23 de noviembre de 2025

Cuentos selectos (XXXVII). Carla Maliandi: "Indios"

La dramaturga, narradora, directora teatral y docente argentina Carla Maliandi nació en octubre de 1976 en Venezuela. Durante la instauración del Proceso de Reorganización Nacional, la cruel dictadura cívico-militar-clerical que gobernó la Argentina desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983, sus padres habían viajado a Alemania, primero, y luego a Venezuela, dado que las condiciones para ejercer la filosofía en esos momentos eran muy difíciles y muy incómodas. Su padre fue el filósofo Ricardo Maliandi (1930-2015), graduado como profesor de Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata, doctorado en Filosofía por la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, Alemania, y profesor titular de Ética en la Universidad de La Plata, en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Nacional de Mar del Plata y en la Universidad Nacional de Lanús. Y su madre fue la filósofa Graciela Fernández (1935-2013), doctorada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, profesora titular de Historia de la Filosofía Moderna en la Universidad Nacional de Mar del Plata y profesora del Doctorado en Filosofía de la Universidad Nacional de Lanús. Ambos fueron por muchos años investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y autores de numerosos ensayos y artículos sobre Filosofía.
Carla Maliandi cursó el Doctorado en Filosofía en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y completó sus estudios de grado y posgrado en Actuación en la Universidad Nacional de las Artes, donde actualmente es profesora. Junto a las docentes y dramaturgas argentinas Bibiana Ricciardi (1966) y Aldana Cal (1977) fundó la Compañía Rioplatensas, un colectivo autoral que incluye un programa de televisión que se transmite por el Canal (á) y un ciclo de encuentros generados por un colectivo de mujeres integrado por narradoras, dramaturgas, ilustradoras, músicas y actrices que reflexionan y desarrollan una comunicación con los universos literarios de distintas escritoras y pensadoras del Río de Plata y los utilizan para generar nuevas creaciones: monólogos, ilustraciones, canciones, etc. Según señalaron las creadoras, el colectivo Rioplatensas se conformó “a partir del interés por experimentar una escritura que trascienda las individualidades. Esta búsqueda derivó en distintas producciones textuales, entre ellas la de pensar y recrear el universo de las mujeres escritoras, artistas y pensadoras del Río de la Plata. Un mismo río, tan ancho que parece un mar, tan oscuro que parece barro, junta dos ciudades capitales: Montevideo y Buenos Aires. En una, el oleaje llega a la orilla y dibuja una playa, en la otra, la ciudad lo empuja y le da la espalda, ignorándolo. En cada extremo del río hay mujeres rioplatensas. Así queremos llamarnos y llamar a las mujeres que nos precedieron, abriendo camino, compartiendo el horizonte”.
Carla Maliandi escribió y dirigió las obras de teatro “Lo que quise yo”, “Por la sombra”, “Aeropuerto (el viaje inmóvil)”, “Contusión” y “La tercera posición”, y participó en diversos festivales teatrales tanto nacionales como internacionales. Su primera novela, “La habitación alemana”, fue publicada en 2017 y traducida al inglés, francés y alemán. En 2021 publicó “La estirpe” su segunda novela, la cual también fue traducida al portugués. Ha publicado textos en varias antologías, entre ellos el cuento “Indios” en “Zona de cuentos” de la editorial Interzona; el relato basado en recuerdos familiares “Guárdame, duro armazón” en “El bombardeo. Plaza de Mayo, junio de 1955” de la editorial Alfaguara; las piezas teatrales “Espejo en el desierto” en “Textos en el horno. Una feria de textos inéditos” de la editorial del Instituto Universitario Nacional del Arte y “Regen (Lluvia)” de la editorial del Instituto Nacional del Teatro; y el ensayo “Sentido político en la construcción de dramaturgias contemporáneas. Notas para seguir pensando lo político y sus paradojas” en la revista digital “Territorio Teatral” nº 11. Además ha publicado artículos en los suplementos culturales “Ñ” del diario “Clarín” y “Radar” del diario “Página/12”, y en el semanario “Miradas al Sur” que dirige el docente universitario, periodista y escritor argentino Eduardo Anguita (1953).
 

