20 de enero de 2018

Federico Finchelstein: “La historia necesita interpretar los hechos del pasado a través de una base empírica. Lo que difiere son las interpretaciones sobre esos hechos”

El historiador argentino Federico Finchelstein (1975) ha centrado sus investigaciones en el fascismo, el populismo y el antisemitismo, analizando sus conexiones con el Holocausto y con las dictaduras militares que prosperaron en buena parte del siglo XX en América Latina y, fundamentalmente, en Argentina, con sus prácticas de tortura y violencia estatal, y sus redes de campos de concentración y exterminio. Licenciado en Historia en la Universidad Nacional de Buenos Aires, obtuvo su doctorado en la Cornell University de Nueva York. Tras su paso por el Departamento de Historia de la Brown University de Rhode Island, actualmente es catedrático de Estudios Históricos en la New School for Social Research situada en el Greenwich Village del Bajo Manhattan, una universidad neoyorquina en la que  enseñaron, entre otros, personalidades tan destacadas como Hannah Arendt (1906-1975) y Eric Hobsbawm (1917-2012). Finchelstein es autor de los libros “Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El debate Goldhagen”; “La Argentina fascista. Los orígenes ideológicos de la dictadura”; “El canon del Holocausto”; “Fascismo, liturgia e imaginario. El mito del general Uriburu y  la Argentina nacionalista”; “Orígenes ideológicos de la guerra sucia. Fascismo, populismo y dictadura en la Argentina del siglo XX”; “El mito del fascismo. De Freud a Borges”; “Fascismo trasatlántico: ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945” y “Del fascismo al populismo en la historia”. Además ha publicado más de cincuenta artículos académicos y reseñas sobre la relación entre el fascismo y el populismo, su historia y su teoría política, en periódicos y revistas de Norteamérica, Europa y América Latina. Para el historiador argentino -radicado en Estados Unidos- el populismo transforma a la representación política en delegación del poder y presenta un líder mesiánico que decide por los ciudadanos. Ello implica una división de la sociedad en dos campos: el “pueblo” y la “elite”, una fragmentación que promueve el rechazo de la historia en favor del mito y la elevación del instinto como fuerza de voluntad política, la promoción de la polarización, la demonización de aquellos que no están de acuerdo, el desprecio por la división de poderes y una fuerte intolerancia por la prensa y los medios. Finchelstein sostiene que, en la actualidad, hay muchos gobiernos que entienden la política como el enfrentamiento entre los dueños de la verdad y sus enemigos, gobiernos de ejecutivos de corporaciones y multimillonarios (Trump en Estados Unidos, Putin en Rusia, Macri en la Argentina, Piñera en Chile, Kuczynski en Perú y un largo etcétera) que representan la polarización característica del populismo y la radicalización y el envalentonamiento de la extrema derecha a nivel global. “Si bien -dice Finchelstein-, alternativamente, esta situación puede ser vista por muchos con alegría, depresión o ironía, es importante apreciar la relevancia de la sociedad civil expresada en las marchas de protesta. También es significativo recordar aquello que nos enseña la historia del populismo: que su futuro tiene límites, en particular en momentos como éstos, que son de resistencia”. Sobre estas cuestiones se explaya el historiador en el siguiente resumen editado de las entrevistas que concediera a Víctor Rivera (revista de la Universidad de Guadalajara “La Gaceta” nº 823, 16/02/2015; a Inés Hayes, revista “Ñ” versión digital, 22/10/2015; a Silvia Mercado, periódico digital “Infobae”, 28/03/2016; y a Luciano Stilman (sitio web “Comunidades”, sin fecha de publicación).


¿Cuál fue el mito del inconsciente que creó el fascismo?

Para la ideología fascista no hay diferencias entre mito, poder y violencia: no hay poder sin violencia y ambos son sustentados por una realidad trascendente, es decir, mítica. El fascismo piensa el campo de la política como sustentado en la violencia absoluta y primigenia; sostiene que la legitimidad del mito es la base de la política. Para el fascismo, la violencia en su estado puro es la fuente esencial del poder político, así como su práctica representa la actualización de una suerte de inconsciente mítico que vive en los hombres, que recorre la historia y la trasciende. En este marco, el mito del yo interior, violento y esencialmente político, reemplaza a la historia como legitimación de la acción pues los fascistas entienden que la política verdadera se basa en la modernización fascista del mito, en la exteriorización de un yo interior que según la ideología fascista expresa deseos jerárquicos, de dominación y de conquista. En este engendro, el fascismo también ve no sólo un acto de fe sino la base de su fe. Para los fascistas ese “inconsciente” expresa una irracionalidad que es objeto de celebración, de emulación, de aceptación de la palabra del líder y que también justifica y promueve la violencia política.

