24 de octubre de 2015

James Ellroy: "Casi todo el tiempo me encierro en una habitación y lo único que hago es trabajar. Me invaden pensamientos, me da miedo morir y puedo ver lo que hay más allá de la vida"

Para buena parte de la crítica literaria estadounidense, desde Raymond Chandler (1888-1959) en adelante, las novelas ambientadas en la ciudad de Los Ángeles componen un género literario con características propias. Para James Ellroy (1948), que allí nació, es la protagonista sobresaliente de su obra. Policías corruptos, conspiraciones y los bajos fondos de la política componen el círculo vicioso de este autor que asegura no leer nada actual del género negro, pero reconoce ciertas influencias de Don DeLillo (1936) para elaborar sus novelas de ficción criminal. Autor de "Brown's réquiem" (Requiem por Brown), "Blood on the moon" (Sangre en la luna) y "Suicide hill" (La colina de los suicidas), entre varias otras, en 1987 publicó la primera de las cuatro novelas que componen su "L.A. quartet" (Cuarteto de Los Ángeles): "The black dahlia" (La dalia negra), a la que le siguieron "The big nowhere" (El gran desierto), "L.A. confidential" (Los Ángeles confidencial) y "White jazz" (Jazz blanco), serie con la que obtuvo una enorme popularidad. Luego de publicar varias novelas más y las autobiografías "My dark places" (Mis rincones oscuros) y "The Hilliker curse. My pursuit of women" (A la caza de la mujer), ahora acaba de lanzar "Perfidia" (Perfidia), novela con la que se propone dar inicio a su segundo "Cuarteto de Los Ángeles". A lo largo de su extensa obra el asesinato de su madre cuando él tenía apenas diez años aparece una y otra vez reflejado. Mujeres pelirrojas (como su madre) desfilan por la mayoría de sus libros y "Perfidia" no es la excepción. No obstante ello, grandes traumas de su país natal también aparecen en sus últimas novelas: la fallida invasión de Bahía de Cochinos, la Guerra de Vietnam o los asesinatos de John F. Kennedy (1917-1963) y Martin Luther King (1929-1968). "Perfidia" comienza en las horas previas al ataque japonés a Pearl Harbor durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de allí el novelista californiano expone con crudeza el racismo y la xenofobia que se desencadenaron en Estados Unidos en una trama que se desarrolla durante una veintena de días. Dice Ellroy que no hay punto de vista más eficiente y fidedigno para contar toda una sociedad que hacerlo desde sus lugares y pensamientos más oscuros; de todo ello habla en el compendio editado de sendas entrevistas concedidas a Inés Martín Rodrigo para el periódico español "ABC" y a Juan Manuel Bordón para el nº 609 de la revista argentina "Ñ" del 19 de abril y el 30 de mayo, ambos del corriente año, respectivamente.


¿Por qué decidió escribir "Perfidia"?

Tuve una revelación: hace unos años me asaltó la imagen de un grupo de jóvenes americanos de ascendencia japonesa conducidos a un campo de internamiento. Entonces pensé que podía escribir el segundo "Cuarteto de Los Ángeles" y situar a los protagonistas del "Primer Cuarteto" poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Decidí que el libro se llamaría "Perfidia" y que transcurriría durante el ataque de Pearl Harbor.

¿Y por qué lo tituló así?

Adoro esa canción, que es de un autor mexicano. Es hermosa. En el libro hay perfidia por todos lados: los protagonistas traicionan sus ideas, sus amores... Cuando era pequeño, la gente no hablaba de sexo, todo se daba por sobreentendido, no había nada explícito… Salvo la guerra, el arte y cosas como esa canción. Así que, ¿qué mejor título?

Su proyecto parece ser ir atando entre sí sus diferentes novelas, tanto las que ha escrito como las futuras. ¿Qué lo atrae de esa clase de estructura?

Me atrae su grandeza. Me interesa todo lo que es grande y no tengo ningún interés por las cosas pequeñas. Todas las obras pequeñas me aburren, me deprimen, esa es la verdad.

¿Hace mucho que pensaba en este segundo cuarteto?

