15 de julio de 2024

Celeste Saulo: “En este contexto de crisis climática tenemos que producir un cambio y ese cambio nos compete a todos y todas”

La Argentina actual está viviendo un crudo invierno marcado por una ola polar que afecta a gran parte de su territorio, lo que llevó al Servicio Meteorológico Nacional a emitir una serie de alertas rojas, naranjas y amarillas por frío extremo en distintas localidades. Esta situación está provocada por una combinación de factores, entre ellos el ingreso de aire frío de origen polar que primero afectó a la Patagonia y luego se extendió al centro y norte del país. Una foto satelital difundida por la NASA muestra gran parte del territorio patagónico cubierto de nieve, lo cual fue calificado como un fenómeno único e inédito en los inviernos de los últimos años. Muchos científicos opinan que el cambio climático está desempeñando un papel importante en estas olas de frío, pues el calentamiento en el Mar Ártico aumenta la probabilidad de que el aire polar y helado pueda desplazarse hacia el sur, lo que induce a inferir que las olas polares y el calentamiento global pueden convivir, aunque los eventos de frío extremo ocurran de manera más aislada.
Cada vez resulta más evidente que el calentamiento global es lo que provoca eventos climáticos extraordinarios y fenómenos meteorológicos cada vez más extremos: olas de calor, grandes incendios forestales, derretimiento de los glaciares de la Antártida, aumento de la temperatura de los océanos, elevación del nivel de los mares, ciclones tropicales, huracanes, sequías, tormentas, inundaciones y temperaturas máximas y mínimas extremas. Cuando se habla del cambio climático, se hace referencia a cambios graduales en las temperaturas y los patrones meteorológicos a lo largo del tiempo. Esos cambios pueden ser de origen natural y estar vinculados a la actividad solar, pero la mayoría de los cambios recientes en el clima mundial han sido provocados por el ser humano. En los últimos dos siglos, las emisiones de gases de efecto invernadero -principalmente dióxido de carbono y metano- procedentes del transporte, la agricultura, la calefacción y otras actividades humanas se han acumulado en la atmósfera, atrapando el calor y calentando gradualmente el planeta.
Los científicos dedicados al estudio del clima han relacionado estas crecientes emisiones, producto de la quema de combustibles fósiles, con el aumento de las temperaturas y unas condiciones meteorológicas más extremas en todo el mundo. Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la temperatura promedio en la superficie de la Tierra ha aumentado en 1,45° C más que los niveles preindustriales de 1850-1900, y el año 2023 fue el más caluroso jamás registrado desde la época en que comenzaron los registros meteorológicos hace algo más de un siglo y medio. Todo esto llevó a dicha organización a decretar la “alerta roja en el mundo”. Pero, a pesar del aumento de las temperaturas, en los últimos tiempos un frío extremo ha cubierto vastas regiones de América, Europa y Asia. Esto se debe al colapso del vórtice polar, un área de baja presión y vientos fríos que rodea los polos, y a la debilidad de la corriente en chorro, ambos influidos por el calentamiento del Ártico. Si la corriente en chorro -la banda de fuertes vientos que rodea el globo- empieza a debilitarse, el aire cálido de los trópicos y los gélidos vientos polares pueden desplazarse, provocando un tiempo inusualmente cálido o extremadamente frío a miles de kilómetros de distancia.
Desconociendo estas evidencias, se ha desencadenado una ola de especulaciones y teorías conspirativas sobre la inexistencia del calentamiento global. No son pocos quienes niegan tal fenómeno físico evitando cualquier tipo de análisis objetivo. Los negacionistas rechazan cualquier idea que no esté en línea con su pensamiento dogmático o con sus intereses económicos. Uno de ellos es el psicológicamente desequilibrado y sociópata actual presidente argentino que más de una vez ha expresado su escepticismo sobre este fenómeno acusando al “socialismo” y al “marxismo cultural” de promover políticas relacionadas con el cambio climático. Para él, la solución a los desafíos medioambientales radica en la propiedad privada y los mecanismos del libre mercado.


La meteoróloga Celeste Saulo, quien asumió como Secretaria General de la OMM el pasado 1 de enero, se refirió esta problemática en numerosos artículos y en diversas conferencias y entrevistas. Sobre todas estas cuestiones habla la científica argentina en la segunda parte del compendio de entrevistas publicadas en el portal web “climatica.lamarea.com” el 21 de junio de 2023, en el sitio web de la organización “Dialogo Chino” el 6 de julio de 2023, en el diario “El País” el 12 de enero de 2024, y en el servicio de noticias digital de las Naciones Unidas “news.un.org”.
 
¿Cuáles son los principales retos de 2024?
 
