El
escritor argentino Guillermo Saccomanno (1948) nació en Buenos Aires y
actualmente alterna su residencia entre esa ciudad y Villa Gesell. Tras
trabajar en publicidad, en 1972 comenzó a hacerlo como guionista de historietas
para la editorial Columba y, dos años después, lo hizo en la revista “Skorpio”
editada por Ediciones Record. En ella publicó las historietas “Derek” y “El
condenado”, ambas ilustradas por el dibujante Domingo Mandrafina (1945). Durante
años se dedicó plenamente al guión de historietas y colaboró con editoriales
españolas, inglesas, italianas y norteamericanas, y también en las revistas argentinas
“Fierro”, “Puertitas” y “Superhumo(r)”, una actividad que lo llevó a colaborar
con destacados dibujantes como Alberto Breccia (1919-1993), Francisco Solano
López (1928-2011) y Leopoldo Durañona (1938-2016). En 1979 publicó un libro de
poemas: “Partida de caza” y, cinco años más tarde, mientras seguía produciendo
historietas, se inició en la narrativa con la aparición de la novela “Prohibido
escupir sangre” y el libro de cuentos “Situación de peligro”. A ellos les
seguirían, con el correr de los años, las novelas “Roberto y Eva. Historias de
un amor argentino”, “El buen dolor”, “La lengua del malón”, “El pibe”, “77”, “El
oficinista”, “Cámara Gesell” y “Terrible accidente del alma”; los libros de
cuentos “Bajo bandera”, “Animales domésticos”, “La indiferencia del mundo”, “El
sufrimiento de los seres comunes” y “Cuando temblamos”; y los tomos de no
ficción “Un maestro. Una historia de lucha, una lección de vida” -sobre la vida
del militante y educador Orlando Balbo (1948)- y “Antonio” -sobre su amistad
con el escritor Antonio Dal Masetto (1938-2015)- . En colaboración con el escritor
y guionista de historietas Carlos Trillo (1943-2011) escribió la “Historia de
la historieta argentina”, y con la novelista, cuentista, dramaturga y poeta
Fernanda García Lao (1966) hizo lo propio con la novela “Amor invertido” y el
libro de relatos “Los que vienen de la noche”. En la actualidad Saccomanno escribe
una columna semanal titulada “La poética” en el Suplemento Literario de la
Agencia Nacional de Noticias Télam, es un asiduo colaborador del diario “Página/12”
y coordina talleres literarios. El nº 2.364 de la revista “Caras y Caretas”
aparecida en abril del corriente año, fue dedicado íntegramente a la figura del
insigne escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942). En ella, a través de la
entrevista que le realizó Virginia Poblet, Saccomanno hace una entusiasta e
irrefrenable cadena de reflexiones sobre el personaje en cuestión, autor de,
entre otras obras, las inolvidables “Aguafuertes porteñas”.
¿Qué más se puede decir de Roberto Arlt? Vivió
poco, escribió mucho: novelas, cuentos, obras de teatro, aguafuertes. Sus
textos se reeditan una y otra vez y se estudian tanto como su vida. Se
desmenuza su obra, se hacen coloquios, tesis y monografías. ¿Qué más?
Es un
hartazgo hablar de Roberto Arlt a esta altura de la vida. Yo lo descubrí a los 15
años. En el fondo de mi casa había un galpón con una biblioteca enorme. Mi
viejo era militante gremial, socialista, perseguido, y en esa biblioteca
inabarcable estaban los rusos Bakunin, Dostoyevski, y los franceses Émile Zola,
Victor Hugo, todo Balzac. Creo que tuve dos “cracks” en mi vida de lector: uno
fue cuando descubrí a Dostoyevski, a los 14; hasta ahí yo era lector de
historietas, aventuras, Oesterheld, Salgari, etcétera. Pero ahí algo me pasó, y
eso fue equivalente a lo que me sucedió después, cuando leí por primera vez “El
juguete rabioso”. A partir de ahí leí todo Arlt. Justo en ese momento empecé a
laburar de cadete en una agencia de publicidad. Muy pibe, tenía quince años. Y
Arlt fue como mi “Guía Peuser”, me enseñó a descubrir la ciudad. Estoy hablando
de los ‘60. La obra de Arlt ya tenía más de veinte años. Lo que más me
impresionaba es que esos personajes estaban vivos en ese momento. Yo los siento
vivos hoy.