Lo que sigue a continuación es el antes mencionado cuento “Indios”, relato que formó parte de la antología “Zona de cuentos” junto a narraciones de otros autores argentinos como Luis Acardi Lobo, Osvaldo Baigorria, Hernán Bergara, Santiago Craig, Andrea Cuello, Horacio Mohando, Jorge Oscar Piva, Carlos Quinto, Fernando Rodríguez y Fernando Rouaux.
 
INDIOS
 
No quiero ir. No me gustan los campamentos. Se lo digo a la maestra cuando empieza el recreo y todos los chicos ya están en el patio. Ella, mientras borra el pizarrón, me contesta que es un plan de lo más lindo y que me va a terminar gustando. Me mira con el borrador en la mano y dice que el airecito soleado me va a venir bien, que estoy siempre muy paliducha. Me explica que será como jugar a los indios, dice como haciendo una lista: van a vivir en carpas y cocinarse sus alimentos, lavarse su ropa, hacer artesanías y van a poder correr por el campo que mucha falta les hace a los nenes de departamento.
No hay opción, todos los chicos del grado van a ir, Mi mamá me compra una campera con corderito, un jogging nuevo y me prepara el bolso. Yo rezo para que se rompa el micro antes de entrar a provincia y que nos hagan volver, pero sé que la catramina destartalada va a resistir hasta llegar a Rauch. Mis compañeros le cantan al chofer unas cosas que me hacen reír, pero después se ponen a gritar y a pisar cajas de Cepita vacías contra el suelo. Hacen mucho mido y gritan todo el tiempo. Me hacen doler la cabeza. Quisiera bajarme pero no me dejarían, además la ciudad ya quedó atrás.
Cuando llegamos nos muestran el pueblo, una iglesia y un museo con reliquias militares. Nos guía una señora empleada del museo, nos cuenta que ese lugar se llama Rauch en homenaje al militar Federico Rauch que peleó contra los indios en la frontera y en las guerras civiles argentinas. La señora tiene la voz gruesa, olor a cigarrillo y parece cansada. Hay una pintura colgada en una pared: un malón de indios corriendo por el campo, uno le clavó una lanza a un hombre militar que está a punto de caer de un caballo. Los indios lo tienen acorralado y el hombre que se aferra a las riendas del caballo no tiene escapatoria. Un cartel abajo dice “Muerte de Federico Rauch”. La señora nos muestra con un puntero sables colgados en la pared y otras armas en la vitrina. Algunos de mis compañeros le preguntan cosas sobre las guerras y los muertos, pero la señora contesta que nosotros somos muy chiquitos y que lo único que debemos aprender es a amar a nuestra patria.
Después nos hacen subir de vuelta al micro hasta llegar al campamento que queda más lejos, donde no hay nada, en el campo. Ahí nos recibe el coordinador, está vestido con ropa de gimnasia y tiene un silbato colgado al cuello. Nos mira por arriba de la cabeza, nos cuenta en voz alta, yo soy la número once. Nos dice que recordemos nuestro número para organizarnos mejor en las competencias, y para no perdernos. Nos explica cuáles son las actividades para esos días: hay que izar la bandera muy temprano, preparar el desayuno, lavar los baños, correr carreras de embolsados, pelar papas para el almuerzo, lavar los platos, hacer artesanías, pelar papas para la cena y después de la cena lo peor, lo que el coordinador llama “actividad de supervivencia”: hay que salir a cazar cuises. Le pregunto si yo puedo hacer otra cosa. El coordinador, sin mirarme, me contesta que es obligatorio. Después nos da una vara de caña a cada uno y nos enseña a tallarle la punta.
El día es largo, estúpido y agotador. Yo pienso en mi casa, en qué estará haciendo mi hermanito y en cuánto me gustaría estar ahí. Seguramente esté viendo la tele o jugando con los Rastis cerca de la estufa. A la noche, cuando termino de lavar mi plato, salgo a ver el cielo. Mi mamá me había dicho que en el campo las estrellas brillaban mucho más que en Capital pero esta noche el cielo está muy nublado y no se ve nada. Tengo frio, mucho frío y pienso que si me voy a la carpa ahora el coordinador no se va a dar cuenta. Somos un montón de chicos, ¿qué va notar que yo no estoy? Si ni sabe mi nombre, ni me puso atención en todo el día. Para mí mejor. Además de tonto me parece feo, tiene la cara toda picada de viruela, usa un gel asqueroso en el pelo y cuando se ríe pone la boca para abajo como si en realidad estuviera enojado. Pienso en la maestra, pienso que me va a preguntar cuando volvamos a colegio, si al final me gustó venir. ¿Cómo le puede gustar a alguien todo esto?
