18 de febrero de 2008

Emil Cioran: cuanto más se es, menos se quiere

Emil Mihai Cioran fue uno de los pensadores más singulares del siglo XX. De origen rumano (nació en la localidad de Rasinari el 8 de abril de 1911) y afincado desde 1937 en Francia (en donde eligió la condición de apátrida), residió en este país hasta su muerte en París el 20 de junio de 1995.
Cioran dotó a la filosofía de aquel carácter extraterritorial que para muchos críticos fue el sello de la me­jor literatura de esa época: la de Samuel Beckett (1906-1989), Jorge Luis Borges (1899-1986) y Vladimir Nabokov (1899-1977) entre otros . Su singularidad se extiende al hecho de haber utilizado una lengua prestada, el francés, para dar forma a su pensamiento, y al hecho no me­nos singular de haberse convertido en uno de los más des­tacados prosistas contemporáneos en lengua francesa, "uno de los más grandes escritores franceses desde la muerte de Paul Valéry", tal como lo definió Saint John Perse (1887-1975), el poeta que obtuvo en 1960 el Premio Nobel de Literatura.
Cioran era hijo de un sacerdote ortodoxo y, después de cursar sus estudios secundarios en el liceo de Sibiu, ingresó en la Facultad de Letras de Bucarest con el objeto de estudiar filosofía. Allí obtuvo su diploma de licenciatura tras presentar un trabajo sobre la filosofía de Henri Bergson (1859-1941).
En 1934 publicó "Pe culmile disperarii" (En las cimas de la desesperación) la primera de las escasas obras escritas en su lengua natal por la que obtuvo el premio de los Jóvenes Escritores Rumanos. Designado profesor agregado de filosofía en la Universidad de Bucarest, alcanzó a publicar en 1936 "Cartea amàgirilor" (El libro de las quimeras) antes de partir hacia París en 1937 becado por el Instituto Francés de su país.
En Francia comenzó a escribir en francés, sobreviviendo -al igual que un estudiante- con muy escasos medios gracias a la obtención de becas y ayudas. Allí publicó -en 1940- su primer trabajo en esa lengua: "Le crépuscule des pensées" (El ocaso del pensamiento) con un estilo basado en afirmaciones cortas y aforismos, fuertemente influidos por el nihilismo y la ironía de Friedrich Nietzsche (1844-1900) y el pesimismo de Arthur Schopenhauer (1788-1860) y Philipp Mainländer (1841-1876).
En 1949 apareció "Précis de décomposition" (Breviario de podredumbre), gracias al cual pudo comenzar a vivir de su trabajo como escritor. Luego seguirían "Syllogismes de l'amertume" (Silogismos de la amargura, 1952), "La tentation d'exister" (La tentación de existir, 1956),
"Histoire et utopié" (Historia y utopía, 1960), "La chute dans le temps" (La caída en el tiempo, 1964), "Le mauvais demiurge" (El aciago demiurgo, 1969) y "De l'inconvenient d'étre né" (Del inconveniente de haber nacido, 1973), una serie de ensayos teñidos de acusaciones virulentas y metódicas contra las ideologías, las religiones y las filosofías inventadas por el hombre para justificar su existencia y sus actos.
Cioran estaba convencido de la miseria fundamental de la criatura humana, de la burla de todas las cosas; su gusto por lo peor y su amargura apocalíptica le valieron ser presentado como un esteta de la desesperación, calificación que recibió con complacencia irónica, ya que él mismo se prestaba a la autocaricatura al describirse a sí mismo como un sepulturero metafísico.
Si hubiera que adjetivar la filosofía de este pensador, no hay duda de que le correspondería el adjetivo de nihilista. Cioran, efectivamente, aportó a esta tradición irracionalista nuevas dimensiones a partir de las influencias de Lao Tsé (570 a.C.-490 a.C.), Siddhartha Gautama, Buda (560 a.C.-480 a.C.) y Marco Aurelio Antonino Augusto (121-180). No obstante, el nihilismo de Cioran es de muy particulares características ya que su condición es totalmente asistemática y de una deliberada fragmentariedad.
El nihilismo como actitud filosófica -pensaba Cioran- se traicionaría a sí mismo de convertirse en doctrina, ya que los grandes sistemas filosóficos constituyen una trampa que hace que el pensamiento quede prisionero de sí mismo. No hay que buscar en la obra de este pensador ninguna voluntad de reforma ni de reconstrucción de la filosofía, por el contrario, si existe algún propósito cla­ramente definido en aquélla no es otro que el de promover un ataque virulento a la misma filosofía: "la filosofía -afirmó Cioran- es un privilegio de individuos y de pueblos biológicamente superficiales".
"Las ideas, consideradas en sí mismas, son neutras -aseveró el rumano-, al me­nos en su origen. Ocurre, por desgracia, que los hombres las animan, proyectan sobre ellas retazos de sus pasiones, de sus oscuros deseos, y las ideas entonces se convierten en creen­cias, entran en el tiempo, toman el aspecto de un suceso, de algo que ha ocurrido. Así nacen las ideo­logías, las doctrinas y las farsas sangrientas".
En cierta ocasión manifestó que, al escribir un li­bro, su idea no era otra que la de "despertar a alguien, azotarlo", y también que "un libro debe trastornar la vida del lector de un modo o de otro". No queda claro si lo ha conseguido.