El origen del interés de Noé Jitrik por la crítica literaria coincide con el momento en que este género se transformaba en uno de los más respetados por los jóvenes intelectuales. Efectivamente, a comienzos de la década del '50 y mientras realizaba sus estudios universitarios en la facultad de Filosofía y Letras, Jitrik conoció a algunos de los intelectuales que renovarían las ideas de los años por venir: Ramón Alcalde (1922-1989), Oscar Masotta (1930-1980), León Rozintchnner (1924) y David Viñas (1927). Con ellos y otros jóvenes universitarios enrolados en la naciente nueva izquierda intelectual argentina, compartió las páginas de la mítica revista "Contorno", fundada en noviembre de 1953 por Ismael Viñas (1925). La vida de dicha revista se extendió de 1953 a 1959, editándose diez números a los que se sumaron dos "Cuadernos de Contorno", aparecidos respectivamente en 1957 y 1958. Partiendo de la crítica literaria y replanteando la problemática de las relaciones entre literatura y sociedad, los integrantes de la publicación renovaron la mirada histórica, sociológica y política sobre la realidad argentina. Hasta 1955 la revista sólo se ocupó de temas literarios, en un programa de reordenamiento de la tradición intelectual argentina y la construcción de una nueva línea. Después del golpe de estado, "Contorno" se convirtió en una revista de discusión política donde se analizó el populismo cultural postulado por el peronismo y se buscaron alternativas que conjugasen los ideales marxistas y existencialistas del grupo. El propósito de la revista, entonces, fue enfocar la literatura argentina desde una visión política, haciendo una relectura que trazó nuevos lineamientos y reubicó a algunos autores mientras desplazó a otros. Esa nueva organización del sistema literario marcó la centralidad de, por ejemplo, Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) y Roberto Arlt (1900-1942), y el desplazamiento de Eduardo Mallea (1903-1982) y Jorge Luis Borges (1899-1986), escritores afines a la oligarquía criolla más reaccionaria y elitista. Jitrik, activo colaborador de la revista, publicó sus primeros ensayos a partir de 1960. Leopoldo Lugones (1874-1938) y Horacio Quiroga (1878-1937) fueron los primeros autores examinados por quien, con el correr de los años, se convirtió en uno de los críticos argentinos de más larga, prolífica y respetada trayectoria. Luego seguirían Esteban Echeverría (1805-1851), José Martí (1853-1895) y Macedonio Fernández (1874-1952) entre muchos otros. Sergio Varela dialogó con él para hablar de los rasgos más apasionados de los escritores nacionales y extranjeros, históricos y contemporáneos. La entrevista apareció en la revista "Quid" nº 25, correspondiente a diciembre de 2009.
¿Es usted el "Noé" que menciona Paco Urondo en su poema "La amistad, lo mejor de la poesía"? Quizás Urondo sea un buen punto de partida para hablar de la pasión en la literatura argentina.
Sí, soy yo. Ese poema responde a un momento muy particular, a la conformación de un grupo que giraba en torno a la poesía. Parte del grupo venía de "Poesía Buenos Aires", revista a la que Paco pertenecía, y otros veníamos de otro lado. Pero se tramó entre nosotros una amistad personal muy entrañable durante un período largo, desde el '59 hasta el '66 aproximadamente, en que éramos como hermanos. Andábamos juntos, y la relación a través de la poesía era -la palabra es adecuada- muy pasional. Nos importaba mucho el trabajo poético, nuestros gustos poéticos y la posibilidad de ir modificando nuestros propios lenguajes. Sobre esa base es que hicimos, desde el año '63, la revista "Zona de la Poesía Americana". En ese movimiento pasional también estaban César Fernández Moreno, Edgar Bayley, Alberto Vanasco y otros, con quienes vivimos un momento de mucha conexión (podríamos llamarla "pasional" en ese sentido, hasta con intercambio de mujeres) diríase "clánica", cotidiana, nocturna. No era sólo una bohemia intelectual, sino también "física", si cabe la definición. Fue un período muy bello de grandes amistades. Luego los caminos se bifurcaron y siguieron distintos destinos. El de Paco, un destino trágico que lamentamos muchísimo.
En su nuevo libro -"Panorama de la literatura argentina"- usted recorre la historia literaria de nuestro país. ¿Qué importancia ha tenido la pasión en la expresión escrita en nuestro territorio?
