12 de septiembre de 2020

Guillermo Saccomanno: “Más allá de que Borges podía deplorar a Arlt, algo tienen en común”


El escritor argentino Guillermo Saccomanno (1948) nació en Buenos Aires y actualmente alterna su residencia entre esa ciudad y Villa Gesell. Tras trabajar en publicidad, en 1972 comenzó a hacerlo como guionista de historietas para la editorial Columba y, dos años después, lo hizo en la revista “Skorpio” editada por Ediciones Record. En ella publicó las historietas “Derek” y “El condenado”, ambas ilustradas por el dibujante Domingo Mandrafina (1945). Durante años se dedicó plenamente al guión de historietas y colaboró con editoriales españolas, inglesas, italianas y norteamericanas, y también en las revistas argentinas “Fierro”, “Puertitas” y “Superhumo(r)”, una actividad que lo llevó a colaborar con destacados dibujantes como Alberto Breccia (1919-1993), Francisco Solano López (1928-2011) y Leopoldo Durañona (1938-2016). En 1979 publicó un libro de poemas: “Partida de caza” y, cinco años más tarde, mientras seguía produciendo historietas, se inició en la narrativa con la aparición de la novela “Prohibido escupir sangre” y el libro de cuentos “Situación de peligro”. A ellos les seguirían, con el correr de los años, las novelas “Roberto y Eva. Historias de un amor argentino”, “El buen dolor”, “La lengua del malón”, “El pibe”, “77”, “El oficinista”, “Cámara Gesell” y “Terrible accidente del alma”; los libros de cuentos “Bajo bandera”, “Animales domésticos”, “La indiferencia del mundo”, “El sufrimiento de los seres comunes” y “Cuando temblamos”; y los tomos de no ficción “Un maestro. Una historia de lucha, una lección de vida” -sobre la vida del militante y educador Orlando Balbo (1948)- y “Antonio” -sobre su amistad con el escritor Antonio Dal Masetto (1938-2015)- . En colaboración con el escritor y guionista de historietas Carlos Trillo (1943-2011) escribió la “Historia de la historieta argentina”, y con la novelista, cuentista, dramaturga y poeta Fernanda García Lao (1966) hizo lo propio con la novela “Amor invertido” y el libro de relatos “Los que vienen de la noche”. En la actualidad Saccomanno escribe una columna semanal titulada “La poética” en el Suplemento Literario de la Agencia Nacional de Noticias Télam, es un asiduo colaborador del diario “Página/12” y coordina talleres literarios. El nº 2.364 de la revista “Caras y Caretas” aparecida en abril del corriente año, fue dedicado íntegramente a la figura del insigne escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942). En ella, a través de la entrevista que le realizó Virginia Poblet, Saccomanno hace una entusiasta e irrefrenable cadena de reflexiones sobre el personaje en cuestión, autor de, entre otras obras, las inolvidables “Aguafuertes porteñas”.


¿Qué más se puede decir de Roberto Arlt? Vivió poco, escribió mucho: novelas, cuentos, obras de teatro, aguafuertes. Sus textos se reeditan una y otra vez y se estudian tanto como su vida. Se desmenuza su obra, se hacen coloquios, tesis y monografías. ¿Qué más?

Es un hartazgo hablar de Roberto Arlt a esta altura de la vida. Yo lo descubrí a los 15 años. En el fondo de mi casa había un galpón con una biblioteca enorme. Mi viejo era militante gremial, socialista, perseguido, y en esa biblioteca inabarcable estaban los rusos Bakunin, Dostoyevski, y los franceses Émile Zola, Victor Hugo, todo Balzac. Creo que tuve dos “cracks” en mi vida de lector: uno fue cuando descubrí a Dostoyevski, a los 14; hasta ahí yo era lector de historietas, aventuras, Oesterheld, Salgari, etcétera. Pero ahí algo me pasó, y eso fue equivalente a lo que me sucedió después, cuando leí por primera vez “El juguete rabioso”. A partir de ahí leí todo Arlt. Justo en ese momento empecé a laburar de cadete en una agencia de publicidad. Muy pibe, tenía quince años. Y Arlt fue como mi “Guía Peuser”, me enseñó a descubrir la ciudad. Estoy hablando de los ‘60. La obra de Arlt ya tenía más de veinte años. Lo que más me impresionaba es que esos personajes estaban vivos en ese momento. Yo los siento vivos hoy.

