¿De dónde viene ese “Lispector”?
Es un
apellido latino, ¿no es cierto? Yo le pregunté a mi padre desde cuándo había
Lispector en Ucrania. Él me dijo que desde generaciones y generaciones atrás.
Supongo que ese apellido fue rodando, rodando, perdiendo algunas sílabas y
formando otra cosa que parece… “lis” y “peito” en latín… Es un apellido del
que, cuando escribí mi primer libro, Sergio Milliet (yo era entonces
completamente desconocida, por supuesto) dijo: “Esa escritora de apellido
desagradable, ciertamente un seudónimo…”. No lo era, era mi verdadero apellido.
¿Usted llegó a conocer a Sergio Milliet personalmente?
Nunca.
Porque yo publiqué mi primer libro y me fui del Brasil para viajar porque me
casé con un diplomático brasileño, de modo que no conocí a quienes escribieron
sobre mí.
Clarice, ¿qué hacía profesionalmente su padre?
Representaciones
de firmas, cosas así. Cuando él de verdad daba para cosas del espíritu.
¿Hay alguien en la familia Lispector que haya
llegado a escribir alguna cosa?
Yo me
enteré últimamente, para mi gran sorpresa, de que mi madre escribía. Yo tengo
una hermana. Elisa Lispector, que escribe novelas. Y tengo otra hermana,
llamada Tania Kaufman, que escribe libros técnicos.
¿Usted llegó a leer las cosas que su madre
escribió?
No, yo
sólo lo supe hace unos pocos meses.
Pero no tenía condiciones de…
No. Lo que
supe a través de una tía. “¿Sabes que tu madre hacía un diario y escribía
poesías?”. Yo me quedé estúpida…
En las raras entrevistas que usted ha concedido
surge, casi necesariamente, la pregunta de cómo comenzó a escribir y cuándo.
Antes de
los siete años ya fabulaba, ya inventaba historias. Por ejemplo, inventé una
historia que no acababa nunca. Es muy complicada de explicar esa historia.
Cuando comencé a leer, comencé también a escribir. Pequeñas historias.
Cuando la joven, prácticamente adolescente,
Clarice Lispector descubre la literatura, es realmente aquel campo de creación
humana que más la atrae. ¿Tenía la joven Clarice algún objetivo específico, o
sólo escribir, sin determinar algún tipo de público?
Sólo
escribir.
Clarice, ¿a partir de qué momento usted decide asumir
efectivamente la carrera de escritora?
Nunca la
asumí. Nunca la asumí.
¿Por qué?
Yo no soy
una profesional, yo sólo escribo cuando quiero. Soy una amateur y he decidido
seguir haciéndolo. Profesionalmente es aquel que tiene una obligación consigo
mismo de escribir. O con otro, en relación a otro. Ahora yo he decidido no ser
una profesional… para conservar mi libertad.
¿Usted produce con frecuencia o tiene etapas?
Tengo
etapas de producir intensamente y tengo etapas-hiatos, en los que la vida se me
vuelve intolerable.
¿Y esos hiatos son largos?
Depende.
Pueden ser largos y yo vegeto o, para salvarme, me lanzo a alguna otra cosa;
por ejemplo, terminé una novela, quedé medio vacía, entonces estoy haciendo
cuentos para chicos.
¿Cómo explica usted a Clarice Lispector
volcándose a la literatura infantil?
Comenzó
con mi hijo, cuando él tenía seis años, o cinco: me ordenó que escribiese una
historia para él. Y yo la escribí. Después la guardé y no me acordé nunca más.
Hasta que me pidieron un libro infantil. Yo dije que no tenía. Me había
olvidado totalmente de aquello. Era tan poco literatura para mí… yo no quería
usarlo para publicar. Era para mi hijo. Me acordé: “Bueno, tengo, sí”. Entonces
fue publicado. Fueron tres libros de literatura infantil y ahora estoy haciendo
el cuarto.
¿A usted le resulta más fácil comunicarse con un
adulto o con un niño?
Comunicarme
con un niño me resulta fácil porque yo soy muy maternal. Cuando me comunico con
un adulto, en verdad me estoy comunicando con lo más secreto de mí misma. Ahí
se hace difícil, ¿no es cierto?
¿El adulto es siempre solitario?
El adulto
es triste y solitario.
¿Y el niño?
El niño
tiene la fantasía libre…
¿A partir de qué momento, según la escritora, el
ser humano se va volviendo triste y solitario?
Ah, eso es
secreto… Disculpe, no voy a responder. En cualquier momento, basta un choque un
poco inesperado y eso sucede… Pero yo no soy solitaria, no. Tengo muchos
amigos. Y sólo estoy triste hoy porque estoy cansada… Por lo general soy
alegre.
Rilke, en su “Carta a un joven poeta”, respondiendo
a una de sus cartas preguntaba al joven que pretendía hacerse escritor: “Si
usted no pudiese escribir más, ¿moriría?” Yo le transfiero esa misma pregunta a
usted.
Yo siento
que cuando no escribo estoy muerta…
¿Esa etapa?
Es muy
dura la etapa entre un trabajo y otro, y al mismo tiempo es necesario que haya
una especie de vaciamiento de la cabeza para que pueda nacer alguna otra cosa,
si es que nace. Es todo tan incierto…
¿Usted se considera una escritora popular?
