca de Viena. Desoyendo la prohibición expresa del muerto, su amigo y albacea Max Brod publicó sus múltiples manuscritos. A esa inteligente desobediencia debemos el conocimiento cabal de una de las obras más singulares de nuestro siglo. Ya inmediata la muerte, Virgilio encomendó a sus amigos la destrucción de su inconclusa ‘Eneida’. Los amigos desobedecieron, lo mismo haría Max Brod. En ambos casos acataron la voluntad secreta del muerto. Si éste hubiera querido destruir su obra, lo habría hecho personalmente; encargó a otros que lo hicieran para desligarse de una responsabilidad, no para que ejecutaran su orden. Kafka, por otra parte, hubiera deseado escribir una obra venturosa y serena, no la uniforme serie de pesadillas que su sinceridad le dictó”.
“Dos ideas -mejor dicho, dos obsesiones- rigen la obra de Franz Kafka. La subordinación es la primera de las dos; el infinito, la segunda. En casi todas sus ficciones hay jerarquías y esas jerarquías son infinitas. Karl Rossmann, héroe de la primera de sus novelas, es un pobre muchacho alemán que se abre camino en un inextricable continente; al fin lo admiten en el Gran Teatro Natural de Oklahoma. Ese teatro infinito no es menos populoso que el mundo y prefigura al Paraíso. El héroe de la segunda novela, Josef K., progresivamente abrumado por un insensato proceso, no logra averiguar el delito de que lo acusan, ni siquiera enfrentarse con el invisible tribunal que debe juzgarlo; éste, sin juicio previo, acaba por hacerlo degollar. K., héroe de la tercera y última, es un agrimensor llamado a un castillo, que no logra jamás penetrar en él y que muere sin ser reconocido por las autoridades que lo gobiernan. El motivo de la infinita postergación rige también sus cuentos. Uno de ellos trata de un mensaje imperial que no llega nunca, debido a las personas que entorpecen el trayecto del mensajero; otro, de un hombre que muere sin haber conseguido visitar un pueblito próximo; otro -“Una confusión cotidiana”- de dos vecinos que no logran juntarse. En el más memorable de todos ellos -“La edificación de la muralla china”-, el infinito es múltiple: para detener el curso de ejércitos infinitamente lejanos, un emperador infinitamente remoto en el tiempo y en el espacio ordena que infinitas generaciones levanten infinitamente un muro infinito que dé la vuelta de su imperio infinito”.


“La crítica deplora que en las tres novelas de Kafka falten muchos capítulos intermedios, pero reconoce que esos capítulos no son imprescindibles. Yo tengo para mí que esa queja indica un desconocimiento esencial del arte de Kafka. El pathos de esas ‘inconclusas’ novelas nace precisamente del número infinito de obstáculos que detienen y vuelven a detener a sus héroes idénticos. Franz Kafka no las terminó porque lo primordial era que fuesen interminables. ¿Recordáis la primera y la más clara de las paradojas de Zenón? El movimiento es imposible, pues antes de llegar a B deberemos atravesar el punto intermedio C, pero antes de llegar a C, deberemos atravesar el punto intermedio D, pero antes de llegar a D... El griego no enumera todos los puntos; Franz Kafka no tiene por qué enumerar todas las vicisitudes. Bástenos comprender que son infinitas como el Infierno. En Alemania y fuera de Alemania se han esbozado interpretaciones teológicas de su obra. No son arbitrarias -sabemos que Kafka era devoto de Pascal y de Kierkegaard-, pero tampoco son muy útiles. El pleno goce de la obra de Kafka -como el de tantas otras- puede anteceder a toda interpretación y no depende de ellas”.
“La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables. Para el grabado perdurable le bastan unos pocos renglones. Por ejemplo: ‘El animal arranca la fusta de manos de su dueño y se castiga hasta convertirse en el dueño y no comprende que no es más que una ilusión producida por un nuevo nudo en la fusta’. O si no: ‘En el templo irrumpen leopardos y se beben el vino de los cálices; esto acontece repetidamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la ceremonia del templo’. La elaboración, en Kafka, es menos admirable que la invención. Hombres, no hay más que uno en su obra: el ‘homo domesticus’, ganoso de un lugar, siquiera humildísimo, en un Orden cualquiera; en el universo, en un ministerio, en un asilo de lunáticos, en la cárcel. El argumento y el ambiente son lo esencial, no las evoluciones de la fábula ni la penetración psicológica. De ahí la primacía de sus cuentos sobre sus novelas; de ahí el derecho de afirmar que esta compilación de relatos nos da íntegramente la medida de tan singular escritor”.