Cuando sea grande no voy a venir nunca al campo. Voy a vivir cerca de los cines y voy a ir a comer a restaurantes todas las noches con amigos que tomen vino y hablen de cosas interesantes y hagamos chistes que los demás no entiendan. Si la maestra nos pregunta seguro que todos van a decir que les gustó venir acá y es mentira. Hoy hacía tanto frío que Analía se hizo pis. Yo me di cuenta por la cara que puso y porque tenía todo el pantalón mojado. Jerónimo tampoco está contento, no quiso coser el escudito en el taller de artesanías ni tomar el mate cocido de la merienda y como castigo a la noche lo mandaron a cenar afuera, al lado de las canillas donde se lavan los platos que acá llaman marmitas. Yo le regalé mi caña porque me dio lástima. A él le gustó tener dos lanzas y las talló hasta dejarlas recontra afiladas. Si me voy ahora a dormir nadie se va a dar cuenta.
Camino lento hacia la carpa, tratando de no pensar en nada, con la linterna apagada. Nadie me llama ni escucho el silbato del coordinador y lo tomo como un triunfo. Me meto en la carpa, bajo con cuidado el cierre de la puerta, me saco las zapatillas y me acuesto vestida en la bolsa de dormir sin hacer ningún ruido. Tapada hasta la nariz me acurruco esperando poder soñar algo lindo, pero escucho lo que pasa afuera y no me puedo dormir: el coordinador ordena que se agrupen para empezar la actividad de la noche. Ahora se enumeran, cruzo los dedos para que no se den cuenta de que falta un número. Georgina grita diez y Martín grita doce, y así siguen y me alegro porque creo que el peligro ya pasó. Me parece que ya se están alejando pero una luz ilumina mi puerta, alguien se acerca y sube con fuerza el cierre. El coordinador me encandila con la linterna, no lo veo pero lo reconozco por el olor a desodorante y el brillo que le sale del pelo con gel. Me dice que me levante, que tengo que ir a cazar cuises como todos, que no me haga la mosquita muerta. Le digo que tengo frio y que tengo sueño. Él no me escucha y me pregunta dónde está mi lanza. Le cuento lo que hice con esa caña y él me mira un instante a los ojos por primera vez. Recuperala, me dice. Volvemos con los demás, mientras caminamos me doy cuenta de que el coordinador está contento. Le encanta ir a cazar cuises y llevarnos a todos con él. Me pregunto qué otras cosas raras le gustará hacer y si a veces será bueno. Jerónimo me devuelve la caña cuando se la pido y me pregunta para qué se la regalé. No le explico nada porque me da mucho cansancio y seguimos.
Atravesamos un alambrado y a mí se me engancha el pantalón nuevo, cuando tironeo lo rompo y me dan ganas de llorar pero me aguanto. El campo ahora es como un desierto solitario, lejos de todo. Vamos detrás del coordinador que nos explica cómo tendríamos que tirar la lanza cuando aparezca un cuis. Él tiene mucha experiencia, nos cuenta que lo hace casi todas las noches y que con los cuises que caza alimentan a las aves de rapiña que crían ahí en Rauch. Nos lo cuenta mientras avanzamos a oscuras por el barro y en un momento nos recomienda que tiremos una vez al aire para practicar. Ya va mucho más adelante que nosotros y grita: que tire primero la número once. Todos me miran. Cuando tiro se ríen porque la lanza cae ahí nomás. Yo tengo los dedos congelados y me quiero poner los guantes pero el coordinador nos dijo que no iremos con guantes porque eso nos hace menos hábiles. Todos quieren ser los más hábiles y los más ágiles para impresionarlo. Yo sé que si tiro de nuevo más concentrada me va a salir mejor. Fijo la vista en la nuca del coordinador y tiro de nuevo. No pienso en que le voy a dar, pero la lanza vuela fuertísimo como una flecha y se le clava en el cuello.
Se hace un silencio de todos los ruidos y de todas las voces. Con la lanza clavada el coordinador se da vuelta y nos mira a todos, tiene los ojos rojos y muy abiertos y avanza furioso hacia nosotros. Nos mira con odio y con asombro. Nunca vi una cara así. Yo quiero gritar pero la voz no me sale. Jerónimo dice algo que no entiendo y le tira su lanza al pecho. Con las dos lanzas clavadas el coordinador sigue avanzando. Se nos acerca dando un gruñido horrible. Analía y Martín le tiran también las suyas. Le dan en la panza y en una pierna. Los que tienen linterna lo iluminan: con las cuatro lanzas clavadas en el cuerpo, se tambalea un rato hasta que cae al piso. Respira agitado, tragando el aire con gemidos y me parece que nos insulta. Los demás chicos que lo miran desde arriba también le tiran. Las lanzas caen rapidísimo, se le meten en todas partes, una se le clava en un ojo que estalla en sangre. Nos quedamos todos ahí, sin decir nada. Lo vemos retorcerse en el barro hasta que se queda quieto, con la boca abierta y el ojo que le quedó entero mirando el cielo. Empieza a llover y las gotas le bajan muy despacio por el pelo con gel, por la cara, por la campera de gimnasia. Nosotros también nos estamos mojando. Martín se agacha y le toca la cara con la punta de los dedos. ¿Está muerto?, pregunta Analía. No respira, contesta Martín. Yo recupero la voz y grito muy fuerte. Y gritamos todos y salimos corriendo bajo la lluvia. Avanzamos por el barro dando alaridos pero nadie nos escucha. El campo está oscuro, mudo y más inmenso que un desierto.