Si imaginamos escritores como Echeverría, por ejemplo, que escribe esos poemas cuando viene de Europa, o "La cautiva", y luego encerrado en una estancia en Los Talas escribe "El matadero" y luego tiene que emigrar, se percibe que está consumido por la pasión. El "Facundo" de Sarmiento también es un ejemplo de esa pasión. Hay otros escritores que parecen contraponerse, en cambio, como Mansilla, que parece más medido o más "frío", pero la continuidad de su obra no se explicaría sin un interés pasional, que pasa por la relación del sujeto con la realidad, con el mundo, con su historia, consigo mismo y con los que lo rodean. ¿Por qué escribe la gente de la generación del '8o, por ejemplo? Cuando son funcionarios, son "niños bien", son ricos, son diplomáticos, viajan por el mundo, tienen todo en sus manos, casas maravillosas. Y sin embargo, escriben. El escribir supone una decisión libidinal, que podríamos llamar "pasión". Esto se ve con mucha mayor evidencia en un hombre como Florencio Sánchez: aun en medio de la penuria, con unos sufrimientos personales espantosos, sigue escribiendo sus obras de teatro, a cual mejor, con un sentido de la perfección muy grande. Porque claro, lo de la pasión puede entenderse en el sentido más individual, como pasión personal, física, o bien la pasión por algo que se hace, y en lo cual se pone una fuerza determinada que podríamos llamar pasional. Un sujeto más actual, como Osvaldo Lamborghini es un hombre y un escritor incinerado en su obra, y en medio de las penurias personales más extremas sigue y sigue escribiendo. Jacobo Fijman, por ejemplo, encerrado en el hospicio y al mismo tiempo escribiendo cosas muy buenas. Y Borges, con su continuidad en el interés por cosas que ya no le importan a la gente, y a él también podrían no importarle y dedicarse simplemente a recibir homenajes por lo hecho previamente. Pero, la pasión para un escritor nunca es lo ya hecho, sino lo que todavía no ha podido hacerse.
Usted ha vivido en el exilio en México y antes estuvo en el Mayo del '68 viviendo de cerca esos acontecimientos. ¿Qué diferencia encuentra entre la pasión -en lo privado y en lo público- de aquellos años y la literatura y la participación política en la posmodernidad?
Sí, hay muchas diferencias. Pero no me animo a generalizar porque yo ahora soy más viejo que entonces. La mirada de este orden de compromisos con lo real por un lado se hace evocativa (sí, estuve en Mayo del '68, viajé especialmente a París durante los acontecimientos, participé de las asambleas, emigré, pensé, escribí, leía, cocinaba, llevaba a los chicos), era una vida de una intensidad muy grande, que ahora no la hago ni la puedo hacer. La evocación tiene sus bemoles, y hay que tener cuidado con ella. No tiene buena prensa, la evocación. El libro de Hudson, "Allá lejos y hace tiempo", es una excepción. Pero visto desde afuera, no sé muy bien qué pasa hoy con la gente que tiene la edad que yo tenía cuando estaba en aquellos acontecimientos. No lo sé. Pienso que hay un orden de intereses nuevos, diferentes, que ciertos lenguajes han cambiado en ese sentido. Por ejemplo, las perspectivas de orden familiar son otras. La mayoría de la gente joven de esta época ya se divorció tres veces. Eso, en aquellos tiempos, no ocurría. Había desde luego separaciones, pero estaban teñidas de un dramatismo muy grande que daba lugar a novelas (por lo general, malas). Era algo más excepcional, más cargado de amor y de odio, mucho más apasionado.
Probablemente ese cambio cultural que usted menciona tenga incidencia en el tipo de relatos que surgen de esta época...
Me parece que sí. Creo que no se le encuentra la vuelta a un tipo de indagación psicológica de detalles. Es muy difícil pensar en un Proust o Henry James, que eran indagadores del detalle psicológico y los vínculos, en la literatura argentina actual.
¿Cuáles han sido las páginas más apasionadas de acuerdo con su investigación? ¿Y cuáles las más apasionantes?
Sin duda el comienzo del "Facundo". Supongo que hay otras, también. De las más apasionantes podría ser "El juguete rabioso", de Roberto Arlt. En el plano de la poesía, creo que una expresión de vuelco apasionante podría ser la obra de Girondo, con la destrucción y reconstrucción del lenguaje. Eso me parece un gesto muy apasionado y apasionante.
Y retomando aquel poema de Paco Urondo, en el que se preguntaba "no sé si habremos dado en el clavo", siente usted que alguna vez "ha dado en el clavo"?
