Celeste Saulo: “En este contexto de crisis climática tenemos que producir un cambio y ese cambio nos compete a todos y todas”
La
Argentina actual está viviendo un crudo invierno marcado por una ola polar que
afecta a gran parte de su territorio, lo que llevó al Servicio Meteorológico
Nacional a emitir una serie de alertas rojas, naranjas y amarillas por frío
extremo en distintas localidades. Esta situación está provocada por una
combinación de factores, entre ellos el ingreso de aire frío de origen polar
que primero afectó a la Patagonia y luego se extendió al centro y norte del
país. Una foto satelital difundida por la NASA muestra gran parte del
territorio patagónico cubierto de nieve, lo cual fue calificado como un
fenómeno único e inédito en los inviernos de los últimos años. Muchos
científicos opinan que el cambio climático está desempeñando un papel
importante en estas olas de frío, pues el calentamiento en el Mar Ártico
aumenta la probabilidad de que el aire polar y helado pueda desplazarse hacia
el sur, lo que induce a inferir que las olas polares y el calentamiento global
pueden convivir, aunque los eventos de frío extremo ocurran de manera más
aislada.
Cada vez
resulta más evidente que el calentamiento global es lo que provoca eventos
climáticos extraordinarios y fenómenos meteorológicos cada vez más extremos:
olas de calor, grandes incendios forestales, derretimiento de los glaciares de
la Antártida, aumento de la temperatura de los océanos, elevación del nivel de
los mares, ciclones tropicales, huracanes, sequías, tormentas, inundaciones y
temperaturas máximas y mínimas extremas. Cuando se habla del cambio climático,
se hace referencia a cambios graduales en las temperaturas y los patrones
meteorológicos a lo largo del tiempo. Esos cambios pueden ser de origen natural
y estar vinculados a la actividad solar, pero la mayoría de los cambios
recientes en el clima mundial han sido provocados por el ser humano. En los
últimos dos siglos, las emisiones de gases de efecto invernadero
-principalmente dióxido de carbono y metano- procedentes del transporte, la
agricultura, la calefacción y otras actividades humanas se han acumulado en la
atmósfera, atrapando el calor y calentando gradualmente el planeta.
Los
científicos dedicados al estudio del clima han relacionado estas crecientes
emisiones, producto de la quema de combustibles fósiles, con el aumento de las
temperaturas y unas condiciones meteorológicas más extremas en todo el mundo.
Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la temperatura
promedio en la superficie de la Tierra ha aumentado en 1,45° C más que los
niveles preindustriales de 1850-1900, y el año 2023 fue el más caluroso jamás
registrado desde la época en que comenzaron los registros meteorológicos hace
algo más de un siglo y medio. Todo esto llevó a dicha organización a decretar
la “alerta roja en el mundo”. Pero, a pesar del aumento de las temperaturas, en
los últimos tiempos un frío extremo ha cubierto vastas regiones de América,
Europa y Asia. Esto se debe al colapso del vórtice polar, un área de baja
presión y vientos fríos que rodea los polos, y a la debilidad de la corriente
en chorro, ambos influidos por el calentamiento del Ártico. Si la corriente en
chorro -la banda de fuertes vientos que rodea el globo- empieza a debilitarse,
el aire cálido de los trópicos y los gélidos vientos polares pueden
desplazarse, provocando un tiempo inusualmente cálido o extremadamente frío a
miles de kilómetros de distancia.
Desconociendo
estas evidencias, se ha desencadenado una ola de especulaciones y teorías
conspirativas sobre la inexistencia del calentamiento global. No son pocos
quienes niegan tal fenómeno físico evitando cualquier tipo de análisis
objetivo. Los negacionistas rechazan cualquier idea que no esté en línea con su
pensamiento dogmático o con sus intereses económicos. Uno de ellos es el
psicológicamente desequilibrado y sociópata actual presidente argentino que más
de una vez ha expresado su escepticismo sobre este fenómeno acusando al
“socialismo” y al “marxismo cultural” de promover políticas relacionadas con el
cambio climático. Para él, la solución a los desafíos medioambientales radica
en la propiedad privada y los mecanismos del libre mercado.
