23 de mayo de 2010

Miguel Littin: "Las sociedades latinoamericanas tienen la obligación de sacarse la máscara del falso progresismo"

Miguel Littin (1942) estudió Arte Dramático en la Universidad de Chile y comenzó su carrera escribiendo y dirigiendo obras teatrales vanguardistas como "Raíz cuadrada da tres", "La mariposa debajo del zapato" e "Y me muero de amor por tus palancas". En 1962 se vinculó al mundo del cine al colaborar con el director cinematográfico holandés Joris Ivens (1898-1989) en "A Valparaíso" y "El tren de la victoria". Poco después, con el realizador Helvio Soto (1930-2001) -por entonces el cineasta chileno más importante- trabajó como actor en los cortometrajes "El analfabeto", "Ana", "Mundo mágico" y "Erase un niño, un guerrillero, un caballo...", y como asistente de dirección en "Yo tenía un camarada". En 1965 rodó su primer documental, "Por la tierra ajena", y cuatro años después filmó la notable "El chacal de Nahueltoro". Debido a su fuerte compromiso social, durante el gobierno de la Unidad Popular fue nombrado presidente de Chile Films, una institución destinada a la promoción del cine en el país andino y, tras el golpe militar de 1973, debió exiliarse en México. Durante ese período rodó el documental "Compañero presidente", sobre el programa político de Salvador Allende (1908-1973), y el largometraje "La tierra prometida", que sería terminada y estrenada en el exilio. Allí dirigió en 1975 "Actas de Marusia", basada en una rebelión de trabajadores salitreros en el norte chileno y su brutal represión. La película fue un éxito y recibió numerosos premios, llevándolo a adquirir prestigio internacional. Más adelante realizó "El recurso del método", "La viuda de Montiel" y "Alsino y el cóndor", antes de regresar clandestinamente a su país para rodar "Acta general de Chile", una crónica de la dictadura imperante. Su última producción en el exilio fue "Sandino" y a partir de 1994, ya definitivamente en Chile, dirigió "Los náufragos", "Aventureros del fin del mundo", "Tierra del Fuego", "Crónicas palestinas", "El abanderado" y "La última luna". Su última producción data de 2009 y es "Dawson. Isla 10", una película en la que narra las presiones psicológicas y físicas que sufrieron algunos dirigentes políticos detenidos luego del golpe militar y trasladados a una isla en el sur patagónico. Hacia fines de 1999 y a raíz de estrenarse en España "Tierra del Fuego", un film en que narra las peripecias de un ingeniero rumano que en 1860 se posesionó de las costas de esa inhóspita región, Armando G. Tejeda lo entrevistó en Madrid para el nº 0 de la revista "Babab" que apareció en enero de 2000.
Su ultima película, "Tierra del Fuego", ahonda en uno de los fenómenos más complejos y reiterativos de este fin de milenio: las migraciones. Las migraciones miserables.

"Tierra del Fuego" es una película de aventura y de inocencia: habla del destino humano cuando se vive en las condiciones más extremas. Es una película un tanto diferente pues habla de aventureros que vienen de muchas partes del mundo (Polonia, Alemania, los países de Centro Europa). Habla de un modo u otro lo que fue esa poderosa emigración humana de principios de siglo.

Usted de alguna manera proviene precisamente de esas migraciones.

Sí, pues tengo un abuelo griego y un abuelo árabe, que emigraron a principios de siglo hacia América, y llegaron hasta Chile. Soy exiliado de varias generaciones, y los exilios siempre van desarrollándose de una u otra forma. Cada experiencia humana te conduce a una nueva cercanía y luego te obliga a alejarte nuevamente. Yo viví once años en México, uno de los momentos mas importantes de mi vida. Yo lo recuerdo como la época en la que un joven se convirtió en adulto. Siempre -mi familia y yo, incluso ahora que vivimos en Chile- nos sentimos exiliados de México. Las patrias de uno se hacen en relación a los afectos, a los amigos, a los lugares donde uno logra nuevamente colocar la cámara en el trípode y comienza a filmar. Yo siempre pienso que México es mi otra patria. No es mi segunda patria, sino mi otra patria. Yo me siento latinoamericano, en cuanto y tanto me siento mexicano. Creo que México es la puerta que se me abrió para que yo entendiera cual era la esencia del ser americano.

¿Cuál es esa esencia?