No.
¿Por qué razón?
Hasta me
tildan de hermética… ¿Cómo puedo ser popular siendo “hermética”?
¿Y cómo considera usted esta observación, que
colocamos entre comillas, de “hermética”?
Yo me
comprendo, de modo que no soy hermética para mí. Bueno, tengo un cuento mío que
no comprendo muy bien… Yo escribo sin esperanzas de que lo que escribo cambie
alguna cosa. No cambia nada…
Entonces, ¿para qué seguir escribiendo Clarice?
¿Acaso yo
lo sé? Porque en el fondo la gente no quiere cambiar las cosas. La gente quiere
soltarse de una manera o de otra, ¿no es cierto?
A su criterio, ¿cuál es el papel del escritor
brasileño de hoy en día?
El de
hablar lo menos posible.
Usted entra en contacto, creo que con
frecuencia, con los jóvenes universitarios…
De vez en
cuando me buscaban, pero tienen mucho miedo de molestarme. Tienen mucho miedo
de que yo no los reciba…
¿Por qué razón?
Yo no lo
sé, no sé por qué.
Pero aquellos que consiguen romper la timidez…
Entonces
se sienten completamente cómodos conmigo y toman café conmigo y entran a mi
casa y yo los recibo como amigos.
Normalmente el contacto del joven estudiante con
usted, ¿qué tipo de preocupación revela?
Revela
cosas sorprendentes, que ellos están en la mía…
¿Qué significa “estar en la suya”?
Es que a
veces pienso que estoy aislada y cuando miro estoy rodeada de universitarios,
gente muy joven, que está completamente de mi lado. Eso me asombra y resulta
gratificante, ¿no es cierto?
Oímos con frecuencia que las nuevas generaciones
leen poco en Brasil, ¿usted confirma eso?
Bueno, los
universitarios están obligados a leer porque se les impone. Ahora no estoy al
tanto de los otros.
¿Usted cree que la dificultad de entenderla es
sólo de algunas camadas de nuestro tiempo y que con las nuevas generaciones
usted será entendida de inmediato?
No tengo
la menor idea, no tengo la menor idea… Yo sé que antes ninguno me entendía y
ahora me entienden.
¿A qué atribuye usted eso?
Yo siento
que todo cambió, porque yo no cambié, no… Yo, no… Que yo sepa, no hice
concesiones.
¿Pero qué habrá cambiado en la gente que la
llevó a comprender su trabajo?
Realmente
no lo sé, es una pregunta que le hago a usted, porque yo no la sé responder.
¿Usted discute mucho con la Clarice Lispector
escritora?
No, yo me
dejo ser.
¿Y conviven en paz?
A veces
no, pero…
Normalmente, ¿qué tipo de problemas le trae a
usted la Clarice Lispector escritora?
A veces,
el hecho de que me consideren escritora me aísla.
¿Por qué razón?
Me pone un
rótulo.
¿Y usted cree que la gente la mira a través de
ese rótulo?
A veces a
través de ese rótulo. Todo lo que digo, la mayor tontería, es considerada
entonces como una cosa interesante o como algo bobo, pero todo basado en el ser
escritora. Es por eso que no me presto mucho para esa cosa de ser escritora y
dar entrevistas. Es porque no creo en eso.
Si esa es la tendencia del público, ¿cuál cree
usted que debe ser el perfil medio de su lector?
Sabe que
no lo sé…
¿No tiene idea?
No.
¿Usted cree que una persona va a una librería a comprar
específicamente un libro de Clarice Lispector?
Parece que
eso sucede… Lo sé porque a veces me telefonean y me preguntan en qué librería
pueden encontrar mi libro. Entonces, es que hay personas que van a buscar
precisamente mi libro. Porque en el fondo yo escribo de un modo muy simple,
¿sabe?
¿Será que las cosas simples son recibidas hoy de
manera complicada?
Tal vez,
tal vez… Pero escribo de una manera simple. Yo no adorno…
En su formación como escritora, ¿cuáles son
aquellos escritores que usted siente que le influenciaron realmente?
No lo sé
porque mezclé todo. Yo leía libros, novelas para adolescentes, libros, color de
rosa… mezclados con Dostoievski. Escogía los libros por los títulos y no por
los autores, de quienes no tenía conocimiento alguno. Mezclé todo. Leer a los
trece años “El lobo estepario” de Hermann Hesse fue un shock. Entonces comencé
a escribir un cuento que no terminaba nunca. Acabé rompiéndolo.
¿Eso sucede todavía, que escriba algo y después
lo rompa?
Lo dejo de
lado o… No, yo lo rompo, sí.
¿Es producto de la reflexión o es un acto
emocional?
Es rabia,
un poco de rabia.
¿Con quién?
Conmigo
misma.
¿Por qué, Clarice?
Estoy un
poco cansada…
¿De qué?
De mí
misma.
¿Pero usted no renace y se renueva con cada
trabajo nuevo?
Bueno,
ahora yo morí… Pero vamos a ver si renazco de nuevo. Mientras tanto, yo estoy
muerta… Estoy hablando desde mi sepulcro.