16 de mayo de 2023

Cuentos selectos (XXIX). Angélica Gorodischer: "Cruz"

La galardonada escritora Angélica Gorodischer (1928-2022) es reconocida como una de las más grandes escritoras argentinas. Pionera en el género de ciencia ficción, criada en un hogar rodeada de libros, a los que consideraba sus primeros juguetes, desde pequeña sintió una gran afición por la literatura, comenzó a leer desde muy chica y a escribir sus primeros cuentos antes de acabar la escuela primaria. Con un lenguaje coloquial, priorizó en sus relatos el protagonismo de las mujeres, mostrando una mirada feminista del mundo y resaltando el papel de la mujer en la historia de la humanidad. Contó alguna vez que en su infancia siempre prefirió los libros más que las muñecas, y en su adolescencia leía con ahínco a Victoria Ocampo (1890-1979), fundadora de las emblemáticas revista y editorial “Sur”, y a su hermana Silvina Ocampo (1903-1993), a quienes consideraba sus escritoras favoritas.
Nacida en Buenos Aires, vivió desde los siete años en Rosario. Allí estudió en la Escuela Normal de Profesoras y luego en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, carrera que abandonó para dedicarse a su familia y a escribir narrativa mientras trabajaba de bibliotecaria en una editorial médica. En 1965 publicó su primer libro, “Cuentos con soldados”, al que seguirían los tomos de cuentos y relatos “Las pelucas”, “Técnicas de supervivencia”, “Como triunfar en la vida”, “Querido amigo”, “Otras vidas” y “Las nenas”; y las novelas “Opus dos”, “Fábula de la virgen y el bombero”, “La noche del inocente”, “Tumba de jaguares”, “Las señoras de la calle Brenner”, “La cámara oscura” y “Tirabuzón”, por citar sólo algunas de sus más cuarenta obras, muchas de ellas traducidas a varios idiomas.
El reconocimiento internacional le llegó cuando en 2003 se publicó en Estados Unidos su libro de relatos “Kalpa imperial” bajo el título “The greatest empire that never was”, traducido nada menos que por Ursula K. Le Guin (1929-2018) la autora estadounidense célebre por sus obras de literatura fantástica y ciencia ficción, escritora con la que Angélica Gorodischer declaró en una entrevista sentirse hermanada, lo mismo que con Virginia Woolf (1882-1941), Armonía Somers (1914-1994) y Clarice Lispector (1920-1977). La escritora polifacética que ha incursionado tanto en la narrativa fantástica como en el género policial sostenía que en todas partes, cuando caminaba por las calles, encontraba un cuento y que el “había una vez” era fundamental ya que “la gente quiere un techo sobre sus cabezas, abrigarse en invierno, ir a la playa en verano, ir los sábados al cine, tener para comer y que le cuenten un cuento. Todo es un gran cuento”. “Cruz”, el relato que se reproduce a continuación, forma parte de su última obra: “Coro”, publicada en 2017. En él hace gala de un
léxico inusual y una compleja sintaxis.

