24 de enero de 2018

Gérard Duménil: “Un orden social se define por una configuración particular de relaciones entre varias clases. Así, al neoliberalismo lo define la existencia de una hegemonía muy fuerte de las clases capitalistas en alianza con la clase de los ejecutivos”

El economista francés Gérard Duménil (1942) es un estudioso del sistema capitalista de producción, fundamentalmente de su actual etapa neoliberal. Apoyándose tanto en el marxismo como en el keynesianismo, centra su análisis en los aspectos más controversiales de la teoría dominante: el sistema financiero y la tasa de ganancia. Graduado en la “École des hautes études commerciales” de París, Duménil sostiene que, en términos generales, el capitalismo neoliberal no es el fin de la historia sino que continúa transformándose, y que la principal de sus mutaciones ha sido la de su estructura de clases. “En el capitalismo contemporáneo existe una estructura ‘tripolar’: capitalistas, directores ejecutivos y clases populares de obreros y desempleados -afirma-. El ‘gran golpe’ de las clases capitalistas en el neoliberalismo es el de haber conseguido asociar a los directores ejecutivos a la tarea de restaurar espectacularmente sus poderes y sus rentas. No sorprenderá a nadie que esos gerentes financieros hayan ‘entrado en el baile’, pero que los técnicos y los empleados administrativos se hayan unido al movimiento resulta más asombroso. A la violencia de las prácticas neoliberales en materia de políticas económicas y de gestión se ha venido a sumar una gran oleada de devastación ideológica, que logra hacer que todo proyecto hacia otras vías parezca incongruente”. Duménil, ex Director de Investigaciones del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia, ha publicado una vasta obra sobre el orden neoliberal y la hegemonía financiera, su naturaleza, sus contradicciones y su porvenir. Varios de esos libros los ha escrito en coautoría con el físico-matemático y también economista francés Dominique Lévy, entre ellos “Crise et sortie de crise. Ordre et désordres néolibéraux” (Crisis y salida de la crisis. Orden y desorden neoliberales), “La grande bifurcation. En finir avec le néolibéralisme” (La gran bifurcación. Acabar con el neoliberalismo), “Capital resurgent. Roots of the neoliberal revolution” (El capital reemergente. Las raíces de la revolución neoliberal) y “The crisis of  neoliberalism” (La crisis del neoliberalismo). A continuación, un resumen editado de las entrevistas que concediese a Armando Boito para el nº 516 de la revista brasileña “Jornal da Unicamp” y a Miguel Ángel Jiménez González para el nº 44 de la revista mexicana “Laberinto”.


Usted viene investigando el capitalismo neoliberal hace mucho tiempo. En su análisis, ¿cómo se debe caracterizar la etapa actual del capitalismo?

El neoliberalismo es la nueva etapa en la cual ingresó el capitalismo luego de la transición de los años ‘70 y ‘80. Con Dominique Lévy hablamos de un nuevo “orden social”. Con esa expresión nosotros designamos la nueva configuración de poderes relativos entre las clases sociales, dominaciones y compromisos. El neoliberalismo se caracteriza, de ese modo, por el refuerzo del poder de las clases capitalistas en alianza con la clase de los gerentes, sobre todo las cúpulas de las jerarquías sociales y de los sectores financieros. En el transcurso de los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las clases capitalistas vieron disminuir su poder e ingresos en la mayoría de los países. Simplificando, podríamos hablar de la existencia de un orden “socialdemócrata” durante ese período. Las circunstancias creadas por la crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial y la fuerza internacional del movimiento obrero habían conducido al establecimiento de ese orden social relativamente favorable al desarrollo económico y a la mejoría de las condiciones de vida de las clases populares (obreros y empleados subalternos). El término “socialdemócrata” para caracterizar ese orden social se aplica, evidentemente, mejor a Europa que a los Estados Unidos. Con el establecimiento del nuevo orden social neoliberal, el funcionamiento del capitalismo fue radicalmente transformado: una nueva disciplina fue impuesta a los trabajadores en materia de condiciones de trabajo, poder de compra, protección social, etc., además de la desregulación (fundamentalmente financiera), apertura de las fronteras comerciales y la libre movilidad de capitales en el plano internacional. Estos dos últimos aspectos colocaron a todos los trabajadores del mundo en una situación de competencia entre sí, cualesquiera sean los niveles de salarios en los diferentes países. En el plano de las relaciones internacionales, los primeros decenios de posguerra, todavía en el antiguo orden “socialdemócrata”, fueron marcados por prácticas imperialistas de los países centrales: en el plano económico, presión sobre los precios de las materias primas y exportación de capitales; en el plano político, corrupción, subversión y guerra. Con la llegada del neoliberalismo, las formas imperialistas fueron renovadas. Es difícil juzgar en términos de intensidad y hacer comparaciones. En términos económicos, la explosión de las inversiones directas en el extranjero en la década de 1990 ciertamente multiplicó el flujo de ganancias extraído de los países periféricos por las clases capitalistas del centro. El hecho de que los países de la periferia desearan recibir esas inversiones no cambia en nada la naturaleza imperialista de esas prácticas, se sabe que todos los trabajadores “desean” ser explotados antes que estar desempleados. Muchos analistas marxistas continúan rechazando que el control de los medios de producción en el capitalismo moderno es asegurado conjuntamente por las clases capitalistas y por la clase de los gerentes, lo que hace de ésta última un segundo componente de las clases superiores. Esa negativa es aún más desconcertante cuando se tiene en mente que los ingresos de las categorías superiores de los gerentes en el neoliberalismo aumentaron aún más que los ingresos de los capitalistas.

