Licenciada en Letras y
Traductora Pública de Inglés, la escritora argentina Gabriela Grünberg (1957) nació
en Buenos Aires, pasó parte de su infancia en Puerto Rico y en 1970 regresó a
Buenos Aires donde, años después, asistió al taller de lectura y escritura creativa
del dramaturgo, director teatral y guionista de cine Ricardo Monti (1944-2019).
Luego, en 1996, se radicó en la ciudad de Neuquén, capital de la provincia del
mismo nombre, donde trabajó en la Universidad Nacional del Comahue a la vez que
escribía copiosos textos que contribuyeron a acrecentar la literatura de la
ciudad más poblada de la Patagonia. Nieta del famoso poeta Carlos Grünberg (1903-1968) -quien junto a Alberto Gerchunoff
(1883-1950) y César Tiempo (1906-1980) conformó el primer grupo de escritores de
vanguardia de origen judío en la década de 1920- la escritora suele afirmar que
su escritura es “sencilla y uno es lo que escribe y también aquello que calla”.
Remarca que lo más importante para ella es que sus libros “sacuden, conmueven,
conducen a la reflexión, movilizan -o bien nada de esto sucede- a diferentes
niveles intelectuales o sociales. Creo en la mirada del otro con respecto a la
escritura porque es el otro quien nos enriquece y nos constituye”.
Hasta el momento ha publicado los libros de cuentos “El titiritero y otros cuentos” (1996), “Los nudos de la memoria (2005), “La morada de las pasiones” (2008) y “Cuando callan los olivos” (2016), y la que es hasta ahora su única novela: “La memoria en la sangre (2013). También publicó “En la orilla del narrar” (2018), una antología que incluye varios de sus relatos y que constituyó uno de los grandes eventos en la inauguración de la sexta edición de la Feria Internacional del Libro de Neuquén, la que se realizó en la sede neuquina del Museo Nacional de Bellas Artes.
En el prólogo de “El titiritero y otros cuentos”, el citado Ricardo Monti escribió: “Un primer libro es el camino a todos los interrogantes. El horizonte abierto es su meta. Pero ya son perceptibles los rastros y señales preliminares del sendero que se inicia. A poco andar, el paso se afirma. Así ocurre con los ocho cuentos inaugurales de Gabriela Grünberg que integran este volumen”. Y en la contratapa”, la directora, maestra de actores y crítica teatral Nina Cortese (1930-2003) sostuvo que la escritora -quien asistió a muchas de sus clases- “posee un don muy especial: el de la observación selectiva. Esto hace que a partir de los detalles surjan imágenes vívidas que se corporizan con precisión. Sus cuentos tienen una cualidad dramática. Maneja una prosa llena de suspenso que revela el peligro oculto tras apariencias inofensivas. Hay algo más: en sus cuentos se aparta de ella misma y construye un mundo en el que lo cotidiano se jerarquiza. Desde una óptica propia, lo recrea y nos lo devuelve nimbado de misterio. Y de ternura. Sabe, como ‘El titiritero’, manejar los hilos que mueven la emoción”.
En el año 2002 Gabriela Grünberg recibió el Primer Premio de la Antología de Cuento Breve y Poesía de Neuquén por varios de los cuentos incluidos en “Los nudos de la memoria”, libro en el que en cada uno de sus relatos se reflejan y configuran las pasiones humanas como la violencia, la ausencia, la ira, el silencio, el dolor, la tristeza, la soledad y el amor. Tiempo después, en 2008, presentó su tercer libro de relatos -“La morada de las pasiones”- en el auditorio del citado Museo Nacional de Bellas Artes neuquino. Con él obtuvo el III Premio Narrativa “Premio Especial Eduardo Mallea” otorgado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En su contratapa, la licenciada en Psicología y actriz argentina
Ingrid Pelicori (1957) escribió: “Allí donde las pasiones moran, reina lo imprevisible, lo contradictorio, lo inconfesable. Estos cuentos de Gabriela merodean delicadamente esa morada. Son cuentos que respiran, jadean, susurran. Cuentos que están a punto de revelar un secreto. Y que husmean en los sentimientos ocultos, en esa tensión entre lo más reconocible y lo más extraño. Son cuentos atrapantes. En su mirada hay un conmovedor anhelo de compresión, un deseo de honrar el enigma de lo humano hasta en sus márgenes más sombríos. Y de revelar la belleza de ese enigma”. El libro fue traducido al braille e incorporado como material de estudio en la Universidad Nacional del Comahue y en diferentes escuelas secundarias públicas tanto de Neuquén como de Río Negro.