Un poco más de medio siglo después, en 1991, Ediciones Orión lanzó una nueva tirada de “La metamorfosis”, y otra vez Borges se encargó del prólogo: “Habla un discípulo de Kafka -escribió-, un tardío discípulo de Kafka, pero que sigue sintiéndolo y agradeciendo lo mucho que él le ha dado y lo poco que él ha podido hacer con ese espléndido regalo de su obra. Quiero examinar aquí dos temas de Kafka, el ‘laberinto’ y la ‘empresa imposible’, pero antes quiero decir unas palabras sobre el modus operandi de Kafka, sobre lo que los escolásticos llamaron el ‘regressus in infinitum’ y que es un proceso intelectual bastante común tratándose de etiología o metafísica pero raro tratándose de literatura, y podríamos decir que fuera de algunos precursores, que de algún modo fueron inventados por él, fue inaugurado por Kafka. Y quiero recordar a mi amigo Carlos Mastronardi, el gran poeta de Entre Ríos, ¿por qué de Entre Ríos?, el gran poeta de la patria y del mundo. Yo recuerdo que él había iniciado la lectura de ‘El proceso’ y me dijo lacónicamente: ‘Franz Kafka, Zenón de Elea’. Y ahora se preguntarán ustedes qué es el ‘regressus in infinitum’, para mí una de las grandes innovaciones de Kafka: es un proceso lógico, conocido por los escolásticos”.
“Comenzaré por uno de los ejemplos más amenos de este método y tema de Kafka. El ‘regressus in infinitum’ puede ilustrarse, creo que del modo más vívido posible, mediante las paradojas de Zenón de Elea, que dijo que si creíamos en la realidad del tiempo como hecho de instantes y la del espacio como hecho de puntos, el transcurso del tiempo y el movimiento son imposibles, e ilustra esto mediante varias paradojas que fueron refutadas por Aristóteles y comentadas por toda la filosofía después, pero recordaré dos simplemente, ya que en ellas se ve claramente cuál es el modo de Kafka y me permite recordar a mi padre. Mi padre -yo tendría 9 o 10 años entonces-, en una casa por las orillas de Palermo, una noche después de comer me mostró el tablero de ajedrez y me dijo, señalándome las casillas: Vamos a poner a una persona que está en esta casilla -y me señaló la casilla de la torre, la de la izquierda y quiere ir a la casilla de la derecha. Pues bien, tendría que pasar antes por la casilla de la reina. Yo dije, naturalmente, que sí. Y él me dijo: Pero antes tendrá que pasar por la casilla del caballo. Yo afirmé nuevamente. Y él me dijo: Bueno, aquí tenemos 8 casillas, ya que se trata de 64 casillas, que forman el tablero. Supongamos un tablero más largo, con un número indefinido de casillas. Para llegar de la primera a la última habrá que pasar por todas las casillas intermedias. Dije que sí y él me dijo: Muy bien, pero entonces, antes de llegar a la meta habrá que pasar por la casilla del medio, antes por la del medio del medio, antes por la del medio del medio del medio y así sucesivamente, es decir, que no se llegará nunca de una casilla a otra. Y no mencionó el nombre de Zenón de Elea, no me dijo que estaba exponiendo la ilustre paradoja de la filosofía griega, porque mi padre era profesor de psicología y sabía que son más importantes los hechos que las fechas y los nombres de quienes los inventaron”.


“De modo que me dejó con esa perplejidad y luego de unas noches me preguntó si había oído la historia de la carrera de Aquiles y la tortuga. Dije que no, y me divirtió la idea de una carrera entre Aquiles, el de los pies ligeros, símbolo de rapidez, y la tortuga, la morosa tortuga, símbolo de lentitud, y dije que me gustaría oír eso. Bueno, dijo, una vez corrieron una carrera Aquiles y la tortuga. Aquiles le dio a la tortuga 100 metros de ventaja, lo cual es justo, dado lo moroso de la tortuga y lo lento de sus hábitos. Muy bien, Aquiles recorre los 100 metros mientras la tortuga recorre 1 metro. Me preguntó si la cuenta estaba bien sacada, él sabía que lo estaba y le dije que sí. Muy bien, me dijo, recorre ese metro en tanto que la tortuga recorre 1 centímetro. Yo dije que sí, si Aquiles corre cien veces más ligero que la tortuga. Desde luego, me dijo, Aquiles recorre entonces ese centímetro, y la tortuga mientras tanto ha recorrido un milímetro. Y así siguen, de modo que Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga. Pues bien, esto ha sido discutido después por Poincaré, por Bergson, por Bertrand Russell, por Stuart Mill, antes por Aristóteles, antes quizás por todos los filósofos y es realmente un argumento serio contra el hecho de que si el tiempo se compone de instantes y el espacio está hecho de puntos, una cantidad cualquiera no puede agotarse”.
“Ese argumento lo aplicó William James. En sus ‘Elementos de psicología’ James dice: Vamos a suponer un cuarto de hora. Pero antes de que un cuarto de hora pase, tienen que pasar siete minutos y medio, pero antes tienen que pasar tres minutos y una fracción, y antes de que pase la fracción tiene que pasar otra, pero como el número de fracciones es infinito resulta que se saca como consecuencia que no puede pasar nunca un cuarto de hora. Pero curiosamente, cuando Zenón de Elea formulaba esas paradojas en Grecia cinco siglos antes de la era cristiana, un pensador chino, Lie Tsu la formulaba en China bajo la forma de una leyenda, una forma que hubiera complacido más a Kafka. Lie Tsu habla del cetro de los reyes de Liang y supone que ese cetro es heredado por cada sucesor de la dinastía. Cada uno tiene que cortar la mitad del cetro, que no es excesivamente largo, pero como nunca se llegará a la mitad de la mitad de la mitad de algo la dinastía es infinita, es decir, exactamente el mismo procedimiento de Aquiles y la tortuga y de aquella otra del tablero, que muestra la imposibilidad de que un móvil llegue a la meta. Ahora bien, ese procedimiento que se llama ‘regressus in infinitum’ fue aplicado para refutar pensamientos, muchas veces lógicamente, pero Kafka fue el primero, o uno de los primeros, que lo aplicó a la literatura”.