Para algunos autores, el neoliberalismo fue un ajuste inevitable provocado por la crisis fiscal del Estado; para otros fue el resultado, también inevitable, de la globalización.

La explicación del neoliberalismo por la crisis fiscal y, frecuentemente también, por la inflación, es la explicación de la derecha; es una defensa de los intereses capitalistas. Ella especula con las inconsistencias de los bloques políticos que dirigían el orden social de posguerra. Estos bloques habrían sido incapaces de gestionar la crisis de los años ‘70 y entonces desembocamos en el neoliberalismo. Pasa lo mismo con la explicación que presenta al neoliberalismo como consecuencia de la globalización. Ese argumento invierte las causalidades. Lo que el neoliberalismo hace es orientar la globalización, una tendencia antigua, para nuevas direcciones y acelerar su curso, abriendo la vía para la globalización neoliberal.

Algunos analistas afirman que su análisis corresponde a un marxismo-keynesiano ¿Qué responde a esto? ¿De Keynes qué parte sí y qué no compagina con Marx?

Sí, es una discusión actual. Primero, quiero dejar en claro que no es ninguna vergüenza ser keynesiano. Sí pensamos que, en cierta medida, la teoría macroeconómica debe considerar aspectos de la teoría de Keynes que se deben articular con la teoría del ciclo económico de Marx. Hay quienes dicen que somos keynesianos porque hacemos hincapié en los mecanismos financieros. Para estos analistas hablar de mecanismos financieros significa ser un keynesiano, aunque deberían decir un “postkeynesiano” o algo así. Nunca decimos que la crisis actual sea una crisis financiera, pero creemos que la crisis actual, eso sí, tiene componentes financieros importantes.

¿Podría explicarnos qué es lo que exactamente entró en crisis? ¿El neoliberalismo o algo de él, o tan sólo es que el capitalismo está evolucionando?

Lo que entró en crisis con el neoliberalismo fue un “orden social”, una etapa del capitalismo. Un orden social se define por una configuración particular de relaciones entre varias clases y varios grupos. Así al neoliberalismo, lo define la existencia de una hegemonía, o sea un liderazgo, muy fuerte de las clases capitalistas en alianza con la clase de los ejecutivos. Se trata de una alianza de derecha en la cima de la jerarquía social. Es un marco social a partir del cual transformaron todo el funcionamiento de la economía, a escala de un país con una nueva disciplina hacia los trabajadores, como en el mundo con la globalización y la financiarización, etc. La única meta de este orden social es acrecentar el poder y el ingreso de estas clases. En este sentido, el neoliberalismo fue exitoso, porque se enriquecieron mucho. Pero un día esa locura no pudo sostenerse más, y llegó la crisis actual. Cuando mencionamos que el neoliberalismo entró en crisis, estamos diciendo que entró en crisis el capitalismo en su forma actual. Es un argumento que no les gusta a algunos marxistas que rechazan la posibilidad de que exista otra forma de capitalismo. Para ellos es imposible salir del neoliberalismo sin salir del capitalismo. Piensan que, con la crisis actual, llegó el fin del capitalismo. Los problemas con este tipo de perspectivas son enormes. ¿Qué tipo de sociedad podría venir después del capitalismo? ¿Qué va a suceder de aquí a diez años? Las clases capitalistas siguen muy fuertes y al mismo tiempo con un gran problema en la actual crisis.

