La galardonada escritora Angélica Gorodischer (1928-2022)
es reconocida como una de las más grandes escritoras argentinas. Pionera en el género
de ciencia ficción, criada en un hogar rodeada de libros, a los que consideraba
sus primeros juguetes, desde pequeña sintió una gran afición por la literatura,
comenzó a leer desde muy chica y a escribir sus primeros cuentos antes de
acabar la escuela primaria. Con un lenguaje coloquial, priorizó en sus relatos
el protagonismo de las mujeres, mostrando una mirada feminista del mundo y
resaltando el papel de la mujer en la historia de la humanidad. Contó alguna
vez que en su infancia siempre prefirió los libros más que las muñecas, y en su
adolescencia leía con ahínco a Victoria Ocampo (1890-1979), fundadora de las
emblemáticas revista y editorial “Sur”, y a su hermana Silvina Ocampo (1903-1993),
a quienes consideraba sus escritoras favoritas.
Nacida en Buenos Aires, vivió
desde los siete años en Rosario. Allí estudió en la Escuela Normal de
Profesoras y luego en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional del Litoral, carrera que abandonó para dedicarse a su familia y a
escribir narrativa mientras trabajaba de bibliotecaria en una editorial médica.
En 1965 publicó su primer libro, “Cuentos con soldados”, al que seguirían los
tomos de cuentos y relatos “Las pelucas”, “Técnicas de supervivencia”, “Como
triunfar en la vida”, “Querido amigo”, “Otras vidas” y “Las nenas”; y las
novelas “Opus dos”, “Fábula de la virgen y el bombero”, “La noche del inocente”,
“Tumba de jaguares”, “Las señoras de la calle Brenner”, “La cámara oscura” y “Tirabuzón”,
por citar sólo algunas de sus más cuarenta obras, muchas de ellas traducidas a
varios idiomas.
El reconocimiento internacional le llegó cuando en 2003 se
publicó en Estados Unidos su libro de relatos “Kalpa imperial” bajo el título “The
greatest empire that never was”, traducido nada menos que por Ursula K. Le Guin
(1929-2018) la autora estadounidense célebre por sus obras de literatura fantástica
y ciencia ficción, escritora con la que Angélica Gorodischer declaró en una
entrevista sentirse hermanada, lo mismo que con Virginia Woolf (1882-1941), Armonía
Somers (1914-1994) y Clarice Lispector (1920-1977). La escritora polifacética
que ha incursionado tanto en la narrativa fantástica como en el género policial
sostenía que en todas partes, cuando caminaba por las calles, encontraba un
cuento y que el “había una vez” era fundamental ya que “la gente quiere un
techo sobre sus cabezas, abrigarse en invierno, ir a la playa en verano, ir los
sábados al cine, tener para comer y que le cuenten un cuento. Todo es un gran
cuento”. “Cruz”, el relato que se reproduce a continuación, forma parte de su
última obra: “Coro”, publicada en 2017. En él hace gala de un léxico inusual y una
compleja sintaxis.
CRUZ
El odio no
tiene límites; como el universo, según dice el enano Acosta Cara de Langosta
cuando nos da geografía y se pone poético el muy idiota, no tiene límites; no,
no tiene límites. El odio digo. El universo tampoco y además no tiene extremos
ni centro ni espesor ni medida ni nada y una se pregunta entonces cómo es que
es. El universo, digo. Pero si piensa en el odio ya está, ya sabe. Que es lo
que nos pasa con la perra. Hacemos mal en decirle perra, les digo a las chicas.