¿Bajo qué explicaciones Adorno y Horkheimer decían que el fascismo era un ataque a lo consciente?

Una dimensión de su crítica es esa imposibilidad de legitimar la política por y a través del mito y de la sinrazón. Adorno y Horkheimer coinciden con el análisis de Borges y Freud, y de hecho se ven influenciados por este último y desarrollan desde ese lugar sus hipótesis sobre la posición del mito y la violencia en el fascismo. La búsqueda fascista de lo inconsciente es, inevitablemente, consciente pues se hace a través del lenguaje. También lo es su práctica de violencia que se presenta como reflejo de lo inconsciente, de hecho posibilita un proceso de inversión: lo que Freud denominó la transformación de un elemento en su opuesto. De esta manera analizo en el libro la lección freudiana que nos da la “Dialéctica del Iluminismo”, un proceso histórico que Adorno y Horkheimer nos presentan como una regresión a la barbarie: “la regresión del iluminismo a la mitología”. Es decir, el fascismo vuelve al sujeto mítico pero, dialécticamente, este sujeto sólo promueve la cosificación de las víctimas, y como analiza Borges en su personaje, el nazi Zur Linde (personaje del cuento “Deutsches Requiem” de Borges), eventualmente también pasa lo mismo con los perpetradores que también son sacrificados por la causa. Zur Linde dice que la ideología trasciende su propia muerte y la justifica. En el fascismo, y en particular en su consecuencia más extrema que es el holocausto, los sujetos se vuelven objetos y son apagados, es decir, muertos como tales. Volviendo a Adorno y Horkheimer, como Freud y como Borges, participan de un grupo de intelectuales transatlánticos, que también incluye a Ernst Cassirer y a algunos otros anti-fascistas, quienes advierten que la vuelta del mito a la política se redimensiona y cambia sustancialmente en el marco del proyecto totalitario.

¿Qué diferencias sustanciales hay entre el mito clásico y el mito moderno?

Para Freud y para Borges, la diferencia se da a partir de una legitimidad del mito antiguo ya sea como metáfora, como experiencia histórica pasada y también como fuente para la imaginación histórica y/o literaria. Esta legitimidad contrasta con la modernidad del mito político fascista en el cual lo metafórico se vuelve realidad. Para Borges y Freud esta modernización del mito constituye una notable actualización de los mitos clásicos en clave fascista. Esta secularización política del mito heroico clásico constituye el mito del fascismo.

Podría detallar por qué tanto Freud como Borges diferenciaban al mito de la razón. Borges entendía al fascismo como la “imposibilidad de pensar”.

Borges y Freud proponen una crítica y una reflexión teórica y política desde los márgenes (de nuestra Argentina periférica en el caso de Borges y de la victimización y eventualmente el exilio en el caso de Freud). Presentaron, y nos presentan, una crítica del fascismo que logra percibir la centralidad de su dimensión mítica, lo que llamo el mito del fascismo. Es decir, analizan sincrónicamente, en el momento en que el fascismo intentó dominar el mundo, por qué y cómo este credo totalitario crea una ideología a su medida y semejanza (que varía de país a país) y en la cual lo irracional, lo inconsciente y lo mítico son una misma cosa y esa cosa sólo produce violencia política. Y esa violencia elimina la capacidad de pensar. En ese marco, se constituye esa imposibilidad de pensar. Agresiones, tortura y muertes son ejecutados y legitimados en el nombre de aquello que Borges llama “razonamiento monstruoso”. Mis libros anteriores intentan entender cómo y por qué los fascistas justifican su crueldad radical pero en este libro no analizo a los fascistas sino a dos de sus críticos principales.

¿De qué trata “Fascismo trasatlántico”?

El libro cuenta del intento de los fascistas italianos de exportar el fascismo a la Argentina, y de alguna manera es la historia de un fracaso, en el sentido que si uno parte desde el punto de vista de Benito Mussolini, de las ambiciones para Argentina, fracasaron. La idea era que nuestro país fuera parte, de alguna forma, del fascismo italiano. Por otra parte, si uno lo piensa desde el punto de vista de recepción y expropiación de esta ideología, la idea que fue un fracaso se vuelve ciertamente relativa, en el sentido que se creó un fascismo a "la argentina", que su influencia tiñe de negro todo el siglo pasado.

¿Fue una adaptación del fascismo italiano a medias, “argentinizándolo”?