18 de noviembre de 2025

Enrique Carpintero: “Hoy el neoliberalismo funciona como un sentido de vida donde vale el ‘sálvese quien pueda’, desarrollando así la violencia destructiva y autodestructiva” (2/2)

Enrique Carpintero fue docente en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y participa frecuentemente en congresos, seminarios y charlas sobre salud mental y psicoanálisis. Ha escrito numerosos artículos en diferentes publicaciones. Entre ellos pueden citarse “El traumatismo social generalizado”, “Contra el negacionismo, una memoria colectiva”, “El Cordobazo en la salud mental” y “Los nuevos modos del fascismo en las democracias occidentales” en el diario “Página/12”; “La cultura del miedo legitima al poder (Violencia e inseguridad en un mundo inseguro)” y “Las fuerzas del cielo se afirman en sus propuestas neofascistas” en la revista digital “La Tecl@ Eñe”; “Primer Congreso Virtual de Psicoanálisis” y “Actualidad de ‘El Fetichismo de la mercancía’” en la revista “Herramienta”; y “‘El Eternauta’ y la importancia del héroe colectivo luchando contra el opresor”, “La conspiración en la literatura de Roberto Arlt”, “La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo”, “La época de un traumatismo generalizado que abarca al conjunto de la sociedad”, “Un fin de época atravesado por claroscuros del que surgen monstruos”, “Poder y subjetividad: las formas actuales de control” y “Patologías del neoliberalismo” en la revista “Topía”. En coautoría con el psicoanalista y editor de la revista “Topía” Alejandro Vainer (1965) ha publicado “Psicología. Entre la represión y la resistencia”, “Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y salud mental en la Argentina de los ‘60 y ’70. Tomo I (1957-1969)” y “Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y salud mental en la Argentina de los ‘60 y ’70. Tomo II (1970-1983)”. Gran defensor de los derechos humanos y destacado estudioso de la obra del filósofo neerlandés Baruch Spinoza (1632-1677), es también un mayúsculo analista del totalitarismo del Siglo XXI marcado por el neoliberalismo extremo y el ascenso de los modelos neofascistas apoyados por el capital financiero.