Es una esencia muy difícil de describir, pero somos la suma de todas las influencias culturales del mundo, de todos los sincretismos culturales y religiosos que se amalgaman de una manera distinta, diversa, y surgen como una nueva fuerza y con unas nuevas propuestas tanto en el cine, la literatura, la poesía, la pintura. Eso se refleja, por ejemplo, en los genios de Rivera, Siqueiros, Wifredo Lamm, de Matta, de Orozco. En el cine está Ripstein, Cazals, el "Indio" Fernández. También Buñuel y Einsenstein, que tuvieron su etapa de cine mexicano. Todo lo que llega a América se transforma porque es un continente de alquimistas. La misma poesía de Neruda cuando escribe el "Canto general" crece a nivel continental; ya no es la poesía chilena provinciana sino que es la gran poesía americana. Cuando yo llegué a México había un ambiente de gran efervescencia cultural y artística. También de gran solidaridad con Chile y con los demócratas perseguidos, por tanto nuestra casa se llenó de amigos, y eso para nosotros fue entrañable pues no sólo tuvimos la oportunidad de trabajar y seguir estudiando sino también la posibilidad de volver a amar. También recuerdo las grandes discusiones entre los intelectuales mexicanos. Discusiones duras pero llenas de contenido, pues querían llegar a establecer determinada verdad esencial para la construcción del futuro de la América Latina. Creo que mucho de lo que está ocurriendo hoy en América Latina se fraguó en esos años, en las discusiones de intelectuales, políticos, poetas, escritores y cineastas en México.

Usted ha dicho que ve un Chile "medieval y autocrático", podríamos decir estancado.

Yo no creo que el hombre se haya estancado, sino que creo que el hombre está luchando por expresar nuevamente de forma más amplia sus pensamientos, sus necesidades y sus emociones. Pero creo que la sociedad chilena -y la sociedad latinoamericana en general- es medieval y es autocrática, cuando no es dictatorial. En el mejor de los casos puede ser autocrática y no dictatorial. El dirigente político, o un señor presidente, cuando está en el poder aplica la autocracia y no la democracia.

Usted fue víctima de una dictadura, si acaso una de las más despiadadas. Ahora al parecer hay una ventana judicial para condenar esos hechos. ¿Qué opina del proceso contra Pïnochet?

La justicia debe cumplir con sus obligaciones y a los criminales hay que juzgarlos. La justicia no tiene fronteras, la justicia es justicia del hombre en la tierra; y la tierra es la tierra de los hombres. La tradición cultural y la justicia son bienes universales. El debate soberanista que se da en Chile es un debate falso, porque nadie está poniendo en duda la soberanía de nada. La libertad individual termina en el mismo momento que uno hace daño a los demás y cuando los militares de mierda o los criminales políticos hacen daño a un pueblo entero, con el genocidio y la muerte colectiva, me parece muy bien el derecho del hombre a juzgarlos estén donde estén. Este es un avance en lo que es la jurisprudencia internacional. Pinochet juzgado está, y está condenado. El problema es establecer cuál es su castigo. Yo creo que lo tiene encima, pues incluso él debe de tener conciencia y debe pensar a toda hora y en todo momento a cuánta gente hizo desaparecer, a cuánta gente torturaron y mataron por orden suya. Pero Pinochet no es nada más que una cicatriz, un accidente en todo lo que es la historia del devenir humano. Temo que puede haber más Pinochet en el futuro, sin embargo, mire usted lo que pasa en los Balcanes, lo que ocurrió en la ex Yugoslavia, mire lo que ocurre en Chechenia, que está siendo bombardeada por una fuerza militar que no tiene contrapeso. Mire cómo estamos terminando el siglo. Pinochet es la expresión cavernaria de la especie humana.

Es un fin de siglo un tanto apocalíptico.

Yo no sé si es apocalíptico. Pero sí es muy trágico ver lo que pasa. Los Estados fuertes que establecen la impunidad sobre el crimen me parecen una atrocidad. Por ejemplo, se establecen acuerdos en cumbres europeas o americanas, y sin embargo sigue imperando la ley del mas fuerte. La globalización es un concepto universal, pero hoy es un exceso del sistema; llámese capitalismo, liberalismo, neoliberalismo. Pero, en definitiva, en el fondo muestra que el hombre no ha llegado a encontrar realmente una posibilidad de entenderse y de establecer una sociedad que sea más justa, tolerante y posible de vivir. Entonces la posibilidad de la paz social se aleja cada vez más. Sobre todo cuando vemos en América Latina las tremendas diferencias en cuanto a la acumulación de capitales por una parte, y la pobreza de las grandes masas por otra. Eso va a terminar explotando cualquiera de estos días. ¡Estamos nuevamente sentados sobre un volcán en un mundo de desigualdades! Pero el problema no es cuantitativo sino cualitativo: hay que ver cuáles son las razones que engendran la necesidad de ejercer la violencia. Si separamos el problema del narcotráfico y el terrorismo, porque son solamente pantallas para excusarse de cuál es el verdadero trasfondo: en el fondo lo que hay es descontento e injusticia. Y cuando el hombre está descontento y vive en la injusticia se revela porque es su derecho. Las sociedades latinoamericanas tienen la obligación de acercarse más a la justicia y sacarse la máscara de lo que es el falso desarrollo o el falso progresismo. Una sociedad como la brasileña no está en desarrollo. Esto es mentira. La sociedad argentina no se ha modernizado. Esto es mentira. La sociedad chilena no es una sociedad rica. Es mentira, es falso. Los castillos de naipes se caen todos los días. Se necesita establecer un nuevo pacto social para el próximo siglo. Un nuevo modelo social con todas las tendencias modernistas, pero basado en la justicia y en la equidad.