Fue una apropiación, su originalidad radicaba en las características argentinas. El fascismo es una ideología universal o transnacional que tiene acepciones nacionales, si el nazismo fue la alemana, el "nacionalismo" fue la versión local. Lo interesante es que en Argentina tiene características esencialmente de acá, y otras que tienen que ver con el intento europeo por exportarlas.

¿Cuáles son las características principales?

El fascismo surge con ese nombre en Italia, Mussolini llega al Gobierno en la década del 20 y es el primer régimen fascista, no sólo con el nombre, sino con las características. Eso no quiere decir que en Argentina antes que Mussolini llegara al poder no hubiera gente e incluso movimientos intelectuales y luego políticos que tuvieran que ver con estas ideas, o por ejemplo que estuvieran diciendo las mismas cosas. En Italia llega por primera vez al Gobierno y se llama fascismo, y se toma el nombre de forma genérica como ideología. Una vez que llega al poder, esas características globales se ven relacionadas con las características italianas. Por ejemplo, en la misma época en la que Mussolini es un socialista y se vuelve un nacionalista extremo, acá en Argentina tenemos a Leopoldo Lugones, el poeta, que hace un recorrido similar, entonces lo que se da es que son movimientos de forma paralela, pero cuando en Italia llega al Gobierno, este paralelismo se da con una influencia externa.

¿Cómo empieza a llegar a la Argentina? ¿Quiénes son los primeros que lo incorporan?

Más que llegar, esto se crea en Argentina; lo que llegan son ejemplos de otros lugares y éstos son tomados y pensados en forma muy seria, porque si tenemos gente como Lugones que ya está pensando que la democracia no es algo bueno, que lo importante es tener dictaduras, que la violencia es un valor importante en la política, y otras cosas que hacen a la ideología fascista transnacional en todo el mundo, una vez que viene de Italia el ejemplo que estas ideas fueron hechas gobierno, ese ejemplo se vuelve muy atractivo, entonces ahí si empiezan a llegar distintos esfuerzos de propaganda por parte de italianos y alemanes, y luego españoles. Intentan convencer a los argentinos que tienen que hacer el fascismo de la manera de ellos. Por supuesto, los fascistas argentinos toman eso a medias, aceptan esos esfuerzos de propaganda, pero por otra parte crean un fascismo a la manera del país. La principal diferencia entre el argentino e italiano, y esto a Mussolini le cuesta entender porque quería que fueran iguales, es que si para los fascistas italianos el líder es Mussolini, quien tiene características sacras o casi de religión política pero que es un hombre, en Argentina se da la idea bastante peculiar que es Jesús, entonces por eso hablo del “clérigofascismo”.

¿Cómo empieza a institucionalizarse en Argentina?

Intentan hacerlo transmitiendo discursos de Mussolini por radio, promover agencias de noticias italianas en Latinoamérica con sede en Argentina para promover propaganda fascista, promocionar películas donde incluso se alquilan cines para tal efecto con la figura de Mussolini, y sobornos, distintas coimas a diarios locales, no sólo a los fascistas, sino incluso a liberales para que publiquen propaganda, entre esos está “La Razón”, “Caras y Caretas” y el diario “Los Principios”, una publicación católica de Córdoba.

¿Qué referentes se pueden empezar a encontrar en la política argentina?

Los fascistas argentinos son los llamados nacionalistas que no solamente representan políticos de extrema derecha, sino también gran parte de la intelectualidad católica en la década del ‘30. La iglesia católica está realmente corrida a la derecha, de extrema derecha y, en algunos casos, fascista.

¿Qué significa "fascismo cristianizado"?

Esta es una expresión de fuentes fascistas argentinas que dicen que en Europa el fascismo no está cristianizado, que no es católico. Entienden al fascismo como un ejército cristiano, en una cruzada contra el enemigo, que para ellos representan la antipatria, todo lo que vive en la Argentina pero no es o no debería ser argentino, y obviamente también son antisemitas, porque tarde o temprano todo fascismo termina siendo antisemita.

¿En qué lugares se encuentra el antisemitismo en el fascista de Argentina?

Prácticamente en todos lados, en cualquier diario o publicación fascista eventualmente aparece. Lo que es interesante del antisemitismo local es que dada la cristiandad del fascismo local, algunos de los miembros más importantes son sacerdotes católicos muy importantes, entonces lo que uno ve es el esperable antisemitismo biologizado o pseudo biológico racial que ve en Alemania, combinado con visiones más tradicionales eclesiásticas del judío como deicida, como enemigo de Dios. Uno podría decir que acá hay una contradicción: la explicación divina y luego la explicación científica. Acá aparece combinado y no se lo ve como una contradicción, ya que el judío no sólo es deicida, sino también es miembro de una raza inferior que quiere destruir a la nación.