En realidad ni siquiera se me había cruzado por la cabeza hasta 2008, pero en cuanto lo pensé me obsesionó la idea de poder contar todo ese lapso, poder contar la historia de mi tierra y mi país a lo largo de casi cuarenta años. Si lo piensas, entre este cuarteto, el anterior y la trilogía de Estados Unidos, habré contado la historia de mi país desde 1941 hasta 1972. De hecho, para escribir "Perfidia" tuve que volver a leer mis siete libros armando hojas con datos para ver las líneas de cada personaje, cuidando que la información que doy sobre cada uno fuera consistente.

¿Lo sorprendió algo al volver sobre esos libros?

No, en realidad sólo buscaba no equivocarme con quién era y qué había hecho cada personaje, eso es todo.

En sus libros Los Ángeles es un personaje en sí misma. ¿Se siente parte de una tradición del policial en ese sentido, con Chandler y compañía?

Para nada. Y no lo tome mal, pero estoy harto de esa pregunta. No sé por qué me preguntan por Chandler. No tengo nada que ver con ese tipo. Su trabajo no me interesa. Estoy cansado de decirlo. Los Ángeles es mi ciudad. Es mi pueblo.

En las primeras páginas, el protagonista ve pasar a una enfermera pelirroja por la que se sintió flechado y uno piensa en lo que usted llama "la maldición Hilliker", esas encarnaciones de su madre que lo persiguen.

Sin duda que hay algo de eso, que para ese personaje me inspiré un poco en ella. Incluso es de Wisconsin, del mismo lugar que era mi madre. Pero yo no buscaría mucho más que un guiño en eso. Para mí todo ese asunto está completamente terminado. Ya no quiero investigarlo más. El caso está cerrado y no creo que nunca se vaya a saber la verdad sobre quién la asesinó. Por mi parte, estoy convencido de haber escrito lo suficiente al respecto como para salir de ese lugar, para liberarme de ella.

¿Es la novela de una persona melancólica?

No, no lo creo. La novela está situada en 1951 y yo nací en 1948, así que tampoco hay mucho a lo que quiera volver.

¿Cómo se metió en la época en la que transcurre el libro?

Una parte fue leer mis otros libros, como le dije, y otra dejar volar la imaginación. También tengo una persona que recopila datos históricos, todo tipo de datos, para que pueda consultarlos en caso de que sienta que me estoy saliendo de la pista y escribiendo en el vacío. Pero lo fundamental es que tengo una curiosidad salvaje por lo que pasó en esa época e intento meterme en la cabeza de esas personas. También me ayuda mucho no tener ningún interés por el presente. No me interesa nada de lo que está ocurriendo.

Parece difícil vivir así, ¿no lo es?

A ver... está claro que vivo en este mundo, que trato con gente y que tengo amigos, pero la historia de esta época no me interesa en lo más mínimo y mi forma de comunicarme con el mundo actual es básicamente a través de los libros que escribo, que le llegan a personas que probablemente nunca llegaré a conocer. No busco mucho más.

Al leerlo uno se pregunta por la huella de ese ataque a Pearl Harbor, si no fue comparable psíquicamente al ataque contra las Torres Gemelas.

En realidad yo no lo compararía con ninguna otra cosa. Además, en la novela sencillamente funciona como parte de un contexto histórico. Pearl Harbor fue un brutal ataque a traición de Japón contra los Estados Unidos y creo que acertaron con esa frase, que no recuerdo si fue del emperador Hirohito, de que con el bombardeo despertaron a un gigante dormido, porque el bombardeo transformó radicalmente la vida de los Estados Unidos y muy especialmente la de Los Ángeles.

¿En qué sentido?

En que Los Ángeles es el resultado de ese bombardeo y de esa guerra. Los astilleros militares y la industria de defensa se expandieron desde allí, porque ahí estaba instalado el complejo militar del país. Además, se trataba de una ciudad con una enorme comunidad japonesa que de pronto estaba bajo sospecha y en la que día y noche sonaban las alarmas de bombardeos. La ciudad entró en un ritmo frenético, no se dormía, no se paraba. Eso es lo que me permitió escribir una novela así, que avanza en tiempo real, minuto a minuto. De todas formas, insisto en que es sólo contexto histórico. No creo estar dándole un sentido al ataque más allá de eso.

Uno de los protagonistas de "Perfidia" es un forense, figura que cobró mucho peso en el policial de las últimas décadas. ¿Qué lo atraía de esa mirada?