Sinceramente no lo creo. Yo estoy permanentemente buscando, nunca estoy satisfecho. Siempre pensando cómo será esa calle que se abre, fulgurante, frente a los ojos de alguien que dice: "esto es", como si se tratara de una revelación casi mística. Yo padezco su ausencia o sus elipsis. Otros escritores, como Thomas Mann, atraviesan el exilio, la lucha contra un cáncer y siguen escribiendo su novela. Hay algo ahí excepcional en relación con la voluntad y el deseo de escribir como casi lo único que tiene sentido para esa vida. Yo escribo permanentemente, pero no sé si lo siento de ese modo. No quiero engañarme a mí mismo, no estoy seguro de haber dado en el clavo.
5 de marzo de 2011
3 de marzo de 2011
Noé Jitrik: "La relación entre literatura y compromiso político es siempre problemática"
El escritor argentino Noé Jitrik (1928) es autor de numerosos ensayos sobre literatura e historia, teoría y crítica literaria, narraciones, cuentos y novelas. De su vastísima obra
crítica sobresalen "Procedimiento y mensaje de la novela", "El dominio de la palabra", "La lectura como actividad", "Escritores argentinos, dependencia o libertad", "Lectura y cultura",
"Las contradicciones del modernismo" e "Historia e imaginación literaria". Ha dirigido la estupenda obra "Historia crítica de la literatura argentina" compuesta por doce volúmenes, un proyecto de gran relevancia intelectual y editorial que contó con la colaboración de
numerosos ensayistas de prestigio internacional. En 2009 lanzó "Panorama histórico de la literatura argentina", una mirada completa sobre la literatura nacional, desde la conquista hasta nuestros días, que permite apreciar la constante transformación de la literatura
argentina a través de tres siglos. Comenzando con autobiografías, relatos de viajeros, crónicas y notas periodísticas, transita luego por los caminos neoclásicos, románticos, gauchescos, naturalistas, historiográficos, modernistas y ultraístas, para concluir con un análisis sobre la producción literaria actual. La aparición de esta valiosa obra motivó la entrevista al autor realizada por Augusto Munaro y publicada por el diario "Los Andes" de Mendoza el 27 de febrero de 2010.
¿Es el libro una versión "condensada" de su monumental "Historia crítica de la literatura argentina? ¿Por qué?
No lo es, aunque no puedo negar que "Historia crítica..." me ha servido y mucho para confeccionar este "Panorama...". Espero que también les sirva a otros que quieran, ya sea escribir o enseñar literatura argentina. En cuanto a "Panorama...", el objetivo que perseguía su redacción era otro: en parte informar a un público general, interesarlo por lo que en doscientos años esta literatura ha obtenido, en parte, también, dar cuenta de un proceso que se vincula de manera excepcional con la historia misma del país. El cumplimiento de tal objetivo exigía un lenguaje diferente del de la "Historia...", más de divulgación, pero sin sacrificar el rigor ni el interés narrativo. Por otra parte, se trataba también de una contribución a lo que puede ser una celebración del Bicentenario, no exaltada ni patriotera, ajustadamente crítica, una propuesta, en suma, de asomarse a un conjunto, un "panorama" atractivo, acercarse a él y desencadenar preguntas y emociones personales.
¿Cuál es la función primordial de un crítico literario? ¿Cuáles son sus mayores responsabilidades?
Por empezar, un crítico literario forma parte de la literatura de la que se ocupa; en ese sentido sus responsabilidades son las de todo escritor aunque sus opciones de escritura van para un lado particular; la diferencia reside en que si un escritor en general toma como punto de partida para producir un texto sus observaciones, experiencias, imágenes, sueños, etcétera, para el crítico el punto de partida son los textos ya escritos. En cierta tradición, la función del crítico consiste en echar luz sobre un texto o asunto literario para mostrar lo que el texto vale o la utilidad que presta, según necesidades sociales a las que debería responder; para otra tradición, su función debe limitarse a "mostrar" lo que no se ve de un texto a simple vista, pero, más convencionalmente, se considera que un crítico sanciona y determina lo que sirve o no sirve, lo que va a quedar o ser borrado, etcétera. No puedo responder por mí mismo, en tanto se me aplica esa categoría porque, si se me considera de ese modo, no es porque yo lo asuma ni proclame sino por una necesidad de clasificar, que es propia de un sistema cultural que no comprende sino lo que encierra bajo una etiqueta. Lo mío es otra cosa: me interesa la literatura y trato de entrar en ella, ya sea reflexionando, ya provocándola, ya imaginándola, ya articulando textos que deseo que interpreten lo que sería lo más propio de ella.