CRUZ

El odio no tiene límites; como el universo, según dice el enano Acosta Cara de Langosta cuando nos da geografía y se pone poético el muy idiota, no tiene límites; no, no tiene límites. El odio digo. El universo tampoco y además no tiene extremos ni centro ni espesor ni medida ni nada y una se pregunta entonces cómo es que es. El universo, digo. Pero si piensa en el odio ya está, ya sabe. Que es lo que nos pasa con la perra. Hacemos mal en decirle perra, les digo a las chicas. Digámosle gata, les digo, porque las gatas son así, suaves, sedosas, cuidadosas, orgullosas pero disimulando para que parezca que son dulces inocentes criaturas del Señor, del Señor Dios que las hizo al mismo tiempo que al Maldito. Gata, eso. Pero no tuve éxito porque Marita ama a los gatos la estúpida, y la mamá tenía gatos y como se murió es como si fuera santa y estuviera en el cielo y todo lo que dijo fuera la verdad verdadera y sagrada, así que seguimos diciéndole perra. No importa, yo pienso en ella como gata y cuando habla le oigo que maúlla aunque habla poco, menos mal para no tener que oírla pero eso sí, las profes y las celadoras dicen miren qué monada es tan buena alumna y tan discreta, andá, gata de porquería que te hacés la buenita pero sos lo peor de lo peor y yo te odio así nomás sin límites y no soy la única. Claro que no, si cuando nos juntamos en el recreo o en la merienda y ella pasa ah sí porque siempre pasa y se hace la que no nos ve pero yo sé que lo que quiere es que la invitemos a estar con nosotras y no señor, no, claro que no, ahí es cuando pensamos y decimos no no con nosotras no que se junte con esas otras idiotas como ella que le chupan las medias y la bombacha para parecer que son una monada, bah, una monada como ella, pero nosotras la del grupo no, claro que no, no queremos saber nada con ella y nos gustaría ahorcarla pero yo les dije miren que si le hacemos algo nos llevan presas al reformatorio en donde te ponen sola en una celda sin ventanas y a la noche te mojan con una manguera de agua helada y no te dan de comer para que te pongas tuberculosa y te mueras así que no le hacemos nada y algunas hasta le sonríen pero yo no, eso sí que no. Yo la quiero matar y pisotearle el cadáver para que ni siquiera la reconozcan y quebrarle los huesos y tirar los restos por el incinerador pero no se lo digo a nadie vaya a saber si en una de esas se cumplen mis deseos y alguna otra la mata y me echan la culpa a mí. Eso, hacerla bosta, sedosa, disimulosa, pavotosa me gustaría ponerla mormosa a golpes, qué se cree. Se cree que es linda y lo malo es que es linda, bueno, bah, es linda si te gustan las rubias blanquecinas llenas de rulos y de mejillas y de sonrisas y orejas chiquitas que casi ni se ven y las manitos de muñeca, andá, gata asquerosa, siempre levantando la mano ah ella sabe todo se estudió la lección y la sabe y va y la dice en el frente y la vieja de matemáticas dice muy bien pero muy bien y le pone diez, andá. Si te agarro te hago barro y no vas a poder aprender la lección nunca más y ninguna de esas viejas histéricas te va a decir muy bien pero que muy bien niña y te va a poner un diez. Un cero, eso, un cero bien redondo que te caiga encima y te apriete el cogote y no te deje respirar y te ahogues y te mueras con la lengua afuera y la cara de color violeta, eso es lo que me gusta pensar cuando ella se me cruza por la cabeza pero viene el cura que da religión y las que no quieren porque son ateas o judías se van del salón y el cura dice, nos dice a las que nos quedamos porque somos católicas, que hay que amar al prójimo y yo le pregunté quién es el prójimo y él se enojó pero trató de disimular y parece que el prójimo o la prójima viene a ser todo el mundo pero yo a ella tomá pa' vos cualquier día la voy a amar si la odio y la quiero matar. Dice el cura que hay que pensar en la cruz y amar como él nos amó (él va con mayúscula, así: Él) y murió por nosotros en la cruz. ¿Ve? Eso me parece bien. Yo la quiero hacer que se muera en la cruz. Eso. Claro