9 de agosto de 2023

Jorge Luis Borges y Franz Kafka. ¿Afinidad, influjo, embeleso?

3º parte: El editor de Kafka

En el año 2010 apareció el libro “Autoren, bücher, abenteuer. Betrachtungen und erinnerungen eines verlegers” (Autores, libros, aventuras. Observaciones y recuerdos de un editor), obra en la que, contada por su nieto, se narra la biografía de Kurt Wolff (1887-1963), el editor alemán que fue responsable de la primera edición de una obra de Kafka. Se trata de “Betrachtung” (Contemplación), un volumen con dieciocho relatos que el escritor checo había escrito entre 1904 y 1912. Gracias a una invitación del citado Max Brod, Wolff se trasladó desde Leipzig, donde tenía sus oficinas, hasta Praga. Allí recibió de manos de Brod -acompañado por Kafka- los primeros manuscritos de quien calificó como un  personaje “callado, torpe, tierno, vulnerable, intimidado como un colegial examinándose del bachillerato”, alguien “con los ojos más bellos y la expresión más conmovedora de un hombre sin edad, que tenía treinta años por aquel entonces pero parecía entre enfermo y muy enfermo”.
En “Autores, libros, aventuras. Observaciones y recuerdos de un editor” se reproducen además las memorias de Wolff y la correspondencia que mantuvo con Kafka. Según cuenta el editor, Kafka dudaba entre publicar o no. Por un lado se ilusionaba pero por otro lado sentía mucha vergüenza. Wolff comenta que aquel día, al despedirse, escuchó algo que nunca había oído decir a un escritor: “Siempre le quedaré más agradecido porque me devuelva mis manuscritos que por su publicación”. Esa primera edición se hizo con una tirada de ochocientos ejemplares y las ventas fueron escasas. No obstante al año siguiente, 1913, Wolff publicó como relato el primer capítulo de la novela “Der heizer” (El fogonero), obra a la que más tarde Brod le cambió el título porAmerika” (América). Luego publicó “Die verwandlung” (La metamorfosis) en 1915 y “Ein landarzt” (Un médico rural) en 1918. De cada una de ellas se vendieron menos de mil ejemplares.
A raíz de ello, Wolff le escribió a Kafka: “Usted y yo sabemos que, por lo general, son precisamente las cosas mejores y más valiosas las que no encuentran eco inmediato, sino que no lo hacen hasta más adelante, y nosotros seguimos creyendo en los lectores alemanes y en que alguna vez poseerán la capacidad de recepción que estos libros merecen”. En octubre de 1918, en referencia a “In der strafkolonie” (En la colonia penitenciaria), en otra carta le dijo: “Tengo el gusto de proponerle la publicación de este relato por el que tanta estima siento, si bien mi amor se mezcla también con cierto horror y estupor ante la estremecedora intensidad de un argumento tan terrible”.
Luego, en 1923, en otra carta de dijo a Kafka: “Muy señor mío, adjunto le remitimos la liquidación y los porcentajes de sus ingresos conforme a las ventas del año económico 1922-1923. Aprovechamos la ocasión para manifestarle de nuevo que las magras cifras de liquidación de sus libros no disminuyen en absoluto el placer que supone para nosotros su pertenencia a nuestra editorial. Asimismo le expresamos que, con absoluta independencia del éxito o el fracaso, anunciaremos sus libros en todos los catálogos y boletines y en cuantos anuncios hagamos, y estamos convencidos de que los tiempos venideros sabrán conceder el valor que merecen a la extraordinaria calidad de estos relatos en prosa suyos”. Al año siguiente, tras la muerte del escritor, todos les manuscritos que Kafka le había entregado a Max Brod, permanecieron guardados durante décadas en la casa de su secretaria, Esther Hoffe (1906-2007). Según relata Wolff en sus memorias, fueron Rainer Maria Rilke (1875-1926), Thomas Mann (1875-1955) y Hermann Hesse (1877-1962) “los primeros en reconocer el genio único y extraordinario que fue Kafka”.