Usted acaba de publicar, en conjunto con su colega Dominique Lévy, un libro sobre la crisis económica actual. Según su análisis, ¿cuál es la naturaleza de esta crisis?

La crisis actual es una de las cuatro grandes crisis -crisis estructurales- que el capitalismo atravesó desde el final del siglo XIX. Esas crisis son episodios de perturbación de una duración de cerca de una decena de años (al menos las tres primeras). La primera y la tercera de estas crisis, las de las décadas de 1890 y 1970, siguen a períodos de caída en la tasa de ganancia y pueden ser designadas como crisis de rentabilidad. Las otras dos crisis, la de 1929 y la actual, nosotros las designamos como “crisis de hegemonía financiera”. Son grandes explosiones que ocurren a partir de prácticas de las clases superiores que buscan el aumento de sus ingresos y sus poderes. Los dispositivos centrales del neoliberalismo están aquí en acción: desregulación financiera y globalización. El primer aspecto es evidente, pero la globalización fue también, como voy a indicar, un factor clave de la crisis actual. Caída de la tasa de ganancia y explosión descontrolada de las prácticas de las clases capitalistas son dos grandes tipos de explicación de las grandes crisis en la obra de Marx. El primer tipo es bien conocido. En el Libro III del “El Capital”, Marx defiende la tesis de la necesidad del cambio tecnológico en el capitalismo, la dificultad de aumentar la productividad del trabajo sin realizar inversiones muy costosas, lo que Marx describe como “aumento de la composición orgánica del capital”. Nótese que Marx refuta explícitamente que la caída de la tasa de ganancia se deba al aumento de la competencia (la segunda gran explicación para las crisis ya aparece esbozada en los escritos de Marx de la década de 1840.) En el “Manifiesto del Partido Comunista”, Marx describe a las clases capitalistas como aprendices de brujo, las cuales desarrollan mecanismos capitalistas sobre formas y en grados peligrosos y pierden, finalmente, el control sobre las consecuencias de sus actos. Los aspectos financieros de la crisis actual remiten directamente a los análisis del “capital ficticio”, que  Marx desarrolla largamente en el Libro II de “El Capital” y que ya estaban presentes de cierta forma en el propio “Manifiesto”. La crisis actual no es una simple crisis financiera. Es la crisis de un orden social insostenible, el neoliberalismo. Esta crisis, en el centro del sistema, debería acontecer de cualquier modo un día u otro, pero ella llegó de una manera bien particular en 2007/2008, en los Estados Unidos. Dos tipos de mecanismos convergieron. Encontramos, por un lado, la fragilidad inducida en todos los países neoliberales a raíz de las prácticas de financiarización y de globalización (marcadamente financiera), motivada por la búsqueda desenfrenada de rendimientos crecientes por parte de las clases superiores, y reforzada por la negativa a la regulación. El Banco Central de Estados Unidos, en particular, perdió el control de las tasas de interés y la capacidad de conducir políticas macroeconómicas como resultado de la globalización financiera. Por otra parte, la crisis fue el efecto de la trayectoria económica estadounidense, una trayectoria de desequilibrios acumulativos, que Estados Unidos puede mantener debido a su hegemonía internacional, contrariamente a Europa, que considerada en su conjunto, no conoce tales desequilibrios. Desde 1980, el ritmo de acumulación de capital en Estados Unidos se desaceleró en su propio territorio a la vez que crecían las inversiones directas en el exterior. A esto es necesario sumarle: un déficit creciente de comercio exterior, un gran aumento del consumo (de parte de los sectores más favorecidos) y un endeudamiento igualmente creciente de las familias. El déficit de comercio exterior (el exceso de importaciones frente a las exportaciones) alimentaba un flujo de dólares para el resto del mundo que tenía como única utilización la compra de títulos estadounidenses, llevando al financiamiento de la economía norteamericana por parte de agentes extranjeros. Por razones económicas que no explicaré aquí, el crecimiento de esa deuda externa debía ser compensado por aquella deuda interna, la de las familias y la del Estado, a fin de sostener la actividad en el territorio del país. Eso fue hecho alentando el endeudamiento de las familias por medio de la política crediticia y la desregulación. El endeudamiento del gobierno podría haber substituido al endeudamiento de las familias, pero eso iba contra las prácticas neoliberales anteriores a la crisis. Los acreedores de las familias (bancos y otros) no conservaron los créditos creados, los revendieron bajo la forma de títulos (obligaciones), de los cuales, aproximadamente la mitad, fue comprada por el resto del mundo. De tanto prestar a las familias por encima de la capacidad de éstas de saldar sus deudas, los incumplimientos se multiplicaron desde inicios de 2006. La desvalorización de esos créditos desestabilizó el frágil edificio financiero, en Estados Unidos y en el mundo, sin que el Banco Central de los Estados Unidos estuviese en condiciones de restablecer los equilibrios en un contexto de desregulación y de globalización que el mismo había favorecido. Ese fue el factor desencadenante pero no el fundamental de la crisis: combinación de factores financieros (la locura neoliberal en esa esfera) y reales (la globalización, el sobre-consumo estadounidense y su déficit de comercio exterior).