que es difícil y más fácil es dejarla mormosa a golpes, una va y pega y pega y pega y le pega en donde le duele y le sigue pegando hasta que se muere. Eso es fácil. Lo de la cruz no; lo de la cruz es más difícil y para mí que se necesitan varias porque yo sola no voy a poder. Yo la agarro y la sujeto y las otras traen la cruz. Bueno, pero entonces hay que fabricar una cruz, ¿no?, porque una no puede ir a la ferretería o al almacén y pedir oiga don deme una cruz, así que unos días antes nos vamos al depósito que no nos dejan entrar pero siempre entramos igual y curioseamos. Y buscamos maderas que hay a montones porque las sacan de los bancos que se rompen o de los listones del piso del escenario en el salón de actos o de vaya a saber dónde pero la cosa es que hay. Lo malo es que no se puede con cualquier madera, ah no, tienen que ser maderos duros pesados iguales no de largo pero sí de forma, uno más corto que será donde se clavan las manos y otro más largo en donde se clavan los pies uno arriba del otro, así que habrá que ir con un metro que no sé de dónde vamos a sacar pero también puede ser que llevemos uno de esos centímetros que usan las madres cuando nos alargan la pollera y entonces medimos los maderos. Habrá que ver si en el depósito hay también herramientas, bueno, vamos a necesitar un martillo o dos y algo más, no se me ocurre qué, una tenaza podría ser pero no sé porque ya que pusimos los clavos no vamos a andar sacándolos, pero también es cierto que si nos equivocamos y los ponemos en mal lugar hay que sacarlos y volver a ponerlos en donde corresponde. Una lima no hace falta, me parece. Papel de lija tampoco. Tuercas y tornillos tampoco. Clavos sí, cómo no, clavos sí, grandes y con mucha punta para que entren sin que tengamos que hacer fuerza que en la carne no importa pero si tropezamos con un hueso el clavo tiene que ser puntudo y filoso, los clavos, muchos clavos. Hay que clavar la madera corta en la madera larga cerca del extremo de arriba en donde va la cabeza y tienen que quedar bien clavados porque si se desclavan es un desastre y ella se cae seguro. Clavamos bien, con muchos clavos y ponemos la madera derechita en el suelo y nos colgamos de la parte corta y si no se desclava está bien y ya podemos pensar en ir a buscarla. Yo creo que hay que dormirla con algún remedio de esos que los médicos les dan a las madres para que no se preocupen por la noche y puedan dormir, pero las chicas dicen que así no vale porque entonces no va a sentir nada. Ah cómo que no, digo yo, empezá a clavarle las manos en la parte corta de las maderas y vas a ver si no siente, vamos. De todas maneras, dicen las chicas, es peligroso, en una de esas se duerme como con anestesia y nos perdemos la mitad de la diversión. Bueno, les dije, pero entonces ustedes se ocupan, ¿eh?, de traerla y acostarla sobre la cruz y sostenerla y yo la clavo. Dijeron que sí, que está bien, que así sí. Teníamos que tener todo bien planeado así que cuando terminó la hora de actividades prácticas le pedimos a la gorda grasienta que está cada día más gorda y le cuesta moverse y sobre todo agacharse y por eso empujamos todo de a poco para que no sospeche y nos reímos bajito despacito cuando se agacha y hace ajjjj ajjj aia ajjjj y entonces después de un rato de ajjjjses alguna dice deje profe que yo le ayudo, le pedimos que nos dejara quedarnos en el salón porque teníamos que repasar matemáticas y claro que la gorda grasienta dijo que sí toda llena de sonrisas pensando que somos alumnas aplicadas y además a ella le hubiera gustado ser profesora de matemáticas pero Adeli dice que ni siquiera es profesora, que es maestra pero como el marido es diputado le hizo dar el puesto de profesora de actividades prácticas que total para enseñar eso no hace falta saber nada, y cuando la gorda grasienta se fue cerrando despacio la puerta para que no hiciera ruido y nos molestara, nos sentamos todas en círculo alrededor de cuatro mesas que pusimos juntas y pensamos todas juntas en cómo lo íbamos a hacer.