A todo esto en Buenos Aires con tan sólo veintitrés años de edad, Borges imprimía su primer libro: “Fervor de Buenos Aires”. Impreso en la Imprenta Serantes con una tirada de tan sólo trescientos ejemplares, para su tapa se utilizó un grabado realizado por Norah Borges (1901-1998), su hermana. Al respecto en su “Autobiografía”, publicada por primera vez en inglés en 1970 por “The New Yorker”, contó Borges: “Escribí los poemas entre 1921 y 1922 y el libro apareció a principios de 1923. El volumen fue impreso en cinco días. Había negociado un libro de sesenta y cuatro páginas, pero el manuscrito resultó demasiado largo y a último momento fue necesario suprimir sin piedad cinco poemas; no recuerdo absolutamente nada de ellos. El libro fue producido con espíritu un tanto juvenil. No hubo corrección de pruebas, no se incluyó un índice y las páginas no estaban numeradas”. La edición de este poemario fue pagada por su padre.
Un año antes, más precisamente en enero de 1922, Kafka había comenzado a escribir “Das schloss” (El castillo) en Spindlermühle, un centro turístico checo al cual había ido con la intención de recuperarse de su enfermedad. En julio, Max Brod le dijo en una carta que estaba leyendo la parte de la novela que le había enviado y le comentó que su impresión era positiva y le sugirió que la terminase, algo que Kafka nunca hizo. Fue así que, en 1926, Kurt Wolff la publicó inconclusa en Múnich. Las ventas fueron otra vez exiguas: mucho menos de las mil quinientas copias que se habían imprimido. Por entonces Borges acababa de publicar su primer libro en prosa: “Inquisiciones”. La impresión de apenas quinientos ejemplares fue hecha en los talleres gráficos Inca de la ciudad de Buenos Aires, y su publicación corrió por cuenta de la Editorial Proa. El libro no tuvo reediciones porque Borges, arrepentido de lo que había escrito, se negó. Tampoco aceptó que se lo incluyera en sus obras completas que la editorial Emecé lanzó en 1974 y recién sería reeditado póstumamente por su viuda en 1994. ¿Similitud con la idiosincrasia kafkiana o mera casualidad?
Ahora bien, ¿es lícito afirmar que es enorme la influencia que Kafka ejerció sobre Borges? Muchos teóricos y críticos literarios se han explayado sobre este tema. Para algunos existe una clara intertextualidad entre ambos, para otros la temática de sus obras muestran un claro paralelismo. Para algunos trataron los mismos temas -los laberintos, la eternidad, el infinito- de forma diferente, para otros ambos tuvieron la capacidad de dar un giro a sus historias y darles una proyección incluso casi mitológica, partiendo de temas muy simples. Para algunos los sueños y las pesadillas ocupan un lugar importante en la obra del uno y el otro, para otros ambos escritores tenían la misma concepción de la literatura. Para algunos Borges y Kafka, cada uno a su modo, prefiguraron un mundo que no existía, para otros los cuentos de Borges, escritos ya en su período de madurez, presentan concomitancias estilísticas con los de Kafka… Es más, el propio Borges reconoció alguna vez la influencia y la posterior imitación del modelo kafkiano, y la presencia de éste en su obra.


El catedrático y escritor argentino Jaime Alazraki (1934-2014) expresó en su ensayo “La prosa narrativa de Jorge Luis Borges”: La narrativa de Kafka es una forma de rebelión contra ese mundo reglado y ordenado por la lógica aristotélica, es un esfuerzo por trascender esa realidad inventada por la razón; para lograrlo Kafka vuelve al mito, al símbolo, a la parábola, en resumen a esas formas que buscan llegar a la realidad por un camino muy distinto al seguido por la razón. Por esto mismo algunas de sus narraciones se resisten a toda comprensión lógica y permanecen impenetrables dentro de su hermetismo. En Borges también encontramos un sistema de mitos, el mundo como sueño o libro de Dios, el tiempo cíclico, la ley de causalidad, el idealismo de todos los tiempos, pero en ellos Borges ha mitificado los ‘hallazgos’ de la filosofía y las ‘revelaciones’ de la teología. En esta operación Borges reduce esas ideas a creaciones de la imaginación, a intuiciones que ya no se diferencian fundamentalmente de cualquier otra forma mítica. Mientras las parábolas de Kafka tienen su único contexto en esa realidad intuida por el propio Kafka, los símbolos troquelados por Borges encuentran siempre un contexto preciso en teorías y doctrinas creadas por la inteligencia humana”.
Y en “El texto como palimpsesto: lectura intertextual de Borges” afirmó: “Kafka hace emerger sus ficciones de un drama personal con su tiempo y los absurdos anexos a la realidad de su tiempo y las ficciones de Borges representan un esfuerzo por trascender el tiempo y la realidad histórica y ver el drama humano en una escala infinita, en un plano abstracto y metafísico. Lo absurdo, la postergación infinita, el mundo como laberinto, la instancia de seres superiores en obras como ‘El Congreso’ o ‘La Biblioteca de Babel’, señalarían la presencia de Kafka y de la temática kafkiana en los cuentos de Borges. Mientras que Kafka aborda el tema desde un punto de vista más existencial, en Borges toda angustia aparece refrenada oponiendo al absurdo del mundo una elegante ironía”.
Por su parte el profesor y escritor cordobés Oscar Caeiro (1937-2020), analizó en su ensayo “Leer a Kafka. El hombre de las mil angustias” las similitudes entre “El castillo” y el cuento de Borges “El Congreso”. “En varias ocasiones -escribió Caeiro-, al relacionar a Borges con Kafka se ha derivado hacia ciertas raíces comunes de dos textos: ‘El castillo’ del maestro praguense y ‘El Congreso’ de Borges. Este relato publicado como opúsculo en 1971, cuyo narrador se presenta al comienzo con su nombre, Alejandro Ferri, se escribe bajo la fecha ‘Buenos Aires, 1955’. Unos años después de esa primera publicación, fue incluido por Borges en ‘El libro de arena’. Al hablar de su texto, dice Borges que ‘el opaco principio’ (se entiende de ‘El Congreso’) quiere imitar el de las ficciones de Kafka. Tal ‘opaco principio’ han de ser las páginas dedicadas a caracterizar a Alejandro Ferri, el narrador. Opaco, porque no es diáfano, es triste, melancólico”.