“La memoria de la sangre”, su cuarto libro, es una novela protagonizada por judíos que llegaron de Rusia y bajaron de los barcos llenos de tradiciones, de ilusiones, de esperanzas, y tuvieron que sobrellevar la orfandad y el desarraigo. A lo largo de un siglo de la historia argentina, la autora narra la vida de cuatro generaciones, desde una inmigrante rusa que llega al país con su marido escapando del hambre, y sigue con su hija, su nieta y su bisnieta. Según comentó en su presentación en una tradicional librería de la calle Corrientes de Buenos Aires, “los personajes protagónicos femeninos son judíos, por eso es una novela que habla de un saldo de identidades en muchos sentidos. A su vez, el último personaje va a recuperar su identidad como hija de desaparecidos, pero también como hija de judíos”. Y agregó: “Yo creo que se puede transmitir más violencia o más ternura en un gesto que en una descripción detallada, perversa o amorosa”. Durante la presentación se escucharon obras del compositor, director de orquesta y pianista ruso Dmitri Shostakóvich (1906-1975) dado que, según contó “siempre me gustó combinar música y literatura en mis presentaciones”.
En cuanto a “Cuando callan los olivos”, afirmó que las temáticas de los cuentos “son variadas: exploro la vejez, la muerte, los vínculos amorosos entre hermanos, el hambre, la venta o la trata, la guerra, los sueños. Y siempre, porque ya es una característica mía, un estilo, voy destapando las historias de los personajes como quien pela una cebolla, hasta llegar al alma de cada uno de ellos”. Respecto del proceso creativo para este último trabajo, la autora reconoció que “fue largo. Algunos relatos comenzaron en los ‘recreos’ que me tomaba mientras escribía la novela, que llevó casi cuatro años, hasta su publicación a fines del 2013”.
El mismo año de su edición -2016-, Gabriela Grümberg participó junto a la escritora canadiense Mary Louise Pratt (1948) y la argentina Márgara Avervach (1957), además de otros escritores radicados en Neuquén como el argentino Rafael Urretabizkaya (1963) y el paraguayo Humberto Bas (1965), en el programa de desarrollo profesional “Dar de leer” impulsado por el Ministerio de Educación y la Subsecretaría de Cultura de la provincia. Con el objetivo central de promover la práctica lectora en las aulas y la circulación de obras literarias neuquinas, el programa se desarrolló en las ciudades de Neuquén, Chos Malal y San Martín de los Andes.
Al tiempo que, entre otros proyectos, está trabajando en su segunda novela -sobre la cual dio algunos indicios sobre su temática- con respecto a su técnica de escritura, la escritora neuquina “por adopción” -según se autodefine-, comentó que “escribo en un tiempo suspendido, en una realidad que es la de mis personajes, que me habitan hasta que llega el tiempo de soltarlos y ya no me pertenecen, sino que les pertenecen a los lectores. Mi obra es muy visual, teatral o cinematográfica. Tanto en mi novela como en mis relatos los sucesos que acontecen están puestos en los diálogos de los personajes y en sus acciones. No en la descripción. Intento que los personajes se narren a sí mismos, son ellos los que cuentan”.
Hasta el momento ha publicado los libros de cuentos “El titiritero y otros cuentos” (1996), “Los nudos de la memoria (2005), “La morada de las pasiones” (2008) y “Cuando callan los olivos” (2016), y la que es hasta ahora su única novela: “La memoria en la sangre (2013). También publicó “En la orilla del narrar” (2018), una antología que incluye varios de sus relatos y que constituyó uno de los grandes eventos en la inauguración de la sexta edición de la Feria Internacional del Libro de Neuquén, la que se realizó en la sede neuquina del Museo Nacional de Bellas Artes.
En el prólogo de “El titiritero y otros cuentos”, el citado Ricardo Monti escribió: “Un primer libro es el camino a todos los interrogantes. El horizonte abierto es su meta. Pero ya son perceptibles los rastros y señales preliminares del sendero que se inicia. A poco andar, el paso se afirma. Así ocurre con los ocho cuentos inaugurales de Gabriela Grünberg que integran este volumen”. Y en la contratapa”, la directora, maestra de actores y crítica teatral Nina Cortese (1930-2003) sostuvo que la escritora -quien asistió a muchas de sus clases- “posee un don muy especial: el de la observación selectiva. Esto hace que a partir de los detalles surjan imágenes vívidas que se corporizan con precisión. Sus cuentos tienen una cualidad dramática. Maneja una prosa llena de suspenso que revela el peligro oculto tras apariencias inofensivas. Hay algo más: en sus cuentos se aparta de ella misma y construye un mundo en el que lo cotidiano se jerarquiza. Desde una óptica propia, lo recrea y nos lo devuelve nimbado de misterio. Y de ternura. Sabe, como ‘El titiritero’, manejar los hilos que mueven la emoción”.