Nunca pensamos que nos iba a salir tan bien. Ni siquiera hubo que obligarla a entrar con nosotras al salón de química porque a Ciria se le ocurrió la gran idea y le dijo que íbamos a preparar un menjunje para ponerle en las bolsitas de té a la de biología y vino solita, solita vino, encantada de que la hubiéramos invitado al grupo. Ni siquiera nos enchastramos las manos con sangre porque yo las había prevenido y todas les pedimos los guantes de goma de esos que se usan en la cocina a nuestras madres o cocineras o quien fuera diciendo que íbamos a hacer un experimento con la de química para preparar un espantamosquitos y que uno de los líquidos que le íbamos a poner manchaba los dedos, así que teníamos como diez pares de guantes de goma. A la gata inmunda no, a ella no le dijimos lo de los guantes no fuera que se fuera a avivar. Pero qué, si ni se la soñó, Y después sujetarla no fue nada, si erarnos como diez. Y mientras la sujetaban yo la clavaba y me resultó fácil a pesar de tantos huesitos que hay en la mano, aunque con los pies fue más difícil porque tienen que ir uno encima del otro pero trabajé tranquila porque ya la asquerosa esa no gritaba. No gritaba ni lloraba ni se quejaba ni se sacaba diez porque no había lección y ya nunca iba a dar lecciones, tomá, eso te pasa por creerte que sos más que nosotras, tomá y tomá y las chicas tampoco gritaban ni decían nada y calladitas estaban muy calladitas y ahí fue cuando a mí me inundó una cosa que era como una luz pero espesa quiero decir que era luz con cuerpo que se podía tocar y me duró pocos segundos pero después cuando lo pensé me di cuenta de que me había durado mucho pero mucho como horas pero no, más que horas como si el mundo se hubiera salido de órbita y hubiera ido a rodar por otros universos que también tienen lo mismo que este y que también son infinitos y sin forma ni medida como el odio y que la de historia a la que le gustan esas cosas dice que eso se llama nirvana con ve corta porque yo una vez le pregunté, y ya que estaba y eso duraba mucho aunque a mí me parecía que era largo largo o al revés era que era largo y a mí me parecía corto de un instante y nada más, ya que estaba la pasé bien por un instante o por mucho más porque total el odio tampoco tiene medida ni forma ni centro ni nada pero una sabe cómo es que es y el odio me tocó y yo toqué la luz que era ella también como de madera pero lisita lisita y el odio inundó el universo y como los dos tienen la misma forma, encajaron uno en el otro y rodaron por el tiempo y todo se terminó enseguida eso dijeron las chicas ¡y yo que había pasado horas y horas sintiéndome nirvana y feliz tanto tanto!, pero dijeron ya está y ya estaba. Pusimos la cruz con ella clavada encima apoyada en la pared del fondo en la que no hay estantes con libros. Quedaba hermosa: era como un cuadro. Después limpiamos todo. Y con mucho cuidado porque ya sabíamos lo que nos iba a pasar si dejábamos una, una sola huella, un pelo, un rastro, algo por chiquito que fuera. Nada dejamos y nos fuimos.
No, no nos pasó nada. Salimos, nos fuimos por el segundo patio hasta la galería del primario y fuimos al kiosco y algunas compraron engrudo, otras hojas de dibujo y yo un lápiz Faber número tres porque me gustan blandos. Tampoco nos pasó nada a partir de ese día, nunca. Algunas, Elvide por ejemplo y Zoralia, habían dicho que en la vida nos íbamos a arrepentir y que íbamos a soñar con ella clavada ahí y que nos íbamos a volver locas de remordimientos. Pavadas. A mí nunca me pasó nada de eso y por lo que sé a las otras tampoco. Nunca les pregunté, nunca volví a decirles nada porque total aunque no habíamos jurado sobre la Biblia yo sabía que ellas tampoco iban a decirle nada a nadie y así fue. Sí, claro que hubo un lío bárbaro pero nosotras ya estábamos lejos cuando empezaron a buscarla; estábamos cada una en su casa, comiendo abrigaditas o yendo a acostarnos o rezando las oraciones de la noche o pidiéndoles a nuestros padres que nos leyeran un cuento antes de dormirnos. Y cuando se supo y salió en los diarios y se oyó por la radio y todo el mundo hablaba de eso y de un loco con delirios religiosos que la había raptado al salir de la escuela, las madres y los padres de todas nosotras se ocupaban de que no nos enteráramos de algo tan horrible y nosotras bien gracias, no nos enterábamos.
No, nunca se lo conté a nadie, ni al confesor ni al analista. No: es la primera vez.