¿Es ocioso imaginarse a la historia de la literatura argentina como un posible sistema de la lengua rioplatense?
No puede considerarse el sistema literario argentino como imperialista respecto de la lengua general rioplatense; la literatura es una de sus manifestaciones y si se la observa desde ese punto de vista será posible comprender rasgos y caracteres de dicha lengua, pero sólo algunos, el sistema de la lengua es mucho más amplio y circula por una diversidad de carriles.
¿Cuáles han sido algunos de los puntos de ruptura decisivos en la literatura argentina? ¿Por qué?
La exposición que propongo en el "Panorama..." está organizada según puntos de ruptura: el romanticismo lo es, así como la gauchesca y el modernismo o el realismo, pero también considero momentos históricos precisos, transiciones de épocas, choques y conflictos de tendencias. Se puede entender por "puntos de ruptura" los textos o propuestas literarias que alteran una economía en el orden temático o sintáctico o lingüístico; por eso, la gauchesca lo es, así como el modernismo y tantos otros; cada uno de ellos es un desafío a lo establecido, un "no va más" de un conjunto de hábitos y una correlativa apertura a una zona expresiva nueva.
¿Qué determina el estilo de un escritor?
Si "el estilo es el hombre", lo que determina el estilo de un escritor es lo que determina una subjetividad; en otras palabras, una confluencia compleja de factores a partir, desde luego, de una personalidad en la que ha incidido la pertenencia a determinado medio cultural, familia o clase, una lengua con sus particularidades, una decisión de escribir que no es fácil de explicar. Todo eso junto confluye en una mano que orienta su imaginario de una manera propia, que puede ser inconfundible, aunque también existe lo que se llama "estilo de época" y aún "estilo nacional", términos que permiten agrupar escritores cuyos estilos personales son diferentes.
¿Qué importancia tiene la obra de Macedonio Fernández en la historia de la literatura nacional?
Mucha. Es uno de sus momentos privilegiados, como lo fue la obra de Echeverría, de Sarmiento, de Hernández, de Florencio Sánchez, de Borges y de, por suerte, algunos más, como Arlt o Girondo. La obra -siempre en proceso- de Macedonio es la ruptura por excelencia; en sus escritos reside virtualmente una posibilidad de ser de la literatura que se irá manifestando gradualmente, y no sólo aquí sino en la cultura literaria occidental misma. Remito al volumen 8 de la "Historia crítica de la literatura argentina", enteramente dedicado a él, exhaustivas incisiones en su revolucionaria obra.
¿Cuáles serían algunos de los elementos recurrentes del discurso narrativo actual, surgido en la última década?
Es tanto lo que se produce que sistematizarlo sería como la biblioteca que imaginó Borges, o sea, una tarea cartográfica equivalente a lo que se produjo. Sólo algunos rasgos generales: un predominio de la historia por sobre el lenguaje, muchas veces con historias muy originales y muy buenas, otras no tanto; sobrevivencia de escrituras de rescate de las virtualidades de la lengua y, en general, una fuerte tendencia a la memoria, sea de épocas nefastas, como la dictadura, sea de la infancia, sea de tiempos felices en los que las parejas retozaban libres e inspiradas y ahora son víctimas de la incomprensión; pálida sobrevivencia de la actitud denuncialista y atracción por lo marginal y peligroso, con caída en lo policial, casi en homología con lo que ocurre en esta sociedad, en la que se multiplican las tensiones y las opciones son a veces tan opuestas que la vida social termina paralizada, al menos por un momento. Creo que eso se advierte en esa costumbre editorial y periodística llamada "premios": no obstante las gruesas sumas de dinero invertidas, consagran flores de un día, efímeras sesiones fotográficas e insulsas entrevistas. Por otro lado, se registra un hecho inusitado por comparación con otras épocas: escritores jóvenes, buenos o no tanto, prontamente reconocidos, con traducciones a otros idiomas, protegidos por representantes, integrados a un santoral de citas y, por último pero no menos importante, ganando de repente buen dinero aunque, como es sabido, la literatura sólo procuraba, y sin duda procura, felicidad amistosa y familiar, o una benéfica complicidad.