Digámosle gata, les digo, porque las gatas son así, suaves, sedosas,
cuidadosas, orgullosas pero disimulando para que parezca que son dulces
inocentes criaturas del Señor, del Señor Dios que las hizo al mismo tiempo que
al Maldito. Gata, eso. Pero no tuve éxito porque Marita ama a los gatos la
estúpida, y la mamá tenía gatos y como se murió es como si fuera santa y
estuviera en el cielo y todo lo que dijo fuera la verdad verdadera y sagrada,
así que seguimos diciéndole perra. No importa, yo pienso en ella como gata y
cuando habla le oigo que maúlla aunque habla poco, menos mal para no tener que
oírla pero eso sí, las profes y las celadoras dicen miren qué monada es tan
buena alumna y tan discreta, andá, gata de porquería que te hacés la buenita
pero sos lo peor de lo peor y yo te odio así nomás sin límites y no soy la
única. Claro que no, si cuando nos juntamos en el recreo o en la merienda y
ella pasa ah sí porque siempre pasa y se hace la que no nos ve pero yo sé que
lo que quiere es que la invitemos a estar con nosotras y no señor, no, claro
que no, ahí es cuando pensamos y decimos no no con nosotras no que se junte con
esas otras idiotas como ella que le chupan las medias y la bombacha para
parecer que son una monada, bah, una monada como ella, pero nosotras la del
grupo no, claro que no, no queremos saber nada con ella y nos gustaría
ahorcarla pero yo les dije miren que si le hacemos algo nos llevan presas al
reformatorio en donde te ponen sola en una celda sin ventanas y a la noche te
mojan con una manguera de agua helada y no te dan de comer para que te pongas
tuberculosa y te mueras así que no le hacemos nada y algunas hasta le sonríen
pero yo no, eso sí que no. Yo la quiero matar y pisotearle el cadáver para que
ni siquiera la reconozcan y quebrarle los huesos y tirar los restos por el
incinerador pero no se lo digo a nadie vaya a saber si en una de esas se
cumplen mis deseos y alguna otra la mata y me echan la culpa a mí. Eso, hacerla
bosta, sedosa, disimulosa, pavotosa me gustaría ponerla mormosa a golpes, qué
se cree. Se cree que es linda y lo malo es que es linda, bueno, bah, es linda
si te gustan las rubias blanquecinas llenas de rulos y de mejillas y de
sonrisas y orejas chiquitas que casi ni se ven y las manitos de muñeca, andá,
gata asquerosa, siempre levantando la mano ah ella sabe todo se estudió la
lección y la sabe y va y la dice en el frente y la vieja de matemáticas dice
muy bien pero muy bien y le pone diez, andá. Si te agarro te hago barro y no
vas a poder aprender la lección nunca más y ninguna de esas viejas histéricas
te va a decir muy bien pero que muy bien niña y te va a poner un diez. Un cero,
eso, un cero bien redondo que te caiga encima y te apriete el cogote y no te
deje respirar y te ahogues y te mueras con la lengua afuera y la cara de color
violeta, eso es lo que me gusta pensar cuando ella se me cruza por la cabeza
pero viene el cura que da religión y las que no quieren porque son ateas o
judías se van del salón y el cura dice, nos dice a las que nos quedamos porque
somos católicas, que hay que amar al prójimo y yo le pregunté quién es el
prójimo y él se enojó pero trató de disimular y parece que el prójimo o la
prójima viene a ser todo el mundo pero yo a ella tomá pa' vos cualquier día la
voy a amar si la odio y la quiero matar. Dice el cura que hay que pensar en la
cruz y amar como él nos amó (él va con mayúscula, así: Él) y murió por nosotros
en la cruz. ¿Ve? Eso me parece bien. Yo la quiero hacer que se muera en la
cruz. Eso. Claro que es difícil y más fácil es dejarla mormosa a golpes, una va
y pega y pega y pega y le pega en donde le duele y le sigue pegando hasta que
se muere. Eso es fácil. Lo de la cruz no; lo de la cruz es más difícil y para