En el año 2002 Gabriela Grünberg recibió el Primer Premio de la Antología de Cuento Breve y Poesía de Neuquén por varios de los cuentos incluidos en “Los nudos de la memoria”, libro en el que en cada uno de sus relatos se reflejan y configuran las pasiones humanas como la violencia, la ausencia, la ira, el silencio, el dolor, la tristeza, la soledad y el amor. Tiempo después, en 2008, presentó su tercer libro de relatos -“La morada de las pasiones”- en el auditorio del citado Museo Nacional de Bellas Artes neuquino. Con él obtuvo el III Premio Narrativa “Premio Especial Eduardo Mallea” otorgado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En su contratapa, la licenciada en Psicología y actriz argentina
Ingrid Pelicori (1957) escribió: “Allí donde las pasiones moran, reina lo imprevisible, lo contradictorio, lo inconfesable. Estos cuentos de Gabriela merodean delicadamente esa morada. Son cuentos que respiran, jadean, susurran. Cuentos que están a punto de revelar un secreto. Y que husmean en los sentimientos ocultos, en esa tensión entre lo más reconocible y lo más extraño. Son cuentos atrapantes. En su mirada hay un conmovedor anhelo de compresión, un deseo de honrar el enigma de lo humano hasta en sus márgenes más sombríos. Y de revelar la belleza de ese enigma”. El libro fue traducido al braille e incorporado como material de estudio en la Universidad Nacional del Comahue y en diferentes escuelas secundarias públicas tanto de Neuquén como de Río Negro.
“La memoria de la sangre”, su cuarto libro, es una novela protagonizada por judíos que llegaron de Rusia y bajaron de los barcos llenos de tradiciones, de ilusiones, de esperanzas, y tuvieron que sobrellevar la orfandad y el desarraigo. A lo largo de un siglo de la historia argentina, la autora narra la vida de cuatro generaciones, desde una inmigrante rusa que llega al país con su marido escapando del hambre, y sigue con su hija, su nieta y su bisnieta. Según comentó en su presentación en una tradicional librería de la calle Corrientes de Buenos Aires, “los personajes protagónicos femeninos son judíos, por eso es una novela que habla de un saldo de identidades en muchos sentidos. A su vez, el último personaje va a recuperar su identidad como hija de desaparecidos, pero también como hija de judíos”. Y agregó: “Yo creo que se puede transmitir más violencia o más ternura en un gesto que en una descripción detallada, perversa o amorosa”. Durante la presentación se escucharon obras del compositor, director de orquesta y pianista ruso Dmitri Shostakóvich (1906-1975) dado que, según contó “siempre me gustó combinar música y literatura en mis presentaciones”.
En cuanto a “Cuando callan los olivos”, afirmó que las temáticas de los cuentos “son variadas: exploro la vejez, la muerte, los vínculos amorosos entre hermanos, el hambre, la venta o la trata, la guerra, los sueños. Y siempre, porque ya es una característica mía, un estilo, voy destapando las historias de los personajes como quien pela una cebolla, hasta llegar al alma de cada uno de ellos”. Respecto del proceso creativo para este último trabajo, la autora reconoció que “fue largo. Algunos relatos comenzaron en los ‘recreos’ que me tomaba mientras escribía la novela, que llevó casi cuatro años, hasta su publicación a fines del 2013”.
El mismo año de su edición -2016-, Gabriela Grümberg participó junto a la escritora canadiense Mary Louise Pratt (1948) y la argentina Márgara Avervach (1957), además de otros escritores radicados en Neuquén como el argentino Rafael Urretabizkaya (1963) y el paraguayo Humberto Bas (1965), en el programa de desarrollo profesional “Dar de leer” impulsado por el Ministerio de Educación y la Subsecretaría de Cultura de la provincia. Con el objetivo central de promover la práctica lectora en las aulas y la circulación de obras literarias neuquinas, el programa se desarrolló en las ciudades de Neuquén, Chos Malal y San Martín de los Andes.
Al tiempo que, entre otros proyectos, está trabajando en su segunda novela -sobre la cual dio algunos indicios sobre su temática- con respecto a su técnica de escritura, la escritora neuquina “por adopción” -según se autodefine-, comentó que “escribo en un tiempo suspendido, en una realidad que es la de mis personajes, que me habitan hasta que llega el tiempo de soltarlos y ya no me pertenecen, sino que les pertenecen a los lectores. Mi obra es muy visual, teatral o cinematográfica. Tanto en mi novela como en mis relatos los sucesos que acontecen están puestos en los diálogos de los personajes y en sus acciones. No en la descripción. Intento que los personajes se narren a sí mismos, son ellos los que cuentan”.
A mediados del año 2014 viajó a Buenos Aires para presentar “La memoria de la sangre”. En esa ocasión fue entrevistada por Máximo Soto y dicha entrevista -que sigue a continuación- apareció en la edición del 4 de junio de ese año en el diario “Ámbito Financiero”.