En el museo del Palacio de
Versalles, ubicado a una veintena de kilómetros al oeste de París, se encuentra
un reloj cuya antigüedad se remonta a mediados del siglo XVIII. En su juego de
campanas se ejecuta una melodía idéntica a la del himno nacional inglés “God
save the King”. En un documento de 1719 atesorado en la alcaldía de Saint Cyr
sur Mer -en la región de Provence Alpes Coté d'Azur al sur de Francia- firmado
por el alcalde de entonces, se asegura que la melodía no es otra cosa que un
antiguo motete (composición coral polifónica) compuesto por John Bull
(1563-1628) y conservado en esa comuna desde tiempos del rey Luis XIV (Louis Dieudonné
de Bourbon, 1638-1715).
Otras versiones aseguran que la pieza en cuestión habría sido compuesta por quien fuera el introductor de la ópera en el país galo, Jean Baptiste Lully (1632-1687), quien la habría escrito para celebrar el restablecimiento del rey que acababa de sufrir una enfermedad (fístula rectoanal) titulándola “Grand Dieu sauve le Roi”. Uno de los máximos exponentes del Barroco, el compositor alemán Georg Friedrich Händel (1685-1759), durante una estadía en Francia lo oyó, lo encontró original y, se dice, se lo apropió. A su regreso a Inglaterra -en donde se hallaba establecido- se lo ofreció al rey Jorge I (Georg Ludwig aus Hannover, 1660-1727), y su repercusión fue tal que aquella canción se convirtió en el himno del imperio británico.
Según Louis Bourgault Ducoudray (1840-1910), profesor del Conservatorio de París, academia en la cual se formaron músicos como Pierre Alexandre Monsigny (1729-1817), Luigi Cherubini (1760-1842), Rodolphe Kreutzer (1766-1831) y Claude Debussy (1862-1918), esta práctica era una costumbre habitual en Händel, a quien llamó despectivamente “el más grande ladrón musical que haya existido jamás”. Otra versión, sin embargo, atribuye la autoría del himno inglés al barón Henry Carey (1526-1596), un supuesto hijo bastardo del rey Enrique VIII (Henry of Cornwall, 1491-1547) en la época en que éste estaba casado con Catalina de Aragón (1485-1536), la primera de su media docena de esposas. Como sea que haya sido, el desliz de Händel no invalida su impresionante producción que abarca unas cuarenta óperas, más de veinte oratorios y una gran cantidad de suites, sonatas, conciertos para órgano y música coral, hasta superar las seiscientas composiciones.
Otras versiones aseguran que la pieza en cuestión habría sido compuesta por quien fuera el introductor de la ópera en el país galo, Jean Baptiste Lully (1632-1687), quien la habría escrito para celebrar el restablecimiento del rey que acababa de sufrir una enfermedad (fístula rectoanal) titulándola “Grand Dieu sauve le Roi”. Uno de los máximos exponentes del Barroco, el compositor alemán Georg Friedrich Händel (1685-1759), durante una estadía en Francia lo oyó, lo encontró original y, se dice, se lo apropió. A su regreso a Inglaterra -en donde se hallaba establecido- se lo ofreció al rey Jorge I (Georg Ludwig aus Hannover, 1660-1727), y su repercusión fue tal que aquella canción se convirtió en el himno del imperio británico.
Según Louis Bourgault Ducoudray (1840-1910), profesor del Conservatorio de París, academia en la cual se formaron músicos como Pierre Alexandre Monsigny (1729-1817), Luigi Cherubini (1760-1842), Rodolphe Kreutzer (1766-1831) y Claude Debussy (1862-1918), esta práctica era una costumbre habitual en Händel, a quien llamó despectivamente “el más grande ladrón musical que haya existido jamás”. Otra versión, sin embargo, atribuye la autoría del himno inglés al barón Henry Carey (1526-1596), un supuesto hijo bastardo del rey Enrique VIII (Henry of Cornwall, 1491-1547) en la época en que éste estaba casado con Catalina de Aragón (1485-1536), la primera de su media docena de esposas. Como sea que haya sido, el desliz de Händel no invalida su impresionante producción que abarca unas cuarenta óperas, más de veinte oratorios y una gran cantidad de suites, sonatas, conciertos para órgano y música coral, hasta superar las seiscientas composiciones.
Händel comenzó su carrera como músico en la ciudad de Halle, donde había nacido, teniendo como profesor al entonces célebre Friedrich Wilhelm Zachow (1663-1712), organista de la Marienkirche (iglesia católica), quien le enseñó a tocar el violín, el órgano, el clavecín y el oboe. Con tan sólo dieciocho años de edad fue nombrado violinista de la Gaensemarktoper (Ópera de Hamburgo) donde se relacionó con Reinhard Keiser (1674-1739), un compositor que le introdujo en los secretos de la composición de óperas teatrales.
También fueron exitosos sus oratorios “Israel in Egypt” (Israel en Egipto), “Samson” (Sansón), “Belshazzar” (Belsasar), “Judas Maccabeus” (Judas Macabeo), “Solomon” (Salomón), “Theodora” (Teodora) y “Jephta” (Jefté). El más laureado de sus oratorios fue “Messiah” (El mesías), cuya representación la realizó a beneficio del Foundling Hospital (Hospital de Niños Expósitos), tras lo cual fue nombrado Gobernador de dicho hospital ubicado en Londres. Además, en la capital británica fue director de la Royal Academy of Music (Real Academia de Música) entre 1720 y 1728, del King's Theatre (Teatro del Rey) entre 1729 y 1734 y del Royal Opera House (Teatro Real de Ópera) entre 1734 y 1740.
Según algunos académicos, no son pocos los compositores famosos que recurrieron al “préstamo”, entre ellos Johann Sebastian Bach (1685-1750), Antonio Vivaldi (1678-1741), Joseph Haydn (1732-1809), Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), Ludwig van Beethovena (1770-1827) y Franz Liszt (1811-1886). Varios de ellos, en su momento, opinaron sobre Händel. Bach diría que era “la única persona que me gustaría ver antes de morir y la única persona que me gustaría ser si no fuera Bach”; Haydn lo consideró como “el amo de todos nosotros”; Mozart aseguro que entendía “los afectos mejor que cualquiera de nosotros. Cuando quiere, golpea como un rayo”; y Beethoven dijo de él: “es el compositor más grande que haya existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba. No hay que olvidar sus obras, pues siempre ofrecen el mejor alimento para una mente musical madura y al mismo tiempo conducen a la admiración por este gran hombre”.