¿Por qué?

Porque había un reconocimiento de la ciudad y de sus seres. Arlt te enseña “los abismos del alma humana”, la traición, la abyección, la humillación, el resentimiento, y creo que todo eso sigue vivo. Para mí los personajes de Arlt son desclasados de clase media. No es una clase de literatura obrerista, sus personajes son sujetos urbanos, están ahí. Yo como pibe leía a Arlt y estaba viendo la realidad, me estaba viendo y me estaba reconociendo a mí mismo. Nada mejor en la literatura que los textos que te incomodan y te cuestionan, y Arlt me afirmaba en mis dudas. Un día me tomé el tren a Temperley nada más que para pasear por ahí y ver qué quedaba de lo que él había escrito. Lo mismo me pasó cuando leía “El amor brujo”, que muestra al matrimonio como una institución donde se juegan los resortes de la hipocresía social, la normativa social impuesta a través del matrimonio, la familia, el capitalismo. Pero también hay otra cosa en Arlt: cuando leés el discurso del Astrólogo en “Los siete locos” y ves esa “combineta” que hace entre Mussolini y Lenin, ¡es Perón! Si pensás que Perón tiene una formación mussoliniana y que a la vez Perón da, no me acuerdo en qué año, una clase en el Liceo Militar donde dice que en 1917 comenzó la era de las revoluciones populares… ¡Perón está hablando de la revolución rusa! Este tipo formado en Mussolini, que tiene simpatías claras con el Eje, está también pensando en el ‘17 en Rusia. Esta “mélange”, esta mezcla rara de sus personajes Shusheta y Mimí que es el peronismo, está en Arlt.

Arlt hacía una crítica del capitalismo. Sin embargo, sus personajes son individualistas, quieren dar el batacazo, salvarse.

“Los siete locos” comienza a partir de la estafa que hace Erdosain en la compañía azucarera. Es típico de clase media. Eso del canallita, de “rajá, turrito, rajá”, ¿por qué no decírselo a Macri? La clase media tiene esa cosa de traición de clase. La clase media, que fue tal vez la más favorecida con el gobierno kirchnerista, es también la que se identifica con el poder y termina votando a Macri. Arlt decodifica el funcionamiento de esta sociedad. ¿Cuál es la ecuación que sostiene el sistema capitalista o es emblemática del capitalismo? Sexo, dinero, poder. Esto está en Arlt.

Es una ecuación que no perdió actualidad.

Funciona. ¿Por qué no pensar que los personajes de Arlt son fascistas en potencia? Lo que plantean sus personajes es un golpe de Estado. A mí lo que me revienta es la lectura izquierdista de Arlt, creo que va más allá. La crítica al capitalismo se la ve en ese cóctel explosivo que está muy clara en “Los siete locos”. Después, el teatro de él va por otro lado. En “Saverio, el cruel” entra a trabajar otra dialéctica, otros mecanismos del poder, pero “Los siete locos” y “Los lanzallamas” son también un análisis del fascismo. ¿Qué se proponen? La toma del poder. ¿Cómo? Trayendo el oro de la Patagonia, explotando a las putas de los burdeles del rufián melancólico para financiar explosivos. Se plantean la toma del poder y, por qué no, la guerrilla. La lectura que impone Arlt es la lectura de la violencia política.

En los muchos estudios que se hicieron de su obra se señala su manejo del lenguaje, el pasaje del tú al vos, el uso de palabras y formas antiguas de conjugar verbos, probablemente a partir de la influencia de los libros que leyó Arlt y sus malas traducciones.

Son palabras que vienen de traducciones de Calleja o de Sopena. Pensemos que Dostoyevski, la literatura rusa, la hemos leído de tercera agua, traducida del francés en algunos casos y no sé si del inglés. Habría que ver cuál era el sistema de traducciones con el que trabajaba, aunque no creo que eso le preocupara mucho tampoco. Arlt era una rara bestia narrativa, entre otras cosas porque su prosa, que no está exenta de tremendismo, construye figuras que son muy expresionistas para la época. Yo creo que si uno pensara quién puede ilustrar a Arlt, alguien que cuaja perfectamente es George Grosz. Así como Grosz vivió la escuela de la República de Weimar, los personajes aquí son los mismos: el burgués, el desclasado, la prostituta, el burdel.

