Cuando en 1686 Newton dio por concluido el tercer y último libro de los "Philosophiae naturalis principia mathematica" (Principios matemáticos de la filosofía natural), archivó entre sus papeles el manuscrito que había constituido la primera versión de esta última parte dedicada a la astronomía. Esta versión estaba escrita en un lenguaje llano, no especializado y Newton la desechó porque quedaba desdibujada con respecto al rigor y a la profundidad de los dos primeros libros. Pero no se deshizo de ella y en 1728 pudo ser publicada postumamente con el título de "De mundi systemate" (El sistema del mundo), puesto que el original estaba escrito en latín.Este pequeño tratado, desvinculado formalmente de los "Principios" y a la vez tan unido a la gestación de esta obra capital, conoció por su carácter abierto, una difusión considerable y contribuyó a popularizar, en mayor escala que los "Principios" -obra de difícil acceso por la complejidad de su lenguaje matemático-, las teorías de Newton, en particular la teoría de la gravitación universal. Pues el estudio del movimiento de los cuerpos celestes, o el de los movimientos de la Luna con respecto a la Tierra y el Sol, o el fenómeno de las mareas o el de los cometas -cuestiones todas ellas tratadas en "El sistema del mundo"- tuvo en su momento el revolucionario efecto de unificar el movimiento de los cuerpos celestes con el de los cuerpos terrestres bajo un mismo sistema: el de un universo dinámico regido por la ley de la gravitación. "El sistema del mundo" contribuyó además, desde su publicación, a terminar de derribar el sistema ideado por Klaudios Ptolemaios, Ptolomeo (85-165), el astrónomo, geógrafo y matemático greco-egipcio, que fuera la base de la astronomía medieval y renacentista.
La metodología científica utilizada, tan reveladora del pensamiento newtoniano, fue juzgada por algunos contemporáneos del autor, como el matemático alemán Gottfried Leibniz (1646-1716) de insuficiente por el hecho de que Newton rechazó a lo largo de su dilatada vida dedicada a la investigación, la búsqueda de una causa que explicara por qué se produce la gravitación universal. "No es licito -afirmó en una ocasión- entregarse a la ligera a sueños opuestos al conjunto de la experiencia ni dejar de lado la analogía de la naturaleza, pues ésta es simple y siempre concuerda consigo misma". Por el contrario, cabía buscar la formula exacta que regula la fuerza de la gravedad, extraer matemáticamente todas las consecuencias que de ella se derivan y de esa manera poder comprobar ulteriormente su veracidad o falsedad.

"De modo que hay en el pensamiento newtomano -analiza el profesor español Eloy Rada García en 'La estructura de las teorías científicas', 1983- una explícita oposición a cualquier forma de especulación filosófica y, en contrapartida, existe en su obra un sabio equilibrio entre la inducción (que permite ascender desde las leyes de Kepler hasta la ley de gravitación universal) y la deducción (que permite inferir a partir de aquella ley toda una serie de hechos particulares)". Este equilibrio, que ha sido calificado de ejemplar en la historia del pensamiento científico, junto con el rechazo ya mencionado a establecer hipótesis causales de las que no es posible comprobar su veracidad o falsedad es, todavía hoy, algo intrínseco a las reglas del pensamiento científico. Y constituye, asimismo, un ejemplo de honestidad intelectual que es evidente, por ejemplo, en la prudencia con la que el propio Newton presentó sus concepciones sobre los átomos: "La extensión, la dureza, la impenetrabilidad, la movilidad y la fuerza de la inercia del todo nacen de la extensión, de la dureza, de la impenetrabilidad, de la movilidad y de la fuerza de inercia de las partes; de lo que se concluye que todas las mínimas partes de todos los cuerpos son extensas y duras, impenetrables, móviles y dotadas de la fuerza de la inercia. Y este es el fundamento de la entera filosofía". Este concepto no era aplicable a la ciencia ya que, en su época, no se había podido verificar que una partícula indivisible no fuera susceptible de nuevas divisiones hasta el infinito.
En el universo newtoniano surge la idea de un arquitecto creador: "La admirable organización del Sol, los planetas y los cometas sólo puede tener su origen en el designio y soberanía de un ser omnisciente y todopoderoso. Este ser infinito lo domina todo, no a modo de alma del mundo, sino como dueño del universo". También aparecen en el sistema newtoniano los conceptos de tiempo y espacio absolutos. "Este último -explica Rada García- permanece siempre semejante a sí mismo e inmóvil y, puesto que no puede limitarse, es infinito, lo cual explica la omnipresencia de Dios. Análogamente, el tiempo, que fluye continua y uniformemente, es previo a los sucesos temporales". Sostiene Newton que "como tiempo absoluto (distinto, por cierto, del tiempo cronometrado referido a los cuerpos en movimiento) posee incluso una cierta primacía sobre el espacio, del que es cuna, pues el espacio perdura a lo largo y a través del tiempo".

