El historiador argentino Federico Finchelstein
(1975) ha centrado sus investigaciones en el fascismo, el populismo y el
antisemitismo, analizando sus conexiones con el Holocausto y con las dictaduras
militares que prosperaron en buena parte del siglo XX en América Latina y,
fundamentalmente, en Argentina, con sus prácticas de tortura y violencia
estatal, y sus redes de campos de concentración y exterminio. Licenciado en
Historia en la Universidad Nacional de Buenos Aires, obtuvo su doctorado en la Cornell
University de Nueva York. Tras su paso por el Departamento de Historia de la Brown
University de Rhode Island, actualmente es catedrático de Estudios Históricos
en la New School for Social Research situada en el Greenwich Village del Bajo
Manhattan, una universidad neoyorquina en la que enseñaron, entre otros, personalidades tan
destacadas como Hannah Arendt (1906-1975) y Eric Hobsbawm (1917-2012). Finchelstein
es autor de los libros “Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El
debate Goldhagen”; “La Argentina fascista. Los orígenes ideológicos de la
dictadura”; “El canon del Holocausto”; “Fascismo, liturgia e imaginario. El
mito del general Uriburu y la Argentina
nacionalista”; “Orígenes ideológicos de la guerra sucia. Fascismo, populismo y
dictadura en la Argentina del siglo XX”; “El mito del fascismo. De Freud a
Borges”; “Fascismo trasatlántico: ideología, violencia y sacralidad en
Argentina y en Italia, 1919-1945” y “Del fascismo al populismo en la historia”.
Además ha publicado más de cincuenta artículos académicos y reseñas sobre la
relación entre el fascismo y el populismo, su historia y su teoría política, en
periódicos y revistas de Norteamérica, Europa y América Latina. Para el historiador
argentino -radicado en Estados Unidos- el populismo transforma a la
representación política en delegación del poder y presenta un líder mesiánico
que decide por los ciudadanos. Ello implica una división de la sociedad en dos
campos: el “pueblo” y la “elite”, una fragmentación que promueve el rechazo de
la historia en favor del mito y la elevación del instinto como fuerza de
voluntad política, la promoción de la polarización, la demonización de aquellos
que no están de acuerdo, el desprecio por la división de poderes y una fuerte
intolerancia por la prensa y los medios. Finchelstein sostiene que, en la
actualidad, hay muchos gobiernos que entienden la política como el
enfrentamiento entre los dueños de la verdad y sus enemigos, gobiernos de
ejecutivos de corporaciones y multimillonarios (Trump en Estados Unidos, Putin
en Rusia, Macri en la Argentina, Piñera en Chile, Kuczynski en Perú y un
largo etcétera) que representan la polarización característica del populismo y
la radicalización y el envalentonamiento de la extrema derecha a nivel global. “Si
bien -dice Finchelstein-, alternativamente, esta situación puede ser vista por
muchos con alegría, depresión o ironía, es importante apreciar la relevancia de
la sociedad civil expresada en las marchas de protesta. También es
significativo recordar aquello que nos enseña la historia del populismo: que su
futuro tiene límites, en particular en momentos como éstos, que son de
resistencia”. Sobre estas cuestiones se explaya el historiador en el siguiente
resumen editado de las entrevistas que concediera a Víctor Rivera (revista de
la Universidad de Guadalajara “La Gaceta” nº 823, 16/02/2015; a Inés Hayes, revista
“Ñ” versión digital, 22/10/2015; a Silvia Mercado, periódico digital “Infobae”,
28/03/2016; y a Luciano Stilman (sitio web “Comunidades”, sin fecha de
publicación).
¿Cuál fue
el mito del inconsciente que creó el fascismo?