Teniendo en cuenta la literatura inglesa y francesa, ¿cree usted que esta última está más emparentada tradicionalmente con la literatura nacional? ¿Por qué?
Desde luego, desde el naturalismo hasta el surrealismo, pasando por el realismo clásico, en la narrativa, incluida la literatura de la denuncia, y en especial en el campo de la poesía, sobre todo en relación, modernamente, con la vanguardia; un escritor justamente celebrado, como Juan José Saer, podría ser entendido en esa tradición; la inglesa en menor medida pero fuerte en escritores como Borges y Bioy Casares, que algo significan para la historia de la literatura nacional, o Girri en la poesía. La revista "Sur" fue un espacio en el que ambas presencias se conjugaban. Pero esa estrella ha empezado a apagarse en las últimas décadas; unos cuantos escritores que tienen ahora cincuenta años, ya maduros, y los más jóvenes que aparecen en escena, siguen más el enfoque narrativo norteamericano (excluyendo a Faulkner, desde luego, que fue tan importante para gente como Onetti o Di Benedetto): historias reconocibles y efectistas, diálogos punzantes, frases cortas, escenificaciones aptas para pasar al cine.
¿Qué autores argentinos ha disfrutado más como lector?
Mis experiencias de lector son múltiples y variadas. Una lectura del "Facundo", por ejemplo, convoca a mi interés analítico; una de Roberto Arlt sacude mi inconsciente; una de Borges, mi perplejidad; una de Hernández, mis posibilidades de conjetura; una de Gálvez, mis sorpresas cuantitativas; una de Di Benedetto, mi admiración económica. Sé que menciono a los indispensables, pero muchos otros textos y autores me han suspendido y han logrado no sólo ponerme en cuestión, admitir que no podría llevar a cabo lo que ellos han hecho, sino entrar incluso en mis sueños. Es el caso de Arturo Cerretani, de Tununa Mercado, de Juan José Saer, de Alberto Vanasco, de César Fernández Moreno. No hace más de dos días, la lectura de poemas de Arturo Carrera me ha puesto en una situación vibrante, gran poesía.
Desde el punto de vista filosófico, y teniendo en cuenta su prolífica obra crítica, ¿se consideraría un estructuralista?
Me parecería un abuso de mi parte considerarme estructuralista: mis contactos con el estructuralismo fueron ocasionales y no muy profundos, nunca fui muy propenso a afiliarme a los clubes teóricos o metodológicos, pero algunos elementos de esa corriente perduran en mi espíritu organizativo; siempre admiré el espíritu de rigor y la inteligencia de algunos planteos me resultó deslumbrante (con mencionar a Lévi-Strauss o a Genette o a Althusser se entiende mi afirmación), pero sin duda me enfrió la ausencia de la poesía en esas brillantes construcciones. De todos modos, hay que decir que el estructuralismo tampoco caló muy hondo entre los intelectuales argentinos que, en general, en el período que va de 1960 hasta la fecha, prefirieron hallarse en el marxismo, en el psicoanálisis, en la semiótica o permanecieron inmunes a todos esos contagios, estructuralismo incluido.
¿Hasta qué punto la conciencia política argentina transformó el lenguaje literario de su país?
No sé muy bien qué es la conciencia política de un país; si eso es el peronismo para algunos, podría decir que mucho no transformó; si es la izquierda, en alguna medida lo problematizó y hasta se podría decir que vino junto con voluntades de ruptura, pero más en el plano temático que en el de la forma, campo en el cual, después de todo, se presentan dilemas básicos para eso que se llama literatura; si es la derecha, tradicional o fundamentalista, se podría decir que toda idea de transformación del lenguaje literario le era -y le es- profundamente ajena. De modo que mi respuesta es que no tengo la menor idea de cómo dicha "conciencia política" puede haber transformado un lenguaje literario. Es claro que en relación con escritores como Rodolfo Walsh o Haroldo Conti o Francisco Urondo, claramente protagonistas en la literatura y en determinado modo de acción política, se tiende a considerar que transformaron un lenguaje. Francamente no lo creo; lo que sí hay que reconocerles es que llevaron determinados conceptos que estaban en sus proyectos literarios a la acción política y ese paso, muchas veces formulado pero en raras ocasiones consumado, tuvo repercusión y trascendencia. La trágica muerte de todos ellos -y otros más en parecida situación- es como un sello puesto sobre la relación siempre problemática entre literatura y compromiso político.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)