"En esta filosofía de la naturaleza en la que Newton termina por colocar a un ser supremo que regula, como un relojero, el propio mecanismo de relojería que ha creado -sostiene Julio Armedo San José en 'Relaciones entre ciencia, historia de la ciencia y metodología', 1993- el conocimiento que procura la física, conduce de una forma no especulativa ni intuitiva a una basamentación de la fe religiosa. Se trata, en suma, de un puente final entre religión y ciencia que si de un lado expresa las profundas preocupaciones de orden teológico que inquietaron a Newton a lo largo de su vida, de otro lado asegura que el resultado definitivo de toda investigación científica no puede sino conducir a una confirmación de la fe, que deja de interferir el camino de la ciencia, a fin de que ésta quede liberada de cualquier prejuicio de carácter metafísico".
"La cuestión fundamental para la filosofía natural -escribió Newton- es la de proceder a partir de los fenómenos sin falsas hipótesis y deducir las causas de los efectos hasta llegar a la Causa Primera, que efectivamente no es mecánica". De este modo, en el pensamiento newtoniano la física permite no sólo el conocimiento de la naturaleza sino del mismo creador, un creador que interviene de vez en cuando para restablecer alguna irregularidad surgida en el gran mecanismo del mundo.
En el mismo año de la publicación de "El sistema del mundo", apareció la versión inglesa del célebre "Elogio de sir Isaac Newton", de Bernard de Fontenelle (1657-1757), el escritor francés que divulgó en el continente europeo el texto y permitió valorar su importancia y apreciar cómo estimaron a Newton sus contemporáneos.
Isaac Newton, nacido el 25 de diciembre de 1642, en Woolsthorpe, Lincolnshire, Inglaterra, es el heredero de una tradición científica que arranca a partir del Renacimiento, cuando se empiezan a desmantelar las concepciones del universo derivadas del aristotelismo y representa no sólo la culminación definitiva de este último sistema, sino que con su obra la ciencia moderna adquiere su mayoría de edad.
La gran síntesis que Newton efectuó tiene como precedentes en el tiempo a Nicolaus Copérnico (1473-1543) y Johannes Kepler (1571-1630) en el campo de la astronomía, a Galileo Galilei (1564-1642) y Christiaan Huygens (1629-1695) en el terreno fisicomatemático y a René Descartes (1596-1650) y Bonaventura Cavalieri (1598-1647) en el campo matemático. Es precisamente mediante las matemáticas -utilizadas como un poderoso instrumento hasta entonces no conocido gracias a la invención del cálculo infinitesimal- que Newton pudo trasladar las leyes del movimiento y de la gravedad inventadas por Galileo y ampliadas por Huygens al campo astronómico que había delimitado Copérnico y sistematizado mediante fórmulas generales Kepler. A esta gran síntesis, entre mecánica y astronomía, hay que añadir la confluencia en la obra de Newton de dos concepciones de la naturaleza extraordinariamente fecundas: la primera se refiere a la concepción inaugurada por Descartes y Galileo y que entiende que el libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos; la segunda se refiere a la física corpuscular que se había ido esbozando en las investigaciones de Pierre Gassendi (1592-1655) y de Robert Boyle (1627-1691), la que Newton incorporará posteriormente en su "Opticks" (Optica).
También es necesario mencionar al filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626), sobre todo por lo que concierne a la actitud científica que él inauguró en la ciencia británica y que Newton, igualmente, heredó. "Se trata -dice Rada García en la obra citada- de la exigencia de hallar fines prácticos a la ciencia, de que la investigación científica, en consecuencia, acabe derivando en una real transformación del mundo".