Para la ideología fascista no hay diferencias
entre mito, poder y violencia: no hay poder sin violencia y ambos son
sustentados por una realidad trascendente, es decir, mítica. El fascismo piensa
el campo de la política como sustentado en la violencia absoluta y primigenia;
sostiene que la legitimidad del mito es la base de la política. Para el
fascismo, la violencia en su estado puro es la fuente esencial del poder
político, así como su práctica representa la actualización de una suerte de
inconsciente mítico que vive en los hombres, que recorre la historia y la
trasciende. En este marco, el mito del yo interior, violento y esencialmente
político, reemplaza a la historia como legitimación de la acción pues los
fascistas entienden que la política verdadera se basa en la modernización
fascista del mito, en la exteriorización de un yo interior que según la
ideología fascista expresa deseos jerárquicos, de dominación y de conquista. En
este engendro, el fascismo también ve no sólo un acto de fe sino la base de su
fe. Para los fascistas ese “inconsciente” expresa una irracionalidad que es
objeto de celebración, de emulación, de aceptación de la palabra del líder y
que también justifica y promueve la violencia política.
¿Bajo qué
explicaciones Adorno y Horkheimer decían que el fascismo era un ataque a lo
consciente?
Una dimensión de su crítica es esa imposibilidad
de legitimar la política por y a través del mito y de la sinrazón. Adorno y
Horkheimer coinciden con el análisis de Borges y Freud, y de hecho se ven influenciados
por este último y desarrollan desde ese lugar sus hipótesis sobre la posición
del mito y la violencia en el fascismo. La búsqueda fascista de lo inconsciente
es, inevitablemente, consciente pues se hace a través del lenguaje. También lo
es su práctica de violencia que se presenta como reflejo de lo inconsciente, de
hecho posibilita un proceso de inversión: lo que Freud denominó la
transformación de un elemento en su opuesto. De esta manera analizo en el libro
la lección freudiana que nos da la “Dialéctica del Iluminismo”, un proceso
histórico que Adorno y Horkheimer nos presentan como una regresión a la
barbarie: “la regresión del iluminismo a la mitología”. Es decir, el fascismo
vuelve al sujeto mítico pero, dialécticamente, este sujeto sólo promueve la
cosificación de las víctimas, y como analiza Borges en su personaje, el nazi
Zur Linde (personaje del cuento “Deutsches Requiem” de Borges), eventualmente
también pasa lo mismo con los perpetradores que también son sacrificados por la
causa. Zur Linde dice que la ideología trasciende su propia muerte y la
justifica. En el fascismo, y en particular en su consecuencia más extrema que
es el holocausto, los sujetos se vuelven objetos y son apagados, es decir,
muertos como tales. Volviendo a Adorno y Horkheimer, como Freud y como Borges,
participan de un grupo de intelectuales transatlánticos, que también incluye a
Ernst Cassirer y a algunos otros anti-fascistas, quienes advierten que la
vuelta del mito a la política se redimensiona y cambia sustancialmente en el
marco del proyecto totalitario.
¿Qué
diferencias sustanciales hay entre el mito clásico y el mito moderno?
Para Freud y para Borges, la diferencia se da a
partir de una legitimidad del mito antiguo ya sea como metáfora, como
experiencia histórica pasada y también como fuente para la imaginación
histórica y/o literaria. Esta legitimidad contrasta con la modernidad del mito
político fascista en el cual lo metafórico se vuelve realidad. Para Borges y
Freud esta modernización del mito constituye una notable actualización de los
mitos clásicos en clave fascista. Esta secularización política del mito heroico
clásico constituye el mito del fascismo.
Podría
detallar por qué tanto Freud como Borges diferenciaban al mito de la razón.
Borges entendía al fascismo como la “imposibilidad de pensar”.