Y agregó luego: “El comienzo de ‘El castillo’ también es opaco, estaba oscuro y pronto tuvo K. que buscar algún lugar donde pasar la noche, donde no lo conocían, ni siquiera sabía si allí había un castillo. Poco a poco consiguió que lo dejaran dormir allí e intentó además que no lo echaran. Y uno se pregunta si esa situación se resuelve inmediatamente o, al revés, se mantiene dudosa. “El narrador de ‘El Congreso’, sin saber bien de que se trata cuando lo invitan a formar parte de ese grupo de gente que va a constituir el Congreso del Mundo, no está al tanto de todo, pero paulatinamente se incorpora en el grupo. Es algo parecido lo que se desarrolla en las páginas de Kafka, donde el protagonista entabla diálogos con distintos personajes y tiende a familiarizarse”.
También los sueños y las pesadillas ocupan un lugar importante en la obra de ambos. El 2 de junio de 1935 Borges publicó en el diario “La Prensa” un artículo titulado “Las pesadillas y Franz Kafka”. Allí escribió: “Aventuro esta paradoja: componer sueños es una disciplina literaria de reciente inauguración. Es verdad que de Luciano de Samosata a Quevedo (o si se quiere, de Isaías al Dante) muchos escritores han simulado la relación de un sueño, pero sus diversas ficciones no guardan el menor parecido con lo que nuestra mente suele expedir en las madrugadas confusas. No son visuales, y muy contadas veces son mágicos; son más bien oratorios, moralistas, chascarrilleros. Tampoco los sueños de Kafka son continuados; cada uno de ellos apareja una sola intuición. Tienen clima y traiciones de pesadilla. Es harto fácil denigrar los cuentos de Kafka a juegos alegóricos. De acuerdo; pero la facilidad de esa reducción no debe hacernos olvidar que la gloria de Kafka se disminuye hasta lo invisible si la adoptamos. Franz Kafka, simbolista o alegorista, es un buen miembro de una serie tan antigua como las letras; Franz Kafka, padre de sueños desinteresados, de pesadillas sin otra razón que la de su encanto, logra una mejor soledad. Lo atroz de las figuras de la pesadilla, ¿no está en su falsedad? Su horror incomparable, ¿no es el horror de sabernos bajo el poder de un proceso alucinatorio? Ese clima es precisamente el de los relatos de Kafka. No sabemos -y quizá no sabremos nunca- los propósitos esenciales que alimentó. Aprovechemos ese favor de nuestra ignorancia, ese don de su muerte, y leámoslo con desinterés, con puro goce trágico. Ganaremos nosotros y ganará su gloria también”.
Al respecto, en 2014 el escritor y psicoanalista argentino Luis Gusmán (1944) publicó en “Luvina”, la revista literaria de la Universidad de Guadalajara, “Borges, Kafka: el sueño y la pesadilla”. Allí, entre otras cosas, aseguró que “tanto Borges como Kafka tienen un corpus sobre los sueños. Creo que, de alguna manera, estos dos escritores le otorgaban al sueño un carácter ficcional. Un cuento oral o escrito fue inventado para ser contado. Un sueño fue soñado para ser contado. Pero creo que ambos le daban mucha importancia al espacio donde ocurría el sueño”. Y especificó: “Resumo las coincidencias entre Borges y Kafka. 1) El aspecto biográfico del sueño; 2) el despertar; 3) en qué lugar estamos cuando soñamos; 4) la necesidad de contar el sueño; 5) el sueño es una obra de ficción. Que haya coincidencias no excluye encontrar en ellas diferencias en el tratamiento que Borges y Kafka hacen del tema”.


Agregó más adelante: “Kafka tiene sueños pesadillescos. Por ejemplo, el de un perro acostado sobre su cuerpo con una pata cerca de su cara. Lo que confirma lo pesadillesco del sueño es que al despertar hay un temor a volverse a dormir, cerrar los ojos y volver a verlo. También sueña con el torso de una mujer de cera que le oprime el pecho. Sueña que está durmiendo sobre un durmiente de las vías del ferrocarril y un tren le pasa por encima. Kafka cuenta otro sueño en que su cuerpo es despedazado por un ancho cuchillo de carnicero con una regularidad mecánica que nos recuerda el mecanismo de la máquina de ‘La colonia penitenciaria’. En Borges, el sueño ‘La prueba’, que recopila en el ‘Libro de sueños’: Coleridge vuelve con una rosa como la prueba material de que en su sueño verdaderamente ha atravesado el paraíso. Kafka ha sido sometido a una lectura más pesadillesca de la realidad, mientras que sobre Borges ha pesado una lectura más laberíntica, ya que sus sueños han quedado más del lado del mito y de lo fantástico que de lo ominoso”.
En 1985 la editorial “Hyspamerica” publicó “América. Relatos Breves” de Kafka. En su prólogo Borges escribió: “1883, 1924. Esas dos fechas delimitan la vida de Franz Kafka. Nadie puede ignorar que incluyen acontecimientos famosos: la primera guerra europea, la invasión de Bélgica, las derrotas y las victorias, el bloqueo de los imperios centrales por la flota británica, los años de hambre, la revolución rusa, que fue al principio una generosa esperanza y es ahora el zarismo, el derrumbamiento, el tratado de Brest-Litovsk y el tratado de Versalles, que engendraría la Segunda Guerra. El destino de Kafka fue transmutar las circunstancias y las agonías en fábulas. Redactó sórdidas pesadillas en un estilo límpido. No en vano era lector de las ‘Escrituras’ y devoto de Flaubert, de Goethe y de Swift. Era judío, pero la palabra judío no figura, que yo recuerde, en su obra. Ésta es intemporal y tal vez eterna. Kafka es el gran escritor clásico de nuestro atormentado y extraño siglo”.