A continuación, la segunda parte de la combinación de fragmentos de las entrevistas publicadas en el sitio web de “Radio Perfil” el 7 de agosto de 2025, en el diario “Página/12” el 10 de noviembre de 2025 y en el medio de información digital “Tinku” el 1 de noviembre de 2022, a cargo de Jorge Fontevecchia, Oscar Ranzani y Mario Hernández respectivamente.
 
¿Cuáles son, según su criterio, las principales diferencias entre el fascismo clásico y los neofascistas contemporáneos?
 
En primer lugar, en el libro hablo de la tentación neofascista, hay una tentación. No podemos decir que este sea un gobierno neofascista. Sí es un gobierno que está compuesto por muchas personas neofascistas de diferentes características ¿Por qué hablo de neofascismo? En primer lugar, porque el neofascismo implica poder diferenciar ciertas cuestiones que se practican inclusive desde el gobierno, donde ellos hablan de anarcocapitalismo. Me parece una falta de respeto hacia las posiciones anarquistas, que no tienen nada que ver, porque el gobierno de Milei utiliza el Estado en su beneficio o para ser más preciso en beneficio de ciertos sectores económicos. Básica y fundamentalmente de los sectores económicos del capital financiero. Y es donde aparecen las contradicciones entre los sectores del capital financiero y aquellos sectores del capital agrario, industrial y comercial que quieren también tener sus beneficios y creo que este es un poco el juego que hoy se está haciendo donde le están marcando un poco la cancha. El gobierno de Trump manda una ayuda a Milei, pero fundamentalmente a estos sectores del capital financiero que corren peligro sus intereses.
 
¿Este es el punto fundamental para diferenciarlo con el fascismo clásico?
 
Sí, el fascismo clásico se caracterizaba por ser un gobierno -hablemos de Mussolini, básicamente, y de Hitler-, estatista, nacionalista, era un gobierno donde su planteo era desarrollar básicamente el capital industrial. Fundamentalmente, era un gobierno donde el autoritarismo estaba basado en desarrollar las fuerzas productivas en función de los intereses de las burguesías de cada país. Desde allí usaban una violencia explícita -los camisas pardas en Alemania; los camisas negras en Italia- contra las fuerzas socialistas, comunistas, anarquistas que tenían un predominio muy grande. Esto es una diferencia fundamental en relación a este fascismo. Por eso, lo llamo neofascismo, en tanto este neofascismo se apoya en el neoliberalismo. Este neofascismo se apoya en un liberalismo del miedo. Este es un punto que para mí es central. Es un liberalismo donde el miedo es lo que está permanentemente presente: el miedo a no conseguir trabajo, el miedo si tengo trabajo a perderlo, el miedo a no llegar a fin de mes, el miedo al otro humano que me puede atacar, que me puede limitar en mis intereses, en tanto lo que predomina -y lo que plantea- es un individualismo darwiniano todos contra todos.
 
¿La principal consecuencia psicológica a nivel social que provocó el gobierno de Milei es la ruptura de lazo social?
 
Hay varias cuestiones. Yo diría que Milei -y todos estos liberalismos porque esto ocurre no solamente acá, sino en el mundo también, pero vamos a ir a la particularidad acá-, se apoya en esta ruptura del lazo social que venía previamente. Acá hay lo que yo llamo un traumatismo social generalizado que, en todo caso, lo que hace Milei es agudizarlo, pero ya estaba previamente este traumatismo social generalizado. Traumatismo social generalizado donde lo que predominan son lo que en el psicoanálisis llamamos los efectos de la pulsión de muerte. Es decir, la violencia destructiva, la violencia autodestructiva. Es así que nos encontramos con patologías muy graves que predominan como depresiones, adicciones, ansiedad. Y fundamentalmente algo que aparece, pero no se habla mucho porque es un problema muy grave, que es el tema de los suicidios e intentos de suicidios, especialmente en la población joven y los adolescentes, en tanto se encuentran con un mundo del cual no tienen salida.
 
Usted brinda un dato espeluznante en el libro: cada noventa segundos se suicida una persona en el planeta. ¿Cuáles son las principales causas más allá de la singularidad de cada caso?
 