La OMM puso como prioridad que todos y todas los ciudadanos del mundo estén cubiertos por los sistemas de alerta temprana. Esto, lamentablemente, no podemos darlo por resuelto. Aproximadamente el 50% de los países no poseen sistemas de alerta temprana. Lo considero una aspiración fundamental y todos tenemos que movilizar recursos para que eso sea posible. También mantener un sistema de mediciones y monitoreo del estado de la atmósfera, de los océanos, de los hielos, de los ríos, un monitoreo permanente que se tiene que sostener y robustecer. No puedes realmente intervenir o entender qué le está pasando a un sistema complejo como el clima, el agua, el hielo, si no lo mides, si no lo estudias, y si no le das a científicos lo que necesitan para poder entender qué es lo que está pasando. Y, tercero, trabajar directamente con los países. Las decisiones pueden ser tomadas de arriba hacia abajo, pero las cosas pasan en los Estados.
 
¿Y las acciones de los países llegan a tiempo?
 
No, y esto no es una opinión. Quiero discriminar las opiniones de los hechos, somos una organización fuertemente técnica, nos manejamos con los números y los números dicen que no. La temperatura está aumentando, las emisiones de gases de invernadero están aumentando. Las acciones que estamos llevando adelante evidentemente no son ni suficientes ni resultan en lo que uno esperaría que se vean reflejadas. Es cierto, sí, que hay compromisos de los países y acciones que se están llevando adelante, sería injusto no reconocerlo, pero son insuficientes. Creo que en este punto no caben dudas.
 
Este mes de junio, por primera vez, se superó durante unos días la barrera de 1,5º C. Aún queda mucho para dar por vencido ese umbral del Acuerdo de París, pero no tanto como pensamos.
 
Para que se haga una idea: en muchos lugares de Argentina, en mayo, la temperatura estuvo casi 3º C por encima de los valores de referencia. Obviamente esto son fluctuaciones, no quiere decir que sea el promedio establecido. Pero son picos que van a llevar a la media a elevarse. Si uno tiene más picos cálidos que fríos, la media se va a ir elevando. Y esto es lo que nos está diciendo la situación del último mes. En general, todo es preocupante. Las anomalías en las zonas polares y particularmente en el Polo Norte son inmensas.
 
Este año ha sido el más cálido hasta la fecha. Se ha hablado mucho del episodio de El Niño. ¿Qué es exactamente y qué consecuencias tiene?
 
El Niño es un fenómeno que ya tenemos muy bien documentado, es parte de la variabilidad natural del clima es una oscilación natural que se repite. No son los mismos los efectos en todo el mundo y eso también hay que entenderlo, pero en promedio digamos a nivel global tiene como saldo años más cálidos. La preocupación no es el Niño en sí, sino que es una tendencia que se ha instalado ya al aumento de temperaturas.
 
¿Cree que se superará el límite de los 1,5 grados en los próximos años?
 
Lo dice claramente el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, las posibilidades de exceder el límite son altas, porque no se han tomado las medidas para bajar las emisiones de gases de efecto invernadero. También distinguir lo que es un año en el que se puede exceder el límite y que en promedio tengamos toda una década excediendo el límite, y eso es el punto de alerta más grande. Las estadísticas nos permiten fluctuaciones y entendemos esas fluctuaciones, pero están superpuestas a una tendencia que es al alza, y lo que preocupa es esa tendencia.
 
Ha mencionado en más de una ocasión que “es incorrecto hablar de desastres naturales”. ¿Por qué?
 
Una erupción volcánica es una amenaza que es natural, la naturaleza es donde ocurre y es incontrolable, lo mismo una tormenta o un huracán, lo mismo una inundación, lo mismo una sequía. Ahora, ¿qué lo hace convertirse en un desastre? Que haya una población que está expuesta, que no ha podido protegerse, cuyas casas son demasiado vulnerables o que están ubicadas en lugares donde no debiera haber gente viviendo. Entonces lo que es una amenaza natural y un fenómeno natural termina siendo un desastre, pero no porque la naturaleza produjera dicho desastre. Es una combinación de factores que tienen un origen humano, en cómo vivimos, dónde vivimos, cómo nos preparamos, cómo planificamos y qué decisiones hemos tomado para que una amenaza, que puede ser muy seria, se convierta en un desastre o sea simplemente una amenaza con daños manejables.
 
Los intereses económicos siguen impulsando la política de los gobiernos en detrimento de estrategias climáticas ambiciosas. Recientemente, los agricultores en toda Europa protestaron en contra de las reformas sobre el uso de pesticida y diésel. ¿Cómo se puede revertir esta situación?
 
Creo que todo cambio tiene que estar basado en la información y por esa razón el rol de la Organización Meteorológica Mundial es importante, porque provee la información acerca de cómo el planeta está reaccionando a nuestras prácticas. Tanto en el consumo como en la producción, es imposible resolver la situación global si se trata de abordarla desde la situación individual. Creo que hay que concienciar a los distintos grupos económicos y sociales que todos ellos tienen un rol y que si no cumplen ese rol va a ser en perjuicio de sí mismos y del conjunto.
 
En la Agencia Estatal de Meteorología de España, sus profesionales se quejan de falta de recursos para hacer un mejor trabajo interno y comunicativo. Da la sensación de que no se valora lo suficiente a las agencias meteorológicas. ¿Es un problema puntual o habitual?
 