¿Por qué?
Porque
había un reconocimiento de la ciudad y de sus seres. Arlt te enseña “los
abismos del alma humana”, la traición, la abyección, la humillación, el
resentimiento, y creo que todo eso sigue vivo. Para mí los personajes de Arlt
son desclasados de clase media. No es una clase de literatura obrerista, sus
personajes son sujetos urbanos, están ahí. Yo como pibe leía a Arlt y estaba
viendo la realidad, me estaba viendo y me estaba reconociendo a mí mismo. Nada
mejor en la literatura que los textos que te incomodan y te cuestionan, y Arlt me
afirmaba en mis dudas. Un día me tomé el tren a Temperley nada más que para
pasear por ahí y ver qué quedaba de lo que él había escrito. Lo mismo me pasó
cuando leía “El amor brujo”, que muestra al matrimonio como una institución
donde se juegan los resortes de la hipocresía social, la normativa social
impuesta a través del matrimonio, la familia, el capitalismo. Pero también hay
otra cosa en Arlt: cuando leés el discurso del Astrólogo en “Los siete locos” y
ves esa “combineta” que hace entre Mussolini y Lenin, ¡es Perón! Si pensás que
Perón tiene una formación mussoliniana y que a la vez Perón da, no me acuerdo en
qué año, una clase en el Liceo Militar donde dice que en 1917 comenzó la era de
las revoluciones populares… ¡Perón está hablando de la revolución rusa! Este
tipo formado en Mussolini, que tiene simpatías claras con el Eje, está también
pensando en el ‘17 en Rusia. Esta “mélange”, esta mezcla rara de sus personajes
Shusheta y Mimí que es el peronismo, está en Arlt.
Arlt hacía una crítica del capitalismo. Sin
embargo, sus personajes son individualistas, quieren dar el batacazo, salvarse.
“Los siete
locos” comienza a partir de la estafa que hace Erdosain en la compañía
azucarera. Es típico de clase media. Eso del canallita, de “rajá, turrito,
rajá”, ¿por qué no decírselo a Macri? La clase media tiene esa cosa de traición
de clase. La clase media, que fue tal vez la más favorecida con el gobierno
kirchnerista, es también la que se identifica con el poder y termina votando a
Macri. Arlt decodifica el funcionamiento de esta sociedad. ¿Cuál es la ecuación
que sostiene el sistema capitalista o es emblemática del capitalismo? Sexo,
dinero, poder. Esto está en Arlt.
Es una ecuación que no perdió actualidad.
Funciona.
¿Por qué no pensar que los personajes de Arlt son fascistas en potencia? Lo que
plantean sus personajes es un golpe de Estado. A mí lo que me revienta es la
lectura izquierdista de Arlt, creo que va más allá. La crítica al capitalismo
se la ve en ese cóctel explosivo que está muy clara en “Los siete locos”.
Después, el teatro de él va por otro lado. En “Saverio, el cruel” entra a
trabajar otra dialéctica, otros mecanismos del poder, pero “Los siete locos” y “Los
lanzallamas” son también un análisis del fascismo. ¿Qué se proponen? La toma
del poder. ¿Cómo? Trayendo el oro de la Patagonia, explotando a las putas de
los burdeles del rufián melancólico para financiar explosivos. Se plantean la
toma del poder y, por qué no, la guerrilla. La lectura que impone Arlt es la
lectura de la violencia política.
En los muchos estudios que se hicieron de su
obra se señala su manejo del lenguaje, el pasaje del tú al vos, el uso de
palabras y formas antiguas de conjugar verbos, probablemente a partir de la
influencia de los libros que leyó Arlt y sus malas traducciones.
Son
palabras que vienen de traducciones de Calleja o de Sopena. Pensemos que
Dostoyevski, la literatura rusa, la hemos leído de tercera agua, traducida del
francés en algunos casos y no sé si del inglés. Habría que ver cuál era el
sistema de traducciones con el que trabajaba, aunque no creo que eso le
preocupara mucho tampoco. Arlt era una rara bestia narrativa, entre otras cosas
porque su prosa, que no está exenta de tremendismo, construye figuras que son
muy expresionistas para la época. Yo creo que si uno pensara quién puede
ilustrar a Arlt, alguien que cuaja perfectamente es George Grosz. Así como
Grosz vivió la escuela de la República de Weimar, los personajes aquí son los
mismos: el burgués, el desclasado, la prostituta, el burdel.