¿Cómo actuaban los fascistas argentinos con los “enemigos”?

Esta pregunta hay que responderla en términos de la influencia larga de las prácticas e ideas violentas. Por supuesto eran violentos, y muchas veces atacaban y asesinaban gente que consideraban miembros de la antipatria. Pero lo importante es ver el largo aliento y que a mi entender llega a la dictadura, es decir, del ‘76 al ’83. Lo que uno ve en las prácticas de tortura y violencia, es que se están haciendo cosas que fueron concebidas en las décadas de origen del fascismo argentino, entonces se da una continuidad, uno tiene que pensar en estos grupos no como grupos en la década del ‘30 sino distintas etapas en las que después vienen Tacuara, la Tripe A, ambas con violencia de tipo antisemita, y luego en los campos de concentración de la dictadura también es explicada en este orden, que paradójicamente combinaba ese doble antisemitismo. Uno puede leer en los testimonios de los campos de concertación de la dictadura, que mientras se tortura a los argentinos de origen judío, se les explica mientras se lo está haciendo que es porque son miembros de una raza inferior y aparte porque son enemigos de Dios.

O sea, el fascismo argentino desde la década del ‘30 fue tomando diferentes formas, más o menos violentas según el momento histórico.

Si, hasta se puede decir que se fue radicalizando. Con esto no quiero decir que la última dictadura haya sido fascista, sí lo fueron sus prácticas y las justificaciones que se hacían de ellas. O para decirlo de otra manera, fue fascista adentro de los campos de concentración.

¿Cómo analiza el presente del fascismo tanto en Argentina como a nivel mundial?

El fascismo clásico fue destruido con la Segunda Guerra Mundial, luego de eso la mayor parte de los movimientos no se definen o no pueden identificarse con esta realidad fascista, y en los casos más obtusos y cerrados lo que uno ve son movimientos neofascistas, en cuyo nombre uno ve que no tienen la originalidad, en cuanto se definen como continuación de algo anterior. Eso me parece preocupante, pero no tan preocupante como la influencia y el legado de estas ideas en ámbitos incluso más amplios de la población, gente, personajes, o grupos que sin ser fascistas se mueven con lógicas de ese estilo o justifican sus acciones en términos de esa ideología. En ese caso, por supuesto, uno se pregunta hasta qué punto se han erradicado las ideas fascistas de las fuerzas de seguridad en Argentina.

En su libro "Orígenes ideológicos de la guerra sucia" establece un linaje preciso de la dictadura de 1976, nacido en los golpes del ‘30 y el ‘43, y en el aporte del terrorismo del Estado, la Iglesia, Tacuara y la Triple A del último gobierno de Perón. ¿Por qué los argentinos no aceptamos este derrotero?

Tiene que ver con las políticas de la memoria que niegan el itinerario fascista en la historia. Es importante, en términos históricos, analizar los grandes trazos de la historia y no sólo las circunstancias específicas que llevaron al golpe del ‘76.

El golpe tiene una historia detrás, y es la historia del fascismo en la Argentina o a la argentina, que llega al poder por primera vez con el golpe del ‘30 del general Uriburu.

Sí, el proyecto de este libro era pensar la genealogía del golpe del ‘76, como explicar esa historia que nos afectó a tantos y que aún sigue afectando en la historia del país en términos que van más allá de las explicaciones más simples relacionadas con las crisis específicas del ‘76. Yendo para atrás, lamentablemente, Argentina se caracterizó por varios golpes de Estado. El golpe número dos, quizás más importante que el primero, es un golpe del que tal vez no se habla tanto, pero cuya importancia es fundamental. Es el golpe que lleva a un militar que tenía experiencia golpista previa, porque Perón había participado también del golpe del ‘30, no sólo al poder, sino a la política. Estos orígenes del peronismo no son los que más se mencionan. Cuando se hablan de los eventos de octubre y de Evita, se tiende a ignorar que Perón había sido desplazado del centro de poder. Pero lo que tiene que ver con la política inicial del peronismo es la política en esa dictadura, donde Perón llegó a ser el líder más importante. Lo interesante del peronismo es que luego de esa dictadura se plantea como una posibilidad democrática.

A diferencia del fascismo originario, que usa la democracia para destruirla desde adentro, es decir, llegan por la democracia y se convierten en dictadura, Perón realiza el proceso inverso, llega en dictadura y se transforma en democracia.