6 de agosto de 2023

Jorge Luis Borges y Franz Kafka. ¿Afinidad, influjo, embeleso?

2º parte: El genial discípulo

En traducciones, artículos,  prólogos, conferencias y reportajes, durante algo más de cinco décadas Borges no dejó de hacer referencia a Franz Kafka. Allá por octubre de 1937 publicó en la revista “El Hogar” -una publicación en la que, entre muchos otros, escribían autores prestigiosos como Horacio Quiroga (1878-1937), Conrado Nalé Roxlo (1898-1971), Roberto Arlt (1900-1942) y Manuel Mujica Lainez (1910-1984), y de la cual él estaba a cargo de la sección “Libros y autores extranjeros”- un breve artículo titulado “Franz Kafka”. En él afirmó: “‘América’, la más esperanzada de sus novelas, es acaso la menos característica. Las otras dos -“El proceso” y “El castillo”- tienen un mecanismo del todo igual al de las paradojas interminables del eléata Zenón. El héroe de la primera, progresivamente abrumado por un insensato proceso, no logra averiguar el delito de que lo acusan, ni siquiera enfrentarse con el invisible tribunal que debe juzgarlo; éste, sin juicio previo, acaba por hacerlo degollar. K., el héroe de la segunda, es un agrimensor llamado a un castillo, que no logra jamás penetrar en él y que muere sin ser reconocido por las autoridades que lo gobiernan. No me parece casual que ambas novelas falten los capítulos intermedios: también en la paradoja de Zenón faltan los puntos infinitos que deben recorrer Aquiles y la tortuga”. Cabe aclarar que “América” fue el título que Max Brod escogió cuando la publicó en 1927, pero en 1912 cuando Kafka la escribió, la tituló “Der verschollene” (El desaparecido).
Con respecto a la producción cuentística del escritor checo agregó: “De los cuentos de Kafka entiendo que el más admirable es el titulado ‘La construcción de la muralla china’. También ‘Chacales y árabes’, ‘Ante la ley’, ‘Un mensaje imperial’, ‘Un ayunador’, ‘El pesar del padre de familia’, ‘El problema de las leyes’, ‘Una vieja página’, ‘El buitre’, ‘El topo gigante’, ‘Investigaciones de un perro’ y ‘La madriguera’”. A ellos agregaría tiempo después “Josefina la cantora o el pueblo de los ratones”, “El escudo de la ciudad”, “Primera tristeza”, “Prometeo” y “Una confusión cotidiana”. Vale aclarar que dos de esos cuentos -“El ayunador” y “Una vieja página”- finalmente fueron publicados como “Un artista del hambre” y “Un viejo manuscrito” respectivamente.


Puede afirmarse que la relación que Borges tuvo con la literatura de Kafka fue tan extensa como su vida. Él mismo contó que lo descubrió cuando tenía dieciséis años y, estando en Suiza con sus padres, su hermana y su abuela materna, había empezado a estudiar alemán leyendo poemas de Heinrich Heine (1797-1856), pero que realmente pudo aprenderlo cuando descubrió los relatos de Kafka. Si bien, ya anciano, Borges comentó que lo primero que leyó de él fue un libro llamado “Once cuentos”, vale aclarar que Kafka nunca publicó un libro con ese nombre. Lo que sí había publicado por entonces es “Betrachtung” (Contemplación), un libro que contiene dieciocho cuentos. Es posible que el octogenario Borges se confundiese con “Elf söhne” (Once hijos), uno de los cuentos que formó parte de “Ein landarzt” (Un médico rural), una publicación que llevó a Max Brod a afirmar en un artículo aparecido en la revista “März” el 15 de febrero de 1913: “Puedo muy bien imaginarme a alguien en cuyas manos caiga este libro y cómo, desde ese instante, cambia totalmente su vida, cómo se convierte en otra persona distinta”.
Como dato curioso y llamativo de la consonancia entre ambos escritores puede mencionarse que, mientras Kafka trabajaba en la compañía de seguros de accidentes laborales Arbeiter Unfall Versicherungs Anstalt y comenzaba a padecer los primeros síntomas de la tuberculosis que le causaría la muerte siete años después, en una carta dirigida a su amiga, la escritora, periodista y traductora checa Milena Jesenská (1896-1944), manifestó su interés por la Revolución Rusa tras leer el artículo “Impressions of Bolshevik Russia” (Sobre la Rusia Bolchevique) que el filósofo británico Bertrand Russell (1872-1970) había publicado en el periódico “Prager Tagblatt”. Kafka le escribió a Milena: “El bolchevismo me ha causado una gran impresión en mi cuerpo, mis nervios, mi sangre”. Lo que le parecía digno de elogio en los revolucionarios rusos era su “compromiso radicalmente internacionalista”.
En consonancia con esto, luego de vivir en Ginebra y antes de regresar a Buenos Aires tras la muerte de la abuela, la familia Borges se instaló en España, primero en Barcelona y luego en Palma de Mallorca. También estuvieron un tiempo en Sevilla y en Madrid. Allí el joven escritor publicó en la revista “Grecia” su poema “Himno al mar”. De regreso a Mallorca, en las revistas “Ultra”, “Cervantes”, “Hélices” y “Cosmópolis” aparecieron los poemas “Épica bolchevique”, “Trinchera”, “Guardia roja”, “Rusia” e “Insomnio”, en los cuales, según sus propias palabras muchos años más tarde, elogió “la Revolución Rusa, la hermandad de los hombres y el pacifismo. En 1918, yo era partidario de la Revolución Rusa, pensaba en un mundo sin fronteras, de paz, de justicia social”. Todos estos poemas pasaron a formar parte de un libro llamado “Salmos rojos”, el que no publicó y cuyo manuscrito destruyó antes de regresar a su país natal.