No parece que la verdadera molestia de sus detractores pasara por sus faltas de ortografía o el uso del lunfardo.

No, claro, lo que se le hace es una crítica de clase, una crítica política. Lo mismo puede aplicarse más acá, si querés, a Lamborghini, que fue corrido mucho tiempo del sistema de prestigio. Copi también. Creo que nuestros mejores escritores, llámense Di Benedetto o Puig, están fuera de los cánones de su época, muchas veces sin proponérselo. Es una crítica de clase. Arlt es un tipo que tiene una gran cultura popular. El tipo trabaja en el periodismo y es lector de las novelas de Ponson du Terrail, de “Fantômas”. La composición no de los personajes sino de la trama de “Los siete locos” tiene algo rocambolesco y también algo de la literatura miserabilista de Eugène Sue, de “El judío errante”, “Los misterios de París”; pareciera que esa fuera la fuente nutricia de Arlt, pero también Dostoyevski. Creo que hay además un prisma muy personal de esa literatura. Cuando se critica a Arlt también se critica la cultura popular, que sus fuentes no son genuinas, no son las fuentes de Borges. Pero guarda, que Borges también es un atorrante, porque de lo que nos olvidamos es de que Borges publica la “Historia universal de la infamia” en el diario “Crítica”. Empecemos a rever dónde estaba cada uno en ese momento, y más allá de que Borges podía deplorar a Arlt, algo tienen en común.

A Arlt lo rescataron escritores de generaciones posteriores.

A partir de la generación de “Contorno”. Arlt era una figura muy conflictiva para la cultura argentina de ese momento. Por otro lado, es curiosa la relación que tiene Arlt con Ricardo Güiraldes, de quien era como su asistente. Güiraldes lo convence de cambiar el título “La vida puerca” por “El juguete rabioso”. Y las dos grandes novelas de la Argentina de esa época son “Don Segundo Sombra” y “El juguete rabioso”, las dos de 1926. O sea que Arlt tenía contacto con la intelectualidad de la época, era un “outsider” pero no era un desinformado. Sí era un tipo desplazado por la “intelligentsia”. En ese momento no se define con respecto a formar parte del grupo de Boedo o de Florida. Creo que mantiene relaciones con ambos, está ahí en el medio. Esto lo vuelve más interesante. De algún modo, él elige la figura del apartado. Hay varias situaciones en Arlt. Es curioso que cuando descubre el teatro deja de escribir novelas: está esa obra de la galleguita que se suicida. Habría que analizar atentamente esa figura, si es solamente la puta o si la puta es algo más que tiene que ver con la reivindicación de la naturaleza femenina o con el género. Lo agarres por donde lo agarres, Arlt es muy interesante. Hoy es un objeto académico. Piglia, que fue un gran pensador de la literatura y un fan de Arlt, contribuyó a ponerlo en el lugar donde está ahora.

¿Vuelve a leerlo cada tanto?

Sí, no sé si todos los años, pero cuando lo leo vuelvo a quedar pegado y tengo otra percepción, diferente a la que tenía a los 15 años o a la que tenía a los 30. No conozco a nadie que haya pasado por Arlt y haya salido indemne.

¿Por qué cree que sigue vigente su obra?

Creo que Arlt sigue siendo molesto. Yo vivo en Villa Gesell y acá, en Retiro. Hace más de treinta años que vivo acá. Cuando salgo a caminar todas las mañanas temprano y bajo a la Costanera Sur, veo a un ejército de pibas y pibes que van a laburar acá a Catalinas. Son personajitos de Arlt. Por más que ellos vayan con pantalones bombilla y zapatos de punta cuadrada y ellas con tacos, ¡son explotados! Son los que Lenin llamaba explotados de cuello blanco. Arlt está ahí, en todas esas oficinas de Catalinas. Esos pibes que manejan guita en una computadora y hacen un desfalco. Yo los veo a los cajeros de los bancos, que tienen el gesto como encallecido, que la simpatía les cuesta. Esta zona es una fábrica de Erdosains. ¿Cómo puede ser feliz alguien contando guita ajena? ¿Cómo no te va a volver Erdosain esto?