La
meteoróloga Celeste Saulo, quien asumió como Secretaria General de la OMM el
pasado 1 de enero, se refirió esta problemática en numerosos artículos y en
diversas conferencias y entrevistas. Sobre todas estas cuestiones habla la
científica argentina en la segunda parte del compendio de entrevistas
publicadas en el portal web “climatica.lamarea.com” el 21 de junio de 2023, en
el sitio web de la organización “Dialogo Chino” el 6 de julio de 2023, en el
diario “El País” el 12 de enero de 2024, y en el servicio de noticias digital
de las Naciones Unidas “news.un.org”.
¿Cuáles son los principales retos de 2024?
La OMM
puso como prioridad que todos y todas los ciudadanos del mundo estén cubiertos por
los sistemas de alerta temprana. Esto, lamentablemente, no podemos darlo por
resuelto. Aproximadamente el 50% de los países no poseen sistemas de alerta
temprana. Lo considero una aspiración fundamental y todos tenemos que movilizar
recursos para que eso sea posible. También mantener un sistema de mediciones y
monitoreo del estado de la atmósfera, de los océanos, de los hielos, de los
ríos, un monitoreo permanente que se tiene que sostener y robustecer. No puedes
realmente intervenir o entender qué le está pasando a un sistema complejo como
el clima, el agua, el hielo, si no lo mides, si no lo estudias, y si no le das
a científicos lo que necesitan para poder entender qué es lo que está pasando.
Y, tercero, trabajar directamente con los países. Las decisiones pueden ser
tomadas de arriba hacia abajo, pero las cosas pasan en los Estados.
¿Y las acciones de los países llegan a tiempo?
No, y esto
no es una opinión. Quiero discriminar las opiniones de los hechos, somos una
organización fuertemente técnica, nos manejamos con los números y los números
dicen que no. La temperatura está aumentando, las emisiones de gases de
invernadero están aumentando. Las acciones que estamos llevando adelante
evidentemente no son ni suficientes ni resultan en lo que uno esperaría que se
vean reflejadas. Es cierto, sí, que hay compromisos de los países y acciones
que se están llevando adelante, sería injusto no reconocerlo, pero son
insuficientes. Creo que en este punto no caben dudas.
Este mes de junio, por primera vez, se superó
durante unos días la barrera de 1,5º C. Aún queda mucho para dar por vencido
ese umbral del Acuerdo de París, pero no tanto como pensamos.
Para que
se haga una idea: en muchos lugares de Argentina, en mayo, la temperatura
estuvo casi 3º C por encima de los valores de referencia. Obviamente esto son
fluctuaciones, no quiere decir que sea el promedio establecido. Pero son picos
que van a llevar a la media a elevarse. Si uno tiene más picos cálidos que
fríos, la media se va a ir elevando. Y esto es lo que nos está diciendo la
situación del último mes. En general, todo es preocupante. Las anomalías en las
zonas polares y particularmente en el Polo Norte son inmensas.
Este año ha sido el más cálido hasta la fecha.
Se ha hablado mucho del episodio de El Niño. ¿Qué es exactamente y qué
consecuencias tiene?
El Niño es
un fenómeno que ya tenemos muy bien documentado, es parte de la variabilidad
natural del clima es una oscilación natural que se repite. No son los mismos
los efectos en todo el mundo y eso también hay que entenderlo, pero en promedio
digamos a nivel global tiene como saldo años más cálidos. La preocupación no es
el Niño en sí, sino que es una tendencia que se ha instalado ya al aumento de
temperaturas.
¿Cree que se superará el límite de los 1,5
grados en los próximos años?