Ya en Buenos Aires, comenzó a participar en las tertulias que el escritor, abogado y filósofo Macedonio Fernández (1874-1952) organizaba en el café “La Perla”. Allí concurrían el pintor y escultor Xul Solar (1887-1963), el filósofo e historiador Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959), el poeta, novelista y dramaturgo Leopoldo Marechal (1900-1970) y otros escritores, artistas plásticos y pensadores reconocidos. En una de las reuniones, los tertulianos presentes propusieron escribir una novela donde se hacía presidente de la República Argentina a Macedonio Fernández para, de esa manera, abrirle el camino al bolchevismo. Años después, recordando aquellas reuniones de los días sábado que duraban desde las once de la noche hasta el amanecer del domingo, Borges diría que el saber que iba a encontrarse con Macedonio en La Perla le volvía soportable la más trivial de las semanas. “La certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba para justificar la semana”.
Por esas vueltas de la vida, en sus últimos tiempos, Kafka manifestó simpatías por el anarquismo. En sus cartas y diarios aparecen numerosos testimonios acerca de su hostilidad hacia los poderosos y de su solidaridad y compasión hacia los más débiles. Por su parte Borges, admirador de las tradiciones culturales del pueblo judío, fue uno de los primeros intelectuales argentinos en mostrar un fuerte rechazo a las doctrinas del nazismo para, tres décadas más tarde, hacer comentarios elogiosos a la dictadura militar que se instaló en 1976. Sin embargo, años después hizo públicas sus críticas al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y fue uno de los firmantes de la primera solicitada que la organización Madres de Plaza de Mayo lanzó públicamente reclamando por sus familiares desaparecidos.
Dejando de lado estas subjetividades, lo cierto es que ambos escritores pasaron a la posteridad gracias a sus trabajos literarios y no por sus ideas políticas. En el caso de Kafka específicamente, es inevitable no atribuirle a Max Brod que eso ocurriese. Los últimos años de la vida del escritor checo no fueron fáciles. En medio de las penurias causadas por la Gran Guerra (la Primera Guerra Mundial), su salud había empeorado desde mediados de agosto de 1917 cuando se despertó en mitad de la noche vomitando sangre. El diagnóstico de tuberculosis, una enfermedad bastante extendida por aquel entonces, lo llevó a hacer, por consejo de sus médicos, curas de reposo en distintos balnearios. Travenmünde, Lázně Libverda, Marianske Lazne fueron visitados por Kafka con la intención de recuperarse.
Sin embargo su salud empeoró paulatinamente. Después de la hemoptisis sufrió una pulmonía y un ataque de tuberculosis de laringe, lo cual hizo que pasara gran parte de 1921 y 1922 en sanatorios, Tatranské-Matliary y Wiener Wald entre ellos. Aún tuvo tiempo, en julio de 1923, de pasar unas vacaciones en una colonia judía en Müritz, a orillas del Báltico. Fue allí donde conoció a la actriz polaca Dora Diamant (1898-1952), quien sería su compañera hasta el final de su vida. Fue con ella que en el otoño de 1923 quemó algunos de sus cuadernos. Pero antes, cuando creyó que ya no podría volver a levantarse de la cama, le escribió a una carta a Brod.
“Querido Max: Quizás esta vez no me recupere. Después de un mes de fiebre pulmonar, la aparición de la neumonía es bastante probable, y ni siquiera escribir lo pueda evitar, aunque la escritura tiene cierto poder. Para este caso, por lo tanto, aquí está mi última voluntad respecto a todo lo escrito por mí: de lo que he escrito tienen validez sólo los libros ‘El proceso’, ‘América’, ‘La metamorfosis’, ‘En la colonia penitenciaria’, ‘Un médico rural’ y la historia ‘Un artista del hambre’. (De los pocos ejemplares de 'Contemplación' que deben quedar, no quiero que nadie se moleste en destruirlos, pero no permito que se los vuelva a imprimir). Cuando digo que esos cinco libros y la narración son válidos, no quiero decir con esto que tengo el deseo de que se reimpriman ni de que pasen a la posteridad; al contrario, si desapareciesen por completo, se cumpliría mi verdadero deseo. No voy a impedir a nadie, dado que ya están allí, que los conserve si así lo desea”.