Borges y Freud proponen una crítica y una
reflexión teórica y política desde los márgenes (de nuestra Argentina
periférica en el caso de Borges y de la victimización y eventualmente el exilio
en el caso de Freud). Presentaron, y nos presentan, una crítica del fascismo
que logra percibir la centralidad de su dimensión mítica, lo que llamo el mito
del fascismo. Es decir, analizan sincrónicamente, en el momento en que el
fascismo intentó dominar el mundo, por qué y cómo este credo totalitario crea
una ideología a su medida y semejanza (que varía de país a país) y en la cual
lo irracional, lo inconsciente y lo mítico son una misma cosa y esa cosa sólo
produce violencia política. Y esa violencia elimina la capacidad de pensar. En
ese marco, se constituye esa imposibilidad de pensar. Agresiones, tortura y
muertes son ejecutados y legitimados en el nombre de aquello que Borges llama
“razonamiento monstruoso”. Mis libros anteriores intentan entender cómo y por
qué los fascistas justifican su crueldad radical pero en este libro no analizo
a los fascistas sino a dos de sus críticos principales.
¿De qué
trata “Fascismo trasatlántico”?
El libro cuenta del intento de los fascistas
italianos de exportar el fascismo a la Argentina, y de alguna manera es la
historia de un fracaso, en el sentido que si uno parte desde el punto de vista
de Benito Mussolini, de las ambiciones para Argentina, fracasaron. La idea era
que nuestro país fuera parte, de alguna forma, del fascismo italiano. Por otra
parte, si uno lo piensa desde el punto de vista de recepción y expropiación de
esta ideología, la idea que fue un fracaso se vuelve ciertamente relativa, en
el sentido que se creó un fascismo a "la argentina", que su
influencia tiñe de negro todo el siglo pasado.
¿Fue una
adaptación del fascismo italiano a medias, “argentinizándolo”?
Fue una apropiación, su originalidad radicaba en
las características argentinas. El fascismo es una ideología universal o
transnacional que tiene acepciones nacionales, si el nazismo fue la alemana, el
"nacionalismo" fue la versión local. Lo interesante es que en
Argentina tiene características esencialmente de acá, y otras que tienen que
ver con el intento europeo por exportarlas.
¿Cuáles
son las características principales?
El fascismo surge con ese nombre en Italia,
Mussolini llega al Gobierno en la década del 20 y es el primer régimen
fascista, no sólo con el nombre, sino con las características. Eso no quiere
decir que en Argentina antes que Mussolini llegara al poder no hubiera gente e
incluso movimientos intelectuales y luego políticos que tuvieran que ver con
estas ideas, o por ejemplo que estuvieran diciendo las mismas cosas. En Italia
llega por primera vez al Gobierno y se llama fascismo, y se toma el nombre de
forma genérica como ideología. Una vez que llega al poder, esas características
globales se ven relacionadas con las características italianas. Por ejemplo, en
la misma época en la que Mussolini es un socialista y se vuelve un nacionalista
extremo, acá en Argentina tenemos a Leopoldo Lugones, el poeta, que hace un
recorrido similar, entonces lo que se da es que son movimientos de forma
paralela, pero cuando en Italia llega al Gobierno, este paralelismo se da con
una influencia externa.
¿Cómo
empieza a llegar a la Argentina? ¿Quiénes son los primeros que lo incorporan?
Más que llegar, esto se crea en Argentina; lo
que llegan son ejemplos de otros lugares y éstos son tomados y pensados en
forma muy seria, porque si tenemos gente como Lugones que ya está pensando que
la democracia no es algo bueno, que lo importante es tener dictaduras, que la violencia
es un valor importante en la política, y otras cosas que hacen a la ideología
fascista transnacional en todo el mundo, una vez que viene de Italia el ejemplo
que estas ideas fueron hechas gobierno, ese ejemplo se vuelve muy atractivo,
entonces ahí si empiezan a llegar distintos esfuerzos de propaganda por parte
de italianos y alemanes, y luego españoles. Intentan convencer a los argentinos
que tienen que hacer el fascismo de la manera de ellos. Por supuesto, los
fascistas argentinos toman eso a medias, aceptan esos esfuerzos de propaganda,
pero por otra parte crean un fascismo a la manera del país. La principal
diferencia entre el argentino e italiano, y esto a Mussolini le cuesta entender
porque quería que fueran iguales, es que si para los fascistas italianos el
líder es Mussolini, quien tiene características sacras o casi de religión
política pero que es un hombre, en Argentina se da la idea bastante peculiar
que es Jesús, entonces por eso hablo del “clérigofascismo”.