Es un problema generalizado. A la Organización Meteorológica Mundial le preocupaba esto primero en los países menos desarrollados, ya que era donde menos apoyo había para llevar a cabo las tareas de los servicios meteorológicos e hidrológicos. Y ahora nos encontramos con este efecto dominó negativo, donde todos los servicios meteorológicos del mundo -los menos desarrollados, los países en desarrollo y eventualmente también países desarrollados- ven dificultades para sostener sus presupuestos, mejorarlos o ponerlos en consonancia con la demanda de estos tiempos. Es un problema muy serio. Y es importantísimo que comprendamos, como sociedad, que cuando los países suscriben objetivos comunes globales -como los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, el Marco de Sendai para la reducción del riesgo de desastres o el Acuerdo de París-, detrás de esa suscripción cada gobierno se gira para mirar hacia el interior y ver qué y quiénes se encargan de esas tareas. Cuando los gobiernos se dan vuelta, tienen que encontrar a los servicios meteorológicos e hidrológicos fortalecidos. Porque la reducción de riesgos de desastres es inviable si uno no tiene un buen sistema de alerta temprana y un buen servicio meteorológico e hidrológico. La transición energética a una energía limpia es inviable si uno no tiene una buena medición y un buen pronóstico sobre viento, sol y lluvia, que son las bases para las energías limpias. Pensar en esas agendas y objetivos globales desacoplados del fortalecimiento de los servicios meteorológicos e hidrológicos es un error, y creo que ese es uno de los temas que hay que priorizar en el debate. Es decir, no es que todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible se vayan a cumplir con un servicio meteorológico, no quiero trasladar esa idea. Lo que quiero decir es que hay agencias dentro de cada país que tienen roles específicos. En particular, los servicios meteorológicos e hidrológicos podemos contribuir de manera considerable a lograr muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible si tenemos la financiación adecuada.
 
Menciona usted la enorme brecha que existe en adaptación y, en concreto, en los sistemas de alerta temprana. ¿Cómo se trabaja para reducir esas desigualdades?
 
Es una de las prioridades de la OMM. Una de las cosas fundamentales es, por un lado, conseguir el apoyo de los donantes, que pueden ser Estados miembros o venir por otras vías. Esto está encaminado. Hay dos programas importantes de la OMM para canalizar los fondos que provienen de manera extrapresupuestaria con un fin específico. Es cierto que hay que fortalecerlos, pero no es solo una cuestión de recurso material, también es una cuestión de recurso humano. Y es aquí donde yo apunto fuertemente al tema del co-diseño y la co-construcción con los países. Más allá de las limitaciones que puedan tener los países en desarrollo o menos desarrollados, ellos son quienes están sobre el terreno, son quienes conocen sus vulnerabilidades, son quienes conocen sus comunidades. Trabajar con ellos me parece una parte central del éxito de un programa de estas características. Es imposible pensar que desde el mundo desarrollado uno va a exportar una solución al mundo en desarrollo. Hay que facilitar los medios para fortalecer las capacidades locales de ese mundo en desarrollo. Y por ahí va la cosa. Fortalecer las capacidades de los servicios meteorológicos e hidrológicos de los países menos desarrollados y de los pequeños Estados insulares es parte de una estrategia que creo que no sólo va a contribuir al desarrollo de alertas tempranas, sino que va a ayudar a que esos países tengan otras herramientas de adaptación, como por ejemplo la provisión de servicios climáticos y otras cuestiones que pasan por los servicios meteorológicos.
 
Estamos en una década transcendental, y es importante saber trasladar esa urgencia. ¿Cree que se está comunicando correctamente la crisis climática?
 
En términos de comunicación siempre se puede mejorar. Pero no creo que debamos pensar únicamente en temas de comunicación. Hay que acceder a todos los niveles de decisión, de educación y de actuación para que la acción climática realmente se acelere. La comunicación, per se, es una relación con la sociedad a través de la cual tratamos de introducir un cambio. Un cambio que se concibe en un contexto de crisis; en este caso, de crisis climática. Tenemos que producir un cambio y ese cambio nos compete a todos y todas. La tarea recae, pues, en los grandes tomadores de decisión, los Estados, las corporaciones globales… y de ahí para abajo. Cada uno en su rol, desde su lugar, para llegar hasta el fondo, hasta los distintos niveles educativos, hasta los colegios. Hay que hacer llegar el mensaje de que es realmente necesario, imprescindible y urgente actuar ya. De que no hay tiempo para grandes debates. Todos, desde nuestra posición, podemos hacer eso. Aunque, por supuesto, cuanto más alto es el manejo de poder de un individuo, más alta es su responsabilidad.
 
¿Hay espacio para el optimismo cuando se habla de cambio climático?
 
Sí, siempre hay cabida al optimismo. Hay algo que cada uno y cada una puede hacer. No me parece que tengamos permiso para no hacer nada. Ninguna persona tiene permiso para no hacer nada. En ese sentido, creo que deberíamos ser optimistas si confiamos en la naturaleza humana, en la posibilidad de rescatar a nuestro planeta, porque estamos pensando no sólo en nosotros, sino en los que vienen atrás y en que las futuras generaciones merecen un planeta vivible. Y ante esa realidad, creo que es imposible pensar que a uno no le importe nada.