Esta actitud moral de Bacon significó un aporte cultural importante en la formación de Newton lo mismo que la figura de Henry More (1614-1687) el filósofo de Cambridge que tuvo una considerable importancia en la concepción newtoniana del universo.
Newton vivió en una época de grandes avances científicos, en la que se estaba gestando una revolución científica por medio de la cual la ciencia pasa a convertirse en parte esencial de la cultura humana, lo que se aprecia con la fundación de sociedades científicas, particularmente la Royal Society de Londres, la más importante de ellas, de la que Newton fue miembro y presidente.
En esa época, Newton halló un medio social extraordinariamente propicio para el desarrollo científico y pudo llevar a cabo su revolucionaria obra para ser reconocido como uno de los grandes genios de la historia de la ciencia. A esta situación contribuyó, además de la citada institucionalización de la ciencia, el gran desarrollo de la manufactura y de las grandes navegaciones, que estimularon de forma muy directa el desarrollo científico ante la necesidad de nuevos inventos mecánicos.
Los "Principios matemáticos de la filosofía natural" -obra que ha sido comparada con "Los elementos" de Euclides (325 a.C.-265 a.C.) y con "El origen de las especies" de Charles Darwin (1809-1882), por la gran influencia que ha ejercido en la historia del pensamiento científico- fue muy pronto adoptada por los jóvenes científicos ingleses, que vieron en ella la fundamentación de la nueva ciencia moderna.
Su obra ocupa un lugar central en la cultura europea del siglo XVIII, y no sólo en el terreno matemático y físico, sino también en el filosófico y el literario. La importancia histórica del pensamiento newtoniano fue captada de modo muy especial por François Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778), quien difundió en Francia los postulados newtonianos y fue a través de esta difusión que su filosofía quedó incorporada en la Ilustración francesa. Del mismo modo, su legado se admitió en la tradición filosófica europea a través de Immanuel Kant (1724-1804), pues fue partiendo del estudio de la obra de Newton que el filósofo alemán estableció sus fundamentaciones filosóficas.Posteriormente, su influencia siguió perdurando, hasta el punto de que, como ha señalado el historiador irlandés John Desmond Bernal (1901-1971) en "Science in History" (Historia social de la ciencia, 1954) desalentó a muchos científicos a seguir investigando en los campos que él había trazado. De esta manera, hubo que esperar al siglo XX para que la física newtoniana, hasta entonces modelo de toda ciencia, evidenciara sus limitaciones en virtud de las aportaciones no menos revolucionarias de Albert Einstein (1879-1955).
Isaac Newton, aquél que había nacido prematuro con sólo un kilogramo de peso y para quién su madre había pensado un destino de granjero, falleció el 20 de marzo de 1727, en Cambridge, Cambridgeshire, Inglaterra. De él dijo el matemático y físico Joseph Louis Lagrange (1736–1813): "Newton fue el más grande genio que ha existido y también el más afortunado, dado que sólo se puede encontrar una vez un sistema que rija el mundo".

Su familia se trasladó en 1846 al norte de Indiana. Con el consentimiento de sus padres -sólo tenía nueve años- se instaló en la casa de un imprentero, en donde trabajó ocho años. Allí se editaba el periódico local "The Northern Indiana", que defendía la abolición de la esclavitud.