Hemos aprendido a reconocer e identificar una crisis estructural a partir del número de países que afecta, la cantidad de sectores que toca y el tiempo de su duración. Al respecto usted habla de cuatro grandes crisis estructurales ¿Podría decirnos algo de esas crisis en contraste con lo que hubiese dicho Marx al respecto?

Nosotros decimos que ha habido cuatro grandes crisis estructurales: 1) la crisis de finales del siglo XIX que fue una crisis de rentabilidad del capital con caída de la tasa de ganancia; 2) la crisis del ‘29 en donde el capitalismo explotó, que fue una crisis de hegemonía financiera y marcó el fin de un periodo de liderazgo absoluto de las clases capitalistas; 3) la crisis de la década de los ‘70 que, de igual manera, fue una crisis de rentabilidad del capital; y 4) la crisis actual que empezó a manifestarse en 2007 y salió a la luz en 2008, nuevamente una crisis de hegemonía financiera, en donde el capitalismo explota por las ambiciones de las clases superiores, las clases capitalistas y la gerencia superior. No podemos revivir a Marx para saber qué opinaría hoy. ¿Cómo habría visto Marx todo esto? Tenía una teoría del ciclo económico pero se trata de mucho más. Con respecto a lo que se conoce como crisis estructurales, Marx pensaba, primero, que la tasa de ganancia es una variable central en el funcionamiento del capitalismo. Según Marx, dicha tasa ingresa en fases largas de descenso que provocan perturbaciones en la economía, una acumulación de varios elementos como la recesión, problemas financieros, etc. Pero Marx también percibió otros mecanismos, por ejemplo, en el volumen III de “El Capital” se refiere a una teoría de los mecanismos financieros y del capital ficticio; explica cómo se constituye la masa de capitales en títulos y demás instrumentos que un día hacen explotar al sistema. En “El manifiesto del Partido Comunista”, Marx tiene una idea muy importante donde visualiza a los capitalistas como brujos, aunque yo diría más bien como “aprendices de brujo”. Practican su magia y de repente todo se sale de control. Precisamente esa es la idea de Marx, cuando menciona que el capitalismo se acabará porque los capitalistas pierden el control de lo que están haciendo. Eso corresponde exactamente a nuestra visión de las dos grandes crisis de hegemonía financiera, donde los capitalistas en su afán de ganar más, más y más, y así tener más poder, transforman completamente el sistema de forma insostenible.

Algunos autores dicen que hay que reconocerle al neoliberalismo que a finales de los ‘70 superó la estanflación y que a su vez fue una forma de dar respuesta a la crisis de déficit presupuestario. En cambio, para usted, el neoliberalismo sólo liberó a los demonios que echaron a andar los mecanismos de la crisis, y no hicieron nada por promover el crecimiento ¿Qué opina de esto?

Volvamos a nuestro libro “Crisis y salida de la crisis, orden y desorden neoliberal” cuyo tema es la crisis de los ‘70 y el neoliberalismo. Allí vemos que después de la Segunda Guerra Mundial existía otro tipo de orden social que tenía aspectos socialdemócratas y desarrollistas. Es un fenómeno complejo porque, evidentemente, las situaciones en América Latina, Europa y Estados Unidos no eran las mismas. El problema fue que, en la década de los ‘70, el capitalismo entró en una crisis de rentabilidad del capital, con una caída de la tasa de ganancia, teoría estructural que podemos encontrar en Marx. El problema fue que el orden social de la época, los poderes y las fuerzas sociales, no fueron capaces de organizarse para remediar esa crisis, provocando una ola de inflación en Europa, Estados Unidos, Japón y América Latina. Por razones políticas, estas fuerzas sociales no lograron organizarse. Eso permitió que las clases capitalistas se apropiaran de todo y, con una violencia enorme -como lo describe Naomi Klein en su libro “La estrategia del Shock”- cambiaran todo. La resistencia popular resultó fuerte, con huelgas en Inglaterra, Estados Unidos o Francia. Desafortunadamente, el movimiento fracasó, y Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron electos. Se trataba de un mismo grupo. De esa forma, las clases populares, la clase obrera y otras capas, perdieron. Fue el saldo de una lucha de clase donde las clases capitalistas ganaron y transformaron el mundo. No es que hayan ganado para resolver los problemas en general, sino para resolver sus problemas. Sus ingresos habían disminuido enormemente en la posguerra, y al tomar el poder lograron revertir esas tendencias, importándoles poco los problemas de la economía. Sí, consiguieron aumentar un poco la tasa de ganancia con mecanismos totalmente reaccionarios, como el estancamiento del poder de compra de los trabajadores. Acabaron con la inflación pero no con la pobreza, aumentaron la desigualdad y el desempleo, etc. Así, para las clases populares fue un retroceso y para los capitalistas un éxito.