Lo dice
claramente el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, las posibilidades
de exceder el límite son altas, porque no se han tomado las medidas para bajar
las emisiones de gases de efecto invernadero. También distinguir lo que es un
año en el que se puede exceder el límite y que en promedio tengamos toda una
década excediendo el límite, y eso es el punto de alerta más grande. Las
estadísticas nos permiten fluctuaciones y entendemos esas fluctuaciones, pero
están superpuestas a una tendencia que es al alza, y lo que preocupa es esa
tendencia.
Ha mencionado en más de una ocasión que “es
incorrecto hablar de desastres naturales”. ¿Por qué?
Una
erupción volcánica es una amenaza que es natural, la naturaleza es donde ocurre
y es incontrolable, lo mismo una tormenta o un huracán, lo mismo una
inundación, lo mismo una sequía. Ahora, ¿qué lo hace convertirse en un
desastre? Que haya una población que está expuesta, que no ha podido
protegerse, cuyas casas son demasiado vulnerables o que están ubicadas en
lugares donde no debiera haber gente viviendo. Entonces lo que es una amenaza
natural y un fenómeno natural termina siendo un desastre, pero no porque la
naturaleza produjera dicho desastre. Es una combinación de factores que tienen
un origen humano, en cómo vivimos, dónde vivimos, cómo nos preparamos, cómo
planificamos y qué decisiones hemos tomado para que una amenaza, que puede ser
muy seria, se convierta en un desastre o sea simplemente una amenaza con daños
manejables.
Los intereses económicos siguen impulsando la
política de los gobiernos en detrimento de estrategias climáticas ambiciosas.
Recientemente, los agricultores en toda Europa protestaron en contra de las
reformas sobre el uso de pesticida y diésel. ¿Cómo se puede revertir esta
situación?
Creo que
todo cambio tiene que estar basado en la información y por esa razón el rol de
la Organización Meteorológica Mundial es importante, porque provee la
información acerca de cómo el planeta está reaccionando a nuestras prácticas. Tanto
en el consumo como en la producción, es imposible resolver la situación global
si se trata de abordarla desde la situación individual. Creo que hay que
concienciar a los distintos grupos económicos y sociales que todos ellos tienen
un rol y que si no cumplen ese rol va a ser en perjuicio de sí mismos y del
conjunto.
En la Agencia Estatal de Meteorología de España,
sus profesionales se quejan de falta de recursos para hacer un mejor trabajo
interno y comunicativo. Da la sensación de que no se valora lo suficiente a las
agencias meteorológicas. ¿Es un problema puntual o habitual?
Es un
problema generalizado. A la Organización Meteorológica Mundial le preocupaba
esto primero en los países menos desarrollados, ya que era donde menos apoyo
había para llevar a cabo las tareas de los servicios meteorológicos e
hidrológicos. Y ahora nos encontramos con este efecto dominó negativo, donde
todos los servicios meteorológicos del mundo -los menos desarrollados, los
países en desarrollo y eventualmente también países desarrollados- ven
dificultades para sostener sus presupuestos, mejorarlos o ponerlos en
consonancia con la demanda de estos tiempos. Es un problema muy serio. Y es
importantísimo que comprendamos, como sociedad, que cuando los países suscriben
objetivos comunes globales -como los Objetivos para el Desarrollo Sostenible,
el Marco de Sendai para la reducción del riesgo de desastres o el Acuerdo de
París-, detrás de esa suscripción cada gobierno se gira para mirar hacia el
interior y ver qué y quiénes se encargan de esas tareas. Cuando los gobiernos
se dan vuelta, tienen que encontrar a los servicios meteorológicos e hidrológicos
fortalecidos. Porque la reducción de riesgos de desastres es inviable si uno no
tiene un buen sistema de alerta temprana y un buen servicio meteorológico e
hidrológico. La transición energética a una energía limpia es inviable si uno
no tiene una buena medición y un buen pronóstico sobre viento, sol y lluvia,
que son las bases para las energías limpias. Pensar en esas agendas y objetivos
globales desacoplados del fortalecimiento de los servicios meteorológicos e
hidrológicos es un error, y creo que ese es uno de los temas que hay que
priorizar en el debate. Es decir, no es que todos los Objetivos de Desarrollo
Sostenible se vayan a cumplir con un servicio meteorológico, no quiero
trasladar esa idea. Lo que quiero decir es que hay agencias dentro de cada país
que tienen roles específicos. En particular, los servicios meteorológicos e
hidrológicos podemos contribuir de manera considerable a lograr muchos de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible si tenemos la financiación adecuada.