A través de sus cartas se pueden seguir sus pasos hasta 1913. Salió de Washington el 2 de octubre de 1913. Visitó los sitios donde había luchado en la guerra civil. Llegó a Nueva Orleans, donde dijo en una entrevista que había dejado de escribir y que se marchaba hacia Sudamérica. Pasó por San Antonio y de allí a Laredo. Siguió luego a El Paso, para después entrar en Juárez, la ciudad que Pancho Villa había tomado el 15 de noviembre. Con él y su ejército se dirigió a Chihuahua. A la edad de setenta y un años, envió su última carta, fechada el 26 de diciembre de 1913, en donde dice que pensaba ir a Ojinaga al día siguiente. Esa ciudad fue sitiada durante diez días a partir del 1 de enero de 1914 y finalmente capturada el 11 de enero, luego de una sangrienta batalla. Los cuerpos fueron quemados en grandes pilas para evitar el peligro del tifus. Es posible que allí estuviera el de Ambrose Bierce, aunque también es posible que muriera en cualquier otro lugar debido al asma, a su edad o a cualquier otro incidente.


La influencia que ejerció la teoría maltusiana fue enorme y superó largamente los límites académicos para hacerse presente en la vida política. Todos los gobiernos británicos, a partir de las primeras décadas del siglo XIX, tuvieron en cuenta la teoría de Malthus y de algún modo la convirtieron en doctrina oficial cuando se trató de elaborar planes de mejoras sociales.





El periplo, de cuatro años, nueve meses y seis días de duración, llevó a Darwin a Tenerife, las islas de Cabo Verde, la costa brasileña, Montevideo, Tierra del Fuego, Buenos Aires, Chile, Perú, islas Galápagos, Tahiti, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania, isla de los Cocos, Mauricio, Santa Elena, Ascensión, Brasil, islas Azores e Inglaterra, realizando un recorrido de 40.000 millas. A bordo del navío, Darwin escribió cuadernos de notas y diarios personales. Su instrumental consistía en un microscopio, un martillo de geólogo, una carabina, una pistola, instrumentos de disección y taxidermia y una gran cantidad de recipientes y reactivos.
A su regreso al Reino Unido el 2 de octubre de 1836, Darwin publicó "The voyage of the Beagle" (Diario del viaje del Beagle) en donde, entre otras cosas, asentó sus observaciones de las innumerables rocas y ejemplares de vegetales y animales que recolectó durante el viaje. Pero también dejó constancia de la impresión que le causaron Buenos Aires y -sobre todo- sus habitantes, tras seis meses de estadía en la capital de las Provincias Unidas del Río de la Plata: "Durante los últimos seis meses -relata Darwin- he tenido lo oportunidad de apreciar en algo la manera de ser de los habitantes de estas provincias. Los gauchos u hombres de campo son muy superiores a los que residen en las ciudades. El gaucho es invariablemente muy servicial, cortés y hospitalario. No me he encontrado con un solo ejemplo de falta de cortesía u hospitalidad. Es modesto, se respeta y respeta al país, pero es también un personaje con energía y audacia".
Más adelante, Darwin se asombra: "La policía y la justicia son completamente ineficientes. Si un hombre comete un asesinato y debe ser aprehendido, quizá pueda ser encarcelado o incluso fusilado; pero si es rico y tiene amigos en los cuales confiar, nada pasará. Es curioso constatar que las personas más respetables invariablemente ayudan a escapar a un asesino. Parecen creer que el individuo cometió un delito que afecta al gobierno y no a la sociedad".
Darwin no se guarda nada: "En la Sala de Buenos Aires no creo que haya seis hombres cuya honestidad y principios pudiesen ser de confiar. Todo funcionario público es sobornable. El jefe de Correos vende moneda falsificada. El gobernador y el primer ministro saquean abiertamente las arcas públicas. No se puede esperar justicia si hay oro de por medio. Conozco un hombre (tenía buenas razones para hacerlo) que se presentó al juez y dijo: 'Le doy doscientos pesos si arresta a tal persona ilegalmente; mi abogado me aconsejó dar este paso'. El juez sonrió en asentimiento y agradeció; antes de la noche, el hombre estaba preso".
No. No es verdad que Darwin haya sido el personaje central de la novela que H.G. Wells escribió en 1895, "The time machine: an invention" (La máquina del tiempo), ni tampoco que haya protagonizado la serie televisiva de ciencia ficción producida por Irwin Allen entre 1966 y 1967, "The time tunnel" (El túnel del tiempo). Lo que sí es cierto es que viajó en el bergantín H.M.S. Beagle y durante seis meses permaneció en Buenos Aires.