Bueno, no lo sé, es un personaje más de esa época. En cuanto a las modas... yo no miro televisión, no uso computadoras, no he visto ninguno de esos programas ni leído ninguno de esos libros, así que no podría decirle nada al respecto.

Me ha sorprendido la seguridad con la que ha dicho que es uno de los mejores escritores de esta era. ¿Cómo puede estar tan seguro de eso?

Con todo el respeto, hay un cierto tipo de hombre americano que llega a una edad, y soy el último de esos hombres que usted va a ver en su vida. Tengo sesenta y siete años y quiero incendiar toda América y mandar todo a la mierda, y siempre he sido así. Casi todo el tiempo me encierro en una habitación y lo único que hago es trabajar. Me invaden pensamientos, me da miedo morir y puedo ver lo que hay más allá de la vida. Estoy jodidamente sano, pero… ¡oh, mierda, me doy cuenta de que esto no va a durar siempre! Los libros que escribo son esfuerzos sobrehumanos de concentración, construcción y pasión. En mi carrera arriesgué y me convertí en algo más. Creo que mi seguridad viene del sentido que tengo de mi propio trabajo y el hecho de que comencé a escribir bastante tarde, cuando tenía treinta años.

¿Y por qué comenzó a escribir?

Llevaba sobrio año y medio y era lo que quería, costara lo que costara. Quería tener novia, el reconocimiento y todo eso; pero, por encima de todo, lo que quería era escribir libros.

¿Lee a autores contemporáneos?

Sólo leo a mi amigo Thomas Mallon, que es el mejor escritor americano de novela histórica.

Pero cuando era niño se podía pasar diez horas en una biblioteca.
Eso fue hace mucho tiempo. Leía novelas policíacas, criminales, históricas...

Le cito: "Me obsesiona la perfección".

Así es. Así es como veo mi trabajo. Quiero que mis palabras sean perfectas, que la construcción sea perfecta, que sea profundamente emotivo, estilísticamente riguroso, y genial. No podría hacer otra cosa. "Perfidia" es mi libro más arriesgado, estilísticamente es severo; es mi última versión de la perfección.

¿Cómo afecta esa obsesión a su trabajo?

Si alguien me llama por teléfono, atiendo el teléfono; si tengo que salir de casa, salgo de casa y vuelvo más fresco. Me concentro en escenas individuales de la historia, para que sean pasionales e improvisadas, sin salirme de la historia general.

¿Qué siente al terminar una novela?

Cuando terminé "La dalia negra" fue una catarsis. Se lo dediqué a mi madre y lloré durante varias horas. Cuando terminé "Perfidia" me sentí aliviado; es como estar enamorado por primera vez y consumar la relación, como escuchar un adagio de Beethoven. Después me aparto de la escritura, llamo a mi editor, entrego el manuscrito y vuelvo a empezar.

Y vuelve a la vida. Porque los artistas a veces están tan involucrados en su trabajo que olvidan que tienen una vida.

Yo no estoy tan loco. He visto a gente que le ha pasado pero yo no soy así. Todo lo que hago, lo de no tener internet, ni teléfono, o no viajar, me ayuda a concentrarme.

Antes ha mencionado a su madre. ¿Sería escritor si ella no hubiera muerto?

No lo sé. No hay forma de averiguarlo.

Así que no le importa lo que digan los críticos.

No, ya ni siquiera leo las reseñas. Dejé de hacerlo hace tiempo. Así que la idea de meterme en internet y ver que la gente dice cosas horribles sobre mí... es una locura.

¿Y qué me dice del reconocimiento?

Bueno, quiero que me paguen, conocer a mis lectores, ser reconocido por la crítica y premiado. Pero, por encima de todo eso, quiero vivir una historia, quiero contar una historia.

¿Qué piensa de la gran novela americana?

Es algo que no va a pasar nunca. Es como la idea del sueño americano: se suponía que sería real y ahora se supone que es un fraude.

Por cierto, ¿cuál es su versión favorita de Perfidia, la canción que da nombre al libro?

¡Ah!, por fin me lo pregunta, esa sí que es fácil. Mi favorita es la de Glenn Miller, por supuesto, porque es la única que entiende que esa canción es una elegía.