¿Cómo
empieza a institucionalizarse en Argentina?
Intentan hacerlo transmitiendo discursos de
Mussolini por radio, promover agencias de noticias italianas en Latinoamérica
con sede en Argentina para promover propaganda fascista, promocionar películas
donde incluso se alquilan cines para tal efecto con la figura de Mussolini, y
sobornos, distintas coimas a diarios locales, no sólo a los fascistas, sino
incluso a liberales para que publiquen propaganda, entre esos está “La Razón”, “Caras
y Caretas” y el diario “Los Principios”, una publicación católica de Córdoba.
¿Qué
referentes se pueden empezar a encontrar en la política argentina?
Los fascistas argentinos son los llamados
nacionalistas que no solamente representan políticos de extrema derecha, sino
también gran parte de la intelectualidad católica en la década del ‘30. La
iglesia católica está realmente corrida a la derecha, de extrema derecha y, en
algunos casos, fascista.
¿Qué
significa "fascismo cristianizado"?
Esta es una expresión de fuentes fascistas
argentinas que dicen que en Europa el fascismo no está cristianizado, que no es
católico. Entienden al fascismo como un ejército cristiano, en una cruzada
contra el enemigo, que para ellos representan la antipatria, todo lo que vive
en la Argentina pero no es o no debería ser argentino, y obviamente también son
antisemitas, porque tarde o temprano todo fascismo termina siendo antisemita.
¿En qué
lugares se encuentra el antisemitismo en el fascista de Argentina?
Prácticamente en todos lados, en cualquier
diario o publicación fascista eventualmente aparece. Lo que es interesante del
antisemitismo local es que dada la cristiandad del fascismo local, algunos de
los miembros más importantes son sacerdotes católicos muy importantes, entonces
lo que uno ve es el esperable antisemitismo biologizado o pseudo biológico racial
que ve en Alemania, combinado con visiones más tradicionales eclesiásticas del
judío como deicida, como enemigo de Dios. Uno podría decir que acá hay una
contradicción: la explicación divina y luego la explicación científica. Acá
aparece combinado y no se lo ve como una contradicción, ya que el judío no sólo
es deicida, sino también es miembro de una raza inferior que quiere destruir a
la nación.
¿Cómo
actuaban los fascistas argentinos con los “enemigos”?
Esta pregunta hay que responderla en términos de
la influencia larga de las prácticas e ideas violentas. Por supuesto eran
violentos, y muchas veces atacaban y asesinaban gente que consideraban miembros
de la antipatria. Pero lo importante es ver el largo aliento y que a mi
entender llega a la dictadura, es decir, del ‘76 al ’83. Lo que uno ve en las
prácticas de tortura y violencia, es que se están haciendo cosas que fueron
concebidas en las décadas de origen del fascismo argentino, entonces se da una
continuidad, uno tiene que pensar en estos grupos no como grupos en la década
del ‘30 sino distintas etapas en las que después vienen Tacuara, la Tripe A,
ambas con violencia de tipo antisemita, y luego en los campos de concentración
de la dictadura también es explicada en este orden, que paradójicamente
combinaba ese doble antisemitismo. Uno puede leer en los testimonios de los
campos de concertación de la dictadura, que mientras se tortura a los
argentinos de origen judío, se les explica mientras se lo está haciendo que es
porque son miembros de una raza inferior y aparte porque son enemigos de Dios.
O sea, el
fascismo argentino desde la década del ‘30 fue tomando diferentes formas, más o
menos violentas según el momento histórico.
Si, hasta se puede decir que se fue
radicalizando. Con esto no quiero decir que la última dictadura haya sido
fascista, sí lo fueron sus prácticas y las justificaciones que se hacían de
ellas. O para decirlo de otra manera, fue fascista adentro de los campos de
concentración.