Claro, esto es un dato de la Organización Mundial de la Salud. Si hablamos en el mundo hay un montón de factores: guerras, situaciones económicas espeluznantes en determinado tipo de países. Pero en general, si tomamos nuestro país, Europa, Estados Unidos, lo que aparece es un fracaso de ciertas políticas que intentaban atenuar los efectos del neoliberalismo y que han llevado a esta situación de la sensación de que no hay salida, no hay proyecto, no hay futuro. Hay muchos datos para ver esto. Uno de ellos son los suicidios y los intentos de suicidios, pero también hay un dato que salió hace unas semanas que es llamativo: el 40% de las parejas en la ciudad de Buenos Aires no quieren tener hijos, pero además es un fenómeno que se repite en todo el mundo, en tanto la sensación que tienen es que les están dejando un mundo que es peor que el que estamos viviendo. Esto también es una situación inédita.
 
Y en relación con esto que está diciendo, ¿se puede decir que la principal consecuencia social del neoliberalismo extremo es que busca imponer un modo de vida y no solo un modelo económico?
 
Exacto, exacto. Acá hay una cuestión. No nos tenemos que olvidar que el neoliberalismo surge bajo un modelo de fuerza. En primer lugar, aparecen Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Lo primero que hizo Thatcher para imponer su modelo no solamente económico, sino como ella decía, un modelo social, una forma de vida, fue doblarle el brazo a las huelgas fundamentalmente mineras. Finalmente, lo logró hacer. Margaret Thatcher dejó morir a tres o cuatro mineros en la huelga de hambre, no le importó hasta que levantaron la huelga. Y después, acá en América Latina, el neoliberalismo se inició y se apoyó primero en el gobierno de Pinochet. Fue en la dictadura de Pinochet y segundo acá con el modelo de Videla y compañía con Martínez de Hoz. En estos dos países, el neoliberalismo se apoyó y se sostuvo en dos gobiernos autoritarios. Y hoy -y éste es el punto-, el neofascismo se monta sobre una sensación de desesperanza de grandes sectores de la población, una sensación de no salida de este traumatismo social generalizado para generar una falsa ilusión de que nos podemos salvar solos, que en la medida en que somos emprendedores, que podemos emprender determinados tipos de cosas, podemos llegar a conseguir nuestros objetivos. Esta ilusión es la que se sostiene en ciertos sectores que le ha permitido a Milei ganar la elección. Es cierto que Milei recibió varios cachetazos y los va a seguir recibiendo, pero lo que no debemos dejar de lado es que este neofascismo, estas posiciones de ultraderecha han prendido en cierto sector de la población.
 
En relación a eso que está diciendo, ¿cree que es posible cambiar la cultura de una sociedad cuando el neoliberalismo extremo inoculó el odio hacia lo ajeno? Parte de la sociedad que mamó ese odio y parece ser que forma parte de una cultura, no solo de una política.
 
Sí, creo que el neofascismo llevó adelante una perspectiva y generó ciertas expectativas de una gran parte de la población de ideas conservadoras, de derecha, autoritarias; o sea, fascistas, pero que también permitió que volviera una memoria histórica, que acá nos olvidamos. Nuestro país siempre ha tenido fuerzas de derecha muy importantes. Voy a recordar dos hechos que han quedado en la historia, pero que están en la memoria de nuestro país. Uno, en la época del nazismo, acá en la Argentina: en el Luna Park se hizo el acto nazi más importante en el mundo fuera de Alemania. Uno ve las fotos y dice: ¿Qué pasó? ¿Esto es de acá, Argentina? ¿Esto es el Luna Park? Y segundo, la época de la Semana Trágica acá, cuando se hizo el primer y único “pogrom” contra los judíos en el barrio del Once. Es decir, estas posiciones de ultraderecha forman parte de nuestra historia. Si bien esto siempre ha quedado en la historia como algo que producía cierta vergüenza y se ha tapado, creo que hoy esto es lo que aparece como una forma de manifestarse públicamente.
 
Pero, por otro lado, si bien existía lo que usted dice, era una cuestión marginal. Hoy alcanzó una masividad que no era la de aquellos tiempos.
 