Menciona usted la enorme brecha que existe en
adaptación y, en concreto, en los sistemas de alerta temprana. ¿Cómo se trabaja
para reducir esas desigualdades?
Es una de
las prioridades de la OMM. Una de las cosas fundamentales es, por un lado,
conseguir el apoyo de los donantes, que pueden ser Estados miembros o venir por
otras vías. Esto está encaminado. Hay dos programas importantes de la OMM para
canalizar los fondos que provienen de manera extrapresupuestaria con un fin
específico. Es cierto que hay que fortalecerlos, pero no es solo una cuestión
de recurso material, también es una cuestión de recurso humano. Y es aquí donde
yo apunto fuertemente al tema del co-diseño y la co-construcción con los
países. Más allá de las limitaciones que puedan tener los países en desarrollo
o menos desarrollados, ellos son quienes están sobre el terreno, son quienes
conocen sus vulnerabilidades, son quienes conocen sus comunidades. Trabajar con
ellos me parece una parte central del éxito de un programa de estas
características. Es imposible pensar que desde el mundo desarrollado uno va a
exportar una solución al mundo en desarrollo. Hay que facilitar los medios para
fortalecer las capacidades locales de ese mundo en desarrollo. Y por ahí va la
cosa. Fortalecer las capacidades de los servicios meteorológicos e hidrológicos
de los países menos desarrollados y de los pequeños Estados insulares es parte
de una estrategia que creo que no sólo va a contribuir al desarrollo de alertas
tempranas, sino que va a ayudar a que esos países tengan otras herramientas de
adaptación, como por ejemplo la provisión de servicios climáticos y otras
cuestiones que pasan por los servicios meteorológicos.
Estamos en una década transcendental, y es
importante saber trasladar esa urgencia. ¿Cree que se está comunicando
correctamente la crisis climática?
En
términos de comunicación siempre se puede mejorar. Pero no creo que debamos
pensar únicamente en temas de comunicación. Hay que acceder a todos los niveles
de decisión, de educación y de actuación para que la acción climática realmente
se acelere. La comunicación, per se, es una relación con la sociedad a través
de la cual tratamos de introducir un cambio. Un cambio que se concibe en un
contexto de crisis; en este caso, de crisis climática. Tenemos que producir un cambio
y ese cambio nos compete a todos y todas. La tarea recae, pues, en los grandes
tomadores de decisión, los Estados, las corporaciones globales… y de ahí para
abajo. Cada uno en su rol, desde su lugar, para llegar hasta el fondo, hasta
los distintos niveles educativos, hasta los colegios. Hay que hacer llegar el
mensaje de que es realmente necesario, imprescindible y urgente actuar ya. De
que no hay tiempo para grandes debates. Todos, desde nuestra posición, podemos
hacer eso. Aunque, por supuesto, cuanto más alto es el manejo de poder de un
individuo, más alta es su responsabilidad.
¿Hay espacio para el optimismo cuando se habla
de cambio climático?
Sí,
siempre hay cabida al optimismo. Hay algo que cada uno y cada una puede hacer.
No me parece que tengamos permiso para no hacer nada. Ninguna persona tiene
permiso para no hacer nada. En ese sentido, creo que deberíamos ser optimistas
si confiamos en la naturaleza humana, en la posibilidad de rescatar a nuestro
planeta, porque estamos pensando no sólo en nosotros, sino en los que vienen
atrás y en que las futuras generaciones merecen un planeta vivible. Y ante esa
realidad, creo que es imposible pensar que a uno no le importe nada.