No parece que la verdadera molestia de sus
detractores pasara por sus faltas de ortografía o el uso del lunfardo.
No, claro,
lo que se le hace es una crítica de clase, una crítica política. Lo mismo puede
aplicarse más acá, si querés, a Lamborghini, que fue corrido mucho tiempo del
sistema de prestigio. Copi también. Creo que nuestros mejores escritores,
llámense Di Benedetto o Puig, están fuera de los cánones de su época, muchas
veces sin proponérselo. Es una crítica de clase. Arlt es un tipo que tiene una
gran cultura popular. El tipo trabaja en el periodismo y es lector de las
novelas de Ponson du Terrail, de “Fantômas”. La composición no de los
personajes sino de la trama de “Los siete locos” tiene algo rocambolesco y
también algo de la literatura miserabilista de Eugène Sue, de “El judío errante”,
“Los misterios de París”; pareciera que esa fuera la fuente nutricia de Arlt,
pero también Dostoyevski. Creo que hay además un prisma muy personal de esa
literatura. Cuando se critica a Arlt también se critica la cultura popular, que
sus fuentes no son genuinas, no son las fuentes de Borges. Pero guarda, que
Borges también es un atorrante, porque de lo que nos olvidamos es de que Borges
publica la “Historia universal de la infamia” en el diario “Crítica”. Empecemos
a rever dónde estaba cada uno en ese momento, y más allá de que Borges podía
deplorar a Arlt, algo tienen en común.
A Arlt lo rescataron escritores de generaciones
posteriores.
A partir
de la generación de “Contorno”. Arlt era una figura muy conflictiva para la
cultura argentina de ese momento. Por otro lado, es curiosa la relación que
tiene Arlt con Ricardo Güiraldes, de quien era como su asistente. Güiraldes lo
convence de cambiar el título “La vida puerca” por “El juguete rabioso”. Y las
dos grandes novelas de la Argentina de esa época son “Don Segundo Sombra” y “El
juguete rabioso”, las dos de 1926. O sea que Arlt tenía contacto con la
intelectualidad de la época, era un “outsider” pero no era un desinformado. Sí
era un tipo desplazado por la “intelligentsia”. En ese momento no se define con
respecto a formar parte del grupo de Boedo o de Florida. Creo que mantiene
relaciones con ambos, está ahí en el medio. Esto lo vuelve más interesante. De
algún modo, él elige la figura del apartado. Hay varias situaciones en Arlt. Es
curioso que cuando descubre el teatro deja de escribir novelas: está esa obra
de la galleguita que se suicida. Habría que analizar atentamente esa figura, si
es solamente la puta o si la puta es algo más que tiene que ver con la
reivindicación de la naturaleza femenina o con el género. Lo agarres por donde
lo agarres, Arlt es muy interesante. Hoy es un objeto académico. Piglia, que fue un gran pensador de la literatura y un fan de Arlt, contribuyó a ponerlo en el
lugar donde está ahora.
¿Vuelve a leerlo cada tanto?
Sí, no sé
si todos los años, pero cuando lo leo vuelvo a quedar pegado y tengo otra
percepción, diferente a la que tenía a los 15 años o a la que tenía a los 30.
No conozco a nadie que haya pasado por Arlt y haya salido indemne.
¿Por qué cree que sigue vigente su obra?
Creo que
Arlt sigue siendo molesto. Yo vivo en Villa Gesell y acá, en Retiro. Hace más
de treinta años que vivo acá. Cuando salgo a caminar todas las mañanas temprano
y bajo a la Costanera Sur, veo a un ejército de pibas y pibes que van a laburar
acá a Catalinas. Son personajitos de Arlt. Por más que ellos vayan con
pantalones bombilla y zapatos de punta cuadrada y ellas con tacos, ¡son
explotados! Son los que Lenin llamaba explotados de cuello blanco. Arlt está
ahí, en todas esas oficinas de Catalinas. Esos pibes que manejan guita en una
computadora y hacen un desfalco. Yo los veo a los cajeros de los bancos, que
tienen el gesto como encallecido, que la simpatía les cuesta. Esta zona es una
fábrica de Erdosains. ¿Cómo puede ser feliz alguien contando guita ajena? ¿Cómo
no te va a volver Erdosain esto?