¿Cómo
analiza el presente del fascismo tanto en Argentina como a nivel mundial?
El fascismo clásico fue destruido con la Segunda
Guerra Mundial, luego de eso la mayor parte de los movimientos no se definen o
no pueden identificarse con esta realidad fascista, y en los casos más obtusos
y cerrados lo que uno ve son movimientos neofascistas, en cuyo nombre uno ve
que no tienen la originalidad, en cuanto se definen como continuación de algo
anterior. Eso me parece preocupante, pero no tan preocupante como la influencia
y el legado de estas ideas en ámbitos incluso más amplios de la población,
gente, personajes, o grupos que sin ser fascistas se mueven con lógicas de ese
estilo o justifican sus acciones en términos de esa ideología. En ese caso, por
supuesto, uno se pregunta hasta qué punto se han erradicado las ideas fascistas
de las fuerzas de seguridad en Argentina.
En su
libro "Orígenes ideológicos de la guerra sucia" establece un linaje
preciso de la dictadura de 1976, nacido en los golpes del ‘30 y el ‘43, y en el
aporte del terrorismo del Estado, la Iglesia, Tacuara y la Triple A del último
gobierno de Perón. ¿Por qué los argentinos no aceptamos este derrotero?
Tiene que ver con las políticas de la memoria
que niegan el itinerario fascista en la historia. Es importante, en términos
históricos, analizar los grandes trazos de la historia y no sólo las
circunstancias específicas que llevaron al golpe del ‘76.
El golpe
tiene una historia detrás, y es la historia del fascismo en la Argentina o a la
argentina, que llega al poder por primera vez con el golpe del ‘30 del general
Uriburu.
Sí, el proyecto de este libro era pensar la
genealogía del golpe del ‘76, como explicar esa historia que nos afectó a
tantos y que aún sigue afectando en la historia del país en términos que van
más allá de las explicaciones más simples relacionadas con las crisis
específicas del ‘76. Yendo para atrás, lamentablemente, Argentina se
caracterizó por varios golpes de Estado. El golpe número dos, quizás más
importante que el primero, es un golpe del que tal vez no se habla tanto, pero
cuya importancia es fundamental. Es el golpe que lleva a un militar que tenía
experiencia golpista previa, porque Perón había participado también del golpe
del ‘30, no sólo al poder, sino a la política. Estos orígenes del peronismo no
son los que más se mencionan. Cuando se hablan de los eventos de octubre y de
Evita, se tiende a ignorar que Perón había sido desplazado del centro de poder.
Pero lo que tiene que ver con la política inicial del peronismo es la política
en esa dictadura, donde Perón llegó a ser el líder más importante. Lo interesante
del peronismo es que luego de esa dictadura se plantea como una posibilidad
democrática.
A
diferencia del fascismo originario, que usa la democracia para destruirla desde
adentro, es decir, llegan por la democracia y se convierten en dictadura, Perón
realiza el proceso inverso, llega en dictadura y se transforma en democracia.
Si uno piensa el siglo pasado y ese largo
itinerario de la idea fascista en la Argentina, ve que tiene momentos
importantes en el poder. Cuando Perón se constituye en presidente de los
argentinos, democráticamente elegido, y combina una democracia populista
autoritaria, ampliación de derechos sociales y restricción de ciertos derechos
políticos, es como un desvío de la historia del fascismo argentino. Al crear
ese populismo autoritario, que yo llamo posfascismo, en cierta medida se está
alejando del fascismo. Ahora, luego del 55, sectores del peronismo vuelven a
recuperar esa idea fascista y sectores del fascismo que no se habían
identificado con el peronismo, intentan vincular el fascismo al peronismo. Es
la historia de Tacuara, una organización neonazi, neofascista, que no solo
reinvindica a Hitler y Mussolini, sino también al general Perón. Luego de eso,
hay muchos jóvenes de esta organización neonazi que pasan de la extrema derecha
hacia lo que ellos entienden como una extrema izquierda. Para ponerlo en
términos concretos, de los cuatro primeros miembros de la organización
Montoneros, tres vienen de Tacuara. Es gente que viene del nazismo criollo y se
pasa a la guerrilla peronista. Esta es una de las posibles vertientes. La otra,
que es más significativa en mi opinión, es aquélla que va de Tacuara a lo que
luego será una organización terrorista de extrema derecha, peronista de extrema
derecha, que vuelve a reinvindicar los orígenes fascistas del peronismo y se
jactan de asesinar a novecientas personas que ellos identifican como enemigos.