mí que se necesitan varias porque yo sola no voy a poder. Yo la agarro y la
sujeto y las otras traen la cruz. Bueno, pero entonces hay que fabricar una
cruz, ¿no?, porque una no puede ir a la ferretería o al almacén y pedir oiga
don deme una cruz, así que unos días antes nos vamos al depósito que no nos
dejan entrar pero siempre entramos igual y curioseamos. Y buscamos maderas que
hay a montones porque las sacan de los bancos que se rompen o de los listones
del piso del escenario en el salón de actos o de vaya a saber dónde pero la
cosa es que hay. Lo malo es que no se puede con cualquier madera, ah no, tienen
que ser maderos duros pesados iguales no de largo pero sí de forma, uno más
corto que será donde se clavan las manos y otro más largo en donde se clavan
los pies uno arriba del otro, así que habrá que ir con un metro que no sé de
dónde vamos a sacar pero también puede ser que llevemos uno de esos centímetros
que usan las madres cuando nos alargan la pollera y entonces medimos los
maderos. Habrá que ver si en el depósito hay también herramientas, bueno, vamos
a necesitar un martillo o dos y algo más, no se me ocurre qué, una tenaza
podría ser pero no sé porque ya que pusimos los clavos no vamos a andar
sacándolos, pero también es cierto que si nos equivocamos y los ponemos en mal
lugar hay que sacarlos y volver a ponerlos en donde corresponde. Una lima no hace
falta, me parece. Papel de lija tampoco. Tuercas y tornillos tampoco. Clavos
sí, cómo no, clavos sí, grandes y con mucha punta para que entren sin que tengamos
que hacer fuerza que en la carne no importa pero si tropezamos con un hueso el
clavo tiene que ser puntudo y filoso, los clavos, muchos clavos. Hay que clavar
la madera corta en la madera larga cerca del extremo de arriba en donde va la
cabeza y tienen que quedar bien clavados porque si se desclavan es un desastre
y ella se cae seguro. Clavamos bien, con muchos clavos y ponemos la madera
derechita en el suelo y nos colgamos de la parte corta y si no se desclava está
bien y ya podemos pensar en ir a buscarla. Yo creo que hay que dormirla con
algún remedio de esos que los médicos les dan a las madres para que no se
preocupen por la noche y puedan dormir, pero las chicas dicen que así no vale
porque entonces no va a sentir nada. Ah cómo que no, digo yo, empezá a clavarle
las manos en la parte corta de las maderas y vas a ver si no siente, vamos. De
todas maneras, dicen las chicas, es peligroso, en una de esas se duerme como
con anestesia y nos perdemos la mitad de la diversión. Bueno, les dije, pero
entonces ustedes se ocupan, ¿eh?, de traerla y acostarla sobre la cruz y
sostenerla y yo la clavo. Dijeron que sí, que está bien, que así sí. Teníamos
que tener todo bien planeado así que cuando terminó la hora de actividades
prácticas le pedimos a la gorda grasienta que está cada día más gorda y le cuesta
moverse y sobre todo agacharse y por eso empujamos todo de a poco para que no
sospeche y nos reímos bajito despacito cuando se agacha y hace ajjjj ajjj aia
ajjjj y entonces después de un rato de ajjjjses alguna dice deje profe que yo
le ayudo, le pedimos que nos dejara quedarnos en el salón porque teníamos que
repasar matemáticas y claro que la gorda grasienta dijo que sí toda llena de
sonrisas pensando que somos alumnas aplicadas y además a ella le hubiera
gustado ser profesora de matemáticas pero Adeli dice que ni siquiera es
profesora, que es maestra pero como el marido es diputado le hizo dar el puesto
de profesora de actividades prácticas que total para enseñar eso no hace falta
saber nada, y cuando la gorda grasienta se fue cerrando despacio la puerta para
que no hiciera ruido y nos molestara, nos sentamos todas en círculo alrededor
de cuatro mesas que pusimos juntas y pensamos todas juntas en cómo lo íbamos a
hacer.