Exactamente, ahí está el punto. Hoy ser ultraconservador, hoy ser de derecha, hoy ser fascista no da vergüenza, como daba hace no mucho tiempo atrás. Al contrario, se lo vive como una posibilidad. Esto pasa hoy acá, en la Argentina y en el mundo. Entonces, de ahí está el cómo enfrentamos a esta cultura de derecha, a esta cultura del neofascismo, con una cultura que nos plantee otro tipo de perspectiva, una perspectiva de relación con el otro, de poder generar una posibilidad de encontrarnos con los otros en función de un bienestar común. Esta es la lucha. Acá hay una complejidad de fenómenos, porque no podemos decir dos más dos son cuatro. Por otro lado, aparece lo que yo llamo acá como una cultura donde lo que predomina es un exceso de realidad.
 
¿Qué quiere decir con el exceso de realidad?
 
Cuando hablo de un exceso de realidad no es que se ha perdido la forma de entender, sino que aparece una realidad, y nos encontramos con una sobrecarga sensorial y emocional que el aparato psíquico no puede procesarla simbólicamente. Desde allí nos encontramos con varias cuestiones. Una es un desbordamiento del aparato psíquico. Los dispositivos actuales nos bombardean sin cesar con noticias, imágenes u opiniones, lo cual nos lleva a una indigestión psíquica, por decirlo de alguna manera. Por otro lado, aparece esta dificultad de elaboración donde el trauma para ser elaborado requiere un tiempo de reflexión, un tiempo y un espacio para ser procesado simbólicamente. Este exceso de realidad dificulta este proceso de simbolización. Esto tiene un impacto en la subjetividad, lo cual plantea una desvitalización del sujeto, una sensación de impotencia y una dificultad de poder diferenciar muchas veces dónde está lo real, dónde está lo imaginario, dónde está lo virtual.
 
Usted encuentra muy actual la filosofía de Spinoza, sobre todo cuando intenta responder por qué los sujetos apoyan a quienes los esclavizan y los someten...
 
Sí la encuentro. Spinoza lo planteó en el siglo XVI, atravesó diferentes siglos esta exposición y de diferentes maneras. Hoy aparece con una complejidad que es diferente a otras épocas, en la cual vamos a encontrar dispositivos sociales y la cual produce procesos de desidentificación y desubjetivación que deja inerme al sujeto ante la sensación de fragmentación de las relaciones sociales. Esta civilización, como yo decía, o esta cultura, está atrapada por la pulsión de muerte, por la violencia destructiva, autodestructiva, la sensación de vacío, la nada. De allí que nos encontramos con la fragmentación de las afecciones comunes, por ejemplo, de los trabajadores en este proceso de desidentificación. Como siempre, el principal problema de nuestra sociedad es el problema de la alteridad. O sea, del reconocimiento del otro. Este neofascismo apunta a que el otro no solamente no existe, sino que el otro es un enemigo al cual yo tengo que combatir. De allí, la necesidad de generar espacios individuales, familiares, sociales y políticos, donde podamos encontrarnos con los otros.
 
Así como hay una desidentificación, como dice usted, también hay una fuerte identificación por parte de otro sector de la sociedad en lo que tiene que ver con la crueldad y en destruir y, si es posible, al otro o al diferente, ¿no?
 
Acá hay otro tema que yo diferencio. Es válido y es cierto poder entender esta crueldad, pero yo discuto mucho cuando se plantea que Milei está loco -que puede ser-, o que es cruel -cosa que es cierto-, pero para no caer en una psicologización tenemos que entender que esto es efecto o consecuencia de defender determinado tipo de intereses económicos que hace que genere sacar lo peor del ser humano. Todos los seres humanos tenemos esta crueldad, así como tenemos esta ternura. Ahora de ahí es que nos encontramos con una cultura que lo que nos saca es la parte más negra, más siniestra nuestra, que estaría ligado a la crueldad o una cultura que lo que nos saca es el amor, la soledad, la ternura. Esto es el planteo spinoceano. Spinoza plantea la forma de luchar contra las pasiones tristes (el odio, la violencia, la crueldad) y que predominen las pasiones alegres (el amor y la solidaridad). Y no para que esta desaparezca porque siempre está en el ser humano.