Si uno piensa el siglo pasado y ese largo itinerario de la idea fascista en la Argentina, ve que tiene momentos importantes en el poder. Cuando Perón se constituye en presidente de los argentinos, democráticamente elegido, y combina una democracia populista autoritaria, ampliación de derechos sociales y restricción de ciertos derechos políticos, es como un desvío de la historia del fascismo argentino. Al crear ese populismo autoritario, que yo llamo posfascismo, en cierta medida se está alejando del fascismo. Ahora, luego del 55, sectores del peronismo vuelven a recuperar esa idea fascista y sectores del fascismo que no se habían identificado con el peronismo, intentan vincular el fascismo al peronismo. Es la historia de Tacuara, una organización neonazi, neofascista, que no solo reinvindica a Hitler y Mussolini, sino también al general Perón. Luego de eso, hay muchos jóvenes de esta organización neonazi que pasan de la extrema derecha hacia lo que ellos entienden como una extrema izquierda. Para ponerlo en términos concretos, de los cuatro primeros miembros de la organización Montoneros, tres vienen de Tacuara. Es gente que viene del nazismo criollo y se pasa a la guerrilla peronista. Esta es una de las posibles vertientes. La otra, que es más significativa en mi opinión, es aquélla que va de Tacuara a lo que luego será una organización terrorista de extrema derecha, peronista de extrema derecha, que vuelve a reinvindicar los orígenes fascistas del peronismo y se jactan de asesinar a novecientas personas que ellos identifican como enemigos.

Muchos de estos miembros de la Triple A se incorporan a los grupos de tarea de la dictadura. Se ve una constante vinculación de estos grupos que va al final de los campos de concentración de la dictadura.

Sí, aunque más allá de las continuidades personales de estos terroristas de extrema derecha, también está la parte ideológica. Si uno lee los discursos de Massera entre otros dictadores, uno encuentra ecos, incluso analogías y citas concretas, que vienen de esa historia del fascismo argentino. Cuando Videla está hablando, los términos, las metáforas y la ideología a la que adscribe son de esa extrema derecha.

Hay continuidades personales, pero sobre todo ideológicas.

Yo creo que tiene que ver con lo que es un fenómeno igualmente relevante, no solo históricamente sino políticamente en la Argentina de hoy, que tiene que ver no solo con las políticas de la historia de la dictadura, sino con las políticas de la memoria. Cómo la dictadura fue utilizada por distintos sectores políticas de una forma que se manipula a la historia. En el último gobierno peronista se veía una idea donde aparentemente ciertos grupos aparecían como héroes o resistentes de la dictadura, y muchas situaciones eran inventadas. En otros, simplemente, se daba una fantasía con respecto a la experiencia en los campos de concentración, donde desde su rol de víctimas, se presentaban como héroes. Si uno va para atrás, en la década del ‘90 se prefería no enfatizar estos temas y olvidar la historia para encarar una supuesta reconciliación sin historia. Si uno va más atrás todavía, en la década del ‘80, aparecía la teoría de los demonios, malos de los dos lados, y una sociedad inocente. Todas estas situaciones impiden el reconocimiento de lo que es esa larga historia de los orígenes de la dictadura.

La construcción de la historia por parte de la política, ¿no está fundamentada en un mito basado en la ficción?

El mito político es una narrativa del pasado o del presente, que no requiere de evidencia. Es un mito y en ese sentido se distingue de la historia, que tiene un estatus de verdad totalmente diferente. La historia necesita interpretar los hechos del pasado a través de una base empírica. Entonces, lo que difiere son las interpretaciones sobre esos hechos.

¿Existe un neofascismo en América Latina, como el que parece resurgir en Europa?

Distingo dos formas del legado del fascismo: a través de partidos neofascistas, es decir, gente que se identifica con lo que hizo y pensaba el fascismo e intenta llevarlo a cabo políticamente en el presente, y esto no me parece que sea tan relevante en América Latina como en Europa; y la otra dimensión es cuáles son los legados de esta forma mítica de la política en la cultura del presente o en los valores de las sociedades con respecto a la política, y qué tipo de liderazgo esa política representa.

¿Existe algún legado del fascismo a doctrinas como el neoliberalismo?

El liberalismo y el fascismo son muy diferentes más allá de la valoración política. El fascismo propone la violencia como legitimación de la política. Otras ideologías comunistas o liberales van a la guerra, pero la guerra es presentada como una necesidad, mientras que en el fascismo la guerra es una fuente de poder. La guerra es un objetivo en sí mismo, no es un medio para lograr un fin, sino más bien es un fin en sí mismo. Aquí hablamos de concepciones distintas de la realidad.