Nunca
pensamos que nos iba a salir tan bien. Ni siquiera hubo que obligarla a entrar
con nosotras al salón de química porque a Ciria se le ocurrió la gran idea y le
dijo que íbamos a preparar un menjunje para ponerle en las bolsitas de té a la
de biología y vino solita, solita vino, encantada de que la hubiéramos invitado
al grupo. Ni siquiera nos enchastramos las manos con sangre porque yo las había
prevenido y todas les pedimos los guantes de goma de esos que se usan en la
cocina a nuestras madres o cocineras o quien fuera diciendo que íbamos a hacer
un experimento con la de química para preparar un espantamosquitos y que uno de
los líquidos que le íbamos a poner manchaba los dedos, así que teníamos como
diez pares de guantes de goma. A la gata inmunda no, a ella no le dijimos lo de
los guantes no fuera que se fuera a avivar. Pero qué, si ni se la soñó, Y
después sujetarla no fue nada, si erarnos como diez. Y mientras la sujetaban yo
la clavaba y me resultó fácil a pesar de tantos huesitos que hay en la mano,
aunque con los pies fue más difícil porque tienen que ir uno encima del otro
pero trabajé tranquila porque ya la asquerosa esa no gritaba. No gritaba ni
lloraba ni se quejaba ni se sacaba diez porque no había lección y ya nunca iba
a dar lecciones, tomá, eso te pasa por creerte que sos más que nosotras, tomá y
tomá y las chicas tampoco gritaban ni decían nada y calladitas estaban muy
calladitas y ahí fue cuando a mí me inundó una cosa que era como una luz pero
espesa quiero decir que era luz con cuerpo que se podía tocar y me duró pocos
segundos pero después cuando lo pensé me di cuenta de que me había durado mucho
pero mucho como horas pero no, más que horas como si el mundo se hubiera salido
de órbita y hubiera ido a rodar por otros universos que también tienen lo mismo
que este y que también son infinitos y sin forma ni medida como el odio y que
la de historia a la que le gustan esas cosas dice que eso se llama nirvana con
ve corta porque yo una vez le pregunté, y ya que estaba y eso duraba mucho
aunque a mí me parecía que era largo largo o al revés era que era largo y a mí
me parecía corto de un instante y nada más, ya que estaba la pasé bien por un
instante o por mucho más porque total el odio tampoco tiene medida ni forma ni
centro ni nada pero una sabe cómo es que es y el odio me tocó y yo toqué la luz
que era ella también como de madera pero lisita lisita y el odio inundó el
universo y como los dos tienen la misma forma, encajaron uno en el otro y
rodaron por el tiempo y todo se terminó enseguida eso dijeron las chicas ¡y yo
que había pasado horas y horas sintiéndome nirvana y feliz tanto tanto!, pero dijeron
ya está y ya estaba. Pusimos la cruz con ella clavada encima apoyada en la
pared del fondo en la que no hay estantes con libros. Quedaba hermosa: era como
un cuadro. Después limpiamos todo. Y con mucho cuidado porque ya sabíamos lo
que nos iba a pasar si dejábamos una, una sola huella, un pelo, un rastro, algo
por chiquito que fuera. Nada dejamos y nos fuimos.
No, no nos
pasó nada. Salimos, nos fuimos por el segundo patio hasta la galería del
primario y fuimos al kiosco y algunas compraron engrudo, otras hojas de dibujo
y yo un lápiz Faber número tres porque me gustan blandos. Tampoco nos pasó nada
a partir de ese día, nunca. Algunas, Elvide por ejemplo y Zoralia, habían dicho
que en la vida nos íbamos a arrepentir y que íbamos a soñar con ella clavada
ahí y que nos íbamos a volver locas de remordimientos. Pavadas. A mí nunca me
pasó nada de eso y por lo que sé a las otras tampoco. Nunca les pregunté, nunca
volví a decirles nada porque total aunque no habíamos jurado sobre la Biblia yo
sabía que ellas tampoco iban a decirle nada a nadie y así fue. Sí, claro que
hubo un lío bárbaro pero nosotras ya estábamos lejos cuando empezaron a
buscarla; estábamos cada una en su casa, comiendo abrigaditas o yendo a acostarnos
o rezando las oraciones de la noche o pidiéndoles a nuestros padres que nos
leyeran un cuento antes de dormirnos. Y cuando se supo y salió en los diarios y
se oyó por la radio y todo el mundo hablaba de eso y de un loco con delirios
religiosos que la había raptado al salir de la escuela, las madres y los padres
de todas nosotras se ocupaban de que no nos enteráramos de algo tan horrible y
nosotras bien gracias, no nos enterábamos.
No, nunca
se lo conté a nadie, ni al confesor ni al analista. No: es la primera vez.