"Ese mundo turbador -explica Francesc Navarro en "Postimpresionismo y neoimpresionismo" (1995)- fue captado por Toulouse Lautrec en lienzos admirables por su aguda percepción del movimiento, por las expresiones y efectos de luz y -sobre todo- por su grafismo nervioso, por los contornos de líneas vibrantes, aprendidos en las estampas japonesas del siglo XVIII, largamente contempladas en la trastienda del 'Pére' Tanguy, amigo de todos los pintores desconocidos de París, a los que prestaba telas y colores cuando no tenían dinero para pagarle".
"Su mirada, siempre al acecho, descubría a las diosas del café-concert extrañamente maquilladas y con la sorprendente iluminación de abajo arriba que proyectaban las candilejas" -dijo el comerciante de arte Maurice Joyant (1866-1930) en un artículo de la época-. "Para ellas realizó una fantástica serie de carteles utilizando la litografía en colores, modalidad que revolucionó totalmente: Jane Avril alegre, con su silueta elegante y fina; Yvette Guilbert, la cantante de los largos guantes negros; May Belfort, la irlandesa que aparecía en escena perversamente vestida de bebé, con un gatito negro en los brazos; la pelirroja inglesa May Milton, y tantas otras".
Pronto colaboró, como ilustrador, en varias revistas de la época, como "L'Escaramouche", "Le Fígaro illustré" y "Le Rire". En 1895 decoró con paneles pintados sobre telas el barracón que la famosa bailarina Louise Weber (1866-1929) instaló en la Foire du Troné, los que actualmente se hallan en el Musée d'Orsay.
En 1901, habiendo reincidido en la bebida, sufrió un ataque de parálisis y se hizo transportar al lado de su madre en el castillo de Malromé (Gironda), donde murió el 9 de septiembre a la edad de treinta y siete años. Con su figura de enano, su mirada llena de ternura y su ironía siempre vigilante, Lautrec -pese a su corta vida- creó para siempre un mito aún hoy deslumbrante: el del París de fin de siglo.

Hay cuatro áreas en las cuales los inversionistas concentran habitualmente su atención en busca de señales de un deterioro o una mejora de los mercados. La primera de ellas es la diferencia entre las tasas de referencia de los bancos centrales y las tasas que los bancos cobran por prestarse dinero entre sí. Mientras mayor es la diferencia ("spread" en la jerga financiera) mayor es la renuencia de los bancos a prestarse entre ellos. Habitualmente, cuando esa diferencia se amplía, tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal de Estados Unidos suelen inyectar enormes cantidades de dinero para conservar la "salud" del sistema.


La sociedad mundial globalizada está frente a un desafío sobre el que no parece haber demasiada conciencia: la distribución de ingresos a nivel mundial es cada vez más regresiva y millones de personas quedan cada vez más desprotegidas, cuando no excluidas, frente a las necesidades básicas de subsistencia. La problemática del empleo, por su parte, se ha hecho insoluble en términos tradicionales, mientras los cuantiosos excedentes que genera la economía mundial y que aceleran su concentración, se vuelcan en un mercado financiero que crea ganancias para pocos durante algún tiempo y pérdidas para casi todos en un lapso mucho más corto y, sin duda, mucho más dramático.