Usted planteó que la crisis económica habría entrado en una segunda fase. ¿Cómo se viene desarrollando la crisis?

El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis. Es fácil comprender las razones. La primera fase alcanzó su pico en otoño de 2008, cuando cayeron las grandes instituciones financieras estadounidenses, comenzó la recesión y la crisis se propagó para el resto del mundo. Las lecciones de la crisis de 1929 fueron bien aprendidas. Los bancos centrales intervinieron masivamente para sostener las instituciones financieras (por miedo a una reiteración de la crisis bancaria de 1932) y los déficits presupuestarios de los Estados alcanzaron niveles excepcionales. Pero esas medidas keynesianas, estimulando la demanda, sólo podían lograr la sostenibilidad económica temporaria de la actividad. Los gobiernos de los países del centro todavía no tomaron conciencia del carácter estructural de la crisis. Ellos actúan como si la crisis fuese únicamente financiera y ya estuviese superada; mientras tanto, las medidas keynesianas sólo permitieron ganar tiempo. Ninguna medida anti neoliberal seria fue tomada en los países del centro. Son apenas políticas que buscan reforzar la explotación de las clases populares. En todas partes la derecha retomó la ofensiva. Ella se aferra a la cuestión de los déficits presupuestarios y la magnitud elevada de las deudas públicas. Finge no ver que la austeridad presupuestaria, además de representar una transferencia del peso de la deuda para las clases populares, no puede sino provocar la recaída en una nueva contracción de la actividad. Esta es la segunda fase de la crisis pero no la última.

Muchos analistas han destacado que los partidos, sean de derecha o de izquierda, no se diferencian demasiado en sus propuestas para enfrentar la crisis. Además, en varios países europeos la derecha fue electoralmente favorecida por la crisis económica. ¿Los movimientos sociales podrían construir una alternativa de poder? ¿Cuál podría ser un programa popular para enfrentar la crisis actual?

Aún no hemos hablado de los aspectos políticos del neoliberalismo. La alianza de la cúpula de las jerarquías sociales entre la clase capitalista y la de los gerentes financieros logró, por diversos mecanismos, apartar a las clases populares de la política. Quiero decir: las apartó del juego de los partidos y los grupos de presión. Para las clases populares sólo quedó la lucha en la calle. La vida política, hoy, se reduce a la alternancia entre dos partidos no equivalentes; pero el partido que se dice de izquierda es incapaz de proponer una alternativa, por no hablar de su capacidad para implementarla. El voto se reduce a aquello que nosotros en Francia llamamos “voto castigo”. La derecha sucede a la izquierda en España, por ejemplo, porque la izquierda estaba en el poder durante la crisis; la derecha no tiene, evidentemente, ninguna capacidad superior para gestionar la crisis.

¿Qué opinión tiene de los actuales movimientos populares? ¿Podrán constituir una verdadera utopía que permita deshacerse de las clases capitalistas y de las clases en general?

La obra de Marx representa un marco de análisis indispensable, mismo que debe confrontarse con la historia del capitalismo y la realidad política y económica del momento. Creo que necesitamos crear un nuevo marco. No basta repetir “el capitalismo entró en su crisis final y por tanto tenemos que hacer el socialismo”. Es necesario hacer un alto, estudiar la historia y ver por qué fracasaron las experiencias socialistas. Los movimientos populares son la única esperanza pero, por causas históricas, falta una nueva utopía de emancipación. Ahora tenemos que detenernos y hablar de la historia, de la vida, de las luchas, y ver por qué fracasó el proyecto socialista y cómo deben definirse los nuevos marcos.