Y agregó: “Por otro lado, todo lo demás que he escrito (lo impreso en revistas, en manuscrito o en cartas) en la medida en que se lo encuentre o que se le pueda pedir a los destinatarios (conoces a la mayoría de ellos, sobre todo frau Felice M, frau Julie de soltera Wohryzek y no olvides los cuadernos que tiene frau Milena Pollak), todo esto sin excepción y preferiblemente sin leer (aunque no te prohíbo a ti que le eches un vistazo; prefiero, sin embargo, que no lo hagas  y, en cualquier caso, nadie más debe poder verlos), todo esto tiene que ser quemado sin excepción. Lo mismo harás con todos los escritos o dibujos que poseas o que tengan otros, a quien se los pedirás en mi nombre o que se comprometan por lo menos a quemarlos ellos mismos. Sin excepción todo esto ha de ser quemado y, te lo pido, si es posible hazlo pronto.  Tuyo, Franz Kafka”. Esta carta no hace más que revelar su desaliento y su sensación de fracaso como escritor, un narrador acomplejado que se consideraba a sí mismo un mal novelista y que lidiaba con sus tormentos por las noches mientras escribía.
Aunque tal vez por distintas razones, existen en la historia otras solicitudes como ésta. Es el caso por ejemplo del poeta inglés Lord Byron (1788-1824), quien poco antes de su muerte le pidió a su editor John Murray (1737-1793) que quemase sus memorias, algo que éste hizo en su oficina un mes después del fallecimiento del autor de “Don Juan”. Lo mismo ocurrió con la poetisa estadounidense Emily Dickinson (1830-1886), quien poco antes de morir le pidió a su hermana que su obra terminara en las brasas, algo que ésta hizo con su correspondencia pero no con los miles de poemas que Emily había escrito en cuadernos y hojas sueltas. Otro tanto hizo el escritor ruso Vladímir Nabókov (1899-1977), quien le rogó a su esposa, la editora y traductora Vera Nabókova (1902-1991), que por favor quemase los manuscritos de su novela “Лауpa” (Laura), algo que ella no hizo.
Hubo otros escritores que se encargaron ellos mismos de quemar alguna de sus obras. El escritor ucraniano Nikolái Gógol (1809-1852) por ejemplo, diez días antes de morir, agónico, quemó la segunda parte de “Miórtvyia dushi” (Almas muertas), y el escritor soviético Mijaíl Bulgákov (1891-1940) quemó la primera versión de su obra más conocida “Мастер и Маргарита” (El maestro y Margarita). Y en Argentina, Julio Cortázar (1914-1984), muy crítico con sus primeras obras, quemó sus dos primeras novelas, una infantil titulada “Las nubes y el arquero” y otra llamada “Soliloquio”, basada en una historia real protagonizada por él mismo sobre un profesor que se enamora de una alumna. También quemó una serie de cuentos que se llamaban “La otra orilla”, aunque algunos de ellos llegaron a publicarse. Por su parte Ernesto Sábato (1911-2011) pensó quemar su novela “Sobre héroes y tumbas”. No era la primera vez que el escritor argentino quemaba uno de sus manuscritos, pero cuando su mujer se enteró de lo que pensaba hacer, afortunadamente lo convenció para que no lo hiciera y la publicara.
En cuanto a Borges, se sabe que tenía como hábito destruir todos sus manuscritos escritos con una letra ilegible a causa de su miopía extrema. “El Aleph” es uno de los pocos que se conservan del escritor que no sabía mecanografiar. Pero, más allá de todas estas vicisitudes, fue gracias a Borges que, a mediados de la década de los años ’30, poco a poco salió a la luz un Kafka prácticamente desconocido por los lectores argentinos. Ello ocurrió gracias a sus notas y ensayos publicados en los diarios “La Prensa” y “La Nación” y en la revista “El Hogar”, y más adelante con sus prólogos y traducciones, trabajos todos ellos que tendrían luego resonancia en varios países de América con la publicación de artículos como “Franz Kafka: un mártir de la lucidez” de la filósofa y ensayista española María Zambrano (1904-1991) e “Introducción a Kafka” del poeta y ensayista argentino Rodolfo Modern (1922-2016) en las revistas portorriqueñas “Asomante” y “La Torre” respectivamente.


Otro tanto ocurrió en Cuba con el artículo “El secreto de Kafka” del escritor cubano
Virgilio Piñera (1912-1979) aparecido en la revista “Orígenes”; en Perú con “Quién habla de quemar a Kafka” del poeta surrealista y ensayista peruano Emilio Westphalen (1911-2001) en la revista “Las Moradas”; en Chile con “El misterio de las puertas en la literatura de Franz Kafka” del poeta y prosista salvadoreño Mario Hernández Aguirre (1928-1986) en la revista “Atenea”; y en México con “Kafka” del escritor y periodista español Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) en la “Revista de Occidente”. En la Argentina fue la revista “Sur” -fundada por la escritora Victoria Ocampo (1890-1979)- la que jugó un rol importante en la difusión de la obra kafkiana. En ella aparecieron, entre muchos otros, notables ensayos como “En torno a Kafka” e “Introducción al mundo de Franz Kafka” de los prestigiosos escritores Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) y Eduardo Mallea (1903-1982) respectivamente. Gracias a todos estos artículos Kafka se convirtió en un personaje mítico, lúcido y profético.
En aquella época Borges, quien ya había empezado a destacarse en las letras argentinas gracias a sus poemarios “Fervor de Buenos Aires”, “Luna de enfrente” y “Cuaderno San Martín”; sus ensayos “Inquisiciones”, “El tamaño de mi esperanza” y “El idioma de los argentinos”, y su primera colección de cuentos “Historia universal de la infamia”, opinó que esa recepción de Kafka, no sólo en él, sino también en el conjunto de la literatura universal, se debió a la atemporalidad de su obra, lo cual lo convirtió en un clásico de la literatura. Mucho de lo que escribió desde entonces de alguna manera tenía la impronta de Kafka. No por nada el filósofo y crítico literario franco-estadounidense George Steiner (1929-2020) opinaría en el ensayo “Tigers in the mirror” (Tigres en el espejo), publicado en la revista “The New Yorker” en 1970, que Borges era “un genial discípulo de Kafka”.