Muchos de
estos miembros de la Triple A se incorporan a los grupos de tarea de la
dictadura. Se ve una constante vinculación de estos grupos que va al final de
los campos de concentración de la dictadura.
Sí, aunque más allá de las continuidades
personales de estos terroristas de extrema derecha, también está la parte
ideológica. Si uno lee los discursos de Massera entre otros dictadores, uno
encuentra ecos, incluso analogías y citas concretas, que vienen de esa historia
del fascismo argentino. Cuando Videla está hablando, los términos, las
metáforas y la ideología a la que adscribe son de esa extrema derecha.
Hay
continuidades personales, pero sobre todo ideológicas.
Yo creo que tiene que ver con lo que es un
fenómeno igualmente relevante, no solo históricamente sino políticamente en la
Argentina de hoy, que tiene que ver no solo con las políticas de la historia de
la dictadura, sino con las políticas de la memoria. Cómo la dictadura fue
utilizada por distintos sectores políticas de una forma que se manipula a la
historia. En el último gobierno peronista se veía una idea donde aparentemente
ciertos grupos aparecían como héroes o resistentes de la dictadura, y muchas
situaciones eran inventadas. En otros, simplemente, se daba una fantasía con
respecto a la experiencia en los campos de concentración, donde desde su rol de
víctimas, se presentaban como héroes. Si uno va para atrás, en la década del ‘90
se prefería no enfatizar estos temas y olvidar la historia para encarar una
supuesta reconciliación sin historia. Si uno va más atrás todavía, en la década
del ‘80, aparecía la teoría de los demonios, malos de los dos lados, y una
sociedad inocente. Todas estas situaciones impiden el reconocimiento de lo que
es esa larga historia de los orígenes de la dictadura.
La
construcción de la historia por parte de la política, ¿no está fundamentada en
un mito basado en la ficción?
El mito político es una narrativa del pasado o
del presente, que no requiere de evidencia. Es un mito y en ese sentido se
distingue de la historia, que tiene un estatus de verdad totalmente diferente.
La historia necesita interpretar los hechos del pasado a través de una base empírica.
Entonces, lo que difiere son las interpretaciones sobre esos hechos.
¿Existe un
neofascismo en América Latina, como el que parece resurgir en Europa?
Distingo dos formas del legado del fascismo: a
través de partidos neofascistas, es decir, gente que se identifica con lo que
hizo y pensaba el fascismo e intenta llevarlo a cabo políticamente en el
presente, y esto no me parece que sea tan relevante en América Latina como en
Europa; y la otra dimensión es cuáles son los legados de esta forma mítica de
la política en la cultura del presente o en los valores de las sociedades con
respecto a la política, y qué tipo de liderazgo esa política representa.
¿Existe
algún legado del fascismo a doctrinas como el neoliberalismo?
El liberalismo y el fascismo son muy diferentes
más allá de la valoración política. El fascismo propone la violencia como
legitimación de la política. Otras ideologías comunistas o liberales van a la
guerra, pero la guerra es presentada como una necesidad, mientras que en el
fascismo la guerra es una fuente de poder. La guerra es un objetivo en sí
mismo, no es un medio para lograr un fin, sino más bien es un fin en sí mismo.
Aquí hablamos de concepciones distintas de la realidad.